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Oscuros deseos - Especial de navidad. por PinkuBurakku

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Notas del fanfic:

Especial de navidad, one shots de diferentes parejas del mundo magico; multishipper. 

- Especial I: Snarry - Severus Snape x Harry Potter 

- Especial II: Weasleycest - George Weasley x Fred Weasley. 

- Especial III: Draco Malfoy x Harry Potter x Tom Riddle 

- Especial IV: Draco Malfoy x Tom Riddle. 

Notas del capitulo:

Una nueva actividad, cortita pero interesante. Propuesta por el grupo Winzarding Shippers. Espero les guste. 

Los personajes aquí descritos no me pertenecen son propiedad de Jk Rowling, yo los uso solo para entretenimiento y sin ningún animo de lucro. 

Agradecimientos: Grupo Wizarding Shippers, a las creadoras de la actividad Yuki Gonzáles  e Isabel Ramírez. 

Pareja: Snarry - Severus Snape x Harry Potter. 

Lugar/Universo: La purga (12 horas para sobrevivir). 

Propuso la pareja: Konneii Mizuno. 

 Advertencia: Violencia explícita, Underage, Sangre, Romance. 

PK. 

 

     La luz titilante proveniente de los candelabros sobre mi cabeza, le van a la perfección a su cabello negro que tocado por el mundo de la luz y las sombras; se deja consumir por el brillo que sólo la sedosidad de miles de pociones sin sentido le pueden dar, lo he podido contastar. A pesar de lo que todos creían, Severus no era mejor que el estirado Lucius Malfoy en cuanto a vanidad se refería; sólo que el mago, guardaba una sutileza que rayaba en la perfección; el misterio innato de su persona. Hipnotizado, me muevo al compás de las hebras lisas ondeando entre sí, danzando al compás de la analitica cabeza al moverse o asentir; eso era todo lo que Severus aporta a la animada conversación en el comedor de la cocina. Es consciente de que lo veo al otro extremo de la cocina, creo que para este punto todos son conscientes de ello; pero no me importa en demasía. Era navidad, este era mi pequeño regalo personal, apreciar el delirio de todas mis hormonas sin madurar cómo componía Severus cuando prodigaba su perfecta esencia imperfecta.

Le sonreí, aunque sabía desde ya que el gesto no sería correspondido, lo acepté en silencio cuando su ceño fruncido fue lo único que me regaló el viejo profesor de pociones; el murciélago grasiento de las mazmorras que de ello, sólo el nombre. Severus no era agraciado para la opinión general de los brujos y magos sin conocimientos, ignorantes y estúpidos que componían mí generación. Estos afirmaban ciegamente que el viejo profesor era sólo eso, un viejo con una predilección obsesiva con las pociones; había escuchado incluso entre las brujas adolescentes, su seguramente falta de vigor, su senilidad y muchas otras idioteces más que llevaron a que accidentalmente un caldero fuera volcado en sus túnicas, me reí entre dientes, bajo y ahogado cuando la túnica en sus cuerpos comenzó a desaparecer debido a la hirviente porción. Una pequeña lección aunque no lo supieran.

Los pocos seres afortunados - muy pocos en verdad- que habían tenido la dicha de conocer el cuerpo de Severus, no sólo quedaron maravillados y catatónicos cómo mi propia persona sino que encontraron un hombre que supera las expectativas de la media; mucho más las de un adolescente que sabía de cuerpos tanto cómo sabía de historia mágica, nada. Sin temor a pecar de un adolescente hormonal y sin experiencia - que lo era y no tenía problema con reconocerlo -, Severus en verdad estaba muy bien, más que bien. Su cuerpo era un amalgama de músculos bien formados; duros y encantadoramente fuertes, conjurados bajo una piel blanca llena de cicatrices que no restan nada a su excelsa apariencia. De allí poco era lo que podía describir sin pecar de exagerado, un cuerpo increíblemente balanceado y proporcionado, un par de pequeños pezones que adoraba erguir a punta de lamidas y mordidas que luego plagarían todo su cuerpo, manos grandes y con gracia que se movían al compás de un caldero lleno de poción; eso que sólo hablaba de la parte superior de su cuerpo. Sí bajaba por el débil caminito de vello desde el ombligo hasta su entrepierna, la imagen mental era demasiada para aguantar por una larga y apenas empezada cena de nochebuena. 

En conclusión, estaba loco por el profesor; no sólo eso, la locura se estaba trastornando en mucho más que un plano gusto. Ambos lo sabíamos y por ello, Severus desviaba su mirada cuando lo veía e incluso se atrevía a tensionar los tendones del cuello y fruncir el ceño cuando la coquetería rayando en descaro - cómo el profesor llamaba -, tenía la malicia suficiente para guiñar un ojo o morder despacio los labios; era consciente de lo que ocurría en el cuerpo del pelinegro cuando lo hacía, una imagen mental parecida a la propia, muy caliente para una cena en la cocina de la mansión. A pesar de que Grimmauld Place era tan fría y húmeda, entre nosotros y nuestra mente juguetona empezaba a tornarse tibia. Para la fortuna de ambos, Sirius de la mano de Remus entraban en la cocina por fin después de una larga noche; sus sonrisas espléndidas decían mucho más de lo que todos quisimos saber. Retire la imagen mental de los que consideraba mis padres fornicando, guiando la desdeñosa película para adultos hacia Severus y toda la diversión que tendríamos una vez terminara la tediosa cena.

Ambos hombres tomaron asiento en la cabecera de la mesa, fui arrastrado entonces al lado de Remus, todos buscaron un lugar en la larga mesa. Severus a pesar de la apatía con Sirius, se apresuró con el mejor de los modales a ocupar el asiento frente a mí; un guiño más entre nosotros y una prueba más para los demás que entre el profesor y yo pasaba algo; algo sumamente turbio, caliente y perversamente ilegal. Esta era la jodida razón de todo, el ocultismo de nuestra relación de meses, de nuestro amor llamado pecado. Aún iba a la escuela, era menor de edad incluso para hacer magia; el profesor era un hombre experimentado, con la edad suficiente para asemejarse a mis padres y no a un chiquillo que aún no presentaba ni siquiera su Éxtasis. No sólo era una locura decirlo al mundo sino que Sirius castraría a Severus mientras Remus lo sostenía. Necesitaba las bolas del pelinegro en su lugar. Por eso sólo nos serviamos de miradas, sonrisas, guiños y palabras no dichas en voz alta. Aunque fuera un secreto a voces, era nuestro secreto. Prontamente revelado, pero justo ahora, secreto. 

La cena inicio, Sirius dio un discurso que apenas le dedique unos minutos de atención, demasiado concentrado en cómo Severus frunció la boca con cada una de las palabras del mago, podía jurar que incluso había torcido los ojos en una mueca bastante divertida poco antes de terminar el susodicho discurso. Apure la cena cuando fue servida por los elfos, teniendo cuidado de conservar los modales sólo por el mero hecho de ser observado por Severus. Le demostraría esta noche como todas las anteriores y todas las venideras, que ya no era un niño; era un hombre, el hombre que lo amaba y haría hasta lo imposible por él, incluso entregarle a Voldemort en bandeja de plata sí quería. Cuando el nombre cayó en mi boca, la comida supo un poco amarga, despeje la cabeza; era navidad, mi navidad con Severus. Comeremos, beberemos un poco de whisky de fuego auspiciado por Sirius, luego siguiendo la tradición muggle abriremos los regalos, nos deseamos feliz navidad y luego; entonces, si llegaría mi feliz navidad en mi habitación sellada con el delictivo profesor sobre la cama. Llevé una mano al bolsillo de la túnica, el regalo encogido de Severus hacia peso junto a la varita. Nada podría salir mal.

En realidad, era el elegido; todo podía salir mal mientras yo estuviera en la ecuación. Lo recordé con pesar cuando la pared colindante a mi estalló en miles de pedazos; las astillas de la madera cercenada surcaron el aire a mi alrededor llenando los pulmones del tormentoso olor a madera quemada y magia. La mesa rápidamente fue apartada, al igual que mí cuerpo fue expulsado hacia atrás; la espalda chocó contra el piso crujiendo espantosamente mientras, la cabeza rebota dolorosamente. Los sentidos hasta ahora en paz y las defensas abajo tardaron casi un minuto en reconocer el caos a mi alrededor; magos peleando, magia por todos lados, la casa siendo añicos mientras incluso del jodido techo desaparece. Con los sentidos aturdidos y las astillas enterradas por todo el cuerpo me erguí con temor a caerme. El temor se hizo realidad cuando el cuerpo se escurre en el piso al intentar erguirme. Las gafas estaban parcialmente rotas, pero aún por estas pude ver las capas negras surcando el aire y los rayos rojos siendo recibidos por más rayos rojos.

Los mortifagos peleaban con brio mientras las ansias asesinas en su cuerpo era incluso detectadas por mi; eran demasiados, más de una docena de los cabrones y a pesar de que la orden era conformada por magos experimentados y excelentes aurores, comenzaban a ser mitigados. Parpadee furiosamente intentando enfocar mucho más, el árbol de navidad a mi lado fue incinerado. Maldije cuando los pedazos de madera natural envueltos en fuego, caían sobre mí, al igual que todos los regalos escogidos perfectamente con detalle ahora meras masas carbonizadas. Me levanté por fin cuando un rayo rompió el piso a mi lado; rodeé sobre la espalda levantándome de un salto tambaleante, en un parpadeo la varita estaba en mi mano y un hechizo era lanzado por los labios hasta ahora sellados. El mago frente a mí, chocó furiosamente contra la pared de la cocina ahora sin paredes que separen la mansión. El estruendo fue tal, que ahora tenía todos los ojos sobre mí. Con varita en mano, busque el pelo negruzco de Sirius, el mago peleaba hábilmente mientras Remus le cuidaba la espalda; busqué entonces a Severus, el mago poco a poco era acorralado contra la pared. Quise gritar su nombre, pero este quede atorado en mi garganta al sentir la cicatriz arder; el demente estaba aquí.

Caí de rodillas nuevamente contra el deshecho piso, sosteniéndome la frente con fuerza y las lágrimas empañando la vista de por sí ya limitada. La varita tembló entre los dedos pero me aseguré de no dejarla correr por el piso a pesar que las astillas de la misma agujerean mi mano. Escuche el sonido típico de la aparición y antes de poder encajar que pasaba tras los ojos cerrados y aguados, mi cuerpo fue sostenido con fuerza. El olor a quemado aumentó, esta vez acompañado por el tormentoso olor de la sangre, me sostuve del cuerpo frente a mí, luchando contra lo inevitable estaba tan desenfocado en el dolor que apenas podía luchar. Mi cuerpo convulsionó cuando el típico agujero en mi estómago surgió al aparecerme. Por poco vomito lo poco ingerido de la cena al llegar quién sabe a dónde, me sostuve aún de rodillas el estómago maltratado, jadeando y sintiendo el sudor escurrir copiosamente por todo el cuerpo; maldije a Voldemort, no podía tener un jodido día normal. 

Unas rodillas cayeron frente a mí a la vez que unas manos me sostenían con fuerza seguramente al ver la palidez de la piel sudada; me removí furioso intentando con ahínco encontrar un hechizo para quitar el cuerpo sosteniéndome con fuerza, nada acudía a la mente turbada mientras mi nombre era coreado una y otra vez por una voz sumamente familiar pero ahora en la bruma de la inconsciencia poco entendía. El cuerpo tan agitado como el mío, me incitaba a alzar la cabeza sin dejar de llamarme, me rindo ante la premisa levantando el mentón, unos ojos profundamente ébano me reciben, angustiados y enmarcados por unas cejas fruncidas, la pupila brilla temblorosa; el mago por fin suspira al ver que reconozco sus ojos, lo haría dónde fuese. Amaba esos ojos; me rindo por fin, sostenido de su cuerpo. Respirando entrecortado, procurando calmarme con rapidez.

Siendo arrullado al igual que un niño después de una pesadilla, por los bruscos e inconstantes movimientos de los finos dedos de Severus; aún de rodillas me calmo de a poco intentando recordar qué había pasado, la imagen vivida del caos, la sangre, Severus, Sirius y Remus cruzó la pupila a una velocidad bastante rápida para lo sentidos adormecidos y privados de raciocinio. La imagen de mi padrino contra la pared y un par de mortigafos a su alrededor fue el aliciente perfecto para despejar la cabeza y salir del arrullo de Snape, me levanté apresurado analizando el lugar. Estantes llenos de libros y libros; de suelo a techo, un escritorio un poco viejo junto a una silla de cuero a juego, un par de sillones, un estante con algunos libros más y objetos mágicos.

Nunca había estado en el lugar, pero lo reconocí por los relatos de Severus. Estaba seguro por el momento, avanzó por todo el lugar hasta la chimenea con los pasos retumbantes del pelinegro a la espalda. Visualice con rapidez los polvos flú sobre la chimenea, tome un puñado integrando un pie dentro de la chimenea. Fui empujado de regreso antes de poder formular una sola palabra en la boca seca. Severus me empuja hacia atrás logrando que los polvos flú cayeran al suelo, llenando la alfombra de estos. Giró apenas el cuerpo para negar con la cabeza, adoptando su ceño fruncido a la perfección; el mar en calma de su pupilas me lo dijo todo. Era peor que un ceño fruncido, era peor que un enojo o una maldición, Severus Snape en calma significaba todo lo contrario, el mago estaba escondiendo todo lo que sentía bajo un grueso hielo de indiferencia. Tome nuevamente los polvos flú y estos, nuevamente fueron a parar a la alfombra; me gire por completo, perdemos tiempo valioso.

- Necesito volver por Sirius - Reclame al sentir su mano fija en mí muñeca alejándose con rapidez de la chimenea, mi cuerpo fue a dar contra la pared al otro extremo del estudio.

- Ahora necesitamos alejarnos del mundo muggle, ir a otro refugio de la orden y esperar a los demás - Ordenó el mago conjurando su patronus. Después de unas escasas palabras, volvía a fijar sus ojos negros sobre mí, brazos cruzados incluidos.

- Necesito volver con Sirius; estaba lleno de mortifagos ... ¿Acaso no entiendes que pueden matarlo o peor?, casi lo pierdo una vez, no habrá una segunda - Avance a pesar de la negativa de Severus, recorriendo el lugar sin saber muy bien dónde estaba cada cosa, pero apañándomelas para llegar a la puerta. Sí el profesor no me iba a dejar usar la chimenea; tendría que viajar por otros medios, aunque eso pusiera en juego mi autonomía, de hecho esperaba que sucediera así los demás serían dejados en paz y toda la atención estaría enfocada en mí.

Al salir sin embargo, un tumulto de personas me recibieron; máscaras, lentejuelas, luces, trajes de seda, pintura, todo un conjunto sin sentido de extravagancias y excentricidad netamente de un carnaval; uno particularmente pintoresco y peligroso sí tenía en cuenta los bates con púas, las armas a plena vista y los cuchillos tan largos y gruesos que era ridículo. Congelado, paso la mirada sin entender por los muggles; se supone que era navidad, no deberían estar estos acaso en sus casas, repartiendo una cena, comiendo un maldito pavo o alguna costumbre similar, según la tradición vendida a los magos ese era el comportamiento normal de dicha festividad. No recordaba púas, cuchillos o navajas en la navidad que pase con los Dursley. Cuánto habían cambiado las navidades en un par de años. Aún sin entender un carajo, alce la varita dispuesto a aparecer en cualquier lugar menos en la acera dónde estaban anclados mis pies, el peligro era palpitante en el aire; sin embargo los muggles estaban quietos, esperando sabrá Merlín qué cosa, extendiendo de este modo la zozobra pegada al aire en el lugar.

Ajuste la varita entre los dedos y eche a andar por la acera. Era muy obvio que no podría dar paso atrás, sobretodo no podía comprometer la ubicación de Severus. A medida que avanzaba, los ojos detrás de las teatrales máscaras se pegaban a mi cuerpo como el peor de los insectos, analizando cada paso dado por mi ahora tenso cuerpo, algo iba jodidamente mal sólo que no sabía el qué. Por poco echó a correr al final de la calle cuando una mano se ajustó a mi brazo, apunte la varita sin pesar, la punta de la madera se incrustó en la piel; a pesar de tener el detector, haría magia aunque esto me cueste una expulsión de Hogwarts. Para mi fortuna sólo era Severus asesinandome con la mirada, arrastrando mi cuerpo callejón abajo, serpenteando con soltura los cuerpos con la mirada fija en ambos. Me remuevo cuando la espalda toca la pared fría del oscuro callejón donde el pelinegro nos encerró a ambos. Su mano contra los labios, limitando mi boca y hablar a meros jadeos enojados. A pesar de la oscuridad, lo asesine con la mirada. Nuevamente, estaba perdiendo tiempo.

- Cállate Potter, deja de ser un estúpido Gryffindor por un momento y piensa - Murmuró Snape tan bajo, que apenas lo escuche, el mago giraba la cabeza a ambos lados buscando sin encontrar nada. Fruncí el ceño, el mago se había vuelto loco. Mordí sus dedos para poder zafarme del furioso agarre.

- Los mortifagos nos encontraran tarde que temprano, debes ir a tu casa. Yo iré por Sirius necesitamos movernos ...- El mago fijó sus pupilas asesinas sobre las mías decididas; no obstante estas tenían un tono peligrosamente burlón contra la escasez de luz del lugar. No me gustaba ese gesto, era Severus, siendo una jodida serpiente -... Vete Snape, no podemos comprometer tu posición - El mago se rió cruelmente; una ácida risa sin chiste o diversión alguna. De hecho su mano se fijo como el cemento a los ladrillos tras mi espalda. Sus tendones crujieron y supe que lo que saldría de sus labios; no me gustaría. 

- A veces de verdad, me preguntó porque salgo con un maldito Gryffindor, son tan idiotas que me duele la cabeza de solo escucharte ...- La serpiente dentro de Snape salió con veneno incluido, maldije su lengua viperina llevando ambas manos a su pecho dando un empujón seco que apenas movió el mago; la maldición de un cuerpo bien formado y curado por la edad -... Piensa Potter, si llegaron a Grimmauld Place es obvio que mi posición ya está comprometida, con un jodido demonio; me lleve al elegido de la mano y no estoy en la mansión Malfoy entregando al corderito ... Incluso para los mortifagos, es una verdad aplastante por encima de sus escasas neuronas - El mago estaba en su elemento; la crueldad, la boca se me secó ante tal consigna. El brujo, tenía toda la razón. La brumosa desazón de no saber qué hacer ahora me ataca, las neuronas iban tan rápido que me causaba jaqueca al intentar pensar. Tartamudee sin sentido.

Antes de poder volver a abrir la boca, una estruendosa y chillona alarma más parecida al llanto de una mandrágora surco el aire. Me encogí un poco con el trémulo silencio que le siguió a la alarma estruendosamente tétrica. Mire a Snape desde mi lugar, casi encogido sobre su pecho al estar este próximo a mi cuerpo, el mago no me miraba sino a nuestros laterales; no supe en qué momento pero la varita estaba en su mano libre, su cuerpo tenso de pies a cabeza, justo para atacar o correr en un segundo, estaba esperando un ataque. Abrí la boca nuevamente, esta vez sin entender que jodido pasaba pero una voz, femenina y sería surco nuevamente el aire.

 

" Esta no es una prueba.

Este es su sistema de transmisiones de emergencia anunciando el inicio de la depuración anual, sancionado por el gobierno del Reino Unido.

Se autoriza el uso de armas de clase 4 e inferiores durante la depuración, se restringen las armas de otra clase a los funcionarios gubernamentales de clase 10 se les otorga inmunidad y no deben ser agredidos.

Al sonar la sirena, todo y cualquier delito, incluido el asesinato será legal durante 12 horas continuas.

Los servicios policiales, de bomberos y médicos de emergencia no estarán disponibles hasta las 7 am, al concluir la depuración. Bendita sea la madre de la patria y nuestro país, una nación renacida.

Dios salve a la reina "

 

Nuevamente antes de poder emitir palabra alguna, mi cuerpo era ajustado con mucha más fuerza contra la pared de ladrillo, la mano antes al lado de mi cabeza usada para intimidarme, ahora se posaba en mi boca nuevamente pidiendo silencio. Snape aún sin verme, enfoco la vista en sus laterales mientras una horrorosa y fulminante luz verde neón brillaba a nuestro alrededor. Al final de la calle el caos de cientos de gritos, huesos rotos y el olor a sangre residual en el aire me cubrió de pies a cabeza; no sabía qué jodidos pasaba pero mi mente rehuyo en mi cabeza, sin querer saber. Un par de minutos tensos nos abrazó con fuerza, Snape no me soltaba, convirtiéndose en un halcón. Un halcón que vislumbro el peligro al final de la calle porque en un solo parpadeo, alzó la varita y desplegó un mortal Avada kedavra. La boca se secó viendo el espectáculo, los pies sin embargo apuraron sobre el frío callejón saliendo de él, más luz neón nos cubrió, esta vez un rojo chillón siendo apenas absorbido por luces blancas y azules. La gloriosa bandera de Inglaterra brillo en la mitad de la noche mientras corría por las aceras sin tener maldita idea de que escapaba.

Sin detenerse siquiera por el tamborileo extenuante de absorber calles y calles bajo los pies, Snape de mi mano corría unos pasos delante siempre con la varita entre los dedos expulsando de ella uno tras otro maleficio asesino; aterrado lo quería detener, si un Avada te lleva a Azkaban, no sabía que harían tantos juntos. El beso del dementor sería una nimiedad al lado de la condena del mago, pero este parecía inmerso en escapar sin importar siquiera su vida una vez terminara de correr. Los muggles se apartaban de nuestro camino; muchos más gritos y sangre coronan nuestro andar, los pulmones expulsan fuego en vez de aire. La cabeza iba a estallarme y los músculos de las piernas se resienten ante tanto esfuerzo, por poco caigo contra el suelo al detenerme de súbito, otro jodido callejón y Snape me tiraba contra los ladrillos de nuevo. Su mano húmeda me cubrió la boca impidiendo que respirara adecuadamente, me ahogaba con cada suspiro.

- Escucha bien Potter, ahora mismo el mundo muggle es mucho más peligroso que el mágico; no sabes dónde nos metiste y tampoco tengo tiempo de explicarte ...- El mago agitado, apenas podía vocalizar dejando de lado su siempre impecable porte por uno mucho más agresivo y agotado. Casi un animalillo en crisis, abrí la boca pero una jodida vez más fue cerrada por Snape, comenzaba a volverse irritando el gesto -... Te dije una vez que había un día donde los muggle se volvían más dementes de lo que son, bueno ese día es hoy y justo ahora. Porque lo hacen, carece de sentido más que sus egoístas cosas de muggles estúpidos e irracionales; pero al estar aquí también nos involucra, los magos que se quedan en el mundo no magico para cuando empieza la purga, se atienen a las malditas consecuencias; ahora estamos aquí y debemos correr hasta que el sol despunte en el cielo o no quedará nada de ti que el loco de Voldemort pueda joder - Lo único que pude absorber de la verborrea de Snape, fue la palabra purga.

La purga en mi escaso y limitado entendimiento de la historia mágica, era asociado a una cacería desmedida justo cómo había sucedido siglos atrás con las brujas, magos y hechiceros. Sin motivo específico sólo conjunto de estupideces injustificadas. Con un paso más, la carrera se avivó nuevamente y supe ahora que estaba realmente jodido. Los muggles armados afloraron en mi mente, estaba más que jodido, esta vez apure el paso junto a Snape alzando la varita cuando un muggle con una maldita y ruidosa cosa con hoja dentada se acercó demasiado a mi cuerpo. El muggle cayó al suelo, muerto. Nunca antes había matado a alguien y no podía sentir nada más allá que una imperiosa necesidad de seguir andando y salir del peligro, ahora no sólo por mí, sino por Severus. Ni siquiera Azkaban importaba ahora, ni el ministerio mismo. Necesitaba sacar a Severus del Londres muggle. Una nueva pared y mi espalda chocó furiosamente, esta vez con tanta fuerza que las vértebras crujieron y la varita por poco se desliza de los dedos temblorosos.

- ¡¿Qué carajos hiciste Harry?! - El grito de Snape helado chocó con mi mejilla caliente, no sabía en qué momentos había comenzado a nevar o era que en mí fuga furiosa apenas había notado la nieve, no lo sabía. Era navidad y estaba escapando junto a mi amante por las apestosas calles de Londres muggle, todo carecía de importancia al lado de eso -... ¡Tienes el detector, los mortifagos ahora saben dónde estás! - Apenas cuando sus palabras encajaron en mi cerebro, segundos después de ser gritadas en mi cara, lo recordé; apenas tenía dieciséis. Mierda. 

Antes de poder pronunciar algo, un rayo verduzco en sintonía con el callejón neón explotó contra los ladrillos aledaños, no tuve que ser un genio para saber a qué se debía. El cuerpo de Snape se separó del mío al menos por contados segundos; su espalda chocó con la mía, mientras a dos manos intentamos mitigar el gran número de mortifigafos que intentaban arrastrarme a sus garras y joderle la cabeza a mi pareja. Enojado mucho más que miedoso, ataque sin pensar en consecuencias de un futuro lejano si no nos deshacemos del grupo de lunáticos al frente; lance un perfecto Crucio que impactó de lleno con el mago detrás de la máscara de hueso. El mago gritó, pero fue silenciado por un nuevo Avada Kedavra, uno más a mi condena lejana. Agitado y jodidamente molesto por la navidad perfecta arruinada, el paradero inexistente de mi padrino, Remus o algún miembro de la orden y el ataque contra mi amante apunte y dispare sin conciencia. Sólo la burbujeante necesidad de poner a salvo a Snape.

Esta vez al derrumbar el último mago, fui yo el que sostuvo la muñeca de Severus y lo tire lejos del callejón, surcamos un par de muggles más antes de descansar agotados contra una pared de ladrillos flojos; los músculos de ambos resentidos de tanto correr por quién sabe cuánto tiempo sucumbieron el esfuerzos tirando ambos cuerpo contra el piso húmedo por la nieve; mortalmente frío pero que en la situación actual ayudaba a sofocar el calor lacerante de tanto correteo, ambos nos agazapamos detrás de un gigantesco contenedor de basura. Snape a mi lado tirando su cabeza hacia atrás para poder respirar, en otra situación me hubiese rendido de su falta de decoro, aquella que siempre me recordaba que no tenía ni una pizca. Con el perfil del pelinegro me maldije por la situación actual; no era la navidad que esperaba tener. Sin duda quería a Snape jadeando y tan rojo como lo estaba debido al esfuerzo, pero no por correr y escapar por nuestra vida.

Sostuve su mano, con la adrenalina a tope y los pulmones sin funcionar adecuadamente ante tanto esfuerzo; murmure su nombre junto a una maldición estrangulada en la casi penumbra del callejón vacío. Snape giró su cuerpo bañado en sudor, con la túnica desgarrada por partes y la sangre bailando en su cuerpo descubierto. El profesor había tenido la peor parte del trabajo, ahora quién era el mártir. Su sacrificio por mi me enfermaba tanto cómo lo amaba; la incongruencia en su máxima expresión. Sin pensar siquiera en lo que hacía tire del mago a mi regazo a pesar de estar cubierto en sudor, apenas respirando y con el corazón en la garganta. Snape se removió sin querer el contacto, pero puse mucha más fuerza en este, toda la que tenía y al final el profesor ofuscado accedió. Su cuerpo se amolda a la perfección con el propio. Los muslos se adecuaron al reducido espacio en mis caderas, mis manos se ajustaron a las fuertes caderas adornando las perfectas y largas piernas embutidas en sus pantalones negros. Tire de su pecho pegado al propio sin saber cuánto tiempo tenía antes de ser descubierto una nueva vez.

El mago prediciendo las sucias intenciones, ajusto los dedos con la varita incluida al desordenado cabello sobre mi cabeza, tirando de esta hasta que nuestra boca encajo. No había tiempo de roces divertidos, coquetos o profundos que siempre marcaban nuestro andar. Los dientes chocaron estruendosamente mientras la boca contraria era devorada con aún la adrenalina en el sistema. Bebi de los labios abiertos con maestría aprendida del pocionista, enredando los dedos con más ahínco en la túnica sobre su cadera, haciendo jirones de esta tirando con tanta fuerza que esta se rasgó por los parches faltantes que había. La serpiente jadeo contra los labios, mordiendo estos con ahínco cuando los helados dedos entraron en juego con su tibia piel. Tiro del cabello enmarañado con fuerza, mi cabeza chocó contra los ladrillos estrepitosamente mientras Snape me recordaba quién mandaba en la pelea, a pesar de ser el elegido, la última esperanza del mundo mágico y posible héroe de guerra; era fácilmente manejado por los hábiles dedos del profesor de pociones. 

Bebí cada uno de sus jadeos, entregando los propios, mordiendo con ahínco la piel suave circundante a los calientes labios, succionando la imperiosa lengua viperina que tanto me ponía en aprietos. Los dedos presionaron con más ahínco la piel tibia, embriagado por completo de la fibrosidad de este; los músculos tensionados me reciben con cada pulgada que recorría hasta delinear las vértebras inferiores. Estaba en mi propio mundo, dónde sólo Severus Snape existía. Dicho ser, tiró con más energía del cabello, pegando casi asfixiantemente los pechos unidos. Las uñas acariciaron el cuero cabelludo, pronto tenía una bonita y dura erección entre los pantalones, palmeó el trasero del profesor sólo por morbo, sintiendo la dureza de tal maravilla entre los dedos. El profesor gruño llevando una mano hasta uno de los bíceps aún escondidos dentro de mi camisa, tiro del pezón duro dentro de esta, gemi de puro gusto. Las manos se encajaron morbosamente, un nuevo pliegue roído por la magia conecto con mis dedos y al sentir la frialdad de este trozo de piel, recordé excitado el regalo que tenía para el profesor.

Dejando muy a mi pesar su piel desnuda, lleve los dedos hasta el bolsillo del pantalón comprobando si después de tal maratón todavía el regalo del profesor estaba allí, para mi sorpresa; la caja encogida aún estaba dentro. Con el culo dormido por la nieve cubriéndolo por completo, la espalda tensa por el esfuerzo y el cuello extendido para ser besado por Snape, me separe un poco de sus labios adictivos. El profesor gruño para mi diversión, pero me permitió separarme lo justo de su cuerpo; las pupilas dilatadas, perfectas y oscuras me miraron detrás de las largas pestañas ébano. Una de sus cejas tupidas, alzada esperando tal interrupción a la entrega de lengua y saliva. No había tiempo, tenía que aprovecharlo. Sabiendo que no podía efectuar el hechizo, le tendí la caja en miniatura, este se encargó del resto; un hechizo convertido en gemidito debido a la alteración arterial en su cuerpo después, la caja adopta su verdadero tamaño separando aún más nuestros cuerpos.

El mago sabiendo lo que era desde ya debido al logo tamaño industrial en el centro de la caja. Abrió la misma con los dedos temblorosos llenos de anticipación; una preciosa túnica negra azabache, llena de cuanta estupidez cara encontre se tendió en sus dedos; su mirada se llenó de asombro al ver los botones chapados en oro y la filigrana de plata tejida en toda la túnica, bordeando la misma. La túnica había reducido unos cuantiosos galeones de oro de mí bóveda pero había valido totalmente la pena al ver la expresión llena de sorpresa en mi pareja, palmee su culo incitando a probarsela, afianzando las palabras al desprenderlo con un poco de incomodidad de su túnica roída y rota. El mago aún poco convencido, se ajustó la fina tela sin abrochar sobre la lisa camisa blanca sobre el cuerpo. Me enorgullezco al dar con la talla perfecta, se ajustaba espectacularmente a su anatomía.

- Feliz navidad, Amor - Murmure aún sin dejar de recorrerlo con la mirada. La túnica era perfecta, no tenía nada que envidiarle a las pomposas prendas de los magos aristocráticos. Los ojos de Snape chocaron con las esmeraldas, a pesar de lo que creí era sentimentalismo. Sólo encontré diversión, sana y caótica diversión. Justo la mirada que amaba en Snape.

- La navidad que ambos planeamos y queríamos - Murmuró el profesor irónico pero sin rayar en la molestia, sabiendo que decir exactamente para no menguar mi humor ahora flojo, sino, aumentar el mismo. Tenía toda la razón en su ironía, esta precisamente no era la navidad esperada escapando de muggles y mortifagos. 

- Si pudiera darte la cabeza del ministro muggle, Voldemort o todos los mortifagos del mundo mágico como regalo de navidad. Lo haría; así iríamos a tu casa y follariamos toda la noche buena sin preocupaciones sobre nuestro cuello - Snape se rió, cómo era natural. Una floja y casi amarga risa. El problema de andar con el elegido. Mi cabeza tenía precio hasta que Voldemort no falleciera.

El silencio se cierne sobre ambos con los gritos de los muggles a nuestro alrededor, ambientando nuestra caótica noche buena. El olor a sangre era palpable cada vez más y me abstuve de sacar la cabeza de la tibia camisa de Snape y ver si no estaba salpicado de sangre con el olor tan penetrante. No hubieron arrullos o palabras dulces, no eran propias de ninguno de ambos; sólo dos cabezas calculando que pasó dar ahora que tanta muerte se cierne sobre ambos, no podemos aparecernos o el ministerio, Voldemort y hasta los muertos Peverell se enterarían. Eso era lo jodido de ser menor de edad y sin permiso para hacer magia. Sin tan sólo el mundo muggle y sus raras tradiciones de navidad se consumieran, si el ministro se fuera a tomar por culo, si el lunático de Voldemort se muriera; sí tan sólo todo el mundo se fuera al demonio, podría tener mi navidad con Severus, sólo los dos, justo como lo planeamos. La idea se afianzó en mi cabeza junto al dormido cerebro gracias a la frialdad del aire.

No podía acabar con todos los muggles de la ciudad, a pesar del supuestamente elevado poder era físicamente imposible, debía vivir con ello. Por otro lado tampoco podía matar al ministro, ni siquiera podía levantar el culo de la nieve usando magia sin que éste se enterase; lo mismo correspondía a la orden o cualquier brujo con mi rastreador; Voldemort incluido. Pensé, o eso quise creer, ya no sabía si siquiera lo hacía. Voldemort; la raíz de todos mis problemas. Ahora mismo podría estar en la cama junto a Snape, gritando su nombre tan alto que las paredes resuenen en la húmeda mansión Black. Quizás con uno o dos vasos de whisky de fuego en las venas y toda la valentía de terminar en orgasmo y al despertar, gritarle a todo el mundo que amaba a Snape; mi navidad perfecta.

Pero en vez de eso, estaba con el culo dormido, en un callejón pobremente iluminado en el Londres muggle; con mortifagos yendo tras mi cabeza y sobretodo y más importante, tras la de mi pareja, con muggles dementes con cuchillos y bates con púas acechando en las esquinas y una purga que apenas entendía en funcionamiento. Todo por culpa de un lunático con ínfulas de poder y carente de nariz; por esa miseria, yo era infeliz justo en el día en que debía estar derrochando felicidad y éxtasis. El pensamiento, fermento mi mente, tan rápido que apenas tuve tiempo - o quise - detenerlo. Bien no era la navidad planeada, pero me adaptaria. La mejoraría. Sí el problema se cortaba de raíz, no había más qué decir.

- No, detén ese pensamiento antes que germine - Amenazó Snape levantando mi rostro de la comodidad de su pecho. Negando fervientemente, no me sorprendió siquiera que estaba en mi cabeza; utilizando sus sucias pero grandes habilidades en la legeremancia, apenas lo había sentido dentro. Succione el labio inferior, debía hacerse; justo hoy y ahora. Así lo había decidido. 

- Pero ... Soy el elegido - Intente aunque odiaba el apodo, ahora era el mejor aliciente para convencer a mi pareja sobre las caderas que se sobaba con descaro aunque no fuera su intención. Sólo quería levantarse, mis dedos se lo impedían. Severus frunce el ceño nuevamente, esta vez encajando con más fuerza los dedos en mi cabeza. Las miradas se encontraban a la perfección, sin siquiera un mísero copo de nieve de por medio.

- Antes de ser el elegido, eres Harry Potter mi amante y pareja; no te arriesgare a pesar de lo que piense Dumbledore o todo el jodido mundo mágico - Murmuró el mago, el pecho frío se llena de tibieza ante sus palabras y el miedo generalizado por primera vez en su mirada ante el desparpajo de mi declaración; no obstante era gryffindor, era tan valiente como terco. No retrocedía, el gusano de la estupidez ya había germinado en mi cerebro. Lo haría, justo hoy, en navidad con los dementes muggles de testigos para bajar del pedestal divino dónde Voldemort se encontraba a sí mismo. Le quitaria incluso su dudosa pureza de sangre.

- Soy el elegido ... El único que en verdad puede ...- Le recordé al pelinegro que llenó de pavor, se levantó de un solo movimiento fluido, entre más negaba el mago, más afirmaba mi cabeza. Sí quería la navidad perfecta, el año perfecto, la vida perfecta que merecía después de tanta mierda y sangre derramada llena de mis seres queridos. Debía hacerse -... Sería un buen regalo de navidad ...- Murmuré levantándome con menos entusiasmo que Severus, las piernas estaban terriblemente dormidas y cosquilleando por el esfuerzo de ponerme en pie después de pasar por el tormentoso calor de la agitación al helado frío de la quietud. Snape cómo supuse, ondeó la costosa túnica de un lado a otro - ... Mucho mejor que ese - Pronuncie estirando las piernas, necesitaba los músculos calientes sí quiera hacer esto. Me acerque a Snape saqueando su boca nuevamente, a pesar de la negación de este y la boca jodidamente tieza, los labios no cooperan.

- Potter - Murmuró sin ceder, tan terco como mi propio ser. Sonreí ante esto, dejando un beso superficial, calentando en forma el cuerpo con el tibio aliento de mi pareja contra el paladar. Vire a ambos lados, esperando que no hubiesen muggles cerca, a pesar que los gritos se escuchaban cerca. No había un alma en el callejón aparte de ambos. No podía ser más perfecto.

- Tengo el rastreador Severus, estará aquí en un segundo ...- le recordé, dando por sentada la discusión a pesar de lo que esto conlleva si es que acaso salía mal. Moriría si era el caso aunque no quería pensar en ello, pero el maldito demente, no joderia uno sólo de mis días más, mucho menos el de Severus, el susodicho aún sin estar convencido, tiro de mi tunica llena de nieve y sangre debido a la muerte encima -... Puedo con él, por ti, por mí... Por todos ...- Lleve una mano hasta la frente del mago donde un hilito de sangre seca le corría libre después de la batalla con los mortifagos. Limpie la costra, sería la última gota que derramara Severus -... Sí lo mato aquí, en el mundo muggle, en un día que está exclusivamente destinado a ello. No nos mandaran a Azkaban por los Crucios, Avada Kedavra y las mil normas que nos pasamos por el culo al escapar - Un nuevo recuerdo y cada vez más Snape se resignaba a lo inevitable. Era la única solución a las consecuencias de las pocas horas en el mundo muggle. Ni siquiera abogar por nuestras vidas serviría de algo contra el ministerio. 

- Maldigo tu vena Gryffindor, el sombrero seleccionador por enviarte a la jodida casa y tu maldita necesidad de siempre ser un mártir …- Sonreír a pesar de que el mago me estaba técnicamente insultando. Así era Severus, tan jodidamente pragmático que era un milagro de Merlín cómo estábamos juntos, probé nuevamente con sus labios, estos se abrieron a mi -... El arma del mundo mágico - Recalcó el mago mordiendo con furioso descontento los labios llenos de su propia saliva, dominando por completo la situación ahora de pie; los centímetros entre ambos se hicieron notar.

Ajuste los dedos al cabello extremadamente liso del mago, tirando de este hasta acortar la distancia que nos separaba. El mortifago, ajustó los dedos a las caderas heladas tras la costosa túnica que portaba, haciéndose dueño y señor de toda la piel bajo su toque. Jadee cuando los dientes y succiones furiosas se adentraron en la peligrosa ecuación, debido al peligro al acecho, pero era precisamente ese peligro el que nos motivaba a seguir adelante, a morder con saña y succionar con gula. No quería pensar en que sería nuestro último y fortuito beso, pero cabía la posibilidad y aunque haría todo para que este no fuese el final; era mejor disfrutar a cabalidad la humedad de los labios ajenos y en cómo jadeaba al morderlo con demasiada fuerza producto de la adrenalina nuevamente en la sangre, el corazón en la garganta y el cuerpo temblando con la magia al tope en mí cuerpo.

Severus se movió hasta darme la vuelta por completo, soltando mi cintura para levantar la varita que por poco olvido estaba en su mano. Conjuro el hechizo contra mi boca, lo saboree como la mejor de las amortentias. Tan dañino pero excitante, la dolorosa erección olvidada volvió a refulgir, aunque no era el momento ni el lugar; era imposible detener lo inevitable. Me separe del cuerpo del pelinegro cuando el peso muerto de lo que supuse era un muggle cayó contra el suelo blanquecino. No le dedique una mirada levantando la varita hacia mi pareja, el primer hechizo y el cual traería al mismísimo demonio hasta mí, fue pronunciado bajo y lento, acariciando los últimos momentos de paz. El mago frente a mí, enarco una ceja burlón, lo ignore deliberadamente; no lo arriesgaría. Uno a uno salieron los hechizos protegiendo el cuerpo del pelinegro delante de mí, con cada uno sólo era cuestión de tiempo para que el verdadero peligro se cierne sobre ambos. Al cuarto hechizo, la piel letrina aparece en el radar y puedo sentir con premura la espalda cubierta de fina tela de Severus.

- Si voy a hacer esto, haré que valga la pena - Acote, levantando la varita, tan bajo que sólo el mago podía escucharme; una prematura pero necesitaba despedida por si algo salía cómo no lo tenía planeado mi cabeza. El mago ajustó por completo la espalda a la propia levantando la varita. Listo para atacar. Los mortifagos nos rodearon a ambos. Era ahora o nunca; por mi maldita navidad planeada.

- Hora de expiar los pecados de joderme al elegido - Declaró el pelinegro aclarándose la garganta por sobre la verborrea del mago oscuro frente a mí. El cual cayó al escuchar las palabras de Severus aunque sólo habían sido pronunciadas para mi oído. Sonreí, no había vuelta atrás en la verdadera purga.

- El niño que vivió quiere morir …- Pronunció claramente el maníaco de Voldemort ante el primer y decisivo ataque. Un maleficio que rebotó en su cuerpo ante el bien conjurado contra ataque, diluyéndose en el cuerpo de uno de sus súbditos. Este agonizó hasta que la magia le arrancó la vida deshaciendo su piel en largas y profundas heridas supurantes -... Con gusto te haré el milagro. Un regalo perfecto de navidad para el traidor a la sangre que está tras tu espalda - Amenazó a Severus y sentí explotar con el cúmulo de sentimientos discordantes que me habían azotado en las últimas horas, desde la felicidad infinita hasta la duda lacerante. 

Apunte el cuerpo, sin piedad siquiera, conjurando un tormentoso Crucio que dio de lleno con su objetivo llenando la calle de gritos y maldiciones coronadas con mi nombre. El cuerpo seco y viejo se rompió en pedazos mientras intentaba retroceder la magia fortuita que escapaba por cada poro de la piel helada siendo bañada por la nieve, siendo apenas sostenida por la sola necesidad de vencer. Apunto y disparo sin detenerme a pensar en mi famlia su paradero o Snape, sobretodo el mago que se ajusta a la espalda conteniendo el peligro inminente de un grupo de mortifagos sin líder, porque cuando la tierra tragó el cuerpo moribundo del proclamado Lord recién calentando motores, sentí el corazón caer a los pies y la piel temblar. El mago se acercó amenazante, con la varita en alto queriendo proclamar su poderío debido a su superioridad numérica. No me amedrenta, aprovechando la agitación por el reciente Crucio apuntó nuevamente el maleficio; otro más. Ambos chocaron contra Voldemort. El primero rebotando penosamente, el segundo impactando su pecho.

Vi las pupilas rojizas temblar vilmente sin poder creer tanta osadía. El calmado y siempre recto león le devolvía una cucharada de su propia medicina; utilizando los bajos trucos que usaba para amenazar y flagelar ahora eran utilizados en su propia piel letrina; el mago explotó. Aún desde el piso con los espasmos recorriendo el esquelético cuerpo, una fuerte onda verduzca salió desde la punta de su varita; sabía que no podía esquivar sin poner en riesgo a Severus, hinche el pecho y levanté la varita, era ahora o nunca. El rayo de magia verduzca chocó con el escandaloso bordo de mi esencia. Ambas fuerzas crearon un gran estruendo, mientras el sudor baja por mi columna tensa y adolorida. El primer en rendirse sería el primero en morir, no quería ni deseaba hacerlo, no más; ahora tenía una verdadera razón por la cual luchar, egoísta e ilícita. Ajuste los mortificados dedos con más ahínco imponiéndome sobre el mago sobre el suelo, muevo la muñeca murmurando despacito el maleficio que le pondría fin a todo; por fin.

El latín recorrió la lengua, abrazado a las cuerdas vocales; expulsando el maleficio como la mejor de las serpientes. Al estar conectadas las varitas, el maleficio recorrió los dedos cosquilleando la punta de estos antes de viajar por la varita, nuestro lazo y finalmente llegar a su perpetuo objetivo. El mago abre los ojos impresionado o aterrado, no tuve el tiempo suficiente para verlo; en mi mente siempre quedará grabada la expresión de pánico en aquellas facciones inexistentes. El lazo se rompe, mi cuerpo va a dar contra el suelo ante la poderosa onda de la mortífera muerte bañada en magia. La vida de Voldemort se consume y con ello la poca paz que quedaba en el lugar, los gritos se intensifican, el odio y el miedo bañan las tropas vestidas de negro. Levanté firme la varita dispuesto a matarlo a cada uno de ellos si se acercaban mucho, no obstante, no fue necesario. Mi cuerpo fue sujetado con la primera caricia de un sagaz maleficio. Sentí el estómago revelarse y la absorción de las piernas que apenas me sostenían. Lo siguiente que supe, es que estaba con la espalda contra la nieve; menos densa y más en calma. 

Respire entrecortado por la furiosa necesidad de vomitar, sumada a la fragilidad de los huesos y el escándalo montado por los pulmones encendidos en fuego. Toso para evitar atragantarme con mi propia lengua, me agarró el estómago mareado intentando enfocar detrás de las gafas empañadas y deliberadamente rotas. Un par de zapatos perfectamente lustrados aparece en el foco de mí atención, no sólo un par; eran tres de hecho. Sacudí la cabeza con la apenas conciencia que los magos, no tenían tres piernas. Lentamente me rendí a la fatiga momentánea a pesar de la sorda adrenalina en el sistema, con satisfacción reconozco la costosa túnica bordada de filigrana plateada y botones dorados; debajo, la camisa de fina seda. Ajustada y húmeda por el esfuerzo, los músculos se flexionan hacia mi pero me pierdo hipnotizados en ellos. La grave voz del mago entra en mi subconsciente pero no madura lo suficientemente rápido para poder entender qué dice.

- ¿Estás bien? ... No tengo el don de la medimagia - Su pregunta llena de un ácido sarcasmo y motas de preocupación sacan una sonrisa en mi agitado rostro. Me sostengo de su pantorrilla, arrastrándome como un gusano por su cuerpo, ignorando la mano que pretendía ayudarme. Casi tiro al mago al suelo para poder escalar por su fuerte cuerpo, cuando sus mirada conecta con la propia; todo vale la pena.

Antes de saquear su boca cómo quería, primero viro a ambos lados esperando el peligro en cada esquina; sin embargo además de los charcos de sangre, los cuerpos incinerándose, el odioso olor a carne quemada y el caos colindante a las calles vecinas. Todo parece estar en su tétrico lugar, era nochebuena después de todo. Una vez seguro que nadie nos interrumpiría, busco el premio que hábilmente gane al derrotar al demente mago letrino, la construcción de nuestro futuro juntos, aquel que cimente para ambos. Llevo ambos brazos al cuello tenso de Severus, enganchando de este para acceder a su boca, las caderas temblorosas pronto son sostenidas por los finos dedos de Severus. Piel con piel, alineamos las bocas para mezclar ambos alientos agitados y calientes. Las succiones desesperadas, las manos furtivas y las ganas llenas de mortal adrenalina no se hacen esperar. Devoro la cavidad brindada a conciencia, saqueando como todo un experto la húmeda boca, mordiendo los deliciosos labios rotos y bailando con la lengua ajena en una pelea en la que me rindo con facilidad.

Snape baja las manos desesperado por todo el cuerpo que se le entrega a su morboso antojo, sosteniendo el culo entre los dedos sobre la túnica sin pudor alguno; gimo con ganas tirando del sedoso cabello pegado a su nuca, acercando aún más la habilidosa boca del mago, bebiendo cada chorro de la densa y turbia saliva que escapa de sus labios y se encuentra con la propia, los pulmones expulsan cada vez más calor pero poco importa incluso si siento que me ahogo, moriría por esa boca. El mundo carece de importancia cuando pudo sentir la divinidad del cuerpo en crisis y desesperado pegado a la perfección con el propio. La divinidad hecha prohibido pecado carnal. Nuestro amor ilícito siendo expiado; gracias a la muerte, el sudor, la sangre y los gemidos ahogados. Podía perderme por la eternidad entre las furtivas caricias que poco a poco aumentaban a roces descarados llenando de aún más inmoralidad nuestro encuentro. Me separo apenas cuando un grito resuena estruendosamente en la solitaria calle.

- Vamos antes que algún maldito muggle venga con sus sesos hechos trizas a jodernos - Murmura de mala gana el mago, empujando con descaro las caderas haciéndome saber su necesidad, una que poco dista de la propia. Con una risita coqueta le concedo el poder moverme a su vil ritmo, entrando entre tropezones hasta la casa tras nuestra espalda. No pregunté, aunque las respuestas aparecieron con los minutos.

La puerta cerrándose a mi espalda, fue el detonante perfecto para que las telas por más finas que fueran sean tiradas con desesperación casi rasgándose hasta que estuvieron fuera del camino de las manos traviesas y los roces obscenos. Los labios encontraron su propio ritmo y los dientes chocaron entre sí ante tanta locura no contenida. No llegaríamos hasta la cama si quiera, ajuste las piernas con un empujoncito de Snape a sus caderas sintiendo el martilleo constante de su dureza contra el interior de los muslos húmedos por la nieve y el sudor. Las uñas se encajan en los brazos cubiertos del pocionista, tirando con ahínco de la camisa. Snape se ríe ante tanta desesperación aunque su cuerpo estaba en el mismo estado atormentado.

- Feliz navidad, Señor Potter - Murmura el mago con ahora por fin el tacto de la tibia piel de mi pecho en su boca, lamiendo y succionando cada centímetro de la blanquecina superficie.

- Feliz navidad, amor …- Respondo a su llamado ahogado ahora con uno de los pezones dentro de la boca del pelinegro; arrancó la camisa de su pecho rompiendo la tela gracias a mi indiscutible magia. El mago reprende tanta ferocidad mordiendo el pezón con saña a pesar que esto me incita a mover la cadera contra su dureza -... La mejor de todas - La innegable verdad queda sellada con los labios del mago nuevamente sobre los propios. La primera de perversas y perfectas navidades por venir.

Gimo el nombre del mago y este parece temblar lleno de anticipación, quitando por completo y hábilmente la camisa residual bajo la túnica. La boca encuentra la piel de mi garganta lista para ser mordida y marcada. No lo detendría, esas serian marcas para presumir mañana cuando otra batalla se pose sobre nuestras cabezas, esperaba que Sirius, no torturara mucho a Severus, la idea a pesar de ser morbosamente oscura me causó una extraña risa que constituía un gemido ahogado más que una propia risa. Era irreal la escena de mi padrino hechizando al pocionista por tocar a su hijo. Con el sol apenas apareciendo por los ventanales cubiertos por pesadas cortinas, supe que aún nos quedaban unas pocas horas antes de que el caos estalle nuevamente para nosotros. Ahora, sólo quedaba disfrutar de la navidad después de la extravagante noche buena. Ya habíamos pagado el alto precio por la libidinosa fornicación que nos envolveria; sólo quedaba disfrutar mi regalo en el purgatorio. 

Notas finales:

Gracias por leerme hasta aqui, en este especial de navidad un poco atrasado; como siempre en mi. Pero cumplo. Enserio gracias, a quienes a pesar de esto aun me leen. Nos vemos en otra actualización. 

Pk. 


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