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No hay dos sin tres por Aranel Poli

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Se encontraba bastante triste a pesar de haber decidido quedarse con Saga, pero el hecho de haber discutido con Shura lo tenía muy desanimado.

Desayunaba en silencio junto a su esposo, quien revisaba un par de cosas en su portátil mientras se llevaba un pedazo de pan francés a la boca. Mu negó tratando de alejar sus pensamientos y sonrió mirando al peliazul, se levantó mordiéndose el labio y arrojándose a su regazo para comenzar a besarlo.

Saga lo miró extrañado y enseguida lo alejó fingiendo un ataque de tos dejando a Mu con el rostro confundido.

-¿Qué sucede? ¿Estás bien?

-Lo siento, no me siento bien, amor, no te me acerques- dijo aclarándose la garganta- Estoy un poco enfermo.

-¿De qué?

-Fui al médico ayer y me dio medicamento, dice que hay un virus dando vueltas- soltó alejando a su esposo y levantándose para ir hasta su portafolio de donde sacó un frasco con pastillas- Deberías tomártelas también.

-Pero yo no estoy enfermo.

-Por eso lo tomas antes, para no enfermarte- dijo el mayor sonriéndole mientras el pelilila tomaba el frasco lentamente y en silencio.

Saga subió a lavarse los dientes, Mu se encontraba lavando los platos, y enseguida tomó su celular buscando para qué era ese medicamento.

Clamidia.

-Lo siento, amor ¿Dijiste algo sobre Suiza?- preguntó en cuanto su esposo bajó, haciendo que este lo mirara extrañado para enseguida sonreír y besar su mejilla listo para ir al trabajo.

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Shura suspiró cuando el timbre de su casa se escuchó, esperaba que no fuese su padre de nuevo hablándole de su nuevo amante.

Aunque se llevó una enorme sorpresa al asomarse por la mirilla.

-Pasa- dijo con media sonrisa al abrir la puerta encontrándose con un Mu sonrojado, parecía avergonzado.

-Lo siento.

-No, yo lo siento- dijo el azabache cerrando la puerta y llevándose una mano a la cabeza para rascarse con nerviosismo, pedir disculpas era algo que no hacía con frecuencia- Me siento tan mal con lo que hice.

-No, tenías razón en todo. Todavía me engaña y me trata como si estuviera ciego, pero no lo estoy- negó Mu sintiéndose como un idiota.

-No lo estás- musitó el español acercándose para envolverlo en un abrazo. Mu sonrió y sorbió por la nariz para enseguida separarse para mirarlo emocionado.

-Mira, encontré esto- dijo tendiéndole un sobre- son instrucciones para realizar transferencias a Suiza. Saga irá esta semana y dijiste que debíamos saber en qué banco opera ¿no? Entonces vamos a Suiza y atrapémoslo- sonrió triunfal mientras Shura le dedicaba una mirada cansada.

-Mu, lo siento, no puedo- el mayor lo miró frunciendo el ceño- No puedo quedarme en este asunto de Saga para siempre. No puedo y si lo investigo y voy a Suiza contigo aún seguiré involucrado, así que no puedo hacerlo más. Lo siento.

-No, lo entiendo- negó Mu sonriendo con resignación y un tanto desanimado- Bien, debo irme.

-Oye, gracias.

-¿Por qué?

-Por básicamente forzarme a ser tu amigo.

-Querías ser mi amigo también, sólo que no lo sabías- sonrió Mu haciendo que el azabache soltara una carcajada y asintiera.

-Sí, bueno…

-Saltaste de una ventana por mí.

-Tú me empujaste.

-No- negó sonriendo- Bueno, sí- finalizó abriendo la puerta.

-¿Me mantengo en contacto?

-Por favor, necesitamos beber tequila.

-Genial- asintió Shura cerrando la puerta con un deje de nostalgia.

Se dio la vuelta y torció el gesto al darse cuenta que el pelilila había dejado los papeles sobre la mesa, suspiró alejando el estúpido impulso de revisarlos, aunque fue imposible. Los tomó entre sus manos leyendo entre líneas comenzando a deformársele el rostro con la incredulidad de ver la firma de Mu en todos esos papeles.

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Mu llegó al aeropuerto de Suiza mirando a su alrededor sin conocer nada ni a nadie, pero ya estaba ahí y su objetivo era claro. Suspiró comenzando a andar con su maleta hacia la salida y en cuanto salió volvió a mirar a todas partes buscando un taxi, aunque no fue eso lo que encontró.

-¡Mu!- escuchó que alguien gritaba su nombre y se acercó hasta encontrar a Shura y a Afrodita en una camioneta alzando los brazos saludándolo.

-¡Vinieron!- gritó antes de correr hacía sus amigos y arrojarse a sus brazos y enseguida ponerse en camino hacía el dichoso banco.

-¿Recuerdas las indicaciones de transferencia que me diste?- preguntó Shura mientras manejaba con Afrodita y Mu detrás. El pelilila asintió frunciendo el ceño- Pues ¿Adivina de quién es la firma en los papeles de Service Circuit?

-¿De Saga?

-¡No! Tú eres el CEO, él te usa para crear la compañía y el hijo de perra puso tu nombre- el pelilila negó lentamente tomando los papeles que Afrodita le ofrecía para verificar que el azabache dijese la verdad- Si hay algún fraude y todo se les desmorona se irán contra ti porque eres su plan de escape. Incluso podrías ir a prisión.

-No quiero ir a prisión ¡Terminaré muerto!- gritó a punto de llorar, pero Afrodita sonrió y negó tomando su mano.

-No irás a prisión.

-¡Mi maldito nombre está en todo!

-Esa es una buena noticia, tu nombre está en todo- sonrió Shura por el retrovisor.

-¿Qué significa eso?

-Que necesitamos encontrar a Saga y a su auto- finalizó mientras Afrodita tomaba a Mu entre sus brazos y trataba de tranquilizarlo.

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Gracias al GPS de Mu, encontraron al imbécil de Saga, quien entraba a un hotel bastante lujoso, entraron al lugar y fingieron sólo querer desayunar en el restaurante, el cual era igual de lujoso y costoso. Por suerte la tarjeta de Afrodita tenía suficientes fondos.

-Nunca nos dijiste que eras millonario.

-Bueno, como biólogo marino me pagan bastante bien, además mi abuela me dejó una fortuna- sonrió el sueco orgulloso.

Fueron hasta el bar de la alberca y ahí se instalaron dispuestos a encontrar a Saga, quien, unas horas después apareció junto a un chico peliblanco bastante apuesto.

-Cada vez que uso binoculares ese tipo tiene un nuevo amante- dijo Mu desde su asiento con los binoculares en el rostro.

-No lo sé, pero parece que no puede vivir sin sexo- soltó Shura torciendo el gesto mientras le daba un sorbo a su margarita.

-Pues aquí es el final del camino.

-Yo digo que si nos vamos hasta mañana probemos lo que Suiza nos ofrece- sonrió Afrodita haciendo reír a sus amigos.


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