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Play por Enroque

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Caminaba rumbo a la casa de Martín  para luego ir a las finales del torneo universitario de ajedrez. El día era bastante agradable por lo que se levantó temprano para comprar comestibles para la tarde, antes de llegar a casa de su amigo. La verdad, era que se conocían desde hace ya bastante tiempo por lo que había suficiente confianza como para llegar a cualquier hora a visitarlo. Talvez se debía también al hecho de que Martín no tenía más hermanos y sólo vivía con su padre.

Una vez frente a ella, tocó el timbre, esperando a que su amigo lo recibiese, sin embargo, una voz ronca pero agradable para el oído, se escucho desde el citófono.

 

-Buenos días. Soy Max- dijo el jóven de 19 años.

-¡Max! ¡Qué sorpresa! Pasa.

 

Acto seguido, el portón se abrió.

-¿Acaso ese flojo* seguía durmiendo?- se preguntaba éste simulando estar indignado.

 

Una vez dentro, la puerta se abrió y un hombre alto, de pelo castaño y ojos color miel, se encontraba parado junto a ella. Era el padre de Martín; Felipe.

 

-Que gusto verte tan temprano.

-Gracias- respondió el chico.

  

A pesar de que vivían dos hombres en la casa, ésta se mantenía muy ordenada. De hecho, él nunca la había visto en otro estado que no fuera ese.

Sucedía que Felipe, desde la separación con su esposa, dedicaba su vida entera a su hijo, a la casa y al trabajo. Max pensaba que aquello era digno de admiración ya que, aunque fuese uno solo, un hijo es bastante responsabilidad y tener que organizar el tiempo para su trabajo y el hogar, debía requerir de mucho esfuerzo y energía.

 

-Martín está en la ducha. Puedes esperarlo en el living o si prefieres, me acompañas a tomar desayuno.

-Gracias.

 

A continuación, ambos se instalaron en la mesa de la cocina. Sobre ésta había leche, agua caliente para el café (o té), pan, mantequilla, queso, entre otras cosas. Felipe le ofreció café pero Max lo rechazó, diciendo que se encontraba bien.

 

-Así que pasaron a las finales. Me sorprende lo avanzado que están.- le dijo mientras untaba mantequilla en el pan.

-Bueno, pero usted sabe bien lo mucho que hemos practicado para llegar hasta aquí- respondió Max modestamente.

-Es verdad. La práctica hace al maestro, ¿no?- sonrió el hombre.

 

Mientras hablaban, Max lo observaba y pensaba que para su edad, él se veía bastante bien. De hecho, fácilmente podía pasar como alguien de 30 años, no representando para nada los 39 que tenía. Fue algo que siempre le llamó la atención.

 

-Y dígame señor  Lazcano ¿está feliz con lo que Martín quiso estudiar?

-Reconozco que me tomó por sorpresa al principio. Tú sabes, parecía ser que lo de él era la sociología, algo parecido a su madre pero ya sabes como es. Cuando tiene una idea en la cabeza, nadie se la saca. Lo importante es su felicidad.

-Claro.-respondió mientras que por la ventana, observaba la cordillera cubierta por la nieve de la época.

-Y tú Max ¿estás feliz con tú decisión? Parece mentira que mi hijo y tú hayan decidido entrar a lo mismo.

-Jajaja, claro. Y sobretodo, a la misma universidad. Bueno, si. Como siempre viví en el campo, es algo  que debo llevar en las venas, digo yo.

 

 Felipe quedó observando al jóven y tras tomar un sorbo de café, dijo:

 

-Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Puedo sonar como un  viejo pero me sorprende cuanto han crecido. Ahora ya los dos son hombres y tienen más responsabilidades y quien sabe qué cosas les esperan a futuro.

 

Aunque a simple vista no se apreciaba, Max intuyó cierto aire de tristeza en él y algo más y aunque no sabía a qué se debía, no se atrevió a preguntárselo. 

 

Y así fue como pasaron varios minutos y ambos se hallaban muy animados en la conversación. Martín llegó a la cocina y desde la puerta, pudo escuchar sus voces hablando. Como los vio tan entretenidos, no quiso interrumpir y, apoyado en el marco de ésta, se quedó parado viendo como su amigo y su padre hablaban, sin notar siquiera su presencia, cosa que le pareció divertido. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que Max se dio cuenta de que él estaba allí.

  

-¡Oh! Hasta que apareces. Con todo lo que demoraste, pareciera ser que te acabaste el agua de todo Chile- se reía Max.

-Di lo que quieras pero al menos me doy cuenta de la  existencia de los demás- respondió Martín al tiempo que abría el refrigerador para sacar jugo.

-¿Y eso a qué viene?

-Olvídalo. ¿Se acabo el jamón?

-Ayer te comiste lo último que quedaba. Si quieres voy a comprar más a la esquina- se paró Felipe para sacar los platos.

-No hace falta. Ya no alcanzo a tomar desayuno. En la universidad comeré algo.  Pero apuesto a que Max no quiso nada. Tú no debes saberlo pero dice que si come "mas de la cuenta", engorda fácilmente... aunque yo en mi vida lo he visto con un rollo suelto.

-¡Oye! ¡¿De qué hablas?! Nada que ver.

-Jajaja la pretensión no es mala sobre todo a la edad de ustedes ¿no es así?- decía Felipe de modo divertido.

 

Max se sintió avergonzado. No era cierto... él sólo comía cuando tenía hambre y difícilmente lo hacía por otra cosa y no le gustaba que la gente creyese que era por la estética por lo que no le agradó que Felipe pensara que esa era la razón.

 

-Bueno, es hora de irnos o se nos hará tarde- le dijo Martín, dándole unas palmadas en la espalda.-Nos vemos después viejo.

-¡Suerte a los dos!- dijo éste.

 

Tomaron una micro* que los dejó a una cuadra de la universidad. Ambos parecían seguros y aunque pocas veces habían participado en un torneo, no estaban nerviosos. Más bien la incertidumbre de saber contra quienes jugarían era algo que los animaba aún mas.

Llegaron a la sala de juego y en un papel que estaba pegado en el boletín, vieron cuando les correspondía a cada uno entrar a jugar.

 

-15 minutos- leyó Martín

-5- dijo Max

-¡Tan rápido! Al menos no tendrás que esperar

-Cierto. Bueno, será mejor que me valla moviendo al tablero que me corresponde. Nos vemos y si no te veo antes de que termine, suerte

-Igualmente

 

Y así, Max se dirigió al "campo de batalla" que le correspondía. Pasaron los 5 minutos y el juego comenzó. El alumno contra el que se enfrentaba era bueno y tenía estrategias certeras pero Max también fue preparado. Duraron unos 35 minutos hasta que finalmente, el estudiante de derecho fue vencido por el jóven de agronomía. Mientras, Martín había empezado su partida con una chica de la misma universidad. Se encontraban tan concentrados que para ellos, las piezas y el tablero era todo lo que existía en el mundo.

 

-Martín es bueno pero esa chica no se queda atrás- comentó Matías, uno de sus compañeros.

-Es verdad, pero creo saber lo que hará él para salir de esta- dijo Max, quién ya conocía de sobra las jugadas de su amigo.

 

"Además él es un oponente difícil. Incluso a mi, que sé su forma de jugar, me cuesta trabajo ganarle y eso se debe a que comenzó antes que yo y siempre ha sido mas apasionado en el tema."

 

El chico se quedó observando como su amigo le terminaba dando una paliza a la jóven. No alcanzó a ver el final puesto que ya era su turno nuevamente.

 

-Sólo 2 mas y estaré listo- se decía para sus adentros.

 

Tomó asiento, saludó a su contrincante y comenzaron. A medida que avanzaba el tiempo, el juego se tornaba cada vez mas complicado. Finalmente, luego de una hora y 15 minutos, acabaron la partida y Max fue derrotado.

 

-Bueno, parece que aún me falta mucho- comentó tranquilamente. Sabía que le había faltado tiempo para practicar.

-De todos modos fue un buen juego- le dijo Martín

-¿Y tú? ¿Ya terminaste?

-Naaa, me toca en unos 20 minutos más.

-Ok. Ya vengo, voy a buscar mis cosas.

 

El muchacho de pelo café y ojos del mismo color se dirigió a la guardarropía de los participantes. Tomó su mochila, una bolsa y ya de vuelta...

 

-¡Hey, Max!- se escuchó una voz por detrás.

-Señor Lazcano ¿qué hace aquí?- le preguntó el jóven, extrañado de verlo en ese lugar.

-Al distraído de mi hijo se le quedó la billetera y como hoy es sábado, pude venir a dejársela.

-Ya veo...

-Y dime, ¿ya terminaste?- le preguntó

-Ah, si...bueno... me ganaron- dijo Max algo tímido

-¿En serio? Y yo pensaba que lograrías estar entre los 5 mejores- se sorprendió.

-Jajaja, no exagere. No tengo mucha experiencia aún. Pero le digo que Martín sigue en competencia.

-Valla, me alegra oír eso ¿podemos ir a verlo?

-Si, claro.

 

Ambos caminaron por el pasillo hasta que llegaron a la gran sala, donde ya eran menos los que seguían jugando.

Max condujo a Felipe hasta la zona de juego de Martín, donde quedaron viéndolo hasta que la partida acabó... y Martín perdió.

 

-Si sólo hubiese movido el rey hacia 13.Qg4! ¡Maldición!- se lamentaba Martín.

-Ya, sabes que fue un buen juego. Además, ya tendremos otras oportunidades- le decía Max quien hace rato se había resignado.

-Pero debo decirles que estoy orgulloso de ustedes. A pesar de sus estudios, tienen tiempo para dedicarse a esto, que por lo demás, no es nada fácil.-dijo Felipe, tratando de animarlos.

 

En eso, vio como el fotógrafo de la universidad tomaba fotos conmemorativas a los participantes que quedaban en competencia.

 

-Oigan, vamos a pedirle que nos saque una también- dijo el hombre entusiasmado.

-Si eso quieres... - fue la respuesta de Martín.

 

Felipe se acercó al sujeto de las fotos, preguntándole si era posible que le sacase una a ellos. Éste accedió y tanto padre e hijo se alistaron.

 

-¡Tú también Max!- le señaló Felipe.

-¿Yo? Pero si es una foto para...

-Vamos- insistió éste.

 

Y así fue como los 3 se pusieron para la fotografía, la que mas tarde sería revelada para el él y Max.

Luego, camino al auto, Martín le preguntó a su amigo:

 

-¿Qué vas a hacer hoy?

-No sé. Iré a mi casa a comer algo y luego, quién sabe.

-Pero no te vallas ahora. Quería invitarlos a almorzar ¿qué dicen?- preguntó Felipe.

-Me gusta esa idea- respondió Martín.- Max, aprovecha que mi papá nos está invitando. Esto no es algo que se de todos los días Jajaja

-No se preocupen. Aprovechen que tienen tiempo y diviértanse.

-¡Pero de qué hablas! Esta es una ocasión especial y quiero que vengas con nosotros- dijo el hombre con mirada decidida pero amable.

 

En realidad, a Max le costaba rechazar invitaciones de ellos y la mayoría de las veces, terminaba por aceptarlas aunque en ocasiones, sentía que estorbaba ya que sabía que Felipe era un hombre ocupado y que no era mucho el tiempo que disponía para estar con Martín.

Fueron a un restaurante de carnes y pidieron una parrillada para los tres. El que más comía era Martín, seguido de Max y Felipe.

-Viejo, esto esta buenísimo, te pasaste- decía Martín mientras se apresuraba a tomar su cerveza para seguir comiendo (¿o engullendo?)

 

Max notó que Felipe había dejado de comer.

 

-Señor  ¿no va a comer más?- preguntó extrañado

-Estoy bien. Coman ustedes.

 

Comieron y comieron hasta que sus estómagos llenaron. Fue una tarde agradable en la que los 3 hablaron bastante y en donde nuevamente Felipe y Max se veían muy cómodos en la conversación.

 

Finalmente, fueron a dejar al chico, quien apenas puso un pie en su habitación, cayó rendido.

 

-¡Qué día!- exclamó mientras miraba al techo.

 

Permaneció así hasta que, sin darse cuenta, se quedó dormido.

 

Por otro lado, Martín y su padre llegaron a su casa y como de costumbre, ambos se sentaron en la sala a ver juntos la televisión.

 

-A todo esto papá- habló el jóven mientras veía un programa de deportes extremos- ¿a qué fuiste a la universidad? Como no dijiste que irías, me pareció raro verte allí.

-Ah, es cierto- sacó del bolsillo de su chaqueta la billetera.-Se te había quedado.

-Oh, gracias- Martín la tomó

 

Nuevamente, los 2 se quedaron viendo algún programa hasta que luego de un rato, el chico habló de nuevo.

 

-Y dime ¿tú cómo estás?- preguntó sin despegar la vista de la pantalla.

-¿Yo? Pues me encuentro bien ¿por qué?- dijo Felipe con curiosidad.

-Mmm nose... creo que ya te lo había dicho antes pero me gustaría verte más activo. Tú sabes, que te distraigas en otras cosas. Que puedas rehacer tu vida, conocer a alguien...

 

Era verdad, aquella conversación ya la habían tenido antes y cada vez que se tocaba el tema, se creaba una atmósfera incómoda para su padre. Desde que se separó de su esposa, él no había estado con nadie y solamente su hijo era su prioridad. Tenía pocos amigos, los mismos que mantenía antes del divorcio. Decía que no le interesaba rehacer su vida, que tenía otras cosas en la cabeza... bueno... eso era lo que él pensaba.

Como sea, a Martín eso no le agradaba. Deseaba verlo feliz y aunque éste demostraba estarlo, sabía que ninguna persona puede vivir carente de ese "otro" afecto y que tarde o temprano, lo necesitaría y claro, si se quedaba allí sin hacer nada, difícilmente caería una mujer del cielo. Pero bien sabía que si así lo quería, podría encontrar a alguien en poco tiempo. No había que ser muy observador para darse cuenta de lo fachoso y atractivo que resultaba a los ojos de los demás.

 

-Digo, me alegro que te lleves bien con  mis amigos pero creo que te falta...ya sabes... el "toque femenino" a tu vida- añadió finalmente

-Uff. Si eso es lo que deseas, puedo intentarlo.

-No se trata de lo que yo desee. Se trata de lo que es mejor para ti. Olvídate de mí unos momentos y piensa en qué es lo que quieres tú.- dijo con un tono algo mas fuerte. Eso era algo que le molestaba. Que su padre no fuese capaz de preocuparse más por él mismo.

 

-Bien, de acuerdo. (Sonaba un poco molesto) Tienes razón, no puedo quedarme así para siempre (tomó su celular y marco un número). Es mas, hoy mismo saldré- dijo Felipe con cierto grado de determinación.

 

-Ya veras que no te arrepentirás, ¿estas llamando al tío Andrés?

- Si, a quien mas.

 Después de terminada la conversación telefónica, ambos callaron para seguir con el programa.       

 

 

 

Ring! Ring!

Buscaba el teléfono pero el sueño y la oscuridad se lo dificultaban. Decidido prender la luz y una vez lo halló, contestó.

-Aló. ¿Max?- una voz femenina

-Si... ¿quién es?- preguntó mientras se rascaba la cabeza.

-Uff. Tu gran amiga Javiera pues.

-Ahh, hola. Perdón, como acabo de despertar, no te reconocí- dijo en un gran bostezo.

-Mmm ya lo noté. ¿Cómo te fue con lo del ajedrez?

-Nos fuimos en las finales- Max miró el reloj. Las 7:30 de la tarde.

-Bueno, de todos modos eso está bastante bien. Oye ¿te gustaría salir hoy? Los de la facultad van a hacer una fiesta en Bellavista*.

-¿Ah si?

-Si. Pensé que ya sabrías.

-Lo que pasa esque con esto del torneo, no he tenido tiempo de otras cosas.

-Ya lo creo. Y ¿qué dices? ¿Quieres?

-No se...

-Vamos, no seas fome*. Va a estar buena

-Bueno.

-Genial. Yo te paso a buscar entonces ¿A las 23:30 está bien?

-Si, perfecto. Gracias.

-Ok, entonces nos vemos más tarde.

 

Una vez que colgó, se estiró, se puso de pie y fue al baño a lavarse la cara para despabilarse un poco. Luego, se sentó frente al escritorio de su cuarto y empezó a hojear cuadernos de diferentes materias. No es que fuese un estudioso pero tenía ganas de tener la mente ocupada en algo. Estuvo así un rato hasta que se paró, sacó una polera de su armario y se cambió. Se dirigió a la cocina para prepararse un pan con palta y así, lo que restaba del día lo pasó sin mayor novedad.

 

Martín no iría a esa fiesta ya que había quedado de ir a la tocata de un amigo suyo del colegio.

Felipe por su parte se había arreglado para su primera salida nocturna en mucho tiempo. Llevaba una camisa a rayas con una chaqueta de cotelé café y unos bluejeans.

Su hijo aprobó el conjunto y le deseó suerte.

Ya listo, subió al auto, un Peugueot 307 gris, y partió a...al bar que le había dicho Andrés.

 

-Veamos... donde puede ser...mmm

 Las referencias de Andrés no eran claras. Primero cuando lo llamó, él se alegró de oírlo aunque momentos después, no le puso mayor atención ya que algo le pasaba a la guagua*. Luego volvió a prestarle atención cuando escuchó la invitación que Felipe le hacía.  -¡Si claro hombre! salgamos, ¡oye! Sé de un lugar espectacular que andan todos hablando, se llama... espera que mi hija algo quiere...

 

-Diablos estos padres primerizos creen que sus guaguas son el centro del universo y que todos giramos en torno de el- pensó Felipe entre resignado y divertido. -Ya... ¿qué te decía? -Que sabes de un lugar bueno...- Felipe ya comenzaba a impacientarse, puesto que intuía cómo sería la conversación -Ah, sí. Mira, queda en Bellavista, y no es para pendejos* ni para fletos*.. pero... espera... ¡¿Qué pasa mi amor?!- gritaba casi con el teléfono en la boca -Por la...* - Felipe alcanzó a alejar el auricular de la oreja, por mientras que lograba escuchar el agradable sonido de una guagüita de pocos meses, llorar y de dos padres histéricos al no saber que hacer. -Ya listo. La pobre se estaba apretando la manito con un juguete, ¿no es linda?- su voz parecía la de un padre orgulloso de su princesita -Si lo es. Pobrecita si, al tocarle ese pelmazo de padre... -Pues si no le hubiera tocado yo, no seria tan linda.... Si, si tu eres linda kari  - Jajajaja, ¿kari se enojó? jajaja,  -Tss si tú sabes, que está aún sensible después del embarazo- dijo en voz muy baja- ¡Ya!, oye mira te doy las instrucciones para llegar y nos juntamos allá... en una hora, por que la niña la bañamos y.... 

Después de dar unas breves instrucciones de cómo llegar y una gran letanía de la rutina de la guagua antes de dormir, se despidieron quedando de acuerdo de juntarse en el bar a las 23:00 hrs.

  

Fue así como llegó sin mayores problemas al famoso barrio bohemio. Recorrió un poco, buscando un buen lugar donde estacionar. Finalmente llego al dichoso lugar. Se sentó frente a la barra y pidió un "Mojito" por mientras que llegaba Andrés.

 

-No lo había visto por aquí señor. ¿No frecuenta mucho a estos lugares?- pregunta el barman mientras le preparaba su trago.

-Algo así.

 

Observaba a su alrededor y veía gente de todas las edades. Es decir, adultos jóvenes, gente de su edad y alguno que otro adolescente. A pesar de todo, no sentía deseos de establecer conversación alguna. Así estaba bien.

Una vez terminado el primer vaso, pidió otro. No era un bebedor frecuente pero una vez comenzaba a tomar, no se detenía hasta algunas copas más. Así continuó durante un largo rato. Observaba, bebía y observaba de nuevo.

Se le venían a la cabeza recuerdos de su juventud, de cuando solía ir a lugares como ese con sus amigos y las preocupaciones sólo eran una sombra lejana en su vida.

Ya bastante entrada la noche, decidió que era momento de retirarse. Habían sido 5 los vasos que había tomado y la cabeza le estaba comenzando a dar vueltas.

 

-Bien, creo que este desgraciado no va a llegar. Aunque no es de extrañar si de seguro la guagua está respirando y ellos están preocupados si su respiración suena bien. Uff.  Felipe sentía que no encajaba en nada. Sus amigos estaban en otra faceta de sus vidas, la mayoría tenía hijos chicos, a diferencia de él. Ahora que su hijo ya era mayor, sentía que no aportaba mucho en la vida de éste.

 Ya camino al auto, ruidos provenientes de diferentes direcciones le retumbaban en la cabeza como si un tambor estuviese sonado justo sobre sus oídos. Aquella música, proveniente de las variadas discotecas del lugar, se le hacía cada vez más insoportable. Vio como los jóvenes, agrupados sobre las entradas de los recintos, esperaban su turno para poder ingresar, ya sea de colados o a un precio más rebajado.

Iba pasando por allí cuando escuchó una voz familiar.

 

-¡¿Ya te aburriste?! ¡Pero si apenas son las 3:00!- una jóven le dirigía sus quejas al muchacho que tenía en frente.

-Estoy cansado. Tú quédate, yo tomare un taxi.

 

-¿Max aquí?- se detuvo en seco.

 

El hombre vio como la jóven presionaba a Max para que éste se quedara. Veía esto mientras sentía que su cabeza explotaba. El chico, quién estaba a pocos metros, se dio cuenta de su presencia y, disculpándose con su amiga, se dirigió donde se encontraba él.

 

-Señor Lazcano, que coincidencia verlo aquí- se encontraba un tanto sorprendido el muchacho.

-Si, pero ya me iba.

 

Max vio como el hombre iba perdiendo el equilibrio y, adelantándose a los hechos, se acercó a él. Felipe, como si hubiese estado esperando eso, finalmente se desplomó sobre su hombro.

 

-S-señor, ¡¿está bien?! ¡Aguante!- le decía el chico al tiempo que pescaba su brazo y lo pasaba por sobre su cuello, sujetándolo con la mano y sosteniéndolo con la otra.

 

-Y ahora qué se supone que hago...

Buscó en su chaqueta y dio con las llaves del auto. Osea que sí había venido en él. Decidió buscarlo aunque le llevaría algo de tiempo encontrarlo ya que eran muchas las calles que se utilizaban para estacionar. Esto, sin contar el peso que cargaba.

Ya, luego de un rato, logró dar con el vehículo gris. Primero subió a Felipe en el lado del copiloto, le abrochó el cinturón de seguridad y luego, subió él.

 

-Veamos. Este es automático....-se decía mientras estudiaba la máquina.

 

A pesar de no tener mucha práctica en el manejo, sabía que un auto automático era el más sencillo así que no se preocupó demasiado por los detalles técnicos.

 

-Per...dón...- susurraba Felipe

-No se preocupe. Lo llevaré a casa.

 

Pero notó que no era a él a quien iban dirigidas esas palabras. Más bien parecía ser que estuviese soñando...algo no muy alegre por cierto.

 

-Un momento- pensó- Martín no puede verlo en este estado. Conociendo a Felipe, seguro que preferiría que él no lo supiera.

 

Tras esa idea, decidió que lo mejor sería llevarlo a su departamento y que pasara la noche allí.

Llegaron  sin mayores problemas al edificio en donde Max vivía. Era bastante simple, de 4 pisos, sin ascensor. Ideal para estudiantes que buscaban algo barato en un lugar cerca de la locomoción colectiva.

Estacionó el auto frente al lugar, bajó a Felipe con dificultad y cruzaron la calle.

Luego, se dio cuenta de que tendría que subir escaleras y que llevándolo de esa forma, sería bastante complicado así que, tras varios esfuerzos, consiguió que éste se pusiera sobre su espalda.

 

-Ya falta poco- sentía por mientras cómo el celular de Felipe vibraba. Lo mejor sería no contestar. Si era Martín, no sabría qué decirle, aparte de lo extraño que sería si fuera él quien  respondiese el celular de su padre porque estaba en estado etílico...

 

Finalmente, y no sin esfuerzos, logró llegar a la puerta. Una vez dentro, se apresuró a llevarlo a su cama.

Fue un gran alivio cuando ya no tuvo ese peso encima. Es decir, Felipe no era un tipo gordo ni nada parecido pero ciertamente, ya tenia el cuerpo de un hombre, era mas alto y sus músculos mas desarrollados, proporcionando peso adicional.

Con cuidado, Max le quitó la chaqueta y le sacó los zapatos. Lo tapó y se quedó observándolo. Se sentó mientras contemplaba a Felipe dormir. Por unos momentos, olvidó que aquel era el padre de uno de sus amigos. Más bien, verlo así, tan relajado y sereno, le daba un aire diferente.

Realmente era atractivo, incluso estando dormido, pensaba el muchacho.

De pronto, Felipe volvía a susurrar

 

-No te vallas...- era lo que decía al tiempo que su rostro adquiría una expresión de angustia.

 

En un impulso, Max le toma la mano para tranquilizarlo. Lo que sea que esté soñando, debe ser terrible para él. Una necesidad de cuidarlo le nacía al verlo en ese estado. No quería dejarlo solo.

 

-Tranquilo...todo está bien- el muchacho, al oírse decir esas palabras de modo tan dulce, se sorprendió y de un momento a otro, se puso de pie, sobresaltado por su comportamiento tan "tierno" con el hombre que yacía en su cama.

 

-Basta de estupideces-se dijo- dormiré en el sillón.

 

Pero cuando estaba sacando unas frazadas, escuchó una frase proveniente de Felipe, con tal significado, que hizo que éste cambiara de idea, haciéndolo volver junto a él.

   

 

 

   

Notas finales:

Glosario

 -Flojo: Holgazán

-Micro: Bus que recorre ciertas zonas de la ciudad. Generalmente su numeración depende de los lugares de recorrido.

-Bellavista: Barrio santiaguino famoso por sus bares y discotecas.

-Fome: Aburrido

-Pendejo: Termino que usan los mayores para referirse despectivamente de sus menores.

-Fleto: Forma despectiva de referirse a un homosexual.

-Por la…: Su frase completa es “por la cresta” pudiendo variar (por la mierda, por la chucha) que se dice cuando algo molesta o se pierde la paciencia.

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Dúo Enroque: http://play-fic.livejournal.com/


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