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Errores duraderos por 1827kratSN

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—Tienes fiebre... ¿Por qué tienes fiebre?

Francia estaba un poco asustado… Tal vez muy asustado mientras colocaba paños fríos en la frente de su señor tecito, de su gruñón favorito, de su doncel de antaño.

Aquello no era normal, para una representación eso no era nada normal. UK seguramente estaba pasando por alguna crisis en su territorio y no le dijo a nadie, sufrió solo, no pidió apoyo... Como siempre hacía.

Y todo llegó a ese punto, en el que UK se removía inquieto entre delirios. Decía incoherencias, repetía frases sin sentido, peleaba con algo inexistente... o al menos eso pareció.

Hasta que Francia empezó a poner más atención a esos susurros y a esos labios resecos.

—Señor tecito, tranquilo... —se sentó junto a él, colocando un nuevo paño humedecido—. Yo te cuido.

—¿Francia? —susurró cansado, abriendo sus ojos apenas.

—Sí —sonrió al notar la cristalina mirada—, ¿te alegras de verme?

—Al fin estás en casa, dear.

Esos labios se curvaron en una sonrisa definida y nostálgica, de aquellas que enamoraron a un alma libre y que lo encadenaron definitivamente.

—¿Dear? ... —Francia rio bajito—. Hace mucho que no me dices así... ¿Qué sucede?

—¿Hoy no vas a irte?

—No... ¿Por qué lo haría?

Francia se acomodó un poco más, apoyándose en el espaldar de aquella enorme cama, y atrayendo en cuerpo del inglés para que reposara en su pecho.

Dear —susurró tomando la mano de Francia entre las suyas—, hoy no te vayas.

Fue una súplica con una voz temblorosa, pero muy dulce.

—Señor tecito...

—¿Quieres llamarme así? —UK tembló un poquito—. Está bien... Dear... Está bien... No me quejaré... Pero no te vayas.

—Me voy a quedar contigo —sonrió antes de besarle las manos.

—Qué bien —sonrió mientras cerraba sus ojos y relajaba su cuerpo—. Qué bueno que hoy no tienes otra cita —soltó una risita susurrante.

—¿Cita?

—Porque quiero que te quedes... Quédate conmigo, France... Por favor... Por favor... No te vayas hoy.

—¿UK?

—No me dejes solo otra vez —empezó a sollozar, con sus lágrimas rodando por sus mejillas calientes—. Prometo esforzarme... Pero no te vayas... Dear... Por favor… Dear…

Entonces Francia recordó la época en que UK lo llamaba de esa forma cariñosa y anticuada... Fue hace tantos años... Cuando aún eran un matrimonio feliz, estable y armonioso... Cuando aquel inglés aún llevaba el anillo de su boda… y doblaba delicadamente el pañuelo bordado.

Reino Unido no estaba con él, no en ese momento… Su querido viajaba en sus memorias de épocas dolorosas…

Épocas llenas de errores e indecencias…

—Mi querido reino esplendoroso —lo llamó como en antaño—. Mi querido...

—Perdón... Perdón, Francia.

Cada sollozo dolía más que el anterior.

—¿Qué? —Francia le besó los cabellos— ¿Por qué pides perdón, querido reino?

—Perdón por no ser tan afectuoso como tú quieres que sea... —suspiró profundamente y abrió sus ojos apenas—. Pero lo intento... Lo intento con desespero... Para que no creas que no te amo... Lo siento.

—UK... tranquilo.

—Yo sé que no te gusta como soy... —apretó la mano que sostenía la suya—. Y quiero ser diferente... —apenas movió su rostro para mirar al francés—. No me dejes.

—UK...

—No te vayas con él... —se aferró a la camisa ajena—. No te vayas... Porque yo te amo, Francia.

—No me iré —susurró.

—No me cambies por él... Te lo suplico.

—No lo haré.

—No me dejes... Porque te amo tanto... Te prometo cambiar y ser más cariñoso... Pero no te vayas.

—No me iré.

—Aunque compartas tu lecho con otro durante muchas noches... Por favor... Vuelve a mí y dame solo una luna para abrazarme a ti... Por favor... Te lo suplico.

—Lo siento... —se le estrujó el alma.

—Por favor... Siempre vuelve...

—Lamento haberte lastimado tanto.

—Por favor, Francia... No te vayas de mi lado… Cederé a lo que quieras…

—No tienes que hacerlo.

—Jugaremos con las cuerdas, aunque no me guste… Encenderemos las luces, aunque me muera de pena… No diré que estoy cansado… No seré ruidoso… No pensaré en nuestros hijos… No… No…

—¿Por qué nunca me dijiste que no te gustaba eso?

—No me dejes, France.

—Mi querido reino de ensueño…

—Haré lo que sea… por el amor de mi vida… Dear…

 

En esa noche Francia le pidió perdón innumerables veces al ser que lastimó tanto.

Esa noche volvieron a ser la pareja casada de hace tantos años...

Y fue en esa noche en la que Francia deseó tanto cambiar el pasado...

Porque destruyó un corazón que le ofreció un amor sincero e incalculable...

Porque ya no podía reparar aquella tragedia y ya no podía devolverle la sonrisa al gran reino que traicionó.

Soportó toda la verdad sin siquiera darse un respiro, escuchó todos los delirios y reclamos de aquella alma quebrada, se ocupó de mantener esa fiebre estable…

Y con una sonrisa, aceptó los reclamos del inglés recuperado que le exigía se fuera de aquella casa que ya no era más la suya, porque no lo quería ver ni en ese día… ni nunca.

 

Pero ese “nunca”, jamás duraba.

Y es que Francia aceptaba que su amor por UK era retorcido, pero no sabía cómo dejarlo ir, y el inglés tampoco.

.

.

.

—¿Por qué me haces esto?

UK suspiró sobre los labios de Francia, porque cedía tan fácil ante esa porquería.

—Me gusta darte cariño —canturreaba en medio de su emoción.

—¿Te gusta burlarte de mí?

Francia lo besó de nuevo.

Y UK se recriminó el disfrutarlo una vez más.

—Chéri, besarte es como probar un trocito de cielo.

—¿Por qué no puedo negarme? —apretó los dientes—. Te odio por eso, francés idiota.

—Solo un beso más y dejaré que me golpees, señor tecito.

.

Y peleaban.

Y se alejaban.

Se dictaba la voz de repudio total ante sus actos.

Y llegaba el tiempo de esperar.

.

 

 

—Estás sonriendo mucho hoy. ¿Qué sucede?

—No estoy sonriendo.

—Lo haces.

—No... —pero Australia lo miró fijamente—. No vas a aceptar esa respuesta, ¿verdad? —suspiró—. Saldré con alguien.

—¡Eso es genial! —la emoción era sincera—. ¿Saldrás con Francia?

—No.

Existió un silencio un poco largo, pero el inglés sabía que Australia no se quedaría en paz.

—¿Me cuentas?

Y se resignó a hablar.

—Saldré con Uruguay... —sintió la mirada ajena y aclaró—. Son negocios.

—Espero tus negocios salgan bien... Si de esa forma sigues sonriendo, papá.

Tal vez sus hijos le deseaban toda la felicidad del mundo, pero a veces ellos no entendían bien la situación… porque sus expresiones eran confusas.

Estaba contento por la salida con Uruguay, porque el latino era un excelente platicador, era agradable y los negocios parecían ir en buen camino. Fue la misma felicidad con Paraguay, con España y hasta con Japón.

No era como si algo cambiara.

¿Por qué lo haría?

.

.

.

—Siempre es bueno verte, King.

Lo llamaban así de cariño, un cariño antiguo y remoto como lo fue las primeras negociaciones con Portugal, como lo fue siempre, incluso hasta ese momento… Porque pactaron hace tantos años, ser la compañía fiel del otro, y porque respetaron su relación amistosa hasta esos tiempos.

—Te invito a comer lo que quieras.

—¿Un pastel?

—Wow, hoy te atreviste —sonrió divertido y animado como siempre—, ¿con algo especial para acompañar?

—Té de jazmín

—Por supuesto —palmeaba amistosamente la espalda de UK y lo guiaba por esas calles—. Lo que sea para que te sientas cómodo y sonrías como cuando eras joven, con esa brillante aura y tus carcajadas suavecitas escondidas por tus guantes blancos.

—¿Te gusta detallar todo lo que hago?

—Como siempre.

Portugal siempre estuvo ahí para él, por eso UK le daba ciertas libertades que otros no tenían… que incluso Francia tenía prohibido… Como abrazarlo donde fuese, de la forma que fuese, y seguirle las bromas o las ocurrencias por más tontas que fueran.

—Estamos en medio de la calle —reclamó.

—Con más razón —Portugal se inclinaba galantemente—. Que nos vean, a un par de hermosas criaturas, danzar con el arte callejero.

—Portugal, por favor.

—No seas aburrido, King —le sostenía de la mano con delicadeza—. ¿Qué otra oportunidad más tendré para invitar a bailar a un caballero con traje de pingüino en las calles de Barcelona?

—Estás demente.

—King, sabías a lo que te arriesgabas si aceptabas mi invitación.

Y ahí estaba, dejándose llevar por otra locura, olvidando su sombrero de copa y su bastón de compañía. Intentando no caer ante las vueltas y vueltas que Portugal lo guiaba a hacer, siendo observado por algunas personas en esa plaza, con una banda callejera que tocaba algún vals o lo que fuera, entusiasmados por el espectáculo de esas dos representaciones.

Y sonrió.

Tal vez con quien sonreía de verdad, era con ese idiota… Solo con Portugal.

Y le gustaba.

Desde que firmaron el pacto de alianza hace décadas, cuando crecieron juntos y aprendieron lo que la sociedad dictaba, mientras se tomaban la mano y corrían por los campos amplios de sus tierras, y cuando se unieron para firmemente negarse a un matrimonio obligatorio a través de esa alianza.

 

Nadie dice que un matrimonio evitará la disputa entre nuestra gente. Lo que evita eso, es y siempre será una comunicación fluida, confianza y apoyo.

—Piénselo bien, señor Portugal… Nos pueden …

—Jamás haría tal barbarie con quien me ha brindado su amistad y su apoyo desde el inicio —Reino Unido no elevó tanto su voz como Portugal, pero se dio a entender.

—El pacto se firmará… Pero nosotros no vamos a contraer un matrimonio sin amor.

 

Portugal le dio libertad de elegir, y él le brindó su entera confianza y fidelidad desde ese día… Y aún seguía haciéndolo, como los grandes compañeros que fueron y eran.

Incluso sí tenía que lidiar con lo expresivo que era el portugués, de lo estratega o hablador, de lo enloquecido que se ponía con cosas que lo apasionaban, e incluso cuando lo arrastraba a aventuras que otros no querían padecer.

Siempre era divertido.

Siempre lo fue.

 

—¿Por qué no me dejas charlar con Francia?

—Porque si te lo permito, estoy seguro que pelearás a puño limpio si es necesario.

—Mi querido King, eso ya lo hice… —Portugal rio a viva carcajada—. Pero lo volvería a hacer.

—Por eso no quiero que hables con él a solas.

—¡Pero se merece eso y más!

Suspiró antes de tomar a UK por los hombros y mirarlo fijamente, con tristeza, pero a la vez con compasión… Porque él presenció todo lo que pasó con Francia y por respeto a UK nunca interfirió… mientras no fue necesario.

Aunque sí tuvo un par de roces un poco graves, pero nada que no se pudiera solucionar diplomáticamente.

—Se merece lo peor…, porque se atrevió a borrar tu sonrisa… Aquella tan bonita… dulce y adorable.

—No recuperaré eso, así que no busques venganza por algo que nunca volverá.

Silencio que no duró.

—King, ¿puedo decirte una cosa?

—¿Qué?

—¿Me permites ayudarte a alejarte por completo de Francia?

El inglés suspiró pesadamente, porque recordaba esa relación turbia que tenía… De la que había intentado salir sin éxito una y otra vez.

—Es inútil —gruñó por lo bajo.

—No lo es —Portugal sonrió—. No si dejas que te ayude.

—¿Y qué piensas hacer?

—Secuestrarte si es necesario —rio—, pero aislarte de él por completo… Y estar contigo hasta que tus sonrisas vuelvan de nuevo…  Hasta que te ames de nuevo.

—Portugal, ya hemos hablado de esto.

—Pero ¡ahora es diferente!

—¿Por qué?

—Porque tú ya no quieres a Francia… Y yo ya dejé ir a la que fue el amor de mi vida.

—¿Hablas en serio?

—Es momento de avanzar, querido… ¿Y qué mejor que hacerlo juntos?

—¿Esta es otra de tus locuras?

—Sí —abrazó a UK— y va funcionar.

—Si te digo que sí, ¿dejarás de abrazarme?

—No.

—Portugal —regañó.

—Solo debes estar dispuesto a dejar esa pena que te opaca… y funcionará.

—Está bien… Podemos intentar… No tengo nada más que perder.

 

UK volvió a sonreír, una vez más, como era correcto.

Y es que Portugal era de los pocos que podían devolverle esa felicidad efímera que se reflejaba en su rostro.

Y era el único que podía mantenerla.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Amar o no amar.

Esa es la cuestión.

Pueden interpretar ese final como deseen.

Lo importante aquí… es que finalmente UK se dejó ayudar…

Porque llegó el momento de cambiar.

Y porque, inconscientemente, liberó las penas de su corazón.

 

 

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