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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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9.- Golden Week II.

 

Katsuki se afanó con los preparativos de la cena, de tal modo que para cuando sus amigos por fin se cansaron de jugar a la playa y volvieron, descubrieron a la par que él ya había revisado el contenido del refrigerador y las alacenas, y también elegido un menú acorde a la temporada.

—Woah, ¿es que acaso piensas lucirte? —Elogió Kirishima los platillos a medias que Katsuki ya tenía sobre la mesa mientras trabajaba en sincronía para conseguir que aquella cena para al menos 12 personas marchara viento en popa.

—No estorbes —gruñó Katsuki sin malicia, sólo evitando que su amigo se acercara a su área de trabajo todavía con arena pegada al cuerpo que pudiera contaminar los alimentos—. Y no metas tus torpes manos sin antes lavártelas.

—Vale, vale...

Mientras las chicas tomaban el primer turno para ducharse, Katsuki ladró un par de instrucciones a sus amigos, que más o menos consiguieron llegar a su estándar mínimo a la hora de cortar verdura, lavar trastes sucios y poner a cocer los ingredientes. Porque el clima estaba cálido y después de un día en la playa se antojaba siempre algo fresco, Katsuki se había decantado por soba frío, acompañado de verduras al dente y 3 tipos de salsas diferentes para acompañar. Que por casualidad 2 de esas fueran de las favoritas de Izuku era una clara coincidencia en la que él no quería ahondar...

Casi a punto de terminar con la comida, Ashido declaró con el móvil en la mano que Uraraka y el resto de su grupo ya estaban en camino, y Katsuki tuvo un milisegundo de pánico al pasarse las manos por el cabello y limpiárselas en la camiseta impecable que se había puesto luego de ducharse apenas se enteró de que tendrían visitas.

—¿A quién pretendes conquistar, uh? —Inquirió Sero, y Katsuki lo empujó del hombro—. Hey, yo sólo señalaba lo obvio.

—¿Te gusta Ochako, es eso? —Preguntó Ashido, y a su lado Kirishima le dio un codazo.

—No molesten a Bakugou —gruñó éste, y el aludido frunció el ceño. Para nada necesitaba la ayuda de Kirishima en un asunto como ese.

—La Cara Redonda no es mi tipo —dijo Katsuki con soltura, sólo para verse atacado desde otro flanco.

—Ahora que lo mencionas... —Dijo Kaminari, que junto con Yaoyorozu y Tokoyami, ayudaba a sacar los platos de la alacena para colocarlos sobre la mesa—. Nunca hemos tenido claro cuál es tu tipo. ¿Qué te gustan más, los pechos o el trasero?

—Ugh, qué desagradables son ustedes —se quejó Jirou, cruzándose de brazos ante un tema que ella consideraba innoble.

—Sólo quiero confirmar algo... —Se defendió Kaminari, y la grieta en medio de las cejas de Katsuki se profundizó más.

—Como si fuera algo que quisiera contarte o que fuera de tu incumbencia.

—Cuentan las malas lenguas-...

—Bien, basta —interrumpió Kirishima a Kaminari dándole una fuerte palmada en la espalda que hizo a éste perder el equilibrio y por poco dejar caer un par de vasos que amontonaba de manera precaria sobre un plato largo—. Los demás no tardarán en llegar y no es una conversación que sea para sus oídos.

Katsuki quiso replicar que no necesitaba ayuda, porque obviamente esas eran las intenciones de Kirishima al desviar la atención de su persona, pero al final decidió que no valía la pena y acabó aflojando la tensión del rostro.

No había que ser ninguna clase de genio para percatarse que dentro de su grupo de amigos la falta de relaciones o siquiera interés por el sexo opuesto que Katsuki había demostrado en su trayectoria por la preparatoria había sido un tópico de interés. Más recientemente, a juzgar por el modo casi simultáneo en que Sero y Kaminari se habían compenetrado para ayudarse mutuamente.

En lo que a Katsuki respectaba, esos dos podían comer tierra y dejarlo en paz, porque él no sentía la responsabilidad de satisfacer su curiosidad sólo porque su morbo había alcanzado niveles insostenibles. Vale, que era gay y le había costado lo suyo asumirlo, pero ya había hecho las paces consigo mismo al respecto. O al menos eso creía. Katsuki no tenía inconveniente en asumirlo, y la culpa de los primeros años al masturbarse pensando en cuerpos equipados como el suyo era tan sólo un recuerdo del pasado, pero... No lo había compartido con nadie. Ni amigos, ni mucho menos sus padres. Y no estaba en sus planes pregonarlo. La única persona en todo el mundo que tenía una certeza de su sexualidad era Izuku, y eso porque ellos dos...

«Pero ya no más», se detuvo Katsuki a tiempo, porque sacar del trastero de su mente aquellos recuerdos había demostrado con anterioridad ser un tormento para él. Las circunstancias de su no-separación, acordes a las reglas de su no-relación, todavía le provocaban pinchazos en el pecho si se adentraba demasiado en esos terrenos pantanosos, así que torciendo el gesto chasqueó la lengua para sí y se esforzó por ignorar aquello y concentrarse en el presente.

—¡Oh, ya llegaron! —Exclamó Ashido de lo más exaltada, y Katsuki no necesitó de una aclaración para enterarse de a quiénes se refería.

A diferencia de su grupo masivo compuesto por dos salones diferentes, los recién llegados eran sólo 4 personas, tan disímiles entre sí que costaba imaginar que puntos en común podían tener entre sí.

Por delante venían Ochako y el tipo que se había presentado antes como Iida, y traían consigo una tarta de queso que a todas luces era comprada pero que lucía deliciosa tras el empaque transparente. Atrás de ellos y rezagados del grupo, llegaron Izuku y su novio, que cuchichearon entre sí con las cabezas juntas en el genkan mientras se descalzaban.

Al instante odió Katsuki al idiota bicolor que era Shouto Todoroki por la simple razón que era su mano en el hombro de Izuku, tan familiarizado éste con su toque, que parecían comunicarse simplemente por telepatía gracias a ese insignificante roce.

—A Deku ya lo conocen —dijo Uraraka al hacer las presentaciones de vuelta—, pero éste es su novio Todoroki.

—Shouto Todoroki, mucho gusto —se presentó éste formalmente con una leve inclinación de su cabeza, y a Katsuki no le pasó por alto que era más alto que él. Apenas un par de centímetros, pero la afrenta estaba hecha. Y al diablo con que Iida lo fuera todavía más, porque el pleito no era con él.

—Woah, espera —avanzó Sero hasta posicionarse al frente de Todoroki—. ¿No eres el hijo de Endeavor?

Con un gesto helado, éste asintió una vez.

—Lo vi jugar hace un par de veranos y marcar home runs sin parar. ¡Es un puto Dios!

—¿De qué hablan? —Preguntó Jirou, y recibió un coro exaltado de “¡Béisbol!” que delató quiénes en la habitación eran fanáticos del deporte.

Pese a su sombría personal y oscuros intereses, resultó que Tokoyami también era fanático del béisbol, pero a diferencia del resto tenía su interés centrado en uno de los hermanos mayores de los Todoroki. Un tal Touya que estaba retirado y que Katsuki creía haber escuchado mencionar con anterioridad, y dicho sea de paso, que sirvió como rompehielos porque al parecer Todoroki tenía menos problemas en hablar de él que de su padre.

Con su novio absorto en temas de béisbol y rodeado de otros fanáticos, Izuku se separó de su lado y se acercó a Katsuki, que se había mantenido a distancia y guardado para sí.

—Huele bien —dijo Izuku, y Katsuki dio un respingo—. ¿Qué cocinaste?

—¿Cómo-...?

—Es obvio que lo harías. Antes muerto que no comer algo que alcance tus elevados estándares, ¿uh? —Le chanceó Izuku, lanzando una mirada de reojo con una tentativa sonrisa—. ¿Y bien?

—Es soba frío. Y verduras. También un poco de arroz. Y, uhm, 3 salsas. Poca cosa en realidad.

—Ah.

—¿Qué pasa?

—Es genial que sea soba.

—No recordaba que fuera tu platillo favorito. A ti siempre te encantó el katsudon con extra de cerdo.

—Y no lo es. La soba, quiero decir. El katsudon siempre será lo mío, pero lo decía por Shouto. El soba frío es su favorito.

—Genial —escupió Katsuki la palabra, y en el acto se le agrió la boca, porque sin planearlo había terminado por cocinar el platillo favorito del novio de su... De Izuku.

—De hecho no íbamos a venir. Shouto prefería pedir comida a domicilio y quedarnos en su habitación viendo películas, pero Ochako sabe bien cómo ser persistente.

Katsuki gruñó.

—También, uhm... —Izuku se llevó la mano al rostro, y con los nudillos se rozó una mejilla que todavía ostentaba un intenso color sonrosado.

Izuku tenía el tipo de piel que se broncea con facilidad. De niños, Inko Midoriya no dejaba de darle a Izuku la lata para que se untara abundante bloqueador solar, y éste había aprendido desde la más tierna infancia que sus recomendaciones no eran sugerencias, sino órdenes. Las pocas veces que Izuku había olvidado el bloqueador se las había tenido que ver con quemaduras de primer grado y tener que pasar el día siguiente en cama lidiando con una descompensación. Gran parte de sus pecas se debían a ello, y aunque en la actualidad Izuku ya no tenía tantas como antes, era evidente por su aspecto actual que su reciente aventura con el sol iba a dejar secuelas en su piel.

—¿Estás bien? —Preguntó Katsuki con genuino interés, e Izuku se acarició con el pulgar el labio superior.

—Estoy mejor que hace horas. Ochako me puso paños fríos en la piel, y Shouto no se movió de mi lado en toda la tarde.

—No se ve tan terrible —dijo Katsuki, examinando su rostro, pero Izuku suspiró.

—Lo peor del daño fueron mis hombros y espalda. Mamá estará tan molesta cuando me vea... Especialmente porque empacó para mí una botella jumbo de bloqueador solar y no utilicé ni una gota para impedir esto.

—¿Tan malo es?

—Cerciórate por ti mismo —le dio libertad Izuku de revisar, y Katsuki la tomó el jalar del cuello de su camiseta (una playera blanca con el ridículo texto de ‘falda’ escrito al frente) y asomarse. Bajo la tela, su piel tenía un furioso tono rojo, y en algunas áreas ya mostraba hojuelas de piel.

—Joder...

—Seh —confirmó Izuku—. Desgraciadamente, duele incluso peor de lo que se ve.

—¿Ya utilizaste aloe vera?

—¿Aloe-qué?

Katsuki puso los ojos en blanco. —Para ser alguien con una piel tan delicada como la tuya, deberías al menos conocer el aloe vera. Ven —le invitó a acompañarlo, y a Izuku le bastó un vistazo a su grupo de amigos para ver que estos se habían congregado en la salita y no los echarían de menos unos minutos.

Subiendo con Katsuki a la planta alta, lo siguió a ciegas hasta su dormitorio en la esquina del pasillo, y después con ligereza murmuró “siento la intrusión.” Katsuki le indicó la cama.

—Siéntate. Yo te pondré el aloe vera.

—Uhm, no será necesario. Yo-...

—¿Te quemaste los hombros y la espalda, no? —Rebatió Katsuki su rechazo—. A menos que tus brazos midan 15 centímetros más que los de una persona normal, te dolerá tratar de alcanzarte algunas áreas.

—Ok, vale.

Jalándose su camiseta desde la nuca, Izuku se descubrió la espalda y los hombros, pero conservó los brazos dentro de las mangas  de su ropa y la apretó fuerte contra su pecho.

—Puede sentirse helado... —Le previno Katsuki al echarse en la palma de la mano una buena porción de aloe vera y tras una profunda inhalación volver a posar sus manos en Izuku.

El toque fue eléctrico para ambos, pero así como vino se fue. Izuku siseó cuando el aloe vera entró en contacto con su piel quemada, y Katsuki puso especial énfasis en no hacer peor su sufrimiento. Con movimientos circulares que pretendían ser reconfortantes, Katsuki consiguió aplicar el aloe vera en toda la extensión de su espalda, bajando hasta su cintura y extendiéndose un poco por las costillas.

Izuku se retorció cuando sus dedos se movieron hacia la orilla de su axila.

—¿Duele?

—No, pero da comezón.

Katsuki luego subió a los hombros, y aplicando todavía más aloe vera para aplacar el tono rojo e irritado de la piel en esa zona, se extendió por su nuca y cuello. Izuku exhaló con pesadez.

—¿También te da comezón?

—No. Esta vez sí duele.

—Lo siento.

—No te preocupes, es mi culpa por entrar al agua sin bloqueador.

Buscando prolongar su contacto, Katsuki rozó con sus dedos las clavículas de Izuku y tomó como buena señal que éste no se apartara.

—¿Dónde más te quemaste?

Izuku rió entre dientes. —Por todos lados, pero lo peor eran mi espalda y hombros. Gracias.

Katsuki apartó sus manos, y con un siseo prolongado consiguió Izuku volver a ponerse su camiseta.

Sentados en la cama y con apenas la distancia de sus piernas entre ellos, Katsuki miró con atención a Izuku cuando éste se volteó, y sin necesidad de palabras le untó los restos de aloe vera en la frente y mejillas.

—Cuando vuelvas de este viaje tendrás el doble de pecas que antes.

—Mamá estará tan molesta... —Se lamentó Izuku, cerrando los ojos y luego mordiéndose el labio inferior.

Absortos en su propia burbuja, Katsuki e Izuku de pronto se sobresaltaron cuando el ruido de pisadas en el pasillo los alertó, y segundos después alguien tocó a su puerta antes de abrirla. Era Kirishima, pero con él venía Todoroki.

—Ah, ahí están —dijo Kirishima—. Los estábamos buscando.

—Kacchan me estaba ayudando con un poco de aloe vera en mis quemaduras —explicó Izuku la razón de su ausencia, y en la frente de Todoroki apareció una línea de tensión.

—Momo quiere empezar ya con la cena —dijo Todoroki, extendiendo un brazo en dirección a Izuku, y al instante se puso éste de pie y entrelazó sus dedos con los de su novio.

Ellos fueron los primeros en retirarse, y Kirishima se quedó atrás con Katsuki, que de pronto se sentía violento y detestaba la sensación pegajosa del aloe vera en sus dedos.

—Eso de antes... —Tanteó Kirishima, pero Katsuki lo mandó callar.

—Ni una palabra.

—Ok, colega. Lo que tú digas.

 

La cena fue peor y mejor por partes iguales de lo que Katsuki había esperado.

Su comida como siempre tuvo un éxito arrasador entre los comensales, que no pararon de elogiar su sazón y preparación entre bocados, pero no era lo que a Katsuki le importaba.

Yaoyorozu había acondicionado la mesa para que todos pudieran tener un asiento, y Katsuki se vio forzado a sentarse con Kirishima a un lado y Tokoyami del otro, dejando a sus nuevos invitados repartidos en el resto de asientos. Uraraka e Iida no habían tenido inconveniente en sentarse al lado de Ashido para que las chicas pudieran charlar, y Todoroki había hecho lo mismo con la anfitriona porque al parecer eran viejos amigos de la infancia y tenían mucho de qué ponerse al tanto. Izuku por supuesto se sentó al lado de su novio, a un buen número de asientos de distancia de Katsuki, y éste resintió el acomodo porque... Pues porque quería tenerlo cerca y charlar con él.

Él e Izuku habían mantenido en la última semana un intercambio más o menos regular por Line. La mayoría de las veces era Katsuki el que iniciaba su conversación, pero algunas veces Izuku lo había hecho por su cuenta, y aunque eran charlas que no sobrepasaban los 20 minutos por sesión, en un par de ocasiones se les había hecho tarde intercambiando textos sin importarles la hora o que a la mañana siguiente tuvieron que estar en pie temprano.

La última vez que habían hablado, apenas salir de clases, Izuku no había mencionado nada de salir de vacaciones a ningún sitio, y mucho menos a la casa de veraneo que su rico novio tenía en la playa, y Katsuki lo resentía. Claro, estaba consciente de lo ridículo de su actitud porque Izuku no le debía ninguna clase de explicación de lo que hacía en su tiempo libre y con quién, pero Katsuki no conseguía sobreponerse todavía al hecho de que se habían encontrado justo en ese sitio tan alejado de Musutafu, cuando en su propia ciudad natal y siendo vecinos por un par de calles de distancia no habían coincidido en los últimos años.

Sumido en pensamientos extraños y cansado por la suma de los acontecimientos de su día, Katsuki picoteó su comida y apenas prestó atención a las conversaciones que sucedían a su alrededor y en las que sus amigos trataban de incluirlo sin éxito.

Alegando no soportar la dulzura del refresco de cola con el que había acompañado su comida, Katsuki se levantó a servirse agua, y por desgracia para él, una persona lo siguió a la cocina.

—¿Todo bien, Bakugou? —Preguntó Kirishima con cautela, manteniendo su distancia para no provocarlo, aunque ambos sabían que poco hacía falta para conseguirlo. Simplemente Katsuki era nitroglicerina, y cualquier chispa podía hacerlo estallar.

Con un hondo suspiro, Katsuki declaró estar bien. —No es nada.

—Has estado... Disperso esta noche.

—Estoy cansado. El calor de la playa me agobió. Es todo.

—Vale. Pero si necesitas a alguien para hablar... —Kirishima estaba tentado a su suerte; Katsuki lo golpearía antes de permitirse bajar la guardia como para pedir ayuda de esa manera, y sin embargo...

—Ok —accedió Katsuki, que pasó a su lado con el vaso de agua y le dio un golpecito en el bíceps—. Serás el primero en mi lista.

 

Después de la cena, que estuvo repleta de más elogios para Katsuki y repeticiones hasta que las ollas estuvieron vacías, el grupo completo se congregó para ayudar a limpiar.

Mientras que las chicas se encargaban de recolectar los platos y cubiertos, los chicos se turnaron para lavar platos y secarlos, para después con la ayuda de Yaoyorozu devolverlos a su sitio en la alacena.

Katsuki fue el único exento de esa labor manual, pero como insistió en cooperar porque detestaba la idea de no ser útil, le encomendaron como tarea cortar el pastel de queso que sus invitados habían traído consigo y repartirlo.

—Wow, ¿cómo consigues hacer rebanadas tan simétricas? —Elogió Ashido sus habilidades con el cuchillo, y Katsuki se mofó.

—No es ninguna habilidad especial saber cómo utilizar correctamente un cuchillo.

—Incluso así... —Ashido recibió su rebanada en un platito y lo levantó a la altura de sus ojos para examinarlo con calma—. Es casi... hermoso.

—Bah.

Porque había pastel, Yaoyorozu ofreció poner una tetera con un té que su familia había comprado en su último viaje a Inglaterra, por lo que pronto estuvieron reunidos en torno a la sala disfrutando del cierre perfecto para la cena que habían tenido.

Esta vez consiguió Katsuki un asiento contiguo a Izuku, que a su vez se había quedado solo cuando Todoroki acabó en medio de Sero y Tokoyami preguntándole cuán ciertos eran los rumores de que una prestigiosa marca de ropa juvenil lo quería como el rostro oficial de una de sus campañas gracias a su méritos en el deporte pero también por el apellido de su familia.

Resultó ser cierto, pero Katsuki no escuchó más de ese asunto cuando Izuku llamó su atención.

—Erm, ¿ya no te gustan las fresas? —Inquirió al señalar su plato, donde las fresas de decoración que su rebanada tenía encima acabaron a un lado.

Ambos sabían que no era el caso. A Katsuki le encantaban las fresas, del mismo modo en que Izuku, aunque su apreciación era diferente. Ahí donde él favorecía el sabor casi ácido de la fruta, Izuku sólo podía encontrar el dulce. De pequeños eso había propiciado un par de peleas donde cada uno creía tener la razón, pero al ir creciendo se habían resignado a su peculiar cualidad sólo para reconocer el sabor de su preferencia. Al menos una mayoría de las veces. Con fresas casi verdes, Katsuki era feliz; y con fresas del todo rojas, era el turno de Izuku por serlo. Las de ese pastel de queso eran demasiado dulces para el gusto de Katsuki, que las había apartado como solía hacer siempre que eso ocurría e Izuku le ayudaba a comérselas.

Hacía años que no hacían eso, pero la memoria estaba ahí, y las costumbres raras veces mueren.

—Ten —le ofreció Katsuki, e Izuku hesitó antes de aceptarlas en su plato.

Al comerse una y paladear el sabor del fruto, Izuku coincidió con Katsuki en su opinión. —Oh, realmente son dulces...

—Más para ti —dijo Katsuki con sencillez, y ese intercambio favoreció que por la siguiente hora tuviera la oportunidad ininterrumpida de conversar.

No fue sino hasta casi medianoche y con Iida como el instigador para disolver aquella reunión que los 4 visitantes de esa noche amagaron ponerse en pie y despedirse tras una velada de lo más agradable.

—Mañana nos veremos en la playa —dijo Uraraka al despedirse, y todos coincidieron con que sería un plan genial.

—No olvides el bloqueador —farfulló Katsuki a Izuku cuando pasó a su lado, y éste asintió varias veces.

—No lo haré.

—Buenas noches a todos.

—Regresen con cuidado.

Y así, su primer día en la playa llegó a su fin.

 

Katsuki fue el primero en despertarse a la mañana siguiente, e ignorando la tentación de asomarse por al balcón a ver si en la casa de al lado ya había movimiento, hizo sus abluciones matutinas, cogió un plátano del frutero al pasar, y salió a correr en shorts y una camiseta.

Sobre la línea del mar, el sol apenas despuntaba, y Katsuki encontró relajante ser el único que estaba ahí para presenciarlo. Mientras recorría la playa alternando arena húmeda y arena seca con cada cierto número de pisadas, se concentró en sentir y no tanto en pensar, porque de otra manera corría el riesgo de dejar a su mente divagar sobre Izuku, sobre su novio, y...

«Argh, ¡basta!», se recriminó a sí mismo, sacudiendo la cabeza y apretando el paso.

Katsuki corrió por espacio de media hora en una dirección, y luego emprendió el regreso que le tomó 10 minutos más que de ida porque para entonces sentía las piernas cansadas por el esfuerzo de correr a través de la arena. Para entonces el sol ya había salido en su totalidad, y el frío hasta entonces gélido de la mañana por fin se estaba transformando en calor.

Al acercarse a la casa, Katsuki apreció rastros de vida en el segundo piso con algunas luces encendidas y cortinas descorridas en los balcones, pero al parecer no eran los únicos, porque en la casa de al lado se podían ver las mismas señales. Katsuki se preguntó si Izuku ya estaría despierto, y si ese día acudiría a la playa, pero fiel a su política de mantenerlo alejado de sus pensamientos (al menos de momento), suspiró con desgana e intentó pensar en otras cosas.

Al entrar a la casa por la puerta corrediza que conectaba al comedor, Katsuki puso especial cuidado en limpiarse los pies para no meter arena, y al instante fue recibido por sus amigos, que esa mañana todavía estaban en pijama y con los cabellos de punta tratando de cocinar hot-cakes. Y al parecer por los adefesios que tenían como intentos #1, #2 y #3, fallando miserablemente.

Katsuki puso los ojos en blanco. —Es un hecho que sin mí se morirían de hambre —dijo entrando a la cocina a examinar su desastre y después ponerse manos a la obra.

—Te lo compensaremos, Bakugou —dijo Ashido, juntando las manos frente a ella y agradeciendo su generosidad—. Nosotros podemos cortar fruta como acompañante, ¿no es verdad, chicos?

Con Katsuki frente a los fogones y el resto esforzándose para tener fruta fresca como acompañante, fue Kirishima el que se ofreció junto con Sero a exprimir naranjas y tener jugo como bebida, y aunque después Katsuki tuvo que escupir una docena de semillas que se les habían escapado, al final terminó por reconocer que se había divertido, y que el sabor no era tan terrible, así que podían repetirlo.

A eso de las 10 salieron con intenciones de comenzar su segundo día ahí, y para entonces ya estaban Uraraka, Iida, Izuku y Todoroki en su porción de playa y divirtiéndose cada uno a su manera. Mientras que Iida y Todoroki estaban enfrascados con una pelota de voleibol a la orilla del agua, Uraraka se adentraba al agua para nadar unas brazadas e Izuku se mantenía bajo la sombra de una sombrilla mientras se untaba bloqueador solar con una insistencia un tanto enfermiza para cualquiera que no hubiera pasado lo que él.

—¡Hey! ¿Hay espacio para uno más? —Gritó Kaminari, deseoso de unirse a cualquier juego que tuvieran Todoroki e Iida en marcha, y no fue el único.

—¿O dos?

—¿O tres?

En manada se sumaron todos los chicos menos Katsuki, que no se sentía de ánimos para jugar a la pelota y mucho menos con el novio de Izuku. Alegando que él ya había salido a correr temprano y no estaba de ánimos todavía para más ejercicio, Katsuki ignoró las provocaciones que hizo Sero sobre su vena competitiva y se escudó bajo el pretexto de preferir una mañana tranquila en la playa.

Las chicas no tardaron en hacer lo suyo, también invitando a Uraraka con ellas y formando entre las 4 equipos para competir en carreras.

Katsuki observó todo desde la sombra de su parasol, y también lanzando miradas de reojo a Izuku, que a una docena de metros seguía untándose bloqueador de sol como si se estuviera preparando a un viaje al mismísimo centro del sol.

Indeciso entre esperar a que fuera él quien tomara el primer paso o hacerlo por su cuenta, Katsuki se reprochó por su repentina cobardía, y con la perfecta excusa entre labios se acercó a él llevando una lata de agua de coco y otra de limonada.

—Hola —dijo como saludo, y al levantar Izuku la vista, continuó—: Pensé que podría ayudarte con la espalda.

—Oh, ¿me estoy dejando espacios? —Preguntó Izuku al mirar por encima de su hombro, donde la plasta blancuzca del bloqueador no estaba tan bien distribuida como él pensaba.

—No. Y también traje bebidas. Elige la que prefieras.

Katsuki no mencionó que ambas eran de las favoritas de Izuku (lo eran al menos hasta donde él recordaba, pero bien podrían haber sus gustos cambiado en los últimos años) y para nada las suyas, así que estaba resignado a tomar un refresco que no le gustaba. Izuku seleccionó la de limón, y guardando la de coco en su hielera, se la cambió a Katsuki por una de té negro sin azúcar que conocía como más de su agrado.

—Es como agradecimiento por ayudarme con el bloqueador —explicó en voz baja, moviéndose para darle la espalda apenas le entregó la lata.

Igual que la noche anterior, Katsuki sufrió un estremecimiento al entrar en contacto sus manos con la piel desnuda de Izuku, y a juzgar por la reacción que éste tuvo de arquear un poco la espalda y contener el aliento, el sentimiento era mutuo.

—Esto se ve doloroso —comentó Katsuki para tener algo de qué hablar, e Izuku se lo confirmó.

—Lo es.

—¿Ayudó de algo el aloe vera?

—Bastante. Aunque el daño ya estaba hecho.

—Más tarde puedes pasar por la casa y te regalo la botella.

—Oh, no es necesario, yo-...

—Insisto —le interrumpió Katsuki—. Es obvio que lo necesitas más que yo.

Izuku encogió un hombro. —Gracias, Kacchan.

Haciendo su trabajo a consciencia, Katsuki prolongó aquella ayuda al punto en que casi le hacía un masaje a Izuku con los abundantes restos de bloqueador solar, y al final aprovechando que le sobraba producto en los dedos lo hizo girarse para aplicarle el resto en el rostro.

—Debes de tener cuidado con las áreas más olvidadas —dijo Katsuki, esmerándose en sus orejas y la parte posterior de éstas—. Los labios también se pueden quemar, ¿sabías?

—No estaba al tanto.

—En ese caso, uhm, ten —le dio Katsuki un tubito que había sacado del pantalón de sus bermudas y que a simple vista parecía un humectante para los labios, pero que Izuku comprobó que no era del todo cierto porque contenía bloqueador solar al 100FPS—. Mi vieja me empacó 3 tubos de eso, así que no pienses que está usado ni nada por el estilo.

—Eres muy amable, Kacchan —dijo Izuku, aplicándose un poco en los labios antes de dedicarle una sonrisa—. Ahora es tu turno.

—¿Uh?

Ignorando las débiles protestas de su acompañante, Izuku se esmeró en pagarle a Katsuki el favor aplicándole de manera abundante el bloqueador solar en la espalda y los hombros. Katsuki no tenía el mismo tipo de piel que Izuku, para él era mucho más sencillo broncearse sin tener que lidiar con las pecas, pero agradeció el detalle porque tampoco quería volver a clases después de la Golden Week con aspecto de pollo rostizado a la leña.

—Ahora sólo debemos no olvidar la reaplicación en 4 horas —dijo Izuku al terminar, y Katsuki tomó nota mental de ello.

Sin una excusa válida para quedarse con Izuku a la sombra de su propio campamento, Katsuki se cuestionó si éste no querría que se marchara para estar a solas, pero le confirmó lo contrario cuando lo retuvo preguntándole si ya estaba enterado de la próxima película de All Might que saldría ese verano en los cines.

Aliviado de tener una excusa viable para quedarse, Katsuki reveló que no, pero preguntó por más detalles que Izuku le proporcionó encantado de tener con quién compartir su obsesión más antigua.

Igual que si no hubiera pasado un día más allá de los tiempos felices en los que All Might era su obsesión y ellos dos los mejores amigos en el mundo que compartían el puesto de fan #1, Katsuki e Izuku se pasaron la siguiente hora hablando sin parar de la próxima película, la serie que vieran en la infancia, los mejores episodios y hasta tarareando las que a su consideración eran las canciones más emblemáticas de su superhéroe favorito.

—Tengo un autógrafo del seiyuu original de la serie, ¿sabes? —Reveló Izuku, cogiendo un puñado de arena y dejándolo caer a merced de la brisa que lo esparcía—. El otoño antepasado estuve en una convención de anime en la que estaría y no pude resistirme a acercarme a su mesa y pedírselo.

—Se llama Yagi Toshinori, ¿correcto?

—Yep —confirmó Izuku—. Y no se parece en nada al All Might de la serie. Es un hombre alto, sí, pero sumamente delgado. Cuesta creer que la voz sea la suya, pero todavía consigue hacer unas impresiones exactas del All Might que recuerdo. Ese autógrafo es uno de mis mayores tesoros.

—Apuesto a que lo tienes enmarcado y colgando de la pared —le chanceó Katsuki, haciendo entrechocar sus hombros, e Izuku no lo desmintió.

—Bueno, sí. Pero sólo porque iba a juego con mi póster autografiado por el elenco original y la figura de acción de modelé en clases de cerámica en la secundaria y que Toshinori en persona firmó en la base.

—¿Todavía conservas esa figura? Wow...

Izuku torció el gesto. —Sabía que te burlarías.

—No lo hago, nerd —dijo Katsuki, cuidando bien el tono de su voz—. Pienso que es, uhm, genial hasta cierto punto. Eras más hábil que yo con las manos en el taller de cerámica. Recuerdo que yo intenté hacer un busto de All Might, pero el resultado fue tan desastroso que en el último momento fingí tropezarme con él y lo arruiné para no tener que presentarlo al final de curso.

—Lo sospechaba —bromeó Izuku con él, e imitando su movimiento de antes, buscó que sus hombros se encontraran, pero claro, la diferencia de estaturas hizo que el movimiento no tuviera el mismo toco. En lugar de colindar hombro con hombro, Izuku acabó golpeando el costado de Katsuki y éste giró el rostro para observarlo—. Ops, lo siento.

—No pasa nada. Erm... —Repentinamente avergonzado, Katsuki empezó a enterrar los dedos de los pies en la arena—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Eso acabas de hacer.

—No seas idiota, sabes bien a qué me refiero.

Izuku suspiró. —Agradecería que no me llames idiota. Al menos no mientras no lo merezca.

«Siempre te llamé idiota, es de cariño», pensó Katsuki, pero claro, ¿qué amigo llama a otro amigo ‘idiota’ por más que intente hacerlo pasar como una muestra de afecto? Especialmente cuando dicho amigo no es 100% un amigo, sino acaso un 49%, dejando el otro 51% en una combinación perturbadora de cuasinovio, amante y también hostigador. Pero Izuku tenía razón. Para bien o para mal, con él era fácil caer en los viejos patrones porque eran parte de su rutina. Con sus amigos actuales Katsuki lo tenía más fácil; con ellos tenía toda una personalidad fabricada no desde cero porque seguía siendo él, pero era su mejor versión, la que tenía las aristas pulidas y redondeadas para no producir ninguna clase de daño real. Izuku en cambio tenía al verdadero Katsuki, o al menos a su original yo, el abrasivo que decía ‘idiota’ cuando en realidad la verdadera palabra con la que quería llamarlo se le atoraba justo debajo de la lengua.

—Lo siento.

Izuku volvió a suspirar. —¿Se va a volver una costumbre?

—¿Uh?

—Siento que te he escuchado disculparte más en el último mes que en todos los años que tengo de conocerte. Es... raro. No me gusta.

—¿Preferirías que no lo hiciera?

—No es eso. Sé que no lo dirías sin sentirlo, es sólo que... —Izuku recogió las piernas, y apoyando su mentón en las rodillas, se abrazó a sí mismo—. Es raro.

—Eso ya lo dijiste.

—No sé cómo más definirlo.

—Ya.

—Entonces... —Izuku giró la cabeza, y con la mejilla recargada en su rótula, retomó el tema de antes—. ¿Qué pregunta querías hacerme?

Observándolo con las pupilas contraídas por el efecto del sol, el cabello moviéndose plácidamente bajo el efecto de la brisa y la piel salpicada de pecas, Katsuki se respondió a sí mismo la mitad de la pregunta que tenía en los labios, pero que de igual manera formuló.

—Tú y Todoroki... ¿Qué historia hay detrás de eso?

—¿Eso?

—De ustedes dos. Cómo empezaron a salir y todo eso. Mencionaste antes que apenas son novios desde el verano pasado, y...

La boca de Izuku formó una sonrisa que nada tenía que ver con la felicidad. —¿En verdad quieres saber eso?

—Sólo si quieres contármelo. Si no, da igual. No debí haber preguntado en primer lugar. No es mi asunto y no debí entrometerme.

Izuku lo examinó unos segundos, y luego con voz extrañamente desapasionada para alguien que cuenta su historia de amor con su pareja actual, empezó:

—Bueno, si te interesa saber... Shouto y yo éramos amigos casi desde el inicio del primer año, y fue el primer en advertirme que Shindou no era el indicado para mí.

—¿Y Shindou es...?

Izuku apretó los labios en una fina línea antes de girar la cabeza y mirar al frente. —Uhm, mi ex antes de Shouto.

—Oh.

—¿Seguro que quieres escuchar el resto?

«No», pensó Katsuki. «Rotundo no».

Y sin embargo la única respuesta que brotó de sus labios fue un contundente ‘sí’, porque Katsuki quería saber, tenía que saberlo.

 

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Notas finales:

Qué patada en los... para Katsuki, que tiene que escuchar a sus amigos babear por el beisbolista estrella de Todoroki, ¿eh? Para más inri, Izuku intentó superarlo con otros, y en plural... *gulp*

Y en otras noticias A-Y es la única página donde sigo publicando este fic porque la falta de comentarios ha sido desalentadora. Con suerte nos veremos el domingo, y si no el próximo viernes.

Graxie por leer~!


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