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La historia de Dida y Sanae por katzel

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Dida miraba a la cámara y se concentraba en sonreír de manera apasionada.

Una voz gritó de pronto:

-!Corten!-

Y al fin, el joven luminoso pudo recostarse en la pared a descansar. Estaba exahusto.


El fotógrafo se sorprendió de que incluso cuando no posaba, cuando de manera indolente miraba el suelo, Dida fuese un magnífico ejemplar de la belleza. Rapidamente enfoco la camara para captar ese instante; sin embargo una mano firme le detuvo justo cuando iba a disparar el flash.


-... no tomes eso- dijo con voz grave un hombre vestido de traje negro. El hombre era alto y de porte aristocrático, su voz era grave como la música, su mirada firme y reposada.                                                                                                  

El fotógrafo se quedó mirándole un rato preguntándose por qué en vez de ser un mánager no había optado por modelar. Luego asintió y se alejó un poco para ver
cómo habían quedado las fotos anteriores.

Sanae, el mánager de traje negro se acercó lentamente a Dida quien jugaba inocente con las mangas de su chompa. Éste levantó la barbilla y una sonrisa llena de confianza se dibujó en su rostro que se iluminó como un sol.


-!Muchas gracias Sanae-san!, esto es como un sueño- dijo visiblemente emocionado.

Sanae se inclinó un poco hacia él para preguntarle con dulzura:


-¿eres feliz?-

                                                                                            Dida asintió y le tomo una mano apretándosela fuertemente.

-Mucho, mucho. Ahora me esforzaré y no se arrepentirá de haberme elegido.                                           

                                                               

-"Empezamos"- gritó el encargado y Dida fue corriendo a cambiarse su hermoso y holgado traje por uno más revelador.


Mientras Sanae continuó allí parado con la mano semi-extendida como si él aún estuviese allí sosteniéndola, diciéndole que estaba feliz, muy feliz. 


Sanae sólo miraba la luz que emanaba de él. Dida era como una mariposa en un campo lleno de flores. Al mánager le encantaba oírlo pronunciar su nombre "Sanae san" le decía, Dida le devolvía su propio nombre con una canción desconocida y nueva, cada vez que lo escuchaba deseaba que lo repitiera nuevamente "Sanae san, Sanae san...."

Se quedó entre los reflectores mortecinos recordando con tranquilidad el momento en que el muchacho hermoso había perdido el tren en medio de la lluvia. El día en que el mánager fracasado decidío morir bajo las mismas vías.
Ambos solos en la estación con la tormenta encima. Rayos cayendo del cielo. En su corazón una tristeza infinita y el deseo de desaparecer por siempre de la tierra.

Sanae repitió las primeras palabras que Dida le dijo cuando lo vio entonces desesperado, empapado, neurótico, arrodillado, llorando.

-"¿Puedo abrazarte?"-

Así se habían conocido.

Su vida había dado un vuelco desde entonces. Desde esa tarde había nacido nuevamente. El momento se quedaba en su memoria grabado con fuego y con agua. Y Sanae sentía todavía el olor del tibio regazo del joven, sentía sus cabellos, veía los reflejos de sus ojos grades y brillantes.

Tuvo que dejar sus reflexiones para después. Se retomaba el trabajo el muchacho estaba a punto de aparecer.

Dida salió de los vestidores dispuesto a reiniciar su sesión de fotos. Lo entregaba todo, se esforzaba arduamente y sus ojos brillaban mirando a Sanae.

Éste le miraba con gesto aprobatorio dando algunas indicaciones. Aunque le amaba mucho no olvidaba ni descuidaba por eso su perfil profesional.


Frente a él, esa noche estaba la fuente de luz perpetua, Dida.

Sanae lo miraba extasiado.


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