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Tots Sants por Khira

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Notas del fanfic:

Safe Creative #0905133612963

Esta historia forma parte del recopilatorio de relatos "Calabazas de Halloween", promovido por el grupo Origin EYaoiES y la Colección Homoerótica.

"Calabazas de Halloween" está disponible en dos formatos:

E-book: http://www.lulu.com/content/1379366 (gratis)

Libro físico: http://www.lulu.com/content/1385140 (a precio de coste)

Para más información, visitad la web de la Colección Homoerótica:

http://www.coleccionhomoerotica.com/

Notas del capitulo: Espero que os guste ^^.

Tots Sants

por Khira 

Uno de noviembre, Día de Todos Los Santos, o "Tots Sants". A esas horas de la mañana el cementerio de Palma ya está lleno de gente que, como él, ha acudido a adornar con flores frescas las tumbas de sus seres queridos. La pequeña diferencia radica en que él ha acudido completamente solo, y para visitar una única tumba.

         David se arrodilla y deja una rosa roja, símbolo del amor eterno, sobre la pequeña lápida que tiene frente a él. En la lápida, sencilla y de líneas depuradas, sólo hay inscrito un nombre y dos fechas.

         Él sabe que si le escuchan hablar con una lápida pensarán que está loco, por eso se conforma con sus pensamientos. Además, está seguro de que si los difuntos pueden escuchar, no tiene por qué ser a través de la voz.

         «Hola, Abel. Lo sé, parece mentira que ya haya pasado un año desde la última vez que vine aquí. Últimamente tengo la sensación de que el tiempo transcurre más rápido que antaño.»

         David alarga la mano y acaricia lentamente con sus dedos la inscripción.

         «La verdad es que no sé muy bien qué contarte hoy. No ha habido muchos cambios en mi vida desde entonces. Sigo con el mismo aburrido trabajo, alquilado en el mismo minúsculo piso, y conduciendo el mismo ruinoso coche de siempre.»

         Suspira. Sus ojos de color miel se cierran un instante, para a continuación volver a mostrarse, decididos. Con la mano derecha se retira un poco los cabellos lacios y castaños que cubren su frente.

         «Bueno, en realidad sí que hay algo nuevo en mi vida. Estoy saliendo con un chico. Nos conocimos hace seis meses, cuando se convirtió en el nuevo procurador del bufete. Salimos desde hace cinco. Es una persona muy maja, estoy seguro de que te caería muy bien.»

         A unos metros a su derecha, una familia deposita varios ramos de flores en una tumba decorada con una estatua de un ángel. David conoce esa tumba; ha pasado demasiadas veces por delante como para no haberse fijado que es la de un niño.

         De pronto nota una presencia a sus espaldas, demasiado cercana para ser ignorada. Justo cuando empieza a girarse, una voz le sorprende.

         -¿David?

         El aludido termina de girarse y comprueba quién es el dueño de la voz.

         -Jairo...

         -Así que éste era el asunto tan importante que tenías que atender hoy... -murmura el recién llegado. Es un joven alto, de unos treinta años, con el cabello rizado y pelirrojo y unos grandes ojos de color verde.

         David se levanta.

         -¿Qué haces aquí? -pregunta.

         -Lo mismo que todos -responde Jairo-. He venido a traer unas flores para mis padres. Ya me iba cuando te he visto a lo lejos.

         Durante unos segundos ninguno dice nada. Finalmente es Jairo quien rompe el silencio.

         -¿Quién es? -pregunta mirando el nombre inscrito en la lápida.

         -Abel, un amigo mío -contesta David.

         -¿De qué lo conocías?

         -Íbamos al mismo instituto, no a la misma clase, pero sí éramos compañeros en el equipo de fútbol.

         -Murió muy joven, ¿no? -comenta Jairo mirando ahora las fechas.

         -Sí, a los diecisiete.

         -¿De qué murió?

         -De leucemia.

         -Oh...

         -¿Sabes?, ahora mismo le estaba hablando de ti.

         Jairo mira a David, sorprendido.

         -¿Ah, sí?

         -Sí, le estaba contando que estoy saliendo con un chico estupendo.

         Una leve sonrisa aparece en el rostro de Jairo por el elogio, pero al mismo tiempo le ha surgido una duda, más bien una sospecha, que le carcome. Decide preguntarlo claramente.

         -¿Y qué relación tenías con él?

         David mira de nuevo la lápida antes de responder.

         -Estaba enamorado de él.

         Por la manera con que David ha pronunciado esas palabras, es evidente que detrás de ellas se esconde toda una historia personal.

         -¿Quieres contármelo...?

         David asiente. Sí, tiene ganas de contarlo. Lleva demasiado tiempo sin hablar con alguien sobre ese doloroso tema. Toma aire y empieza el breve relato.

         -Un mes después de que comenzara el último curso, el entrenador entró en el campo anunciando que Abel, quien llevaba varios días sin asistir a los entrenamientos, dejaba el equipo temporalmente. Por supuesto todos nos quedamos muy sorprendidos, sobre todo porque él no nos había dado ninguna explicación al respecto, y yo además me cabreé mucho. No me llevaba muy bien con él, pues ambos competíamos por el puesto de media punta, pero sabía que su marcha era una putada para el equipo. Y fui tan idiota que sólo se me ocurrió pensar que Abel nos dejaba tirados por capricho. Así que al día siguiente a la hora del almuerzo le fui a buscar a su clase y le pedí explicaciones...

         -¿Y te contó lo que le pasaba?

         -Qué va, para nada. -David sonríe melancólicamente-. Abel no tenía ningún motivo para contarme algo tan grave y personal. No éramos ni siquiera amigos. Me soltó un "a ti que te importa" y se marchó. Durante los días siguientes le insistí varias veces pero con idéntico resultado.

         -¿Entonces cómo te enteraste?

         -Con una estrategia de la que no me siento precisamente orgulloso... -recuerda David con tristeza.

         -¿Qué hiciste...?

         -Desde que dejara el equipo, Abel faltaba a menudo a clase. Además, ya no venía al instituto a pie. Su madre le acompañaba todas las mañanas en coche y luego le venía a buscar; y eso también era muy extraño. Pero me aproveché de eso y un día me acerqué a su madre mientras esperaba a Abel haciéndome pasar por un amigo íntimo... y le dije que Abel me había dicho lo que le pasaba.

         -Pero no era cierto...

         -Exactamente...

         -Ah, entiendo...

         David rememora ese momento al mismo tiempo que se lo explica a Jairo. Estaba decidido a averiguar qué demonios pasaba con Abel, así que aquella tarde de diciembre, al terminar las clases, en lugar de dirigirse directamente al campo de fútbol, David salió del instituto a la vez que los pocos alumnos que no hacían ninguna actividad extraescolar. Debía darse prisa si quería llegar con tiempo suficiente para sonsacarle algo a la madre de Abel, quien como cada día desde hacía varias semanas, esperaba dentro del coche a que llegara su hijo. David se acercó a la ventanilla medio bajada y golpeó suavemente para no sobresaltarla.

         -Hola, me llamo David, soy un amigo de su hijo -se presentó- ¿Podría hablar con usted un momento?

         La mujer le miró extrañada pero a la vez gratamente sorprendida. Asintió con una pequeña sonrisa y se bajó del vehículo.

         -Encantada David, soy la madre de Abel, Teresa.

         -Igualmente. -David le dio dos besos a la mujer, y después se apresuró a continuar con su plan-. Verá, es que estoy muy preocupado por Abel, desde que me contó por lo que está pasando que no ha vuelto a hablarme más sobre ello...

         La mujer pestañeó, sorprendida. David intuyó que no se esperaba que Abel le hubiera contado a nadie lo que le sucedía.

         -Yo sólo quería saber si se encuentra mejor...

         La madre de Abel salió por fin de su asombro y su semblante se ensombreció.

         -Lo cierto es que de momento no. La quimioterapia es muy dura, y como te habrás dado cuenta, muchos días ni siquiera tiene fuerzas para venir a clase. Yo le he dicho que deje el instituto, que ahora lo más importante es su salud, pero no me hace caso...

         David se quedó helado al comprender la gravedad del asunto. Y en ese mismo momento apareció Abel, quien al ver su cara se dio cuenta enseguida de que su madre había metido la pata...

         -Después de eso, fue todavía más difícil hablar con él -suspira David-. Estaba muy enfadado conmigo por haberle sonsacado de forma tan vil esa información a su madre...

         -¿Y entonces cómo fue que terminaste enamorándote de él, si ni siquiera te hablaba? -pregunta Jairo, intrigado.

         -Porque como bien sabes, soy un cabezota, y no paré hasta conseguir tener una charla con él. Le prometí que no se lo diría a nadie a cambio de que él me tuviera al corriente de cómo le iba con el tratamiento, y lo hizo. Pero yo rompí mi promesa.

         -¿Lo contaste?

         -Sí, y no me arrepiento. Ese idiota quería pasar por todo aquello solo; él pensaba que los pocos amigos que tenía, pues no era una persona muy sociable, sólo podrían ofrecerle su lástima. Pero yo sabía que podían ofrecerle mucho más que eso. Por ejemplo, apoyo y compañía. Y una tarde, cuando Abel ya había tenido que dejar el instituto, me presenté en su casa con tres chicos más del equipo de fútbol.

         -¿Cómo reaccionó?

         -Se enfadó, por supuesto. Pero gracias a su madre conseguimos sacarlo a dar una vuelta. Fue una tarde muy divertida. Él mismo lo reconoció. A partir de ese día se volvió menos huraño, y mucho más comunicativo. Las veces que estábamos a solas, hablábamos y hablábamos durante horas. Fue entonces que empecé a conocerle de verdad.

         -Y te enamoraste...

         David mira la rosa roja que él mismo ha depositado unos minutos atrás.

         -Sí.

         -¿Él lo sabía?

         -No lo sé. Supongo que no, porque yo nunca me atreví a decirle nada. Él ya tenía suficiente con la enfermedad como para preocuparse de los sentimientos amorosos del que se suponía no era más que un amigo.

         -Debió ser duro también para ti...

         -Sí, fue horrible. Pero lo más horrible de todo fue contemplarle a él, rindiéndose, apagándose, y saber que se iba a morir sin haber cumplido siquiera los dieciocho años...

         En aquel momento, Jairo no lo puede evitar y abraza por detrás a David, quien simplemente se deja.

         -Estoy seguro de que él sabía lo mucho que le amabas. Y si no, lo sabe ahora.

         Se quedan allí de pie un rato más, hasta que Jairo propone marcharse, pues el cielo está nublado y amenaza lluvia. David acepta, y antes de marcharse acaricia por última vez la lápida al mismo tiempo que se despide mentalmente de Abel.

         «Adiós, Abel. Te quiero.»

         A la salida del cementerio, David, quien ha acudido al cementerio a pie, se sube en el coche de Jairo, quien vive en un piso en la periferia, y parten hacia allá.

         Después de pasar juntos el día, David le pide a Jairo quedarse en su casa esa noche. Jairo por supuesto accede.

         Después de cenar, ambos yacen en la cama de Jairo, quien no tarda en posicionarse sobre su pareja y besarle con ansias. David responde el beso como un autómata, pues su mente sigue ocupada con el recuerdo de Abel y la visita al cementerio. Sin embargo la insistencia de Jairo consigue que se centre, y pocos minutos después es él quien está encima dominando. Jairo se deja hacer, anhelante.

         Pero el recuerdo de Abel regresa a la mente de David. Y de pronto, ya no es el cuerpo de Jairo el que tiene entre sus brazos, sino el de Abel. Sus ojos ven a Jairo, pero es a Abel a quien mira. Sus oídos oyen los gemidos de Jairo, pero son los de Abel los que escuchan. Sus manos tocan a Jairo, pero es a Abel a quien sienten.

         David se inclina y besa a Abel como tantas veces lo imaginó en el pasado. Atrapa sus labios con fuerza y los muerde con pasión, casi con fiereza, al mismo tiempo que penetra en su cuerpo. Jairo gime de placer, ajeno a la fantasía de su pareja.

         Al terminar, estando los dos abrazados bajo las sábanas, David se da cuenta de lo que ha hecho. Le ha hecho el amor a Jairo imaginando que se trataba de otra persona, y no una persona cualquiera, sino Abel. Siente que le ha utilizado y traicionado, y la culpa pesa sobre su pecho como un yunque.

         -Te quiero, David. Te quiero mucho.

         Las inesperadas y dulces palabras de Jairo, susurradas a su oído, en lugar de aumentar el sentimiento de culpa, le liberan. Y eso es porque en ese preciso instante David se da cuenta de que, a pesar de lo que ha pasado esa noche, la respuesta que le va a dar a Jairo es sincera, y surge desde lo más profundo de su corazón, mucho más hondo que cualquier recuerdo, por importante y querido que sea.

         -Yo también te quiero, Jairo.

         Jairo sonríe, visiblemente satisfecho con su respuesta. David le abraza más fuerte, pasando un brazo por la espalda de Jairo mientras que con el otro le acaricia los pelirrojos cabellos. Sabe que en esa postura se le dormirá pronto el brazo, pero no le importa. Cierra los ojos, y piensa en la suerte que ha tenido de amar dos veces en una vida. Y decide que el año que viene, el día de "Tots Sants", le pedirá a Jairo que vayan juntos al cementerio.

Fin


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