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¿Desde cuando somos así? por Kitana

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Notas del fanfic:

ESte fic es definitivamente dedicado expresamente a mi buena amigoa Cyberia_bronze_saint, amiguita sabes que te aprecio y espero que con esta historia quede reparado el daño que causé al poner a Radamanthis como el villano en DO you really, je je espero que te guste y que lo disfrutes. Dios te bendiga amiguita , a ti y a todos los tuyos y que las cosas vayan mejor, besos, bye¡¡¡

 

POr cierto, como ya se sabe lso personajes de Saint Seiya son de MAsami Kurumada y esto es sin fines de lucro, solo de diversión.

Notas del capitulo: ESte es el primero, a ver que les parece.
 

Era una de esas noches, de esas en las que a nadie le apetece hacer absolutamente nada que no sea meterse a la cama y dormir, si dormir y no despertar en al menos un par de años- así era como se sentía en ese momento, pensando que su vida no podía ser peor de cómo era y maldiciendo a la compañía de fumigación por haber adelantado la fecha de la fumigación mensual en la empresa. Si, su vida era un asco, demasiado aburrida, demasiado predecible. Maldijo el hecho de haber salido temprano del trabajo, aquello le forzaría a pasar más tiempo son su esposa, no era que la odiara, simplemente le tenía harto con esas absurdas conversaciones del hubiera más parecidas a un monologo que a una verdadera conversación, en las que la mujer solía enfrascarse cada vez que tenía oportunidad y en las que no dejaba de reprocharle su "falta de ambición y de criterio".

 

Radamanthys giró la llave en la cerradura con un gesto de supremo fastidio, el tránsito había sido particularmente leve esa tarde y estaba llegando con al menos media hora de anticipación a la que había calculado. En su mente se dibujó la imagen de Pandora sentada frente al televisor vistiendo esa horrenda bata que tenía pretensiones de ser oriental. Seguro que le fastidiaría con mil y una preguntas, mismas que él evadiría como de costumbre. ¿ES que cinco años habían sido suficientes como para aniquilar toda la pasión entre ellos? La respuesta parecía ser obvia, simplemente no le apetecía ni siquiera besar a su mujer desde hacía no sé cuanto tiempo, ya no digamos hacerle el amor. Abrió la puerta y entró. No había escapatoria, no había a donde ir, no le apetecían los bares ni las discotecas que muchos de sus compañeros solían visitar los viernes después de trabajar.

 

Se dijo a sí mismo que si no le quedaba más remedio se noquearía así mismo con un par de pastillas para dormir y así evitaría la incómoda compañía de su esposa.  Se sintió derrotado, ¿por qué las cosas habían llegado a ese punto? En realidad ya no importaba, era algo difícil de explicar, pero en realidad ya no le interesaba, ni siquiera quería escapar de esa situación, simplemente se había acostumbrado a esa vida carente de emoción y significado. Contempló su rostro cansado reflejándose en el pequeño espejo del pasillo. Se rió de si mismo, ¿acaso podía ser más patético?

- Ya llegué. - dijo casi en automático al entrar a la salita, como de costumbre no hubo respuesta, pero sí algo que llamó de inmediato su atención: silencio. Un precioso y completo silencio, no se escuchaban las voces chillonas de las protagonistas de las telenovelas a las que Pandora era adicta, no se escuchaban los insulsos jingles de los comerciales de productos milagrosos que Pandora le exigía comprar. Solo silencio, majestuoso y plácido silencio. Involuntariamente una sonrisa se dibujó en sus labios delgados. Su eterno ceño fruncido se relajó y sintió que quizá no había sido tan malo salir temprano del trabajo. No se molestó en buscar alguna nota de su mujer, seguramente estaría en casa de su madre como solía hacer o con alguna de sus hipócritas amigas, esas mismas que siempre estaban aconsejándole que le abandonara de una vez y señalando los mil y un defectos que a su juicio el tenía. Le daba igual donde estuviera, simplemente quería disfrutar de ese instante precioso de soledad y silencio, por fugaz que fuera  quería disfrutarlo.

 

Se paseo por el diminuto departamento sin poder evitar fijarse en lo desaseado que estaba. En el piso asomaban groseramente enormes manchas producidas por un líquido desconocido. la ropa sucia campeaba a sus anchas por todo el lugar haciendo indistinguibles algunas zonas. Se asomó a la cocina esperando que hubiera algo comestible ahí, pero todo lo que encontró fue el fregadero atascado de platos y ollas sucias que despedían un aroma bastante desagradable. Al abrir el refrigerador en busca de una cerveza, casi vomita debido al nauseabundo de comida putrefacta que del interior del mismo emanaba. Enfadado, salió de ahí. Tenía hambre y no iba a quedarse sin comer solo porque a su linda mujercita no se le daban las labores domésticas más elementales. Tomó la guía telefónica y buscó el número de la pizzería que le agradaba frecuentar cuando Pandora salía de viaje, llamó y pidió lo de costumbre.

 

Recogió la ropa sucia del piso de la sala y se sentó a escuchar "Pagliacci" estaba disfrutando sumamente de ese rato de relajación y de absoluta dedicación a sí mismo. Escuchó sonar el timbre, se puso en pie con una sonrisa en los labios y con la escuálida billetera en la mano fue a abrir creyendo que se trataría del repartidor de la pizzería.

 

Se sorprendió mucho al encontrarse con un hombre de larga melena negra y ojos tremendamente verdes que chispeaban de furia.

- ¿Dónde está Julián? - dijo ese hombre mirándole fijamente con sus hermosos ojos llenos de una furia rayana en lo animal. - Te he hecho una pregunta, ¿dónde está Julián? - repitió el pelinegro. Se miraron, el hombre de ojos verdes se limitaba a observarle con cierto desprecio que se reflejaba en la mueca desdeñosa con que fruncía sus delicados labios. - Pues no eres la gran cosa, maldito Julián. - dijo después de mirarlo.

- No entiendo de que me hablas.

- ¿Cómo que no entiendes? - el de ojos verdes solo lo miraba con la furia expandiéndose nuevamente. - Dioses además de ser un roba maridos eres estúpido. - exclamó aquel hombre con gesto de fastidio.

- Definitivamente no entiendo y esto se esta poniendo más y más extraño, ¿quieres pasar y conversar con calma sobre esto?

- Está bien. - murmuró el pelinegro algo resignado.  Entraron en el departamento, El pelinegro hizo una notoria mueca de asco al ver el estado que guardaba el lugar. - ¿Cómo alguien que escucha  "Pagliacci" puede vivir en un lugar como este? - dijo mientras sujetaba entre sus dedos índice y pulgar una blusa sucia de Pandora para retirarla del sofá y sentarse con aire majestuoso en él. Radamanthys lo miró impresionado, ese hombre era hermoso y arrogantemente majestuoso. Radamanthys sintió como lo miraban detenidamente ese par de ojos verdes, como queriendo descifrar algo en él, algo que a simple vista no podía descubrir.

- ¿Por qué me miras tanto? - se atrevió a decirle Radamanthys.

- Porque quiero saber que te vio mi esposo.

- Escucha no tengo la menor idea de lo que estás diciendo. - dijo Radamanthys sentándose frente a él.

- ¿Ah no? ¿y el nombre de Julián Solo no te dice algo? - inquirió el pelinegro en tono mordaz. - Yo soy Kanon Gemini, su maldito esposo. - dijo el pelinegro con aire engreído.

- Eso a mí no me dice nada; tengo dos noticias para ti, la primera, es que no tengo la menor idea de quien sea tu esposo y la segunda es que no soy homosexual, vivo con mi esposa. - dijo Radamanthys ganándose una sonora carcajada por parte de Kanon.

- Por Zeus que eres un buen mentiroso, sí no hubiera hecho seguir a Julián durante dos meses te aseguro que te creería. - dijo Kanon riendo aún.

- ¿Es tan difícil de creer que alguien en el mundo no es homosexual?

- No, no lo es, solo que eso no se lo creo al amante de mi marido. Verás, ¿cómo has dicho que te llamas? - dijo el pelinegro con una sonrisa involuntariamente sensual que logró captar la atención del rubio.

- Radamanthys Wyvern. - dijo el rubio con cierta molestia ante la desfachatez del oji verde.

- Bien, te decía Radamanthys, yo sé que mi marido ha venido a este muladar cada tarde desde hace casi tres meses, en otras circunstancias me habría dado igual, pero me he hartado de que no solo se meta con esa zorra castaña de Sorrento, si querido, no eres el único, así que decidí venir aquí y poner las cartas sobre la mesa.

- Ya te he dicho que no tengo idea de quien es tu esposo.

- Sí como no, eso mismo le dije yo a ese idiota de Isaac cuando me preguntó por Julián la primera vez que nos vimos. - dijo Kanon con malicia. - Él fue el primer esposo de Julián.

- Así que tu eras un roba maridos.

- No, yo siempre fui un correctísimo doncel, nunca hice nada con nadie que no fuera mi marido, Saga se encargó de que así fuera. Pero nos estamos desviando del tema. Bien, suponiendo sin conceder que me estés diciendo la verdad, ¿sí él no viene por ti, entonces por quién?  - dijo Kanon tratando de procesar la información que había conseguido de Radamanthys. El rubio contemplaba con cierta fascinación a ese hombre, no era el típico doncel, más bien parecía un hombre normal, no dejó de mirarlo mientras Kanon jugueteaba con su argolla de bodas con la mirada vagando por la sala. - ¡Por Zeus! - exclamó y se levantó de golpe y avanzó con grandes zancadas hacia el otro extremo de la habitación parándose a contemplar con descarado deleite un cuadro que pendía de la pared, algo empolvado pero a sus ojos, maravilloso. - Que me envíen al Tártaro si he visto algo mejor que esto. - dijo sin quitar  los ojos de la pintura.

- ¿Te gusta?

- ¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! Tienes que decirme quien la pintó, juro por Zeus y Poseidón que le buscaré y compraré cada cuadro que haya pintado y le enviaré con Saga para que lo haga famoso. - dijo Kanon ciertamente emocionado.

- Me temo que eso será imposible.

- Pero... ¿por qué...? No me digas que el pobre se ha muerto de hambre. - dijo Kanon mirando a Radamanthys con expresión bastante infantil.

- No, no se ha muerto de hambre, pero hace años que no pinta.

- Es una lástima, tiene talento, mucho diría yo. Pero en fin, estoy más que desviado del tema. - dijo Kanon volviendo a adoptar esa actitud entre frívola y amenazante. Iba a decir algo pero el sonido de su celular le interrumpió, con cierta molestia sumergió la mano en su bolsillo para extraer de él un diminuto celular. - ¿Sí? ... aja... ¡y que demonios esperaba para decírmelo! ... estúpido idiota, con el dinero que le estoy pagando y usted se atreve a cometer un error tan estúpido como este.... Pedazo de bestia... sí, está bien, salgo para allá inmediatamente. - dijo y colgó con violencia y esa misma mueca de furia con la que se había presentado en la puerta de Radamanthys. - Lamento el desastre que he causado. - dijo con voz cargada de molestia. Radamanthys le vio sacar algo de su bolsillo, se trataba de una tarjeta de presentación que el pelinegro puso en sus manos. - Si puedes dale esto al pintor, que me llame y discúlpame, he actuado como un verdadero idiota. - dijo y se dirigió a toda prisa a la puerta, no tuvo tiempo de abrirla porque ésta se abrió y se encontró con una sonriente mujer de larga cabellera negra, era Pandora, a quien se le congelo la sonrisa en los labios al verlo ahí. - ¡Maldita zorra! - gritó Kanon y la abofeteó con violento afán, su furia pareció crecer cuando detrás de la mujer descubrió a Julián que no hallaba la forma de explicar su presencia en ese lugar.

- Kanon yo...

- Guárdate tus explicaciones para alguien a quien le interesen, no quiero escucharte. - dijo Kanon luchando por no llorar. Radamanthys contemplaba la escena cual si fuera una obra de teatro, Pandora no había reparado en su presencia y él no tenía intenciones de hacerse notar. Aquello parecía salido de una oscura fantasía, hasta donde alcanzaba a entender dadas las actitudes de los presentes, Julián, el esposo de Kanon, lo engañaba con ni más ni menos que su esposa, ¡su esposa! Radamanthys vio a Kanon salir como un bólido hacia el corredor y a Julián ir tras él gritándole que se detuviera.

 

Como en una pesadilla, Pandora levantó el rostro para encontrarse con los ojos dorados de su esposo. El rubio la miraba con gesto indiferente. En ese momento una voz le recordó a ambos que eso era la realidad y no un condenado sueño.

- ¿Alguien aquí ordenó una pizza de peperoni? - dijo un muchachito bastante debilucho. Radamanthys se llevó la mano al bolsillo, sacó la billetera y sin fijarse le tendió un billete de alta denominación a aquel muchacho.

- Quédate el cambio. - dijo con una voz ronca y carente de emoción.

- ¡Gracias señor!- dijo el chico y desapareció en un instante. La pareja de esposos se quedó mirándose sin que ninguno de los dos supiera que hacer. A Radamanthys le pareció irónicamente perfecto que en esos momentos en el reproductor se escuchara la parte de Pagliacci en la que el payaso descubre la infidelidad de su amada esposa.

- Supongo que querrás una explicación. - dijo al fin Pandora frotándose las manos debido al nerviosismo que le atacaba.

- Ya me he enterado de lo que debía enterarme, ahora si me disculpas, mi pizza se enfría. - dijo Radamanthys terminando por entrar al departamento con gesto duro y frío. Pandora jamás le había visto así, las cosas no podían ir peor. Lo vio sentarse calmadamente en la sala. Como de costumbre Radamanthys no se ocupó en mostrarle siquiera que estaba molesto, se limitó a comer mientras sonaba como música de fondo esa horrenda música de la que su esposo tanto disfrutaba, ¿cómo habían llegado a ese punto? No lo sabía, pero sí sabía que era irreversible. Algo angustiada todavía se dirigió a su habitación. Ya no tenía nada que hacer ahí, tomó su vieja maleta y comenzó a empacar las cosas que pensaba llevarse de ese departamento sucio y maloliente. Por una parte se alegraba de que aquello hubiera ocurrido, al fin se desharía de Radamanthys, su vida junto a él no era ni siquiera la mitad de cómo lo había imaginado.

 

Se paró frente a Radamanthys, el rubio la contempló un instante y luego dijo algo que le cayó como balde de agua fría.

- Cierra bien la puerta cuando salgas y deja las llaves sobre la mesa. - fue todo lo que dijo, él no iba a detenerla, él solo estaba ahí mirándola partir sin hacer ninguna pregunta, sin pedirle ninguna explicación, limitándose a comer mientras escuchaba esa música infernal.

- ¿ES todo lo que vas a decir?

- ¿Qué es lo que quieres oír? ¿Qué me ha dolido saber que tienes un amante? Pues no ha sido así. y si te soy sincero me siento aliviado de que te vayas sin que yo haya tenido que pedírtelo.

- Nunca signifique nada en tu vida.

- Eras todo en mi vida, pero tú misma te encargaste de cambiar eso con tu profunda indiferencia, con tus reclamos, haciendo que me sintiera culpable de ser lo que soy, pero eso se acabó, te agradezco a ti y a ese tipo por hacerme libre.

- ¿Quieres divorciarte? - dijo ella algo dolida-

- Me da igual, lo único que quiero ahora es recuperar mi vida. - dijo el rubio mirándola con la misma fría serenidad de siempre. Ella se marchó sin decir más. Mentiría si dijera que no se sentía aliviada también. Ahora solo tenía que divorciarse y esperar a que Julián se divorciara también de ese escandaloso griego para poder tener la vida perfecta que siempre había querido y que Radamanthys jamás le había podido dar. Levantó la maleta del suelo y salió sin decir más. Radamanthys por su parte no sabía exactamente como reaccionar.

 

Aquella noche, por primera vez en mucho tiempo, ambos durmieron tranquilos sintiendo que era la primera noche del resto de sus vidas.

 

La situación entre Kanon y Julián no había sido ni remotamente parecida a la de ellos, el pelinegro no había parado sino hasta llegar a su auto, al que subió y echo a andar casi llegando a atropellar a Julián en el proceso de alejarse, estaba furioso. ¿Cómo podía hacerle semejante porquería a él? Lo había dejado todo para ser su esposo, se había creído todas y cada una de las promesas que Julián le había hecho. Y todas habían resultado ser tan falsas como la culpa que su esposo parecía sentir.

 

Llegó al lujoso departamento en el que vivían hecho una furia. No sabía que hacer, no podía pensar, simplemente hizo lo primero que se le vino a la mente, abrió el enorme closet que se encontraba en la habitación donde ellos dormían y con furia comenzó a desgarrar cada prenda que pertenecía a su esposo.

 

Cuando Julián llegó escuchó a través de la puerta el ruido de cristales rompiéndose. Al entrar se encontró a Kanon sosteniendo un delicado florero de cristal de bohemia, el pelinegro lo dejó caer con una sonrisa perversa dibujándose en sus labios.

- ¡Ay cuanto lo siento! Era tu favorito, ¿herencia de tu abuela verdad? - dijo y con una sonrisa malévola se apresuró a tomar un precioso jarrón que estaba cerca. Con violencia lo arrojó al suelo provocando que se hiciera añicos. - Y sí no me equivoco este fue el jarrón que compraste en Japón hace un año, sí es el que me dijiste que era carísimo. Ups pero que torpe soy. - dijo Kanon con un gesto de irreprimible furia en sus ojos verdes.

- Kanon, ya basta. - dijo Julián haciendo acopio de paciencia.

- No, no Julián, esta vez fuiste demasiado lejos. Así que no me pidas que me detenga, y por cierto, si quieres cambiarte tendrás que ir a conseguir ropa en  otra parte, lamento informarte que tu precioso guardarropa ha sufrido un pequeñísimo accidente. - dijo Kanon con ironía.

- Sabía que harías algo así. - dijo Julián dejándose caer en un sillón tan blanco como su rostro en ese momento.

- Deja de tratarme como un niño porque de sobra sabes que no lo soy. - dijo Kanon.

- Pues te comportas como si lo fueras.

- ¿Ah sí? ¿Y que esperabas? ¿Qué después de verte con esa maldita ramera te esperara con vino y la cena servida? ¡Eres un asqueroso patán!- gritó Kanon.

- Dioses Kanon...  tienes que calmarte y dejar que te explique, tienes que perdonarme amor.

-No, no y mil veces no. Esto no está funcionando Julián, simplemente no esta resultando como yo quería que fuera. - dijo Kanon llorando inconsolable.

- Perdóname Kanon... - dijo Julián abrazándolo.

- Lo siento Julián... pero esta vez no... estoy cansado de perdonarte. - dijo y lo apartó con suavidad para luego dirigirse a la recamara donde sus maletas le esperaban.

- ¿Estás abandonándome? - le preguntó Julián con la voz quebrada. Kanon negó con la cabeza.

- Necesito pensar... y no puedo hacerlo cerca de ti, me iré por unos días. No me busques, cuando esté listo regresaré. - dijo Kanon y abandonó el lugar intentando mantener la compostura.

 

Salió a la calle, un taxi ya le esperaba, una vez que abordó el vehículo se deshizo en llanto. Decidió aparecerse por casa de su hermano Saga, no podía más, necesitaba que alguien le dijera que las cosas estarían bien.

 

Al llegar al departamento de su hermano no tuvo forma de explicarle lo que estaba sucediendo, pero al mirarlo Saga supo de inmediato que el llanto de su hermano solo podía deberse a una nueva infidelidad de su esposo.


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