Desde los ocho años habité en la ciudad de Arkam, Nueva Inglaterra, cerca de la tenebrosa ciudad de Salem. Mi linaje se remontaba a algunos extraños hechiceros ingleses perseguidos y ajusticiados en la terrible era del puritanismo. Establecidos ya en América la rama familiar de mi madre fructificó. La de la familia de mi padre sufrió tales desgracias que horrorizada regresó a su país de origen.
En Inglaterra mi padre hizo regular fortuna como armador de barcos.
Cumplidos mis dieciséis años decidió escribirme una fría carta reclamando mi presencia en el hogar. Había teminado los estudios escolares y debía embarcarme para aprender el negocio familiar.
Mis tíos, hermanos de mi madre (fallecida hace años) no quisieron retenerme por más tiempo y me instaron a preparar mi equipaje para mediados del mes de Julio.
En la carta había también un sobre de color mate con la letra diminuta de mi hermano menor, Odiseus. Su carta decía más o menos lo siguiente:
"Papá dice que vienes a tomar el negocio. Yo, que tengo nombre de marino, dudo mucho que te atrevas a poner
el pie en alguna lancha, pero igual espero que regreses. He crecido dos pulgadas y apuesto que estoy más
alto que tú. La casa está igual que siempre. El paisaje del invierno frente al mar es encantador... si no crees en
fantasmas. Todos te extrañan, hasta "Claudio" te espera apretando su nariz contra la ventana"
Pd: ¿Podrías traerme los libros que están en la lista?
Sonreí ante la frescura de Odiseus. Tenía esa manía de hacerme notar mi inutilidad para el mundo marítimo. Además jugaba a competir conmigo en todo. Sus palabras me hicieron imaginar nuestra antigua casa con Claudio, el gato negro paseando y ronroneando por los rincones.
En cuanto a su lista de libros ya me los sabía de memoria. Todos eran navegantes o exploradores. Eran muy diferentes a los míos que llevaba secretamente en una doble funda de mi maleta. El Necronomicón del Árabe loco Abdul Alrhazed y el libro negro de Alsophocus. (1)
Estaba escribiendo las respuestas respectivas cuando unos brazos me rodearon por la espalda y una cabeza se apoyó en mi hombro.
Era Hero, mi criado personal. Pero en realidad era mucho, mucho más que eso en mi corazón.
Mordió el lóbulo de mi oreja y me besó el cuello. Yo sonreí esperando escuchar su hermosa voz
- ¿Deseas saber qué planean? - me dijo
Se refería a mis amigos de escuela. ¡Cuántas cosas habíamos compartido juntos! En el internado fuimos como hermanos. Nos quedábamos noches enteras discutiendo en voz baja nuestros temas preferidos. El dormitorio donde estábamos se llamaba "Hélade" (2) pero en secreto nosotros le pusimos "Esotérico" por que todos allí teníamos nuestras inquietudes. Vampirismo, brujería, invocación, alquimia.
Luego, en nuestra recién estrenada adolescencia las noches de farra complementaron nuestra amistad. Algunos burdeles, tragos de vino, coqueteos. El descubrimiento de nuestros primeros amores...
Todo ese mundo se acababa y yo tenía que regresar a Inglaterra mientras ellos se preparaban para ingresar a la universidad de Miskatonik
La despedida - pues eso era lo que planeaban - cerraría la etapa más bella de mi vida. En ese entonces me sentía arrancado del mundo, exiliado.
¡Cuán verdadero era ese sentimiento para lo que vendría después!