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For My Eighteen por junystao

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes utilizados en el siguiente fanfiction no son de mi priopiedad, pertenecen a Hiroyuki Takei-sama ©, creador de Shaman King. Ajap. Luego, la idea y demás cosas originales salieron de mi mente, así que sabré si las utilizaste sin permiso. n.ñ

Notas del capitulo: Lyserg anda extraño, no deja de suspirar por toda la bendita casa. Todos lo han notado y Hao no es la escepción, es más, él ha sacado sus propias conclusiones.

-o.o.o.o.o- 

Y lo veía aleteando cual pajarillo por toda la pensión desde hacía más de una semana y aún no comprendía el concepto de “aquello”. Según parecía, la muy dotada inteligencia que le había tocado no le ayudaba mucho a descubrir el porqué de sus constantes taquicardias mentales.  

¿Taquicardias mentales? 

Si, porque estaba seguro, mucho, muy seguro, que no sufría de ninguna afección cardiaca. Un nuevo suspiro se aceleró en su garganta para salir y cubrir su humeante taza de té matutino. 

-Ese fue ‘el’ suspiro.- 

-¿Cómo dices?- 

Pilika rodó los ojos con gracia. ¿Qué acaso el inglés era tarado? ¿Sordo? 

-Que ese fue EL suspiro, no UN suspiro.- Aseveró con una mueca. Lyserg enarcó una ceja sin entender aún. Pilika tan solo atinó a rodar los ojos nuevamente. –Significa que suspiraste por alguien, por eso es EL suspiro; no es común que una persona suspire tan gloriosamente solo porque si.- 

-Ah.- 

-¿“Ah”? ¿Sólo eso? Vamos, cuéntame.- 

-¿Qué cosa? o.ô.- 

-¡Pues del fulano!- 

-Ay, Pilika, estás loca.- Argumentó antes de tomar el primer sorbo de su té cargado, estaba tan caliente que, durante toda aquella pequeña plática, se la había pasando soplando la cubierta de la taza. Por encima del borde de la misma, veía como la pequeña hermanita de Horo Horo, dueña de unos inquietantes 15 años, comía una tostada con jalea de fresa. Se veía frustrada.

–En serio, no hay nadie.-

-Bueno, pero después no digas que no te dije.- 

-Si, lo recordaré y pensaré sobre LOS suspiros.- 

-o.o.o.o.o-

Y nuevamente lo veía ir de aquí para allá como si se tratara de una inmunda rata en busca de granos de avena por el sucio piso de la cocina, solo que aquella mugre cocina se perfeccionaba en su vaga mente. Un nuevo suspiro al aire. Si, EL suspiro estaba con él reiteradamente y, para su suerte, la niña loca de Pilika no estaba cerca para reprochárselo. Pero debía admitir que si, había alguien. Y ese alguien era… 

-EL suspiro.- No pudo evitar sobresaltarse y dejar caer una de las patatas fritas que estaba comiendo con tanta tranquilidad mientras veía como, en los tendales de la lavandería de afuera, se ondeaba con agilidad la ropa de toda la gente de casa.  Su mirada viajó instantáneamente hacia el objeto perdido. Su mano se estiró para tomarlo, pero otra le ganó la jugada. 

-No pensé que tú también anduvieras con esas chafadas.- 

-¿Ahora comer papas fritas es una chafada? Primera noticia, tío.- Hao rió divertido mientras jalaba un banco de por allí y se sentaba cerca del chico inglés. Este vio en silencio todos sus movimientos. 

-No me refiero a eso, me refiero a ese ‘Ahhh’ que acabas de soltar.- Había repetido, con algo de burla y amaneramientos, la forma en que Lyserg pudo haber soltado aquel suspiro número algo del día. 

-Yo no solté ningún ‘Ahhh’.- 

-Pero te oí, no soy sordo.- El sonido de una patata siendo destruida por los dientes del gemelo mayor de los Asakura se escuchó entre que este le lanzaba una miradita inocente y el otro, pues, fruncía un poco el ceño. 

-Pues bien por ti u.ú.- 

-¿Seguro que no hay nadie?- 

-¡¿Perdón?!- ¿Por qué se había levantado de manera abrupta de la mesa? Sabrá Dios, porque él solo siente lo que sus músculos involuntarios hacen con él. Su corazón, por ejemplo, había empezado a latir con rapidez enviando lotes y lotes de sangre hacia todo su cuerpo, especialmente, a sus mejillas y orejas, las cuales parecían querer estallar.  

-¿Qué te pasa? o.o- 

-¡¿A mí?! ¡Nada!- Respondió a la defensiva al tiempo que sus pies lo transportaban con infinita rapidez y nerviosismo hacia donde yacía la refrigeradora. La abrió y nada, no sabía porqué demonios la había abierto. Se sintió como un imbésil. –No me pasa nada.- Repitió con lentitud como si su cerebro quisiera ayudarlo a convencerse asimismo. 

-Como digas.-

-Ahora ya nadie puede tener pensamientos tranquilo.- 

-Dependiendo que tipos de pensamientos también; quiero decir, que…- 

-¿Qué cosa? ¡A mí no me gusta nadie!- 

-Entonces, te gusta alguien.- 

-¿Quién dijo algo de gustar?- 

-Tú dijiste…- 

-¡Yo no dije nada!- 

-Pero si tú acabas de…- 

-¡Que no! ¡Ya deja de molestarme, Hao!- Exclamó totalmente exhausto de ir en las direcciones erróneas que su mente le imponía. Había cerrado de un golpe la puerta de la refrigeradora como si el pobre artefacto de cocina tuviera la culpa de su histeria. Ahora respiraba un poco acelerado, sin observar al frente; sentía sus orejas arder como nunca. 

Y silencio. Ahora lo acompañaba un silencio etéreo que lo hizo pensar acerca de su comportamiento. Se giró con lentitud, soltando la manija de la nevera. Tenía la mayor intención de disculparse por haberlo elegido sin pensar como una de las victimas de sus incontrolables achaques de chico enamorado. Si, enamorado de ÉL. 

-Sorry.- 

-Uhn.- Respondió desde su lugar, en el banco, mirando con naturalidad la presencia poco segura del inglés. Ahora fue su turno para suspirar, pero no era El suspiro.

–Pero conste que yo no te estaba molestando.- 

-Lo sé.- 

-o.o.o.o.o- 

Ya pasaban de la media noche, en realidad, eran como las dos de la mañana y uno de los más pequeños de casa no podía dormir. Su futón era un completo desastre al igual que su singular cabellera verdosa, la cual parecía más dócil estos últimos días que estuvo usando un shampoo que le obsequió la loca hermana de Horo solo porque sí. No quiso esperar hasta colapsar, así que se levantó rabiando como nunca lo hacía. Sus hábitos se empezaban a ver trucados por estupideces tales que no dejaban su mente y no lo dejaban vivir en sacrosanta paz, como siempre. Una de sus manos subió hasta su cabeza para arreglar aquella calamidad que se levantaba sobre él. 

La habitación estaba oscura, supuso que el corredor y demás rincones también lo estaban, así que se dedicó a tener cuidado por donde caminaba, no quería terminar golpeándose con algo y… No, mejor usaría aquellas pantuflas de conejito que Pilika le había obsequiado porque sí. Siempre se preguntó porqué la niña le andaba regalando tantas cosas, ¿de dónde sacaba tanto dinero? o.ô  Respuesta al porqué de los regalos: ella decía que era la cosita más adorable que podía existir y que si el tenía ganas, algún día, sería su esclava sexual solo porque sí. Respuesta a la cuestión del dinero: ¿Hooters les dice algo? Bueno, no quería divagar mucho, solo proteger sus blancos pies ingleses. 

-Baño…- Murmuró contra una de las manos que pasaban por su rostro, tratando de apaciguar algo el mareo que le dio el levantarse de golpe. Siempre pasaba. 

Salió de la habitación despacio, sin preocuparse porque alguien estuviera cerca o porque Anna pudiera escucharlo. Sonrisa solazada. Es que a veces era muy divertido romper las reglas de la rubia, se supone que nadie puede merodear por la casa pasada la hora de dormir. 

-Solo iré al baño y…regresaré.- Volvió a decir entre labios, tocando, al mismo tiempo, la baranda de la escalera, la cual le indicaba que estaba cerca de la habitación que buscaba y de la otra habitación que NO buscaba pero que recordaba siempre. La habitación de huéspedes. La habitación que su eterna fantasía con patas ocupa. La habitación que le es cedida a la abuela Kino cuando viene a molestar. La habitación que ahora ÉL debe estar llenando con su inconfundible aroma. 

Y, sin darse cuenta, Lyserg llegó a la puerta del baño, de espaldas, observando la puerta que se encontraba al frente. Suspiró. Y fue EL suspiro. Parpadeos de asombro.

Miedo. 

-Oh, Dios…- Dijo al darse la vuelta y abrir la puerta del lugar sin siquiera girarse a ver que la luz estaba encendida y, por lo tanto, el baño estaba ocupado. Entonces, fue que vio el par de hombros mejor bronceados de toda su vida. Ese hermoso cabello castaño recogido en un bollo mal hecho y, por supuesto, su bata verde ocupando el lugar donde sus manos deberían estar. Eso lo enojó. Tanto como el hecho de darse cuenta que Inglaterra era un mugre país que no tenía especimenes bellos como ese. 

-Mi bata.- Y aquello fue lo más inteligente que pudo pronunciar. Haito lo vio por sobre el hombro, inocentemente, y le sonrió jovial. Luego, solo giro mientras arreglaba la bata y amarraba el cinto en su cintura. 

-Oh, eres tú, pequeño Lyserg.- 

-¿Es esa mi bata?- 

-Ah, bueno, sucede que olvidé la mía en la habitación y…no pretendías que saliera desnudo a buscarla, ¿verdad?- 

“Solo avísame la hora y yo te diré que si puedes hacerlo…”  

Si, ese hubiera sido un pensamiento aproximado al propio.  

-Entonces, si es mi bata.- 

-Aja.- Asintió extrañado por las repeticiones sin sentido. Sin embargo, luego soltó una sonrisa media burlona.

–Oye, lindos bunnies.- Y señaló sus pies cubiertos por una extrañamente rica felpita blanca.  Lyserg bajó la mirada hacia ellas y, al regresar, sostuvo su cerquillo de lado que se había movido por el movimiento.  

-Son los de Pilika.- 

-Ah, ¿la loca obsesionada contigo?- Preguntó con algo de desdén. 

-Algo así.- Su mano seguía peinando su cerquillo de manera ausente, observando el rostro calmado de su interlocutor. -¿Porqué te bañas a esta hora?- 

-Es fresco, odio este ambiente tan caliente.- Dijo haciendo unas cuantas mímicas. Avanzaba sin darse cuenta hacia el lugar ocupado por el chico Diethel. Este elevó una ceja por dos razones: porque se acercaba y por lo del ambiente caliente, ¡pero si estaba entrando a invierno! 

-Estamos en invierno, Hao, no hace calor desde hace 4 meses y más.- Afirmó con seguridad cruzándose de brazos. Hao rió despreocupado. 

-¡De acuerdo, de acuerdo! Entonces, el que está caliente soy yo.- 

-¡¿Perdón?!-  Exclamación demasiado fuerte y demasiado atrevida para algo que podía malinterpretarse tan, bueno, mal.  

-Has dicho eso muchas veces hoy, Ly.- El aludido respiró profundo, con algo de desesperación, lo cual dio partida a que el gemelo mayor se acercara más, hasta quedar a menos de cinco centímetros de distancia. Sus narices se chocaban y, por supuesto, otras cosas también. 

-Estás muy cerca.- 

-Lo sé.- Insistió. Una de sus manos mojadas subió por el camino que representaba el brazo izquierdo de Lyserg, mientras que su compañera rebuscaba entre la camisa de seda blanca y el elástico de los pantalones, todo en su espalda.  

-¿Qué pretendes?-  

-No lo sé…me dieron ganas de hacer esto justo ahora.- Y su nariz rozó la suya, por fin, mezclando ambas temperaturas. La humedad en la piel de Hao era fenomenal, aplacaba su calido sonrojo de manera genial. Le gustaba, le gustaba tanto que no se dio cuenta en qué momento cerraba los ojos y abría la boca para soltar un pequeño lote de aire. Una risa, ¿de burla? No, no sonaba como tal.  Sus manos, ¿dónde estaban? En el mismo lugar de hace dos segundos. Pero ahora lo apretaban un poco más. 

-Ese fue EL suspiro, otra vez.- -¿Uh?- 

-Era por mí, ¿verdad?- Su aliento se aparcó cerca de su oreja y apretó esas manos que había pasado de lograr un toqueteo a un fuerte abrazo.  

-Supongo que si.-  

-Que bien, eso me agrada…- Debía rendirse, ya no podía seguir rugiendo y negando cuando alguien se lo preguntaba. Era por el maldito hermano de Yoh por quién suspiraba cada 10 minutos que usaba para hurgar en sus tanto sucios como dulces cavilaciones de niño enamorado. Pero ahora eso era lo de menos, ahora debía disfrutar del abrazo y, bueno, del toqueteo de las manos de SU sueño. 

-Hueles bien, ¿es ese mi shampoo?- 

-Tal vez.- 

-Entonces, si es mi shampoo.- 

Fin. 

Next: The Kiss

Notas finales:

Autora.

Espero les haya gustado leerlo tanto como a mí hacerlo. n.ñ Reviews!

 

¡GRACIAS X LEERME!

For My Eighteen © Juny S. Tao


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