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Su diferente por phiro_74

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Notas del fanfic:

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Notas del capitulo: ONESHOT

 

Ya acabó el concurso y puedo escribirte… la verdad es que te extrañé, tu olor a potpurrí barato, algunas veces pienso que eres mi mejor amigo. Mi vida sigue rodando y mañana me voy a Máncora a conocer a Salvadórez. Gané el concurso, pero también otros dos chicos, Mauricio: ¿te acuerdas? También estuvo en mi colegio, y Diego, el pelirrojo que ya te nombre. Todavía tengo el lápiz que me prestó pero ya no creo que sirva para escribir. Es uno de las cosas más preciadas que tengo, en solo pensar que el lo ha mordido…
Diego
Diego. La verdad es que no sabía que escribiera, pero con esa mirada… supongo que todo es posible. Espero verlo en ropa de baño…

Entregué un trabajo antiguo, ya que no tenía imaginación para otro. Es una mentira de decirte que estaba ocupado, solo no te quería escribir. La historia de la estafa, esa que tenía más información que historia. Lo bueno es que por fin conoceré a Salvadórez. Es mi ídolo, te pongo una foto, aunque con las otras y los recortes, no sé como cerraré el cuaderno. Sus ojos son hermosos, ¿no? Grises como sus thrillers, completamente fríos.

Hoy, Marcos me gritó. Sigue pensando que estoy siendo muy abierto con mis romances y parece que Carla sigue mal, ingrata. Desde que terminamos… todavía no creo haber estado 3 años con esa chica. De todas maneras, como entre a esta escuela lejana, no creo que nos veríamos muy seguido, igual que con mi familia. ¿Cartas de mi familia? Ninguna. Algunas veces me siento mal, ¿sabes? Aunque sea deberían actuar un poco…

Como sea, según Marcos me estoy ganando una fama de fácil, cuando le digo que solo es un juego no me hace caso y me sigue mirando mal ¿Cuál es la diferencia? Parezco un chiquillo de primaria vigilado por su padre, pedante. Supuestamente en la escuela uno podía hacer lo que quisiera, y eso hago, pero tengo un amigo demasiado moralista. ¿Por qué no se la olvida por un rato?

Juan sigue tratando de ligarme… de nuevo, ya le dije que no me gustaba, pero sigue insistiendo. ¿Eso me hace gay? Como si me importara… aparte de la victoria en el concurso mi vida no ha cambiado mucho. No hay diferencia.

Estar en uno de los últimos años de colegio me hace ver inteligente, aunque me siga sintiendo tan imbécil… y más y más cada día. Bueno, tengo un diario en la escuela… eso ya es bastante enfermo.

***

Luego de algunos dibujos en el cuaderno blanco, lo cierra. La débil luz de su lámpara alumbraba un poco de su amplio cuarto. El chico de ojos marrones comienza a ver el techo buscando algún tema en el cual escribir.

Ya tenía la historia que le daría, con la que había ganado. Pero tambien quería presentarle otra, osea, aparte de todas las que había escrito, puesto que tenía mucho tiempo libre, quería… saber si lo que hacía no era una perdida de tiempo

“Salvadórez, el hermoso escritor”, desde pequeño Salvadórez había sido su ídolo. Un señor de ya pasados los 50 años, muy franco y serio. Hermosamente trillado y con las historias más claustrofóbicas que uno pueda inventar. Tenía 7 libros hechos películas y había ganado varios premios. Como es acostumbrado, en su escuela no tenían ni la menor idea de quien era, hasta que el concurso llegó y como a todos les gusta la playa, comenzaron a escribir.

“Estúpidos aficionados”, piensa Santiago mientras sonreía pensando en las palabras del escritor. Si tan solo fuera más joven. Él no entro al concurso por la playa. Como odiaba la playa. “Tal vez si sea algo gay…” dice sin dejar de sonreír sacando una foto de sus cosas.

“Ojos oscuros y pelo largo rojizo. Que más se puede pedir… Al diablo con Marcos, espero adelantarme con él”

Sus pensamientos fueron apartados cuando su pluma tocó el papel. El chico de los risos oscuros entra en un cuadro de imaginación y simplemente comienza escribía, sin notar las faltas ortográficas, total solo era un borrador. Sin notar que sus ojos se ponían inexpresivos y su mano era casi invisible por lo rápido que iba.

Al día siguiente ya estaba en el bus que lo llevaría a la playa. No estaba sentado al lado de ninguno de sus compañeros, que también iban separados. Una señora se sienta al lado suyo no sin antes de sonreírle y coger un libro. Nada más, las otras horas se las pasó durmiendo, intranquilo porque Diego estaba hablando con una chica mayor de bucles en la cabeza y figura voluptuosa. “Zorra” piensa sin dejar de verle.

Comienza a escribir un cuento corto que se le había ocurrido, dejando completamente la historia que el día anterior había estado escribiendo. Cuando terminó el viaje, le sonríe a la señora de su costado y coge su mochila de mano saliendo del bus.

Ya estaba con sus maletas y con los otros dos, los tres estaban perdidos y solos en la estación.

-seguramente alguien vendrá a recogernos en cualquier momento… - dice algo nervioso y Diego le mira serio
-Si les digo esto a mis padres, demandarán a los promotores – dice Mauricio haciendo un gesto con la mano, estaba rojo por el calor y sus cabellos, muy claros para el gusto del de los ojos marrones, caía desordenadamente sobre su cara
-tienes razón, esto es una falta de respeto – apunta Diego, dejando al otro sorprendido

“¿es su amigo? ¿Se entienden?”

-Bueno, voy a comprarme una soda – digo rodando los ojos
-Voy contigo – apunta Mauricio
-Yo voy al baño, ya vuelvo – dice Diego marchándose

Cuando las dos figuras llegaron al mostrador, Un señor de barba blanca les atendió. Se quedaron callados buen rato, Santiago sentía la mirada de Mauricio y trataba de no verla o por lo menos hacer como si no pasara nada *imposible*… “solo te esta fastidMauriciodo”.
-Un jugo de naranja, por favor – dice el rubio poniendo el dinero en la mesa
-que sean dos – agregó Santiago acercando sus maletas a la mesa
-no puedo creer que vaya a pasar el fin de semana con ustedes – suspira el otro
-yo tampoco, no sabía que escribieras, ¿Qué es?
-Un thriller. Es sobre un asesinato de la hermana de una chica, de la peor manera que hay, ese lleva a otro y luego a cinco que descubre a una logia.
-Me gustaría leerlo, suena interesante – dice el otro tratando de sonar convincente, por supuesto le parecía una copia de algún libro de Salvadórez y no tenía el menor deseo de por lo menos pasar la primera página “estúpidos aficionados”, pensó de nuevo
-si, lo sé – dice girando la cabeza hacia el baño
-¿tú y Diego son amigos?
-Pensé que estábamos en la misma escuela, ¿alguna vez nos has visto hablar?
-no, pero puede ser que ser una tregua o algo parecido
-no lo creo – concluye el otro

Luego de eso, Diego regresa con las manos y el pelo mojado, diciendo un pequeño “que calor hace”, va a la barra y se pide una gaseosa, para luego llevarla a la mesa y sentarse donde los otros dos chicos que lo miraban en silencio.

Llegaron al hotel una hora después de lo previsto, un lujoso resort a las afueras de la ciudad al lado de la playa principal, puesto que en la misma las casitas de los pobladores invadían las calles. “Horribles personas”, pensaba Santiago siempre que cruzaba palabra con alguno de ellos. El resort era donde se hospedaba el escritor que iba a leer sus obras, el hermoso escritor.

Al entrar a su cuarto, notaron, puesto que dormían en una sola habitación, que este tenía una terraza, que no exploraron a fondo y un baño con sauna. Las camas eran el doble de las normales y eso que era para una sola persona. Santiago comienza a ponerse nervioso con la sola idea de dormir con los otros dos, puesto que en los últimos días no había tenido la clase de sueños “aptos” como para compartirlos. *mierda, mierda*

Pequeños monosílabos se lanzaban hasta que decidieron ir a la piscina, puesto que todavía no llegaba la hora de almuerzo. Cuando ya estuvieron listos, salieron a la terraza para ubicar más rápido la piscina y descubrieron que tenían un jacuzzi enorme en el medio de este pequeño patio colgante. Sonriendo por no tener que compartir su estancia con personas desconocidas, aunque no podían llamarse conocidos, se quitaron la ropa recién puesta y entraron al agua caliente. Diego sonreía mientras entraba y salía de la piscina ante la mirada atenta de Santiago, según él quería solearse pero, yo creo que el chico quería presumir y agrandar la atención que el otro le prestaba descaradamente.

-me muero de hambre – dice el pelirrojo de momento a otro, todavía no era hora de almuerzo asi que los otros lo miraron con una mueca, por lo llenos que estaban de la comida del bus – bueno, voy a comer ¿quieren ir?

Santiago abrió la boca para decirle que iría con él, pero se detuvo pensando en que sería una perdida de tiempo, el agua lo relajó y se recostó en la borde del jacuzzi negando con la cabeza. Cuando el otro se fue, quedaron callados

-Pensé que irías con él – dice Mauricio cogiendo la única toalla que se encontraba afuera – por tu mirada me pareció algo obvio.

Santiago lo miro entrando a la habitación pero no le sigue, solo se queda pensando en el viejo escritor de los ojos grises. Nervioso, al saber que seguramente estaba leyendo su historia, decide salir. Aunque no por estar nervioso sino que ya estaba sintiendo el frío en los huesos. Como no había más toallas corre hacia dentro y cierra la mampara.

*ÉL*

Mientras me ponía el polo siento el dedo de Mauricio en mi nuca, haciendo que mi cuerpo se trence mientras sufría de escalofríos. Luego comienza a trazar un suave camino por mi espina y me quedo quiero tratando de encontrar una respuesta del porqué no me retiraba. Cuando su delgado dedo llega a la parte baja de mi espalda se detiene y se queda ahí, como esperando una respuesta.

-¿por qué no haces nada? – pregunta algo molesto y volteo todavía en blanco
-creo que la pregunta es qué te pasa – digo burlonamente
-¿no habrías hecho nada? – Dice mirándome a los ojos, por lo cual tengo que apartarlos – ¿cuantas otras personas han hecho lo mismo?
-muchas – digo molesto por su súbito interrogatorio y camino unos pasos lejos de él
-pensé que eras moralista – dice con las cejas casi juntas– en el colegio siempre fuiste el de las parejas serias
-en el colegio, pero ahora ¿he hecho eso?
-pensé que Carla era algo serio – entonces me molesto por su interés descubierto
-¿desde cuando me espías?
-siempre lo he hecho – dice acercándose, cuando estuvo a algunos centímetros de mí coge mis hombros y bajo la cara
-¿enserio? – pregunto sin saber muy bien qué hacer, cuando me di cuenta de lo que hacía ya no pude evitar su mirada.
-pero nunca te he seguido, no sé a donde te vas pero sí con quienes – dice apoyando su frente en mi hombro – dime que no hacías nada con ellos, por favor
-¿te gustaría ser engañado? – pregunto en un susurro, algo avergonzado de haberme comportado asi en mi vida. ¿Cuál es la diferencia?
-eres un estúpido – grita Mauricio dando un golpe seco a la pared al costado de mi cara y suelta mis hombros, miro vagamente su puño que ahora estaba rojo
-tú eres el estúpido, para qué vigilar a alguien asi
-¡cállate! – dice alejándose y le sigo con la mirada sin apartarme de la pared

Cuando Mauricio sale del cuarto, su imagen de alguien lejano desde el colegio, se había destruido. Dejé el polo que se había caído desde ya hace algunos minutos. Trato de no pensar en lo que acababa de pasar, y aunque sea algo extraño, pude hacerlo y mi mente comenzó a divagar en ese elegante señor, de grises ojos y canas que caían delicadamente en su rostro tan intelectual. ¿Cuál es la diferencia? Los dos son iguales. Son ajenos y aunque los conozca siempre serán desconocidos. Prendo la televisión para distraerme un poco y entrecierro los ojos por lo cansado que estaba del viaje. Diego entra al cuarto un rato después.

-¿Dónde esta Mauricio? – dice echándose a mi lado
-no lo sé – contesto algo molesto conmigo mismo por lo que acababa de pasar hace un rato, acercándome a Diego noto su leve sonrisa – pero no creo que importe
-¿no? – Dice extrañado – ustedes estuvieron en el mismo colegio, ¿no? Deben conocer bastante uno del otro
-si algo asi – nos quedamos callados mientras veíamos televisión, un programa al azar, total, todos eran desconocidos.
-Dicen por ahí que le gustas – comenta Diego como si fuera lo más normal del mundo
-¿si?
-sería una pena desperdiciar algo tan… delicado – dice rodeándome con sus brazos. Sonrío obligándome a olvidar los ojos grises y el pelo rubio que dos personas ajenas me rodeaban. ¿Cuál es la diferencia?
-¿entonces porque no lo aprovechas?
-porque tan bien me dijeron que tenías la bragueta abierta, siempre
-te dicen muchas cosas – digo fingiendo enfado, dejándome llevar por el momento
-no te molestes – responde cogiendo mi barbilla – a mi no me importa compartirte

Sus labios eran suaves, más suaves de lo que imaginé. Él ya estaba arriba mío, los dos en el centro de la enorme cama de una persona. Apurados como si el momento se fuera a acabar en cualquier segundo comenzamos a quitarnos la ropa. Trato de no abrir los ojos, concentrándome en sentir todo y nada a la vez. Mis labios seguían aprisionados por el otro igual que mis manos por la izquierda de Diego, mientras su derecha jugaba conmigo. ¿Cuál es la diferencia?

Mi primitiva mente tenía tiempo pensando en donde sea con cualquiera. Me mostraba lo que era y no quería aceptar o fingía que no quería aceptar. Pero es que… ¿es esto enfermo?

-eres un cualquiera – susurra besándome el cuello
-lo sé – respondí sin importarme en absoluto
-¿te gusta?
-¿serlo? No – dije mientras le besaba - si, pero dañas mi moral
-que pena

Diego se separa de mí y me sonríe, yo sigo respirando agitado en la cama, todavía con las manos arriba y la ropa botada a un lado.

-Mauricio llegará en cualquier momento, creo que deberías ir a comer, hay buffet. Me voy a bañar, ¿salimos luego? – con eso desaparece del baño

“¡en qué momento! Claro… quédate con el baño, pero ¿qué hago yo…?”

No quería dejar de estar en esa posición libre. La verdad es que estaba demasiado cansado y nada motivado como para moverme por mi mismo. Me echo boca abajo y cierro los ojos para descansar un rato. La puerta se abre sin que yo haya conciliado el sueño.

-¿sabes? tienes razón – digo mirándole mientras cogía un cojín para taparme – tal vez no tenga la moral que tu creías.
-¿qu.q...
-sí, como sea, tengo un problema. Siempre pensé que si Diego me tocaba estaría a mil, pero resulta que no me gusta para nada. Sin embargo, luego de nuestra pequeña charla no puedo sacarte de la cabeza *mentira* ¿es eso enfermo?
-vístete - dice serio

Noto la reacción de Mauricio mientras este apartaba la mirada y buscaba algunas cosas en su maleta, estaba nervioso. Me molesto con él, pero no tanto como conmigo mismo. Me acerco al de cabellos claros botando el cojín sobre alguna parte del cuarto y el otro me mira por el espejo pero no mueve sus ojos de los míos muy a mi pesar. Muéstrame la diferencia.

-quiero que me mires – digo haciendo que el otro voltee – no a mi cara, a todo yo ¡Dime si sigues pintándome como antes!
-para – susurra el otro tratando de esquivarme
-¡Quiero que me mires! – Grito cogiendo su cara - ¡quiero que me mires! ¡Solo a mi!
-¡Para! - grita rojo con los ojos vidriosos
-¡¿Esto no era lo que querías?!
-¡Para! – grita con temblando de ira
-¿Qué es lo que quieres?
-Que seas el mismo que conocí hace más de diez años – responde con el ceño fruncido
-¡Es imposible! – grito mirando como Diego sale del baño y nos mira divertido
-Me encantan las peleas, sobre todo cuando ay uno en paños menores
-¡Eres un bastardo! - grita Mauricio caminando hacia el de la toalla
-si lo sé, pero no soy lo peor en este cuarto – comenta el otro apartándolo de su lado y yendo a donde estaba.

Luego de empujarme contra la cama se quita la toalla y se coloca sobre mí, mirando retadoramente a Mauricio que observaba callado la escena. Sigo viendo a Mauricio apretar los puños y devolverme la oscura mirada, pero no hago nada. No hay diferencia, no hay diferencia, no hay diferencia.

-Después de todo esto, ¿te quedarás ahí? – le pregunta Diego a Mauricio comenzando a besarme, algo entre el sueño y el placer, la vergüenza y el delito
-suelta a Santiago
-¿por qué? - interroga el otro
-porque yo lo quiero primero – susurra mirando el piso
-creo que no eres el primero – sonríe Diego arriba mío sin dejar de besarme
-lo sé, pero quiero estar antes que tú
-eso es amor – entonces me suelta y se para de un salto, se va a sentar en el sillón al costado de la cama.

Me quedo extendido en la cama mirando a Mauricio y este me devolvía la mirada. Me paro algo avergonzado y arrastrándome, me dirijo hacia donde Mauricio estaba.

-estoy aquí - susurro adelante de él y le abrazo sin saber el motivo
-Santiago... ¿por qué?
-porque me gusta - digo lamiéndole la boca - me gusta que me traten asi

Lentamente nos dimos el primer beso, sus helados labios chocaron con los míos, y acabando con la imaginación me dejaron en claro la situación real y lo bien que se sentía, que por fin podía sentir algo. ¿Es esta la diferencia?

***

No fueron los rayos de luz, ni los pájaros fuera de la ventana, ni mucho menos las cigarras que cantaban esperanzadas en el jardín, los que me despertaron, apenas puedo decir que me despertaron las caricias en la cara del chico de los cabellos demasiado claros para mi gusto.

-¿te desperté? – pregunta apenado
-no – susurro tratando de despertarme bien - ¿qué hora es?
-las 9, dentro de un rato bajaremos a desayunar, Diego ya esta en la ducha, solo te falta bañarte y luego del desayuno iremos a conocer a Salvadórez
-claro… gracias – dije todavía algo dormido
-seguro

Luego los tres salimos como si la noche pasada no hubiera existido. Dudé por un momento de que ayer hubiésemos estado ebrios y por eso ellos no se acuerden nada, pero luego me di cuenta que aquí no daban alcohol a menores y nos era casi imposible acceder a un poco.

El desayuno era buffet como el de ayer, que no comí. Luego de estar desayunando callados, fuimos llevados a una terraza solo para personas importantes del hotel. Noto como la mano de Mauricio se acerca a la mía, la cual cojo. En una de las sillas se hallaba el señor del cual ya me sabía su vida hace mucho tiempo, del cual sus fotos colgaban en mi cuarto y obras originales dormían en mis estantes.

-Salvadórez… - susurro para mí como si no lo creyera, estaba viendo a mi ídolo.
-ese mismo – contesta, mirándome con sus grises ojos – Daniel Salvadórez y ustedes deben ser los ganadores
-Mi nombre es Mauricio Ledesma
-el mío Santiago Gilardi
-soy Diego Siles
-Un gusto a los tres – dice el viejo algo sarcástico sentándose molesto
-¿pasa algo, señor Salvadórez? - pregunto acercándome a la mesa, preocupado por el escritor puesto que con la edad no deberían dejarle hacer tanto alboroto, aunque para su edad guardaba las apariencias bastante. ¿De qué estoy hablando? ¡50 no es una edad decrépita y se veía tan bien como en la foto que se sacó para publicar su primer libro!
-nada en absoluto – dice igual de molesto – supongo que no sabrán nada de mí, siéntense y acabemos esto rápido
-¡claro que sabemos de usted! – Digo incluyendo a los otros – usted nació en 1947 en Venecia donde se crió hasta los 11 años y luego toda su familia se muda a Paris por problemas económicos, en el colegio gana los 7 concursos de literatura que lleva cada año y luego empieza en la escuela de economía para luego cambiarse a artes y trabajar un tiempo como pintor en Mortmatre, luego de eso a escrito varias obras y ganado unos 8 premios… entre ellos
-lo entendí, chico – me corta sonriendo, por fin – entonces sí sabes bastante sobre mí, ¿no? Eres muy mono para tu edad.
-usted es mi héroe, fueron sus novelas las que me inspiraron a escribir, claro que no thrillers, puesto que mi imaginación es vacía, pero si de drama… aunque no creo que le importe. Por favor, ¡déme su autógrafo!
-suena interesante y tienes la cara sublime, cuando acabe todo esto iremos a mi cuarto, ¿bien?
-claro – contesto completamente extasiado de estar hablando con el de los ojos grises. No veo la mirada que Mauricio le dirige a Diego a mis espaldas, y si la hubiera visto, no me hubiera importado.

Los cuatro más un chofer salimos del hotel a pasear por la playa y visitar algunos museos. Salvadórez nos contaba sobre su infancia o los motivos por los que escribía y yo lo escuchaba maravillado. Salvadórez era un ejemplo, era un completamente instruido señor que, con tajantes palabras decía la verdad. No como esos hipócritas que tratan de comprarse la entrada al cielo dando donaciones a hijos del infeliz, solo para quedar bien.

También nos comentó sobre nuestras obras y dijo que la mía era la que mejor estaba redactada… *¡ME ELOGIÓ!* Fue… el momento más feliz de mi vida y ningún otro lo cambiará. También nos mencionó los errores en los que caíamos y en qué deberíamos fijarnos más.

La noche cayó y con ella nuestro paseo terminó. Para ser francos, me había olvidado de la cita que tenía con el escritor hasta que este me llamo.

-espero que nuestra reunión no se te haya olvidado – dice con su voz ronca
-claro que no – miento, soltando la mano de Mauricio la cual por unos segundos no quiso soltarme, pero sin fijarme salté hacia el señor (empujando a Mauricio)
-bueno, entonces adiós a ustedes dos, un gusto
-Adiós – digo sintiendo la mano de Salvadórez en mi cintura comienzo a sonreír
-Santiago espera un momento – dice Mauricio pero le resto importancia con un “mañana hablamos”, Salvadórez y yo doblamos la esquina para luego perderlos.

Ya en su cuarto, me siento en uno de sus sillones y este saca una botella de champagne, que era su bebida favorita y dos copitas. Comenzamos a hablar sobre literatura y me preguntó sobre lo que haría en el futuro. La conversación fue cortada cuando Salvadórez se acerca a mí y me sonríe con esas sonrisas de las que había estado esperando todo el rato. Sus ojos con algo de ojeras me veían ya en su cama. No hay diferencia.

Comenzó a comerme a besos, pero cada vez se hacían más bruscos y empecé a incomodarme. Es mi héroe, no lo puedo defraudar. También lo beso pero este me mira molesto y aparta mi cara.

-tú no – dice molesto y sigue con su trabajo mientras comienzo a retorcerme
-más despacio – digo entre quejidos, y mis ojos se vuelven vidriosos
-viniste por esto, asi que me dejas a mi hacerlo, cállate – ordena el mayor siendo más violento cada vez

¿Es esta la diferencia?

-pare

¿Es esta la diferencia?

-¡pare! – grito con lágrimas en los ojos y el otro me mira molesto
-Niño idiota – dice con su sonrisa maldita – ya no

¡¿Es esta la diferencia?!

Regresé a mi cuarto en la madrugada, tuve que arrastrarme hasta la puerta. Tenía los zapatos en mis manos y mis pantalones y la camina mal puestos, ocultaban algo de sangre vestigio del delito que tanto me merecía. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y todo el cuerpo me dolía.

Entro al baño y dejo que el agua de la tina limpie algo de mi cuerpo. El agua se mezclaba con las huellas que me habían marcado y mi cuerpo comenzó a arder. Nada es suficiente. Más llanto. “pero esta bien… es mi héroe no lo puedo decepcionar”

Por fin mi cama caliente y sola me abrazaba tratando de calmar algunos temblores que mi cuerpo seguía teniendo. El techo estaba callado, mientras me miraba limpiarme las lágrimas rebeldes que caían mojando mi almohada. Esa era la diferencia.

Volteo la vista hacia Mauricio y este dormía tranquilamente. No se puede… no pude. Entre al baño de nuevo, estaba sucio, todo yo estaba sucio. Abrí la ducha y la tina se lleno. Me eché todos los jabones, shampoo y acondicionadores. Me llene de todo lo que pudiera lavarme, pero ese sentimiento no se quitaba. ¿Culpabilidad?, ¿vergüenza?, ¿desilusión?, esto… lo odio y estoy sucio, estoy sucio y estoy sucio, me dejo sucio y estoy sucio, estoy sucio por su culpa y estoy sucio.

-¿Santiago? – Susurra Mauricio al otro lado de la puerta - ¿pasa algo?
-no – digo en un leve gritito para que no se quiebre mi voz
-¿enserio? ¿No será mejor que te acuestes? – Dice y no recibe respuesta - ¿Santiago? ¿Estas bien? ¡¿Santiago?!
-estoy bien – susurro echándome el último frasco de jabón líquido del baño del hotel
-Sal del baño – ordena el otro
-no – digo pasándome la esponja por el cuello por milésima vez, mi cuerpo estaba rojo por tantos químicos y raspadas que aparte de las que me estaba echando ya tenía
-Sal del baño
-¿por qué abría de hacerlo?
-Santiago… - susurra y comienzo a sollozar sin poder aguantarme, me tapo la boca pero Mauricio ya me había escuchado – voy a entrar
-¡no! – grito cuando escucho un golpe seco y la puerta era abierta de momento a otro. Entre el vapor logro distinguir la figura preocupada de Mauricio y su mirada oscura.
-Santiago… - entonces se acerca para abrazarme
-¡no me toques! – Grito tratando de soltarme de su abrazo – estoy sucio…
-Tú nunca estarás sucio, ¿me escuchaste?, nunca estarás sucio

***

Desperté por segunda vez por algunas caricias en la cara. Mauricio me miraba y me acomodé más a él tratando de no recordar nada y solo centrarme en sus oscuros ojos.

-¿qué tal dormiste? – pregunta sacándome el pelo de la frente
-bien – susurro en su brazo – gracias
-no hay de que – dice y nos quedamos callados un rato – quiero… quiero cuidarte, siempre, claro… si tu quieres. Yo… quiero ser tu amante…

Me quedé callado un momento viendo los gestos que hacía. Estaba algo rojo pero seguía serio como siempre. Atrás de sus palabras la respiración tranquila de Diego indicaba que dormía y mi piel me seguía ardiendo.

-dos días es algo apresurado – susurro sin tratar de sonar a negativa
-no me importa sonar apresurado, pero he esperado mucho tiempo para decírtelo, asi que para mí esto ha tenido mucho tiempo ya.
-yo… no quiero que te manches – susurro apartándome
-ya te dije, no me importa – entonces me abraza como la última noche – tu nunca estarás sucio
-yo… - entonces levanto la cara y cierro los ojos por un momento, tratando de que el tiempo se pare en ese instante – entonces yo también quiero, yo quiero estar contigo

Luego de ver su sonrisa, nos besamos. ¿Era esta la diferencia? En ese momento no pensé en nada, solo estaba con alguien que me había esperado mucho o eso decía. Solo estaba con alguien con el que me sentía seguro y ya no tendría que botar mi moral.

¿Era esta la verdadera diferencia?

-Mauricio…
-¿si?
-gracias









***




El bus que regresaba de Máncora iba con personas que, mirándose unas a otras iban calladas. Un chico de cabellos castallos se apoyaba en el vidrio tratando de hacer que el material se lo trague

-Desde ahora, Santiago esta conmigo – dice una voz algo ronca en el pequeño baño que estaba en el centro del bus, todos los pasajeros callados alargaban la oreja para salir de su aburrimiento – no quiero que lo toques, ni que lo veas, ni que le hables, ni que le pintes, ni que le roces, ni que le menciones, ni que le sueñes…

Un chico de pelo rojizo se reía nervioso ante la mirada asesina del otro. La señorita de la comida susurraba con otra olvidándose de su trabajo de no permitir dos personas en el baño y reían juntas.

El bus siguió su marcha, olvidándose de la poca seguridad que los otros ofrecían, divirtiéndose con los gritos del de pelo demasiado claro para mi gusto, olvidándose de la película. Entonces si era algo diferente.

 

 


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