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La profundidad de nuestra mirada. por I am Blue

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En una sociedad en la que se machaca a la persona diferente, quiero decirte a vosotras y a vosotros, mis queridos lectores <3, adolescentes o adultos, pequeños y no tan pequeños (vale, ya paro XDD), que os entiendo <3. Nunca se sabe lo que hay en la mente de las demás personas, lo que sufren en silencio, lo que son mientras nadie mira. A todos nos atormentan las miradas, de aquellos que no tienen vida propia y juzgan hasta la más mínima diferencia, pero déjame decirte que, esas diferencias son las que dan al mundo más color. Todos tenemos algo que nos hace especiales, quizá todavía no lo has encontrado, pero si le das tiempo al tiempo, este te dará la respuesta. Y si ya lo encontraste y eso te hace feliz, lucha para conseguir tus metas a tu propio ritmo y sin prisas ^^.


Con esta historia, quiero aportar mi granito de arena para todas aquellas personas que lo necesitéis, que paséis un buen rato, os riáis, os den ganas de pegar a los personajes por tomar decisiones estúpidas y que os sintáis identificados y bien con ellos uwu.

Cuando la empecé por primera vez (porque es la tercera vez que la empiezo, ¡La tercera va a la vencida! XDD) tenía miedo de abrir mi corazón, de darle vida a los personajes, a sus motivaciones e inseguridades. Pero aquí estoy, dispuesta a daros contenido de calidad y disfrutar del proceso <3.

Si todos nos apoyamos, conseguiremos grandes cosas con un pequeñito grano de arena ^^, así que ¡Nos vemos en esta historia! Agradeceros a vosotras, a vosotros, porque gracias a eso, las historias siguen viviendo en nuestros corazones y en los recuerdos, en las ansias de abrir un mundo nuevo lleno de aventuras.       Capítulo 1:  

Asfixiado, esa era la palabra adecuada para definir su estado de ánimo; como si las paredes de la casa hubieran cobrado vida y la misión encomendada fuese aplastarle todas las entrañas, y con dicha acción, sus sueños y aspiraciones. La mirada acusadora de su padre le dejaba paralizado, como si el simple hecho de respirar más fuerte o tragar saliva, fueran un terrible crimen. Minyung tenía miedo, temblaba, mientras apretaba la tela de sus pantalones.

Su hermana mayor, la cual estaba sentada a su lado, le dedicó una mirada de soslayo, tratando torpemente de tranquilizarle. Sin embargo, eran conscientes de que convencer a su padre, en ocasiones, por no decir, nunca, era una tarea imposible. La tensión era palpable en el aire, y su mente sobrecargada e infantil, solo pensaba el hecho de querer estar en los brazos de su madre, arropado. Ella no estaba allí para ver la tercera guerra mundial creada por una disputa familiar.

—A ver, Minyung, explícame por qué no quieres heredar la empresa. —Exigió saber Hoonjin, su padre, con el entrecejo tan fruncido que dejaría más arrugas de las que ya poseía.

Por instinto, se tensó más de lo que ya estaba, incluso conteniendo la respiración de forma inconsciente.

—Y-Ya te lo he explicado muchas veces. —Por parte de su hermana, recibió un codazo, y a su padre le dio un tic en el ojo.

—No soy tonto, ya lo sé. —Se mordió la lengua con tal de no soltarle las verdades que, causarían, si era posible una cuarta guerra mundial. —Entonces, ¿me lo volverías a explicar?

—Me gustaría estudiar artes escénicas, sabes que bailo desde que era pequeño.­ —Dijo con voz queda, bajando la mirada por no poder sostenerla por más tiempo.

Se sentía intimidado, pues era consciente de que estaba siendo juzgado.

—Te dejé bailar, ¿sabes por qué, jovencito? —Hoonjin se acercó a él, invadiendo su espacio personal, Minyung con esa opresión en el pecho, negó lentamente con la cabeza. —Porque pensé que con el tiempo dejarías esa mariconada, pensé que podría ser un simple capricho.

—B-Bueno, creo haber demostrado que es lo que de verdaderamente me interesa.

—Pero, nos hemos quedado sin heredero para la empresa, y sabías de antemano que no aceptaré a un cualquiera.

—Papá… ­ —No se necesitaban más palabras para hacerse entender, Minah deseaba alzar su voz y apoyarle en cada una de sus ambiciones, y viceversa.

—Minah, no te di permiso para hablar.

El silencio reinó en la sala, sin que ninguno fuese capaz de expresar sus palabras sin sentir como su padre destrozaba sus ilusiones sin ni quiera pestañear, sin pensárselo dos veces. Se sentía pequeño, invisible, inservible, y a pesar de ser consciente de no ser muy mayor, ya no tenía cinco años. Su futuro lo tenía claro, y no estaba dispuesto a estudiar economía en el futuro por decisión de su progenitor.

—Papá, no estoy estudiando economía para nada, me gustaría tener un cargo en la empresa. —Minah con su expresión dulce y voz firme, se echó un poco hacia delante en el sofá como para dar más énfasis a sus convicciones. —Incluso estoy dispuesta a asumir el cargo de presidenta

Minyung, sin duda alguna, se sentía arropado, cuidado, convencido de ir por el buen camino.

—Además, bailar no es ninguna mariconada. —La apoyó en su discurso de la mejor forma que pudo, mientras el sudor descendía por su frente, además el calor abrumador propio del verano no ayudaba a ese ambiente sofocante de por sí.

—Eso lo hacen las nenas.

—Por Dios, papá —Su hermana se echó el flequillo hacia atrás, exasperada. —Te has quedado dos siglos atrasados por lo menos. ¿Por qué Minyung no puede hacer lo que quiere y yo quedarme con tu puesto cuando llegue el momento? ¿Acaso no puedo ser la heredera?

—No, no puedes. —Tanto él como Minah suspiraron derrotados, la conversación era unidireccional, como si le estuvieran hablando a una pared.

—¿Prefieres tener a un hijo completamente deprimido en un puesto de trabajo, que verle triunfar en lo que de verdad le gusta? —Prosiguió ella. Minyung sentía como si le hubieran drenado las energías como para poder contestar.

—Solo miro por su bien, como bailarín puede morirse de hambre.

—O no. Si le vieras competir, entenderías la ilusión y el esfuerzo que le pone.

—Y tú, Minah, deberías empezar a buscarte un buen novio y casarte. La belleza no dura para siempre.

Eso fue la gota que colmó el vaso, debido a eso, Minah se levantó del sofá como un resorte y tras dedicarle una mirada de disculpa, abandonó la sala a pasos rápidos. Si bien era cierto y le costaba admitirlo, necesitaba su ayuda, pero, no deseaba ser dependiente de ella toda su vida. Uno de sus propósitos eran saber afrontar los problemas a solas.

A pesar de que vivían en Sídney, eso poco le importaba a su padre, ya que se había traído consigo algunas problemáticas de la sociedad coreana altamente conservadora. En su cabeza no cabía la posibilidad de que su hijo no quisiera aprovechar una oportunidad de oro, y supuestamente quisiera derrochar su vida en ser bailarín. Pero él no era su hermano, un genio para los números y las matemáticas, Minyung era libre expresándose con el cuerpo, la música, ya fuese a solas o bajo la mirada de las personas. Él era uno solo con el arte, su hermano era uno con las matemáticas.

» Si tan solo tú estuvieras aquí, con tu sonrisa, amabilidad y argumentos, todo sería más fácil. Quien más me entendía en este mundo.» Pensó para sí con cierta amargura, una que no hacía juego con el deslumbrante clima, el cielo estaba azul brillante en ausencia de nubes.

—De todas formas, aún queda un año para que decidas la rama del bachillerato. Solamente espero que escojas sabiamente. —Le apuntó con el dedo, uno que le dieron ganas de morder.

—A ti aún te queda tiempo para que entiendas que no quiero tu estúpido negocio. Incluso he ganado algunas competiciones de baile, si no fuese mi pasión, no haría lo que hago.

Si antes su padre estaba enfadado, su rostro se transformó en una mueca aún más terrorífica, sentado tan recto y sin moverse como una estatua, pero viéndose como los colores le subían desde el cuello hasta la frente. El corazón de Minyung se paralizó en el instante en el que vio la mano de su padre acercándose a él, cerró los ojos esperando un fuerte golpe, en cambio sintió uno suave dejado en su frente. No dolió, pero la amenaza estaba implícita en sus acciones, en sus palabras, en toda su figura.

—Yo no te he enseñado a hablarme tan mal ni a utilizar esas palabras, ¡Fuera de mi vista antes de que me enfade más!

Si estuviese en su mano, se hubiese ido hacía siglos de la sala de estar de su casa, y sobre todo, lejos de la presencia de su padre. La paciencia de Minyung estaba llegando a su límite, y no deseaba escapar su vena rebelde en frente de él, no si quería ganarse un castigo monumental.

Estaba en mitad del pasillo, no obstante, la voz de Hoonjin le detuvo en seco.

—Espera. —Le pidió, esta vez a Minyung le dio la impresión de que no volvería a ser regañado.

—¿Qué pasa? —Cuestionó desde su posición, con el rostro indiferente.

»No dejes que tus enemigos sepan de tus debilidades, de tu dolor.« Recordó las palabras de su hermano, las cuales le venían bien en un momento crítico como aquel.

—¿Acaso quieres acabar como tu madre? ¿Lesionada y deprimida? —Debía estar de broma, ¿no? Al menos, de eso se quería convencer.

—Con mamá no te atrevas a meterte. Ella me enseñó esta disciplina, y sin duda alguna, era una excelente bailarina. Que tú no sepas verlo, es tu maldito problema.

Con los puños apretados en los costados, se apresuró a coger sus llaves para luego, cerrar la puerta de un portazo sonoro sin importarle las represalias, unas que ignoraba si llegarían o no.

Una suave brisa le acarició los cabellos negros y un tanto revueltos, dejándolos más despeinados que previamente. Cerró los ojos y aspiró el aroma marino, uno capaz de transportarlo a momentos de paz y tranquilidad, donde los problemas no le ahogaban, siendo capaz de hacer pie y nadar a contracorriente para superarlos. Él se sentía como piezas de dominó, cayendo una tras otra bajo el propio peso de los problemas, arrastrándole a un pozo sin fondo de emociones negativas. Todo se derrumbaba y él no se reconocía.

Harto de tanta tristeza capaz de engullirle, se palmeó con fuerza las mejillas para despertarse y dejar atrás esos pensamientos pesimistas tan impropios de él. Como una señal para estar más alegre, en su móvil sonó una alarma. Por si se quedaba dormido —debido a una mala noche—, la había programado a las cinco y media de la tarde para ir a una librería cercana de la ciudad, después de meses de espera, ¡Por fin! Salía la segunda parte de una bilogía que se estaba leyendo.

Salió de su vecindario y se fue al paseo marítimo, el sonido de las olas iba al unísono con el latido de su corazón; y todo estaba lleno de vida, personas bañándose, risas de niños, otros corriendo o yendo en bicicleta. A pesar de ser un paisaje que veía todos los días, lo apreciaba y nunca perdía la magia. Incluso en su galería del móvil, tenía millones de fotos del atardecer y otros millones que tomaría desde diferentes ángulos.

Tardó unos quince minutos en llegar allí, pero poco le importaba, más bien le gustaba caminar, refrescar su cabeza y pensar con más claridad. Nada más abrir la puerta, la campanita anunció su llegada y, a él le recibieron con alegría. Con aire acondicionado para ahuyentar al calor, y la joven y amable dependienta.

—¡Oh, ya llegó mi coreano favorito! —Como si no se hubieran visto durante meses, Amy, con su nuevo corte de pelo y tinte, corrió a sus brazos, estrujándolo. —Cada día estás más enano.

Aún le costaba acostumbrarse a las muestras de afecto propias de allí, no obstante, para no ser desagradable ni excesivamente arisco, se dejaba abrazar por ella. Además, ya existía cierta confianza y complicidad entre ambos.

—Y tú a este paso llegarás a ser tan alta como un titán.

—Me halagas, Minyung, me halagas. —Le respondió mientras le daba palmaditas suaves en la cabeza acompañada de una sonrisa amable.

—No era un halago. —Trató de parecer malhumorado, sin mucho éxito, pues las risas no se hicieron esperar.

—Para mí lo es, de hecho, el cosplay de Hanji de Attack on Titan está en camino. ¡Qué ganas tengo! —Le faltaba ponerse a dar saltitos de la emoción, y de tan solo imaginárselo, a Minyung le entraba aún más la risa.

—Quiero ser el primero en verte con ese pedazo de cosplay, ¿eh? Estoy seguro de que te quedará genial. —Le guiñó un ojo tras separarse de ella, observando su pelo, ahora rosa, por encima de los hombros y con un corte recto.

—Muchas gracias, pitufín. Ahora ve a elegir el libro que quieras, si necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme. —Por si fuese poco, le despeinó más el pelo y él, trató lo más rápido posible apartarle las manos mientras inflaba las mejillas, ahora sí, en un mohín molesto.

—¡Ay, no hagas eso! Además, me echas prisa para que vaya a elegir porque tus padres te están mirando, y saben que estás perdiendo el tiempo.

—Tú me haces perder el tiempo.

—Ya, claro, y yo me llamo Ramón.

—Creo que no te pega ese nombre. —Tras un último guiño de ojo, Amy se fue a hablar con sus padres, para luego desaparecer en la trastienda, probablemente para buscar un libro que le habían pedido.

La librería era espaciosa y hogareña, si por él fuese, se quedaba allí a dormir en uno de los sofás de lectura; los cuales se encontraban al fondo de la tienda junto con una estantería llena de libros, desde el suelo hasta el techo. Las paredes estaban pintando de un marrón claro, dando la impresión de que entraba más claridad por las ventanas, y el olor a libro nuevo estaba impregnado por toda la estancia. Los clientes iban y venían, casi parecía una biblioteca por lo educados que solían ser para no incomodar a aquellos que buscaban las lecturas indicadas.

Se sintió idiota y se llevó una mano a la frente, ya podría haberle preguntado a Amy dónde podía encontrar la segunda parte de Caleidoscopio de Magia Fragmentada. Un libro trepidante, el cual le enganchó desde las primeras páginas, capaz de hacer una mezcla idílica de la fantasía, la acción y el romance.

Se fue a la sección de fantasía donde encontró el primer libro. Al verlo, le dio un pequeño vuelco al corazón de la alegría que le recorrió de arriba abajo; y al alzar la mano para cogerlo y proclamarlo como suyo, una mano ajena se metió en su camino.

Si Minyung se definía como la noche, introvertido, callado; con el cabello oscuro y ojos color miel, el chico de al lado podría ser definido como el mismísimo sol. Pelo rubio y ondulado, largo hasta los hombros, ojos azules tan profundos como el océano y tan vibrantes y llenos de vida como un cachorrito curioso por el mundo de su alrededor. Pasó en un abrir y cerrar de ojos, ambos sorprendidos, para luego recibir una sonrisa amable, pero desafiante, antes de que el libro le fuese arrebatado por completo.

—¡Se siente, yo lo vi primero!

Minyung, pestañeó, estupefacto. El toque efímero de sus manos, le envió una corriente eléctrica por todo su cuerpo, tan eléctrico como el color de sus ojos.

—¡Eh, no! ¡Yo lo iba a coger antes! —Protestó sintiendo en su interior una mezcla de frustración e irritación, mientras el chico rubio, ajeno a sus conflictos internos, sostenía el libro como un tesoro recién descubierto.

Sin saber cómo explicarlo, aún sentía el cosquilleo de su mano contra la suya.

—Oh, se siente, lo vi primero y por supuesto, lo cogí antes. —Minyung notó como los ojos del chico brillaban con picardía.

—Injusticia. —Murmuró él cruzándose de brazos, pero sin perder de vista el libro.

—La vida es así de dura. —Le vio encogerse de hombros, sin dejar de sonreír con aires de suficiencia, sin embargo, por alguna razón, ninguno podía apartar la mirada del contrario.

—Es que, no es justo, me lo quitaste en un abrir y cerrar de ojos.

—Vi a un oponente y decidí derribarle. —Este le guiñó un ojo, como si le estuviese retando y por supuesto, no sabía con quién se estaba metiendo.

Ignorando su irritable tono de voz grave y con un deje de diversión en esta, le echó una rápida mirada a la estantería para comprobar si había otra copia disponible. Para su desgracia, en aquel momento, era la única copia disponible y por supuesto, como el buen lector apasionado que era, no estaba dispuesto a dejar escapar al libro tan fácilmente. Menos en un chico tan altanero.

—¿De verdad estamos discutiendo por un libro? —Preguntó Minyung con el ceño fruncido, tal vez si le distraía sería capaz de robárselo.

El chico guardó silencio como sopesando la respuesta.

—¡La duda ofende! Como para no discutir, el final del primero te deja sin palabras. ¡Me encanta el cliché de familia encontrada, y encima se encuentran en un aprieto súper grande y te lo cortan a la mitad! —Había dicho todo aquello sin ni siquiera respirar, y como Minyung no le cortó, simplemente cogió aire y continuó parloteando. —¡Y encima cuando lo terminé de leer, no había siquiera fecha de publicación!

—Para resumir, no hay forma de que nos esperemos un día más, y por desgracia, han volado como churros.

—Exacto, exacto. —Asintió varias veces con la cabeza, Minyung supuso que fue para darle más hincapié a los argumentos compartidos.

—Por eso, ¡el libro tiene que volver con su dueño!

Sin pensárselo dos veces, se lanzó hacia el chaval rubio y tomó el libro por arriba mientras tiraba para tratar de arrebatárselo. No obstante, la lucha estaba muy igualada en cuanto a fuerzas, pues ninguno cedía y al mismo tiempo, ninguno podía proclamarlo como suyo. Ambos con la frustración latente en sus facciones y tan cabezotas como ellos solos, incluso con el rostro ruborizado por el esfuerzo, no estaban dispuestos a dejarse vencer por el contrario.

—¡Dios mío, ¿Por qué eres tan pesado?! —Exigió saber ricitos de oro como Minyung le había apodado en su mente al desconocer su nombre.

—¡Habló! ¡Venga, suéltalo, no te cuesta nada!

Su lucha típica de niños de cinco años, en vez de dos adolescentes en camino de la adultez, se vio detenida al recibir, ambos, un suave golpe en la cabeza por parte de Amy.

—¿Se puede saber qué mierda hacéis? —Amy se caracterizaba por ser amable y comprensiva, por ello, era un tanto extraño verla con el ceño fruncido y con las manos en las caderas.

—Él empezó. —Respondieron al unísono mientras se señalaban.

Se miraron, luego se percataron de que el libro había quedado olvidado en un segundo plano, en el suelo. Como si compartieran la misma neurona y cruzar de nuevo las miradas, se percataron del hecho de que habían estado discutiendo de una manera poco civilizada y que habían quedado como estúpidos. Sin poder evitarlo, estallaron en suaves risas.

La risa de Minyung era tranquila, suave, sosegada, la del chico rubio un poco más escandalosa y menos sofisticada.

—Bueno, la verdad es que me da igual quién empezase. Disculpaos inmediatamente por el escándalo y el numerito.

—Vale, mamá, lo siento mucho. No volverá a suceder. —Minyung se vio tentado a volver a reírse por esa disculpa poco sincera por parte del chico, no obstante, no quería meter el dedo en la yaga y tragarse la furia de la fémina.

—Perdona, Amy, me dejé llevar por la emoción.

—Qué vergüenza me habéis hecho pasar, espero que no se vuelva a repetir. —Amy cogió el plumero que tenía guardado en el bolsillo, y señaló al rubio. —Y tú, señorito, deja a un lado la rebeldía y discúlpate bien.

—Lo siento, creo que también me dejé llevar un poco. —Vio como se llevaba la mano al cuello, masajeándolo, esta vez sí daba la impresión de haber dejado a un lado esa rebeldía innata.

—En fin, solo hay un libro disponible en la estantería, ¿no? —Ambos asintieron. —No es el fin del mundo, chicos, miraré en la trastienda si hay de repuesto y sino, se puede encargar otro.

Si bien era cierto que no perdía la esperanza de conseguirlo ese mismo día, también debía ser maduro y pensar en la posibilidad de esperar unos días más. Leerlo lo iba a leer, tarde o temprano, sin embargo, a pesar de la lógica, de ser consciente, su parte infantil y caprichosa le estaba dominando y como consecuencia, se sentía un tanto estúpido.

—Verdad, qué tonto soy. —Se rio de forma un tanto forzada, sin embargo, no podía ignorar el interés genuino que tenía hacia el otro chico.

—Un poquito, pero es normal, la lectura lo es para ti. En fin, esperadme en el mostrador, y sin que arda la tienda por vuestras peleas, por favor. —Les señaló con dedo acusador.

—Que sí, que sí. —Lenya le hizo un ademán con la mano, como restándole importancia y ambos, se encaminaron hacia allí.

—Por cierto, ¿cómo te llamas? —Preguntó Minyung, agradecido de que la tensión se hubiera esfumado tan pronto como hubo venido.

—Lenya Sokolov, ¿Y tú, cachorrito? —Le volvió a dedicar una sonrisa socarrona de las suyas, y él le sonrió de forma genuina, pero confundido por el mote.

—¿Cachorrito por qué? —Inquirió levantando las cejas con curiosidad, Lenya por su parte estaba apoyado contra el mostrador.

—Parecías un cachorrito abandonado cuando te quité el libro. Pero, un cachorrito con agallas, sin duda alguna.

—Así que, admites habérmelo quitado. —Bromeó con una sonrisa más amplia.

—Detalles menores. —Levantó las manos y le mostró las palmas con fingida inocencia. Minyung puso los ojos en blanco.

—Eso no se lo cree nadie.

—Vaya, no se te puede engañar tan fácilmente.

—Pues parecer ser que no. Por cierto, me llamo Minyung Bae.

Por fin le podía poner nombre a una persona tan exótica como él, al fin y al cabo, aparte de compartir el gusto por la lectura, era evidente que compartían el hecho de ser extranjeros. Minyung había hecho varias suposiciones, (todas equivocadas, cabía decir), Lenya podría ser de Reino Unido por esos rasgos caucásicos. Sin embargo, se le pasaron desapercibidos esas características tan típicas de los rusos. Sus facciones lo demostraban.

—Vaya, así que eres tan exótico como yo por estos lares de Sídney. Tendré competencia.

—¿Competencia para qué?

—Para ligar. —Al ver su mirada escéptica, no por considerar que era feo, sino por considerarle un rival en el tema del amor, Lenya continuó hablando, no sin antes reírse. —Tío, que era una broma, me acabo de sentir feo por tu culpa, encima que te halago.

Volviéndose a reír, Lenya le golpeó con suavidad en el hombro; y Minyung, para seguirle la broma en una atmósfera cómoda, como si estuvieran en su propio mundo, le devolvió el golpe en hombro.

—¿Entonces me consideras guapo? —Inquirió con una sonrisa juguetona, la cual Lenya, correspondió, aunque igualmente el rubor que se expandía por su rostro le dejaba caer lo que quiso decir desde un principio.

Lenya se tapó parte del rostro con la mano, sin dirigirle la mirada.

—No, para nada. Eres más feo que pegarle a un hijo.

—Eso es porque tú no te has visto la cara.

—¿Desde cuándo esto es una comedia romántica? —Cuestionó Amy con una sonrisa, la cual enseñaba sus perfectos dientes.

Justo en ese momento, la supuesta competencial por quién podría ligar más; se evaporó, para dar paso a la vergüenza. Si bien era cierto que Amy era la experta en molestarle, también en leerle, y él tan solo esperaba ansioso que no hubiese malinterpretado ese ambiente cómodo y relajante entre ambos.

—No digas tonterías, anda. —Le pidió con un leve sonrojo, y las orejas ardiendo, sin saber dónde meterse exactamente.

—Eso, eso. —Corroboró Lenya sin dejar de sonreír, contagiando su rebeldía, aquella felicidad innata en él.

Amy puso los ojos en blanco antes de continuar hablando.

—En fin, chicos, tengo una mala noticia. —Con una conexión imposible de ignorar, pero imposible de explicar, ambos chicos al unísono tragaron saliva. —Solo nos queda un ejemplar, y si queréis el mismo libro, uno se tendrá que esperar unos pocos días más.

—¿Sabes lo que eso significa? —Se dirigió hacia él, Lenya.

—Eh… ¿No? —Se encogió de hombros, mirándole expectante.

—¡Que hay que resolverlo como hombres!

Por un momento, Amy pareció entrar en pánico y por si acaso les separó poniendo entre ellos una distancia prudente.

—Espera, espera, no os iréis a pegar, ¿no?

—Por supuesto que no, idiota, parece mentira que me conozcas. —Si no se había ofendido, era por deducir que al no conocer a Lenya, el chico pecaba de impredecible. Él le echó una mirada desafiante. —Pero bueno, sí, ¡Como hombres!

—¡Piedra, papel o tijeras! —Exclamaron al unísono.

—Compartís la misma neurona, sin duda.

Con una nueva amistad emergente con Lenya, Minyung pensó para sí en esas milésimas de segundo, que no le importaba si no se quedaba con el libro. Incluso pelearse por este en un primer lugar había sido una de las estupideces más grandes cometidas a lo largo de su vida. El sentimiento de felicidad y armonía que florecía en su interior por la presencia del chico, era lo más relevante. Lenya era como una brisa suave del verano, capaz de llevarse los problemas consigo.

Él había elegido piedra y, Lenya, papel. Sin perder el tiempo, Lenya envolvió su puño con la mano, un tanto más grande que la suya propia.

—Vaya, te gané. Espero que no seas un mal perdedor.

—En absoluto, la próxima vez que compitamos, no pienso perder.

Si bien era cierto que, aún sentía una pequeña espinita por ver como el libro se lo llevaba otra persona, también se sintió más tranquilo cuando pidió otro y le avisaron de que como mucho iba a tardar cinco días en llegar. Quizás si Lenya hubiera tenido otro tipo de comportamiento, se hubieran tirado de los pelos ahí en medio sin importarle siquiera el alboroto o el bochorno por hacer el ridículo.

Al salir de la tienda, juntos, la brisa fresca del verano les acarició el cuerpo. Minyung no pudo evitar estremecerse.

—¿Eres friolero? —Preguntó Lenya a su lado, sin abandonar su suave sonrisa e inclinado hacia él.

—No mucho, solamente pasé un poco de calor al venir hacia aquí, y ahora se ha levantado un poco el viento. Pero, mejor así.

—Es verdad, de todas formas…—Sintió la mano de Lenya sobre su hombro, por puro instinto se tensó, tratando de no ser desagradable ni maleducado, cuanto menos se notase, mejor. —Si estás muy triste por no haber conseguido el libro, te lo puedo dejar.

Ante esa vulnerabilidad, cualquiera podría aprovecharse, él no. De hecho, le salió del corazón dedicarle una amplia sonrisa por su consideración. Empezaron con mal pie, pero el llevarse bien fue instantáneo.

—No te preocupes, de verdad. Lo voy a leer en unos días, eso es lo importante. —Lenya apretó suavemente su agarre, aún con las cejas fruncidas por la preocupación.

—Me lo leeré en dos días, y te lo daré pasado mañana. Así no te esperas tanto tiempo.

—¿Qué? —Antes de poder procesarlo, las palabras ya salieron de su boca, estupefacto.

—Lo que escuchas, leo rápido. —Esta vez le guiñó un ojo mientras le golpeaba suavemente en la espalda.

Minyung, confuso, no sabía si Lenya trataba a la gente con tanta familiaridad o estaba ligando con él de forma directa.

—Pero, está en inglés. —Dijo un tanto confuso, intercalando miradas entre el libro no precisamente fino, y Lenya.

—No es la primera vez que leo en inglés. De hecho, en Rusia hay mucha censura y no llegan ciertas traducciones. —Notó cierto deje de frustración, y mientras Minyung se debatía entre preguntarle o quedarse callado para no fisgonear al acabar de conocerse, Lenya prosiguió hablando. —Menos mal que mi familia es bilingüe.

—Por suerte aquí podrás leer todo lo que quieras, incluso puedo dejarte mis libros.

—Y yo los míos. —Parecía un acuerdo tácito entre ellos, sellado por las miradas risueñas que se dedicaron.

—Espera.

—¿Qué pasa? —Como si un búho se tratase, Lenya ladeó la cabeza con cierta confusión.

—Te echo una carrera hasta la fuente de allí. —La señaló con el dedo con tal de que Lenya pudiera ubicarla.

Y mientras Lenya encontraba la referencia, Minyung comenzó a correr sin poder evitar reírse y por lo tanto, tomando cierta ventaja. Como si fuese uno con el viento, sintiendo la brisa marina acariciarle y revolver sus cabellos, daba largas zancadas, firmes, seguro de sí mismo.

—¡Eh, eso es trampa! ¡No me has esperado! —Le oyó gritar unos pasos por detrás de él, y Minyung en respuesta aumentó el ritmo y pudo llegar antes que Lenya.

—Ups, se siente, qué mal perder tienes. —Se encogió de hombros, y se sentó en uno de los bancos de por allí. Con una media sonrisa, palmeó el banco con tal de que se sentase a su lado.

—Bueno, lo dejo pasar porque te he ganado dos veces. —Tras eso, Lenya se sentó a su lado un tanto exhausto. El sudor le descendía por la frente, y su respiración acelerada le delataba.

—Tienes fuerza bruta, pero poca resistencia. —Su objetivo era molestarle y devolverle las burlas con ese cariño propio de una amistad venidera.

Lo único que le dejaba un tanto confuso era el hecho de la complicidad genuina nacida entre ellos, desde el primer instante a pesar de las peleas.

—Bueno, no eres el más indicado para hablar, porque a ti te pasa del contrario. Mucha resistencia, poca fuerza.

—No lo puedes decir tan seguro, solo lo has comprobado porque discutimos por el libro.

—Me basta y me sobra, renacuajo. —Puso la bolsa con el libro en sus piernas, realmente se veía feliz por la nueva adquisición.

Minyung sin perder su sentido del humor, puso los ojos en blanco. Mientras estaban sentados, disfrutando de la compañía del contrario, se sintió relajado, como en casa. Sus barreras herméticas parecían haber desaparecido con tan solo el choque de sus ojos azules, tan puros como un lago sin descubrir en la profundidad del bosque.

—No eres el más indicado para hablar, mides lo mismo. —Lenya negó varias veces con la cabeza.

—Para nada, soy unos centímetros más alto. —Minyung asintió con la cabeza, dándole la razón como los tontos antes de reírse ambos, al unísono, por compartir el mismo humor, y al parecer, la misma neurona. —En fin, ya que nos hemos conocido por los libros, hablemos de ellos.

—Me parece bien, ¿Cuál es uno de tus libros favoritos? —Estaban en una gran plaza, con algunas casitas alrededor, la fuente justo detrás de ellos y algunas palomas comiendo y niños correteando. Sonrió, esa tarde su madre y su hermana pequeña habían salido a dar un paseo.

—Puede sonar típico, pero uno de ellos es Crepúsculo. —Habló con la boca pequeña, como si temiera ser escuchado y juzgado por media plaza. Incluso le pareció verle levemente sonrojado.

Minyung abrió la boca por la sorpresa, ¡Él no iba a juzgarle y menos por eso!

—¡¿Bromeas?! —Sin caber de la emoción, exclamó, arrepintiéndose al instante al ver a Lenya encogiéndose por ello. Él le puso las manos en los hombros en un intento de tranquilizarle. —¡Es también uno de mis libros favoritos! De momento parece que hemos coincidido en todo.

—¡Menos mal! En los últimos meses no sé por qué se ha criticado tanto el libro. Todos sabemos que Edward es un poco posesivo y sobreprotector, pero porque Bella está rodeada de vampiros y de peligros. —Hablaba rápido, sin embargo, eso pasaba un tanto desapercibido por su buena pronunciación en inglés.

—Claro, no por otra cosa. Cuando Bella se convierte en vampiro, ella demuestra que se sabe defender, que no necesita la ayuda de nadie.

—Obvio, Bella demuestra quién manda. Aparte, poco se habla de la increíble narración, le da mil vueltas a otros libros juveniles. —Lenya gesticulaba con las manos y la emoción recorriéndole, él le entendía a la perfección, como si sus opiniones estuvieran en sincronía.

—Pero la moda ahora es lanzar mierda para vender otros libros que, a mi parecer. —Minyung puso la mano en el pecho, con convicción. —No están a la altura.

—Y la paliza que le dieron a Vulturis sin utilizar siquiera la violencia, Renesmee es la puta ama.

—La amamos. Eso sí, creo que en la película ejecutaron mejor el tema de la visión, porque cuando vi toda la masacre, me empezó a dar un infartito. —Imitó a su corazón con la mano, latiendo rápido, feroz como cuando veía la película. Lenya no tardó en reírse por la representación.

—Uff, ya ves, sin duda alguna a mí también me dio algo. —Asintió varias veces con la cabeza, Minyung se percataba de que parecía ser una manía al querer darle énfasis a sus palabras. —Carlisle no podía morir.

—Exacto, Carlisle es un papucho intocable, el otro que parecía tener un palo metido en el culo, se podía ir a la mierda.

—Concuerdo, vaya tío más estirado. —De repente, Lenya se puso serio, sin embargo, la picardía se veía reflejada en sus ojos sinceros. Minyung tragó saliva con anticipación. —Pero, ahora viene la pregunta que puede romper nuestra amistad para siempre, o unirnos para siempre.

—A ver, ¿cuál? —Se relamió los labios sin saber bien qué era tan importante.

—¿Eres team Edward y team Jacob? —Por un instante, quiso golpearle por haberle preocupado sin necesidad, pero por el contrario, también se quiso golpear a él por no pillar poco a poco la personalidad de Lenya.

Minyung, con el mentón en alto, orgulloso, respondió sin rastro de vacilación.

—Evidentemente, soy team Edward.

—Siento discrepar, querido Minyung, respeto tu opinión equivocada; pero evidentemente, Jacob le da mil vueltas a Edward. —Lenya se puso una mano en la cadera, y con la otra hizo un gesto digno de una drama queen orgullosa de serlo.

—No, tío, me has decepcionado. ¿Cómo te puede gustar ese plasta? —Minyung le mantenía la mirada, sin quitarle ojo, sin poder explicar ese click instantáneo sentido desde la primera vez que sus ojos se encontraron.

—¿Y a ti ese vampiro más frío que una piedra? —En un combate de opiniones, en el cual nadie quería perder contra el oponente, trataban de reprimir las carcajadas. A Minyung, a este punto, le dolían las mejillas.

—Al menos Edward la protegía, y le alejaba de los peligros.

—Pero, Jacob le daba calor y aparte, buah, ¡Se podía transformar en lobo! Qué puta pasada.

Minyung le señaló con el dedo mientras alzaba las cejas.

—Pero, ¿quién la cuidó en todo momento al punto de que se resistió para no morderla mientras lo hacían? Todo un hombre, destroza la habitación para no morderla. —Suspiró de forma soñadora.

—Pero, ¿quién es más guapo? Jacob por supuesto, con el pelito largo y luego cuando se lo corta. Debería ser ilegal ser tan guapo. —Se encogió de hombros antes de responderle.

—Sí, es guapo, pero tiene esa impregnación esa rara con la hija. Qué turbio. —En realidad, lo último lo dijo con tal de molestarle, de ver sus reacciones exageradas. Ninguno, llegados a ese punto, pudieron aguantar las risas.

—¡No es turbio! Eso se explica y es pura protección hacia Renesmeé.

—Ya lo sé, tonto, solo bromeaba. Pero igual, también respeto tu opinión equivocada.

—Ya estamos a mano, respetamos la opinión equivocada del otro. Nuestra amistad sigue en pie. —Lenya le golpeó sin fuerza en el hombro, y él le devolvió el golpe, no obstante, ejercicio un poco de fuerza. Por un momento, el ceño de Lenya se frunció abriendo la boca en una queja silenciosa. —Tienes la fuerza de una hormiga.

—Las hormigas son muy fuertes, son capaces de levantar cien veces su peso. —Sintiéndose el ganador de aquella batalla, un empate por la discusión de quién era la mejor pareja para Bella, y otra derrota por el libro, sonrió de forma ladina.

—Joder, no hay forma de callarte la boca. Insoportable.

—Imbécil.

—Cabezota.

—Rubio de bote. —Como si fuese el mayor insulto recibido en lo que llevaban de tarde, Lenya se llevó las manos al pelo tan rebelde como él mismo. Hacía juego con su personalidad.

—¡Eh, no, con mi pelo natural no te metas! ¿Quieres ver mis raíces? Rubio natural. —Para hacer más hincapié, le acercó la cabeza y él se la apartó con suavidad.

—Era broma, tonto. —Lenya estalló en suaves carcajadas, las cuales se asemejaban al vaivén de las olas de la playa, un mar en calma y el sol brillando en el cielo, en lo alto.

Por un instante se quedaron en completo silencio, uno cómodo y sosegado. Sin embargo, a Lenya le vibró el móvil. Al sacarlo, a Minyung le dio la sensación de que estaba molesto por algo.

—En fin, team Edward, me reclaman en casa. —Iba a continuar hablando, pero las palabras murieron en su garganta y vio como Lenya ponía los ojos en blanco, luego como si estuviese en perfecto estado, le regaló una amplia sonrisa que enseñaba sus dientes, una capaz de calar en su corazón y en su memoria. —¿Me das tu número, Minyung?

—Claro, Lenya team Jacob.

—Te envío un mensaje cuando llegue a casa para que lo tengas también. ¡Hasta luego!

—Hasta luego. —Fue bajando la voz hasta el punto de no ser notoria, sin embargo, a la despedida lo acompañó con un gesto con la mano.

El sol se iba alejando para dar paso a la nostálgica noche, era el momento en el que su burbuja de felicidad estallaba y debía volver a su fría casa, donde el cariño de su padre brillaba por su ausencia y el helor a muerte perduraba en al ambiente, en su mente, en su corazón. Un peso pesado, uno escondido en lo más profundo de su ser.

El tiempo transcurrido en esa tarde, para él fue oro, un tesoro precioso y con muchos misterios aún por descubrir, el comiendo de una nueva etapa con un nuevo amigo. Se olvidó de su nombre, de sus preocupaciones, e incluso de las murallas que poseía a su alrededor con tal de evitar ataques sorpresas, y por primera vez en meses volvió a reencontrarse con felicidad. Lenya fue como una bocanada de aire fresco.

Mientras le observaba alejarse, Lenya se tropezó y por un instante el tiempo pareció ralentizarse; el pantalón largo del joven, largo hasta las rodillas, se levantó un poco y a Minyung se le paralizó el corazón, pues vio un moretón violáceo en la parte interna del muslo.

Tragó saliva, tratando de normalizar los acelerados latidos de su corazón, pues debido a la impresión podía notarlo hasta en sus sienes, escucharlo en sus propios oídos.

»Es un sitio un poco raro para tener un moretón...«Pensó para sí, con cierto pesar en su interior, al punto de llevarse las manos al pecho.

Notas finales:

¡A la tercera va a la vencida! XDDD menos mal que ya no tengo tantos problemas con la historia, tengo las ideas más claras y demás uwu, antes iba dando tumbos sin saber a dónde se dirigía esto XDD.

¿Qué crees que le habrá pasado a Lenya? ¿Minyung le intentará preguntar? ¿Cuáles son los traumas de Minyung? Chanchanchan (??).

En fin, la inteligencia les persigue, pero ellos son más rápidos y deciden discutir por tonterías JAJAJA XDDD.

Espero que os haya gustado <3, yo encantada de recibircomentarios los cuales se agradecen <3. Lamento las faltas que os podáis encontrar porque aunque reviso, alguna siempre se me escapa :')

Nos vemos :3!!


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