Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

..::Fate::.. por Forsaken Angel

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

R&R

Notas del capitulo: R&R
“Fate” @font-face { font-family: Batang; } @font-face { font-family: Verdana; } @font-face { font-family: @Batang; } @page Section1 {size: 595.3pt 841.9pt; margin: 70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin: 35.4pt; mso-footer-margin: 35.4pt; mso-paper-source: 0; } P.MsoNormal { FONT-SIZE: 12pt; MARGIN: 0cm 0cm 0pt; FONT-FAMILY: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-style-parent: ""; mso-pagination: widow-orphan } LI.MsoNormal { FONT-SIZE: 12pt; MARGIN: 0cm 0cm 0pt; FONT-FAMILY: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-style-parent: ""; mso-pagination: widow-orphan } DIV.MsoNormal { FONT-SIZE: 12pt; MARGIN: 0cm 0cm 0pt; FONT-FAMILY: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-style-parent: ""; mso-pagination: widow-orphan } SPAN.SpellE { mso-style-name: ""; mso-spl-e: yes } SPAN.GramE { mso-style-name: ""; mso-gram-e: yes } DIV.Section1 { page: Section1 }

“Fate”

 

Capítulo I: “The first day”

 

 

“Quizá la mayor equivocación acerca de la soledad es que cada cual va por el mundo creyendo ser el único que la padece”

-Jeanne Merie Laskas-

 

 

 

Allí estaba yo otra vez, en medio de una pelea verbal sin sentido entre mis compañeros. No vale la pena explicar los motivos de dicha discusión. Solo puedo decir que el ambiente me parecía tan vano, tan decadente. En ocasiones como esa sentía como si toda la estupidez que me rodeaba me sobrepasara, como si fuera a estallar en cualquier momento, gritando rojo de rabia, intentando hacerlos entrar en razón, de que pudieran ver sus errores y que aquella asquerosa intolerancia dejara de cegarlos; pero cada uno estaba tan seguro de sí mismo, tan seguro de tener la razón total y absoluta que en momentos así solo me quedaba exhalar lentamente y mantener la boca cerrada.

 

Ahora que han pasada tantos años me doy cuenta de que en cierta forma yo me parecía a ellos más de lo quería reconocer, pero por supuesto en aquel momento yo estaba seguro de que todos ellos no era más que un puñado de niños inmaduros, incluso más que yo, que cualquier intento de explicarles algo que estuviera en desacuerdo con ellos sería en vano, que era una perdida de tiempo, porque yo sentía y sabía que no lo iban a entender, que su mente era demasiado cerrada como para siquiera permitir la entrada de cualquier opinión diferente a la suya. Su poca capacidad de análisis, de razonamiento, me molestaba exageradamente, pero sabía que solo podía resignarme y aguantar.

 

Así, con suspiro cansado dejé caer mis brazos sobre la mesa para seguidamente acomodar mi cabeza, subir el volumen del discman y dormir. O eso pretendía. Creo que aún puedo sentir el frío de esa mañana y escuchar el suave golpeteo de la lluvia sobre la ventana.

 

Y sus ojos tímidos al atravesar el umbral de la puerta.

 

De un momento a otro sentí el bullicio de mis compañeros morir abruptamente y la voz del profesor presentándolo como compañero nuevo. En ese entonces yo no podía siquiera imaginar que él marcaría intensamente mi vida entera.

 

Inmediatamente después de la presentación los murmuros no se hicieron esperar, pero yo no podía concentrarme en nada más que no fuera el. Estaba simplemente hipnotizado, había algo en él que me llamaba la atención profundamente, que no me dejaba apartar mi mirada lejos de él. Más tarde supe que eran sus ojos. ¡Dios!, como amé esos ojos.

 

Los escandalosos comentarios de mis compañeras lograron finalmente sacarme de mi ensoñación. Se le insinuaban descaradamente y sin pudor, mientras él sonreía algo avergonzado. No sé como, pero de alguna manera terminó sentado a mi lado.

 

- Hola, me llamo Miguel - su verde mirada me saludó con entusiasmo. – Espero que seamos amigos – siguió con esa sonrisa soñadora, tan propia de él.

 

- Claro, como digas – le respondí mirándolo intimidante, pero él ni se inmutó. – Me llamo Ignacio -.

 

- ¡Mentira!, su nombre es Leonardo – escuché a uno de mis compañeros gritar desde adelante.

 

- ¡Cállate imbecil! – solté fulminándolo con la mirada.

 

- Hee… estoy algo confundido, ¿No te llamabas Ignacio? –

 

- Mi primer nombre es Leonardo, pero lo odio, así que cuando te dirijas a mí limítate a llamarme Ignacio – le dije, algo molesto.

 

- Leo. Es un buen nombre, me gusta. Así es como te diré… Leo – dijo él haciendo caso omiso a mis últimas palabras.

 

Por alguna razón mi nombre sonaba diferente en sus labios. Probablemente fue la misma por la cual permití que el fuera el único que me llamara “Leo”.

 

- Oye, te dije que... – pero no pude terminar. El profesor nos hizo callar con esa desesperación bastante común en él y comenzó con su clase, aún más aburrida que la de ayer.

 

En el recreo todos nuestros compañeros se acercaron a hablar con Miguel. La típica conmoción temporal por el “chico nuevo”. Salí lo más pronto que pude de ahí y me dirigí al lugar del colegio al que siempre iba. Era como una especie de jardín abandonado, estaba bastante apartado y nadie pasaba por ahí. Eso era lo que me gustaba de ese lugar, me permitía estar solo y tranquilo, olvidarme de este podrido mundo y de toda la gente que había en él. Era mi lugar, el único lugar donde me sentía realmente cómodo, realmente seguro.

 

Me recosté en un banco que había y cerré los ojos, disfrutando del sol pegando en mi cara.

 

No sé cuanto tiempo estuve así, pero recuerdo que mi dulce estado de paz de vio afectado cuando una sombra me tapó la luz del sol. Abrí los ojos molesto, dispuesto a poner en su lugar a quien fuera que me estuviera estorbando. Con dificultad pude divisar una cabellera castaña. Parpadeé un poco antes de volver a enfocar la vista. Era él.

 

- ¿Qué haces aquí, tan solo? – me preguntó sin verdadera curiosidad a mi parecer.

- ¿Y a ti que te importa? – le respondí, agresivo.

 

El solo sonrió he hizo ademán de sentarse a mi lado. Como por inercia saqué mis piernas y me senté debidamente, dejándole espacio. Definitivamente no pensaba nada bien ese día. Era como si mi cuerpo actuara antes de que yo lo permitiera.

 

- Apenas tocó el timbre para el recreo te fuiste prácticamente corriendo de la sala, no me diste tiempo de hablar contigo… - dijo, como quién habla del clima.

 

- ¿Y para que se supone que yo debería hablar contigo?, por otro lado, me has seguido hasta aquí, interrumpiste mi paz y ahora estás sentado al lado mío. ¿No tienes lo que querías? – le pregunté sin esforzarme en poner mi acostumbrado tono agresivo.

 

- En cierta forma… – soltó sonriente – pero no es lo mismo si te pones así… ¿Por qué actúas así? – dijo mirándome a los ojos, ¿En qué momento se había acercado tanto?, probablemente era solo mi imaginación, no estaba acostumbrado a tener gente cerca de mí. Por otro lado debo reconocer que estaba sorprendido. Nunca nadie se había preocupado por preguntarme algo así, pero tampoco era algo en lo quería pensar en ese momento.

 

- ¿Por qué actúas tú así? – Noté que me iba a responder, pero no le deje continuar - ¿Por qué me persigues?, ¿Por qué dices que quieres ser mi amigo cuando ni siquiera me conoces? Tu no sabes nada mí… - solté, desviando la mirada y con exagerado resentimiento en mis últimas palabras.

 

- pero quiero conocerte… - me volteé para verlo a los ojos y decirle que a mi no me interesaba conocerlo a él, que se fuera por donde había venido, pero la sinceridad que reflejaba su mirada me dejó sin habla – ¿Me dejas? – terminó diciéndome con su ya mencionada sonrisa inocente y soñadora, una sonrisa que me decía que el mundo no lo había contaminado aún, que conservaba su pureza y que toda su amabilidad era sincera y real.

 

- Yo… - pero por suerte para mí no pude terminar la frase, ya que el timbre que indicaba el regreso a clases se hizo presente estruendosamente.

 

Miguel sonrió un momento y parándose del banco dijo: - Vamos Leo, no quiero problemas mi primer día de clases – Yo solo lo seguí silenciosamente.

 

Durante el resto del día ni Miguel ni yo volvimos a hablar de lo sucedido en el recreo, pero de todas formas conversábamos de temas mundanos, más bien él hablaba y yo solo asentía o respondía con monosílabos.

Debo admitir que desde ese primer día me sentí atraído hacia él, pero por supuesto yo no lo reconocí hasta que mucho tiempo después se hizo evidente.

 

 

Con un suspiro cansado cerré la puerta de mi habitación, pero ni eso me libraba de oír la ya rutinaria discusión entre mi madre y mi padre, o entre mi hermano (tres años mayor que yo) y mi madre, o entre mi hermano y mi padre o simplemente los tres juntos peleándose y gritándose mutuamente sin sentido. Estaba tan casando de eso. Simplemente no creía poder seguir soportándolo ni un solo segundo más. Recuerdo haber subido el volumen de la música lo más fuerte que pude y haberme sentado en el suelo, apoyado contra mi cama, sufriendo mi agonía, sin hacer nada más que mirar las oscuras paredes de mi habitación y dejar que el ensordecedor sonido de la música abarcara mis oídos. Ni siquiera eso me permitía despejar mi mente, solo podía pensar en lo insulsa de mi vida, compadeciéndome cada vez, dejándome caer libremente y hundirme cada vez más, sin posibilidad de volver.

 

En ese momento deseé que alguien estuviera conmigo, que alguien estuviera ahí para mí.

 

Pero no había nadie y yo lo sabía.

 

Entonces, ¿Por qué me faltaba el aire y las lágrimas se acumulaban en mis ojos?

 

No sé como pasó, pero de un momento a otro me encontré con una cortaplumas en la mano y la manga de mi chaleco arremangada. Deslicé la fina hoja por mi brazo. Una, dos, tres veces. La sensación era indescriptible, disfrutaba del dolor con verdadero placer y veía la sangre correr mientras se confundía con las lágrimas que caían como verdadera lluvia de mis ojos.

 

Me sentía enfermo disfrutando de todo aquello, pero no me importaba mientras me permitiera olvidar aunque fuera momentáneamente la realidad, mi realidad.

 

Pero a ese breve e insano momento de satisfacción y olvido le siguió la culpa, la tristeza, la rabia, el sentimiento de suciedad, el dolor que volvió con más fuerza.

 

Entre lágrimas y gritos ahogados me quedé dormido.

 

 

A la mañana siguiente me preocupé de limpiar correctamente las sabanas y la alfombra manchadas de sangre. Mis heridas ya no estaban tan frescas y podía ver como comenzaban a cicatrizar. Me preparé para ir al colegio, paseándome por mí casa sin preocuparme por esconder las marcas en mi brazo, hasta se podría decir que prácticamente las exhibía, supongo que esa era mi forma de pedir ayuda.

 

- ¡Hola Leo! – me saludó Miguel efusivamente.

 

- Hola – le respondí serio. No tenía ganas de hablar con nadie, menos con él.

 

- ¿Qué te pasa? – me preguntó directo, con real preocupación en la mirada. Debo admitir que me impresionó un poco.

 

- ¿Qué te hace pensar que me pasa algo? – lo mire mal, pero como siempre el no se dejaba intimidar ni por mi voz, ni por mis miradas.

 

- Lo veo en tus ojos – me dijo, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

 

- Nada que te importe -

 

- Claro, me lo cuentas en el recreo -

 

Esa forma de actuar suya me irritaba demasiado. Siempre escuchaba solo lo que quería escuchar, siempre ignoraba mis palabras cuando le convenía. Y sobretodo, lo que más me molestaba, era esa inexplicable motivación por convertirse en mi amigo. ¿Para qué?, ¿Por qué?. No lo entendía. Yo no tenía nada que dar, nada que ofrecer. 

 

Me escabullí lo más rápido que pude cuando tocó el timbre para recreo. A Miguel le empezó a hablar una chica, y él con su acostumbrada cortesía, intentaba deshacerse de ella para seguirme, pero por suerte para mí, Daniela era muy persistente, y sin que Miguel pudiera hacer nada me fui de la sala, mirándolo casi con triunfo.

 

Por supuesto me dirigí hacia el jardín abandonado. Quería estar solo, realmente necesitaba pensar. La verdad es que no quería asumir que la situación en mi casa me afectaba más de lo que creía. Mi vida en sí, era lo que afectaba más de la cuenta. Ahora que lo veo después de tantos años me doy cuenta de que me preocupaba demasiado, pero en ese entonces para mí era casi como el fin el mundo.

 

No tenía amigos y ya tampoco me interesaba tenerlos (o eso creía yo), mi vida familiar era un asco, casi no me relacionaba con mi curso, aún así pensaba que todos era unos estúpidos y ni siquiera sabía que quería hacer con mi vida en el futuro. No tenía ninguna expectativa, solo sabía que quería irme de casa lo más pronto posible.

 

Sentado en el banco observaba con amargura las marcas en mi brazo, casi cicatrizadas, pero me parecía como si aún dolieran. “Que estúpido soy” pensé.

 

- ¿Por qué te hiciste eso? – me sobresalté cuando escuche la voz de Miguel. ¿Cuándo había llegado y se había parado a mí lado?

Me miraba con tristeza, con decepción.

 

- yo… - no pude decir nada. Me sentía herido por su mirada. Bajé la vista, tenso. No podía creer que lagrimas se empezaban a acumular en mis ojos. Lo sentí sentarse a mi lado, muy cerca mío.

 

- Leo… - me dijo Miguel, intentando poner su mano en mi hombro. Yo lo aparté bruscamente.

 

- Cállate. Una persona como tú nunca lo entendería – casi grité, lleno de resentimiento y con la voz quebrada.

 

- ¿Qué tan seguro estás de eso? – me preguntó a la vez que subía la manga de su brazo izquierdo, mostrándome marcas bastante parecidas a las mías, pero nada recientes, más bien parecían hechas hace meses, tal vez hasta años, no lo podría decir con exactitud.

 

Lo miré verdaderamente sorprendido, con los ojos rojizos por las lágrimas retenidas.

 

- Vamos, deja ya esa estúpida pose fría. Sé que quieres llorar – me dijo con mirada melancólica, pero confiada, extendiendo los brazos.

 

No dudé ni un segundo en lanzarme a sus brazos, como un niño pequeño, llorando ruidosamente, olvidando todo mi orgullo, que para ese momento era irrecuperable.  Miguel me rodeaba calidamente en un reconfortante abrazo, mientras acariciaba mi espalda tratando de tranquilizarme y susurraba en mi oído que todo estaba bien, que él estaba ahí, que nunca me dejaría solo.

 

Y yo realmente le creí.

 

 

Notas finales: Read and Review

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).