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Invierno y Primavera por Hefestion

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Invierno y Primavera

By. Kari no Chiryu.

Notas preliminares:

Me declaro en primer lugar, amante de la mitología griega, así que este fic girará en torno a cierta cantidad de pasajes mitológicos. No se preocupen si no los conocen, los iré explicando conforme los cite.

En la Saga de Hades, Masami Kurumada hace pensar en Pandora como la hermana de Hades, ¿por cuál razón?, está mas allá de mi imaginación, Yo (primera persona del singular) habría utilizado en su lugar a Hécate, diosa de la magia negra. No realmente la hermana de Hades, pero si la bruja del Averno y parte del séquito de éste, por lo menos ella, siendo su hermana, habría tenido más sentido para mí. Y en fin, en esta ficción es Hécate quien toma el lugar de Pandora mientras esta última no existe.

Hades fue el hijo primogénito de Cronos, Dios (Titán) del tiempo y del Olimpo. A Hades le siguió Poseidón, Hera, Deméter y Hestia. Zeus fue el último nacido, Rea, su madre, lo ocultó para que no corriera con la suerte de sus hermanos de ser devorado por su padre.

La profecía de Urano (padre de Cronos) se concreta cuando Zeus ya adulto regresa al Olimpo y lo destrona como Urano fue destronado por sus hijos. Entre los hijos del dios caído se reparten los dominios del mundo. Zeus, dios del cielo y máximo del Olimpo. Poseidón, dios del mar y Hades, dios de las mansiones infernales. Hera es la diosa de los partos, Deméter, diosa de la cosecha y Hestia, diosa de la virginidad y del fuego del hogar.

Esto es parte de la mitología, aunque como Masami Kurumada, distorsionaré *mi* universo a mi antojo, placer y satisfacción, así, en este fic: Tánatos e Hipnos *son* hijos de Hades, Hécate es la diosa de la magia negra y... el resto es parte de la historia y se irá desenvolviendo paso a paso.

A quienes siguen esta historia, mi eterno agradecimiento, gracias por estar aquí y animarse a leer esta tercera serie, parte del universo de "Lazos Rojos", sé que no es sencillo seguir una serie de tan distintas etapas, por esto, mi más profundo agradecimiento por continuar acompañándome, espero que lo disfruten y pueda llevar a sus vidas un poco de que he aprendido en mi propia existencia.

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Dedicatoria

A Diana, con todo mi amor y devoción

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Gracias, Danly, mi muy estimada Beta-reader

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Invierno y Primavera

By. Kari no Chiryu.

Continuación a: La Próxima vez que te enamores

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Prólogo

Por los Siglos de los Siglos

El alma, un concepto que manejó como nadie más pudo o podría, él era Plutón, nada más y nada menos, Señor del Inframundo y los destinos.

Y mientras fue capaz de juzgar las almas mortales e inmortales, nunca fue consciente de su propia esencia, de su propia alma, hasta que ella entrara en su vida para cambiar su eterno invierno en dulce primavera.

Porque ella fue la primavera y él... invierno.

Año tras año, ella debía regresar a la tierra para reunirse con su madre, Deméter. Los mortales celebraron con alborozo y placer su ascensión, mientras él, Hades, se refugiaba una y otra vez en los confines mas remotos del Averno, esperando por los seis meses de ausencia acabar para que, una vez más, los mortales recibieran de sus manos el invierno y la primavera descendiera de nuevo a los infiernos.

Este ritual se llevó a cabo por siglos, pero ahora la era de los dioses pendía débilmente en el brazo roto de una balanza de latón. Los dioses habían contemplado con terror sumo como los romanos asolaron Grecia, observaron, y no pasivamente, pero todos sus esfuerzos de resistencia resultaron fútiles, ni los más fuertes y sanguinarios guerreros helénicos, los espartanos, los hijos predilectos de Ares, habían podido contener la supremacía del ejército latino. La nueva religión fue impuesta al pueblo Hello y en el Olimpo, El poderoso Tonante vio su último ocaso.

 

Su quijada se cuadró al reñir de sus dientes, sus miembros temblaron en anticipación. Los gemelos, ¿dónde estaban?. ¿Por qué no regresaron aún con su princesa?.

Hades no había deseado dejarla ir, nunca deseó dejarla ir, pero no pudo detenerla. Era parte del trato devolverla a su madre y los mortales, para evitar que aquellos sufrieran la ira de la naturaleza. No esta vez, el fin estaba cercano, lo supo, todos lo supieron.

Muchos otros dioses se evaporaron como el rocío al amanecer, pero Hades no se iría. El Averno era el Averno, Anubis, Lucifer, Plutón.... Dios. Denle un nombre, él siempre sería Hades y su reino siempre existiría para paz de los humildes y castigo de los condenados. Y Persephone, su reina, gobernaría junto a él a través de la nueva era, como hasta ahora. Como siempre.

De nuevo, Hades tembló con ira, lo rodeó un aura negra de lúgubre presentimiento. Deméter no había devuelto a Persephone aún, había pasado una semana y Percy no había regresado a él, donde le correspondía, y Hades sintió miedo... porque Deméter pudo finalmente conseguir su venganza y apartarla para siempre de su lado. Deméter lo odió más de lo que amó a su hija y Hades la odió de igual manera.

Sobre su trono de ébano descansaba su casco, pesado y fornido. Hades lo tomó considerándolo mientras continuaba su paseo inquieto a través del salón principal de su mansión subterránea. El casco de la invisibilidad era el símbolo que vino con su dominio. Su cetro y su espada escorados a cada lado en los brazos del trono quedaron huérfanos de su interés. Hades frunció el ceño y ciñó su casco con saña tal que sus dedos se tornaron blancos por la falta de circulación.

"¿Qué quieres, Hermes?". Preguntó sin volverse hacia su visitante.

El Dios de los pies ligeros llevaba con él un pergamino que dejó reverentemente en el trono de ébano. "Zeus, me ha enviado". Dijo finalmente el joven dios.

"Zeus, por supuesto, ¿quién otro?". Respondió ecuánime, dándose la vuelta y contemplando a la juventud rubia. Hermes, el mensajero de los dioses dio una inclinación ligera antes de señalar el pergamino en el trono. "Zeus me pidió llevarte a su presencia".

Hades gruñó displicentemente. "Ahora no puedo".

"Pero quizás después no habrá...".

"¡No puedo!". Cortó tajante. El joven dios retrocedió a los tonos duros pero no renunció a su encargo. "Zeus pide que regreses al Olimpo, desea...".

"Lo que el Poderoso Zeus desea me tiene sin cuidado". Los tonos eran fríos y yermos y detuvieron a Hermes más eficazmente que una orden severa. Hades no parecía enojado, sólo distraído. Hermes supo dónde estaban sus pensamientos. "Por favor, tío, venga conmigo al Olimpo". La súplica en la voz juvenil le obligó a hacer una pausa.

Suspiró caminando al dios joven. "Mi querido, Hermes, ¿a dónde piensa huir Zeus?". El joven mordió su labio inferior agitando la cabeza en una negativa que Hades entendió. Él levantó sus manos grandes para descansarlas en los hombros nervudos. "Vete ahora, haz lo que debas hacer. Cuando llegue tu momento, yo continuaré estando aquí". Los ojos claros miraron fijamente en las profundidades oscuras del rey de los muertos, entonces finalmente el muchacho cabeceó su aceptación.

El sonido de pasos apresurados hacia la habitación del trono desvió la atención de Hades del mensajero. Por el umbral arqueado entró Tánatos con una expresión de puro terror en su rostro. Hades tragó el nudo en su garganta corriendo a su hijo más joven y agitándolo por los hombros. "¿Dónde está Persephone?". Exigió. Tánatos agitó la cabeza en negativa muda. "¡¿Dónde?!".

"No la encontramos, Padre". La voz neutral del dios del sueño dijo.

Hades dirigió la mirada hacia su primogénito. "¿Cómo?". Preguntó escéptico.

"Deméter se ha ido, Persephone se ha ido con ella". La voz era suave pero Hipnos se encontró con determinación la mirada de su padre. Todavía bajo el asimiento de Hades, Tánatos miró a su hermano con gélido temor, agitó la cabeza y asió los brazos de su padre. "Padre, escuche...".

"Ella elige vivir su eternidad al lado de su madre, es obvio dónde sus afectos mas profundos están. Padre, si la ama, entonces déjele libre para escoger dónde quiere estar". La voz continuaba regular y desapasionada.

Los ojos plateados de Tánatos se llenaron de lágrimas al contemplar el dolor austero en los ojos oscuros bonitos de su padre.

Hades se sentía dormido, paralizado, sus manos aún descansaban en los hombros de su hijo más joven y las manos de aquél en sus antebrazos. "¡Padre!, por favor padre". Las súplicas desesperadas de Tánatos se filtraron finalmente a través de su mente entumecida y contempló los ojos plateados que siempre lo habían adorado.

"¿Ella escogió irse?". Hades susurró a su hijo menor.

Una chispa de ira brilló en los orbes plateados, entonces había un atisbo de satisfacción y placer, pero encima de todo, el amor y la devoción por el dios ante él. "Sí, padre, eligió marcharse".

La satisfacción fugaz desapareció de los rasgos de Tánatos así como, ante sus ojos, la incertidumbre y el dolor de su padre se endurecieron construyendo una nueva una muralla que lo escudaría del dolor.

Hades dejó caer las manos de los hombros de Tánatos quien soltó su propio asimiento en el acto. Dándose la vuelta sin ninguna expresión en su rostro o gestos, Hades recogió de nuevo su casco descartado y caminó hacia su trono. Sin notarlo (o quizás sin importarle) empujó el pergamino sellado al piso mientras sentándose en su sillón. Sus símbolos rodeándolos y la capa negra que se extendió de sus hombros al piso le hicieron parecer tan terrible y magnánimo como los cánticos de los bardos contaban entre lo mortales. Nadie se atrevería a compararlo con alguien que simplemente tenía su alma rasgada de su cuerpo.

Aún en el umbral, Hipnos se apoyó contra la piedra, oyendo a lo lejos, casi subliminalmente, las voces de las furias, los ladridos de Cerberus y los quejidos de los jueces y Caronte. Con la guerra en plena cresta sobre Grecia el trabajo se había multiplicado en el Averno.

De repente Hades habló rompiendo el silencio pesado. "Tánatos, Hipnos, regresen a su deberes, hay mucho que hacer".

Hipnos estuvo de acuerdo de inmediato y salió. Tánatos en cambio se acercó a su padre hasta hincarse frente a él. "¿Padre, estarás bien?".

Hades lo consideró con ojos casuales, como si nada extraordinario hubiese pasado. "Sí". Levantó una mano para acariciar el cabello plateado de su niño. "Ve, Tánatos, acompaña a tu hermano". Renuentemente Tánatos cabeceó, al levantarse se inclinó hacia su padre para besarlo en los labios. La recepción fue pasiva y Tánatos suspiró con una mezcla rara de tristeza y contento, entonces siguió a su gemelo.

Los ojos de Hades estuvieron fijos en la pared por mucho tiempo, recreando las palabras de sus hijos: Su opción, ella escogió irse.

"Que así sea". Declaró al estar de pie y salir del salón. Hermes, quien había sido ignorado completamente, agitó la cabeza con tristeza y recogió de nuevo el pergamino del piso.

Con un pensamiento, el pergamino se evaporó de sus manos en una llama suave. "Que así sea". Susurró en la habitación vacía antes de desaparecer.

La capa de Hades ondeó detrás suyo cuando cruzó los pasillos largos para hacerse presente ante su corte. A la vista de él todos serenaron, sólo el Can Cerberus, caminó a él con las tres cabezas inclinadas para echarse dócilmente a sus pies. Hipnos y Tánatos se detuvieron un instante para verlo antes de salir del Inframundo. Las parcas lo miraron impasiblemente, entonces Cloto, tomó varios hilos de cáñamo y los pasó a Laquesis que los unió al mosaico de colores de su manto, Átropos tomó unos hilos abandonados y los cortó. Los Jueces, Radamantis, Minos y Eaco asintieron ligeramente en su dirección antes de volverse a los mortales esperando sentencia. Las furias, Alecto, Megara y Tisifone corrieron fuera del salón detrás de las voces que aullaban y suplicaban clemencia. Lejos en otra parte podía oírse la voz de Caronte exigiendo la paga por sus servicios y simplemente, quejándose de todo como de costumbre. Hades observó con magnanimidad a su séquito antes de dar un golpecito a una de las cabezas de su can, el perro se puso de pie y caminó a su lado cuando el mismo Hades unió a los jueces infernales.

 

Shun se estremeció al apartarse de la ventana y dejar que las cortinas espesas velaran la vista de la calle. No había nada interesante bajo la luz de los faroles.

Caminó a la cama contemplando a su hermano dormido con una mirada expectante, se bajó con cuidado hacia el colchón para no perturbarlo. La lámpara de Ikki estaba encendida, a Ikki le gustaba dormir con luz suave en la habitación. La lámpara en la mesa de Shun estaba apagada, provocando que la figura de Ikki bajo la luz suave fuese lo más prominente de la habitación. Shun suspiró al meterse suavemente bajo sus sábanas. Era tan irónica la repetición, este eco de una vida lejana. Ikki era luz y él era sombra, así, como la habitación que habían compartido por casi dos años.

Shun fijó su mirada en el techo apenas visible y suspiró. El verano había sido memorable para los cinco y el otoño pasó lánguidamente acentuado por la ausencia de Sahorí. Seiya había perdido mucha de su alegría habitual que ahora, agradecidamente parecía estar volviendo, lenta pero seguramente.

Ahora. El invierno.

Shun nunca se había detenido a pensar por qué le gustaba tanto el invierno. Figuró que se debió en parte a las fiestas navideñas pero no tenía un historial agradable de navidades (aun cuando las últimas habían recuperado con creces las anteriores) sin embargo, el hecho era que él, Shun, había aprendido amar las celebraciones y el tiempo compartido con su familia, pero su amor al invierno estaba mucho más lejos en otra vida.

Cerró los ojos, no sabía de dónde venían estas emociones. No debió sentirlas, ahora tenía a Ikki. Pero el hecho era que no pudo evitarlas. La voz de su esposa era vívida en su memoria, como si ahora mismo ella estuviera convocándolo.

Shun gimió volviéndose hacia su costado para enfrentar a Ikki. Contemplando el rostro pacífico en sueños, se repitió una y otra vez que esta era su verdad, que éste era su amor. Ikki, su Ikki, el hombre que hace unas horas escasas se entregó a él nuevamente, sin exigencias o condiciones. Su hermano, su todo.

Levantando una mano, rastreó con las yemas de sus dedos los pómulos altos del rostro moreno. Ikki suspiró y Shun apartó su mano enseguida. Los ojos azul océano se abrieron entrecortadamente. "¿Usabi?", Ikki murmuró no realmente despierto.

"¿Hai?". Shun susurró.

Ikki sonrió ligeramente antes de cerrar sus ojos y murmurar suavemente. "te amo, dite".

Shun pestañeó inclinándose hacia su hermano. No lo había oído bien. "¿Ikki?". Llamó, pero el Phoenix ya estaba dormido. Shun sonrió con cariño acariciando los cabellos oscuros de la frente calurosa. Ikki, ya sea ebrio, enfermo o medio dormido, siempre fue un poco atolondrado. Cuidadosamente, tomó el cuerpo escasamente mayor en sus brazos e Ikki se acunó contra él por reflexión.

Su esposa. Su Persephone, él la amó, sí. Pero en otra vida. Él era ahora Shun, un mortal. Comprendió que no había diferencia realmente, que él seguía siendo Hades y Hades era ahora Shun. Él era simplemente él. Un hombre que tuvo la oportunidad de ver la vida desde dos ángulos diferentes. Se enorgulleció de sus maneras justas del pasado aún cuando no había tenido contacto directo y constante con los mortales. Había sido justo y magnánimo con quienes merecieron su clemencia y severo con quienes ganaron la condenación de sus almas. Algo de lo que no estuvo orgulloso por otra parte, era la manera en que había tratado a sus hijos. Siendo mortal le enseñó a valorar el amor a los lazos familiares. Antes, había sabido del amor, pero no con la percepción que ahora manejaba. Por amor, Persephone no estaba más a su lado. Ella había decidido marcharse, por supuesto, ahora comprendió que no fue realmente una sorpresa, después de todo él la había raptado. La verdadera sorpresa era que ella decidiera comer de los frutos del Averno para ya no tener que irse. Él se había enamorado de ella por su belleza, pero el amor verdadero vino con la convivencia. Ellos no tuvieron hijos porque no quisieron a su familia rasgada por la mitad de un año, así que habían esperado una oportunidad que nunca vino.

Ella se había ido, por mucho tiempo, y regresar a la tierra para vengarse de Deméter y Zeus había sido un error más, un error necesario no obstante, porque le permitió cerrar ese capítulo de su vida y comenzar una nueva existencia junto a su nueva familia. Sus amigos y hermano lo habían perdonado en seguida. Al final todo resultó bien y la memoria de su joven esposa había sido puesta en reposo finalmente.

Y aquí y ahora y hasta el final de los tiempos era Ikki y sólo Ikki quien celebró su fidelidad. Y entre cielo y tierra... y más allá a las profundidades mismas de sus dominios o los oscuros imperios del mar no habría alma, dios, mortal o poder alguno que cambiaría lo que ya había sido escrito y por siempre sería.

Y al oído de Ikki, Shun susurró suavemente "Que así sea".

 

Átropos fijó su mirada en un hilo en su telar, la tijera omnipresente en su asimiento tuvo comezón por atajar el destino mortal que contenía, pero Laquesis le pidió un poco más de paciencia, aún el momento no había llegado y el hilo necesitó tejerse un poco mas allá, para la imagen final de su presencia en el tapiz. Ellas habían oído las palabras de su Señor, ellas siempre lo oyeron en sus decretos. Cloto, la más joven de las parcas sintió aflicción por el mortal cuya vida estaba cerca a su fin, pero su vida se había hilado en cáñamo, terminarla sería un consuelo. Sonrió al dar un golpecito a su pecho donde, debajo de sus túnicas una bolsa de piel se hallaba atada a su cuello por una cuerda larga de cuero. En ella se contenía un hilo de seda y oro, pronto este nuevo hilo se uniría al telar, para siempre. Oyendo sus pensamientos entre sí, las tres hermanas consintieron con su Señor. "Que así sea".

Por los Siglos de los Siglos.

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Notas:

Laquesis, Átropos y Cloto son las deidades de los destinos, también llamadas parcas.

Alecto, Megara y Tisifone son pues, las furias.

Ya deben ser bien conocidos ahora: Radamantis Eacos y Minos, ellos son los jueces del infierno.

Caronte es el barquero que transporta las almas a través del rio Etigya y cobra una comisión por hacerlo, de allí que anteriormente, la gente enterrara a sus familiares con una moneda para pagar el viaje.

Y al can cerberus, pues ya saben quién es....

La fábula de la manzana es el análogo de la historia bíblica de Adán y Eva. Perséfone, ya enamorada de Hades y bajo la presión de su madre, decide comer de los frutos del averno, en este caso, una manzana, sabiendo que comerla significaría la imposibilidad de abandonar el inframundo, por esta razón Hades y Deméter se ven obligados a hacer el dichoso pacto de los seis meses. [Si alguien comía de los frutos del inframundo estaba condenado a quedarse para siempre en él]

Si hay cualquier duda pues pregunten!... y de nuevo mil gracias.

 

© Kari no Chiryu. Dic. 2002 [Febrero 2008]


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