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Síndrome de Estocolmo por Ayesha

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Tommy fue hallado varias horas después, cuando el encargado del estacionamiento oyó sus golpes. Aún no estaba plenamente consciente, pero en cuanto se dio cuenta que estaba encerrado, comenzó a golpear con sus pies la puerta del maletero.

Tal como había pronosticado Sasha, hubo un examen. Uno de los empleados de la embajada había hecho correr el rumor sobre la implicación de Tommy, pero el interrogatorio fue hecho en presencia de Luc y de su padre, y quedó claro que el muchacho había sido una víctima más, dejándolo libre de toda sospecha.

Tommy se quedó en la embajada hasta recuperarse del todo y poder regresar a Inglaterra. Aunque sus padres habían puesto el grito en el cielo por todo, acusándolo de buscalíos y de que seguro que había hecho algo para merecerse todo lo que había pasado, le permitieron quedarse en París, donde Luc lo cuidó y lo mimó.

Pero ya nada era lo mismo. Ya no podía corresponder de igual manera a Luc, ya no tenía la misma inconsciente felicidad que había tenido hasta que conoció al ruso. Cuando llegó el momento de regresar a Londres, decidió hablar con su hasta entonces casi novio.

Aclaró con él que ya no se sentía igual y que aunque lo quería mucho y era un gran amigo, ya no podía seguir. Que quería que siguieran siendo amigos pero que no podía llevar más allá la relación. Que Luc y París le recordaban todo lo que había pasado. El rubio aceptó, pensando que todo había sido un trauma para Tommy, sin entender el verdadero motivo: que su novio no podía olvidar a Sasha y que Luc, con su palidez y sus rubios cabellos, era un perpetuo recordatorio de lo que había encontrado y perdido.

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1990 fue un año difícil para Sasha. La enfermedad de su madre se agravó y no pudo estar junto a ella en los momentos finales, pues se hallaba en Praga, en una de sus últimas misiones. Para cuando volvió, Anastasia había sido sepultada, y sólo le dejó una nota que ella había garrapateado con sus últimas fuerzas: «Búscala y sé feliz», era todo lo que decía, pero Sasha sabía que se refería a Tommy, pues le había contado a su madre lo sucedido (sin decirle que se trataba de un hombre), y ella, en su sencilla ignorancia, había afirmado que se trataba de su destino, que Dios le obsequiaba en Navidad.

Sasha había guardado la nota como su más preciado tesoro y en el difícil año que vendría fue, unido al recuerdo de Tommy, lo que logró sostenerlo.

El 21 de Noviembre, con la firma de la Carta de París, el presidente estadounidense George Bush Senior anunció el fin de la Guerra Fría, y posteriormente, en enero de 1991, el gobierno soviético apoyó a los Estados Unidos ante la O.N.U. en la invasión a Kuwait.

La K.G.B. operaba con el mínimo de recursos y dejó de existir formalmente el 6 de noviembre de 1991, luego de que su penúltimo jefe, Vladimir Kryuchkov, fuera arrestado por utilizar recursos de este organismo para apoyar el intento de golpe contra el presidente soviético Mijail Gorbachov.

Fueron tiempos difíciles en los que Sasha pensó muchísimo en el joven con rostro de gitano que había conocido en París, jugando a veces con la idea del destino, pero su sentido práctico le hacía rechazar la idea de que Tommy pudiera amarlo.

En diciembre, Sasha huyó para siempre de su país, luego de ser declarado muerto en una explosión en la Gran Lubyanka (3) en la que fallecieron varios agentes. Fue un golpe de suerte, pues había salido del lugar instantes previos, y aprovechó hábilmente la situación para desaparecer. Años atrás, y por recomendación de uno de sus maestros, que lo había llegado a querer como un hijo, había logrado obtener dos identidades falsas fuera de toda sospecha, además de contar con importantes fondos en un banco de Zurich, y las utilizó para iniciar una nueva vida.

Se instaló en Londres sin llamar la atención, y luego de luchar con su orgullo, hizo algunas discretas averiguaciones y en la víspera de Navidad, se dirigió al Steiner Collage de la Universidad de Kingston, a buscar a Tommy.


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Tommy tampoco había olvidado al ruso. En esos dos años, tuvo relaciones esporádicas con varios chicos, pero cuando alguno quería algo más, se alejaba. No podía imaginarse estando con nadie a ese nivel más que con Sasha. Aunque sabía que era un imposible, no podía evitar soñar.

Las cosas tampoco se le habían hecho fáciles. La relación con sus padres y su familia se había ido agriando cada vez más y el único familiar al que quería, un tío lejano, estaba mal de salud y empeorando por momentos. El día en que su tío Joseph no estuviera, se iba a quedar completamente solo en el mundo y aunque trataba de hacerse a la idea, no por ello dolía menos.

Acababa de cenar en el collage con los pocos compañeros que se habían quedado a pasar Navidad allí, y aunque le habían invitado a ir a dar una vuelta con ellos, había rechazado la oferta. No se sentía con ganas de compartir con nadie.

Dio un paseo por el campus de la universidad y acabó sentándose en un banco fumando un cigarrillo. Hacía un frío horrible, así que se arrebujó lo que pudo con el abrigo y se puso a recordar.

La oscuridad y la niebla que había, tan típica en Londres, le dio un espíritu soñador. Miró el reloj y recordó que a esa hora estaba viendo por primera vez al ruso, cuando le apuntó con aquella enorme pistola. Aunque realmente no vio a Sasha, sino a un anciano.

Aquella maldita máscara y el susto que le había dado cuando se la quitó, pensando que se estaba arrancando la cara. Y qué cara había debajo… Todavía podía recordar cada pequeño detalle de ese rostro. Si hubiera tenido talento, lo habría dibujado, sólo para poder mirarlo cada vez que lo deseara.

¡Cuánto lo echaba de menos! Algunas noches, cuando se sentía especialmente triste, cerraba los ojos e imaginaba cientos de variantes de cómo podría ser su vida con Sasha a su lado.

Imaginaba que el ruso no lo devolvía después del secuestro y que los dos se fugaban y se dedicaban a vivir de país en país… huyendo de todos y amándose intensamente.

También imaginaba que el ruso llegaba a Inglaterra años antes, cuando eran adolescentes, y que se conocían y se hacían amigos. Sasha no habría sido espía y se acabarían enamorando y viviendo juntos.

Y también imaginaba que venía a buscarlo. Que cuando menos lo esperaba, aparecía y le decía que tampoco lo había olvidado y que quería pasar el resto de su vida a su lado.

Sueños, todos sueños. Sabía que le hacía daño pensar esas cosas, pero no podía evitarlo. Era lo único que le quedaba.

13


Sasha llegó al parque donde le habían dicho que estaba Tommy. Caminó entre la niebla buscándolo, con el abrigo abotonado hasta el cuello. Entonces, lo divisó a lo lejos, sentado en medio del frío, y casi corrió hacia él.

—Tommy —fue lo único que pudo decir cuando los ojos azules con los que había soñado tantas noches se abrieron para mirarlo, asombrados.

—¿Sasha? —Tommy no sabía si estaba soñando, si se habría dormido en ese banco del parque.

—Me recuerdas —sonrió el ruso, sentándose a su lado—. No puedo creer que me recuerdes…

—Te dije que jamás te olvidaría —dijo Tommy sin dejar de mirarlo, sin creerse todavía que lo tenía delante de él. El cigarrillo temblaba en su mano, deseaba alargarla y tocarlo. Cerciorarse que estaba ahí.

Sasha le sujetó la mano, sin saber qué decir. De pronto se había quedado sin palabras y la historia que tenía preparada para explicar su presencia dejó de tener sentido. Lo único que tenía sentido era estar junto a él.

—¿De verdad eres tú? ¿Estas aquí? ¿Conmigo? —Tommy tiró el cigarrillo y sujetó con fuerza la mano del ruso entre las suyas, palpándola, temiendo que si lo soltaba, desaparecería.

—Claro que soy yo —dijo Sasha—. ¿Quién más podría venir a secuestrarte en Navidad?

—¿Vas a secuestrarme? —Tommy frunció el ceño. Estaba feliz porque el ruso había aparecido, pero le asustaba volver a pasar por lo del secuestro.

—No, no —se apresuró a aclarar Sasha—. Eso ya terminó… Sólo vine… Vine a verte —dijo en un tono que quería parecer despreocupado—. ¿Qué haces solo en medio del parque?

—¿Me creerías si te dijera que estaba aquí, recordándote? —preguntó Tommy con cierta timidez.

Sasha sintió la misma calidez que había sentido dos años antes, en la cabaña, y sonrió.

—Yo también te recordaba. Te he recordado muchas veces…

—Yo no he podido olvidarte, soñaba contigo, imaginaba… —resopló—, imaginaba que venías a buscarme. Y luego me sentía terriblemente mal porque pensaba que nunca se haría realidad. En estas fechas… en el aniversario, incluso te añoraba más. Y ahora estas aquí, conmigo…

Sasha lo besó sin importarle nada más. Nunca imaginó ese recibimiento, había creído que Tommy estaría con alguien y sólo fue a verlo para desengañarse. Ahora lo tenía entre sus brazos y no sabía qué iba a pasar después, pero no le interesaba. Por primera vez vivía plenamente el presente.

—Tenemos mucho que hablar, pero se me está helando el culo —dijo de repente Tommy con una pícara sonrisa—. ¿Vamos a algún sitio?

—Vamos… tengo un apartamento cerca de aquí —Sasha lo tomó del brazo y caminaron, perdiéndose entre la niebla.


14


Nada más llegar al apartamento, comenzaron a besarse y sin perder más tiempo, se desnudaron y se amaron con la desesperación de quienes no saben si volverán a verse. Agotados, se quedaron abrazados, temerosos de romper la magia con palabras, hasta que Sasha rompió el silencio.

—Feliz Navidad y feliz cumpleaños —susurró.

—Recordaste que era mi cumpleaños —dijo sorprendido Tommy, que estaba recostado sobre el pecho del ruso—. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Vas a volver a irte? —preguntó de pronto. Había pensado abordar el tema con más delicadeza, pero sin poder evitarlo, las palabras salieron de sus labios.

—Yo… no. No me iré… En realidad me he instalado en Londres. No voy a volver a mi país, al menos durante un tiempo. Hay allí demasiadas cosas dolorosas y no me queda nadie. He dejado todo atrás, ahora soy un ciudadano común y corriente.

La mirada de Tommy se iluminó y pareció que iba a decir algo pero luego frunció el ceño. Iba a preguntarle si se iba a quedar con él, pero no quería parecer ansioso. A lo mejor Sasha ya tenía sus planes y sería mucho soñar que él estuviera incluido en ellos.

—¿Y qué tienes pensado hacer ahora? —preguntó finalmente.

—Ganarme la vida —dijo Sasha y recordó la nota de su madre—. Y ser feliz.

Tommy sonrió ante la última afirmación del ruso.

—Ser feliz… eso es algo difícil, pero hermoso. Espero que lo seas. De corazón.

Sasha sonrió y se incorporó de la cama.

—Te compré un regalo… —dijo, buscando en el bolsillo de su abrigo hasta encontrar una cajita envuelta en papel rojo—. Espero que te guste y que compense lo que pasó en París.

Tommy desenvolvió impaciente la pequeña caja y la abrió. Dentro había una gruesa esclava de plata con unos extraños símbolos grabados en la plaquita. Detrás ponía la fecha: 24/12/1989.

—Qué bonita —cuando descubrió la fecha grabada en el dorso, Tommy se emocionó—. La fecha en que nos conocimos —no pudo evitar acercarse al ruso y darle un beso en la mejilla—. Gracias, pero, ¿qué pone aquí? —preguntó con una sonrisilla traviesa señalando las letras raras que había en la parte frontal de la placa.

—Son caracteres cirílicos —respondió Sasha con una misteriosa sonrisa—. Dice: creo en el destino.

—Oh… —Tommy quiso decir algo más, pero le había emocionado esa sencilla declaración. Tras encontrar la voz donde quiera que se hubiera escondido al ver la pulsera, habló—. El destino… era nuestro destino —se armó de valor e hizo las preguntas a las que llevaba dando vueltas toda la noche—. ¿Has venido por mí? ¿Para quedarte conmigo?

Sasha lo miró intensamente y sujetó su mano.

—Una persona me dijo que tú eras mi destino. Que haberte conocido era el regalo de Navidad que Dios me enviaba para que pudiera ser feliz. Esa persona ya no está en este mundo y no le creí realmente hasta que te vi de nuevo y volví a sentir esa emoción que ahora sé que es el amor. Vine a buscarte pensando que habrías seguido con tu vida, del mismo modo que yo quise seguir con la mía, y al verte allí, me di cuenta de tantas cosas…

Tommy enmudeció ante las palabras del ruso, pues expresaban todo lo que él también sentía: que estaban destinados a estar juntos. Millones de emociones le inundaban con la sola presencia de Sasha. En aquel momento ya sabía que se había enamorado, pero saberse correspondido era algo que lo superaba.

—Yo te habría buscado si hubiera sabido cómo. Desde el mismo momento en que me recuperé, te habría buscado. Pero no sabía nada de ti, sólo tu nombre… y que te amaba. No quiero volver a separarme de ti, no podría volver a pasar por eso.

Sasha le sonrió.

—¿Sabes que esto es una locura? Y mi nombre… mi nombre ya no importa. Ahora me llamo Alekandr Mikhailov y me quedaré a tu lado mientras tú lo desees. Te amo.

—Yo también te amo —Tommy se quedó pensativo un momento—. ¿Ahora? Ah, entiendo. Pero tu nombre real… ¿cuál es? Aunque no lo vayas a usar —sonrió con cierta timidez—, me gustaría saberlo. Sólo por saberlo…

—Alekandr Ivanov —dijo Sasha—. Nació el 20 de septiembre de 1966, falleció en una explosión en la sede de la K.G.B., el 3 de diciembre de 1991.

—Fallecido… Ellos piensan que has muerto, no te vendrán a buscar jamás —una sonrisa que podría haber iluminado la cueva más oscura apareció en el rostro de Tommy, que se lanzó sobre el ruso abrazándose a su cuello y haciéndolos caer a ambos en la cama, y luego, con el rostro de repente serio, añadió—: Nadie aparecerá para apartarte de mí. Nadie te apartará de mí.

Sasha rió como no lo había hecho en años. Junto a Tommy todo parecía tan sencillo, tan natural… Anastasia tenía razón, era el destino. El destino y un regalo de Dios, el día de Navidad.

—Iremos con calma, quiero tomarme todo el tiempo para conocerte. Nunca he tenido una relación y quiero intentarlo. Serás mi primer novio, Thomas Stoker.

15


Sasha despertó muy temprano la mañana de Navidad. Su aniversario…

Habían pasado siete años desde el secuestro y cinco desde su encuentro con Tommy en el parque, y durante ese tiempo, jamás se había arrepentido de su decisión de volver a buscarlo.

En esos años, Tommy había perdido a su querido tío Joseph el cual lo dejó como heredero universal y finalmente pudo estudiar Filosofía como siempre había deseado. Sasha estuvo allí, sosteniéndolo cuando perdió a su tío y también consolándolo cuando volvía de las reuniones familiares totalmente deprimido.

Y también Sasha se había sentido apoyado por Tommy cuando estuvo pensando a qué dedicar el resto de su vida y cuando finalmente terminó fundando una empresa de seguridad integral que había acabado siendo un éxito.

Claro que habían tenido problemas, como cualquier pareja. Porque eran una pareja y vivían juntos.

Sasha saboreó la palabra y dedicó unos momentos para agradecerle a la memoria de su madre el haber tenido el valor de buscar la felicidad, y comenzó a dar pequeños besos en los hombros desnudos de su novio.

—Tommy, feliz Navidad.

El moreno ronroneó frotándose contra la almohada unos momentos, para finamente medio dormido y con una radiante sonrisa responder:

—Feliz Navidad, mi amor.

FIN
Notas finales: Y finalmente, he aquí un arte (no apto para menores) de la historia:
http://www.auroraseldon.com/viewstory.php?sid=19&chapter=1

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