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The True Murderous Intent (Edited) por urumelii

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Reita estaba imposiblemente cerca de Kai, ninguno se había atrevido a moverse un centímetro, ambos sonreían apenas mostrando la curvatura de sus labios. El rubio no pudo evitar pensar lo hermoso que en realidad era ese chico, aún si no podía ver su rostro con claridad, Kai seguía dándole la espalda y su cuerpo estaba recargado contra él. Se atrevió a acariciar la cintura del castaño oscuro con suavidad, levantando la camisa ligeramente; ninguno dijo nada, pero Reita se permitió respirar cerca del cuello del otro. Sintió la piel de Kai erizarse ante el contacto y estaba muy seguro que tenía los ojos cerrados. 


Finalmente, lo tomó por el cabello con la mano izquierda y lo jaló con fuerza hacia su hombro, como había imaginado Kai no cambió su semblante, si bien, amplió la sonrisa ante el contacto brusco. 


—Eres demasiado fácil —pronunció Reita besando su cuello. 


—Es lo único que lograrás hacer —contestó Kai. Se movió sorpresivamente y tan rápido que fue imposible seguir reteniéndolo, se zafó se su agarre en poco movimientos. Kai volvió a recargarse en la pared mirándolo con sorna—. Quería ver que tan lejos llegabas. Creo que te confundiste, parece que el fácil eres tu —dijo mirando sin delicadeza el bulto en el pantalón de Reita que no había estado ahí antes—. Parece que no sabes contenerte, muy mal Reita, muy mal —sonrió cínicamente. 


El rubio se alejó de la pared, caminando hacia una de las mesas del comedor mientras se acomodaba el pantalón. No se avergonzaría de estar despierto ante el contacto con Kai, no se molestaría en negar que el chico era estúpidamente sensual. Se sentó sobre la mesa y sonrió. 


—¿Esperabas el trato delicado? —Chasqueó la lengua—. ¿Alguien realmente te lo ha dado? 


—Que pregunta tan absurda —dijo Kai girando los ojos. 


—Eso quiere decir que no. 


—Eso quiere decir que no te importa —Kai se sentó en una de las sillas cruzando los brazos y las piernas, hizo un pequeño puchero que a Reita le dieron ganas de borrar con sus propios labios. 


—Supongo que Matsumoto es todo un romántico —dijo de forma irónica, sintiendo un desprecio descomunal por el mercenario, que quiso pensar era por culpa de Shiroyama y nada tenía que ver con Kai. 


—Ruki no es la única persona con la que he estado —fue el turno de Kai de sonreír maliciosamente, como si supiera la reacción del otro—. Además, sería absurdo pensar que tengo una relación romántica con él —frunció el ceño—. Sólo como amigos con intereses parecidos, no que te tenga importar —dijo a la defensiva. 


Era cierto, no tenía por qué importarle pero lo hacía. No sólo quería saber cosas de Kai por ser el hermano de su mejor amigo, había algo en ese chico que lo hacía buscarlo como una luna a un planeta en órbita y estaba casi seguro que Kai parecía reaccionar de la misma forma, o al menos un poco, de lo contrario no se estaría justificando de esa forma. Tampoco iba a aceptarlo, esas cosas del amor no iban con él, tenía muchas cosas que hacer para estar pensando en cosas que parecían destinadas a películas y relatos de ficción. 


—Dudo mucho que hayas tenido una relación seria con la clase de jefe que tienes —dijo Kai dando en el clavo. 


Sin querer se revolvió incómodo, no era un tema que quisiera tratar—. No me la paso encerrado aquí —dijo de inmediato—. Puedo salir cuando yo quiera, no en estos momentos porque estamos en el torneo, pero en situaciones normales no hay ningún problema. No soy un prisionero —se cruzó de brazos. Por mucho tiempo parecía que lo había sido, pero había recorrido un largo camino y se había ganado la confianza de Yoshiki, podía hacer lo que él quisiera. 


Kai ladeó al cabeza con curiosidad—. Quisiera saber cómo le hizo Yoshiki para lavarte el cerebro —dijo de forma despectiva.


—No me lavo el cerebro —hizo un ademan con la mano—, es algo que tu nunca entenderías —dijo con honestidad.


—No, creo que no. Lo único que entiendo de ese hombre no se merece la lealtad que tu pareces pregonarle, no se merece nada con todo el daño que ha hecho —se miró las uñas ocultando su mirada de desprecio. 


Reita se aclaró la garganta, hablar de Yoshiki no era su tema favorito. Por supuesto que no era estúpido, sabía perfectamente de lo que su jefe era capaz; odiaba cuando le ponía una mano a Uruha encima, odiaba guardar secretos por él, odiaba tener que mentirle a Tora por su culpa. También, Yoshiki le había salvado la vida en las calles; de no haber sido por él hubiera muerto cuando era un niño, había encontrado una extraña familia, como no agradecerle todo eso. 


—¿No crees que si tu hermano quisiera buscarte ya lo habría hecho? —Le urgía cambiar de tema y aunque no lo hizo con malicia, tampoco usó un tono de burla, quería entender por qué después de tantos años Kai se había aferrado a la promesa que le había hecho a Tora de encontrarse de nuevo. Su amigo se lo había contado antes de perder la memoria, vio incontables veces a Tora levantarse solo con la esperanza de volver a ver a su pequeño hermano y Kai parecía compartir la misma ferviente voluntad. 


Kai alzó la vista de inmediato, parecía sorprendido por la pregunta; seguramente no había esperado que Reita fuera tan directo al respecto. 


—En tanto tiempo, pudieron pasar muchas cosas —respondió tranquilamente—. Shinji dijo que nos buscáramos y es lo que estoy haciendo, si él no lo ha hecho es por algo. Confío en él —aseguró—. ¿Nunca has tenido alguien así en tu vida? No tiene que ser un hermano, solo alguien en la que confíes ciegamente sin importar cuánto tiempo pase —lo miró con curiosidad. 


Reita tenía que aceptar que le deslumbraba la forma en la que Kai hablaba con él como si fueran conocidos o incluso amigos, no parecía que el chico lo viera como un enemigo aún sabiendo que tal vez Reita supiera dónde estaba su hermano. Sintió esa punzada de remordimiento nuevamente, Tora era su mejor amigo y estaba seguro que podría confiar en él sin importar qué, pero al mismo tiempo no se había atrevido a decirle la verdad, le mentía día tras día, ¿cómo podrían llamarse amigos si todo estaba construido sobre arena?


—Me imaginé que no lo tenías —dijo el castaño oscuro con un tono comprensivo.  


—No tiene nada de malo —Reita se defendió—. Al final, tu y yo hemos tenido vidas muy distintas.


Kai asintió—. Tienes razón, no tiene nada de malo. Solo creo que puede ser muy solitario, puedes demostrarle toda la lealtad a tu jefe que quieras, pero eso no te libra de sentirte vacío—se tronó los dedos de la mano izquierda—. Tener personas queridas puede ser un gran motivo para levantarse en las mañanas. Shinji es el motivo por el cual sigo adelante y ni siquiera lo he encontrado —siguió con los dedos de su mano derecha—. Creo que si tu razón de vivir es Yoshiki, tu vida debe ser terriblemente triste, sea un santo o no. Todos merecemos mucho más que eso —finalmente se levantó sacudiéndose el pantalón. 


Reita bufó sonriendo con ironía—. No hables como si me conocieras, no merezco nada. He hecho más cosas malas en mi vida que buenas —soltó sin pensar. Realmente estaba convencido de ello, jamás se había preguntado si merecía algo o no, solo se levantaba y hacía alas cosas que le decían, no quería pensar más allá de eso. No quería tener personas queridas en el mundo o razones para levantarse, de eso estaba muy consciente, eran puras debilidades. 


—Todos hemos hecho más cosas malas que buenas —fue la respuesta que obtuvo, y esta lo descolocó por completo—. No se trata de si eres buena persona o mala persona, aunque creo que sabes perfectamente que no eres tan malo como quieres aparentarlo. Se trata de cómo te sientes respecto a la vida que has llevado. 


Rió irónicamente, tratando de aminorar las palabras del castaño oscuro—. Eres una persona muy ingenua si crees que soy bueno, esa no es mi naturaleza —se burló. 


 —Si no lo fuera, estaríamos cogiendo —sonrió ampliamente, Reita casi se cae al escuchar la afirmación—. Te hubiera dejado sin problemas —le guiñó el ojo—, pero te importó más tener una plática conmigo que tocarme, no sé muy bien por qué te importa hablar, lo cierto es que eres un caballero —dijo con ironía, se dirigió a la puerta. 


—Eso demuestra que soy un estúpido para aprovechar las oportunidades —dijo tranquilamente, Kai sonrió abriendo la puerta del comedor para marcharse, lo miró sin borrar la sonrisa—. No te enamores de mi Kai, te lo advierto —el otro negó cerrando la puerta detrás de él.  


No supo si esa advertencia era para el castaño oscuro o para él mismo. 


 


-x-


A lo largo de la historia, han habido poderosas familias que han utilizado la katana como el arma principal para atacar o defender al país. Después de todo, el arte de la espada es milenario en Japón, sin embargo, tal vez dos de las más conocidas han sido la familia Hayashi y la familia Shiroyama, ambas de una tradición inquebrantable a lo largo de generaciones. 


Ambas no siempre han sido enemigas, han luchado juntas en guerras y se han enfrentando por tierras en numerosas ocasiones. En los años modernos, optaron por llevarse bien, intercambiar incluso técnicas con las cuales ambas familias se vieron beneficiadas. Dado a esta gran tradición a nadie le sorprendió que los herederos de ambas familias fueran mejores amigos. 


Los chicos se conocían desde bebés, habían crecido juntos, habían entrenado juntos y era difícil ver a uno sin el otro. Sin embargo no podían ser más diferentes, uno era sumamente llamativo, humilde y por de más, rebelde. Mientras el otro era orgulloso, serio y no le gustaba mucho manchar las tradiciones que se le habían inculcado. 


Aún así, su amistad perduró. Ambos conscientes de que algún día tendrían que pelear uno contra el otro en Guren; sin embargo mientras ese día llegaba los chicos se dedicaron a entrenar a conocer a mas personas, más amigos que pronto se convirtieron en casi una familia, sin importar la procedencia de cada uno de ellos. Antes, las familias eran muy estrictas, si tu técnica no tenía una tradición se te consideraba de menor rango o con poco valor, para ellos eso no era importante. 


Los nombres de los dos chicos eran Yoshiki Hayashi y Hide Matsumoto. Ambos con los mismos ideales de lucha, con las mismas ganas de acabar con las tradiciones que para ellos ya eran obsoletas y para eso utilizarían Guren. 


Un buen día, como a todos nos pasa, Yoshiki se enamoró. Se sentía emocionado por el sentimiento, pensaba que sería correspondido e incluso le dijo a Hice que le ayudara a declararse. Pero algo salió mal, pues cuando confesó sus sentimientos, Yoshiki se enteró que la chica amaba a alguien más, esto le partió el corazón, aunque trató de no hacer mayor alarde. La chica estaba enamorada de uno de sus amigos y era correspondida. 


Generalmente las personas lo superan, siguen adelante o se vuelven a enamorar, este no fue el caso de Yoshiki; cuyo corazón se llenó de resentimiento y dolor. Decidió mantenerse en silencio, sufriendo solo y en la penumbra. Sin darse cuenta, comenzó a llenarse de odio y resentimiento, no sólo por la chica, si no por sus amigos que comenzaban a hacer una vida, sintiendo que a él lo dejaban atrás. 


Cuando la invitación a Guren llegó, para Yoshiki ya no fue un medio para cambiar las tradiciones, si no una oportunidad perfecta para vengarse de la gente que lo había lastimado, de arrebatar lo que para él, era su derecho.  


Por mucho tiempo ocultó como se sentía, pretendía estar bien, que compartían los mismos intereses, nadie fue capaz de detectar el gran cambio de Yoshiki hasta que llegó el torneo. Lo cual significó otra gran decepción para Hayashi, pues se dio cuenta que había subestimado a sus compañeros quienes peleaban con técnicas casi perfectas y eran capaces de darle pelea a su apellido. 


De todos ellos, Hide sobresalió más. El chico estaba convencido de que ganar Guren podría ser el primer paso para poder anular el torneo, hacer que los apellidos dejaran de valer tanto como una técnica. Quería que el torneo no se volviera a utilizar con fines violentos, por criminales y ejércitos. 


Yoshiki no podía creerlo, siempre había pensado que él era el mejor peleador de todos y ahora le estaban dando una cucharada de humildad para la que no estaba preparado. Si Hide ganaba, Yoshiki no sería capaz de concretar su venganza así que en un acto desesperado, mató al amigo que le había robado al amor de su vida, haciéndolo parecer un accidente. Nadie se dio cuenta, a excepción de Hide.


Todas las peleas de ese torneo terminaron en muerte por parte de Yoshiki, quien ya no le importaba mantener las apariencias, al final solo quedaron él y Hide. 


Hide quería demasiado a su amigo casi hermano y lo dejó ganar pensando erróneamente que eso era lo único que Yoshiki quería. Al principio parecía que Yoshiki estaba satisfecho, hasta que mas y mas cosas atroces se comenzaron a acumular en su historial.


 Su amigo, quien se había alejado de él, pensó que la única persona capaz de ponerle un alto era él, así que se reunió con Yoshiki para una ultima batalla. No sé si fue por habilidad o por el uso de trampas pero Hide perdió ese día; Yoshiki le juró que acabaría con todos los Shiroyama por haber tenido el descaro de desafiarlo. 


Con lo que Yoshiki no contaba era con que Hide le había dejado instrucciones a su esposa para que se escondiera, ella con su pequeño niño. Incluso tuvo el cuidado de planear que su hijo creciera odiándolo, para que jamás se metiera en el mundo de las artes marciales y tuviera que enfrentarse con Yoshiki.


Tora finalizó aclarándose la garganta. 


Aoi tuvo que levantarse y caminar hacia la pequeña ventana de la enfermería, donde Tora se encontraba acostado recibiendo atención por la herida que le había infringido durante la pelea. Sacó un cigarro importándole poco los reclamos de la enfermera, quien terminó por rendirse y los volvió a dejar solos.


—Tu padre no te abandonó Aoi, te engañó para que no tomarás venganza contra Yoshiki —dijo Tora con voz cansina.


No dijo nada. Miraba fijamente hacía la vista que le ofrecía la ventana, su cabeza era un desastre. 


—Imposible —fue Ruki quien habló, tenía una mueca dibujada en el rostro—. ¿Por qué tendríamos que creerte? No lo tomes a mal, pero, ¿cómo sabes todo eso? Dudo mucho que a Yoshiki le guste contar historias junto a la chimenea. 


—La madre de Uruha me lo contó —contestó—. He pasado los últimos años de mi vida fingiendo que tengo amnesia para poder ganarme la confianza de Yoshiki, lo he sabido desde niño. 


Eso fue suficiente para que Aoi despertara de sus pensamientos girándose violentamente hacia el herido—. ¿La madre de Uruha? ¿Quién es? —su corazón latía demasiado rápido, demasiadas cosas que digerir en tan poco tiempo.


—Su nombre era Sara —contestó  Tora y sonrió al ver que Aoi abría mucho los ojos.


El pelinegro se llevó la mano a la cabeza al sentir una terrible punzada, por supuesto que sabía quien era Sara, su madre la había mencionado infinidad de veces, al parecer eran mejores amigas o algo por estilo. Tora no parecía estar mintiendo,  ¿cómo sabría tantas cosas con lujo de detalle?


—¿Cómo es que has fingido no recordar tu  niñez? —Ruki volvió a desviar el tema al ver que Aoi le daba una calada al cigarro.


 


Tora tosió un poco, la herida no era grave pero si requería reposo y cuidado—. Todo fue un plan elaborado de la señora —comenzó a explicar—. Me contó toda la verdad, todo lo que Yoshiki había hecho y me encomendó la tarea de matarlo, cosa que  no fue muy difícil de aceptar debido a mi historial familiar. Me dijo que en algún punto tenía que fingir que no recordaba nada, para que Yoshiki confiara plenamente en mi, para poder matarlo tenía que ganarme su confianza y no lo lograría si pensaba que yo le guardaba algún tipo de rencor —apretó los puños—. Así que cuando tenía doce y ya tenía algún control sobre mis habilidades fingí un accidente. Fingí que había usado mas energía de la necesaria y logré que el techo de una habitación se derrumbara sobre mi. Lo demás fue fácil, cuando desperté sólo comencé a fingir que el accidente me había causado amnesia —sonrió irónicamente—. Yoshiki no podría haber estado mas feliz, desde ese momento me comenzó a tratar muy bien, como si de un hijo se tratara —miró fijamente a Aoi—. Espero que entiendas que tuve que renunciar a muchas cosas para lograr mi cometido, mi pasado —apretó aun mas los puños—. Alguien que me importa demasiado, debo fingir que no lo conozco. Todo por tener una oportunidad para matarlo —suspiró.


Aoi entonces supo que lo que decía Tora era verdad, nadie estaría lo suficientemente desquiciado para hacer un plan tan elaborado como ese solo para engañarlo, además se notaba a leguas que Tora no soportaba a Yoshiki, le había prestado su camaradería desde un principio. 


Había pasado la mayor parte de su vida detestando a su padre, pues siempre había pensado que los había abandonado a él y a su madre. Recordaba la forma en la que la mujer hablaba de él, siempre desviaba el tema, solía decir solo una simple frase como: ya no está, no insistas. Y se retiraba molesta, al menos eso pensaba Aoi, si lo analizaba lo suficiente podría apostar que su madre no soportaba pronunciar una palabra negativa acerca de su padre. Al mismo Aoi le había parecido imposible que los abandonara cuando era niño, la historia de Tora tenía más sentido.


Y aun así, después de lo que Hide había hecho por él y por su madre, Yoshiki lo había encontrado, había asesinado a Ayu para obligarlo a entrar a Guren. Había asesinado a su padre y le estaba haciendo quien sabe que cosas a Uruha en ese momento, sintió un vacío en el estomago. Uruha.


—Tengo que ir por Uruha —fue todo lo que alcanzó a decir apagando el cigarro. 


Tora lo miró sorprendido, seguramente no esperaba que lo primero que dijera fuera eso—. Después de la historia que te acabo de contar, ¿sólo puedes pensar en Uruha? —Le preguntó con seriedad. Incluso Ruki lo veía entendiendo perfectamente a lo que se refería—. Estoy seguro que quieres matar a Yoshiki, pero tu única oportunidad de acabar con esto sin repercusiones es en Guren. No creo que seas tan poco honorable —sentenció—. No eches todo a la basura. 


—Por lo que me estás diciendo tengo que sacarlo de ahí —Aoi pegó con fuerza en la pared—. ¿Se supone que me quede sentado mientras que podría matarlo? Yoshiki ya se ha llevado mucho. 


—Yoshiki jamás mataría a Uruha, lo ama demasiado. Está demasiado obsesionado con él —tragó saliva.  


Ruki arrugó la nariz al no comprender nada de lo que estaban hablando—. ¿De qué me perdí? —Preguntó con cierto enojo.


—Uruha no es mujer —fue lo primero que salió de los labios del pelinegro y Ruki abrió muchísimo los ojos—. Y su padre abusa de él —sintió que el estomago se le revolvía.


El rubio se cruzó de brazos y sonrió de lado—. Yo sabía que eras un puto, no había forma de que fueras heterosexual —fue lo único que dijo ante la mirada incrédula de Tora y el bufido de Aoi.


 


-x-


 


Uruha sintió el ardor del golpe en su espalda. ¿Cuántos llevaba? Había perdido la cuenta después del quinto para ser sinceros, las lagrimas resbalaban involuntariamente por sus ojos. Ciertamente no era la primera vez, pero por alguna razón estaba sintiendo mas de la cuenta, tal vez por el coraje de su padre era en serio. Nunca lo había visto tan enojado, nunca se había desquitado de tal forma.


Sabía que solito se había metido en la boca del lobo, solo no había habido tiempo para medir las consecuencias las consecuencias y ahora ahí estaba, recibiendo un numero desconocido de latigazos en su espalda. Ya no se podía levantar, estaba recargado en el respaldo del sillón de la habitación donde se encontraban, las piernas le habían fallado y lo único con lo que lograba sostenerse era con los brazos cuya fuerza había sacado de quien sabe dónde.


Sintió como sin ningún tipo de cuidado Yoshiki lo levantó por el cabello guiándolo hacia una pared de la habitación. 


—No entiendo qué fue lo que pasó —dijo su padre con una voz dócil mientras le alzaba los brazos y pasaba por sus muñecas las cadenas que colgaban del techo. Cuando terminó por amarrarlo lo tomó con fuerza de la barbilla—. ¿Qué relación tienes con Shiroyama? —Le volvió a preguntar por enésima vez y por enésima vez obtuvo la misma respuesta: ninguna.


Ante esto Yoshiki siguió enfurecido, no había una interpretación de lo que estuviera pensando o sintiendo, o al menos así lo veía Uruha, porque no podía descifrar la actitud de su padre, no entendía muy bien lo que estaba pasando y mucho menos logró pensar cuando sintió la mano de su padre contra su mejilla y el sonido fuerte del impacto retumbó contra las paredes. Su vista se nubló por instantes, haciéndolo sentir mareado y sus oídos zumbando.


—¿Sabes que odio hacerte esto? —Le dijo como si de verdad lo sintiera—. Es por tu bien Uruha, tienes que entender que hay cosas que te prohíbo hacer porque me preocupo por ti. Shiroyama quiere hacerte daño, yo quiero evitar que te haga cualquier cosa, que se acerque a ti —explicó.


El frío era insoportable en ese momento y él estaba completamente desnudo, con el aire pegando de lleno contra las heridas de su espalda. Sentía que su hombro se dislocaría en cualquier momento por la posición en la que se encontraba, los brazos le dolían de mantenerlos alzados en contra de su voluntad, su pies luchaban por mantener un equilibrio estable pero le era casi imposible pues su padre lo había atado muy alto y los dedos de sus pies eran los únicos que tenían contacto con el piso.


—¿Por qué lo odias tanto? —Alcanzó a decir con voz rasposa.


Yoshiki hizo una mueca mientras se sentaba calmadamente frente a su hijo, parecía estar sonriendo a pesar de haber sometido a su hijo a varios golpes minutos antes. 


—Creo que es momento de que sepas la verdad —dijo Yoshiki con voz queda—, ya tienes la edad suficiente —Uruha sintió que le faltaba el aire pero no esperó a que el otro continuara—. Los Shiroyama solían ser amigos de nuestra familia, pero en Guren, el padre de Aoi trató de asesinarme. Pensé que éramos amigos, pero la realidad era que estaba celoso de mi, de que yo tenía una gran familia y él no, que mi técnica era mejor que la suya; quería ganar el torneo para manchar mi apellido. Sin embargo, no lo logró, yo gané el torneo y lo mandé al exilio. Años después, volvió a retarme, se presentó en la mansión y trató de hacerle daño a tu madre para debilitarme, afortunadamente pude vencerlo de nuevo; sin embargo tu madre nunca se recupera del ataque. Fue por culpa de ese hombre que tu madre se enfermó, que tuve que evitar que pudiera verte o hablarte —dijo casi con pesar—. Después tomó su propia vida. Ahora, su hijo viene a terminar lo que su padre empezó, quiere matarnos por el simple hecho de tener el apellido Hayashi. 


Uruha no creyó una sola palabra de lo que su padre acababa de decir, Aoi le había contado la razón por la que había entrado al torneo, habían hablado de eso. Y el pelinegro jamás había mencionado a su propio padre, si alguien parecía desinteresado en su apellido era Aoi. Sin embargo, algo era cierto, cuando él era pequeño su madre había perdido la razón, por lo que su padre la había alejado, no pasaron mas de dos meses de la separación cuando su madre había optado por quitarse la vida. ¿Era por culpa del padre de Aoi que había crecido sin madre y a lado de un psicópata? ¿Realmente el pelinegro quería matarlo? ¿Podía confiar en las palabras de su padre? No tenía como constatar los hechos. ¿Cómo podría preguntarle a Aoi ahora que su padre había descubierto que tenían contacto? Aun si no sabía qué especie de contacto era.


Un dolor agudo lo sacó de sus pensamientos, Yoshiki se había levantado y había usado una paleta para darle una fuerte nalgada—. Estás de acuerdo que tu castigo no ha terminado, ¿verdad? —Sonrió macabramente.


—Papá, yo… —recibió otra cachetada directo contra su mandíbula. No intentó volver a hablar, se obligó a pensar en Aoi para soportar todo lo que faltaba.


 


Yoshiki salió de la habitación con una sonrisa satisfactoria y mirada soñadora. Se encontró con Reita en el pasillo. 


—Rei, que bueno que te encuentro —le pasó el brazo por los hombros—. Tenemos un par de asuntos pendientes. Uruha se quedará castigado en la habitación roja —dijo como si fuera lo mas normal, mientras se encaminaban a la oficina de Yoshiki.


Reita sintió una punzada en el estomago, esa habitación sólo se utilizaba si realmente le había ido muy mal al castaño, se preguntó qué había pasado en la pelea de Tora con Aoi.


 


Uruha respiró profundamente para no pensar en el dolor o la incomodidad, Yoshiki lo había dejado amarrado casi colgando del techo por las muñecas. Le dolían absolutamente todas las partes de su cuerpo, sentía los latidos de su corazón en cada uno de los latigazos en su espalda, sabía que podrán llegar a infectarse o abrirse tanto que podría sangrar de más. 


Se había lastimado severamente la pierna izquierda pues su padre se la había alzado y amarrado sin ningún tipo de cuidado, ahora ya la volvía a tener abajo pero el dolor permanecía, sin contar el raspón alrededor del tobillo que la cuerda había ocasionado. Tenía unas cortadas dentro de los muslos que no eran profundas, el problema radicaba en que rozaban las unas con las otras, causándole un dolor casi insoportable, cada vez que se movía por la incomodidad de su posición.


Y pensar que debía permanecer así durante toda la noche, se estaba muriendo de sed y de hambre, además de que estaba seguro que pronto le daría fiebre, pues el calor que sentía era demasiado para el frío del ambiente. Sin embargo podría soportarlo, era la primera vez que lo dejarían tanto tiempo, pero sabía que había valido la pena. Aoi seguía con vida.


La habitación era grande y muy iluminada, al contrario de la puerta que era pesada de hierro y sólo contaba con una pequeña rendija en lo bajo, tenía un enorme cerrojo cuya llave sólo poseían tres personas. Una de ellas estaba abriendo la puerta en ese preciso instante, lograba escuchar pero ver, ese era un asunto completamente diferente.


—Uru, ¿estás bien? —Escuchó la voz, sonaba familiar pero parecía más una alucinación que una realidad. Abrió los ojos un poco aturdido y vio claramente la imagen de Aoi. Hizo el intento de moverse, solo logró lastimarse mas, haciendo una mueca de intenso dolor, incluso soltando un fuerte gemido—. Voy a sacarte de aquí —dijo rápidamente.


Negó fervientemente—. Si lo haces mi padre te matará, no le des la excusa para hacerlo. Puedo soportarlo —dijo a duras penas.


Aoi por su parte, analizó el ambiente, tenía toda la razón. Tora le había dado la llave con la condición de que viera lo que viera no se metiera, pero resultaba que no era tan fácil como parecía.


—¿Cuánto? —Preguntó aun buscando soluciones.


—Vendrán por mi a primera hora de la mañana —respondió Uruha cerrando un ojo, la luz le lastimaba, la cabeza le dolía horrores.


Usando una de sus pequeñas habilidades, Aoi subió  a un banquillo y abrió el cerrojo de las cadenas. Uruha hubiera caído estrepitosamente al piso si no hubiera sido lo suficientemente rápido para agarrarlo en el aire, pesaba tan poco.  


—Estaré contigo toda la noche, te volveré a atar antes del amanecer —le explicó y Uruha asintió.


De pronto recordó que estaba completamente desnudo y abrió mucho los ojos a medida que Aoi lo cargaba con demasiado cuidado hacia la cama que había. Incluso dejó de sentir dolor ante el pánico que lo embargaba.


—¿Qué pasa? —Le preguntó el pelinegro al ver el estrés en su cara—. ¿Te lastimé? No puedo curarte sin levantar sospechas —se excusó débilmente.


Uruha negó como pudo—. Estoy… no tengo ropa… soy un chico —fue lo único que dijo.


Aoi sonrió de pronto, le acarició el cabello con delicadeza—. Lo sé desde el principio —le dio un beso en la frente, recostándolo boca abajo.


—¿No me odias? —realmente lucía confundido.


—Jamás podría odiarte —le quitó el cabello de la cara y sonrió.


—Estoy soñando —dijo Uruha en voz baja cerrando los ojos. 


—Disfrútalo —le respondió—. Uruha, quería decirte que yo… —no pudo decir nada más, el castaño ya estaba profundamente dormido.


Se recargó en la cabecera de la cama y suspiró. Pensó en Ayu, asesinada por Reita bajo las ordenes de Yoshiki. Pensó en su padre, asesinado por Yoshiki y pensó en Uruha. Lo observó como dormía, observó todas las heridas que tenía, aquello que había sufrido por su culpa, por tratar de salvarlo de una de las artimañas de su padre y lo caro que lo había pagado.


—Lo amas, ¿no? —La voz de Ayu sonó en su cabeza—. Esa historia que escuchaste solo logró que quisieras sacarlo aún más de aquí. 


—¿Puedes culparme? —Dijo resignado. 


—No, Yuu, no puedo. 


—Si pudiera retroceder el tiempo —sintió un nudo en la garganta—. Te he extrañado cada día de mi vida y te juro que no descansaré hasta vengar tu muerte, pero no puedo seguir ignorando lo que siento por tu recuerdo. 


Alzó la vista, la chica estaba sentada en la orilla de la cama, usando la misma ropa que llevaba cuando había muerto y tenía esa sonrisa que aún hacía a Aoi suspirar. Ayu no lo miraba, veía al castaño no con odio, si no compasión. Sabía que era una invención de su cabeza, pero esa invención lo había mantenido vivo durante tres años. 


—Te amo Yuu —dijo Ayu mirándolo finalmente—. Quería ser la madre tus hijos, la chica con la que compartieras todas tus noches, quería que envejeciéramos juntos —dejó de hablar cuando las lagrimas comenzaron a inundar sus ojos, Aoi sintió las propias en sus mejillas—. Solo quiero verte feliz y quiero asegurarme que él te hará feliz —miró a Uruha. 


—Ya lo hace, con tan poco y ya lo hace —dijo entrecortadamente—. Sé que es una locura, sé que es lo peor que podría haber hecho, sé que vine a vengarte, pero parece que vine a dejarte ir. Tengo que dejarte ir. 


La chica se levantó, colocándose a un lado de Aoi, se agachó y le dio un beso en la mejilla, con esto desapareció, dejando a los dos solos. El pelinegro lloró ligeramente sin despertar al otro, se detuvo después de unos minutos y miró a Uruha. 


—Voy a sacarte de aquí así sea lo último que haga —aseguró. 


 


 


 


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