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Girando en un espiral de problemas. por ASimpleWriter

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Notas del capitulo:

Una serie de enfrentamientos suben la temperatura al círculo social de Asher: un desafortunado encuentro entre Liam y Travis hacen que el primero se vuelva en el nuevo predilecto de Travis; Colin desea acercarse a Asher con una petición que lo llevará a enfrentarse con Chris Campbell. Y las cosas entre Neal y Asher no pudieron ponerse más embrolladas cuando Neal lo atosiga con su alter ego.

Travis Tasse.

Travis Tasse, al volver de clases, tenía por costumbre darse una merecida siesta.

     Su residencia quedaba en el centro de uno de los vecindarios más pudientes de la ciudad, el Big Edén. La mayoría de las casas de las inmediaciones convenían en un estilo arquitectónico entre el contemporáneo y el tradicional, mientras que el suyo se destacaba por ser de un estilo más colonial: sólo contaba con dos niveles, y un patio frontal. Encima del garaje, en el segundo piso, se alzaba un estrecho balcón.

     Después de haber escoltado a Asher al estadio de atletismo para brindarle apoyo moral, había vuelto a casa para dirigirse directamente hacia su recámara y echarse a dormir.

     Un hilo de saliva pendía de sus labios, mientras que las extremidades de sus piernas se hallaban divergidas en las esquinas del lecho cuando de manera súbita despertó. Transcurrieron un par de segundos en los que parpadeó para adquirir noción de su estado: su habitación aún seguía iluminado por la luz solar, y el canto de los pájaros no era tan estridente como cuando atardecía.

     Entonces, sintió una familiar sensación extendiéndose en su cuerpo.

     Al echar nuevamente un vistazo al tentador panorama vacío de su cuarto, se reincorporó con un repentino torbellino de energía, y asió su laptop que yacía a un lado de su escritorio para introducirse al navegador en modo incógnito, y teclear lo que deseaba buscar, cuando escuchó que tocaban a su puerta para acto seguido asomarse su madre.

     Travis bajó la tapa de la laptop sintiendo toda su adrenalina atenuarse.

     Annette, su madre, era de estatura pequeña y de constitución menuda. En su cabello castaño, que le llegaba hasta los hombros, llevaba ondas californianas. En su anguloso y fino rostro tenía incrustado unos llamativos ojos cerúleos encima de sus finos labios carmín.

     —Travis, sólo subí para decirte que saldré.

     Travis, al detectar un peculiar brillo en sus ojos, dejó de lado la laptop.

     — ¿Conseguiste un cliente? —le inquirió con entusiasmo.

     — ¡Sí! Y no adivinarás de quién se trata —Travis arqueó sus cejas para incitarle a formular la respuesta—: es la ayudante principal del Alcalde. Esta mañana recibí su llamado y me dijo que quería ver algunos de mis cuadros —dijo, para asomar sobre el resquicio de la puerta el marco del cuadro de una pintura. —. Si consigo una venta quizás ella me recomiende con sus amigos y pueda vender más.

     Travis sonrió para reflejar su alegría: después de años de inactividad en los que llevó de matrimonio con su padre, esa era la primera vez en años que se embarcaría a vender una de sus obras.

     —Esa es una buena noticia, mamá. Ve y rómpete una pierna. —le deseó para hacer amago de apostar su vista en la laptop.

     — ¿No quieres acompañarme?

     — ¿Y perderme la oportunidad de ver porno en los altavoces o de hacer una fiesta?

     Al ver a Annette quedarse con su sonrisa congelada, abochornada y sin saber qué decir, sonrió por sus adentros. Volvió a coger la laptop, pero su madre lo intervino.

     —Oí que tiene dos hijos.

     Travis sólo necesitó ese pequeño detalle para dejarse convencer.

     El domicilio de Jocelyn Brown se ubicaba en uno de los rascacielos residenciales en el área comercial. Tenía una peculiar forma cilíndrica, cuyas vigas que sostenían la estructura le conferían la ilusión de figuras geométricas.

     En cuanto llegaron, Travis ayudó a su madre a subir los cuadros –protegidos por una envoltura de madera– al ascensor hasta el piso más alto del edificio. Al llegar a la recepción, fue la misma Jocelyn quien los recibió.

     A Travis le gustó lo que sus ojos captaron, dado que se esperaba otra imagen.

     Jocelyn llevaba su cabello azabache tomado encima de su ovalado rostro debajo de su tez cetrina, concediéndole más altura de la que ya poseía. Tenía unos enormes ojos cafés decorados con abundantes pestañas encima de su recta nariz, y pómulos marcados. Llevaba un poco de maquille y vestía un atuendo elegante de mujer de negocios.

     Los invitó a pasar con una cálida cortesía.

     —Gracias por invitarnos. —expresó Annette.

     —Para nada —repuso Jocelyn—; gracias a ti por aceptar mi solicitud. Llevo años  admirando tus obras desde que lo vi en un viaje por el Reino Unido; cuando pregunté por ti y me dijeron que ya no pintabas, se me rompió el corazón.

     Las mejillas de Annette se tornaron coloridas por el rubor ante el halago.

     —Oh, él es mi hijo, Travis —Lo señaló—. Espero que no haya sido intempestivo traerlo conmigo.

     —En absoluto —Jocelyn le extendió su mano; Travis, haciendo gala de su coquetería, lo asió con suavidad. —; yo también tengo dos hijos más o menos de su edad... ¡Oh, ahí está uno: Louis! —Repentinamente apuntó a la escalera que daba al segundo piso.

     Al volverse, Travis soltó un bufido de asombro.

     Louis tenía un rostro rectangular muy varonil bajo una piel del mismo tono que su madre. Sus ojos oscuros estaban adornados por unas pestañas rizadas, y en la parte delantera de su cabello castaño oscuro destacaban algunos bucles.

     A Travis le resultó ciertamente conocida su fisionomía, pero no conseguía situar a quién se le parecía.

     —Él es mi hijo mayor; está en el último año de la preparatoria. Mi otro hijo lo acaba de empezar; fue admitido en la Preparatoria Coubertin.

     — ¡Oh, Travis también! —Travis sintió la mano de su madre sobre su hombro, pero él seguía con la vista puesta en el rostro de Louis, inspeccionándolo con un creciente interés. —. Va junto con otros dos Omegas, ¿no es así?

     Asintió distraídamente.

     En ese punto, Jocelyn le dedicó una significativa mirada a Louis. Louis, captando el mensaje implícito, se despidió con una sonrisa y un movimiento de cabeza para encauzarse en la escalera y desparecer.

     —Bien —Jocelyn unió sus manos—, ¿qué tal si pasamos a la sala para ver esos cuadros?

     —Yo... —Travis se volvió hacia la anfitriona, pugnando por contener una sonrisa maliciosa para llevar a cabo su empresa. —, ¿podría pasar al tocador?

     —Claro. Está arriba; en la última puerta a tu izquierda.

     Travis asintió para subir cuesta arriba de la escalera, cuando llegó a un angosto pasillo y se encontró con Louis, quien sujetaba con su mano la manilla de la última puerta a su derecha. Las comisuras de los labios de Travis se dilataron, esperando divisar algún indicio de que Louis estaba en el mismo canal que él.

     En ese momento, Louis imitó su sonrisa.

     — ¿Buscas el baño? —le inquirió.

     Travis tuvo el impulso de decirle que lo que buscaba era algo que estaba en sus pantalones, pero se abstuvo.

     —Sí —mintió—, pero acabo de olvidar de dónde queda al subir.

     Louis frunció el ceño, adquiriendo un matiz meditabundo.

     —Es ése —Apuntó a la primera puerta a su izquierda—. Ese baño —Señaló a la puerta que justamente le había indicado Jocelyn. —, está descompuesto; no lo podemos usar hasta que venga el fontanero. Creo que mi mamá se olvidó de ese detalle.

     Por alguna razón, Travis albergó el latente pálpito de que Louis le estaba mintiendo, y que ocultaba otra intención; sin embargo, para darle el gusto y no parecer amedrantado, accedió a la puerta que le había señalado. Louis, al verlo entrar, se escabulló velozmente a su habitación.

     Al entrar, Travis se encontró en una extensa alcoba de donde surgía una música disco en el fondo, y en donde un cuerpo masculino que portaba un arnés sobre su camisa, un antifaz en la cabeza, y balanceaba un látigo, bailaba. Enfrente de él, situado en un asiento, había otro chico de tez aceitunada.

     Cuando los dos advirtieron su presencia, se paralizaron.

     Travis reconoció que quien llevaba la indumentaria de bondage, era la pareja de tenis de Asher, Liam. A su lado –cuyo nombre desconocía–, lo acompañaba su amigo que lo seguía a todas partes en el instituto.

     Finalmente, cuando lograron reaccionar, Liam y Adam se precipitaron hacia una maleta de cuero sobre la cama en la que contenía diversos juguetes sexuales: dildos en diferentes formatos, vibradores, bolas chinas.

     Mientras eso ocurría, Travis desplazó sus ojos hacia la pequeña mesa de luz que se hallaba junto a la cama. Allí, discernió una fotografía plastificada de Asher. Se acercó hasta él para cogerlo; lo había identificado dado que anteriormente lo había visto en su cuenta de Instagram: pertenecía a una sesión de fotografías que Asher se había tomado para una amiga y que él mismo le había referido.

     Antes de poder articular algo, Liam se adelantó.

     —Esto no es mío —Señaló el maletín en la que Adam lograba cerrar al fin—; son de mis padres.

     —Espera... —Travis frunció el ceño, olvidando momentáneamente lo que sostenía. —. ¿Tú vives aquí?

     —Sí —dijo en un tono como si fuera obvio—. ¿Qué haces tú en mi casa?

     —Mi madre vino para presentarle sus cuadros a tu... ¿madre?

     Por un segundo, Travis había creído que Adam era el segundo hijo de Jocelyn debido a la similitud que compartían; Liam no se asemejaba en nada a su madre, pero respondía a la primera impresión que había tenido de Louis.

     Adam reparó en el motivo de su desconcierto.

     —Su padre es caucásico. —le aclaró.

     Travis asintió restándole importancia para alzar la fotografía en su mano.

     — ¿Qué hace Asher aquí?

     —Esa fue una broma que mi hermano hizo para mi cumpleaños —esclareció Liam de manera nerviosa—. No es que yo lo haya hecho.

     Por la cabeza de Travis discurrió un torrente de interrogantes en simultáneo. ¿Por qué Louis le había regalado una fotografía de Asher? ¿Y por qué Liam lo seguía conservando aun cuando demostraba desdén hacia él?

     —Creo que deberás explicárselo todo —Sugirió Adam a Liam, que había advertido la expresión de Travis. —; está comenzando a sospechar.

     Liam volvió su rostro más angustiado hacia Travis, procesando lo que aquello implicaba. Se sacó el antifaz de la cabeza y el arnés del pecho.

     —Está bien, pero debes prometerme que no se lo dirás a nadie; en especial a Neal. —le advirtió.

     Travis asintió aun con un atisbo de inseguridad por la inusitada petición.

     Su sonrisa se fue ampliando a medida que el relato avanzaba. En vez de reaccionar de manera espantada o disgustada por la narración de los hechos –como Liam y Adam habían esperado de él–, su exaltación se acrecentaba.  No podía creer que Asher le hubiera ocultado el asombroso problema en el que se encontraba; hasta lo comenzó a envidiar.

     Cuando la pormenorización de las vicisitudes de Asher y Liam tocó a su fin, la  sonrisa de Travis ocupaba todo su rostro.

     — ¿Entonces te gusta Asher? —le preguntó.

     —No. —Liam acentuó su entrecejo, ofendido. —. ¿Por qué todos asumen eso?

     — ¿Porque te masturbas y te vienes pensando en él, y porque tienes fotos suyas en tu teléfono? —articuló retóricamente—. Sólo las personas enamoradas hacen eso.

     Liam calló, reflexionando.

     Travis no se hacía una idea de cómo su observación afectaría a Liam.

Capítulo 10. 

Asher arribó al colegio con un sentimiento similar al de ser provisto de armamento.

     El anterior descubrimiento que había realizado sobre el tratamiento en el que Neal se sometía, le había otorgado una visión más nítida de la magnitud del secreto que contenía. Todo ese tiempo se había sentido presa fácil, pero ahora sabía que el arma más grave lo cargaba él. Siendo así, estaba propuesto a reafirmar su autonomía.

     A la vez, compartía sus sentimientos con la desazón que le causaba la incertidumbre de su amistad con Colin; no sabía cómo procedería ni cómo él debía también hacerlo.

     Ocupaba sus pensamientos en eso, cuando Neal ocupó su campo de visión.

     —Ey, ¿qué harás hoy después de clases?

     —Creía que mis deberes para contigo sólo se restringían en el instituto —le espetó—. Además, ¿a qué viene ese afán de ir a mi casa?

     —Bueno —Neal se acomodó la cinta de su bolso en su hombro—, ayer comprendí que tú comportamiento hostil se debe en parte a porque no hemos sentado las bases de nuestra relación —Hizo énfasis en la última frase—. Así que, mensaje recibido.  Debemos sentar las limitaciones de cada uno, y lo mejor sería hacerlo donde nadie nos pueda oír.

     Asher lo sopesó. Parecía una buena idea; tendrían la intimidad y la ocasión para manifestarle su descubrimiento.

     Abría la boca, cuando Travis los interceptó con la respiración excitada.

     —Debo hablar contigo. —le dijo a primeras, pasando de Neal.

     Asher miró a Neal, quien le brindó una mirada recelosa por su sugerencia de mantenerse lejos de Travis.

     —Lo que tengas que decirme, puedes hacerlo frente a Neal.

     Travis sonrió ladinamente.

     —No, no creo que quieras. —le aseguró.

     Asher maldijo su suerte. Travis lucía apremiante, y eso sólo suscitaría la curiosidad de Neal. Fuera como fuera, Travis parecía urgirle decirle algo de vital importancia, y dado su naturaleza procaz con todos, debía de tratarse de algo significativo.

     —Está bien —le dijo a Neal—. Nos veremos en mi casa.

     —Pasaré por ti después del entrenamiento. —ultimó para despedirse.

     Asher y Travis quedaron finalmente a solas.

     — ¿Qué es eso que tenías que decirme en ausencia de Neal? —le inquirió.

     — ¿Por qué no me dijiste que eras el Apoyo de Liam?

     Asher quedó catatónico por la imprevista pregunta, sin saber qué decir.

     Con escasa elocuencia, y tratando de contener sus nervios, formuló:

     — ¿Quién te dijo eso?

     —Mi madre fue a hacer una venta en la casa de la madre de Liam; yo la acompañé, una cosa llegó a la otra y acabé entrando en su habitación en donde lo encontré con juguetes sexuales, con Adam, y un retrato tuyo. Él me lo contó todo, y descuida —Se adelantó—, Liam ya me dijo que no debía decírselo a Neal.

     Ante el poco habitual vacilar de Asher, Travis soltó una carcajada.

     — ¿Sin palabras? —bromeó.

     —Creo que mi experiencia dejaría a cualquiera sin palabras —Abrió la puerta de su casillero mientras se recuperaba de la sorpresa de un inicio. —. Estoy haciendo un acto de caridad, así que no puedes juzgarme.

     —Tienes buena fortuna; quisiera ser yo quien estuviera en tu lugar. Liam es como un Fitzwilliam Darcy pero pervertido; cuando lo vi con los adornos sexuales y después de oír su problema tuve ganas de que lo hiciéramos ahí, enfrente de Adam.

     — ¿Por qué no se lo propusiste? —Asher arqueó las cejas, interesado por verse suplantado por Travis.

     —Lo hice, pero se negó aludiendo a que no se le pararía. Me gusta Neal, pero si yo fuera tú escogería a Liam. Apuesto a que Neal no es tan pervertido como él, ¿no?

     Asher suspiró con desgana.

     —No. —contestó encogiéndose de hombros. Travis lo observó confuso por su vaga respuesta, a lo que Asher se vio en obligación de aclararse para que no sembrar la semilla de la duda en lo concerniente a su relación. —. Es decir, es lo regular.

     —Supongo que lo averiguarás hoy después del entrenamiento —Le propinó un suave golpe en el codo—. ¿Harás un acto de caridad también con él? Esta vez no olviden llevar preservativo.

     Asher estuvo a punto de contestar, pero en ese instante llegó Colin. Travis y él guardaron silencio mientras lo observaban; Colin lucía un semblante indeciso, como si se estuviera debatiendo en hacer algo, cuando se acercó a ellos.

     — ¿Podemos hablar? —le pidió a Asher.

     Asher asintió repetidas veces para luego clavar su vista en Travis y pedirle tácitamente que los dejara a solas. En cuando se marchó con apatía, un incómodo silencio se instaló entre Colin y él.

     No quería perturbar su predisposición a dirigirle la palabra, pero a la misma vez, sentía que debía reiterar sus disculpas.

     —Pensé que no me hablarías. —dijo al fin.

     —Yo también... —Asher se sorprendió por su franqueza—, pero... Necesito saber qué es lo que sabes de Chris; siento que al menos me merezco esa explicación; si no lo sé, estaré pensando en ello todos los días.

     —Creo que estás en todo tu derecho para pedirlo —soltó algo dubitativo. Ciertamente, Asher no había prometido que contendría el secreto de Chris; y, dado que en las actuales condiciones Chris hacía lo que su voluntad, sentía que le debía esa explicación a Colin. —. En una ocasión, al terminar las clases, escuché una charla clandestina que Chris mantenía con una chica en uno de los salones; sus exámenes son inestables, puede que sea un Omega o un Alfa.

     Colin abrió desmesuradamente sus ojos mientras digería la novedad.

     —Pero mientras yo lo sepa —repuso nuevamente Asher— él se limitará de hacerte algo desfavorable.

     — ¿Y si no...? —formuló Colin.

     —Y si no... Yo mismo le diré a todo el mundo sobre sus exámenes; es lo menos que puedo hacer por ti para que no te expulsen del colegio, porque supongo que moverá todos sus hilos para hacerme la vida imposible.

     Colin asintió, guardando silencio.

     —Mira, sé que lo que hice estuvo mal —le aseveró—; tuve que consultártelo antes de hacer nada; estoy consciente de que, de alguna manera, los regalos y la entidad misteriosa supusieron una forma de abuso también. Pero no te lo tomes con los demás. Sigue con Henry, Dylan y Travis; yo estaré de mi parte con... Neal.

     Aunque Colin no lo supiera, pasar tiempo con Neal era el modo con el que planeaba castigarse por su manera de obrar a sus expensas.

     —Así que... —Lo miró—. Eso es todo.

     Hizo ademán de marcharse, pero Colin se volvió hacia él.

     —Lo estuve pensando y... —dijo, clavando por primera vez una firme mirada en él. —. Aún no consigo saber si serviría de algo seguir enfadado contigo; creo que si hubieras sabido lo que él haría, no lo hubieras hecho. Así que... —Sus pupilas oscilaron, mientras que del pecho de Asher se agrandaba un sentimiento de ansiedad por constatar si lo que estaba ocurriendo era lo que él conjeturaba. —. Las cosas están bien entre nosotros.

     El rostro de Asher se iluminó. No pudo contener más la felicidad y abrazó a Colin.

     —Gracias, amigo. Y —dijo, liberándolo al fin ante el estupor de Colin. — no tienes que temer por contarme nada; te consultaré todo y no le diré nada a nadie de lo que me cuentes si así lo deseas.

     Colin asintió, verecundo.

     —Quisiera que Chris ya no me mandara más presentes. —dijo.

     —Oh, no te preocupes por eso; pasaré a hablar con él después de clases. —le  aseguró con solemnidad.

     En la trayectoria del resto de las clases, Asher se veía incapaz de salir de su estado de eudemonía debido a la predisposición indulgente de Colin hacia, lo que él había estimado, su irremisible error. Y siendo así como habían acabado las cosas,   Asher se prometió que no se inmiscuiría en más asuntos ajenos. El estado en el que se encontraba lo había afectado de manera que había desplazado las cuestiones más relevantes: como el hecho de que Travis había descubierto su raro lazo con Liam, y que en pocas horas se encontraría con Neal por primera vez en condiciones de igualdad.

      Durante el receso, mientras almorzaba con los demás en el campus, tuvo una breve interacción a distancia con Liam: lo había atrapado viéndolo de manera subrepticia. Asher le dedicó una severa expresión por su proceder poco prudente en lo relativo con Travis; Liam, contestó con un gesto como que si eso hubiera sido ineludible.

     En el momento del entrenamiento, apenas pudieron intercambiar palabra.

     En las canchas se encontraron con una sorpresa: a un lado del imponente físico de Max, se hallaba un hombre de aspecto más joven, de estatura pequeña y complexión regordeta. Vestía un atuendo demasiado elegante para el entorno casual, y Asher no pudo evitar evocar a Colin al ver sus ojos trémulos.

     —Quiero presentarles a un viejo amigo mío —les indicó Max, apoyando una mano sobre el hombro de su amigo. —: él es Peter Hill. Fue mi manager durante toda mi carrera: desde el comienzo hasta el final. Él concertó todos mis encuentros y me preparó para cada uno de mis oponentes. De hecho, es muy inteligente, y hoy los observará en calidad de espectador.

     Los labios de Asher se curvaron en una sonrisa: le era grato conocer a la eminencia gris detrás de Max; al mismo tiempo, se preguntaba si acaso Peter conocía el verdadero motivo por el que Max había zanjado su carrera.

     —Asher Avery. —se presentó extendiéndole la mano.

     Peter se lo estrechó con comedimiento. Un segundo después, Liam imitó su gesto.

     —Bien, hoy se debatirán en un juego de Dobles de cinco sets. —sentenció Max.

     Los ánimos de Asher decayeron ligeramente; había esperado lucir su pericia en la cancha ante Peter de forma individual. De todos modos, esa era la primera vez que Max acordaba un juego de cinco sets; no de tres. Y se enfrentarían contra unos estudiantes del último año.

     Al iniciar el partido, Daniel y Mike –sus adversarios– demostraron una envidiable sintonía; daba la impresión de que sus mentes estaban conectadas, ejecutando silenciosamente tácticas y jugadas. A simple vista, se dejaba a relucir que los años de juego, prácticas y torneos juntos, habían tenido resultados. Ganaron el segundo y tercer set.

     Una vez que Liam y Asher recopilaron toda la información de sus contrincantes en el transcurso del juego, intercambiaron e idearon jugadas. Asher no sólo respondía con dejadas y golpes liftados, sino que también intercambiaba posiciones con Liam según dictaba la conveniencia. Liam realizaba golpes más vigorosos sin darles tiempo para contraatacar.

     Ganaron el cuarto y último set, venciendo con la diferencia de tres sets de cinco.

     Con los músculos calcinantes y palpitantes, y el cuerpo bañado en sudor, Asher alzó su mano para celebrar la excelsa victoria con Liam –quien dejaba a relucir que hacía un esfuerzo por contener su júbilo–; pero Liam chocó su mano con su raqueta.

     —Muy bien —Max los aplaudía mientras Asher y Liam se acercaban bebiendo exasperadamente de sus botellas—. Esa fue una apuesta máxima, pero lo lograron —  Se volvió hacia Peter para intercambiar una imperceptible mirada—. Bien, mañana volveremos a entrenar.

     Asher vislumbró cómo Liam frenaba de beber, adquiriendo un semblante escandalizado.

     —Espere, ¿qué? —soltó—. ¿No vamos a jugar otra ronda? Estamos a vísperas de la Competencia Eliminatoria y sólo hemos entrenado tres horas.

     —Créeme —Max le esbozó una sonrisa segura—, este día lo valdrá.

     Y sin más, se despidió junto con Peter para marcharse de la cancha, dejando a solas a Asher y Liam. En los alrededores, se lograba escuchar el característico sonido de los demás que aún continuaban entrenando.

     Asher discrepaba con Liam; le habían ganado a unos de último año en un partido de cinco sets. Ese había sido un gran avance.

     Cuando Liam viró su rostro hacia él, lo enfrentó.

     — ¿Por qué le dijiste a Travis sobre tu extraña fijación conmigo? —le espetó.

     — ¿Qué esperabas que hiciera? Entró a mi recámara sin que me lo esperara.

     —No lo sé... —Asher le echó un vistazo a las demás canchas adyacentes mientras pensaba—. Hubieras intentado contarle otra cosa, y espero que esta lección te sirva para esconder mejor las cosas que tengas de mí. —le advirtió, refiriéndose al cuadro plastificado que tenía de él.

     Los músculos faciales de Liam se contrajeron.

     —Lo hubiera descubierto de todos modos, dado su comportamiento intrépido.

     —Tú no lo conoces; ni a él ni a mi entorno social.

     Liam se cruzó de brazos, bosquejando una sonrisa socarrona.

     —Tu compañero de clases, Colin, tiene un alarmante complejo de «Todos los Alfas son iguales» y del que todos sabemos que la razón de su desencadenamiento es por el abuso de ese Chris Campbell; Travis quiere dar la impresión de que no le importa la opinión general, pero por su proceder sólo denota que quiere llamar la atención, por lo que la opinión de los demás constituye el centro de sus deberes; ¿Dylan y Owen? Aunque no estás mucho con Owen —adicionó—. Ambos convienen en que son taciturnos porque se resignan al papel que les ha tocado en la vida; excepto que el último es popular por su estoicismo; ¿Henry? —Bufó— Es el típico modelo cliché que es popular por su modestia. Y el último, pero no menos importante, Neal, quien creo que es el más falso de todos.

     Asher se limitó a quedarse en silencio en tanto procesaba toda esa amalgama de palabras. «Le ha atinado a todo», pensó con resquemor.

     —Creo que nos hemos dirigido a un tema más tangencial —dijo para no darle la razón; aun así, Liam percibió su derrota. —. Lo que quería decir, es que no quiero involucrar a más personas en lo que sea que tengamos.

     —Bien —accedió Liam—. Tendré más cuidado para el próximo de tus amigos que entre a mi cuarto.

     Asher asintió, conforme por haber logrado su cometido e ignorando el tono irónico.

     —Sobre lo que propuse de acercarnos más y resolver tu problema —emprendió—, los exámenes no tardarán mucho en llegar, así que creo deberíamos comenzar lo antes posible ahora que tenemos tiempo libre.

     Los ojos de Liam se agrandaron como si lo hubiera tomado desprevenido.   Pestañeó sin cesar en lo que ponderaba su proposición.

     — ¿Qué dices de hoy? —preguntó.

     — ¿Quieres decir después de clases?

     —No; más tarde, como a las cinco y media.

     Asher tuvo el aserto de que ese sería el momento adecuado, ya que Neal se estaría yendo después de exhibirle su hallazgo y fijar sus condiciones. Y, en el caso contrario de que Neal, por algún motivo, se negara a marcharse, él tendría un buen motivo para persuadirlo de que lo hiciera: su cita de estudios con Liam.

     —Bien, te mandaré mi dirección por mensaje.

     Luego de acordar eso, ambos se despidieron.

     Tan pronto Asher salió de las duchas, se encauzó hacia el área de las disciplinas náuticas en el tramo de la ribera del río. Iría para concederle la petición a Colin; ese día sentía que podría deshacerse un poco del peso intangible que llevaba sobre los hombros: podría encarar a Neal y a Chris como iguales.

     Al llegar sobre el prolongado y profuso río, donde se ausentaba la presencia de barcas y personas sobre el agua y el muelle, cambió de rumbo al discurrir que ya debían haber concluido de entrenar y que se encontrarían en los vestidores donde se estarían duchando antes de partir.

     Esperaba que no fuera demasiado tarde para enfrentar a Chris.

     Al llegar a los vestidores, no muy lejos del río, lo atisbó salir por el umbral con el cabello húmedo atusado en dirección a su nuca, y con la camisa blanca del colegio  ligeramente abierta en la zona del pecho.

     Ambos cruzaron miradas; los ojos de Chris se iluminaron de repente al verlo. Asher se dirigió a su encuentro con talante decidido al igual que Chris.

     —Eras justo a quien esperaba ver. —soltó Chris con una sonrisa abyecta, mientras tomaba su bolso y abría el zíper para introducir su mano.

     A pesar de ese inesperado comentario en el que expresaba su deseo de verlo,    Asher no reculó.

     —Yo también; Colin ya sabe que tú eres su admirador.

     Chris detuvo sus movimientos, visiblemente atónito.

     — ¿Qué has dicho? —inquirió.

     —Yo mismo se lo dije; y de hecho, vine aquí por el expreso anhelo de Colin de que dejes de darle presentes —Hizo una pausa—. Él no sabe sobre tu secreto. —agregó, de esta forma, si Chris se decidía a publicar las fotos que había tomado en el trabajo de Colin, él le diría a todos sobre su condición, y no podría sospechar que Colin tenía algo que ver al compartir su secreto.

     Chris no movió ni un ápice ningún miembro de su cuerpo, siendo presa de la revelación. Asher se regocijaba ante la visión que tenía delante de sí.

     —Qué más da —Chistó Chris, entornando los ojos. Extrajo de su bolso lo que parecía ser la copia de un documento y se lo entregó. —. Eso ya no me preocupa; soy un Alfa y los estudios lo confirman. —Señaló a la hoja.

     Sin agregar más, Chris se fue dejando abandonado a Asher.

     Asher, barruntando lo que más temía, bajó su vista hacia el documento: era un comprobante de los resultados de condición de Chris, en el que sobresalía que era un Alfa.

     Antes de poder formular algún pensamiento, discernió un ruido sobre los arbustos.

     Cuando se volteó para encontrar el causante de su importuna distracción, avistó detrás de un arbusto del tamaño de una persona una figura masculina. Se quedó un tiempo observándolo hasta que salió Neal de él con las manos alzadas.

     — ¿Qué haces aquí? —le lanzó.

     —Te dije que te buscaría después del entrenamiento —explicó acercándose hasta   él—. Te vi salir de la cancha e iba llamarte, pero caminabas con mucha seguridad hacia alguna parte; creí que querías escapar de mí, pero luego te vi teniendo una charla muy seria con Chris.

     Asher asintió, cuando se percató de que bien Neal podría haber oído la conversación que había mantenido con Chris. Desvió su vista hacia el papel que sostenía y lo cubrió llevándolo detrás de sí para que Neal no lo advirtiera.

     — ¿Qué es eso? —le preguntó apuntando al papel.

     —Algo trivial. —Hizo un ademán indiferente.

     — ¿Puedo verlo si es algo trivial? —Asher se negó; sentía como sus cavidades sudoríparas comenzaban a humedecerse. De repente, Neal sonrió. —. Conque hasta entonces Chris Campbell no era Alfa —dijo—. ¿Así que ese era el motivo por el que lo tenías bajo tu dominio?

     Apretó sus párpados en signo de resignación. Asher pensaba que cuando menos deseaba involucrar a las personas en los asuntos más críticos de su vida, el azar hacía todo porque su deseo no se concretara.

     Neal ya sabía la verdad, por lo que no le vio el caso seguir ocultándole la hoja; se lo entregó. Neal le dedicó una sonrisa para seguidamente examinar el comprobante, cuando frunció su ceño.

     —Es falso. —cercioró.

     Asher le arrebató la hoja, dado que apenas había podido inspeccionarlo. Tenía el sello oficial y todos los datos en correcta posición; no vio nada que pudiera sugerir que no fuese auténtico.

     — ¿Por qué lo dices?

     —Mira —Neal se aproximó hasta él para indicarle con el dedo el sello de la clínica—, tiene un defecto en la estampilla.

     —Podría haber sido la impresión. —especuló.

     —No. —Neal negó la cabeza con convicción ante su escepticismo. —. Si no me crees, puedes comprobarlo con los documentos de tu examen; todos tienen el mismo sello. Cuando llegamos a tu casa lo verás.

     —Pero —murmuró—, ¿por qué me daría un documento falso?

     —Bueno, puede que Chris no tenga la intención de revelar su verdadera condición nunca; tomará supresores que contengan su celo y se inyectará para retener sus feromonas; es una buena fachada —Asher estaba a punto de objetar que siempre se sabía cuándo alguien pertenecía a la condición de Omega pese a todos esos tratamientos, pero se Neal se adelantó. —. O —repuso—, sólo quiere mantener su posición de manera temporal; quizás se está preparando para revelarse ante todos.

     Los argumentos de Neal sonaban convincentes, pero igual de ambivalentes; la balanza era inestable, meciéndose de un lugar a otro. Pese a que Neal los había pillado, una parte de Asher agradecía el dato que le había concedido acerca de la ilegitimidad del documento que habría pasado desapercibido ante sus ojos; aunque ahora dudaba de su fiabilidad y lo que haría con esa indagación.

     Sin importar el resultado que tuviera al comprobar el documento de Chris, estaba seguro que su coacción con él había finalmente, y para su alivio, concluido.

     Rumbo a la casa de Rita, y en compañía de Neal, Asher estuvo lejos de sentirse amilanado; ya no podía esperar el momento en el que le desmantelaría su conocimiento de la verdadera dimensión del secreto que mantenía, para de ese modo lograr al menos exentar del peligro a su círculo de amistad, y poder perseverar algo de su integridad en su relación falsa.

     Al llegar, subieron a su alcoba llevados por la fuerza de dos motivos: el primero, para corroborar la especulación de Neal acerca de la autenticidad de la copia que Chris le había concedido; y el segundo, para una mayor intimidad para abordar lo que proyectaba.

     Asher se encontraba de cuclillas a un lado de su mesita de luz, buscando en el último cajón la prueba de su examen de condición, mientras esperaba a que Neal retornara del sanitario.

     Finalmente, lo halló. Asió la copia de los resultados de Chris para compararlo con el suyo: efectivamente, lo que Neal había señalado era cierto: la estampilla del documento de Chris parecía tener un defecto en los bordes.

     Asher no podía estar más pletórico, puesto que eso implicaba que Chris, en el caso en el que continuara molestando a Colin o, decidiera dar el gigantesco paso de divulgar sus fotos, él no sólo podría contraatacar compartiendo con los demás su verdadera condición, sino que también ahora podría añadir la copia del documento que Chris le había cedido para agregar un peso más veraz a su versión.

     Al oír el chirrido de su puerta, señal de que Neal había vuelto, se giró con las puntas de los dedos de sus pies para darle la noticia, cuando al alzar su vista de los papeles, sus ojos se encontraron con el cuerpo desnudo de Neal.

     Sus miembros se estremecieron por el sobresalto.

     Neal plasmaba una divertida sonrisa en su rostro mientras tenía una bolsa de plástico en sus manos cuyo contenido era difuso, y cubría la parte de su ingle. La tez de su cuerpo era más clara que las extremidades que exponía por encima de su usual indumentaria; sus bíceps y pectorales eran de considerables envergaduras, y en la zona de su dorso se translucía tenuemente sus abdominales. Si bien, no poseía una constitución enteramente maciza, a Asher le recordaba a las esculturas de los dioses griegos.

     —Vamos a tener sexo —soltó Neal, esparciendo el contenido de la bolsa sobre la cama –condones de diferentes formatos y envases de lubricantes–, dejando a la vista su miembro que aunque no estaba erecto, era de estimable longitud. —. No sabes la variedad de lubricantes que hay en el mercado: hay con sabores, térmicos, estimulantes —decía a la vez que cogía el envase que nombraba. —, y también con efectos anestésicos; este nos vendría bien ya que sería nuestra primera vez y así te dolería menos.

     Asher tenía la visión clavada en la amplia gama de preservativos que yacía sobre su cama mientras trataba de contener el vaivén acelerado de su pecho; el ver el desnudo cuerpo de Neal lo retrotrajo a la primera vez en que lo había visto junto a la intensidad de su atracción inicial. Pero dadas las circunstancias actuales, pugnaba por despojarse de ese sentimiento.

     — ¿Por qué...? —balbuceó, ruborizado—. ¿Por qué trajiste eso aquí?

     —Ayer me mencionaste que antes de que supieras sobre mi verdadera condición, pretendías pasar a la fase sexual conmigo; y se veía que lo decías muy en serio. Así que, cuando me dejaste en la farmacia, volví para comprar todo esto y hacer realidad tus sueños.

     Asher, tratando de eludir la visión de su cuerpo, frunció el ceño.

     —Ahora dime la verdadera razón. —ordenó suspicaz.

     —Bueno, llevamos casi un mes saliendo y aún no lo hemos hecho; eso es extraño para cualquiera que lo oiga, en especial a los de nuestro instituto.

     —Sabía que era eso —murmuró para sí mismo colérico; empezaba a comprender que detrás de las acciones de Neal siempre escondía otra intención. —. Yo... —Hizo aspavientos nerviosos con sus manos—. Yo estaba a punto de decirte algo.

     —Entonces... —Neal hizo un mohín—, ¿no lo... haremos?

     Asher se volvió con una mirada larga, respondiendo a su cuestión. Neal sacó su uniforme del colegio de su bolso para emprender a vestirse con menos vehemencia.

      — ¿Qué es lo que querías decirme? —preguntó.

     Asher guardó silencio por unos segundos para prepararse.

     —Sé sobre el tratamiento al que te sometes y —Miró a Neal, quien había frenado de ataviarse. —, el problema que podría acarrear tú y tus padres si los medios se llegaran a enterar.

     Neal se subió mecánicamente el zíper de su pantalón aún con el pecho desnudo. Su rostro no demostraba ningún sentimiento o prueba de lo que pudiera estar pasando por su cabeza; permanecía impasible, a lo que Asher le dio un mal presentimiento.

     —Sí —confesó con naturalidad Neal—, me someto al tratamiento desde que era un niño; mientras más pequeño se es, son mejores los resultados. Al principio no sabía lo que me hacían; pero cuando mi padre me dijo el futuro que me podría deparar si era un Omega, supe que yo debía ser Alfa. Me gusta ser Alfa; debí nacer así. ¿Por qué los transexuales pueden someterse a procedimientos de conversión y nosotros no? Al igual que ellos, no hemos nacido en el cuerpo que queríamos.

     Asher acentuó sus líneas de expresión, preguntándose si Neal no era capaz de ver que su padre habría tenido un influjo sobre él al someterlo a un tratamiento que podía perjudicar su salud.

     —Pero ese método tiene efectos secundarios que podría hacerte daño. —señaló.

     —No los tendría si fuera legal y se hicieran más pruebas. Yo no tengo más que... —Sus pupilas oscilaron— anosmia y, algunas secuelas en la espalda por las inyecciones.

     Por un espacio de minutos que se les hizo sempiterno, no articularon palabra.

     Asher no podía interpretar el papel de Neal en todo eso; la fuerza con la que deseaba ser un Alfa era genuina, situación similar de las personas que nacían con el sexo que ellos no preferían; pero no podía concebir que para eso llegara a un extremo de arriesgar su vida, ni menos considerando la grave participación de su padre.

     — ¿Así que —Oyó a Neal, quien esbozaba una sonrisa— planeabas amenazarme con eso?

     —Sí —reveló—; pero sólo lo hacía para sacar a mis amigos de esto; no para regocijarme.

     Neal ensanchó su sonrisa, cogiendo la camisa de su uniforme.

     —Creo que tu acusación es tan grave como la mía: tú arriesgas a tus amigos, y yo a mis padres. A lo que nos lleva al inicio —Señaló su mercancía—: lo que estábamos a punto de hacer pero lo eché a perder.

     No comprendía cómo Neal, pese al contexto en el que se encontraban, podía adoptar esa actitud desenfadada. Asher se dio cuenta de que las cosas no habían salido como planeaba y, tal como lo remarcó Neal, habían llegado a nada. Se sentía frustrado y sin fuerzas para poder proceder.

     Neal le encajó sus ojos, admirando su desánimo. Recogió los condones y los envases de lubricantes en la bolsa de plástico, y una vez dentro, los colocó en su bolso.

     —Liam vendrá en un momento; le aclararé algunas cosas de álgebra. Así que... —meneó la cabeza, en un tácito mensaje de que era hora de marcharse.

     Neal asintió de manera obediente. Tomó su bolso, pero antes de pasar por el umbral de la puerta, se detuvo.

     —Sobre lo de nuestra primera vez... —dijo—. ¿Cuándo crees que podríamos divulgarlo para que los demás no recelen? Si quieres mi opinión, me parecería idóneo que lo hiciéramos en nuestro primer aniversario; sería algo romántico y te daría más tiempo a ti para prepararte.

     — ¿En verdad tenemos que hacerlo? —inquirió con cariz reluctante.

     —Si no te apetece hasta entones en consumarlo, no lo haremos, pero le diremos a todos que sí lo hicimos.

     Asher lo ponderó; consideró que era una mejor alternativa.

     —Bien. —accedió.

     Después de despedir a Neal en la entrada ya no se sentía con ánimos de recibir a nadie más. Hubiera deseado concertar la cita de estudios con Liam para otro día; hasta estuvo tentado de cancelarlo, pero resistió; ya no quedaba mucho para la competencia eliminatoria, y debía fortalecer su lazo con Liam, al mismo que tiempo que podrían resolver su problema.

     A las cinco y media, Liam llegó puntualmente a su casa.

     Al recibirlo, cargaba su bolso y llevaba puesto una camiseta con la estampa de la marca  «Lacoste». Su rostro lucía singularmente contraído y enrojecido.

     — ¿Puedo pasar al sanitario? —soltó sin rodeos.

     Asher asintió y lo condujo hasta el tocador. Mientras esperaba a que Liam acabara, recogió sus bártulos de estudio para bajarlos a la sala y volverlo en un escritorio.  

     Estaba acomodándolos en un sitio, cuando Liam bajó sosteniendo algo en su mano.

     —Encontré un condón en el suelo.

     Asher se volvió raudo hacia él para arrebatárselo; seguramente se le habría caído a Neal.

     —Gracias —articuló con alivio—. Es una suerte que lo hayas encontrado antes que a mi tía.

     — ¿Dónde está ella?

     —En el patio. Pronto se irá a trabajar. Siéntate.

     Asher señaló una silla junto a la que pretendía situarse, pero Liam se dirigió hacia el extremo de la mesa. Asher lo miró como si no pudiera creerlo.

     — ¿En serio hace falta que te alejes tanto? —le espetó.

     Liam suspiró; con indolencia, volvió a coger sus cosas para ubicarlos a un lado de Asher.

     En el momento en el que tuvieran las cosas listas, Asher se encauzó a explicarle métodos más prácticos para poder resolver las ecuaciones y programaciones lineales; como tenían el mismo programa de clases, no se le dificultó.

     Liam resolvía reservadamente una de las ecuaciones cuando preguntó –tratando de parecer desinteresado–:

     — ¿Neal estuvo aquí?

     —Oh, sí —Asher llegó a la conclusión de que debía haberlo inferido por su reacción ante el preservativo. —. Pero no llegamos a nada.

     Liam arqueó las cejas.

     — ¿Tenían un condón y no hicieron nada? Antes lo hubieras hecho con él sin importarte donde estuvieran o si incluso no llevaran condón.

     —Bueno, yo... —Titubeó, tratando de pensar en un pretexto. —. Los haremos en nuestro aniversario. Ya sabes, queríamos que fuera algo más romántico.

     — ¿Cuándo es?

     —Creo que en cinco días.

     Liam calló, volviendo su atención a las ecuaciones frente a él en los papeles.

     Asher miraba distraídamente hacia el derredor, cuando al volver su vista en Liam lo encontró observándolo.

     — ¿Está todo bien?

     —Oh... —Liam se alarmó—. Sí. Terminé la ecuación.

     Liam era rápido en captar las ideas, por eso el resto de la jornada Asher se la pasó esperando a ver los resultados de los problemas matemáticos que le daba sacándolos del libro.

     En ese espacio de tiempo en el que esperaba a que resolviera la ecuación,  Asher apostó su vista en Liam, contemplándolo por primera vez de cerca.

     Por lo general, debido a su anterior animadversión del que ya comenzaba a disolverse, Asher evitaba mirar el rostro de Liam; cuando lo hacía, sólo le clavaba sus ojos en los suyos, de esa manera nunca había observado con minuciosidad sus rasgos. Ahora que lo hacía y tenía oportunidad, se percató de que Liam tenía cejas rectas con una leve elevación en los arcos, lo que le confería un rostro gracioso. Tenía una piel tersa e inmaculada, y en la parte del hélix de sus orejas las tenía rosadas; y, aunque sus pestañas fueran cortas y poco abundantes, eran rizadas.

     Usualmente, cuando lo veía, lo primero que le acudía a la cabeza eran los aspectos más desfavorables de él: su personalidad altiva y desdeñosa, lo cual opacaba su belleza –que el mismo Travis le había señalado y al que ahora él mismo advertía–.

     Desarrollaba ese pensamiento, cuando tuvo una revelación.

     —Liam, tengo una idea que podría resolver tu problema —soltó animado. Liam levantó la mirada para verlo sin comprender. —. ¿Alguna vez pensaste en mí en las situaciones más vergonzosas y repugnantes?

     — ¿Qué? —Liam frunció el ceño haciendo una mueca de asco—. ¿Cómo llegaste a eso?

     —Hace un minuto te estaba observando y, pensé que cuando te veía lo primero que venía a mi mente eran los rasgos más desfavorables de tu personalidad. No quiero sonar vanidoso, pero —repuso—, a diferencia de ti, yo no carezco de empatía y, si lo hago, trato de hacerlo con las personas que se lo merecen; es decir, no ostento muchas cualidades negativas en mi persona —Liam lo miraba atento, como si se esforzara en llevarle la contraria; Asher advirtió su semblante. —; como dije, a diferencia de ti —aclaró—. Por eso, se me ocurrió que tú podrías hacer lo mismo conmigo figurándome en situaciones... sucias. Quizás así mitigue tu fijación.

     — ¿Quieres que te imagine yendo al baño o eructando?

     Asher se imaginó a sí mismo haciéndolo, y estuvo a punto de negarse, pero si le aborrecía a él, podría suscitar lo mismo en Liam.

     —Exacto. —confirmó haciendo un ademán con su índice.

     Por las expresiones de Liam, Asher supo que estaba siguiendo su indicación; esta vez albergaba el convencimiento de que su idea bien podría resultar.

     Al día siguiente, en la preparatoria, apareció un boletín de inscripción para asistir a dos días de campamento en las colinas fronterizas, donde convivirían con los estudiantes de una preparatoria de España que vendría a pernoctar; la principal finalidad, era competir con ellos en las diversas disciplinas atléticas para poder otorgarles una noción de la organización las competencias venideras a los de primer año.

     Asher y Liam, por prescripción de Max, se apuntaron.

Notas finales:

¡Hasta este viernes!


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