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Castigo Divino por Mascayeta

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Los diferentes clanes se unieron a la fiesta que iniciaba la Belewe, la cual concluiría una semana después con la unión de las parejas que los Mayores aprobaron para continuar la estirpe.

La forma humana permitía moverse al ritmo de la música con la sensualidad que los Omegas requerían para capturar el interés de los que deseaban como amantes. En el grupo destacaba un ojiacetiuna de cabellos castaño, que bailaba solo para uno de los líderes de la mesa. Los ojos avellana cambiaban de vez en cuando al Dorado característico del celo, quería a Misaki en su cama y lo antes posible, pero las reglas no le admitían tomarlo hasta que se realizarán los rituales.

Los dos primeros se habían cumplido: Ser mayor de edad y decidir si vivía con los humanos o con la manada. Sin embargo, debían pasar otro par más, que los Mayores aceptarán su petición y que Misaki decidiera compartir su existencia con él.

Los casos eran extraños, pero en ocasiones el vínculo no podía establecerse, se creía que era porque el "Destinado" del Omega estaba cerca y de una manera inconsciente este negaba la unión.

Lo único cierto de esa situación, era que mientras el Alpha seguía su vida y podía elegir una nueva pareja, el Omega enfermaba e incluso en ocasiones moría al poco tiempo a causa de grandes dolores y fiebre. Los pocos que se salvaban sacrificaban su humanidad para poder mantener su existencia...¿sucedería eso con él y Takahashi? Por alguna razón, con cada día que pasaba el temor crecía en su corazón.

Calisto sabía cuánto quería compartir su vida con Misaki, pero la causa de su miedo estaba en las evidencias que Takafumi le mostraba a diario.

El Nephrite notó el gesto preocupado de Takano, llevaba días viéndolo de esa manera y sabía que el maldito ojigris tenía la culpa. Desde que llegó a la manada, Yokozawa se metía en su relación de manera descarada, dejaba su olor en Masamune y siempre estaba rondándolo con frases sobre que debía consumir más comida saludable, que no debía descuidar las prácticas de lucha y tiro, y otra cantidad de sandeces que los separaban sutilmente.

Por las normas no se le permitía subir a donde el ojiavellana se encontraba, así que Misaki recurrió al "gemido", la cara de quien quería como pareja cambió, para avisarle por medio de la "voz", que no se salvaría de un castigo. La sonrisa coqueta fue suficiente para que ambos hicieran una promesa tácita de estar juntos tan pronto pudiesen.

—Espero que tu comportamiento sea por el licor que ingeriste —Misaki se viró para ver a quien le hablaba con seriedad. El grito y la forma como se colgó del cuello de su nii-san, fue suficiente para olvidarse momentáneamente de Takano.

Takahiro lo abrazó con la misma alegría y efusividad, amaba al pequeño ojijade desde que lo vio en el hospital el día que su madre se lo presentó. Le dolía no poder estar más tiempo con su hermanito, pero su trabajo con los Mayores le impedía en gran medida cuidar de él, por eso lo envió a vivir con su tutor y gran amigo, Miyagi.

En la mesa principal, Risako indicó a sus compañeros que era momento de marcharse a la Casa de Gobierno, por lo visto la llegada de Takahiro indicaba que los invitados especiales habían arribado. Aprovechando la música y el licor que ya hacía sentir sus efectos, los Alpha marcharon en silencio y sin ser detenidos por ninguno de los presentes.

En la medida que avanzaban, Miyagi dirigió su mirada a la ventana de la única cabaña que queda en medio de la plaza principal del pueblo y la hacienda de los líderes. La silueta del Omega le hizo dar una excusa para devolverse, la mayor de los Takatsuki no pudo menos que burlarse por lo que sin duda era uno de los tantos defectos que ella le encontró para rechazar el compromiso, algo que agradecía Yô, porque esa mujer realmente le fastidiaba.

Cuando consideró que Takano y Risako se encontraban lo suficientemente lejos, se encaminó a la puerta donde el ojigris le esperaba. El agradable y calmante olor que le dio la bienvenida hizo que levantara la barbilla de Takafumi para con suavidad acariciar sus labios. Los ojos rojos del Alpha brillaron en señal de advertencia.

—¿Dónde está? —preguntó adentrándose a la sala para acomodarse en la que prácticamente era una extensión de su casa.

—Durmiendo, el Protector lo mantiene en una especie de trance —respondió pasando una taza de café—, tener a Sorata a nuestro lado ha ayudado en mi tarea.

—¿Le diste nombre de mascota al espíritu que envió Calisto? —el ceño fruncido y la manera como mordió su labio inferior fue suficiente para dejar el pocillo sobre la mesa de centro y pedirle que se sentara al lado suyo.

Obedientemente el Omega se acercó para recostarse en el regazo del mayor. Miyagi acarició el cabello negro azulado de quien pudo convertirse en su cuñado, era difícil entender como Takano lo había rechazado, así como el tonto de su hermano, quien, guiado por el orgullo y el miedo de estar con un Guardián, prefirió romper su compromiso días antes de la Belewe Moon.

—Es necesario hablar con él lo antes posible, Kirishima y Haruhiko llegaron y no creo que las noticias sean buenas.

—Si es verdad lo que sospechas, no solo Shinobu está en peligro —sentándose correctamente, Yokozawa lo miró con la calidez que un hermano mayor podía despertar—. A veces me preguntó por qué permites que otros tomen tu lugar, eres más lobo que cualquiera de nosotros.

—Sabes que es más una maldición que un don, si supieran que he infringido la ley para mantenerme, sería mi destierro.

Miyagi poseía características de los tres Alpha, no solo en su celo, sino cuando quería imponer su autoridad, sus ojos variaban indistintamente a dorado, rojo o amarillo, siendo este último color el que prefería para camuflarse y ganar la confianza de los que le rodeaban. 

Por eso, Risako lo había rechazado, ella se consideraba una Alpha pura, y un ojiamarillo no era suficiente. Antes de que Yokozawa siguiera preguntando, Yô desvió su atención atrayéndolo con algo de fuerza, para mantenerlo en un abrazo que le nutría y le daba la tranquilidad que necesitaba.

—Desearía ser tu Alpha, amo tu aroma —Takafumi rió por las cosquillas que la nariz del mayor provocaba en su cuello—, si la diosa Calisto no te hubiese escogido para cuidarlo, te aseguro que hace rato te hubiese llevado a la cama.

—Eres un mentiroso descarado —dijo ojigris que pasó a acomodarse a horcajadas encima de Miyagi; los ojos azul oscuro, casi negros de Yô lo examinaron con calma, el suspiro del Omega fue suficiente para entenderlo, aún no podía olvidar a Yasuda—. ¿Crees que se acuerda de mí? ¿Qué alguna vez me amo?

Quisiera contestarle que "sí", pero solo le hubiese hecho honor al calificativo que acababa de darle. Su medio hermano Gou a los pocos meses de romper el compromiso, se enlazó y ahora supuestamente estaba felizmente casado viviendo en otro continente. El pelinegro prohibió que nombraran al Omega, la rabia y el dolor hicieron que lo odiara al punto de agradecer que su manada hubiese sido exterminada, lo creía muerto y eso era lo mejor para todos.

De repente el sonido de los sollozos en su hombro confirmó que era mejor no responderle, por el momento ambos tenían una misión, y su prioridad era proteger a Shinobu. Tal vez, en un futuro no muy lejano, Calisto y la diosa Selene relevarían a Takafumi de su papel de Guardián y a él del castigo por ofenderlas...solo entonces, quizás encontraría cada uno a su verdadero amor.


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