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Suspiro por Lince

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"Detesto sociales. Es la materia que peor se me da. No tengo las súper calificaciones, pero de alguna forma me molesta salir siempre tan mal en esa maldita asignatura. Como si la inútil solo existiera para fastidiarme. ¿A quién le interesa saber cuando se  firmó un cochino papel del que nadie sabe nada? O ¿Quién era fulano y contra quien ganó quien sabe cual guerra por quién sabe cuál territorio? La guerra es estúpida y el territorio lo perdimos al final, creo que eso es lo único que debería de mencionarse, así la clase se haría más corta y entonces el profesor podría decirnos cosas interesantes y enfocadas realmente a la sociedad como explicarnos por qué existe tanta intolerancia, injusticia y estupidez. Pero no, el sistema continúa insistiendo en impartir semejantes tonterías como materia sin aprender realmente nada al respecto. ¿Qué acaso todos son tontos? ¿Me moriré si no sé cuál es la capital de Timbuctú? ¿A quién le importa si sueno estúpida en una reunión de geeks del jeopardy? ¿Por qué debería de estar perdiendo mi tiempo en esas cosas? Eso y más pensé mientras miraba con rencor el número en el tablón de las calificaciones como si solo por el hecho de pasar media hora ahí parada hubiera sido capaz de cambiar algo. Si las cosas fueran tan sencillas, creo que me habría librado de demasiadas cosas innecesarias del mundo, como del SIDA, el maltrato familiar, la gente que contamina, la coca cola light y sociales de paso.

Formé en mi mente diversos planes para interceptar la carta que la UANL le enviaría a mis padres con la noticia como lo hacía cada bimestre y visualizarme estresada, nerviosa y expectante me daba más rabia. Ese día había sido horrible. Estaba caluroso, la había pasado terrible, no pude comer, y como mis padres estarían trabajando seguramente no comería hasta la noche. Me había metido en líos con mi profesor de planta y encima me fui a segundas por esa cretina de sociales. Mentalmente hacía cuentas para ver si entre mis ahorros tenía lo suficiente como para solventar el gasto, aunque también Javo podía haberme echado la mano. La humillación de tener que hacer el dichoso trámite y examen a escondidas también ya me estaba histerizando. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida?

Ni pienses en reclamarme algo, porque a ti no te hubiera llamado. La verdad tenía ganas de ponerme a llorar y tal vez de golpear algo. ¿Por qué tenían que pasar cosas como esas? Mejor aún, ¿por qué a mí?

Con pesadumbre me eché la mochila al hombro y caminé resignadamente hacia la puerta principal, estaba tan enfrascada pensando en mi desgracia que no miré nada a mí alrededor mientras daba tremendas zancadas para alejarme lo más pronto posible de ese repugnante edificio que ya me había sentenciado a hacer más cortas mis vacaciones de verano. Choqué con un par de tipas que se reían como tontas por accidente y me llevé de encuentro a un distraído que escuchaba su i-pod y me gritaba algo que sonaba a "¡fíjate güey!" mientras yo soltaba algo más o menos como: "¡no me jodas, pinche emo!" 

 

No fue hasta que me tomaste del brazo que me percaté de la Tracker estacionada y de la puerta abierta de la cual parecías haber salido sin inmutarte siquiera por las miradas incrédulas de los tontos chicos que iban saliendo y que te miraban con la boca abierta. Recuerdo que tu mano había apretado tanto mi muñeca que me dolía, y la mirada que me dirigías era tan dura que no pude dejar de pensar que ibas a golpearme. Sé que me lo hubiera merecido realmente... Cerré los ojos cuando sentí que con tu fuerza me jalabas hacia ti y fue hasta que sentí tus brazos en mi espalda que me di cuenta que me habías abrazado sin decirme nada. Estupefacta, rodeé tu cuerpo con mis propios brazos y suspiré contigo durante ese breve momento. Aún ahora, el frío de las lágrimas que derramaste sobre mi cuello aquella tarde todavía me parte el alma."

 

                  3   

Las dos necias / primera parte

 

 

     -Entonces, señorita Garza. Repítame por qué está su casa de verano diseñada de esta manera.

 

Daniela se ajustó las gafas y forzó su media sonrisa característica mientras con los planos extendidos sobre el escritorio comenzaba a señalar los puntos fuertes de su bosquejo ante los 3 arquitectos que evaluarían su trabajo y el resto de sus compañeros de clase.

 

     -Para empezar, quiero aclarar que busqué transmitir una experiencia diferente con el diseño de esta cabaña. Sé que mi propuesta es atrevida y todavía no es muy común ver algo por el estilo aquí... -advirtió prontamente. -pero creo que una construcción de este tipo lo merece. Si uno verdaderamente quiere alejarse del mundo en el que vive y descansar, debería hacerlo realmente, ¿por qué no? -inquirió la castaña poniendo encima otro plano que hizo que los arquitectos alzaran las cejas y que uno se frotara la barbilla. -Creo que uno de los grandes errores que cometemos muchas veces al proponer proyectos habitacionales de recreación, es que nos olvidamos de las cualidades inherentes del entorno. En este diseño el objetivo era exaltarlo y lograr venderlo al final como parte de un todo.  Verán que no es tan descabellado como parece. Las secciones  de la estancia y el antecomedor están bastante  bien aprovechadas y este panel y paredes no solo sirven para dividir sutilmente los espacios mencionados, sino para crear toda una atmósfera valiéndose de la luz. Esta pared está ubicada hacia el poniente, ¿pueden imaginarlo? -Dan trazó una línea invisible entre dos puntos al decir aquello y dibujó una serie de ondas en las paredes opuestas, mirando con determinación a sus evaluadores mientras lo demostraba, cosa que hizo que el arquitecto más joven se sonriera y la animara a continuar.

     El hombre de apariencia más anciana resopló escéptico y Dan solo pudo sentir sus entrañas sacudiéndose. Ese maldito del arquitecto Martínez parecía siempre estar intentando sacarla de quicio de cualquier modo posible. Saliendo de su discurso, giró los ojos apegándose un poco más a lo que ese hombrecillo bajo de cabello blanco esperaría escuchar.

 

     -Mmm, bueno... Notarán que la cocina se encuentra más al fondo, precisamente lo que el feng shui toma por ideal. En esta zona están los baños. Lo que me gustó de este del piso superior es que tiene la oportunidad de ser excelentemente aprovechado. Las habitaciones se encuentran aquí y aquí. Esta zona es espaciosa y el ahorro de energía sería por demás evidente. A lo largo y ancho de mi propuesta podrán ver todo elemento complementándose armoniosamente en cada rincón sugerido y eso no le quitará personalidad a la vivienda. Al contrario, esto lo considero una guía que podría ser muy útil para la persona que decidiera llevarla a cabo. Los materiales son amigables y resistentes y pueden garantizar una vida más que rentable incluso si se pensara aplicar en la industria hotelera. -se sonrió para sí misma al decir aquellas palabras. -creo que sería muy factible...

 

     -No veo el motivo para el uso del LiTraCon. -carraspeó de nuevo Martínez al sacarla de su ensimismamiento mientras acercaba los ojillos de topo que lucía tras sus gafas de gruesos cristales. -La rentabilidad lograda con el resto de los materiales se malgasta en este capricho visual.

 

Dan se mordió el labio. Sabía desde la planeación de su proyecto lo arriesgado de proponer en la cara de ese dinosaurio el uso de aquel material tan del siglo XXI. El LiTraCon era un material de relativa aparición en el mundo de la arquitectura moderna. Creado en el 2001 por Aaron Lozonski en la universidad de Budapest, se hizo de fama rápidamente por su curiosa composición, básicamente concreto y 5% de su peso total de fibras ópticas de vidrio. El resultado era una hibridación entre un muro y un cristal que no solo era resistente, sino que proporcionaba un interesante acabado traslucido que de inmediato fue puesto a prueba por los profesionales en el proyecto de la Puerta de Europa en cuanto se inició su comercialización en el 2004. El material había obtenido múltiples reconocimientos por su nivel de calidad en el 2005 y era el mejor candidato para ser el punto central en el diseño para la torre de la  libertad de Nueva York. La lógica le dictaba a Dan que era una inversión que valía la pena hacer y que convencería de ello a cualquier inversionista que quisiera escucharla, ¿cómo iba a resultarle un problema un profersucho de universidad que hacía años que no ejercía? Meneó la cabeza ligeramente mientras pensaba. Siempre tienes que ser la diferente, eh. Por supuesto que habría resultado mucho más fácil ser de un solo color, amoldarse como todos y apegarse a las reglas como una buena estudiante que aceptaba la voluntad de su profesor por tenerlo por sabio sin cuestionarle nada como si en el mundo no existieran otras posibilidades; pero si algo sabía la castaña era que el mundo era muy grande y que los límites eran barreras que con el suficiente trabajo e ingenio podían ser liberadas con suma facilidad. El LiTraCon era solo una muestra ínfima de lo que Dan podía valerse con el objeto de redefinir todo aquello que le apasionaba. Era un grano de trigo en el silo inmesurable que albergaba dentro de la cabeza. Una sola de las miles de ideas que sabía llevaría a cabo con un éxito colosal algún día. Dan se sonrió suficiente. No renunciaría a sus planos, sabía que les había puesto en las narices a esos ancianos algo de primer mundo. Una solución prodigiosa. Así lo había sentido desde el momento en que hizo su primer trazo sobre el restirador aquella noche luego del ensayo. No... así lo había sabido desde que garabateó en su servilleta el primer boceto de su proyecto, sentada en una mesa solitaria de la cafetería el mismo día que fue puesto como deber. Era precisamente lo que ella había pensado, así se iba a quedar y pensaba obtener la nota más alta por ello.

     La castaña se sonrió y miró fijamente a su opositor, tomando aire profundamente antes de prepararse para hacerlo pedazos.

 

 

***

 

     -Señorita Esparza, ¿hay algo interesante por la ventana que nos quiera compartir?

 

Laura parpadeó y regresó la vista hacia la pizarra desde donde el profesor de Física la miraba ceñudamente al interrumpirse a la mitad de la explicación de la fórmula para el cálculo de la caída libre. No se había dado cuenta de cuándo sus ojos se habían perdido en la quietud de la vacía plaza cívica por la cual deambulaba alguno que otro estudiante, profesor o guardia de seguridad. Sabía que no debía desviar su atención en clases importantes como esa debido a que ese semestre en particular era uno decisivo para su vida de preparatoriana. Era el semestre de las asignaturas complicadas y la verdad era que a lo largo del primer bimestre se había sentido completamente desorientada. Entre literatura y análisis de gruesos volúmenes de lectura clásica para la que más de una ocasión tenía que hacer uso vergonzoso del diccionario o de google para saber la mitad del tiempo de lo que se hablaba. Cruzando por las agotadoras lecciones de lógica, la trigonometría aplicada, la sociología, la incursión a una complicada química de la cual no tenía idea de cómo se iría a aprender la tabla periódica, la codificación y la elaboración de programas básicos en las clases de computación y de un agobiante estudio soporífero de la historia mexicana abordada desde un enfoque económico  que por más que intentaba, no se le quedaba. No tenía idea de por qué las cosas tenían que ser tan difíciles en ese sitio; pero así era la preparatoria 7. Considerada una de las mejores filiales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, era la preparatoria pública con el más alto nivel académico y la más estricta y demandante de todas. Desde su terrible proceso de selección en el que 3 cuartas partes del total de aspirantes eran rechazados, la dureza con la que trataba a sus alumnos con el fin de asegurarse de tener entre sus filas solo a lo mejor de lo mejor era legendaria. Las clases eran intensivas, era obligatoria la pertenencia a un club académico  o deportivo, las asesorías eran diarias y sus participaciones en olimpiadas de conocimiento significaban el aplastamiento total de sus competidores en cualquier disciplina, sobre todo en ciencias, en donde mientras el resto de las preparatorias se conformaban con que sus alumnos hicieran su mejor esfuerzo ante el pesado examen que la UANL aplicaba al final de cada curso, la preparatoria 7 presionaba a sus estudiantes a tal grado que esa prueba quedaba ridiculizada ante las evaluaciones abominables propias. Sinceramente Laura no tenía idea de cómo había logrado llegar tan lejos. Su entrada la había logrado luego de meses en un curso en el que le exprimieron el cerebro a cambio de una nota lo bastante aceptable para ser recibida, y es que luego de que su hermana hubiera cursado la preparatoria en ese lugar, era lo lógico que ella también tuviera que hacerlo. No habría soportado la vergüenza de haber sido otro el caso. Laura suspiró, se disculpó sinceramente y se enderezó en su pupitre sujetando su bolígrafo negro entre los dedos con la intención de hacer todas las anotaciones que le parecieran pertinentes hasta que el académico se olvidara de fijar la atención en su distraída persona. No era que a la morena no le interesaran los importantes aportes de la ciencia a la humanidad ni mucho menos; sin embargo... bueno, era cierto, no le interesaban y  no le encontraba el menor sentido a tener que desgastarse con complicados problemas de situaciones completamente inexistentes o remotamente aplicables a la simpleza y cotidianeidad de su vida. Discretamente dobló su cuerpo y se inclinó para tantear algo dentro de su mochila. Se sonrió por lo bajo al sentir la textura del envoltorio de plástico que llevaba ahí. En realidad tener problemas con el profesor no era lo que ocupaba su mente en ese momento.

 

     -¿Funcionará?

 

En su bolsa, perfectamente doblada y protegida se encontraba la chamarra negra que Dan había usado para arroparla la madrugada del sábado. Ahí estaba apretujada contra su libro de matemáticas y su caja de lápices y aunque la castaña le había aclarado que bien podía conservar aquella prenda. Laura se repetía a sí misma que tenía que devolverla aunque otra parte suya le dijera que mejor dejara todo aquello, la enmarcara y la venerara por siempre. La morena tamborileaba nerviosamente con la punta de su pie sobre el suelo. Había planeado resueltamente llamar a Dan durante el receso para informárselo y ya faltaban solo 10 minutos para que el timbre de las 9:30 retumbara por los pasillos. La pequeña ya lo había calculado. Las clases en la universidad eran de 50 minutos, así que a las 9:50 se comunicaría con ella y vería que tanto podía sonreírle la suerte.

 

     -No debería molestarle, ¿verdad? Después de todo me dio su número.

 

Respiró profundamente como en busca de aire. A cada minuto que pasaba las entrañas se le sacudían y le producían una sensación de vacío  que luego se llenaba de súbito amenazando con ahogarla, ¿por qué debía de ser tan agónico aquello? Era una simple llamada, pero es que no era tan simple, era LA llamada, para Dan, en un momento que tal vez no resultara pertinente, ¿y si su clase era de dos horas o más? ¿y si no tenía recesos como ella simplona de preparatoria sin qué hacer? El profesor de nuevo la miraba ceñudo. No estaba haciendo nada, ¿verdad? Aunque tal vez no estaba respirando y tenía un color extraño en las mejillas, tal vez ni siquiera estaba ahí y en realidad estaba tirada en el piso retorciéndose. El hombre le dijo algo pero ella no lo entendió, miró a los alrededores en busca de auxilio, pero no hubo respuesta, cuando el profesor se enfada, todos se sordean y solo te miran con lástima, era tan típico.

 

     -¿Qué? -alcanzó a balbucear ella al darse por vencida. 

 

  El profesor le extendió el portagises y ella comprendió que tendría que pasar a la pizarra para resolver el problema de caída libre que había estado dictando y al que no había prestado la más mínima de las atenciones.

     Laura maldijo para sus adentros y se puso de pie, hacerlo fue como lanzarse al vacío. Se sentía temblorosa, extraña. De pronto tenía la boca tan seca y las manos sudorosas que se recordó ebria. Se pasó una mano por el cabello, la otra en los pantalones y subió los escalones para tomar el gis de manos del profesor, que le dirigía una mirada que decía: te lo advertí y a la que ella respondía un silencioso: lo siento mucho...

El hombre en un gesto de honesto cumplimiento del deber le repitió el problema y Laura comenzó a tomar nota de los datos que le serían útiles para su solución. Se detuvo un momento ante aquel pedazo de rectángulo negro. Era cierto que no ponía mucha atención, pero no se consideraba tonta. De hecho era bastante aplicada cuando se lo proponía, y ese era un simple problema de caída libre. Podía resolverlo, después de todo ella estaba estudiando en ese prestigioso edificio, siendo amonestada cierto, pero formando parte de la minoría privilegiada que podía contarse ahí.

     Cuando encerró su resultado en un elegante cuadrado blanco, y el profesor tuvo que aceptar que lo había hecho todo correctamente, la morena le devolvió el gis al hombre y retornó graciosa y dignamente a su banco en donde de nueva cuenta su vista se perdió por la ventana durante los minutos que restaban hasta el tañido de la campana.

 

***

 

     -No manches, Dan, eres una perra.

 

Carlos había empujado a la castaña y a esta casi se le caían los anteojos que apenas se sostuvieron en la punta de su nariz por tener las manos ocupadas con libros y sus planos calificados con una nota perfecta. La clase había terminado apenas un par de minutos antes y durante el tiempo que quedaba libre los estudiantes se dispersaban ya fuera a la cafetería, la biblioteca magna o a los lockers para guardar materiales y recoger otros, Dan para eso caminaba hacia su auto siempre que lograba estacionarlo cerca del campus, hazaña que muy difícilmente lograba los lunes, pero ese día parecía estarle pintando bastante bien, por lo que ignorando el brusco toque de su compañero hasta le medio sonrió como dándole la razón.

 

     -Todo es posible cuando uno se lo propone, Charlie.

 

     -Sí, pero con Martínez, te excediste, ¡eres mi heroína! Ven, cásate conmigo. -le dijo el chico jugando, rodeándola por la cintura.

 

     -Ah, no, ni hablar. Sueña para siempre o has que te crezca cabello. -le soltó ella escurriéndose dificultosamente.

 

     -¿Neta? ¿Te gustaría más con el pelo largo? -balbuceó el toqueteándose la cabeza.

 

     -Ehm... no me hagas responderte algo triste. -soltó ella ajustándose las gafas con el hombro.

 

Un sonido electrónico ténue salido del pantalón de la castaña llenó el hueco de la plática justo en el momento en el que Carlos pensaba defenderse.

 

     -Ah, sácame el cel, please. -soltó Dan haciendo un movimiento con la cabeza hacia el bolsillo trasero de sus jeans.

 

     -uh... por supuesto. -se sonrió el chico haciendo uso de su cara más pervertida.

 

Dan se giró rápidamente ante aquello, haciendo que Carlos se golpeara la cara con el portaplanos de la castaña.

 

     -Mejor sostén esto. -indicó ella poniéndole encima todo lo que llevaba en las manos. -Como si no te conociera, asqueroso...

 

     -Auw... mamona...

 

Dan se sacó el movil del bolsillo y abrió la tapa.

 

     -¿Hola?

 

     -Hola, Dan. -se escuchó nerviosamente del otro lado de la línea. -disculpa si te molesto. Soy Laura.

 

La castaña frunció levemente el entrecejo, pero casi de inmediato sus labios se curvaron en una auténtica sonrisa que casi logro que a Carlos se le cayeran las cosas de las manos por la pura impresión de verla.

 

     -¡Hola, tú!, ¿cómo estás? -soltó ella metiéndose la mano en el bolsillo. -¿Cuánto tiempo, no?

 

     -Ah, pues si... -se sonrió la pequeña pasándose la mano por el cabello. -¿No estás ocupada?

 

     -Pues ya no. Mi clase terminó hace unos minutos y estoy en hora libre, que buen tino tienes, eh, ¿qué pasó?

 

La pequeña se sonrió aliviada y satisfecha de escuchar aquello.

 

     -Pues se me ocurrió hablarte para ver si te puedo ver en algún lado para darte tu chamarra, si te acuerdas, ¿no?

 

Dan se recargó en la portezuela de su auto.

 

     -Me acuerdo...

 

     -Bueno... -titubeó la morena.

 

     -¿A qué hora sales? -intervino Dan tomando la iniciativa.

 

     -A las 12:30. -contestó Laura de inmediato.

 

     -Yo salgo a las 2:00, si no te molesta esperarme, te invito a comer.

 

Laura sintió que podría reventársele algún músculo de la cara si su sonrisa se hacía más pronunciada.

 

     -No es necesario, pero te esperaré. -Respondió con toda la calma que pudo fingir.

 

     -Perfecto. Te veo a las 2:00 en la escultura del pegaso aquí en arquitectura, ¿te parece bien?

 

     -Me parece muy bien.

 

     -Ya estás, entonces te veo en la tarde. Gracias por llamar.

 

     -No, gracias a ti...

 

     -Nos vemos.

 

     -Adiós.

 

Dan cerró la tapa de su teléfono y sacó de su bolsillo las llaves de su auto para abrir la cajuela. Miró de reojo a Carlos quién le devolvía una vista inquisitiva, escrutadora, casi ofendida. La castaña arqueó la ceja, confusa. No se había dado cuenta de que aún sonreía, ¿por qué lo hacía?

 

     -¿Qué? -inquirió ella encogiéndose de hombros.

 

     -¿Ya tienes novio y me traes de tu gato? -le murmuró él con seriedad.

 

Dan resopló y giró los ojos aguantándose la risa.

 

     -Ah, no seas tonto, Charles. Novio a qué hora, ¿eh?

 

     -Pues... no sé.

 

     -Además, tú siempre serás mi gatita ¿no?

 

El chico se sonrojó y se concentró mejor en acomodar las cosas de la castaña en el portaequipajes de la camioneta.

 

     -Me debes una salida de todos modos, Dan.

 

La muchacha se pasó un mechón de cabello tras la oreja y se cruzó de brazos dedicándole a su amigo una mirada resignada.

 

     -Está bien, -pronunció como si para ese punto se le hubieran acabado los pretextos para evitar la vuelta. -solo espera que salgamos de parciales y arregle unos asuntos y te acompaño a donde quieras.

 

     -¿Segura? -inquirió él levantando las cejas. -Voy a revisar el calendario para que sea uno de los viernes. No te vayas a echar para atrás.

 

     -No, no me echo para atrás, ¿vale? -susurró cerrando la cajuela y activando los seguros del auto. -Mira, hasta creo que puede ser divertido. -soltó en un tono no muy convincente.

 

Carlos la miró como valorándola y al final se encogió de hombros.

 

     -Está bien.

 

El chico le clavó la mirada a la castaña en un gesto que le decía que sabía que tenía mucho más por decir y asentía levemente como si con eso fuera a sonsacarle aquella información que intuía que existía. Dan arqueó una ceja y se colgó la mochila al hombro.

 

     -¿Qué te pasa? -le preguntó extrañada. Se aflojó el cuello de la blusa y resopló con fastidio, -Vamos a la biblioteca que me estoy cocinando.

 

Carlos suspiró y siguió a la chica que caminaba tarareando con las manos en los bolsillos. Los dos estudiantes de arquitectura emprendieron el camino hacia la facultad, pasando de largo el pegaso de marmol frente al que más tarde Dan y Laura se reencontrarían

 

 

***

 

El autobús de la ruta número 1 pasaba por detrás de la preparatoria 7 y según recordaba Laura, lo hacía por un costado de la UANL, justo por la entrada de FACPYA ¿o era por Químicas?. La Ciudad Universitaria era el sitio donde se concentraban las principales facultades y fue el primero de los 3 campus en los que se encontraba dividida la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ese era considerado el campus de las ciencias, en donde estaban reunidas las carreras afines que precisaban el college board para ingresar. Los otros dos eran el del área médica, serio y prestigioso donde se estudiaba la medicina y sus carreras relacionadas, y el último y más lejano de todos era el de las artes, en donde su amigo Javo estudiaba. Laura sabía que existía un cuarto campus que era el de las carreras agrícolas, pero como eso estaba en otro municipio, nadie lo contaba realmente. La morena se mordió el labio. Para llegar a la Facultad de Arquitectura debía dirigirse hacia la torre de Rectoría, ubicada en el centro de la Ciudad Universitaria y caminar un tramo corto hasta dar con la estatua del pegaso. Se imaginaba que podría encontrarla sin mucho problema ya que en ocasiones anteriores había acompañado a su hermana a la Facultad de ciencias químicas y recordaba haber visto aquel animalejo de reojo. Aún así, no estaba del todo segura. Ese era un gran problema muy recurrente en los preparatorianos, si no se conocía bien el recinto, uno podía perderse en la uni con muchísima facilidad pues era inmensa y definitivamente no iba a estar deambulando por ahí como cualquier loser que no sabe para donde va. Laura se había acostumbrado a distinguir las diferentes Facultades por los animales de piedra que guardaban cada entrada en lugar de memorizarse la señalética del kugar como cualquier otra persona lo haría. Hasta le pareció curioso que Dan fijara ese punto en particular para reunirse, en lugar de decir "te veo en la entrada o en la cafetería". La morena se preguntó de repente si acaso Dan había imaginado que era una despistada sin remedio, y como respondiéndose a sí misma, se pasó la mano por el cabello corto y suspiró resignada.

 

     -Bueno, si me pierdo, al menos tengo bastante tiempo. -se dijo de pie bajo el letrero que indicaba la parada del autobús.

 

Laura abrazaba su paquete y permanecía expectante al arribo del vehículo en el que debía subirse. No se había percatado hasta ese momento que luego de haber llamado a Dan las horas de clase se le habían pasado volando como si estuvieran en cámara rápida. Se sentía ansiosa. El corazón le palpitaba y sabía que sonreía sin ser capaz de contenerse. Recontó de nuevo el pasaje en monedas que sostenía en la mano, el cual era exacto y se sacó la credencial de estudiante que le garantizaba un precio preferencial. Fue cuando bajó la vista hacía la chamarra envuelta que el mundo se le desvaneció.

     La Parada y la calle habían desaparecido y en su lugar se posaron las mesas y sillas de aquel bar que ya jamás podría olvidar. Entre la oscuridad neblinosa, escuchaba la música, percibía el olor a alcohol y a cigarrillo y su mirada embriagada se encontraba con la de la guitarrista castaña quién envuelta en luz, le cantaba solo a ella.

Era maravilloso, incluso ese cosquilleo de su estómago le resultaba delicioso. Esa debilidad en las rodillas, el escalofrío que le recorría toda la piel, la repentina percepción de un sinfín de sensaciones. Las ideas y el deseo de tantas cosas agolpándosele en el pecho la asfixiaban. No comprendía muy bien que era todo eso que sentía, pero le gustaba. Sonreía porque dentro de sí misma lo advertía y lo aceptaba como algo natural en su persona. Secretamente al menos, esa siempre sería su verdad.

     Como si hubiese hecho un esperado juramento a todo pulmón, Dan le sonrió y se colgó la guitarra al hombro mientras descendía del escenario y caminaba rumbo a ella entre un corredor de fanáticos que se apartaron hacia los lados ante un movimiento de Dan como el mar rojo con Moisés. Laura jadeó estupefacta y se sonrió. La mirada gris que se perdía dentro de la suya era tan penetrante que hasta que intentó doblarse para tomar aire fue que se dio cuenta de que estaba paralizada, que aquella castaña, cual sirena, la había hipnotizado obligándola a soltar el timón de su barco y dejarse llevar aunque naufragara como el resto de los mortales. ¿y por qué no? Quizás valiera bastante la pena arriesgarse... La gente de alrededor las miraba entre la envidia y el embeleso y la morena dio por hecho de que su cuerpo no lo resistiría cuando la vocalista la tomó por la cintura y acercó los labios a los suyos, besándola.

 

     -Ah...

 

El sonido de las monedas cayendo contra el pavimento fue lo que logró sacarla de aquella fantasía. Laura sacudió la cabeza confundida y de inmediato se puso de rodillas intentando recoger su cambio aún con la vista nublada y los dedos temblorosos. ¿Qué había sido aquello? se preguntó mirando de cerca una moneda de 50 centavos. Por un momento había sido agónicamente real, tanto que podía jurar que lo había sentido. Incrédula, se palpó los labios que percibía tibios y sensibles.

     Hubiera divagado nuevamente cuestionándose las tretas de su inconsciente si el autobús no se hubiera detenido frente a ella y las puertas chirriaran invitándola a subir. Luego de depositar las monedas en el ánfora y colocarse en un asiento vacío, ni siquiera por el aire acondicionado de la unidad climatizada se permitiría dormitar. En los quince minutos siguientes se concentraría exclusivamente en el trayecto, así lo decidió y se repitió al subir los pies a un descansillo y posar la vista en la ventanilla.

 

     -Mira que eres estúpida...

 

Cuando el autobús reanudó su marcha deambuló por callecillas hasta enfilarse a la Avenida Central, una de las grandes conexiones con la aún más grande Avenida Universidad. Le habían llamado así por su obvio vínculo con la UANL y era la vía por la cual los vehículos de otros municipios como Escobedo o Zuazua podían integrarse a lo que se consideraba como el principio de la zona metropolitana de Monterrey. Al enfilar por aquel rumbo y mirar a toda la gente que se apilaba en esa importante vía acechando sus transportes o deambulando bajo el sol, Laura pensó que bien valían la pena los 7 pesos que le costaba el pasaje por ir ahí cómodamente sentada en el fresquecito sin inmutarse por nada. Sin apartar los ojos de la ventana miró el metro. Si tan solo su preparatoria estuviera más cerca de una terminal habría podido ahorrarse 3 pesos y viajar más cómoda y más rápido, pues la Universidad tenía su propia estación. Bueno, técnicamente no estaba tan lejos, quedaba a 10 minutos de la prepa si se iba a pie, muchos de sus compañeros la usaban para irse al Centro, ¡pero ella no iba a caminar bajo el sol para llegar ahí! Si tenía que transitar más de 2 minutos, ya podía considerarlo toda una exploración. Tan solo de pensar en lo que andaría en Ciudad Universitaria la hacía acordarse de la vuelta al mundo en 80 días.

 

     -Ni hablar. -se dijo cuando visualizó su parada a unos 50 metros más adelante.

 

A último minuto había recordado que la entrada este, la de la estación del metro, era la más cercana a la Facultad de Arquitectura, y solamente porque por distracción se había olvidado de que el autobús de esa ruta pasaba por ahí. Enojada consigo misma se levantó de mala gana e hizo sonar el timbre bajándose justo frente a uno de los dos seven eleven que ocupaban las esquinas contrarias de esa parada. Al mirar el letrero que le daba la cara, Laura se lo pensó un poco y revisando el dinero que llevaba en su bolsillo se metió al mini super de donde salió un minuto más tarde con una bolsita que guardó en su mochila antes de aventurarse a la máxima casa de estudios.

     Aún era temprano, el reloj de su celular apenas marcaba la 1:10 así que se tomó su tiempo para colarse por las escaleras de la estación y cruzar el puente de la terminal que conducía directamente a Ciudad Universitaria abriéndose paso entre una multitud de estudiantes que ya habían terminado sus clases del día.

Cuando estuvo del otro lado y visualizó los estandartes azules y dorados que ondeaban por todo el sendero de piedra que serpenteaba por aquella entrada, Laura no pudo evitar sonreírse.

Pese al calor que se sentía, a la morena siempre le había gustado la sensación que la Universidad le transmitía y ver a todos esos fascinantes estudiantes, tan encaminados en lo suyo, prácticamente haciendo sus vidas, le provocaba un entusiasmo indescriptible. Un deseo secreto de estar también ahí sin molestarse por tener que perder el tiempo en tonterías como la preparatoria la llenaba. Era una lata que la necesitara para poder ser una universitaria, y de todas formas, aún no había escogido lo que quería estudiar. Los exámenes de orientación vocacional no los tendría sino hasta su siguiente semestre y entre sus múltiples paranoias se encontraba esa situación en la que su examen le sugería dejar de estudiar y dedicarse a apilar ladrillos o algo por el estilo, mientras ella se retorcía incrédula y veía como las personas de alrededor eran bendecidas con la posibilidad de llevar una carrera en la jurisprudencia, en ingeniería o en ciencias de la comunicación. Era tan frustrante aquello que terminaba realmente considerando dedicarse a barrer la calle.

     Mientras la torre de rectoría la daba la bienvenida y el emblema de la UANL, una antorcha encendida encerrada en las 3 elipses atómicas, se erguía a varios metros por sobre su cabeza reproducido fielmente en metal, la morena leía las letras enmarcadas por columnas griegas de trazos abstractos: "Allere Flammam Veritatis" o "que arda la flama de la verdad", como le había explicado su hermana cuando ella iba todavía en secundaria. Sacudió la cabeza, más valía no distraerse tanto o terminaría haciéndosele tarde, como siempre le pasaba.

 

Al llegar a la explanada se sintió tan pequeña que tuvo que contener las ganas de correr y buscar algo tras lo cual esconderse. ¿Hasta dónde rayos era que comenzaban a verse las Facultades?

Su respuesta la vio en cuanto vislumbró la sucursal del banco Banorte en la esquina más alejada  que marcaba el fin de la rectoría y el principio del campus en sí, lo que marcaba también el principio de los árboles frondosos y la bendita sombra. Cuál no sería su sorpresa al divisar en el estacionamiento del primer complejo un enorme autobús rojo con el emblema de un pegaso de perfil volando velozmente junto a la leyenda: "Facultad de arquitectura" en brillante color plata; por inercia se giró a su derecha para mirar la fachada del edificio: De 5 pisos a simple vista y con una entrada principal baja y cóncava de apariencia orgánica, la facultad le hacía honor a su especialidad pues todo era pulcro y elegante, de formas y acabados modernos y atemporales; aún así, diferentes diseños se lucían por las amplias paredes en las que se leían cosas como: "Bienvenidos a la semana de producción, 7 días de conferencias y talleres de nivel internacional...", o "prepárate este verano dominando autocad y 3Dmax, informes en prefectura". Laura se preguntó qué tanto hacía Dan como estudiante ahí y por un momento pensó seriamente en ponerse a explorar el lugar para ver lo que estudiaban los arquitectos, sin embargo, el pasillo principal era gigantesco y a simple vista se vislumbraban una gran cantidad de rutas a seguir, y conociéndose, probablemente acabaría saliendo en otra parte o en la avenida, lo cual sería el colmo de lo estúpido, por lo que prefirió mejor quedarse ahí y esperar los veinte minutos que faltaban para la hora acordada. Se encogió de hombros y se sentó en una banca sobre la que subió los pies mientras contemplaba aquella potestad. En el centro del jardín perfectamente cuidado se erguía una imponente figura de unos 3 metros de altura en actitud briosa y solemne. El pegaso, animal totémico de todos ellos, cuyas alas extendidas simbolizaban la superación de los límites creativos del estudiante le devolvía una mirada engreída y suficiente, parecía creerse tan superior que por un momento a Laura no le extrañó la fama de pomposos que se cargaban los que estudiaban esa carrera en particular, quienes  competían en arrogancia casi al nivel de los de leyes o medicina.

     La morena se sonrió al acordarse de Dan, para nada parecida a lo marcado por aquellos moldes. Quizá esa extrañeza suya era lo que más le llamaba la atención o quizás era...

 

     -Hola, ¿llegaste hace mucho? Tuviste suerte, la clase terminó un poco antes...

 

Laura se giró y por un momento estuvo por preguntarle groseramente a la muchacha que le hablaba si la conocía de alguna parte hasta que cayó en cuenta de que era Dan la que le había dirigido la palabra. La castaña no estaba arreglada como en los conciertos y tampoco llevaba un vestido escotado y sensual, sino unos jeans grises deslavados, una blusa retro de color naranja claro, convers sucios con las agujetas desabrochadas y que parecían tener ya más del año de uso. El cabello lo llevaba recogido en una coleta de la cual sus dos mechones característicos le caían sobre la cara, recordando ligeramente a la guitarrista que era. Los anteojos de montura cuadrada ocultaban su interesante mirada y aunque no llevaba casi nada de maquillaje, la simetría de su rostro hacía muy difícil el trabajo de verse ordinaria, hasta por una extraña ilusión óptica a Laura le parecía que Dan se veía más flacucha y ojerosa de lo que en realidad era. Como si eso no fuera suficiente, para completar la imagen, la mochila cargada de libros que traía colgando y el portafolio del que sobresalía una desgastada regla T le daba una pinta tan nerd que resultaba casi insultante. La morena no pudo disimular las ganas que tenía de reírse. Como su más grande fan, ella habría asesinado a cualquiera que se hubiera atrevido a afirmar que aquella ñoña era Dan la vocalista del de Regal Paradise, y sin embargo, ahí estaba la misma Dan proclamando su simpleza a los cuatro vientos como si fuera algo como para sentirse orgulloso.

     La universitaria pareció caer en la cuenta y soltó el portaláminas para deshacerse el peinado y guardarse las gafas dentro de la bolsa, en la que increíblemente cupo ese artículo extra. Dan le devolvió la vista con la cara y las orejas rojas antes de aclararse la garganta y sonreírle apenadamente.

 

     -Perdona. -sé que debe ser decepcionante, pero es lunes. -articuló antes de girar los ojos y menear la cabeza como preguntándose cómo podía decir cosas tan idiotas cuando tenía que ser ella misma.

 

     -¿Por qué te disfrazas? -preguntó la pequeña sonriéndole.

 

     -Aah... no lo sé. -respondió la castaña levantando su portaláminas nuevamente y encogiéndose de hombros. -Las cosas son más fáciles así.

 

     -¿Será?

 

     -Bueno, siéntete dichosa de haber descubierto mi vergonzosa identidad secreta.

 

     -Jeje, no lo es tanto. -la consoló la morena. -Bueno, más o menos. -se corrigió. -De todas formas, te costará caro mi silencio...

 

Dan la miró con una expresión que dejaba ver que la subestimaba.

 

     -Ya veo. Así que me costará más que una comida ¿eh?

 

     -Tal vez. -Se sonrió Laura pasándose la mano por el cabello. -Ah, si... -soltó al volverse hacia la banca, de donde recogió su paquete. -Te traje tu chamarra. Muchas gracias, Dan... por todo...

 

Dan le dedicó su media sonrisa característica y negó levemente.

 

     -No fue nada. -le respondió aceptándola.

 

     -Ah sí. -recordó la pequeña volviéndose hacia su mochila. -Te traje algo.

 

Dan arqueó la ceja mientras veía a la morena revolver entre sus cosas y sacar la bolsita del seven eleven al que había pasado antes de introducirse a la uni. Laura metió la mano adentro y le extendió a la castaña la barra de milky way que extrajo en un rápido movimiento. La guitarrista soltó una carcajada.

 

     -¿Si te gusta, no? -preguntó confundida la pequeña arqueando las cejas.

 

     -Sí, así es. -respondió Dan recibiéndolo divertida. -haces buen trabajo stalkeandome.

 

     -Ah...no es tan stalker ¿o sí? -se mordió el labio. -Ah, mejor regrésamelo...

 

Dan avanzó un paso y la sujeto del codo antes de notar lo inquieta que parecía la morena.

 

     -"El que da y quita con el diablo se desquita"... Ven, vámonos a comer. -le dijo guiñándole un ojo. -este lo guardaremos de postre, ¿vale? -negoció levantando el chocolate y sonriéndole amablemente.

 

     -Sí... está bien. -asintió Laura.

 

Dan le señaló la Tracker color plata estacionada junto al autobús rojo, mientras desde donde estaba quitaba los seguros de manera automática. Laura se acercó a la portezuela del lado del copiloto y la abrió, echándole un vistazo al pulcro interior del automóvil que olía a aromatizante antes de sentarse en el asiento. Del otro lado, la castaña abría la puerta trasera y colocaba ahí el portaplanos y la mochila. Un par de segundos más tarde, estaba acomodándose detrás del volante, colocando el milky way en un elástico de la guantera y sonriendo divertida mientras se ponía el cinturón de seguridad. Laura de inmediato hizo lo mismo y la vio con atención hacer las verificaciones típicas de conductor. Gasolina, espejos, tablero, todo parecía estar en orden. Dan giró la llave y puso el vehículo en marcha, colocando la palanca de cambios en reversa y mirándola de reojo.

 

     -¿Te gusta la comida china? -preguntó casualmente. -porque conozco un buen lugar.

 

Laura asintió y Dan sujetó el volante con una mano, mientras con la otra encendía el aire acondicionado y de un compartimiento sacaba unas gafas oscuras que colocó sobre sus ojos.

 

     -Perfecto. -se sonrió ella luciendo más como la verdadera Dan. 

 

La guitarrista liberó el pie del clutch y giró el volante hacia la izquierda, acomodando el vehículo en una dirección propicia para salir. De inmediato pisó el pedal nuevamente y su diestra marcó primera. Su auto era un modelo que existía en versión automática, pero a la castaña le había encantado marcar los cambios desde el pequeño Volkswagen rojo que usó 4 años antes en la escuela de manejo. Sabía que definitivamente eso era la suyo.

     Laura sonreía sintiendo el fresco en el rostro y mirando cómo la camioneta iba alejándose del campus con completa suavidad. Pasaron por un costado de rectoría, la librería universitaria y el estadio y para cuando la morena se dio cuenta, Dan ya había tomado la Avenida Fidel Velásquez, que a su vez se conectaba con la Avenida Gonzalitos y directamente con Monterrey, Laura se sentía emocionada, por esa zona había muchos lugares interesantes entre los centros comerciales, de entretenimiento y restaurantes que decoraban toda la zona de San Jerónimo y Cumbres. La morena se pasó mirando por la ventanilla y de reojo a Dan, mientras esta maniobraba por el tráfico de las dos de la tarde como si se divirtiera de lo lindo. En el tercer semáforo en rojo fue que la castaña encendió el reproductor de mp3, el cual se inició en la pista 42. Laura pareció reconocer la introducción de la guitarra como esa canción de Franz Ferdinand que le gustaba tanto a amigo Javier.

 

So if you're lonely

You know I'm here waiting for you

I'm just a cross-hair

I'm just a shot away from you

And if you leave here

You leave me broken;shattered alive

I'm just a cross-hair

I'm just a shotten we can die

I know I won't be leaving here

With you...

 

Dan tamborileaba con los dedos sobre el volante mientras movía levemente la cabeza y marcaba tercera, a la izquierda el bardeado blanco del campus de área médica delimitaba el inicio de la Facultad de psicología y se perdía rápidamente en lo que la castaña se perfilaba hacia Madero.

 

I say don't you know

You say you don't know

I say... take me out

 

I say you don't show

Don't move time is slow

I say... take me out

 

I say you don't know

You say you don't go

I say... take me out

 

Al llegar al cruce de la Avenida Leones, Dan dio vuelta hacia la izquierda. Laura tuvo de pronto la vista frontal perfecta del hospital Dr. José E. González. El Hospital Universitario. La escultura del hombre en cuyo honor había sido nombrado aquél edificio y toda la avenida principal que llevaba el mote de cariño con el que la gente se dirigía hacía el (Gonzalitos), fue el fundador del hospital civil y el Universitario en los años de 1800 y uno de los personajes más importantes dentro de la larga lista de filántropos de Monterrey. La figura amable las observó pasar de largo desde su sitio en la rotonda de la entrada principal rodeado de palmas y estandartes en los que se leía la leyenda: 150 años / Facultad de Medicina.

 

     -¡Oh! No había visto nada de esto. -dijo Laura recorriendo la vista por cada triángulo anaranjado de metro y medio de vitrocel que adornaba una por una las columnas de aquella facultad por la que ya iban y venían estudiantes vestidos de blanco o de verde claro.

 

     -No lleva mucho, lo pusieron todo hace un par de semanas por el aniversario. Creo que se inauguraron 3 centros de investigación y áreas nuevas.

 

     -¿Ah sí?

 

     -Algo así me comentó Ludi, ¿si te acuerdas? ella estudia psicología aquí en área médica.

 

Laura se mordió el labio rememorando a la muchacha de piercings que había abrazado tan efusivamente a Dan en el concierto.

 

     -Ah, sí. -respondió desganadamente entre dientes.

 

If I move, this could die

If eyes move this can die

I want you...

to take me out...

 

Cuando Laura se dio cuenta de que el auto se había detenido, Dan ya le había abierto la puerta. Habían aparcado en el pequeño estacionamiento de un local con un nombre escrito en mandarín, que la morena leyó para sí misma.

 

     -Significa "buena suerte" -le susurró la castaña como si le hubiera leído el pensamiento.

 

     -Ooh...

 

Al entrar Laura recorrió con la mirada la decoración oriental del negocio, algunos comensales lo eran y le pareció sumamente interesante. Había algunos rollos de papel colgados en las paredes y pinturas de tinta china perfectamente alineadas las unas con las otras. Las características plantas de bambú se distribuían en pequeñas jardineras en los puntos que seguro el feng shui marcaba como ideales. Las lamparillas de color rojo con sus respectivos pictogramas flotaban suspendidas en las esquinas. Unos hombres de negocios vestidos de traje estaban reunidos en una sala aparte hablando en su idioma, sumamente entretenidos mientras les servían más bebida. Laura miraba todo con mucho interés, ya había consumido comida china en las plazas comerciales, pero nunca había visitado un sitio auténtico. Se entretuvo un momento en la televisión que transmitía un programa de variedad en chino. No sabía lo que el aparentemente popular cantante le había contestado a la chica que lo entrevistaba, pero debía hacer sido algo muy bueno porque tanto ella como el público y la gente que miraba el show mientras comía se habían reído también.

 

     -Buenas tardes.

 

Laura se giró y vio a Dan en la barra saludando a la sonriente mujer china que se dirigía hacia ella desde el mostrador usando un perfecto y fluido español. 

 

     -Buenas tardes. -le respondió Dan sacando su billetera. -Necesito una mesa para dos personas, y dos paquetes número uno.

 

La anfitriona asintió e introdujo la información en la caja registradora. Laura se situó junto a Dan cuando la castaña le hizo una seña con la mano para que se acercara.

 

     -¿Cuál guiso es el que te gusta? -preguntó la guitarrista arqueándole las cejas.

 

     -oh, pues, me gusta el pollo agridulce. -contestó.

 

Dan le sonrió y se dirigió a la mujer del mostrador.

 

     -Entonces uno será de pollo agridulce y el otro general.

 

Las dos chicas escogieron sus bebidas y mientras Dan pagaba el consumo, Laura se entretenía sirviendo salsas diferentes en pequeños recipientes que se llevó con ella a la mesa que les asignaron.  

 

     -Es un lugar bonito. -dijo la pequeña sentada frente a la castaña que ya estaba tomando un poco de té.

 

     -¿Si, verdad? Lo descubrí el año pasado cuando quedé de reunirme con los chicos de la banda para celebrar una presentación. En realidad, me habían dado la dirección de otro restaurante de comida china que está más abajo por esta misma avenida y al final los hice salirse de donde estaban y terminamos comiendo en este.

 

     -Ja, ja, ja, ¿en serio?

 

     -Sí, durante meses pensé que había llegado al correcto y que ellos eran los equivocados.

 

     -Cielos, no te imaginaba haciendo esa clase de cosas.

 

     -No me digas. -dijo Dan juntando las manos sobre la mesa. -Creías que era una especie de rockstar excéntrica que frecuenta el mercado Fundadores, con algún tatuaje extraño, vegetariana, que se guía según la filosofía de alguna secta minorica y las acciones que realiza por lo tanto son sumamente trascendentales, diferentes a las del resto de la humanidad.

 

Laura se rió.

 

     -Al principio debo confesar que si pensaba algo así.

 

Dan resopló y le dio otro trago a su bebida.

 

     -Dios, si que te voy a estar decepcionando.

 

     -Eso creo. -le respondió la pequeña sonriéndole. -Todavía te falta la caída mortal del pedestal.

 

Una joven de rasgos orientales se acercó a su mesa y colocó frente a ellas sus respectivos platos.

 

     -Xie xie. -le dijo Dan mientras la muchacha le hacía una leve inclinación de cabeza y se retiraba.

 

     -¿Cuántos idiomas hablas? -le espetó escandalizada la morena a la castaña que estaba desenvolviendo sus palillos de madera.

 

     -Ah, solo 2, -respondió Dan decepcionada. -español e inglés; el francés todavía lo estoy aprendiendo y de chino solo sé unas cuantas cosas que me enseña Mario, y solo porque le insisto mucho que me diga palabras y frases. Me encantan los idioma y el es muy dedicado aunque no lo parezca.

 

     -Oh, ya veo. -respondió la morena intentado no imaginarse a Dan revoloteando alrededor del músico pidiéndole aprender una palabra nueva.

 

Laura estaba pensando que la Dan que estaba conociendo de alguna forma parecía mejor que la que había imaginado que era; seguía pareciéndole genial e interesante, pero ya la veía más humana, más cercana a una persona común demasiado buena en lo suyo, además de humilde y respetuosa del valor de los demás, casi como una idea de lo que deberían hacer las personas de su edad; le gustaba todo eso, pero prefería conservar esas ideologías para sí misma y disfrutarlas todo lo que pudiera de manera instrospectiva.

 

     -¿Y qué tal la escuela? -preguntó Dan mirándola fijamente. -¿Te gusta?

 

     -Mmm... no mucho. -susurró Laura picando un pedazo de pollo con tempura. Eludiendo un poco la Mirada de la castaña-Ultimamente me frustra un poco.

 

Dan recapacitaba lo que la pequeña le decía mientras asentía con la cabeza y se limpiaba la salsa oscura y picante de los labios con una servilleta.

 

     -La prepa 7 puede ser muy dura, pero te facilitará mucho tu entrada a la Universidad. El ritmo que lleva es uno muy parecido, créeme.

 

     -¿Uh? ¿también estudiaste ahí? -soltó Laura sorprendida, tirando un poco de arroz de su plato.

 

     -Ah, pues sí. -Respondió la castaña encogiéndose de hombros. -Antes vivía en las Puentes también. Nos mudamos cuando ya había sido aceptada y como mis amigos y todo lo que quería y necesitaba estaba ahí, me quedé en la UANL en lugar de aceptar una más cercana y prominente plaza en el tecnológico.

 

     -Vaya.

 

     -Seguro pensarás que fue una tontería, pero a mí no me importan esas cosas. Yo quería aprender y no que me dijeran que era súper buena solo porque mi padre desembolsara una suma estratosférica por semestre. Tiene sus desventajas rehusarse a usar las influencias familiares y ser tratada como cualquier hija de vecino; pero aún ahora, creo que así fue mejor.

 

     -¿Si?

 

     -Así es. -respondió la castaña decididamente.

 

La morena comió en silencio. Despreciar aquella escuela tan prestigiosa y cara solo por tener principios no sabía si era muy loable o muy estupido, después de todo los idealistas eran los grandes tontos de la historia, haciendo tanto y perdiendo más. Se preguntó por un momento qué habría hecho ella de haber estado en su situación y al final prefirió no contestarse por miedo a sentir asco de sí misma por lo que siguió vaciando su plato.

 

     -¿Te gusta ir al cine? -Le preguntó Dan un tanto preocupada al notar la seriedad de la pequeña.

 

     -Ah, pues sí. -respondió ella saliendo de sus deliberaciones personales.

 

     -¿Que tanto?

 

     -Lo normal, creo

 

Si Laura se hubiera dado cuenta antes que Dan le estaba insinuando que fueran a ver una película se habría abofeteado a sí misma por no notarlo. Pareció procesarlo cuando de pronto un bocado se le zafó de los palillos y cayó de nuevo en su plato.

 

     -Eh, perdona, quiero decir que me encanta...

 

     -Yo hace tiempo que no voy. -le sonrió la guitarrista antes de llevar un poco de arroz a su boca. -Me he vuelto un poco ermitaña en esos aspectos.

 

     -Imagino que te debe quedar poco tiempo para esas cosas, ¿no? Entre el grupo y la escuela. ¿Eres tan nerd como aparentas?

 

Dan se sonrió comenzando a enroscarse un mechón de cabello.

 

     -Me gusta pensar que si. De otro modo no valdría la pena tanta molestia

 

     -¿Y cómo lo haces? Yo apenas puedo soportar mis clases y sé que son súper comunes.

 

Dan se cruzó de brazos y se pensó la respuesta.

 

     -Pues no lo sé. Supongo que inevitablemente termino perdiéndome algunas cosas buenas del ocio. Aunque procuro darme tiempo para relajarme y divertirme en lo que me gusta.

 

     -¿Y qué te gusta? -preguntó Laura interesada.

 

     -Mmmh... leer, dibujar, ir al cine y comer porquerías, ver anime y ser medio otaku cuando hay alguna convención en cintermex, jugar videojuegos y escuchar y tocar mi música, por supuesto.

 

     -No creo que puedas hacer todo eso.

 

     -No dije que siempre pudiera.

 

     -¿Y vale la pena?

 

     -Pues, eso espero.

 

     -Vaya, suena algo triste.

 

     -Sí, -suspiró Dan. -por eso deberías recomendarme algo bueno y enseñarme como se divierten ustedes los jóvenes.

 

Dan había adoptado una actitud tan seria cuando dijo aquello tan estúpido, que a Laura le dio un ataque de risa tan fuerte que Dan casi se tomó en serio su broma respecto a la diferencia de edades que tenían. Aún si era cierto, la verdad era que se sentía cómoda con ella. Extrañamente algo tenía aquella morena que volvía muy sencillo el conversar sobre lo que realmente pensaba y era un fenómeno que nunca antes le había acontecido. ¿Por qué hablaba de esa forma con esa niña que tan solo 2 días antes era una extraña, cuando sus amigos de años no merecían conocerla a profundidad? ciertamente eso estaba comenzando a intrigarla. Sentía que tenía muy buena química con la morena por alguna razón y cuando luego de la broma sus miradas volvieron a encontrarse, tuvo la sensación de que tal vez la pequeña también cavilaba algo parecido.

     La impresión que le produjo a Dan esa mirada ocasionó que la castaña desviara la vista perturbada y prefiriera distraerse partiendo la galleta de la fortuna que tenía en un pequeño platito a su derecha.

 

"eres afortunado entre los afortunados" -le rezaba el pequeño papel. Dan frunció el entrecejo y volvió a mirar a la pequeña que había vuelto la vista a su plato.

 

     -¿Quieres ir al ensayo de la banda? -le soltó la castaña repentinamente a lo que Laura respondió tirando un pedazo de pollo silenciosamente con una expresión de completa estupefacción en e rostro. Dan insistió apartándose el cabello de la cara. -casi siempre son en mi casa, como empiezan a las 5 podemos hacer nuestros deberes antes, podrías conocer al resto de la banda y te iría a llevar a tu casa, ¿qué dices?

 

A Laura le pareció gracioso que Dan pensara que ella tenía interés en los demás integrantes del grupo, pero aún así, la oferta y la excusa eran demasiado buenas como para ser pasadas por alto.

 

     -Me apena mucho que te tomes tantas atenciones Dan, -susurró recuperando un poco la compostura tratando de sonar despreocupada. -pero me parece una idea fantástica... -añadió de inmediato, logrando arrancar una sonrisa aliviada a la muchacha que la miraba expectante.

 

Cuando la guitarrista y la preparatoriana terminaron la comida, se despidieron del restaurante y abordaron de nuevo en la Tracker que se deslizó por avenidas y entre calles mientras ellas se reían por ir comiendo cada quien una mitad del chocolate que habían acordado como postre. La morena se reía sobre todo de la castaña que tenía que mantener su trozo entre los dientes y esperar los altos que se presentaran en el camino para poder probar la golosina que tanto le gustaba. Verla sufrir por algo tan tonto le había fascinado y se preguntaba si eso era bueno o malo. Cuando Laura vio los centros comerciales que marcaban el inicio de la Puerta del Sol, supo que Dan iba a conducirla al residencial de Colinas de San Jerónimo, idea que de inmediato confirmó cuando la camioneta subió por la privada hasta detenerse a la puerta de una casa que era fácilmente tres veces la suya.

     Cuando la castaña accionó el freno de mano y descendió del vehículo para sacar sus pertenencias de la parte trasera, Laura todavía miraba por la ventanilla la casona que le devolvía un saludo poco amigable desde los altos ventanales del piso superior. Sabía que Dan era alguien que estaba por decisión propia en un mundo que no era el suyo, y sin embargo le parecía tan injusto para los demás que ella cometiera aquel engaño. Sabía que no se lo proponía, pero de alguna forma no podía evitar pensarlo.

 

     -¿Qué pasa? -le soltó la cara de Dan que se apareció de pronto por su ventanilla causándole un susto de muerte. Ella ni siquiera se había quitado el cinturón y la guitarrista prácticamente había ido y vuelto de la puerta de entrada de la casa.

 

     -Ah, ya voy. -se disculpó la pequeña descendiendo y colgándose la mochila al hombro. -tienes una casa muy linda. -apuntó sinceramente.

 

     -Ah, gracias. -respondió Dan acompañándola por el camino de piedra que cruzaba un precioso jardín. -es de mis padres en realidad. Creo que yo escogería hacer algo un tanto diferente en mi propio hogar, pronunció mientras le daban la cara a un par de leones de piedra situados protectoramente a ambos lados de la puerta principal -se sacó las llaves del bolsillo y abrió las cerraduras. -Pasa, por favor.

 

Si la decoración de tan bella estancia era obra exclusivamente de la señora Garza, Laura ya podía imaginarse de dónde sacaba Dan sus dotes como para que le gustara la arquitectura. Los colores eran agradables y cálidos y cada espacio tenía algún detalle o adorno de gusto exquisito y muy fino. Tal vez ella no era muy conocedora, pero el tipo de piezas y muebles que veía distribuidos por ahí, de caoba y elegantes eran los que muy frecuentemente veía en las revistas o en plaza fiesta San Agustín. Un precioso piano de cola estaba ubicado en un rincón del aposento y se imaginó cuantas veces Dan habría pasado las noches tocándolo. Laura pudo percibir la esencia de las velas de aroma y las telas nuevas de la tapicería fina de la sala y las cortinas; también el olor de las obras de arte que colgaban de las paredes en distinguidos marcos e incluso el perfume de las frutas frescas que adornaban el suntuoso comedor. Contrario a su casa, en la de Dan parecía no haber fotografías de ningún tipo y eso le parecía muy raro porque a su madre en particular le encantaba ponerla en vergüenza exhibiendo hasta esas en las que estaba desnuda de bebé, pensó que quizá era cosas de gente adinerada considerar algo corriente la exhibición de imágenes de esa categoría por lo que continuó avanzando siempre detrás de la castaña. Dan la condujo hacia las escaleras como si nada de aquello tuviera importancia, es más, casi como si le molestara y no mereciera la pena dedicarle una presentación. En lugar de eso, caminaron por el pasillo hasta el estudio que ella utilizaba para trabajar y que le parecía más fascinante aunque fuera porque lo considerara algo más suyo que el resto de la casa.

     Laura parpadeó sobrecogida al toparse con el santuario de la futura arquitecta, con todos esos libros de pared a pared, los pliegos de distintos materiales acomodados en sus respectivos estantes, las gavetas con elementos de decoración, el escritorio sobre el que había libros de consulta abiertos, instrumentos, colores, pinturas y una laptop cerrada, la televisión del rincón que para alguien como ella sería toda una distracción, el pequeño sofá de cuero que parecía tan cómodo, y el restirador del centro. El escenario sobre el cual Dan como profesionista se disponía a llevar a cabo todas sus ideas y en el que sin duda se pasaba todo el tiempo que no lo hacía con una guitarra. La luz que entraba del ventanal que tenía enfrente era atenuada por las delgadas cortinas blancas que filtraban muy bien la irradiación del sol. La morena suspiró. Era extraño, una forma distinta de creatividad. Era como estar en la habitación de Javo, pero mil veces más ordenada y limpia. Tan ordenada que parecía no usarse nunca. Por un momento le vino a la mente la pequeña y desordenada mesa en la que ella trabajaba y se dijo para sí misma que lo primero que haría al volver a casa sería recogerla y tomarse más en serio sus espacios de trabajo. Qué vergüenza si se le hubiera ocurrido llevar a Dan a su casa... pero, ¡oh Dios mío! ¡Dan ya había estado ahí!, afortunadamente no había pasado de la sala, pero, no, definitivamente jamás permitiría que la viera de nuevo.

 

     -Puedes usar el escritorio y la laptop si necesitas consultar algo en internet o poner música. -le dijo Dan sacándola de su ensimismamiento. -yo me la paso en el restirador casi siempre, me es más cómodo. ¿Quieres que traiga algo de tomar?

 

Laura puso su mochila encima de una mesita junto a la silla en la que se sentaría y asintió levemente.

 

     -Agua mineral estaría bien. -respondió la morena colocándose una mano en el estómago. Las personas de los restaurantes orientales son todas muy amables y generosas y las porciones que colocan en los platos que sirven muchas veces resultan lo doble de lo que uno debería comer normalmente, especialmente si son tan glotones como las pequeñas morenas que no lo aparentan.

 

Dan se puso las manos en los bolsillos de los jeans

 

     -Je, también yo necesito tomarla luego de la comida china, pensé que solo eran ideas mías.

 

     -Oh, no, bueno, no sé, tal vez sí y las compartimos.

 

     -Puede ser... Bueno, ya vengo con eso. -susurró Dan caminando hacia el pasillo.

 

     -¿Necesitas ayuda? -soltó la pequeña prontamente.

 

     -No, -respondió la voz de Dan desde las escaleras. -instálate, siéntete como en tu casa.

 

La figura de Dan torció por la escalinata, perdiéndose completamente de vista y la morena suspiró.

 

     -Qué extraño es todo esto... -susurró para sí misma. Luego sacudió la cabeza escandalizada. -ah, ¡no te quejes, estúpida! -se reprendió enseguida apretando su puño.

 

La muchacha caminó hacia la puerta y se asomó al exterior mirando el pasillo y las distintas puertas que conducían a las demás habitaciones, apoyó su cuerpo en el barandal mirando hacia abajo esperando poder ver a Dan cuando volviera y ver si podía ayudarla en algo, pero al desviar la vista, sus intenciones cambiaron de pronto. A su izquierda, justo junto al estudio al final del corredor vio dos guitarras eléctricas y un bajo apoyados en un soporte múltiple junto a un amplificador pequeño cerca de una cama de sábanas azules.

 

     -¿Es la habitación de Dan?

 

Una fuerza magnética impulsada por la curiosidad jaló a Laura el escaso tramo que había entre el estudio y la recámara y la hizo mirarla complacida.

     La espaciosa habitación estaba tan ordenada como el estudio, pero a diferencia del último, contenía todos los objetos personales de la guitarrista. Ahí estaban sus instrumentos descansando junto a una mesita con revistas de la Rolling Stone y un silloncito en el que seguramente Dan practicaba a solas junto a la ventana por la cual entraría el aire fresco nocturno o matinal. Junto a la cama había otro librero, pero ese no tenía lectura de arquitectura, sino novelas, relatos de ficción, libros de música y hasta revistas de cine y mangas populares y desconocidos guardados aún en sus bolsitas protectoras. Laura se sonrió por lo bajo "así que encima de nerd, otaku eh..." En un ganchillo había varias medallas colgadas. La morena las separó con los dedos, distinguiendo que pertenecían a natación y a las categorías de exhibición con armas y de forma en wushu. Eso la emocionó tanto, que buscando algún sable o un bo se topó con un montón de reconocimientos por logros académicos de la castaña desde la secundaria. El sable lo encontró arriba enfundado y colgado en la pared adornado con una elegante cinta negra. Frente a la cama matrimonial había una televisión mediana colocada sobre un mueblecillo en el cual estaban conectados un playstation 2 y un nintendo wii conviviendo en perfecta armonía, sobre esta había un estante repleto de dvds, albums de música y algunos juegos de las consolas que parecía increíble que tuviera tiempo de jugar alguien como Dan. A Laura de nuevo la estaba invadiendo esa idea de que tal vez Dan no era tan normal como quería hacerle ver, al menos a ella, que si era normal, no se lo parecía. Al fondo estaba el baño-vestidor, dividido entre las cosas que Dan la arquitecta usaba y las que vestía la otra Dan. La pequeña se preguntó por un momento, quién de las dos sería la verdadera. Le parecía interesante averiguarlo. Saliendo del armario había una cómoda de madera con los artículos de cuidado personal de la castaña, y a su lado un pequeño escritorio exhibía una sola libreta abierta encima, el primer cajón semiabierto invitó a la pequeña curiosa a mirar más de cerca su interior. 

Guardada de manera presurosa, Laura notó una carta dirigida a Dan con fecha del año anterior. Desdobló la hoja amarillenta de 4 partes y comenzó a leer.

 

"Fierecilla:

 

No sabes lo orgulloso que me sentí al mirarte y ver cuánto habías crecido sin que lo notara. Ahora no puedo pensar lo que sería andar por ahí en la calle a tu lado todo cohibido porque me pareces genial, ya no puedo aunque ahora lo deseé con el alma. Hace mucho tiempo que dejamos de ser los de antes. Hace mucho tiempo que te volviste alguien mejor, quizás siempre lo fuiste y nunca supe verlo claramente. Desearía haberme dado cuenta antes. Antes de necesitar engañarme y hacerte esto.

 

Tienes un futuro brillante. Lo sabes, ¿no? En tu profesión, en tu música, en cualquier cosa que te propongas hacer, creo que lo harás estupendamente, porque siempre supiste lo que querías y eso es lo que siempre he admirado de ti. Aunque yo desaparezca de tu vida, sé que estarás bien. Tienes que prometerme que así será, ¿vale?

Eres una chica muy fuerte, y harás cosas increíbles, de eso no me cabe la menor duda, por eso quiero que para todo tengas un tiempo y no te exijas de más porque ahora lleves mis esperanzas sobre tus hombros, solo porque eres tan noble. Si algo puedo dejarte ahora es el consejo de pedirte que seas más dura porque el mundo de afuera es muy cruel, es injusto y solo espera que te equivoques; pero ten fe de que en tu camino encuentres a alguien como tú, que te brinde la paz y el cariño que tú me brindaste. Espero de verdad que sea así. No será fácil, pero nunca me lo perdonaría si sé que fui yo quien destruyó ese espíritu que amo y que extrañaré tanto...

 

Quiero que sepas que nada es tu culpa, por favor, no te culpes y déjame ir. Sigue adelante, sigue tu sueño y a tu corazón sin importar a dónde te lleven porque aunque no me veas, siempre caminaré a tu lado."

 

Con amor:

Ricardo

 

Laura frunció el entrecejo al terminar de leer la nota.

 

     -¿De quién es esto?

 

     -Oye, Laura, ¿si terminamos rápido quieres jugar al wii sports?...

 

Dan, sosteniendo las bebidas en una charolilla se detuvo ante el marco de la puerta y miró alternativamente al escritorio y a la pequeña que intentaba fingir que estaba viendo el diseño de la libretita que estaba encima solo por no poder reunir el valor de levantar la vista y tener que confrontar los ojos de la castaña.


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