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Errores duraderos por 1827kratSN

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—Señor, llegó un paquete para usted.

—¿De quién es?

—No hay remitente.

—Entonces tíralo.

Era una orden seca y breve, como lo eran todas departe de UK hacia las personas que laboraban en su casa. Su rostro pocas expresiones tenía, su voz neutral, su postura erguida y altiva. Todos ahí se habían acostumbrado a esa forma de ser, muchos de ahí sin entender cómo una representación podía ser tan… vacía.

—Pero… ¿no sería bueno revisarlo?

—¿Tienes curiosidad? —miró a la sirvienta que ya llevaba años prestando servicios.

—Sí, pero no es porque me interese el contenido.

—¿Entonces?

—Señor… No quiero ser entrometida o algo… —tal vez era de las pocas que entendía la situación, o la intuía—. Pero… ¿Y si es un regalo del señor Francia?

—De todas formas, lo tiraré.

—Pero sus regalos siempre son tan bonitos… —se dio cuenta de que habló demás y encogió sus hombros, bajando la mirada de inmediato—. Lo siento, señor… Me desharé de esto.

—Si te gusta el obsequio, puedes conservarlo.

—Gracias, señor.

Llevaban años en esa rutina. Francia enviando decenas de flores, ramos hermosos, cajitas costosas, obsequios curiosos, o arreglos extravagantes y enormes de colores basados en rojo y blanco…, porque eran los favoritos de UK…; y el inglés admirando todo sin expresión alguna y ordenando que se deshicieran de eso de inmediato.

Nadie le discutía.

Y solo pocos sabían la razón.

Porque para Reino Unido, cada regalo de Francia le recordaba las decenas de cartas que él envió hace años y que jamás obtuvieron respuesta, de las decenas de regalos que él fabricó con sus propias manos y que seguramente se perdieron en el camino porque Francia viajaba demasiado…

Porque le recordaban su propio dolor pasado… Porque esos regalos debieron llegarle hace décadas en correspondencia a un amor incalculable… y no ahora que estaba intentando desligarse de todo ese cariño tóxico y vacío.

.

.

.

—Es una cajita musical.

—Qué hermosa.

—¿De verdad la vas a tirar?

—Sinceramente no sé… El señor me dijo que podía quedármelo… Pero me da tanta pena que no llegue a las manos que corresponden.

El inglés escuchaba a aquellas damas a escondidas, porque mal o bien también era un ser a quien le ganaba la curiosidad, y usaba a las sirvientas para saciarla… Las espiaba para saber cuál fue el regalo que no quiso recibir, a sabiendas que ellas sí revisaban los paquetes adornados por un lazo blanco.

Y a veces hacía algo más.

—Puede llegar a mis manos.

—Señor, lo lamento, estaba a punto de llevarme esto.

—Tranquila.

Bien sabía que su servidumbre —aun los llamaba así, aunque fuese un poco tosco—, lo respetaban a la par que lo temían, pues no sonreía o expresaba algo humano. Raras eran las veces que lo hacía… Como en esa ocasión.

—Ya llegó a mis manos.

Sujeto la cajita de música, aun envuelta en plástico de burbujas. Tan pequeña y hermosa.

—Es para ti —eligió a una de las chicas presentes al azar—. Puedes conservarlo.

—Señor, pero…

—Prefiero el plástico de burbujas —curvó sus labios en una diminuta sonrisa.

Las chicas sonrieron ampliamente y él intentó formar una sonrisa más evidente con sus labios, pero después solo suspiró y se retiró del lugar mientras apretaba las burbujitas. Porque como a todo el mundo, le gustaba la sensación, lo tranquilizaba, y suspiraba cuando ya no había más burbujitas que aplastar.

Y así hacía con todos los regalos que venían envueltos.

Porque no quería nada de aquel idiota.

Ya nada.

.

.

.

—¿El amor es para siempre?

UK sonrió ante aquella pregunta casi infantil. Acarició la cabecita de Canadá y suspiró.

—No... Lamentablemente no.

—¿Por qué? —entristeció.

—Porque el tiempo termina con todo y el amor no es excepción.

—¿Eso te pasó con papá Francia?

—Sí —suspiró.

—Ya no lo amas... ¿Ni un poquito? —lo miró sin esperanzas, intentando no ser atrevido ante ese tema—. ¿Ni, aunque salgas con él y te haga reír?

Y es que Francia era idiota, y sus accidentes sí lograban sacar al menos una carcajada del inglés.

—Lo que siento por Francia es un gran cariño irresponsable... muy irresponsable… Pero no es amor... Ya no es el amor inigualable que le profesé cuando nos casamos.

—Eso suena muy triste.

—Es a lo que me refiero, Can... —le acarició la mejilla en un toque paternal, en forma de consuelo—. El tiempo desgasta las cosas, y a veces hasta las destruye... Así que el amor no es para siempre.

Podía sonar duro, insensible y todo lo malo que podían creer… Pero eran las palabras y la visión realista de alguien a quien ya dañaron demasiado.

Y Canadá lo entendía.

Por eso se refugiaba en brazos de su padre inglés, se quedaba callado, y sentía el suave toque de esos dedos sin guantes blancos, que lo reconfortaban con caricias… tal y como hacían cuando era apenas un niño.

—A veces extraño tus sonrisas, daddy.

—También las extraño… pero no he podido encontrarlas de nuevo.

—Quiero que algún día, alguien te ayude a encontrarlas.

—Yo también lo quisiera…

Porque se sentía tan vacío.

Porque no podía ser natural.

—¿Arge no pudo hacerlo? —susurró temeroso de tocar otro recuerdo triste.

—Argentina logró devolverme un poco de paz —UK suspiró entre una sonrisa triste—, pero fui yo quien le falló al no lograr avanzar…

Cómo olvidar aquel tiempo feliz. Cómo olvidar las sonrisas sinceras de aquel latino animado y lleno de sueños. Cómo olvidar a quien le ayudó a comprender que su pasado estaba lleno de errores, pero que no debía reprocharlos, sino avanzar. Cómo olvidar a alguien tan importante.

No se podía.

No podía olvidar a Argentina.

No cuando le entregó una partecita de su magullado corazón.

Pero sí pudo dejarlo ir, y cederle una amistad cariñosa que actualmente se mantenía estable… aunque alejada y dolida.

—Sonreí muchas veces gracias a él, me sentí menos culpable de mis errores, lo amé de forma intensa en el tiempo adecuado… Pero no pudimos sobrellevarlo… Y terminó… Como todo termina, sweetie.

—Tal vez no era el adecuado… Quiero pensar que algún día llegará la persona correcta.

—Yo también lo espero…

—Sé que encontrarás a alguien, papá… —Canadá sonrió un poco más animado— y que te dará un amor largo y bonito…

—Pero se acabará…

—No importa… Cuando se acabe, habrá bonitos recuerdos.

—Un amor que se acaba, nunca deja bonitos recuerdos… solo nostálgicos y dolorosos.

—Eso no es cierto y te lo puedo demostrar.

Entonces Canadá se llevaba a su padre, tomado de la mano, apurado y sonriente. Lo llevaba a donde los recuerdos de un amor perdido sí eran hermosos… Lo llevaba a la casa de algún anciano que entre sonrisas relataba como fue su amada o amado, de lo feliz que fue y que sería hasta que todo terminara, hasta cuando viajara a reencontrarse con su amor eterno.

Y ahí UK tenía tanta envidia de aquellos humanos…

Porque él quería un amor así, uno que dejara sonrisas y no amarguras…

Uno que fuera tan real y vívido.

.

.

.

A veces la curiosidad le ganaba a alguno de sus hijos, y en esa ocasión fue Nueva Zelanda, entonces… no podía evitar recordar todo lo malo, todo lo que tenía a su alma amargada y furiosa.

Despertaba en él la ira por no saberse capaz de enfrentar lo inevitable… y ganar.

—Él era libertad y aventura… Yo era tradición y seguridad.

—¿Y eso fue malo?

—No y sí.

—¿Cómo?

—Porque nos complementamos en el tiempo correcto…, pero después ya no fue así.

—No entiendo.

—En su libertad, él creyó que sus amoríos con terceros, eran simplemente errores que podían perdonarse… —cuando hablaba de eso, no podría decir el nombre de su primer amor—. Y yo con mi tradición, vi esos amoríos como una traición imperdonable al juramento de eterno respeto que profesé.

Engaño era engaño. Así lo creía Reino Unido… Irónicamente Francia no.

Y eso era ofensivo, irritante y agobiante.

Lo odiaba…

—Papá Francia fue malo.

En algún punto de esa larga historia, todos, incluso Nueva Zelanda se enteró de las decenas de amoríos de su padre francés… Por rumores, por historia, por casualidad… Pero llegaron a enterarse, y cada uno enfrentó aquello de la mejor manera…

Porque ellos eran hijos, pero nada tenían que ver con la vida de sus padres.

Aunque a veces quisieran.

—No lo sé… —el inglés negó—. No sé si fue malo… Solo sé que yo no pude recuperarme de eso.

—Eso es muy triste.

—Yo solo sé que fue la peor herida que pude recibir.

—Pero las heridas sanan.

—Y yo quiero que sane… Pero tu padre francés idiota no quiere ayudar.

Entonces uno de los hijos hablaba con Francia, quien le daba una versión muy diferente de los hechos, quien les relataba sobre la libertad que él quería, gozaba y compartía. Intentaba darse a entender…

Pero Francia no era tan bueno con las palabras como el inglés…

Y tal vez por eso es que los hijos se sentían mucho más vinculados con UK…

Aunque nunca dejaron de tenerle cariño a Francia.

Era una familia extraña y complicada, como lo eran la mayoría de familias entre representaciones.

En parte, eso hacía interesante su larga vida.


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