Tus últimas palabras fueron para mí. Los dos estábamos en un lamentable estado aunque creo que yo estaba peor que tú. Nos encontrábamos los dos de pié, abrazados fuertemente. Recuerdo que yo estaba llorando.
“No me dejes” te dije entre sollozos, “por favor… no me abandones…”
Los dos fuimos cayendo al suelo poco a poco. Tú cerraste los ojos y suspiraste.
“¿Porqué quieres irte?” te pregunté, “¿es que ya no me quieres? ¿O tal vez es… que en realidad nunca me quisiste?”
“No… no…” me dijiste primero en pequeños susurros, “¡no!” exclamaste dolido.
Segundos después tú también empezaste a llorar. Una tristeza nos inundaba el corazón a los dos.
“Ya no recuerdas la promesa que me hiciste, ¿verdad?”
“La recuerdo perfectamente, ¿crees que no la cumpliré?” me respondiste con un hilo de voz.
“No lo sé…” contesté yo, “tengo miedo de no volver a ver tus ojos grises… tengo miedo de no volver a oír esa suave melodía que tienes por voz…”
Me dejabas, te olvidabas de mí. Las lágrimas no paraban de rodar por mis mejillas y tú te limitabas a mirarme, sin saber qué hacer o que decir para consolarme. En realidad no era decisión tuya irte, eran cosas que pasaban, pero yo no podía dejarte marchar, no sin antes convencerte de que me dejaras partir contigo en tu largo viaje.
“¿Porqué no puedo irme contigo?” te pregunté.
Te quitaste la camisa y me enseñaste esa herida que te habías hecho semanas atrás. Me di cuenta enseguida de que te dolía mucho, se había vuelto a abrir y estaba mucho peor que hace unos días, la sangre no paraba de salir.
“Ethan… si no fuese a morirme te pediría que fueras conmigo. Hasta te pediría que vinieses conmigo al fin del mundo. Pero… ¿crees que tengo derecho a pedirte que me acompañes?” me mirabas desesperado, intentando hacerme entender esas palabras.
“¡Joder, Charlie! Pero si te mueres, ¡¿qué será de mí!? ¿Crees que muriéndote te librarás de mí? ¡Yo no soy nada sin ti!”
“Ethan… Ethan… cálmate…”
“¡No! ¡¿Por qué tengo que calmarme?! ¡Charlie! No te vayas, Charlie… no sin mí…” te suplique desesperado.
“Prometí estar siempre a tu lado… pero nunca te dije de qué manera.”
“Oh, genial. ¿Y qué harás? ¿Convertirte en fantasma o algo así?”
Señalaste con la mano en mí corazón y llorando y sonriendo a la vez me dijiste: “te quiero… y aunque tú aún no me lo hayas dicho nunca porque no te atreves sé que tú también me quieres. No podré convertirme en fantasma y visitarte de vez en cuando pero, piensa que, aunque te abandone físicamente estaré siempre ahí, en tu corazón. Y solo hará falta que pienses un poco en mí para que te des cuenta de que sigo a tu lado”.
Tus ojos fueron cerrándose y yo no paraba de gritar que no te fueras: “¡No, no, no! Charlie, ¿Cuándo volveré a verte? ¡Charlie!”
Estabas tendido entre mis brazos y antes de que tu vida se escapara me hiciste sonreír un poco al decirme: “Tan solo tendrás que esperar un instante, y mientras dure ese instante, hazme un favor, encuentra una estrella y ponle mi nombre, así no solo estaré en tu corazón sino que también te seguiré desde el cielo. Y… ah, si, no tengas miedo, Ethan, que aunque no puedas verme ya sabes donde estaré, ¿de acuerdo?”
“Eres un tonto, Charlie.”
Tu vida se apagó definitivamente. Recorrí con un dedo esa herida que tanto odiaba, mis lágrimas cayeron encima de ella pero no causaron ningún efecto. Ya nunca volverías a mi lado.
Definitivamente, me abandonaste pese a tus palabras y sigo pensando en ti cada segundo y sé que estás en mi corazón y que me sigues desde esa estrella que ahora lleva tu nombre, pero es difícil vivir sin tu presencia, lo intento de veras, pero siento que quiero morir, y cada día deseo desde lo hondo de mi ser hacerlo pronto para hacer ese instante más corto.
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A veces desearía ser un mago. Crearía un cuerpo dónde pudiera regresar tu alma. Por desgracia no lo soy.
Me dijiste que pusiera un nombre a una estrella, bien, mi amor, ya lo hice. Pero aún así sigo sintiendo mucho el haberte perdido. Esa estrella jamás podré alcanzarla: no se volar, no soy un pájaro, no soy piloto y no soy astronauta.¿Cuánto durará ese instante por el que espero regresar contigo?
Despierto cada día anhelando tocar tu cuerpo. Medio dormido en la que antes fue nuestra cama aspiro en tu antigua almohada, intentando reconocer tu aroma ya perdido. Sufro mucho, ¿lo sabias? Y tengo miedo, mucho miedo. Ya sé que me dijiste que no lo tuviese, pero ahora me aterra la vida y todo porque tú no estás. Estar sin ti me vuelve loco. No tengo bastante con mi corazón y una estrella.
Te echo de menos, Charlie. Echo de menos los días que pasábamos juntos en el lago que hay cerca del pueblo. Los pájaros casi no se oían en ese lugar, pues había pocos. Era un lugar bastante tranquilo y me gustaba estar allí contigo. Nos lo pasábamos bien, ¿verdad? Mientras estábamos tumbados en la hierba cerca de la orilla del lago tú siempre te quedabas mirando las nubes. Cuando hacías eso tenías aire de soñador, como si siempre quisieses ir más allá de donde nadie pudiera llegar. Al cabo de un rato de estar observándote, de repente te girabas hacia mí y me sonreías, así, sin más, y simplemente lo hacías porque te gustaba mi cara de sorpresa cuando veía que te girabas tan rápido. Y era entonces cuando veía claramente que, con esa sonrisa, tu mirada gris estaba llena de un brillo especial que hacia que tus ojos iluminasen más que el sol.
Ese lago era nuestro lugar especial y a los dos nos gustaba mucho. Siempre hacía viento en aquella zona y cuando el viento alborotaba tu pelo rubio parecías un loco. Nunca te lo dije, pero es verdad, dabas miedo con esa pinta.
Siempre estuviste un poco mal de la cabeza. No sé porqué demonios tenias que subirte a ese estúpido árbol. Era peligroso y te lo dije. Ese árbol era demasiado alto y sus ramas no eran lo suficientemente fuertes para aguantar tu peso. Se oyó el crujido de varias ramas al partirse. Podrías no haberte subido a ese condenado árbol pero no, Tarzán tuvo que hacer el mono y subir a lo más alto. La caída fue bastante brusca, todas las ramas se fueron partiendo al chocar contra ti y diste contra el suelo de espaldas. Pero tú te levantaste como si nada.
“¡Estoy bien!” me gritaste mientras te quitabas las ramitas que se te habían enredado en el pelo.
¡Y una mierda estabas bien! Tu ropa estaba echa jirones, estabas lleno de arañazos y en el pecho tenias un corte muy profundo. Si me hubieras echo caso ahora serías algo más que polvo y ceniza.
A pesar de que nunca escuchabas mis advertencias yo te quería. Tu espíritu independiente y salvaje me fascinaba. Yo nunca fui así. Tú siempre tuviste algo que yo nunca tendré: coraje. Nunca me atreví a decirte lo que siento por ti y me arrepiento por ello. Perdí la oportunidad, pero tú ya intuiste cuales eran mis sentimientos.
¿Tanto se me notaba que estaba enamorado de ti?
Yo debía tener cara de bobo y de felicidad cada vez que me besabas y dormíamos juntos.
Pero la noche en que tu vida terminó también lo acabó todo para mí.
A pesar de tus palabras yo no puedo seguir si tú no estás, Charlie.
No soporto el abismo de distancia que hay entre nosotros. ¿Por qué no puedo morir yo? Sabes que quiero estar contigo, aunque tenga que ser bajo tierra. Pero nunca enfermo, ni me hago daño y no tengo el valor suficiente para suicidarme. Así pues, ¿tendré que morir de viejo? ¡Eso es demasiado tiempo para un instante!Pero supongo que allí donde estás tú sí que lo es, porque en la eternidad cualquier momento es un instante.
Me gustaría pedirle un deseo a tu estrella. No pediré que vuelvas a la vida, sé que eso es imposible, y no me gustaría que te convirtieses en un zombi o algo parecido, pero puedo pedir que jamás me olvides y que me esperes allá donde estés, porque cuando yo muera, estoy seguro que nuestras almas se encontraran.
Recuerda, Charlie, que tú solo tendrás que esperar un instante.