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LA MARCHA FUNEBRE AL ALTAR por airam-chan

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Notas del capitulo:


Nee chan: We wish you a merry Christmas~
We wish you a merry Christmas~
We wish you a merry Christmas
¡And a happy new year!~ xD

Airam: Owo no, nee chan!!, acabamos de partir la tarta de cumpleaños; y ambas somos de noviembre, recuerdas?

Nee chan: O-o ah?

Airam: ^^ bueno, solo aprovechando el breve paréntesis para disculparme por el laaargo, largo retraso *hipa*; TwT no era nuestra intención… T-T y ni siquiera pudimos responder los reviews… T^T gomenassai!!! *hipa de nuevo*

Nee chan: Otota, no llores!! *la apapacha y vuelve al tema* well, esperemos leernos pronto con el final del fic y… feliz año nuevo a todos!! :´D *hipa también*

PD. Honto, honto, T^T agradecemos a aquellos que aun shiguen el fic, y a las beias pershonas que nos dejaron review en el ultimo cap… *hip*


* * *

Diciembre 28, Tokio.

Fluidas y diestras, una pincelada seguía a la otra, otorgando vida a su paso con cada matiz de color –a decir verdad, devolviéndole la vida– aquella que él mismo le había arrebatado a ese lienzo varias semanas atrás.

Abismo no era la misma, literalmente. Ni con toda la ayuda de Sai hubiera podido restaurarla. Se había comportado de una manera extraña, y la pintura había pagado por ello. Ciertamente había sido extraño, considerando que aquél borbotón de emociones que lo había sacado de sus casillas después del evento de caridad de los Uchiha fue causado por una ola de incertidumbre y preguntas a las que ya nadie daría respuesta… nadie, descubriendo para su sorpresa que él mismo ya tampoco tenía mucho interés en buscarlas.

Logró tranquilizarse con los días, pero deshacerse físicamente del lienzo no consiguió que su mente dejara de darle vueltas a lo mismo: Itachi y Naruto seguían juntos, pero, para colmo, francamente daban pena. Ambos.

¡Joder, se suponía que debían verse bien! ¡Se suponía que Itachi debiera estar bien!... pero sabía que no lo estaba. Y si no le constara que tras la vuelta de ese tonto a Japón, hacía tres semanas ya, Sai había pasado la mayor parte del tiempo con los Uchiha a causa de la preocupación, tomaría sus palabras como simples chismes. Reflexionó las malas-nuevas poco tiempo, hasta concluir que el bienestar de su ex ya no era problema suyo, sino de Naruto. Y aunque, al igual que Sai, lamentaba lo que le había ocurrido a ese niño, no podía hacer más que eso. Sentirlo, por ellos… por él.

Botando el pincel que usaba en trementina, Deidara tomo una paletilla de madera limpia, haciendo enérgicos experimentos con varios tonos de blanco y azul hasta dar con aquél que buscaba. Más inquieto que cansado por la hora, acercó un banquillo a la pintura, acomodándose para empezar a motear el sitio más delicado en esta. Porque no importaba cuan pálido, bello o azabache fuera el ángel, tampoco bastaba el porte de Itachi o el toque serio de Sai. Sin el sentimiento que sus ojos transmitían, sin Naruto, la pintura no era El peor castigo .

Y convencido de ello, justo al detallar el final de su obra, Deidara sentía que tanto sufrimiento… debía detenerse.


* * *

– ¿Quién dices?

Naruto cerró la puerta tras de sí, volviendo la mirada al interior justo a tiempo para notar que su anfitrión se había percatado de su llegada. Por un momento sintió que se había equivocado de cuarto. Es que la elegante persona que encontró en la estancia de aquella suite de lujo, esa que olía a habano, sentada frente a un collage de actas legales y con una copa semivacía de whisky olvidada en la mesa no se parecía mucho a quien él buscaba.

El azabache de coleta le sostuvo la mirada un instante, agitó el finísimo bolígrafo negro que sostenía en la mano derecha…

–Oba san, ¿me repites la parte donde dices porque deberíamos conocer a Namikaze Minato?

… y volvió a centrarse en su conversación telefónica.

Naruto fue positivo, y tomó eso como un «Adelante, ponte cómodo». Se sentó en el sofá contrario, tomando en su regazo el pesado libro que reposaba abierto en el cómodo mueble de piel negra, y echó otro vistazo a su alrededor. El entorno era diferente, sobrecogedor y ostentoso, pero definitivamente era Itachi el que estaba ahí. Delineó con el índice el desnivelado título del tomo que sostenía, “Licitaciones”, eso le sonó a pleitos y abogados, otra prueba irrefutable de que estaba frente a la persona correcta.

–Lo siento, pero en este momento Naruto y yo estamos ocupados, tú sabes, cosas de enamorados. – Bromeó. El oji azul levantó la vista al escucharlo reír, hallando de repente al mismo “Itachi-baka” de siempre – ¿Por qué te sorprendes? – Continuaba él en la línea – No, Oba san, nadie ha desaparecido, él ha estado conmigo todo el tiempo.

En ese momento Naruto frunció el ceño completamente extrañado ¿Acababa de mentirle a su abuela? ¡¿Por qué?! Saber que eso no era verdad, sentir de repente que estaban ignorando a Sasuke, le molestó.

–Pide a tu invitado que vuelva esta tarde, estaremos ahí a las cinco ¿te parece?... Bien, hasta al rato entonces. – Cerrando el móvil sin más, Itachi volvió a prestarle atención, topando con sus azules y chispeantes zafiros, avivando más su enfado cuando sonrió como si nada – Tenemos una cita con mi abuela a las cinco, insiste en presentarnos a alguien, espero no tengas algo planeado ya.

– ¿Sabes cuando fui dado de alta? – Preguntó, aprehensivo.

–Si mis fuentes están en lo correcto, ayer. Por la tarde. – Completó, sonriendo de nuevo al verlo fruncir el ceño – ¿Qué? ¿Prefieres que le diga la verdad? ¿Qué gustas de vagar y cambiar de compañía de vez en cuando?

–… – Afiló la mirada desconfiado. Algo apestaba en su actitud, tanto como el habano y la madera fina de los muebles, igual que tanto lujo junto – ¿Por qué le pediste a Kisame que me trajera? Pudiste haberme llamado e igual habría venido, tengo tiempo intentando hablar contigo, lo sabrías si revisaras los mensajes del móvil o tuvieras la decencia de encenderlo alguna vez.

Itachi suspiró cansino, rodeó la mesita y se sentó en ella, inclinándose un poco para quedar frente a él y observar mejor la fija y molesta expresión de su prometido.

– ¿Qué fue lo que hicimos tan mal Naru? – Preguntó neutro – ¿En qué punto se acabó lo nuestro que, yo, no me di cuenta?

Admirándose, lentamente el enfado de Naruto mudó a confusión.

–Detesto admitirlo pero, en verdad, no lo noté. – Itachi negó, incomodándolo un poco cuando volvió sonreírle, sólo que esta vez con algo más parecido a la decepción – Porque asumamos lo obvio ¿Jamás dejaste realmente a tu aventurilla, no es así?

Naruto ya no sabía si estaba más incómodo o sorprendido. Honestamente, no imaginó que la conversación tomaría este rumbo. Tras la advertencia de Kisame pensó que se zanjarían en la pregunta del donde había estado, en el descubrimiento de que ya no seguía el tratamiento, en la verdadera razón de que estuviera ahí, o quizás, hasta discutir el porqué había tomado decisiones tan egoístas. Vaya, ¡Fregar cualquier otro trapo sucio menos su infidelidad! Aquél «…l lo sabe» no podía estarse refiriendo a este otro tema tan delicado, ¿Verdad?

–Naruto – Le llamó, enfadándolo al sentir que estaba apurando la respuesta de una pregunta inútil – ¿Tanto lo amas…?

–Sí – Interrumpió, batiéndose internamente con verdadero cabrío. ¿Quería saberlo? ¡Pues que lo supiera entonces! – Con todas mis fuerzas, ¡¡Lo amo como nunca pensé podría llegar a amar!! – Confesó, sintiendo sus ojos escocer sin saber si de coraje o frustración, al haberlo gritado cuando antes se obligó a callar – Pero ahora, eso ya no importa…


* * *

Abrió los ojos sobresaltado, levantándose de tirón.

En medio de su oscura habitación, donde apenas un lazo de la luz artificial de la entrada se filtraba por el arco del ventanal, Sasuke se halló tan agitado y empapado como si llegara a la meta tras una larga carrera de atletismo. «Era un sueño» se dijo, buscando relajar un poco su corazón. Sólo un sueño.

Lejos de cerrar los ojos y volver a la cama, se levantó en busca de un vaso con agua. La bebió de golpe, y recargó la cabeza en el pilar de la cocina, dejando que el frío del mármol le diera alivio parcial.

Estaba intranquilo, y era un hecho que no podría volver a dormir; por lo menos no esa madrugada. Resignado a quedarse despierto, encendió la luz y tomó uno de los libros que el diminuto estudio de la cálida habitación exhibía. Había visto esos clásicos desde la primera vez que le mostraron el lugar, pero curiosamente, sus ahora saturados días no le habían permitido hojearlos como era debido.

Igual que las otras veces, los horrores de King y el elaborado suspenso de Katzenbach no lograron atraparlo. Su mente divagaba perdidamente en lo que sus propios sueños le mostraban. No era que soñara mucho, y si lo hacía, era raro poder recordar.

Pero con esta iban… ¿seis veces?, ¿siete quizás? Ni siquiera las había contado. Las veces que había soñado con Naruto.

Reacio a darse por vencido, Sasuke pasó página, sólo mirando líneas de palabras incongruentes en donde se suponía se plasmaba uno de los peores asesinatos del libro.

Si se esforzaba, cosa que no deseaba, notaría que era la quinta vez que lo veía en sueños desde el tiempo que llevaba “lejos”. Para su fortuna no era cosa de todos los días. La mayoría de sus noches eran en blanco, muerto por el cansancio o sólo por la fatiga mental. Esta noche, por el contrario, era una de esas excepciones, esas donde una visión especialmente repetitiva se empeñaba en extorsionarlo. En ella, se hallaba a sí mismo en la cima de extensiones de tierras multicolores tan áridas como un desierto, sólo que en vez de arena, parecía un pedazo del mundo que alguien había arrugado y después hubiera querido volver a alisar sin éxito. Si sus temores no le fallaban, se trataba del gran cañón, y, desde el filo de un acantilado, Naruto pasaba del paisaje para volver la mirada hacia él cuando notaba que había alguien haciéndole compañía.

Al llegar a ese punto, sabía que estaba soñando. Todo se lo decía. Faltaba el calor abrasante del sol de esa parte inhóspita del mundo. No percibía la fuerza del aire arremeter contra suyo como sentiría de estar realmente al filo de un precipicio. Pero sobre todo, cuando Naruto sonreía y citaba su nombre, no había podido escucharlo, ninguna de todas esas veces.


* * *

Ante su total desconcierto, Itachi palmeó su cabeza repetidamente, como consolando a un niño después una caída particularmente dolorosa.

–Bueno, ahora me has hecho recordar porque me fijé en ti Naru-chan – Completamente estático, Naruto contempló boca abierta la aparente calma de Itachi frente a él, quien prácticamente carcajeó despreocupado – Lo sé, soy tan raro como guay ¿A qué molo?

–Ese… ese no es el punto – Enfatizó con una mueca accidentalmente graciosa – ¿No estás enfadado?

– ¿Debería?

–… – Parpadeó con sorpresa. No. La cruda verdad era que, al no haber amor, no valía la pena. Aún así – Itachi, acabo de insultarte.

–Sí – El asintió también convencido – Eso has hecho.

–¿Y eso no te…? Es decir, ¿tú no…? – Haciendo ademanes, víctima de una rara mezcla de emociones contradictorias, Naruto se revolvió inquieto en el sofá. No sabía cómo externarlo. Vaya, ¡ni siquiera lograba comprenderlo el mismo! No es que quisiera reproches, complejos de culpa y cosas parecidas. Sin embargo, sentía que se había preparado mejor para lidiar contra la culpa que contra la indiferencia – Comprendo, te da igual – Pues esa última, resultó ser… increíblemente decepcionante. – Ayer precisamente, yo…

–¡Sshh! – Cubriéndole de súbito la boca con una mano, Itachi se mostró enfurruñado esta vez – Omite “ayer”, o será el fin de nuestra charla. No me tientes, tú y yo aún tenemos mucho que discutir.

–¡Pero, ayer…! – Alcanzó a decir antes que fuera nuevamente cubierto por el férreo agarre de Itachi, seguramente arrepentido de haber intentado cederle la palabra. Otra vez cabreado, Naruto frunció el ceño y probó zafarse por la fuerza.

–Quieto, – Ordenó, usando la otra mano para sujetarle ambas muñecas al ver que seguía de necio brabucón – Quieto, – repitió con amenaza, aumentando la fuerza al grado de hundirlo en el sofá sin lograr con ello que dejara de renegar y patalear – ¡Al diablo entonces la diplomacia!

Pese a ser repentinamente libre, Naruto permaneció inmóvil cuando Itachi le soltó y se levantó de un brinco, irguiéndose lento mientras veía al azabache buscar entre el desorden papelero del lugar antes de volver y extender algo frente a él.

–Es mi venganza – Explicó con un puchero – Y entérate que te la ganaste a pulso – Naruto miró el extremo de su mano con escepticismo.

¿La venganza de Itachi era… una hoja?

¡¡¿Una denuncia?!! Jadeando con verdadero terror se la arrebató de golpe y leyó esperando lo peor. Al no tener para la fianza seguro iría a la cárcel, no, a la correccional de menores. No, quizás sería entregado a Orochimaru por el mismo Itachi, eso era un castigo peor que los anteriores.

Pero, como si de repente necesitara lentes de aumento, Naruto frunció el ceño y se acercó la hoja de más. Volvió a leer, sintiendo como una descarga electrizaba su interior, haciéndole abrir la boca y los ojos de sobremanera, casi yéndose de espaldas al asimilar lo que esa hoja era. Ciertamente no resultó lo que esperaba… sino algo horrorosamente peor.

–Sí, es lo que tú crees, y es verídica. – Regocijado con la expresión del menor, Itachi señaló un punto en específico del papel que el otro ubicó solo por inercia, haciendo notar el enorme sello rojo que resaltaba por encima del resto – Pero, un acta salpicada de alcohol por un juez ebrio que ni siquiera anotó bien su nombre, sin la firma aprobatoria de tu responsable y con un acuerdo de compromiso legal firmado antes que esto, ¡Ja! Han sido el matrimonio más fácil de anular de toda mi carrera.

–¿Yo…? – Todavía demasiado pasmado por la primera noticia, Naruto volteó repentinamente hacia él cuando pareció comprender la segunda – ¡¿Qué tú qué?!




Cabeceando de imprevisto, Itachi respingó y buscó apoyarse en algo por acto reflejo, observando que en realidad no había perdido el equilibrio como creyó. Seguía perfectamente sentado en el marco del ventanal. Rió un momento por ese detalle, y volvió a recargarse confiadamente en el muro.

Pasado el sobresalto, ignoró la programación comercial del televisor para apreciar la vista desde lo alto del edificio. Después de tantas noches, las luces de la ciudad en plena madrugada aún le parecían dignas de admiración, sin contar claro la gruesa capa de nieve y la amplia gama de decorados decembrinos, decorados que en cuatro días más estarían ya fuera de lugar.

Enero.

Eso había sido rápido. Y pensar que casi regresó a América cuando el evento de caridad terminó por retenerlo, luego el altercado, y finalmente Naruto.

En otro gesto inconsciente, Itachi bufó molesto con el tiempo. Detestaba pensar que se había estancado en el pasado, comprobando que el hubiera realmente no existía y que, como su madre recién le había dicho, había cosas que escapaban a nuestra voluntad… por muy frustrante que eso resultara.




Malabareando la jarra, el abanico y la compresa fría, agradeció a buda no haber tropezado con todo eso encima. Pero apenas apartó la montaña de cosas que transportaba, terminó por derrumbarse en el mismo sofá que Naruto, procurando soplar ahora para ambos y ayudar a que recuperaran el aliento. Más tranquilo, y sentado en el extremo del mueble que el rubio usaba de cabecera, Itachi volvió a soplarlo sólo a él, todavía sintiéndose algo culpable de su repentino desvanecimiento.

–¿Pasó?

–Hmn. – Abriendo sus zafiros, Naruto extendió el cuello un poco hacia atrás, percatándose como él también intentaba calmarse mientras sostenía otra compresa fría contra su mejilla izquierda – Siento haberte pegado.

–No hablas en serio – El moreno enarcó una ceja, incrédulo.

–No, – Sonrió cansado – también te lo ganaste a pulso.

Itachi imitó el gesto, y volvieron a quedarse en silencio, quizás pensando lo mismo… ¿Ahora qué?

–No culpes a Sasuke, – Naruto oyó su propia súplica con sorpresa, aún así, fue incapaz de contenerse – fui yo el débil. En realidad él te admira, jamás quiso…– Y la mano del otro volvió a silenciarlo.

–No quiero explicaciones. – Concretó. Al ver esos zafiros entrecerrarse con incertidumbre, Itachi comprendió su pregunta, aún sin palabras. – Porque desde hace algún tiempo, cuando te veía, era capaz de ver… tu tristeza.

A Naruto le costó más apartar el agarre mutista de Itachi que el levantarse, aplazando el mareo que sentía hasta finalmente estar frente a él. Dudó, pero al no hallar resistencia, rodeó su cuello con los brazos y le abrazó con suavidad. Cerrando los ojos, mandó lejos la reserva cuando Itachi lo estrechó con la misma fuerza que él, sintiendo esa opresión nacer de su interior y arrancar de sus labios aquél «Gracias por todo» que estrujó sus corazones a la par.

Sabía que iba a ser así. Difícil. Aunque era distinto a lo que ahora sentía por Sasuke, por Itachi siempre sentiría… ese cariño especial.

–¿Qué harás de ti? – Preguntó el moreno, separándole sólo un poco.

–El gran cañón, Arizona – Respondió en un suspiro, sonriendo al decirlo en voz alta. Sabía que tenía otro asunto pendiente aún, pero Itachi no tenía que saber la ruta que tomaría para llegar allá, o si llegaría en verdad algún día.

–Quédate un poco más – Razonó él. – Estás delicado todavía, se te nota. – Atinó, tomándole el rostro con las manos, deslizando el pulgar por las sombras que ya perfilaban visibles bajo esas orbes azules.

–Llevo medicamentos para rato.

–No hallarás nada allá. Ya no hay nada para ti en América. Si quieres estar con Sasuke, está bien, pero espera un poco más. Luego, haz lo que quieras.

–Ita… – Algo sorprendido por la sugerencia, Naruto negó al meditarlo. De una carga para Itachi, a una carga para Sasuke. Gran diferencia. – Quiero… necesito ser libre. Y si algún día vuelvo a amar, en esta vida o en la que sigue, quiero hacer las cosas bien. Deseo… una segunda oportunidad – Estaba siendo egoísta, ruin y desagradecido. Naruto lo supo desde que decidió serlo, y como los sentimientos de un chico malo no valían nada, se guardó todo para volver a sonreír.

Su sonrisa. Su coraza perfecta. No más Sasuke. No más Itachi. No más…

Llegó al lobby del hotel sin dejar más palabras o gestos, y avanzó aún cuando Itachi se quedó en el ascensor. Decidido a terminar con todo, Naruto se aferró a las asas de su mochila, notando hasta entonces que aún llevaba la sortija. Sorprendido por tremendo descuido, se la quitó y volteó, agitándola al aire, volviendo unos pasos mientras veía como Itachi también decidía acercarse tras su llamado.

–La sortija – Aclaró, estirándola al frente para que él la tomara, resbalándosele cuando Itachi tiró de su muñeca y lo aferró con fuerza.

Eso había sido… completamente inesperado.

Su corazón tembló, y él volteó hacia la joya, observándola rodar por la impetuosa alfombra del hotel. Sin controlarlo, su respiración también se agitó, imitando la velocidad de los círculos que la sortija empezó a describir sobre su eje, augurando que pronto se detendría. Giró cada vez más y más rápido, y Naruto comprendió que de nada valía estar decidido o lleno de coraje. Aun sí, al final, deseó tiempo, que la sortija siguiera, volviera a rodar como antes y pudiera avanzar un poco más.

Sin embargo, se detuvo
.




Y vaya que era frustrante.

Tallándose el rostro en un gesto cansado, Itachi decidió que era suficiente por hoy. Amanecía, era hora de marcharse. Se levantó sin más, apagó el televisor y halló su abrigo a oscuras, procurando cerrar silenciosamente al salir.

A base de malas experiencias, empezaba a creer que los recuerdos eran como películas en blanco y negro, grabados manipulables a los que uno agregaba el color, el sentir, el valor. Lamentablemente, las memorias de Naruto, no eran la excepción.


* * *

Después de unas No provechosas horas de lectura, el alba llegó como sacada a tirabuzones, tan helada y ártica como siempre.

Armado con botas de hule, chamarra, guantes, bufanda y orejeras, incluso usando aún la luz de las lámparas de exterior, Sasuke afianzó la pala con la que solía trabajar hombro a hombro hasta cada amanecer. Observó que ese día una capa particularmente gruesa de nieve enterraba por completo los jardines y la entrada de la elegante casona campestre que lo cobijaba, incluyendo el pequeño, pero no menos ostentoso, búngalo en el que se hospedaba.

Como todos los días desde que había empezado a trabajar en el lugar, se ocupó de despejar cada piedra de los caminitos del jardín hasta finalizar con el estacionamiento y la desembocadura a la calle, la cual afortunadamente el encargado de ese distrito rural de Hokkaido mandaba a limpiar diariamente con maquinaria especial, regresando al búngalo tras dejar la pala en la puerta para volver con una cubeta con agua templada en cada mano. Las dejó en el piso y accionó un botón en la pared junto a su dormitorio, esperando a que la metálica cortina automática dejara al descubierto una antigua pero finísima limusina negra.

Ahora venía la parte difícil.

A pesar de que quitarse todo rastro de abrigo hasta quedar en pantalones y playera deportiva era una tortura al comienzo, con el paso de los días había descubierto que era mucho mejor sufrir un ratito templándose que estar dentro de los kilos de ropa mojada que todo lo anterior representaba, y que casi lo lleva a resfriarse en sus primeros días ahí.

Tallar con la estopa jabonosa, igual que el enjuague del vehículo, siempre conseguía empaparlo. Se preguntaba si resultar seco después de un car wash tendría su secreto. Se había puesto a observar lava-autos últimamente y ningún empleado terminaba con el cabello tan alborotado y la ropa tan adherida al cuerpo como él. Es más, ahora entendía porque los comerciales de dichos negocios ponían a chicas rubias, torpes y curvilíneas a fregar un buen deportivo. Desde lejos, la visión debía suponer algo sensual: Una ‘chica buena’ y un ‘buen auto’, la carnada perfecta. Por otro lado, lo lamentaba increíblemente por ellas.

Un poco cansado, Sasuke se pasó el dorso de la mano por la frente, tratando de despejar su empapado y alborotado flequillo para contemplar su obra final. Una involuntaria sonrisilla jactanciosa se dibujó en su rostro al comprobar que el auto brillaba como nuevo. Por fin había dominado el último paso, el encerado. Aún nadaba en satisfacción cuando el cotidiano retumbo matutino de la música dance lo hizo voltear hacia la casona principal, recogiendo su desastre para apurarse a entrar y cambiarse la muda. Quizás hoy que había madrugado si lograría alistarse antes de que ese par…

–Good mooor~ning, Sasuke kun!!

Sasuke prácticamente respingó en el umbral cuando palmearon su hombro tras él, girándose con un leve gesto de circunstancias para descubrir la “sonrisa colgate” de Gai tan amplia y radiante como cada mañana.

–Veo que has madrugado hoy ¡Ese es el espíritu muchacho! – Y sin sorpresa, presenció a su ex profesor de deportes mostrarle el pulgar en alto mientras una chispita centelleaba en su sonrisa. No era nada nuevo, antes de irse de casa, lo veía hacer lo mismo a diario en el instituto, cincos veces por clase para ser más exacto.

Pero soportar su enérgica actitud positiva, su corte recto de tazón y su exclusiva ropa deportiva de licra ultra-ajustada en verde botella, era tolerable. Después de todo, no creía que nadie más fuera lo suficientemente “valiente” como para mantener en secreto su paradero –aún cuando sabía que los Uchiha lo estaban buscando– tras decir que la “flor de su juventud” necesitaba un “tiempo fuera”… ¡¿Y qué otra cosa pudo haber dicho?! ¡Era lo único que se le había ocurrido! Lo último que planeaba apenas llegar a Hokkaido era topar con uno de los más viejos amigos de su familia disfrutando de unas merecidas vacaciones.

Y eso no era nada, por increíble que pareciese, cuando Sasuke dijo que no aceptaría ser un invitado que más bien hacía de “prófugo-gorrón”, Gai le ofreció empleo. Eso sí que había sido sorpresivo… y conveniente, realmente conveniente. El problema era que, salvo estudiar, no sabía hacer gran cosa en realidad.

–Te has superado completamente en esto – Elogiaba su azabache ex profesor frente a la limusina, asintiendo con ahínco.

–¡Es porque Sasuke kun es un genio, Gai sensei! – Agregó alguien más junto al primero, un joven de su misma edad y exactamente la misma apariencia de Gai, quien alzó su puño al frente mientras llamaradas salían de sus redondos y expresivos ojos azabaches. Rock Lee era el joven pupilo de Gai, alguien cuyo entusiasmo había cautivado a su ex profesor al grado de terminar adoptándolo al poco de haber decidido cuidarlo. ¿Quién lo diría? Con el parecido que guardaban, antes juraba que realmente eran consanguíneos – ¡Un genio del esfuerzo!

–¡Así se habla, Lee! ¡En marcha Sasuke kun, esto merece cien vueltas por el monumento!

¿Entonces en qué trabajaba…? ¡Ja! Tardó nada en descubrir que a su ex profesor le valió un rábano que no tuviera carné de conducir, y bueno, hasta ahora ni uno de sus jefes había notado que el volante no era lo suyo. Se suponía que, como cada mañana, los llevaría al barrio sur de la ciudad, sitio desde donde ellos corrían hasta el polo opuesto mientras él se adelantaba y esperaba en la meta, un templo ubicado en el extremo norte de Sapporo. Luego, ellos planeaban el itinerario del día, y Sasuke los llevaba en el auto a pasear por ahí. Se suponía.

–¡Un, dos!¡Un, dos…! ¡Mil flexiones en la cima a quien flaquee!

–¡Hai, Gai sensei!

De brazos cruzados y recargado en el cofre del auto, Sasuke miró colina abajo, contemplando como Maestro y clon subían la larga escalinata del templo mientras sudaban la gota gorda a sólo seis descansos y ciento ochenta y tres escalones de su meta. Aún creyéndolo una tontería, decidió encender el carro a ver si ahora si dejarían que él los llevara en lugar de volver corriendo, como tenían acostumbrado hacer. A estas alturas, Sasuke ni siquiera quería pensar en porque había sido contratado.

Para su sorpresa, la limusina retumbó, el motor hizo un extraño ruido ahogado… y no volvió a encender. Sasuke tosió al abrir el cofre y topar con una espesa humareda, abanicándose hasta que pudo distinguir la elaborada maquinaria.

–Veamos – Miró todo con escrutinio, ignorando como sus jefes, todavía agitados, se acercaron a la escena al ver la irregularidad.

–Así que al fin lo ha hecho – Lee negó con pena, ganado la atención de Sasuke de inmediato – Fue valerosa hasta el final.

–¿Qué quieres decir?

–A que ésta limusina pertenecía a mi abuelo, y ahora, el ciclo normal de la vida la ha alcanzado – Gai posó una mano a su hombro con resignación para luego sonreír tan radiante como siempre – ¡Veamos el lado positivo, regresarás corriendo con nosotros a casa Sasuke kun!

–Suerte y siempre cargo ropa extra para situaciones como esta.

–¡Ni hablar! – Gritó el azabache con los pelos erizados al ver como Lee ya sacaba una de esas mallas verdes de la cajuela. En breve, sacó un cuadernillo de debajo del asiento y hojeó su manual “Mueve tu auto en tres pasos”, plantándose una vez más frente al cofre mientras comparaba los esquemas del encuadernado con las piezas que tenía enfrente.

En poco, tras conectar un par de cables, el motor rugió de nuevo, tan sano y fuerte como antes, provocando que Sasuke mirara con sospecha el que sus jefes silbaran distraídamente mientras contemplaban el paisaje. No sería la primera vez que trataban de convencerlo de que se ejercitara con ellos. Preferiría ir a la horca antes que contar «¡Un, dos! » mientras vestía ese uniforme pegado.

–¡Magnífico trabajo muchacho! – La pobladísima ceja de Gai tembló mientras reía – ¡Vayamos al centro comercial y comamos tres tazones de arroz por esto!

–¡Whoah, y qué hay de la hidratación matutina, Gai sensei?!

–… – Cerrando la cajuela con un goterón, Sasuke les abrió la puerta – Suban, yo iré por el agua.

Caminó poco para llegar a un expendio cercano. Afortunadamente, desde hacía unos días, ya no tenía necesidad de entrar y gritar a la ancianita sorda para obtener un café y dos botes de agua. El que hubieran puesto la máquina de bebidas era un alivio. Recogiendo la última de éstas del compartimiento inferior, Sasuke desvió la vista hacia la puerta del local, repentinamente curioso del pequeño labrador blanco que estaba atado en la misma y que le mostraba la lengua mientras meneaba la cola amigablemente.

–Hola – Saludó, acercándose sin saber porque. A excepción de Hime, los animales eran el fuerte de Shino y Kiba, no el suyo. Hacía tiempo que Kiba quería uno así, criar perros de raza grande, pero su madre no coincidía con su opinión, pensó al tiempo que se agachó frente al cachorro y frotó su coronilla, detalle que el perrito pareció disfrutar de sobremanera – Quedarías perfecto con unas personas que conozco – Murmuró nostálgico.

Sin demora, se despidió del ahora eufórico perrito, prefiriendo no voltear aún cuando el animalito aulló desgarradoramente y se revolvió como si algo lo perturbara, logrando inquietar a los del interior:

–¡Les dije que no era seguro dejarlo afuera!

–¡No perros en el local! – Secundó la ancianita, haciendo reír a Sasuke mientras continuaba su camino.

–Vamos, no es para tanto. Ki… ¡Kiba! – Sasuke se detuvo en seco, y volteó sin siquiera pensar.

–¡Akamaru! – Y sin poder creer que fuera tan simple, una de las personas que mas extrañaba salió del expendió y se agachó, abrazando al cachorro sin lograr que éste dejara de agitarse enérgicamente en sus brazos – ¿Qué sucede, qué tienes?

Confundido, Kiba lo soltó, siguiendo con la vista su recorrido hasta ver como Akamaru brincaba animado frente a alguien más, levantándose completamente sorprendido al verse frente a frente con quien menos imaginó, no así, tan fácil y sencillo, en donde menos pensó.

–¿Todo bien allá afuera?

El repentino amago de Sasuke por acercarse frenó al reconocer la voz de Kakashi en el interior, ambos propinando un fugaz vistazo al local antes de volver reflejar frente al otro un remolino de dudas que no sólo Sasuke reconoció como tal.

Kiba, y su tío, juntos… ¿Ahí? A medias emocionado, a medias alarmado, Sasuke retrocedió un paso con desconfianza ante tanta coincidencia junta, cabeceando a Kiba en negativa para suplicar con un gesto su silencio.

Inspirando hondamente, Kiba sonrió a su amigo como en antaño. Contrario a él, Sasuke no pudo imitarlo, aunque deseó haber podido hacerlo, y acercarse a ellos en lugar de saber que ahora se marcharía como el prófugo que era, limitándose a observar como Kiba empujó la puerta del local, tomaba aire, y…

– ¡Papá, trae las cuerdas, a prisa!

¡¿Qué?!

Los ojos de Sasuke se abrieron como platos, mirando con renovada sorpresa como Kakashi, Shino, y también Iruka, salieron atropelladamente del local, los tres enfocando el punto exacto donde Kiba señaló con su sonrisita más siniestra.

¡Joder!


* * *

Pasando su mirar almendrado de un extremo de la habitación al otro, Tsunade examinó cuidadosamente la expresión de sus dos citas aquella mañana. Friz, y tensión en demasía. Sí. Eso era lo que despedía aquél par cada vez que coincidían, y ella detestaba estar en medio de tanta vibra insana. Lamentablemente, aquello no era más que la consecuencia de haber sido la causante del cruce de sus vidas, y justamente, empezaba a creer que nada bueno estaba resultando de ello.

–Entonces, – Habló finalmente, dirigiéndose específicamente al más joven de ambos – Itachi, la razón de que te llamara hoy…

–Fue petición mía – Admitió Minato de repente, rompiendo los esquemas – E imaginarás perfectamente la razón, ¿No es así?

En absoluto silencio, Itachi le miró con un toque despectivo, provocando que una vena regordeta aterrizara en la sien de su rubia abuela al ver semejantes modales.

–No podrás evitar el tema por siempre, Itachi kun, – Prosiguió el rubio, comprobando internamente que dejar a Kushina al margen había sido buena idea después de todo, por lo menos, hasta que el nieto de Tsunade decidiera cooperar. – Es mi derecho, lo sabes. Quiero… necesito saber quién era él.

Itachi le sostuvo la mirada, sin lograr amedrentarle como quisiera. La voluntad y terquedad del otro le seguía pareciendo de lo más estúpido. Tenía muy poco de conocer a los Namikaze. Según su abuela, ellos habían pisado Japón por primera vez hacía pocos años, buscando su hospital, buscándola a ella. Yuki, el hijo menor del matrimonio, había sufrido lo que Naruto: Leucemia. Sin embargo después de ayudarlos, en lugar de efectivo, Tsunade pidió a cambio algo más. Donaciones esporádicas. La sangre de esa familia valía oro, y Minato no halló problemas en cruzar un océano y dos continentes una o dos veces al año con ese fin.

Por ende, Itachi apenas venía a enterarse de su bendita existencia, para su completa desgracia… No soportaba a Namikaze Minato, y cada cosa que proviniera de él le castraba de sobremanera. Sabía que estaba siendo irracional, pero todo en esa persona conseguía hacerle bullir la sangre de inmediato. De hecho, el que Naruto y él fueran ¡Efectivamente iguales! era lo que menos lo cabreaba, y haber escuchado de Tsunade y Jiraiya la trágica historia de los Namikaze, como mil veces ya, no menguaba para nada la repulsión que sentía hacia ellos.

–Por favor, – Insistió el oji azul – ¿Qué debo hacer para que me digas, quién era Uzumaki Naruto realmente?

–¿Qué quién era? – Así pues, sonriendo con sorna, Itachi decidió que ¿Por qué no? – El bailarín estrella de un prostíbulo muy concurrido en la gran manzana.

.

..



Tras unos segundos de parálisis inicial, Tsunade se puso en pie, guardándose sus comentarios al ver a Itachi mirarle con dureza. De inmediato comprendió que pedía silencio, pero… ¡no podía estar hablando en serio! Confundida, observó la expresión ofuscada de Minato. Si Itachi estaba bromeando, ella misma se aseguraría de que no viviera para contarlo.

–De hecho, la historia es realmente corta – Continuó – Naruto era… uno de los tantos niños del Orfanato de la Quinta avenida, adoptado por un pseudo-mafioso retorcido que vio futuro en su apariencia. Trabajó en el lugar hasta que, por ahí de sus quince años, y por múltiples razones que no me apetece explicar, me convertí en su nuevo tutor, y él pasó a ser… mi pareja.

El silenció se cosechó de nuevo en la habitación, burlón y soslayo; silencio que abrió un vacio en el interior de Tsunade al escuchar el verdadero pasado de Naruto; silencio que, a diferencia suya, el Namikaze superó con altivez.

–Mientes – Desafió Minato, rogando por hallar una razón que sostuviera su acusación.

–No tengo razones para ello. ¿Querías la verdad? Carga entonces con ella – Evitando bufar, Itachi se levantó y miró el cielo en la distancia a través del ventanal – Sólo dime algo, ¿crees que la impotencia que sientes ahora, podrá compensar aunque sea una milésima parte del infierno que él vivió todos estos años?

Todavía en espera de una respuesta que sabía no llegaría, Itachi volteó a medias, descubriendo en la siempre determinada expresión de Minato, un poco de lo que él esperaba provocar: dolor, desolación, y culpa.

–Llegas demasiado tarde. ¿No lo crees, Papá?

Porque al moreno de nada le valían los cuentos de secuestros, extorsión a padres angustiados o investigadores ineptos bien pagados, historias de ciencia ficción donde por culpa de una jodida coincidencia médica, y el macabro parecido que aún guardaban padre e hijo, habían encontrado a quién hacía tanto buscaban. Aunque, después de quince largos años, ya con más resignación que insistencia. El punto de Itachi era que Naruto había crecido solo, y los Namikaze –aún con todo su dolor y su búsqueda exhaustiva– no habían podido hacer nada para impedirlo.


* * *

Sasuke empezaba a sentirse como un saco de patatas. Y, después de haber sido efectivamente atado y “sutilmente” botado al pie del primer árbol congelado que cruzó la vista de sus parientes, no era para menos. Para colmo, sus múltiples intentos por deshacer las sogas en el trayecto habían fallado, y aunque era muy tarde ya, se arrepentía profundamente de haber invitado a Kiba y Shino a los Boy Scout cuando niños.

Encima, todos se la estaban dando aires de chulitos, mirándole desde lo alto con los brazos cruzados, cuando, ante su sorpresa, Kiba se agachó frente a él.

–Akamaru, él es Sasu. Sasu, este es Akamaru – Los presentó, riendo cuando dejó que el perrito desquiciado de antes le lamiera el rostro con simpatía – ¿Y sabes? Creo que le agradas.

–¡Ja! Ve lo feliz que me hace – Murmuró el azabache con una mueca, incomodado por tanta baba.

–Dejando los saludos de lado, – Kakashi se volvió el nuevo blanco de la homicida mirada de su sobrino – Sasuke…

–¡No pueden hacer esto! – Interrumpió con cabrío, recurriendo al último recurso que le quedaba intacto, su libertad de palabra – Retener a uno en contra de su voluntad es un delito.

–No tendríamos necesidad si no estuviéramos tan seguros de que volverías a esfumarte a la menor oportunidad y no fueras el más destacado de tu generación en deportes. – Con una pizca menos de paciencia que el resto, Iruka se cruzó de brazos, enfrentando sin problemas su actitud desafiante – Huyendo como un delincuente, evitando a tu familia, sin pensar en lo preocupados que pudimos estar o de lo que tuvimos que hacer para dar con…

–Iru, Iru~, el punto aquí a tratar es otro, ¿recuerdas? – Interrumpió Kakashi con una risita de circunstancias, provocando que el castaño empezara a contradecirle en susurros, insistiendo en que su sobrino tenía mucho de que responsabilizarse.

Algo extrañado con ello, Sasuke torció otro gesto cuando sus ex amigos del alma volvieron a prestarle atención, recordando instantáneamente que ya no estaba tan feliz de volver a verlos. Pero, pasando de su mala leche, como siempre había hecho, Kiba se sentó frente a él.

–Neh, Sasuke…

–No voy a regresar – Le interrumpió – Digan lo que digan, no pueden obligarme. – Concluyó tras adivinar sus intenciones. Igual que la de todos sus parientes a decir verdad.

–¿Y quién quiere que vuelvas?

Estático con sus palabras, Sasuke alzó la vista hacia Shino, intentando predecir a que venía semejante comentario, enfadándose al escuchar la risita cómplice de Kiba y empezando a confundirse de verdad cuando éste último le empujó el mentón con el puño de forma totalmente sutil y juguetona.

–Oh vamos, Sasu-chan – Kiba negó con el índice – ¿No irás a levantarle la voz a mamá y a papá, cierto?

–Hasta Akamaru está mejor educado ahora – Secundó el morocho, agachándose frente a ambos – Mientras que el mayor, parece haberse salido del redil.

–Ha de ser la adolescencia.

–Le dará un mal ejemplo al perro.

–¿Qué haremos entonces, pá?

–Pregúntale a tu hijo, eres tu el que los consciente ¿Recuerdas?

–¿Qué vamos a hacer contigo, Sasuke? – El castaño le miró, y carcajeó divertido de ver la expresión descolocada del azabache, feliz de ser otra vez los responsables de sus gestos – También te extrañamos mucho, Sasu.

Y como si fueran las palabras que más llevaba esperando desde que los vio, Sasuke bajó el rostro, ocultando sin éxito aquella risita que siempre conseguían sonsacarle, sintiéndose realmente absurdo cuando hasta Shino posó una mano sobre su cabeza y frotó sus nudillos contra él con saña y camarería.

–¡Basta! – Soltó entre risas, sin importar por un segundo que hasta Akamaru, saltara emocionado en su regazo, presa de la alegría que destilaban sus amos – Basta – Repitió más tranquilo, reparando en como Iruka y Kakashi esperaban, ya tranquilos y enternecidos por la escena, a que terminaran de hablar.

Pensándolo de nuevo, Sasuke ya no sentía tanta necesidad de huir, ni era tanto el enfado que creyó sentir cuando lo ataron. Definitivamente más sereno, enfrentó de nuevo a sus tíos.

–Esto no fue una coincidencia, ¿cierto?

–Cierto. Esto tiene un porqué… – Afirmó Iruka, pasando la vista a los amigos de Sasuke un momento al recordar cómo tras topar con éstos por mero accidente, tres días atrás, ellos habían contactado a alguien que decían haber conocido en su viaje. Un “buscador experto” muy extraño con pinta de motociclista gamberro que había resultado ser más efectivo que la policía. Kisame era su nombre, si mal no recordaba, y hasta ahora, parecía estar entreteniendo a Gai de forma igualmente eficaz.

El tipo todavía se le hacía de lo más sospechoso.

–Bueno, ese porqué es muy largo, así que pasemos a lo que nos incumbe. – Añadió Kakashi al ver que Iruka seguía dándole demasiados rodeos al asunto del nuevo detective – Sasuke, no te pediremos que expliques tus razones pero… tus padres no están pasándola muy bien con tu partida.

–Sobre todo Mikoto – Iruka pareció molesto de nuevo – ¿Sabes que está delicada?

–Lo sé. – Sasuke desvió la vista, recordando cuando había sido la última vez que había hecho que Lee llamará a su casa, preguntando por su supuesto paradero para poder preguntar también, desinteresadamente claro, por su madre.

–Están preocupados, y es… – Frunciendo el ceño, Iruka calló al sentir a Kakashi tomarle la mano.

–¿Preocupados de que? ¿De que no pueda sobrevivir solo? – Protestó, enfadándose de nuevo – No sería la primera vez que ellos sobrellevan una partida. Además, tendrán otro hijo dentro de poco. Uno más, uno menos ¿Cuál es la diferencia?, ¿O acaso creen que se puede tener todo en esta vida? Oh, sorpresa. ¡No es así!

–Sasuke… – Extrañamente dolido con sus palabras, Kiba recibió a Akamaru cuando éste regresó asustado a sus brazos.

–Nadie puede reemplazarte, Sasuke – Intervino Shino. – Ni ante tus padres, ni ante nadie más.

–Te equivocas, no sabes cuánto. …l puede reemplazarme… – Negando con la cabeza, Sasuke no quiso reparar en que los dientes comenzaban a castañearle por una razón en particular en la que no quería reparar – ¡¿Porqué no llena ahora él el espacio que yo ocupé cuando fue él quien se largó?! ¡¿Eh?!

–Hablas de Itachi. – Afirmó Kakashi, a veces lamentando ser tan jodidamente acertado cuando suponía algo – En estos momentos, tu hermano es la persona menos indicada para dar consuelo.

–Es cierto. – Apoyó Iruka, tan cortante y serio como el mismo Kakashi, despertando sin proponérselo la curiosidad del moreno.
–¿Qué insinúan? – Murmuró – ¿Qué sucedió con Itachi? – Sonando más preocupado de lo que jamás reconocería.

–Temo, querido sobrino, que eso es algo que tendrás que averiguar por ti mismo. Claro, si te interesa.

Nuevamente enfadado, Sasuke se recargó en el árbol. No quería imaginarse cosas, pero ¿Por qué hasta Kiba y Shino parecían estar al tanto de algo que él desconocía? Enviándose miradas cómplices, llevándolo a fruncir el ceño cuando voltearon hacia los mayores, como pidiendo permiso para hablar.

–Chicos, – Empezó Kakashi con duda – creo que no deberíamos…

–¿Naruto te dijo alguna vez que estaba enfermo? – Más fue Kiba el que se le adelantó, dejándole caer semejante pregunta como si tal cosa fuera más una afirmación…

… pregunta que heló su interior al comprender que eso era justamente lo que era. La verdad.


* * *

Llegado este punto –ignorando a su sorprendido abuelo y hasta a algunos de sus tíos en el estacionamiento, y corriendo sin cuidado por el atiborrado edificio sin siquiera saber bien donde jodidos dirigirse– Sasuke comprendió que sólo estaba seguro de una sola cosa en su mísera vida: Era el peor actor del mundo.

¿Pero a quién buscaba engañar todavía? Si con la sola mención de su nombre lograron que trepara al auto y les exigiera volver cuando no consiguió sonsacarles más de aquella supuesta verdad que ellos no podían desvelar.

¡Tonterías!

Se detuvo al llegar a los laboratorios, mirando en varias direcciones, dudando por dónde empezar, sorprendiéndose un poco cuando Kakashi tiró de su brazo izquierdo para guiarlo hacia donde sabía deseaba ir, llevándolo hacia el ala este del hospital sin exigirle más.

Y mientras atravesaba pasillos tapizados de baldosas blancas que apestaban a desinfectante, tomaba el ascensor para después esquivar gente convaleciente totalmente desconocida, Sasuke no pudo evitar pensar –de nuevo– que era absurdo. ¿Enfermo? ¿De qué? ¡¿Desde cuándo…?! Si desde que lo conoció, Naruto se limitó a gastarle bromas, a hacerlo enfadar, para luego volver a reír, cautivándolo en el proceso.

Nunca, ¡jamás!, lo oyó quejarse de alguna dolencia física… de dolencias amorosas quizás sí, pero…

–Kakashi – Despertando de sus ensoñaciones, él también volteó hacia la salita de enfermeras que acababan de pasar cuando su abuela les dio alcance – ¡¿Sasuke?! – Externó ella con sorpresa al reconocerlo al fin.

–Madre, ¿Nos regalarías sólo unos minutos? – Excusó a prisa el mayor – Estamos con Naruto sólo un momento, y volvemos. ¿Te parece?

–Tendrán que esperar – Contestó, alternándoles su atención, aún ensimismada con su inesperada presencia – Itachi está con él.

Sasuke procuró, trató, incluso inspiró hondo, para no desviar la vista con la sola mención. Era algo que también había meditado en todo el camino de vuelta, practicando como parecer inmune, y pensó que al fin su actuación parecía convincente cuando la Matriarca volvió a tomar la palabra, seguramente deseosa de interrogar exhaustivamente a los recién llegados.

–¿Me acompañan por un café?

–No será necesario, – Actuación mandada al diablo cuando Sasuke lo escuchó tras de sí, tensándose cuando su hermano pasó a su lado y volteó hacia él por un brevísimo instante antes de volver a dirigirse a su abuela – Yo iré contigo.

Había sido sólo un segundo, un vistazo. Instante suficiente para que el interior de Sasuke se estremeciera vertiginosamente al comprender con ese saludo gélido que él “Lo sabía”. No importaba como, ni porqué. Itachi jamás había pasado de él. En la vida.

–Espera – ¿Un gesto inconsciente? Quizás, pero no sólo Itachi volteó con su llamado, aunque si fue el único que miró la mano con la que lo había sujetado por el hombro.

–Luego. – Apartándose sin esfuerzo, el mayor paró nuevamente cuando él repitió el agarre.

–Dilo – Murmuró apenas. ¿Decepción, aversión, odio? ¿Qué se supone sentía Itachi ahora por él? – Sólo dilo.

–Sasuke – Con un mal presentimiento, Kakashi apoyó una mano sobre la que Sasuke mantenía en Itachi, intentando disuadirlo.

–¿No vas a preguntar siquiera si lo lamento? – Continuó, ignorado el que Tsunade ya no pudiera o quisiera seguir disimulando su confusión con lo extraño de la escena.

–Muy bien, jovencitos, creo que los dos tienen mucho que explicarme. Ahora.

–Luego. – Itachi volvió a zafarse de un ademán, retomando su ruta en la más completa calma, ante el ahora palpable enfado de Sasuke, el alivio de Kakashi y el desconcierto de la matriarca.

–¡Pues no, no lo lamento! – Alardeó, exasperado de ver que él que estaba perdiendo la paciencia no era otro más que él mismo, sorprendiendo a los mayores cuando fue tras Itachi y tiró de su hombro con rudeza – ¡¡Joder, acaso de verdad tú no…!!

–¡¡Itachi!!

Sasuke ni siquiera pudo reaccionar. Contrario a haber conseguido encarar a Itachi a la pared y arrancarle las palabras a gritos, fue su hermano quien lo estampó contra el piso y le rompió el labio con una destreza aterradora, aún para sus alarmados parientes.

–No te atrevas también a juzgarnos, – Siseó el de coleta encima suyo, cuya fuerza sobre el cuello de su camisa parecía imperturbable pese la intervención de Kakashi, y de otros dos pares de brazos cuyos dueños Sasuke fue incapaz de distinguir en medio del tumulto. – En realidad no sabes nada, ¡Nada!

–¡¡Con un demonio, Itachi, suéltalo!! – Y juraría que ése no había sido su tío peli plata pero, tal vez obra de la situación, tal vez de la adrenalina, Sasuke carcajeó con sarcasmo.

–¿Qué debía hacer entonces?, ¡¿Decirte que estaba cortejando a tu prometido y ver si así reaccionabas?!

El sonido del golpe fue seco, y dolió de sólo escucharlo, paralizando la escena por completo. Dudoso, y todavía pasmado, Sasuke giró un poco el rostro a la izquierda, siendo testigo de primera fila cuando Itachi despegó su tembloroso y maltrecho puño de la loza.

–Sí, justo eso debiste hacer – Susurró el mayor, liberándolo con desgano ante la ya nula resistencia de sus impávidos tíos y su más que sorprendido abuelo – De haberlo hecho, nos habríamos largado desde el principio.

Aturdido, y completamente contrariado como estaba, tuvo que ser Kakashi quien lo ayudó a sentarse tras que su hermano saliera del lugar. Más que nada, demasiado avergonzado como para levantar el rostro y descubrir tras su flequillo a su familia mirándole con algo semejante a la acusación, al deducir y asimilar lo que había hecho.

Era mucho, demasiado…

–¡Maldita sea, no soy una mala persona! – Estalló, levantándose a prisa para encerrarse en el sitio donde debió ir antes de abrir el pico, asegurando la puerta más en un acto inconsciente que egoísta, deseando que todos lo dejarán en paz de una buena vez.

Volteó con el coraje que le quedaba, sin querer imaginar realmente en qué condición estaría Naruto, hallando todavía con algo de sorpresa que la habitación era un poco simple. Con un par de bolsillas conectadas a su brazo derecho, sin objetos o artículos que sugieran algo de gravedad, y sentado tranquilamente en la cama mientras ignoraba la muda programación del televisor, el rubio le miraba en silencio.

Acercándose lento, a Sasuke se le antojó odiarlo, por embaucarlo con sonrisas embriagadoras y besos que quitaban el aliento para luego hacerle ver –cada vez más brutalmente que la anterior– que sólo estaba perdiendo su tiempo. Finalmente se sentó en el borde de la cama y, aunque sus zafiros no parecían haber perdido detalle de cuanto hacía, su rostro no había mostrado una sola expresión de júbilo, ni tampoco había articulado palabra alguna del aliento que tanto necesitaba… ¡Diciéndole que no había perdido el juicio ya!

Aunque tal vez así era.

Sasuke no pudo evitar pensarlo cuando extendió los brazos y lo aferró con verdadera necesidad, hundiendo el rostro por encima de su hombro, rozando la nariz por su cuello, buscando su calor y ese olor tan narcóticamente relajante, tensándose cuando Naruto sujetó sus hombros con suavidad, amagando con separarle.

–Déjame estar así. – Pidió.

–Pero…

–Sólo… sólo un momento más. – Suplicó entrecortadamente, cerrando los ojos con pesar al comprender cuan profundo había caído.

Dudando, en si hacía lo correcto o no, Naruto rodeó su espalda también, acariciándola lentamente cuando sentía el cuerpo del azabache temblar entre sus brazos, intentando, y deseando más que nada, encontrar forma alguna de darle consuelo. Sus lágrimas parecían tan… dolorosamente liberadas, que sentía como –una a una– estaban haciendo girones su interior.

–Naruto, – Abrazándolo un poco más fuerte, Sasuke juraría que ya nada podría rebajarlo más, así que, qué más daba ya. – Todavía creo que te amo.

Y las sospechas de Naruto, se hicieron realidad. Su autocontrol no bastó, y las lágrimas rodaron también por sus mejillas, aunque no entendiera del todo la razón.

Secándose con una mano, separó al moreno con sutileza, dedicándole una sonrisa antes de repetir lo mismo con él. Limpiando su rostro, comprobó que sus mejillas eran aún más suaves de lo que aparentaban, terminando por depositar un beso corto y espontáneo en una de ellas para volver a abrazarlo.

–Yo, – Titubeó, mordiéndose la lengua de inmediato, – Lo siento... – y no pudo decirlo. No se atrevía. Suspiró, dejando que el azabache se desahogara primero, esperando con verdadera impaciencia por poder soltar esa pregunta que ahora más que nunca deseaba resolver. Esperando ansioso por preguntarle: ¿Quién era él?


.: Continuará… :.


Notas finales:


PD. 2: Y de verdad, sentimos no haber respondido reviews, T-T!!

Gracias a: Anónimo, Nadyha-chan, Risa =^.^=, Ch3l, HikariOshina, Ayumi-chan, Novahikaru, Valo, _Kawaikunoichi_, otaku sasunaru, KiRiZaRi Hotachi=^^=, nami hinata 365, anna, shao_kino. Y a los que leen en el anonimato.

*bamboleo, bamboleo; tambalea, tambalea*

PD. 3: Nunca coman tantos dulces si no están acostumbradas, a menos que quieren acabar en esa deplorable situación u-u… Anónimo.


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