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Nosferatus por PinkuBurakku

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Notas del fanfic:

Pareja: Draco Malfoy/Severus Snape/ Harry Potter. 

 

Nota: A lo largo de la historia encontraras capítulos con: parejas secundarias cambiantes y algunas cuestionables, violencia física y grafica típica del canon, violencia psicológica; sangre, manipulación mental, infidelidades, poliamor. Crueldad, tortura, temas sensibles y cuestionables, voyerismo no consentido, secuestro, contenido sexualmente explicito. Humillaciones. Consumo de drogas y alcohol, comportamientos abusivos, manipuladores, celosos, obsesivos y posesivos. Muerte de personajes. Omegaverse (con todo lo que conlleva el tema). Mpreg implícito.  Acoso, lenguaje inapropiado. Sexo fuerte, confesiones de amor empalagosas y mucho drama. Traumas, mentiras y secretos. Una moral tambaleante en TODOS los personajes.  

 

1- La historia tiene como el tema original la mafia y el omegaverse; por ende va a ver mucha violencia típica del canon, sadismo, crueldad, etc. También tendrá las castas muy marcadas y su dosis de alfas creyéndose Dioses omnipotentes.  

 

2- La pareja principal de la historia es un M/M/M. No habrá triángulos amorosos, en que el protagonista se quede con una sola pareja.  Son tres protagonistas, Harry, Severus y Draco; los tres tendrán que adaptarse a su realidad conjunta. Sin embargo, cada parte de esta triada tendrá su desarrollo,  aunque el numero de capítulos varia de un personaje a otro. 

 

3- Es una historia omegaverse, con una pareja Omega/Alfa/Omega.  Habrá Omega/Omega. 

 

4- Hay una ligera diferencia de clases y una diferencia de edad de al menos diez años. 

 

5- Historia larga, a veces confusa y con una secuencia de capitulación extraña. Pido perdón de antemano. 

 

6- Historia ficticia, No romantizar los comportamientos ni actitudes aquí descritas.  

 

Si algo de lo anterior no es de tu agrado, por favor no leas, sigue tu camino.

Notas del capitulo:

 

Nueva historia, nacida de una promesa y una necesidad propia; espero les guste. Estará plagada de locura, canciones para ambientar los capítulos y muchos guiños de películas del genero.

Advertencias: Secuestro, violencia, perdida de sangre, asesinato implícito. Uso de drogas sin consentimiento. 

Everyday Struggle, A day in the life of the fool remix -

Frank Sinatra/ Notorious Big 

 

     Los días nublados son en definitiva los más nostálgicos, pero no por ello, los menos hermosos. Recuerdo los días sobre el alféizar de la ventana en casa, rodeado de campo y calma; mientras afuera la lluvia caía a cántaros, los perros ladraban correteando grillos y luciérnagas, las gruesas gotas humedecían el cristal a mi lado, y en el interior la calefacción hacia su trabajo, mientras dibujaba sobre una gruesa libreta de papel, regalo entrañable de mi abuelo. Rememoro los trazos gruesos, sobre el papel fino; el olor de la cocoa caliente a mi lado y el aroma penetrante de los limones recién cortados, esparcidos por toda la cocina, dónde con regularidad, me escondía del mundo a mi corta edad. La cera de colores, desintegrándose sin rumbo, era mi único polo a tierra, mientras el tintineo de las ollas y sartenes, me arrullan en mi recóndito escondite. Mamá, tardará un poco en encontrarme, mientras puedo terminar mi obra de arte, misma que será ajustada con imanes en el refrigerador; incluso puedo terminar mi cocoa antes de ser descubierto, las perspectivas de mi mente vuelan aún más lejos, si soy lo suficiente cauteloso cómo me ha enseñado el alfa, puedo ir a jugar con el perro, los grillos y las luciérnagas. Al despertar mi casta, son pocas las aventuras que puedo vivir junto a mi madre omega, pero sin duda, el alfa; puede apoyarme en mi cruzada personal. Puedo saltar uno o dos charcos junto a James, antes de ser atrapados por la pelirroja. Apuro el crayón en mi libreta, ante el paisaje hasta que la punta cruje, amenazando con romperse, aún así no me molesta; papá me espera detrás de la ventana húmeda.

Recuerdos cómo esos, son atesorados en los días de lluvia; dónde la hermosura del mundo, se ha diluido junto a la cocoa, los crayones y el olor a limón. Reemplazado por la tenacidad de la vida al crecer, el asfalto por el campo y los grillos, por la civilización en auge, irritante y bullosa. Tarde aprendí, a tener mucho más temple que para escaparme en una travesura. Los vicios, componen la perfecta gasolina para empujarme hacia al frente. Los limones recién cortados, han sido reemplazado por el aroma sintético de frutas en el filtro de mi cigarrillo, los pitidos de ollas y sartenes, han sido consumidos por el vaho que expulso al exhalar el humo que corona mis pulmones; la lluvia es lo único que aún se aferra a mi cabeza, sin embargo, ahora no la vislumbro detrás del grueso vidrio de la ventana, sino que adoro su plenitud con los dedos fuera del alféizar, empapando la piel del helado líquido, mientras mi alma se empapa de los recuerdos; mamá no puede reñirme ahora, ni siquiera puede alcanzarme. Absorbo del pitillo entre los dedos, un poco más de melancolía, ribeteada de aspereza, siempre sucede después de un sueño con mi familia, aún así; echando un vistazo a la lluvia afuera, la hermosura de los recuerdos manchados de tristeza, aún se conserva. En medio de la agonía, el mundo aún puede parecer bello. Es una lección aprendida, en los museos que suelo visitar; la hermosura, no siempre es estéticamente perfecta. En mi tristeza, encuentro paz y divinidad. No permito que las gruesas nubes, perturben tal concepción.

Echo un vistazo a la vida afuera de mi ventana; el mundo gira mientras me detengo un momento a apreciarlo, hombres y mujeres corretean espantados de algo tan banal, cómo las gruesas gotas de lluvia, algunos con paraguas pretenden impedir lo inevitable, sin embargo, la humedad atorada en sus tobillos, recalcan la victoria de la tormenta sobre sus insignificantes cuerpos. Los zapatos salpicados de barro, se alzan burlones de sus portadores. Me entretengo, admirando al alfa que altivo cruza la calle, maldiciendo al ser mojado por un auto que pasa a una gran velocidad, es el riesgo de vivir en la ciudad, todos siempre tienen prisa. Por un largo momento, me limito a admirar los transeúntes y terminar el cigarrillo entre los dedos, perdiendo el tiempo, aunque de hecho voy tarde para el trabajo; esté siempre permanecerá en su lugar, no tiene importancia apurar lo inevitable. Doy una nueva exhalación, al vislumbrar a un incauto seducido por la lluvia, este no utilizado aditamento alguno para cubrirse del chaparrón, vagando entre sus tormentas con soltura; sonrío cómplice con el sujeto, quisiera la valentía con la cual, se une a la vida; este entiende la perfección banal de la lluvia. La emoción en su rostro es plena, mientras avanza impávido entre los callejones; preso de un poco de su osadía, termino el cigarrillo, tirando la colilla al cenicero a la vez que me sostengo del marco de la ventana, sacando casi la mitad de mi cuerpo fuera de esta; la lluvia me inunda en segundos. El beso helado de esta me gobierna, la simpleza de lo perfecto, me sobrecoge. Definitivamente, es hermoso.

Aguardo todo el tiempo que puedo fuera de la ventana, empapando incluso mi alma libre, más allá del campus y sus frondosos árboles, mucho más lejos de las calles encharcadas y los seres que sobreviven en estas; presos del lugar menos amable de la ciudad. Por un momento vuelvo al campo lleno de grillos, perros ladrando y el poderoso olor a limón recién cortado. Mi momento de introspección, termina al rendirse los brazos y ante el peso de la realidad endurecida, bajo el grito de algún lunático que en medio de una algarabía, quebranta la pacífica lluvia. Me arrastro dentro de la habitación, jadeando con una mueca ante el súbito cambio en el ambiente; las maldiciones no se hacen esperar afuera, frunzo un poco la boca, ni siquiera estar empapado de cintura para arriba, me puede perturbar tanto cómo los gritos imperecederos. Odio la violencia. Me sacudo el ligero temblor que me sobrecoge, no por miedo; sólo por disgusto. Vamos Harry, vas tarde al trabajo. A pesar de la conciencia de horas extras a cuestas, y lo que significa para el trabajo acumulado junto a la computadora, me tomo el tiempo de una correcta ducha caliente, sacudiendo con ella, los últimos trazos de pesadillas y desazón reciente. El derecho y la política criminal, no irán a ningún lado. En medio de mi calma aventura llena de vapor, hago una nota mental para visitar a mis padres al terminar el turno; la madrugada es la mejor hora para surcar los vigilantes dormidos. Pasan diez minutos, antes que la regadera, escupa sus últimos trazos de agua caliente.

Al salir lo hago con la piel completamente rojiza, mientras vago por el reducido baño; ingiriendo en el camino a la habitación, los anticonceptivos del día, los supresores y el controlador de aroma, rutina diaria de un omega. Sólo apuro el paso, al estar por completo vestido, mientras intento domar el increíblemente desordenado cabello azabache, este se enreda en ángulos equidistantes entre sí, hasta que la masa se apelmaza seca sólo por la gracia del secador de mano. Decido que así quedará, me acomodo los lentes y le echó un último vistazo a la habitación compartida; un perfecto desastre, uno adecuado para el omega que compongo. Derrapo cerca de la puerta, dando un traspié a ambas zapatillas, mientras ando con un poco más de garbo fuera del campus. El umbral de la habitación compartida, queda a la deriva al vislumbrar la hora en el teléfono. Aprieto el paso entre los estrechos corredores del bloque de habitaciones. Al bajar las escaleras, salto los últimos escalones, sintiendo los primeros besos de la lluvia contra las zapatillas; me he convertido en un excursionista del bacanal húmedo que sacude mi alma, adueñándose de la misma; no me molesta empaparme al salir al campus. Lo verdaderamente alarmante, es el vicio consumido que me espera fuera de la universidad; lo único aceptable a decir verdad en este lado de la ciudad. Sin embargo, un omega huérfano, melancólico, joven, soltero; sin marca o prospecto futuro, apenas puede anhelar mucho más, al menos hasta tener algo de respaldo en la sociedad, mismo que persigo con la carrera de abogado, una odisea en sí misma.

Echando un vistazo a cada lado, atravieso la solitaria, chorreante y ennegrecida facultad, directamente hacia la calle principal. Hermoso panorama. Atestado de personas corriendo, para ocultarse de la lluvia, feromonas por doquier y la locura propia de la tarde consumiéndose, detrás de las oscurecidas nubes. Me consumo en la odisea de llegar al otro lado de la calle, mientras los coches pasan a toda pastilla por el asfalto, a pesar de la indicaciones de transeúntes cerca; en la ciudad inundada por la locura, la prisa es un componente más de la sangre, excelsos inhumanos cómo yo, son los únicos que se pueden permitir un poco de calma, incluso en medio de una tormenta y cuantiosos minutos de retraso. En medio del aluvión, persigo las sombras ocultas en los callejones, por mera costumbre mientras repaso cada lado de la calle, aunque sea una carretera de una sola dirección; nunca se sabe. Subo el cuello del abrigo al pasar corriendo, atravesando ambos extremos de la acera. La lluvia es mi estado natural, al ingresar en el callejón al lado del café de la esquina. Me deslizo por la extensa callejuela, vagando las pupilas hacia el fondo del lugar, sólo para asegurarme que no hay alma apostada, contra las puertas dobles de metal, sólo cómo mero instinto de conservación. Me pierdo en la tenue oscuridad, misma que se trepa, incluso más allá de las paredes de húmedos ladrillos salientes. Ignoró el cartel de neón al fondo del ennegrecido paraje, desviando a la primera puerta antes del paraíso

Serpenteo los adoquines empapados, repiqueteando al son de las gotas, que rápidamente quedan atrás mientras los recorro con rapidez; tambaleándome de un azulejo a otro, ignorando no sólo el olor nauseabundo de la basura, desbordando entre los gigantescos cestos atestados; sino los chillidos discordantes más allá de los límites de la esquina; mismo dónde omegas, betas y alfas, transan al mejor postor un poco de adrenalina y diversión. Una sana diversión, que es el motor para seguir el día a día, en la caótica ciudad dónde todos, nos vendemos al mejor postor, sin importar nuestro trabajo. Una vez uno de los muchachos, me había dicho que somos putas sólo que con diferente proxeneta, al día de hoy, aún le doy razón a su verborrea. Por un sólo instante, observo más allá de las metálicas puertas rojizas; el camino al nirvana. Al verlo todos los días, casi puedo considerarme parte del Edén. De no tener el puesto en el café, sin duda, estaría en ese bacanal privado de moral. No me trastoca en lo más mínimo la perspectiva; todos somos putas. Por el momento, agradezco la calma que me brinda el café, mismo que se alza impávido. Tomo una gran exhalación al entrar. Empujo la puerta trasera, desajustando con maestría el pequeño pasador escondido entre las pesadas placas metálicas. Al ingresar un poderoso olor a café, vainilla, chocolate y leche tibia que envuelven. Apresuro el andar, al ver que es mi día de suerte; el jefe no está, sólo un par de compañeros que se agrupan detrás de la barra; echando una mirada esquiva a mi tumultuosa llegada. 

Ron el omega a cargo, me señala la orden de llegada, asiento en silencio; bienvenidas horas extras, siento cómo los olvidados deberes en la computadora, se apilan indiscriminadamente; hoy será una noche larga. Dejo de lado la autocomplacencia junto al abrigo, por las órdenes amontonadas que me esperan. Un mandil después, estoy tomando órdenes, sonriendo con la mejor mueca que puedo conformar. Los alfas, betas e incluso omegas, sin importar su género, parecen embrujados ante la sencillez de dicho acto; se pierden en su naturaleza básica, ante la gracia de un omega, mucho más si este no tiene marca alguna sobre el cuello. No es casualidad, que nuestro uniforme, juegue con la inocencia del pecado; la piel se alza detrás de la camisa abierta, sólo cómo un aditamento para las propinas. Mi día empieza oficialmente, con el primer roce incriminado en la mano, al dejar el primer pedido, junto a un halago con sabor a demencia, hermosos ojos, la repetición de la burda abalanza, me deja seco ante ese primer embiste. Soy un omega, tengo hermosos ojos y la piel besada por el sol. ¿Hay algo aún más interesante que puedan componer?. No, las neuronas se consumen, ante la prohibición de lo que no pueden tocar. Tres horas pasan, antes de dar un suspiro agotado; las mejillas se han entumecido mientras las órdenes no paran de llegar, la lluvia afuera es el aliciente perfecto para el caos dentro del acogedor café. Al menos, conservo un par de billetes de más, nada mal

Al terminar de contar la cuantiosa propina que un alfa me ha dado por la hermosura de mis ojos, le hago una seña a Ron, mi compañero no sólo de trabajo sino de habitación; el omega asiente un poco distraído, recontando la propina que ha recibido del último cliente; aunque apenas me presta atención, igual me deslizo lejos de la barra y el caos de la noche decreciente. Dejo al chico con los billetes, mientras salgo al callejón completamente consumido por la oscuridad, dada las horas que corren junto a la ligera llovizna; la única luz que gobierna el lugar, es el cartel de neón al inicio de la calle; mismo qué indica la indecencia que se oculta, al cruzar el fondo del callejón. Los sonidos ilícitos, se alzan en comunión con la noche; la diversión, tornándose viciosa e impúdica para oídos de un omega. Aún así, no retrocedo, sin ser afectado en lo más mínimo, por los gemidos salientes de las puertas dobles, firmemente cerradas y reforzadas; mismas por las cuales, un cuerpo ligeramente tambaleante, se arrastra a la claridad que brinda, mi encendedor al vomitar su luz amarillenta contra mis dedos y el cigarrillo entre estos. Me agazapo contra las puertas metálicas, cobijándome detrás del delgado techo sobre la misma, ocultándome ligeramente por mera supervivencia, hasta que la sombra fina se convierte en la imagen vivida de una persona, una con demasiado olor a alfa encima qué perturba mi espacio vital. El omega no oculta su olor, así que puedo absorber todo su aroma a chocolate mientras se acerca. Saco otro pitillo de la cajetilla, al vislumbrarlo lo suficientemente cerca, le tiendo el cilindro repleto de nicotina y calma, una distracción de su mundo en colores neón. 

Neville, es un omega castaño, de ojos grandes y labios delgados, levemente fornido, excéntricamente lampiño y pálido; posee una de las sonrisas más contagiosas y verdaderas que conozco, siempre y cuando no esté contaminada con un mal cliente. Orillado a la ligera demencia, la excentricidad de la carne y la sinceridad de un buen consuelo; trabaja en el callejón del placer, sólo para sostener la carrera de derecho y a su abuela, una anciana que poca importancia le brinda al omega, pero que absorbe cada uno de sus centavos. Al sentirlo junto al costado, no me molesto en apartarlo o ofrecerle consuelo alguno; aunque puedo sentir el ligero olor a sangre en el ambiente, proveniente de algún lugar del chico. Fumamos en silencio, siendo el consuelo ajeno, sin decirnos una sola palabra. Nuestro único lenguaje es la nicotina que perturba nuestra alma, sobre la oscuridad que nos envuelve; con el pasar de los minutos, en medio de ondas imperturbables de color blanco, agregamos un par de sonrisas al menú. Sin embargo, la complicidad silenciosa que nos rodea, es rota de súbito. Ambos saltamos, ante el fuerte estruendo que corona la calma qué nos circunda. Los dos viramos hacia el inicio del callejón, dónde varios autos pasan a toda velocidad, poco interesante, no obstante las balas retumbando entre ellos, nos tensan los músculos de pies a cabeza. La ráfaga de disparos es ensordecedora, incluso perturbadora mientras los vidrios saltan por los aires. 

Los gritos no se hacen esperar, un par, son de ambos debido a la impresión. Después, todo se consume en perpetuo mutismo, incluso el callejón a mi lado queda mortalmente en calma; la misma lluvia, parece detenerse, congelándose en la nada. Por un minuto o dos, todo lo que puedo hacer es respirar, mientras uno de los autos en plena contienda, se estrella contra el inicio del callejón. El estruendo es poderoso, devolviendo todo el sonido al universo. Las maldiciones inundan todo el lugar, mientras las balas ahora redirigidas, saltan por todo el jodido espacio, volviendo polvo los ladrillos y añicos el metal; los casquillos besando el suelo, son el detonante personal para moverme. Me cubro los oídos agazapándose aún más contra la plancha de metal a la espalda, discerniendo en medio de la lluvia de balas y las floridas maldiciones que se dedican los uno a los otros, antes de reclamar su vida entre ellos; aspiró el aire aunque así no lo pretenda, alfas, todos ellos lo son. Maldita sea. Sus pasos retumban al ahondar en el callejón, unos perseguidos y otros persiguiéndolos, no tiene real importancia cuando la sangre salta en medio de la llovizna y las balas, encuentran su camino contra las paredes del callejón y la carne tibia de los alfas; gritan al morir, un sonido que permanecerá en mi subconsciente por un buen rato. A pesar de estar abrumado, casi paralizado; me apresuro a la puerta de metal, al observar las sombras de los alfas demasiado cerca. Aún encogido junto a Neville, busco el pasador a tientas, los dedos temblorosos dan contra este después de fallar un par de veces. Duele al raspar el metal con las uñas.

Al chirriar el portón, empujo la pesada puerta de una patada, trayendo en el trayecto a Neville, siento una bala chocar contra el metal antes de arrastrarnos dentro. El omega a mi lado jadea espantado, mientras los atronadores pasos nos persiguen incluso dentro del café; las balas saltan junto a los gritos mientras los alfas, perturban el acogedor lugar. Arrastro al castaño hasta la cocina, escondiéndonos detrás de las máquinas de café; tarde comprendo que los alfas no sólo están a la espalda. Lo primero que percibo, es el sonido ensordecedor de las balas al frente, estallando el gran ventanal de la entrada; los vidrios saltan tanto cómo lo hace Neville a mi lado al escuchar los chillidos que nos cubren por todos lados. El caos gobierna todo recoveco del café, mientras las personas corren y otras con menos suerte, se desploman en el lugar. El olor ferroso de la sangre junto a las poderosas feromonas de alfas, perturban el aire, viciándolo hasta que es insostenible; respiro con dificultad, sintiendo el sudor bajar cómo una catarata por mis brazos. Sin embargo, esto no es lo que me quiebra por completo los nervios, sino el alfa al frente, a pesar de tener la espalda cubierta por las máquinas de café y la barra un poco más allá, el verdadero peligro está al frente. Un alfa completamente ataviado de negro, ojos filosos y un arma más grande que su antebrazo, dirige sus trastornados ojos a nosotros. Veo la maldad, transfigurarse en sus facciones, al aspirar el miedo que nos corona la piel. Antes de poder gritar correctamente ante el pavor, este cae sobre mí. 

Empujo a Neville al lado, cuando veo al alfa demasiado cerca; su cuerpo cae sobre el propio hasta quedar tendido en el frío suelo. Grito hasta que la garganta, se quiebra en sus límites. Me remuevo contra el hombre, hasta comprender que en realidad, el sujeto está muerto. Me deslizo fuera de su cuerpo, recorriéndolo con ojos desorbitados, hasta encontrar un hueco en su frente bullendo sangre; le han estallado los sesos. Todo el carmín líquido, me empapa hasta más allá de la coherencia, tendré su mortuorio olor, incluso después de tallarme hasta la saciedad la piel. Empujó el cadáver con los pies, totalmente enloquecido, mientras Neville tira de mi cuerpo, nuevamente contra la máquina de café; una nueva ráfaga de balas cruza todo el consumido lugar. Observo en medio de la agonía aterrada, que no sólo ha sido el alfa muerto; hay al menos media docena de ellos escondidos detrás de la máquina de café y la cocina. Neville grita cuando las balas, estallan las tazas y vasos sobre nuestra cabeza; una lluvia de vidrio cae sobre nosotros, siento un par de arañazos, correr junto al sudor en mi pecho. Esto es una maldita pesadilla. No obstante, el sueño se torna cada vez peor, los alfas comienzan a caer ante sus contrincantes, mismos que gritan agitados detrás del ventanal cercenado; usando sólo los instintos de conservación, tomo a Neville del brazo, sintiendo un caliente tirón de los tendones del hombro, siseo al arrastrar al omega detrás de la barra; muchas más balas nos rozan la piel pero no nos detenemos hasta estar detrás de la barra de granito. Jadeo sintiendo el mundo girar, mientras el corazón amenaza con explotar en el pecho. Los dedos del castaño, me recorren al quedar al frente de mí, sobre sus piernas flexionadas, el horror cubre sus facciones llenas de sangre y sudor. Al tocar mi hombro, veo manchas oscuras detrás de los parpados perturbando mi visión.

- Harry estás sangrando... ¡Harry! - Gime el omega, tan espantado que sus facciones se contraen en auténtico pánico. Llevo una mano hasta la suya, sólo para apreciar la sangre empapar los dedos; así que no era sudor.

- Calla Neville - Me quejo ahora consciente del quemazo en el hombro, tirando de su cuerpo hasta ocultarlo perfectamente contra la barra.

Las balas resuenan cómo cohetes hasta destrozar cualquier otro sonido; incluso los gritos se han consumido, por el furioso golpeteo de las casquillos al caer al suelo. Jadeo no sólo por el miedo, sino por el dolor, ahora al tanto de la herida, esta parece materializarse sobre la adrenalina, hasta que el calor me inunda todo el hombro; un recuerdo escabroso, empujado hasta el fondo de mi mente, renace en medio de toda la oscuridad, llevo una mano instintivamente hasta el abdomen dónde las viejas cicatrices de dos balas, se alzan sobre la piel cubierta de sangre. ¿Moriré igual que mis padres?, al menos en aquella situación, no sentí absolutamente nada; ahora puedo sentir cada pinchazo de las heridas abiertas. Acabara pronto, tienen que acabar pronto. La conciencia de ello, no es esperanzadora, sin embargo, no puedo sucumbir al terror de un futuro ennegrecido, las balas, dejan de caer a nuestro alrededor; los alfas apostados cerca, yacen uno sobre los otros en densos charcos de su propia sangre, el olor es nauseabundo, tanto que me marea otro poco, mi único sustento a tierra es el omega a mi lado. En el silencio perpetuo que corona el consumido bacanal, resuena el poderoso trote de un par de zapatos. Me encojo en mi mismo, zarandeando a un perturbado Neville, hasta que ambos somos una mera masa de extremidades entrelazadas entre sí. El dolor del hombro, es casi sordo, nublándome la vista.

Nunca antes he sentido tanto dolor, ni siquiera en los tormentosos celos, aún así, todo queda eclipsado al penetrar nuestro cruento refugio, un par de sombras, nuevamente todos son alfas. El aroma en ellos, es tan poderoso que incluso resulta vomitivamente aterrador. Poder, eso expelen los hombres al frente, con tan sólo respirar agitados. Nos admiran por largos minutos, parpadeando apenas, logrando que el miedo me escale la garganta y Neville empiece a temblar; quiero gritar que esperan para terminar con todo, no obstante, una sombra más, perturba el ambiente; tengo que sostener el abdomen nuevamente, pero esta vez por la insana orden de mi cerebro, de rendirme ante el recién llegado. Neville en mucho menos control de sus instintos, me suelta al colocarse de rodillas, aunque aún se sostiene de la barra de granito, su rostro queda ocultado entre el cabello apelmazado con sangre, sólo su cuello sin marca, se alza para los hombres al frente. Teniendo un poco más de temple, me abrazo a mi mismo, agradeciendo haber tomado supresores hace tan poco. El dolor en el hombro, mismo que escala ahora el brazo y el costado, es otro aliciente para moverme poco. El recién llegado, da un par de pasos hacia nosotros, entregando su arma a uno de los alfas erguidos a su lado, sus rostros repletos de sangre, hielan la sangre; me morderán ante el mínimo movimiento fuera de sus parámetros. 

Aún así, mi atención toma otro rumbo, a pesar del obvio peligro. El recién llegado se acuclilla para estar a nuestra altura. El hombre, va por completo vestido de negro, a excepción de una corbata plateada que brilla ante la tenue luz del lugar; una ligera capa de sudor le cubre las firmes facciones, mientras sus ojos verdes me recorren con obsesión. El alfa no sólo es poderoso, compone un nivel superior a esa mísera palabra. Respeto, fuerza, autoridad, crueldad, sadismo; todo queda transparente en sus pupilas, con sólo uno de sus pestañeos. El sujeto es ridículamente alto, concienzudamente fornido debajo de las innumerables capas de ropa oscura, su cabello es azabache, mientras que un par de rizos se escapan de la forma estilizada de su peinado. Es atractivo, es una obviedad, aunque su físico no logra enmascarar la malicia apostada en su ser. Al acercarse a ambos, parece una serpiente a punto de engullir a su presa; los hombres firmemente armados a su espalda, no se inmutan ante los movimiento de su líder, porque dicha cosa es una verdad universal, incluso detrás de mí razonamiento consumido por el dolor, se que este hombre es el macho alfa de toda la manada, es un jodido líder por dónde se mire. Murmura un par de palabras que no alcanzo a entender, el pitido en los tímpanos, no me permite otra cosa que percibir mi propia respiración. Sin embargo, al estirar los dedos el alfa, presto toda la atención que aún puedo componer. Sus dígitos enjaulados de cuero, me acarician la mejilla húmeda. 

- Que tenemos aquí, dos bellos ejemplares... - Compone con una ligera sonrisa, misma pretende ser calmante, pero el brillo de sus colmillos ligeramente puntiagudos, da la sensación totalmente contraria, me arrastro hacia atrás, escapando de sus dedos -... Omegas sin duda - Exalta después de ir en mi busca, tomando la quijada con ligera fuerza, olisqueándome cómo un maldito perro. Nev, tiene su turno de reconocimiento.

- Está herido... - Hace notar uno de los hombres a su lado, el rojizo de su cabello vibra contra las luces consumidas del café o quizás, sean mis ojos que no enfocan correctamente; cómo fuese, mi herida es delatada, aunque esto no parece perturbar al pelinegro, como sí hubiese sabido esta certeza desde hace mucho tiempo; su pulgar me recorre los labios -... ¿Acabamos con ellos? - Prosigue el sujeto, mientras me limito a jadear contra ese solitario dígito, preso por completo de mis heridas y la falta de sangre. La fuerza de mi espíritu ha sido consumida por el dolor.

- ¿Qué deberíamos hacer con dos preciosuras cómo estas?... - Inquiere por completo retórico, sin esperar una obvia respuesta; analizando la situación por su cuenta, mientras sacude la sangre en mi rostro -... ¿Cuál es tu nombre muchacho?... - Interroga esta vez, echando las hebras de mi cabello hacia atrás, su mano es grande aunque me hiela la sangre ante su frialdad; tenso los labios en una fina línea -... Dímelo, podría ser lo último que pronuncies - Advierte al ver mi negativa, sus ojos tiemblan ligeramente sin opción de réplica alguna. Ajusta considerablemente su agarre en mi cabello.

- James - Murmuro sin dejar de verlo, sólo por la mera osadía que me brinda la adrenalina de las heridas y la situación misma. El alfa, encarna una ceja, buscando la veracidad en mis palabras.

- ¿James?... - Cuestiona con su boca formando una mueca, casi parece una sonrisa; tampoco ahondo en dicha cosa cuando el alfa, empuja su dedo que aún me recorre hacia el sur, serpenteando mi cuello hasta llegar al hombro, dónde encaja el dedo; grito y pataleo cómo mero reflejo, sintiendo las lágrimas agruparse en la esquina de mis ojos -... ¿Ahora me dirás la verdad? - Demanda, empujando con mucha más fuerza su dígito dentro de la herida abierta, la sangre sale a borbones. Las lágrimas se deslizan por las mejillas, ante el dolor tortuoso.

- Harry, maldición... - Repongo sin dejar de sacudirme, el alfa, se arrodilla frente a mí, utilizando su otra mano para mantenerme quieto; mientras tortura mi hombro con sevicia, espera mucho más qué un nombre -... Harry Potter - Finalizo en medio del tormentoso dolor, jadeando escandalosamente pero sin poder soltarme del sujeto, este empuja su pulgar tan profundamente que lo siento jugando con mi carne. Alcanzo el gafete en mi camisa, para enseñárselo, aunque atestado de sangre, el alfa se interesa en el objeto.

- Potter... - Susurra al soltarme la herida, en valor de limpiar el gafete, admirando mi apellido en este; sus ojos me recorren con intensidad, pero apenas puedo respirar mucho menos huir de su mirada que me incomoda, su sonrisa aparece por completo, admiro a plenitud la dimensión de sus colmillos -... Llévenlos a ambos... - Ordena, guardando el gafete en su ropajes, a la vez que se pone en pie; estoy jadeando con tormento sobre el suelo, para oponerme cuando los alfas se aproximan a mi cuerpo -... Traigan también al pelirrojo que encontramos en el baño. Serán nuestro botín de guerra - Decreta al avanzar fuera de la barra, recibiendo de nueva cuenta, el arma que antes ha designado a uno de sus hombres. 

A media conciencia, veo como el alfa se estira tan alto es, desapareciendo en grandes zancadas de mi visión entumecida por el dolor; el olor a sangre ya ni siquiera me molesta, cuando siento los músculos pesados y apenas puedo vislumbrar más allá de los alfas que me arrastran. Siento un chillido cerca, ha de ser Neville, quiero estirar la mano y alejarlo de este caos, sin embargo, dudo que podamos salir de este embrollo; estamos atados a la voluntad del alfa pelinegro que se ha perdido entre las sombras. Soy sostenido en brazos por un alfa, el hombre me sostiene con firmeza mientras avanza detrás de su líder. En medio del camino, que más parece el paredón hacia un inevitable fusilamiento, observo los cuerpos desperdigados por todos lados; compañeros de trabajo, clientes habituales, alfas, betas y omegas, sus cuerpos se alzan los unos sobre los otros, algunos ni siquiera alcanzaron a entender la situación, antes de ser alcanzados por las balas, sus cuerpos agujereados, se alzan sobre las mesas y paredes; la sangre inunda todo el café. Junto a la puerta cercenada, veo a Seamus, mi compañero de habitación, el alfa tiene un gran boquerón en medio del pecho, mientras sus extremidades parecen rotas, ante la innegable estampida que sin duda, ha pasado sobre su cuerpo. Ni siquiera puedo llorar por mi compañero caído, la luces titilan mientras intento enfocarme. El dolor ahora sordo, me consume lentamente la poca estabilidad que aún conservo.

Al estar nuevamente afuera, lo siento por completo; la llovizna no ha parado de caer sobre el asfalto. Las heladas gotas, me bañan en instantes mientras soy arrastrado hacia la carretera, todo está consumido en perpetuo silencio. Escasamente puedo diferenciar en el bamboleo tenue, cuando llego a mi destino. El helado chaparrón se consume, al ingresar en un auto. El pequeño repiqueteo contra el techo de metal, es lo único que me mantiene despierto, aunque admiro dicha cosa bastante lejos, casi a un metro de mi rostro. Las dimensiones, son un chiste en medio de un desangramiento. Parpadeo con un poco más de fuerza, al escuchar el chirriante sonido de una llanta contra el asfalto, el olor a caucho quemado, me irrita la nariz. Aún estoy en brazos de un alfa, cuando mis extremidades son tan pesadas que no puedo sostenerlas; siento la mano enguantada del sujeto, deslizarse contra mi cuello y frente, debí cerrar los ojos en algún momento, porque al alfa los abre con un poco de insistencia; primero el uno, luego el otro. Quiero quitarme la molestia de su toque, pero sólo alcanzo a murmurar alguna sandez. El alfa, me cambia de posición, ahora estoy contra su pecho; el rostro escondido en su cuello. Echo la cabeza ligeramente atrás para observarlo en medio de las tenues luces de la carretera que consumimos en meros segundos. Lo único que vislumbro es el cabello dorado del alfa, antes de escuchar su voz profunda romper el ligero silencio, resquebrajado pobremente por los jadeos de Neville cerca. 

- Señor, el omega empieza a verse pálido... - Informa con un teléfono sobre su oreja, siento la vibración de su voz al modular contra la frente; tengo tanto sueño, estoy cansado y duele incluso respirar -... Está helado - Advierte, repasando de nueva cuenta mis hebras, buscando con un poco de fuerza mi frente.

Sácale la maldita bala... - Ordena la grave voz detrás de la línea, es una respuesta grave aunque lejana; es el mismo alfa de antes -... He decidido que será el regalo de Severus - Murmura un poco trastornado, incluso encantado; aún en medio de mi inconsciencia, puedo percibir la ligera malicia en la palabra regalo. Sórdido y oscuro.

- Está casi en la inconsciencia - Explica el alfa a su interlocutor con la voz plana, mientras me devuelve a la posición anterior en su regazo; me echa un vistazo apreciativo, calculando alguna jodida cosa que mi cerebro no procesa.

¿Acaso trato con niños? - Cuestiona el alfa antes de cortar la línea; el pitido del otro lado, resuena cómo un huracán contra los sentidos adormecidos, tanto cómo los golpes en la mejilla que me proporciona el sujeto sosteniéndome.

- Necesitamos despertarlo primero. Estará inconsciente antes de llegar - Resalta el alfa al moverme una vez más de posición, hasta que soy recibido por el cuero tapizado de los asientos. Nuevamente mis ojos son examinados. Una luz se enciende en algún lado.

- Dolohov... - Llama el alfa. ¿Quién es ese?. Hay un ligero movimiento que no puedo perseguir, un golpe mucho más contundente me surca la mejilla hasta que abro los ojos debido al ligero ardor en la piel; pica adolorida -... Chico esto te... - Murmura el hombre, colocando un envase pequeño bajo mi nariz, por inercia lo aspiro profundo, mientras no puedo distinguir entre sus palabras. Lo qué sea que me brinda, me congela la conciencia. 

Lo primero que siento al inhalar profundo, es un ligero ardor que corona todas las fosas nasales, mismas que se expanden hasta ser doloroso, a la vez que consumen el poco aire que envío a los pulmones; la respiración se estrangula en la garganta, recibiendo el intruso en mi oxigeno. Toso estrepitosamente, manoteando patéticamente para quitar el envase debajo de la nariz, sin embargo, el alfa sobre mí; encaja una mano contra el hombro, manteniéndome en el lugar, sin permitirme moverme, a la vez que empuja con más vehemencia el envase contra la nariz, hasta que el vidrio del mismo me araña la piel; sólo después de aspirar un par de veces el envase, me permite la retirada. Una vez que el peso extra sobre mis extremidades se levanta, puedo convulsionar a gusto sobre el asiento, aún así, esto es lo único que logro componer, tosiendo de lado sobre el cuero; pero sin poder moverme más allá de ello, lo que sea que me han dado, penetra mi organismo con cada exhalación. Minutos después, siento el tirón de adrenalina en el cuerpo, los sentidos se agudizan mientras el dolor desaparece de súbito. No siento nada, ni siquiera mis propias manos. Estiro las extremidades abrumadoramente despierto, sólo para ser recibido por una pared de músculos que me echa nuevamente sobre el cuero. El olor a alfa en el sujeto, me perturba por un momento, mientras la cabeza rebota contra los asientos. La luz, encendida sobre su dorado cabello, explota contra el cuchillo dentado que el sujeto desnuda. Me remuevo por instinto básico. 

 -... Deja de gritar... - Reprende el hombre, mientras lo siento moverse en mi hombro; me ahogo con mi propia saliva al intentar modular, no estoy gritando, no tengo registro de ello. Siento la humedad, regarse cómo un río por mi pecho -... Está listo - Exclama con una ligera euforia, al erguirse sobre mí; las sombras coronan su rostro, pero puedo vislumbrar el pedazo de metal comprimido entre sus dedos enjuagados en sangre. ¿Saco eso de mí?. 

Intento pronunciar la inquietud que me ataca, pero sólo consigo mucho más saliva desperdigada; el sujeto me deja de lado, susurrando con los suyos, hasta que siento una suave tela, presionar mi hombro. Por largos minutos, todo lo que puedo admirar es el techo del auto. Ni siquiera escucho en este momento a Neville. Admiro las luces discordantes que pasan en medio de nuestra cruzada, alguien ha apagado la luz en el auto. Cierro los ojos por inercia, sintiendo el cuerpo empapado y la cabeza dar vueltas, tal cómo si estuviera en la peor de las borracheras; todos los pensamientos se embotellan en algún recoveco de mi mente, sin ser expulsados, sólo haciendo ruido sin sentido, no los puedo sostener. Doy un par de respiraciones lentas, sintiendo el repentino frío del ambiente, me quejo contra este; alucinando que estoy en algún jodido glaciar, incluso puedo sentir cómo tiemblo ligeramente. Una tela empapada me cubre repentinamente todo el pecho. A media asta, puedo ver al alfa, tenderme un pedazo de tela oscurecida para cubrirme, un instante después, sus dedos vuelven a mis ojos, abriendo los pesados párpados; murmura un par de palabras que no alcanzo a entender, mientras el cansancio se apodera de todo mi organismo. Aún con sus dedos repasando todo mi rostro; me rindo a la inconsciencia. Sólo quiero dormir, no obstante, una parte de mí, aún queda encendida cómo una polilla vagando entre la penumbra de la noche.

Sombras pasan detrás de los párpados, mientras mi cuerpo es movido de un lado al otro. Las voces me susurran al oído palabras inentendibles, a la vez que el estruendo de muchos pies danzando al unísono, apenas me perturba los sentidos entumecidos; mucho menos lo hace la lluvia adornándome la piel, para este momento siento su frialdad incluso dentro de los huesos. No se cuanto tiempo pasa antes de sentir, ligeros golpes en ambas mejillas; mismos que se van acrecentando con el correr de los segundos, siento el helado vidrio debajo de la nariz y entiendo que nuevamente, me inducen a aspirar alguna maldita cosa. Subyugado a los instintos básicos, cómo el respirar correctamente, inhalo todo lo que se me brinda, esta vez espero a conciencia el entumecimiento en las fosas nasales, por lo cual apenas duele; minutos después, estoy por completo despierto, tanto para sentir los concisos golpes que me brindan en el rostro, el dolor se dispara tanto cómo los gritos que cubren todo la estancia. La sangre, me cubre el paladar, mientras los chillidos sobre mí, me espabilan íntegramente. Echo un vistazo a mi alrededor, observando el perfil tambaleante de Neville, este me sostiene en su regazo, a la vez que el frasco de vidrio se retira de mi nariz; un alfa pelinegro, por completo empapado en lluvia y sangre, me observa detenidamente, manteniendo estática su mano en medio de mi rostro y el propio. Ambos parpadeamos en el reconocimiento de mi conciencia, el sujeto me sonríe abiertamente. Me perturbo al instante.

- ¿Adelantamos la llegada de los putos, para la fiesta? - Una tercera voz, se mezcla con la desazón en mi cabeza; el alfa retira su mirada de la propia para erigirse tan alto cómo puede, guardando un pequeño frasco en su saco. Carraspea ante un recién llegado.

- Es nuestro botín de guerra - Informa al sujeto que penetra nuestro reducido círculo. Observo la altiva figura pelirroja que ignora al alfa al frente, virando sus helados ojos azules, a mi reducida existencia; sus palabras logran que frunza el ceño, no por su connotación, sino por la superioridad con la cual pronuncia cada letra. No me agrada al instante.

- ¿Desde cuando Tom toma este tipo de botines de guerra? - Rechista el sujeto, un omega sin duda por su olor, surcando mis fosas nasales sensibles; el pelirrojo, casi escupe sobre mi y Neville. Procuro ponerme en pie, sólo cómo mecanismo de protección, necesito sacudirme su prepotencia de encima. Me tambaleo patéticamente al intentarlo.

- El pelinegro será el regalo de Severus - Explica el alfa, teniendo la suficiente perspicacia de sostenerme antes de que termine contra el suelo; sus brazos se entrelazan bajo las costillas, mientras me coloca correctamente en pie, al menos todo lo que puede, mi cuerpo se convierte en peso muerto en un instante, el mundo da vueltas al tener la cabeza erguida.

- En ese caso, denles una ducha caliente, algo de comer y manténgalos en una ala segura; hay mucha sangre y alfas bastardos aquí… - Ordena el omega, aún sin dejar de verme aunque estoy seguro que no soy el único en la sala; vira de arriba a abajo mi cuerpo, hasta que la incomodidad me corroe las venas -... Mantengan con vida al pelinegro y curen su herida, parece que en cualquier momento sucumbirá a la inconciencia nuevamente - Decreta con rapidez, la simpleza concisa en su voz me da una clara imagen del panorama; este tipo a pesar de su casta, goza de superioridad, aunque carece de liderazgo y poder.

- Si señor - Acata con respeto el alfa que me sostiene; mientras empuja mi cuerpo aún más derecho, echándome sobre sí mismo. En un instante, me sostiene entre sus brazos, aunque intento sacudirme siento pesado el cuerpo y los sentidos comienzan a adormecerse. El efecto que me mantiene despierto, se consume con rapidez. Es como alcohol esfumado en el aire. 

- Dolohov… Es un regalo de Tom, recordarte que tus bolas están en juego, es una nimiedad - Amenaza el omega pelirrojo, entre los brazos del pelinegro; echo un vistazo a su cuerpo, no muchos omegas tienen el poder de amenazar a un alfa, sin importar el valor que posean.

Doy contra la ancha espalda del omega y su extenso cabello. Este ni siquiera mira al alfa al advertirle con tanta oscuridad; no vale su tiempo. Antes que el alfa, pueda pronunciar alguna respuesta, el omega recorre el extenso salón más allá de sus límites, echando un vistazo a los alfas en mantas repletas de sangre; un par de mujeres y hombres los intervienen con temple de acero, sólo hasta este momento me pregunto dónde estoy, por supuesto no es el auto en el que perdí la conciencia. Las dudas se atoran en el subconsciente, mientras estoy nuevamente en movimiento, aunque no sean mis pies los que anden. Me remuevo con poca convicción, sin poder ejercer más fuerza, el alfa ni siquiera se molesta en mi repentina pataleta, camina con soltura, casi que es patético teniendo en cuenta que me lleva a cuestas. A su lado, casi cómo una sombra se mueven Neville y Ronald. ¿Cuándo ha llegado el pelirrojo?. Ambos omegas, no me dirigen una sola mirada, su cabeza gacha es sin duda, un signo perpetuo de sumisión, escogen ese camino ante el inminente peligro. Aunque odio la violencia, la rebeldía por otro lado, impulsa mis venas en momentos cómo estos, dónde mi vida depende de mi valentía; por ello, sigo removiéndome entre los brazos ajenos lo mejor que puedo, sólo por el consuelo de no rendirme tan fácilmente. Aún así, ningún movimiento, por más escandaloso que sea, perturba al alfa que anda con soltura hasta otra habitación. Respiro entrecortado al detenerse de súbito el pelinegro. Hemos llegado

- Mantenlos a salvo, alimentados y limpios; vendrán por ellos en algún momento… - Ordena el alfa apenas cruzar el umbral, sin saludo ni camaradería de por medio; un momento después mi cuerpo choca estrepitosamente con una endurecida camilla, el golpe saca el poco aire restante de los pulmones mientras intento entender qué sucede a mi alrededor -... Este tiene un agujero sin cocer en el hombro, llama al médico de la familia; son nuestros protegidos… - Es la corta explicación del pelinegro, mientras me giro de lado, para admirar al otro hombre en la habitación; un ser bajito y un poco regordete que mira únicamente de soslayo al alfa -... Peter, nadie los toca, te degollare lentamente si algo les pasa - Advierte con oscuridad el sujeto al tomar a su igual por el cuello, hasta que el hombre castaño, se retuerce en pleno ahogamiento.

- Puros para el amo, entendido - Escupe el tal Peter, consiguiendo que su tráquea sea soltada. Se apura a respirar mientras el alfa, sonríe con la misma mueca perturbada que me ha brindado anteriormente. Lo puedo jurar con tan poco, el pelinegro esta demente.

- Incluso una rata puede entender, buen chico - Alaba con sorna el alfa a su compañero, dando unos cruentos golpes en su mejilla. Peter rechista, pero no pronuncia palabra alguna.

El alfa, Dolohov he anotado que se nombra; empuja a Neville y Ronald que se han apostado en el umbral de la habitación, su tacto es conciso mientras murmura un par de palabras más, sin duda el destino de los dos omegas, antes de perderse por el oscurecido corredor por el cual hemos llegado. La habitación queda en silencio mientras Peter, nos mira alternativamente a los tres, veo en sus diminutos ojos, cómo calcula el siguiente paso; el tipo me incomoda pero no noto, al menos a primer vistazo maldad en su ser, sólo cobardía y nula perspicacia. Una enorme contraparte, con todos los alfas que he conocido hasta ahora, incluso el omega que he observado, parece mucho más endurecido que el tipo, me preguntó cuál será la casta del castaño. Las divagaciones se cortan de súbito, ante el movimiento del sujeto, sale de la habitación y sólo hasta que cierra la puerta de la misma; noto la pobre iluminación de la estancia, las sombras bailan en el rostro de Peter antes de perderse en la nada. ¿A dónde va?. No puedo conjurar dicha cosa, la inconsciencia producto del cansancio, reclama mi cuerpo otra vez con energía. ¿Me drogaran esta vez para despertar?. No conozco ni quiero conocer la respuesta; temo por ella.

No me drogo, pero sin duda esta noche, es lo único a lo que me han inducido, además de dispararme claro; no puedo olvidar el boquerón en mi hombro. Por mera curiosidad, llevo los pesados dedos hasta la herida que tanto han nombrado, encuentro en mi camino, un tipo de tela pegada a la carne por la sencillez de la sangre; intento quitarle de en medio, pero el mero tirón me produce un espectáculo de estrellas detrás de los ojos, duele demasiado. Sin aire por el dolor, me encojo en mi mismo, jadeando cómo un perro apaleado, a la vez que las luces sobre mi cabeza empiezan a apagarse. El efecto que he aspirado, se acaba por fin. Dejo caer el brazo laxo a mi lado, mientras cierro los ojos; los párpados se han puesto pesados de nueva cuenta, la cabeza me da vueltas hasta que siento la necesidad, de escupir los sesos sobre el piso, aún así, puedo sentir a plenitud a Neville a mi lado, el omega se ha encaramado en la camilla, sus dedos se sienten lejanos contra mi piel; su chillado me perturba los sentidos congestionados. Intento rodar sobre la espalda para alcanzarlo, sólo cómo mero consuelo para la maldita situación en la que hemos caído, sin embargo, las extremidades no me responden. El omega se da cuenta de ello.

Siento al chico deslizarse a mi lado, encajando su cuerpo con el propio, envolviéndome en un abrazo; tal cómo cuando quiero consolarlo sin palabras, en nuestro callejón privado. Por un absurdo instante, creo sentir incluso la calidez de su cuerpo con el propio, pero es imposible, me estoy enfriando lentamente. El omega me abraza, aún sin desistir de mi tacto, ajustándose tanto a mis costillas, que siento escapar el poco aire que aún conservo; murmuro pesado un par de palabras inentendibles, incluso para mi propia lengua, estoy delirando; es el fin, me rindo a la inconsciencia de los instintos, el organismo se apaga, tanto cómo lo hace la vida entre los dedos. Lo último que percibo de mi alrededor, es un golpeteo lejano contra algún vidrio. Afuera, la lluvia aún repiquetea contra el cristal de la ventana. La dulce melancolía de su tacto, ahora es un mero recuerdo. Deseo poder volver a sentir el vital líquido contra la piel. Espero despertar de esta pesadilla, aunque mi destino ahora sea escabroso, por el momento estoy en el limbo, a la merced de un tal Severus. Quien quiera que sea, soy su regalo, suena tan morbosa la concepción. Mi destino, esta en sus manos. 

 

Notas finales:

Gracias por leer, nos vemos pronto. PK. 

Bienvenidos al mundo de los Nosferatus.


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