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Así era... y así seguirá siendo... por Aome1565

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Notas del fanfic:

Uhm... tercer MxM... *-*

ninguno de los personajes me pertenece, la idea si... i odio a Near...

 

 

Notas del capitulo:

Aiiii... holaaaaaa a todos mis lectoreeees *o*

si... ni haciéndome la simpática puedo hacer que olvien que tengo dos fics publicados i sin cotinuar >//////<

es que... sé que me desapareció, pero las vacaciones así de repente me cayeron mal, como que hubiera comido demasiado rápido i espués se me quitara el apetito todo el día T,T... se me había ido la inspiración...

pero una noche me quedé hasta re tarde -bah, fueron dos xDD- i así, rayando el sueño i la locura, con la radio encendida y con todos en casa durmiendo, empecé a continuar un MxM que tenía desde hace tiempo estancado i acá está el resultado...

pienso que no quedó tan mal... fue a pedido de Yami, con un poco de romanticismo n//n

...emm... el fic va a pasar a ser como un regalito para Yoshiii porque aprobó matemáticas!!! *-*... ahora no tenés excusa para seguir tus fics!! n/////////n

un saludo para Mello ;D -si es que llega a leer xP-... i a leer!!

 

 

 

 

 

 

 

 

Así era... y así seguirá siendo...

 

By: Aome...

 

 

Despertó porque Mello no dejaba de caminar de un lado a otro de la habitación. Estaba nervioso, ansioso por algo, no dejaba de masticar con fuerza el chocolate que tenía entre las manos. Ya iba por el cuarto.

 

Estaba así desde hacía una semana... una semana desde aquel llamado...

 

*Flash Back*

 

Mello cortó la llamada y se quedó en estado de shock. El pelirrojo se había retirado de la sala adrede, pues lo que menos quería escuchar era la voz de Near hablando al otro lado de la línea.

 

Al oír el golpe seco del auricular sobre el aparato supo que no todo estaba bien, y tragó en seco cuando los pasos del menor se precipitaban en el pasillo, caminando hasta la habitación.

 

El rubio ingresó en el cuarto y observó al otro allí, sentado sobre la cama, dejando los goggles sobre la mesita de noche. Sabía lo que venía al escuchar esos resoplidos.

 

Mello caminó hasta el mayor y se sentó sobre él a horcajadas, empezando a quitarle la camiseta.

 

Y así empezó una sesión más del duro sadomasoquismo del de ojos verdes. Matt sólo se dejaba hacer, sólo respiraba y mantenía los ojos cerrados, esperando que la cruel y dulce tortura acabase de una vez. Sabía que todo lo que había tenido con Mello en Wammy's House había acabado para siempre la misma noche en que él se fue, pero tenía la esperanza de que esa promesa de ‘te esperaré' y aquella mirada triste aún lo estuviesen aguardando. Pero entendía que eso era pura fantasía suya y que ni bien pusiera un pie fuera de la gran casa, Mello y el peliblanco continuarían lo que tuvieron alguna vez a sus espaldas, o delante suyo.

 

*Fin Flash Back*

 

El de los ojos azules decidió terminar de despertarse y se quedó sentado en la cama, observando la figura desnuda y esbelta de Mello recorriendo la habitación llena de aroma a chocolate.

 

-Mello... -susurró el mayor, esperando lograr calmarlo un poco.

 

-Ahora no, Matt -le cortó secamente, agitando una mano en el aire.

 

El pelirrojo sólo se encogió de hombros y soltando un suspiro se dirigió hacia el baño. No sabía a qué, pero tenía que salir de allí o terminaría saltando por la ventana. Era desesperante que el menor se pusiera así sólo por saber que Near andaba buscándolo y que acababa de encontrarlo.

 

Pero él no sabía que las cosas eran totalmente diferentes...

 

El rubio vio salir a Matt de la habitación. Sabía que le estaba haciendo daño con todo eso, pero no sabía cómo decirle que jamás tuvo algo con el niño-puzzle aparte de lo que ya conocía y que el mismo Mello se había encargado de contarle hacía ya mucho tiempo.

 

Y desde el día en que él salió el orfanato, Near jamás dejó de buscarlo, de perseguirlo, de acosarlo... hasta que lo encontró. Realmente era buen detective, y Mello últimamente andaba actuando como criminal, huyendo de algo que tuvo que haberse aclarado antes de que todo empezara.

 

Era cierto que estaba ansioso, que los nervios lo consumían y que no encontraba otra salida más que tener sexo con Matt, pero cada vez lo sentía más lejano, que empezaba a odiarlo y que a la vez lo hacía por obligación. Ese Matt no era el que había conocido, con el que había tenido una aventura en Wammy's House y que luego continuó cuando se reencontraron. Ese no era el Matt que lo seguía como perro fiel porque simplemente así lo quería, ahora se sentía obligado, como si seguir a su ‘amo' fuese una responsabilidad más de todas.

 

Suspiró resignado, notando que ya la barra de chocolate se había esfumado. Reparó en que el teléfono no dejaba de sonar, y aquel sonido le causó escalofríos, pero igualmente iría a atender la llamada; tal vez no era quien creía y...

 

-¿Si? -Oyó la voz de Matt luego de haber levantado el teléfono. Al rubio se le heló la sangre, el tono que estaba usando el otro era algo que jamás le había escuchado, aunque él mismo hablara así.

 

El único que hablaba era Near, pero, por la cara que llevaba, no era grato lo que el pelirrojo escuchaba. Hasta que de repente colgó el auricular y se sentó en el sofá, encendiendo un cigarrillo que se apresuraba en consumir. El menor no hizo comentarios, sólo regresó a la habitación y se vistió, puesto que aún andaba desnudo.

 

La mañana en esa parte alejada de la cuidad estaba empezando a hacerse notar. Los autos y sus ruidosos motores ya rugían por las calles, pero de pronto todo sonido pareció detenerse y se escuchó perfectamente el llegar de un coche lujoso. Los dos habitantes de aquel mugroso apartamento se dirigieron a la ventana que tenían más cerca, observando el cómo una limosina blanca frenaba casi junto a la escalera de incendios por la que se accedía al piso.

 

Y el peliblanco hizo su aparición, caminando lento, observando muy disimuladamente a cada una de las ventanas por las que lo observaban a él. Con algo de desprecio y hasta de asco subió por la escalinata oxidada, hasta llegar a la desvencijada puerta de madera, frente a la cual se paró y espero ser atendido.

 

No esperaba que Matt le abriera y lo invitara a pasar, aunque con un gesto de la cabeza; siquiera parpadeaba y no lo miraba a los ojos.

 

Por el pasillo que llevaba a la habitación apareció Mello, con el miedo reflejado en los ojos.

 

-Matt... tú... -empezó a decir, pero el mayor lo cortó dirigiéndole una última mirada y, tomando su chaqueta, salió del apartamento.

 

"¿Podrías dejarnos solos?" resonaba en la cabeza pelirroja la pregunta jamás hecha. Es más, Mello quería que él se quedara, que no lo abandonara, pero como tal vez no había tenido el valor de hablarle, o pude que sólo no haya sabido qué decirle, dejó que se fuera. Ya volvería.

 

-Ya volverá... ya volverá... -se decía el de los ojos verdes, observando todavía la puerta cerrada, sin atreverse a fijarse en los huecos negros que se habían quedado clavados en él desde que su dueño ingresó en la estancia.

 

 

 

Era temprano para salir a caminar y no tenía ni la más mínima gana de sacar la motocicleta. Las llaves estaban en el bolsillo interno de la chaqueta, pero no iba a usarlas. Caminaría hasta que las piernas se le doblasen del cansancio, hasta que cruce toda la ciudad y se encuentre perdido. Haría cualquier cosa para alejarse de ese maldito enano peliblanco.

 

Si, estaba molesto, celoso. Siempre eran Mello y Matt, Matt y Mello, amo y pero y viceversa... pero nada es para siempre y ahora estaba entre ellos un gran vacío que los separaba, que los hacía buscarse sólo cuando necesitasen satisfacer placeres carnales pero que igualmente los distanciaba cada vez más... y hasta se sentían usados por el otro.

 

Y eso ocurría siempre, y siempre por una misma causa: Near. ¿Qué tanto miedo le tenían a ese maldito mocoso?.. No comprendía, pero tampoco quería comprender; tal vez le hacía más daño del que ya sentía que le había hecho el enterarse de que Mello y el niño-puzzles tuvieron algo que, aunque pasajero, fue a sus espaldas y cuando huyó del orfanato; más daño del que le causó el saber que aquel estúpido detective andaba buscado al rubio que había vuelto a confiar en él como perro faldero -porque eso realmente... no le importaba-.

 

Perdido entre sus cavilaciones notó que había llegado hasta una plaza cualquiera. A esa hora de la mañana sólo había viento frío y soledad en aquel lugar. Se sentó en un banco cercano y se quedó allí, meditando, con la mente lejos del apartamento del que hacía ya media hora había salido.

 

 

 

Mello, por su parte, no se movió de dónde estaba un par de minutos después de que el mayor se hubiera ido. El otro tampoco se movió, pero se quedó enseñando una superioridad infantilmente falsa.

 

-Sabes a lo que he venido, así que no lo preguntes sólo para romper el silencio... Mihael -dijo Near cuando vio que el rubio iba a decir algo. Pronunció su verdadero nombre con algo de desprecio.

 

-Entonces no tienes nada que hacer aquí, ya no quiero verte... Nate -respondió el de los ojos verdes, usando el mismo tono que el menor de los dos, pero ahora borrando el miedo de su mirada y reemplazándolo por odio, un odio indescriptible por hacerlo temer, por mantenerlo tan pendiente en lo que pudiera hacer para perjudicarle, para afectarle tanto en esa extraña y viciosa relación que llevaba con Matt.

 

Sin más palabras el peliblanco se retiró del apartamento. Sólo duró unos cinco minutos allí adentro y se largó.

 

Cuando la puerta se cerró, desapareciendo tras ésta la blanca figura, la fortaleza de odio del rubio se derrumbó y él se tiró sobre el sillón, pasándose ambas manos por el rostro con frustración. Dónde estaría Matt... Tenía sus chocolates y a montones, pero necesitaba más que nunca poder sentir los brazos del pelirrojo rodearlo, besar esos labios con sabor a tabaco que hacía tanto tiempo no probaba y ya extrañaba; quería volver a sentirse lleno por alguien cuando estaba con él y no sólo tener sexo. Si, aquello le parecía realmente extraño en él, demasiado, pero ya era irreversible.

 

-Dónde estarás, Matt... -susurró, relajando el cuerpo, cerrando los ojos y cubriéndolos con un brazo mientras con el otro tomaba una tableta de chocolate a medio comer que se encontraba sobre la mesita de centro, cercana al sofá. No se preocuparía demasiado, ya regresaría.

 

 

 

El pelirrojo había preferido no volver al apartamento en todo el día. Se la pasó vagando como un ente más en la cuidad por todas las calles que interceptaba en su caminar. Con la mente en blanco y fumándose ya la segunda cajetilla de cigarrillos. De vez en cuando frenaba y se sentaba en el cordón de la acera a observar el cielo no tan despejado y casi invadido de nubes grises, viendo el rostro despreocupado de los que caminaban por allí y sus pasos apretados. El bullicio era notorio y lo estaba matando, pero prefería eso y las miradas fijas en un objetivo próximo, al silencio perpetuo y a las miradas furibundas pero llenas de miedo de Mello.

 

¿Qué estaría haciendo?, ¿discutiría con Near?, ¿se lo estaría tirando?

 

Matt emprendió la marcha nuevamente, caminando con pasos rápidos y furiosos, respirando sonoramente y tirando a su suerte el cigarrillo que acababa de prender.

 

Pensamientos como esos lo atacaban de la nada, aunque también, cuando se paraba a pensar en algo distinto, recordaba todo lo que vivió con el rubio en Wammy's House. Eran Mello y Matt, Matt y Mello, no había otra forma de ver aquella pareja tan dispareja de niños. Uno mandaba, otro obedecía, uno arriba, otro abajo. Uno era uno y el otro era el otro de uno. Aquello no era maltrato, pero tampoco era amor, era como un masoquismo amistoso / amoroso mutuo. Era como un acuerdo inconsciente, un contrato irrompible que no desaparecería porque un enano-fanático de los juguetes apareciese así como así, de la nada. Eran Mello y Matt, Matt y Mello, no había otra...

 

 

 

Entre esa clase de cavilaciones a ambos el día se les pasó volando. Mello se había quedado sin chocolates de la ansiedad que sentía, no se había movido del sillón y su mente era taladrada por una sola pregunta: ¿dónde se metió Matt?.. Mientras, el pelirrojo había comprado varias veces algunas cajetillas más de cigarrillos, se había paseado de plaza en plaza y había terminado en la puerta de la tienda más grande de chocolates que conocía.

 

Se decidió a entrar y el olor que lo envolvió y lo embriagó completamente lo llenó de nostalgia... nostalgia de poder probar ese sabor en los labios del menor, de sentir ese aroma en todo el apartamento, de saber que eso era algo tan característico de Mello que el sólo sentirlo en el aire le recordaba a él.

 

Se sentó en una de las altas bancas de la barra de madera pulida y barnizada y cerró los ojos dejando que aquel aroma le impregnase los sentidos. No oyó a la señorita que le preguntaba si ya lo habían atendido, sólo se dedicó a formar en su mente la imagen de ese Mello que... que tal vez le gustaba, del que muy probablemente se había enamorado, aunque eso le pareciese una estupidez, una cosa de niñas...

 

Se decidió a reaccionar cuando sintió una sacudida por parte de la chica que antes había tratado de atenderlo y compró algunas barras de chocolate. Cuando salió a la calle la tibieza del lugar y ese aroma tan avasallador se esfumaron, dejando paso sólo al frío de la soledad del lugar. Ya había anochecido y no lo había notado. De seguro que el rubio estaba preocupado por él... o eso quería creer...

 

 

 

Mello se encontraba ya en duermevela cuando oyó la puerta del apartamento abrirse. Sabía que era Matt, ni bien la puerta se abrió ya ingresó ese olor tan enfermizo a tabaco. Lo primero que pensó fue en saltarle encima y molerlo a golpes para luego gritarle las mil y una preguntándole dónde demonios se había metido, pero cuando vio al pelirrojo, allí, parado en el umbral de la puerta, sonriéndole como hacía tanto que no lo hacía y extendiendo la mano en la que llevaba la bolsa con los chocolates, no pudo hacer más que quedarse estático.

 

Ese era el Matt que había extrañado tanto, el que creyó que no volvería.

 

El de los ojos azules, en un gesto despreocupado y con la otra mano, se llevó el cigarrillo encendido a la boca y le dio una última calada, acercándose después hacia la mesita de centro para aplastar allí la colilla. Dejó, de paso, los chocolates, sonrió nuevamente, sólo para Mello y se retiró hacia el baño, donde prefirió tomar una ducha corta de agua tibia, puesto que hacía ya bastante frío allá afuera y el haber estado todo el día ahí podría provocarle un resfriado.

 

Al salir pudo ver por el rabillo del ojo a Mello, apoyado sobre el cristal de la ventana, comiéndose un chocolate. Estaba raro, parecía esperar a alguien, pero no le dijo nada, sólo siguió caminando hasta la habitación, donde se vistió y empezó a fumarse un cigarrillo, el último del día pues necesitaba ir a dormir desde que se había levantado de la cama esa mañana.

 

Un momento después, entró el rubio, fijándose inmediatamente en el mayor, sentado en la cama, junto a la mesa de noche, fumándose tranquilamente un cigarrillo con los ojos cerrados, el cabello aún mojado goteando sobre su rostro y vistiendo una camiseta rayada vieja y larga. Decidió acercársele, esperando que no lo notara, pero al estar tan cerca, el otro abrió los ojos lentamente, dándole al pitillo una última calada y aplastándolo contra la superficie de madera arruinada de la mesita a su costado.

 

Entonces Matt, sin pensarlo dos veces, pilló desprevenido al menor y, tomándolo de la muñeca, lo obligó a caer de rodillas sobre la cama, a horcajadas en su regazo. Lo abrazó por la cintura y le plantó un beso suave, esperando una respuesta dominante que no tardó en llegar.

 

El de los ojos verdes se aferró con una fuerza desesperada a la nuca del otro, besándolo hasta el cansancio, robándole el aire, demostrando lo tanto que necesitaba de aquel contacto, de probar ese sabor a tabaco mezclándose con el chocolate de su propia boca. El pelirrojo se tumbó de espaldas en la cama, quedando semi-apoyado sobre el respaldo y recostado sobre dos almohadas con Mello encima, que apenas se separaba de sus labios para recuperar el aire. Las caricias no se hicieron esperar y en poco ya la camiseta rayada y desgastada que el mayor usaba como pijama estaba en el suelo. Entonces obligó al rubio a separarse de sus labios y a erguirse, pero sin dejar de verlo a los ojos. Tomó el borde inferior de la camiseta negra y la deslizó hacia arriba, hasta zafarla de los delgados y largos brazos del menor e ir a terminar en el suelo también.

 

Matt acarició la mejilla del otro, magullada por la cicatriz, observando el sonrojo y cómo cerraba los ojos ante el roce. Deslizó su mano por el cuello y el hombro, para luego volverla a la nuca y atraer el cuerpo delgado y liviano sobre él para besarlo.

 

Y lo que desde allí empezaba a ser una sesión más de sexo masoquista, no apareció nunca. El rubio cortó de repente el beso y se dirigió hacia el oído del dueño de los ojos azules.

 

-De ahora en más... seguiremos siendo Mello y Matt, Matt y Mello... no hay otra... -susurró, empezando un movimiento ondulante sobre las caderas del pelirrojo, habiendo escuchado ese largo y pesado suspiro escapar de entre esos labios que volvió a besar.

 

Con caricias intrépidas por sobre la ropa y besos hambrientos devoradores de los labios del otro ya no bastaba. El menor empezó a descender con parsimoniosa lentitud por el mentón de Matt, mordisqueándolo, bajando por el cuello, lamiendo la nuez, dejando uno que otro chupetón, llegando quedamente a su pecho, torturando los pezones, arrancando gemidos desesperados de la garganta del mayor.

 

Al no resistir más de eso, ambos terminaron de desvestirse y volvieron a besarse con ganas. Pero Mello se sorprendió cuando el pelirrojo lo volteó y quedó sobre él, observándolo con una mirada entre divertida y lujuriosa.

 

Esa cabeza pelirroja se hundió entre sus piernas flexionadas, sintiendo cómo a los pocos segundos un par de labios rodearon por completo su miembro, el cual se introducía en aquella húmeda cavidad con rapidez, siendo succionado y recorrido con la legua mientras entraba y salía. Se sentía en el cielo, era la primera vez que Matt hacía eso y realmente estaba gustándole. Bah, qué decía, le encantaba, no quería que dejase de hacerlo.

 

El de los ojos verdes casi nunca gemía, es más, prefería guardarse todo aquello y dedicarse a tener sólo sexo con Matt. Pero ahora las cosas habían cambiado. Eso ya no era sexo, ahora era algo distinto, y aprovechando que las cosas cambiaban, soltó el primer gemido desde que todo aquello empezó, y sus voz sonó tan excitante, tan orgásmica, que el mayor decidió que era hora de empezar con otra cosa.

 

Entonces se irguió sobre sus rodillas y observó al rubio desde arriba, mordiéndose el labio mientras su pecho subía y bajaba con rapidez. Se agachó hasta el oído del otro y entre gemidos y jadeos arrastrados dijo:

 

-Hazlo de nuevo... -Y sí lo hizo. Entonces loo besó de forma ardiente y lo tomó de las manos, a una la dirigió hacia su boca y se introdujo tres dedos en la boca, para luego llevar las dos manos hacia sus caderas y deslizarlas hacia los glúteos, soltando un jadeo tras otro mientras, con la boca entreabierta, echaba hacia atrás la cabeza.

 

El menor introdujo de a uno los dedos en la entrada del de los ojos azules a la vez que empezaba a masturbarlo lentamente con la mano libre. Al poco tiempo Matt ya empezaba a descender sobre el miembro del rubio, oyendo la jadeada respiración del mismo. Cuando el mayor terminó de auto penetrarse, el otro invirtió las posiciones, empezando un vaivén lento que rítmicamente iba aumentando su velocidad, inundando la habitación de gritos, gemidos, jadeos y el rechinar y golpear de la cama.

 

Y aunque todo eso pareciera tan carnal y superficial, sólo parecía serlo, porque detrás de todo había algo que ya no era una amistad fuera de lo común o un simple cariño extraño, y aunque no fuese amor exactamente, era algo que se le asemejaba mucho.

 

Se sentían en la gloria, en una montaña rusa, escalando la luna, besando las nubes... y todo eso juntos... porque siempre lo habían hecho todo juntos... eran Mello y Matt, Matt y Mello...

 

Al llegar el orgasmo entrelazaron sus manos con fuerza, se besaron, sintieron esa sensación de estar cayendo desde las estrellas, gimieron con fuerza. Fue inexplicable, algo, una chispa, había pasado entre ellos, los hizo sentirse llenos. Se sintieron el uno estando allí para el otro y viceversa.

 

Mello cayó rendido, desplomándose sobre el cuerpo del mayor, ambos sufriendo los últimos espasmos del clímax.

 

El pelirrojo abrazó ese cuerpo sudoroso y tibio, viendo a esos ojos azules directamente, cuyo dueño acababa de apoyar su frente en la del otro, con el único propósito de respirar ambos el mismo aire mientras sus ojos no dejaban de crear ese mágico chispazo cada vez que se cruzaban.

 

Sus manos seguían entrelazadas mientras, con las miradas aún atadas de esa forma, trataban de recuperar el ritmo normal de sus respiraciones.

 

Entonces el rubio, continuando con lo que antes había dicho, susurró sobre los labios del mayor, antes de volver a besarlo:

 

-...así era... y así seguirá siendo...

 

 

...end~...

 

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!!

me dejan un review?.. no cuesta nadaaa =)

Aome...


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