Era una situación que tenia un amargo sabor a repulsión. Ciertamente un sentimiento enfermante, un extremo disgusto y una frustración de tamaño colosal. Precisando quizás, un dolor que lo perseguía y lo quemaba más insistentemente de lo que estaba acostumbrado a soportar.
Y es que dolía, dolía tanto en el pecho, que se vio obligado a cerrar sus ojos por un leve momento.
Pues estaba consiente que aquello era algo que de veras necesitaba -y deseaba- con demasiado anhelo: simplemente terminar con lo empezado, destruir la frágil vida de aquel chico, aquel único ser que había logrado tocarlo. Claro que, no porque creyese tener una verdadera razón para hacerlo, si no más bien, por que lo consideraba necesario para sentirse vivo y nada más.
Pero retomando, hacia tanto tiempo que no sentía tal impotencia. Nunca, nunca nadie había sido capaz de detenerlo, nadie jamás había cometido la osadía de contradecirlo, y aquellos que lo intentaron, habían sentido las graves consecuencias. Claro que… solo hasta ahora.
Pues estaba de pie, molesto como ningún otro día, exageradamente frustrado frente aquel desesperante y blanco lugar que apestaba a desesperanza.
- Desgraciado entrometido – Repetía con tal frecuencia, fuerza y furia en sus pensamientos, que seriamente se salía de la irritabilidad habitual.
Y es que, ¿Como no odiar a aquel tutor cuando se atrevió a interponerse a sus deseos, no solo una, si no que en dos oportunidades?
Gaara se mordió el labio inferior mientras observaba aquel hospital con furia, como si pudiese quemar el edificio completo de solo seguir mirando.
Y seguía allí sin entender en lo absoluto, pues se sentía privando de algo de increíble importancia, de algo esencial. Y así, volvía a cuestionárselo: ¿Era tanto lo que pedía? Era solo una vida, solo una más de entre tantas otras, como con las que con anterioridad ya había jugado a ser dueño y verdugo… ¡Si tan solo era una más! solo aquella que le llamaba tanto la atención y que merecía el destino que nadie más que Gaara dictase.
Fue hasta mucho después que Gaara, el poderosísimo Gennin de la aldea oculta entre la arena descubriera que había generado una obsesión con la piel aquel moreno, con los labios desesperados que vio alguna vez en aquel combate con el único muchacho que le había enseñado inconciente, el significado del contacto con la piel de alguien más, el roce… aquella diversión distinta.
Si, y claro que fue diversión... ¿Como olvidar aquel momento? Aquel instante en que había visto con gozó y mal camuflada excitación en batalla a aquel chico de peculiares y profundos ojos y oscuros cabellos luchar por su vida, luchar con verdadera y única pasión por sobrevivir de alguna manera.
Pero eso, todo aquello era irrelevante ahora, ya no importaba, afirmó con temeraria seguridad (y alguna pizca de contradictoria curiosidad a la vez), justo cuando empezó a apartarse de aquel hospital con su característico paso lento y firme.
- Ya habrá tiempo para que juguemos de nuevo, ya tendremos tiempo… verdaderamente a solas – Y con una nueva sensación de genuinas ansias en mente, Gaara simplemente se limita a seguir su camino… sonriendo entre sombras, meditando sonriente cual seria el primer “juego” en probar con él, retractándose al fin de acabar con su frágil vida de inmediato, como premio al esfuerzo.
Pues ciertamente aun quedaba mucho tiempo en adelante para demostrarle a Rock Lee su “agradecimiento”. Después de todo, si de algo estaba seguro era que, Maito Gai, aquel odioso entrometido de Konoha, no podría vigilar a su juguete por siempre, pues de eso Gaara se encargaría… de aquello, no cabía duda.