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Carpe diem por RLangdon

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Su cuerpo se sentía rígido, su piel acartonada y su mente estática. Sus labios entreabiertos despedían irregulares formas de vapor en consecuencia del frío. 
 
La suave brisa se había convertido en un soplo inclemente contra su piel. Cómo esquirlas incrustandose en cada zona expuesta. Sin embargo, Will Graham continuó avanzando. Cuál marioneta siendo tironeada por una fuerza magnética, invisible a ojos humanos. Sus piernas respondían al eco de una voz conocida, forzandole a caminar en automático. Un pie delante del otro, siguiendo los trazos rectos sobre el pavimento. 
 
Era un alce. Había sufrido una metamorfosis completa y no había vuelta de hoja. 
 
Cuando los faros le alumbraron el rostro de lleno, y el sonido agudo del claxon se interpuso en su camino, el espejismo se rompió. El susurro del bosque se desvaneció, el revestimiento del siervo se desprendió de su piel, y solo quedó Will Graham. De frente al automóvil, cegado por las luces, aturdido por el ruido y completamente desorientado. 
 
Ahora se sentía liviano, casi etéreo. 
 
Cuando la figura abandonó el vehículo para correr en su dirección, Will tomó una honda bocanada de aire helado. Sus sentidos volvían a eclipsarse. 
 
—Will ¿Puedes escucharme?
 
Un ligero zarandeo en el hombro terminó por devolverlo a la realidad. Will pestañeó mucho más rápido. Una segunda silueta bajó del automóvil para acercarse. 
 
Fue entonces que Will lo recordó. No estaba siguiendo una voz, sino una orden. 
 
"Es parte del plan, Will. Apegate al plan y recuperarás a Willy"
 
La voz de Hannibal reverberó una vez más en sus pensamientos. 
 
—Vas a estar bien.
 
La afirmación provenía de una voz conocida. Aterciopelada y persuasiva. Similar a la de Hannibal.
 
—Bedelia— consiguió decir, distinguiendo el pálido semblante de la susodicha. Dejó de preocuparse cuando sus rodillas perdieron fuerza.
 
¿Qué le había dado Hannibal? 
 
Se sentía igual que cuando había perdido el raciocinio y se creyó responsable de la muerte de Abigail.  
 
Era la misma sensación nauseabunda y hueca, el abismo de lo incierto. Cuando la mente deja de funcionar y los recuerdos se emborronan en niebla. 
 
Lentamente se dejó conducir hacia el vehículo. No podía pensar con claridad, pero si Hannibal estaba en lo cierto, y el plan funcionaba, tendría a Willy consigo. Y eso, era lo que más deseaba en la vida.
 
**
 
Su mente se encontraba aún adormilada, difusa. La escasa retahíla de palabras que había intentado pronunciar minutos antes, habían brotado atropelladas e inconexas. Era como si su cuerpo y su mente yacieran en dos planos completamente diferentes. 
 
Cerró los ojos y arrugó la frente ante el inesperado fulgor que rodeó por entero su cuerpo. Halos de luz cegadora se esparcieron sobre él. Fue entonces que Will cobró más consciencia del lugar en que se encontraba. 
 
Palpó la plancha de metal pulido, tamborileando con suavidad las yemas de los dedos sobre la helada superficie. 
 
En sus pensamientos se entremezclaban fugaces visiones de la cabaña. Su refugio y el de Hannibal. Apenas se levantaba un velo cuando sus recuerdos volvían a ensombrecer, a difuminarse y sobreponerse unos con otros  en un revoltijo sin fin. Veía a Abigail, veía a Garret, después a Randall, a Frederick y a Molly. Y los cuerpos desfilaban uno tras otro, sumidos en la pobredumbre y la putrefacción, teñidos de sangre seca, sus articulaciones rígidas y sus expresiones congeladas por el tiempo. Y siempre era Will el responsable, directo o indirecto de sus muertes. 
 
Quiso apartar desesperadamente esas imágenes. Su pulso se aceleraba, su respiración se tornaba más y más errática. Sus párpados vibraban sin cesar ante la molestia intangible. Cuando la luz desapareció, Will se forzó a abrir los ojos. Aferró con fuerza el costado de la bata azul y cuando su cuerpo abandonó del todo el cilindro de la máquina de resonancia, se sintió más confundido que nunca al reparar en la presencia de Alana Bloom, quién, seria y soberbia, lo observaba. Junto a él estaba Jack, exhibiendo un semblante que se debatía entre la pesadumbre y el enojo. Cuando Will se supo analizado, deseó exteriorizar sus dudas, pero todo quedó en un burdo intento cuando las palabras volvieron a trabarse en una maraña ininteligible al trepidar por su garganta.
 
Pronto fue apoyado por el neurólogo para abandonar la plancha de metal y sentarse en una de las acojinadas sillas de la clinica. Cada vez estaba más mareado y confundido. Sabía cómo y con ayuda de quién había llegado hasta allí, pero Will desconocía las causas, el método que lo mantenía en un estado de trance, cautivo en su propia mente. 
 
De un momento a otro, Jack le tendió un block junto a un bolígrafo.
 
—Caminabas sonámbulo por la carretera, próximo a la bifurcación con Druid Hill Park— la explicación de Jack fue directa, al igual que la mirada que le dirigió. Con dedos temblorosos, Will tomó el bolígrafo. —¿Quieres explicarnos que fue lo que ocurrió?
 
Will apoyó la punta de la pluma sobre el papel, pensando brevemente en lo que escribiría a continuación, tratando inútilmente de impedir que su mente se bloqueara de nuevo. Debía poner en orden las ideas que quería externizar. Hannibal, él había sido el responsable.
 
Dispuesto a incriminarlo, dispuso el trazo irregular de lo que pretendía ser una línea, sin embargo, se detuvo al rememorar a Walter. 
 
Los ojos de Jack se entonaron hacia la hoja. Miró preocupado a Will, sintiéndose culpable por la serie de acontecimientos que habían tenido lugar desde su visita a California. A causa de todo el embrollo, se había quedado sin empleo, pero Will estaba pasando un trago mucho más amargo que el suyo. Su familia se había visto envuelta en los sucesos. 
 
¿De que manera podría haber afectado a la inestable psiquis de Graham? 
 
Jack lo había utilizado como un instrumento, sin embargo no se midió, no fue prudente en sus movimientos. Ya antes se lo había comunicado Alana y no la escucho. 
 
—Will. Necesito que te concentres y me ayudes a llegar a él. — a pesar de todo, no podía inculparlo. Will había dejado escapar a Hannibal, le había otorgado la libertad deliberadamente. Podría haber sido forzado o manipulado, y él debía llegar al fondo de los hechos. Aun si había sido dado de baja, si ya no era su obligación y ya no debía inmiscuirse. 
 
En actitud reflexiva, Will empezó a garabatear palabras sobre una de las hojas. 
 
"¿Quién me trajo aquí?" 
 
Jack leyó y esperó a que añadiera algo más, pero al ver que no lo hacía, procedió a explicar.
 
—Bedelia se puso en contacto conmigo para comunicarme sobre tu visita a su domicilio— expuso con seriedad. —Querías encontrar a Hannibal y usaste como recurso sus últimos vínculos afectivos. Cómo no obtuviste lo que querías y Bedelía no supo darte una respuesta convincente, decidiste buscarlo por tu cuenta. Así pues, Will ¿Qué hacías cerca del bosque? 
 
Mirando en dirección a Alana, Will repasó despacio la explicación. No tenía sentido que Hannibal recurriera a una estrategia tan arriesgada. Lo que ponía de manifiesto Jack era genuino, pero no en su totalidad. Eran mentiras cinceladas con verdades. Aquello encajaba más con las artimañas de Lecter. 
 
—Revisamos su departamento varias veces, Will. —Jack tomó el bolígrafo y lo alentó a seguir escribiendo. —Si crees que Bedelia puede estar implicada con Hannibal, puedes hacermelo saber. Dame razones. Dame algo para comenzar a buscar. 
 
Will cambió la hoja y procedió a garabatear otras preguntas que no tardó en mostrar al ex agente.
 
"¿Que hay del Dragón rojo? ¿Van a atraparlo o piensan acorralar primero a Hannibal?" 
 
En respuesta a las interrogantes, Jack negó con la cabeza.
 
—Ya no formamos parte del caso. Eso le concierne a la policía. Ellos se encargarán. Tienen el informe y el expediente. 
 
Más despejado, Will escribió de nuevo. 
 
"No es suficiente" 
 
—¿Qué hacías en el bosque, Will?
 
Will se puso de pie, dejando la libreta y el bolígrafo sobre la silla, negándose a responder nada más. Estaba decidido a irse cuando el brazo de Alana lo tomó de su hombro derecho, reteniendolo.
 
Sus miradas volvieron a encontrarse, y Will experimentó un hondo estremecimiento al desconocer el semblante neutro de quién alguna vez quiso. Al igual que él, Alana había sufrido una metamorfosis. Hannibal la había cambiado, la había moldeado a su antojo, configurando su mente para llegar a su corazón y cuando no le sirvió más, sólo la quito de en medio, atentando contra su vida. 
 
—Queremos ayudarte, Will— aseguró sin vacilación en el tono. —Lo que sea que Hannibal te haya prometido... —descendió su muñeca hasta el costado de la bata, haciéndola a un lado para dejar al descubierto parte de la cicatriz que surcaba su abdomen. —Sabes como terminará.
 
Will le sostuvo la mirada con entereza. Sabía que la sentencia de Alana era cierta. No se podía confiar en Hannibal, pero entonces ¿En quién debía confiar? 
 
Ni Alana ni Jack le habían creído cuando teorizó respecto a Hannibal. Habían puesto a Lecter en un pedestal mientras a él lo condenaban al ostracismo en un psiquiátrico. Estaba solo en esto, no debía fiarse de nadie. Debía seguir el juego de Hannibal para poder atraer al Dragón en su dirección y entonces...lo atraparía. 
 
—¿Sabes a dónde pudo haber ido?
 
Ante la nueva pregunta, Will cerró los ojos. De algún modo, Hannibal se las había ingeniado para borrar sus últimos recuerdos, como si no existieran. Se había asegurado de que no lo volviera a traicionar. 
 
Después de asentir en dirección a Jack, el neurólogo abandonó su lugar para ir hacia ellos.
 
—Es mejor que pases la noche en el hospital. Debes estar bajo estricta vigilancia médica hasta que tenga los resultados de la resonancia y se emita la orden para trasladarte a psiquiatría.
 
Will cerró los puños al saberse acorralado. No podía irse aunque lo deseara. 
 
¿De que forma era plan de Hannibal entregarlo? 
 
¿Acaso era su venganza por la traición, su quid pro quo? 
 
Vio de reojo el calendario sobre la mesa. Faltaban cuatro días para la próxima luna llena. Era su última oportunidad para detenerlos a ambos, o lo perdería todo de nuevo.
 

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