Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

AMOR DE CORAZONES ROTOS por xX_EmOtional_Xx

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno, otro fic más hoy... Pero por ahora el último que si no se que me agobiaré. Intentaré actualizar rápido. ^^

Notas del capitulo: Primer capi, a ver que les parece, espero reviews ^^
La noche caía sobre las calles de Arnedo. El día había llegado a su fin, y Raquel regresaba a su casa después de un duro entrenamiento de tenis. Le gustaba la oscuridad, la misma oscuridad que escondía a los amantes que se besaban en el parque de al lado, la misma oscuridad que traía el cantar de las luciérnagas y, paradójicamente, la luz de las estrellas y la luna.

           

Caminaba por las aceras, cruzando pasos de cebra y fijándose en cada uno de los transeúntes que se quedaban mirándola. Sabía que la consideraban extraña, pero no le importaba en absoluto. Además ella estaba a gusto consigo misma, no necesitaba que nadie más le diese el visto bueno a su aspecto…

           

Raquel era emo, y los de su estilo no eran demasiado bien tratados por los demás. Las personas se la quedaban mirando extrañadas, y más en un pequeño pueblo como ese, en el que estaban acostumbrados a una agobiante monotonía. Cada día veía a todo el mundo vestido de manera similar, y comportándose de manera similar, como si fuesen robots salidos todos de una misma fábrica. Era odioso comprobar que la gente tenía tan poca personalidad. Llevaban una vida que parecía estar vacía de sentido, de ese algo por lo que luchar, de esos ideales por los que vivir… A veces se preguntaba por qué el mundo era tan complicado, y a pesar de los millones de veces que se había planteado esa pregunta, aún no había logrado darle respuesta.

           

De repente, en la acera contraria, escuchó unos pasos, unos pasos que sin saber por qué, supo que marcarían su vida para siempre. No entendía por qué su corazón se había acelerado, por qué sus manos no dejaban de sudar, pero ahí estaba esa sensación, el presentimiento de que algo grande la estaba aguardando. Se atrevió a elevar la mirada, temerosa de saber qué sería el origen de ese sentimiento extraño en su interior…

           

Era una chica, una muchacha de su edad más o menos, de cabello rubio y ojos brillantes y azules… No la conocía, pero su presencia le era grata, no como la del resto de personas que la rodeaban normalmente… Además, su flequillo, su pendiente en el labio, su manera de vestir… Todo gritaba a los cuatro vientos que era igual que ella, que era emo…

           

La vio pasar de largo, como sin ni siquiera se hubiese dado cuenta de la presencia de Raquel, y sin saber por qué, esta se sintió decepcionada. Seguramente era nueva en la ciudad, si no se habría fijado en ella antes.

           

Raquel estuvo dándole vueltas al mismo tema hasta llegar a casa, donde se obligó a sí misma a dejar ese tema en la puerta de entrada. Vivía en un piso del centro de la ciudad, decorado en un estilo antiguo muy pasado de moda, pero que sus padres adoraban. Antes de girar la llave en la cerradura, ya supo que su padre estaba discutiendo una vez más con su madre. Llevaban varios meses así, gritándose y riñendo por cualquier tontería. Temía que su padre, con su carácter al más puro estilo militar, algún día se pasase de la raya.

           

 -¡No sabes educarla! ¡Mira que horas son ya y aún no está en casa!-le gritaba el cabecilla familiar enfurecido, y Raquel se sintió de nuevo como el origen de todos los problemas, pues sabía que una vez más, discutían por su culpa.

           

-¡También es responsabilidad tuya, no solo mía! ¡Encárgate tú de ella!-le respondía su madre en el mismo tono.

           

Raquel ya dudaba si entrar o no, no quería que sus padres siguiesen discutiendo, y deseaba interrumpirles cuanto antes, pero al mismo tiempo tenía miedo de que pudiese pagar ella los platos rotos. ¿Por qué el mundo era tan complicado? Una vez más esa horrible pregunta acudía a su mente, para recibir las mismas respuestas de siempre: ninguna.

           

Era inútil seguir pensando por más tiempo, tarde o temprano tenía que entrar, le gustase o no. Raquel abrió la puerta y cerró la hoja de madera tras de sí, con las manos aún temblorosas. No quería ni imaginarse que podría suceder, sólo aguardar lo que era inevitable.

           

-Ya estoy en casa-anunció con la voz notablemente nerviosa; dejó las llaves en la mesita del recibidor y caminó hacia el salón, en el cual la luz encendida le indicaba dónde estaban sus padres.

           

En cuanto entró, comprobó que el ambiente estaba más caldeado de lo que imaginaba en un principio, y se puso aún más nerviosa, empezando a estrujarse las manos.

           

-Estas no son horas de regresar a casa, jovencita-le dijo su padre con tono autoritario que no daba lugar a ninguna explicación, algo que Raquel ya sabía de sobre-. Esta noche te quedarás sin cenar, ve a estudiar a tu cuarto. ¡Rápido!

           

Raquel vio el rostro resignado de su madre, que no era capaz de plantar cara a su marido. Eva siempre había sido una mujer débil y cansada, y había tenido una hija con dieciséis años, así que no le quedó más remedio que buscar un marido que las mantuviese… Y ese era Héctor, el hombre que se aprovechaba de ella y que había hecho que poco a poco Eva se fuese demacrando. Raquel ya había notado como su madre iba cambiando con el paso del tiempo, pero no podía oponerse al mandato de su padre, aún era demasiado joven y dependía del dinero que él les había entregado para seguir estudiando.

           

Sin rechistar y sin mediar palabras, se metió en su cuarto y cerró la puerta con seguro. Ese era su único santuario en la casa. Con sus pósters y sus paredes decoradas con pegatinas de calaveras y estrellas, su habitación contrastaba con las del resto de la casa, y eso en cierto modo le suponía un consuelo.

           

Lanzó la raqueta metida en su funda a uno de los rincones de su habitación, y se sentó en el escritorio. Iba a ponerse a estudiar, pero decidió que ya era momento de que dejase un poco de lado las clases y se centrase en su lado creativo. Sacó su libreta de poemas, todos ellos tristes, pero que en el fondo albergaban algún tipo de esperanza que ella misma guardaba en su alma… Empezó a escribir, deslizando el bolígrafo a lo largo del papel, expresando sus sentimientos en forma de letras, frases, párrafos… Todo un mundo escrito que para ella significaba demasiado… De hecho ella quería ser escritora, pero su padre estaba emperrado en que se dedicase a ser secretaria del gobierno o algo por el estilo… ¿Por qué no podía ser como los demás chicos y elegir el futuro que le gustaba? ¿Es que acaso la vida sólo era injusta con ella?

           

Una vez más pensó en la chica emo que había visto por la calle, y estaba segura de que no tendría una vida tan complicada como la suya. Seguramente viviría en una mansión, con su perrito, sus dos padres cariñosos cuidando de ella e incluso un criado que le hiciese todos los días la habitación… Además sacaría buenas notas, y la admirarían a pesar de su aspecto…

           

Entonces se dio cuenta de la estupidez que estaba haciendo, pensando en una chica a la que sólo conocía de haberla visto una vez. ¿Se estaba volviendo loca acaso? No sabía qué pensar, cuanto más razonaba más perdía todo el sentido, así que decidió dimitir una vez más y concentrarse en el día que le esperaba mañana en el instituto y en qué se iba a poner.

           

Estaba claro que aunque se esforzase, su ropa seguiría siendo del mismo estilo emo y que la opinión de sus compañeros hacia los emos no cambiaría jamás, así que decidió no preocuparse demasiado en darles buena impresión.

           

De repente sonó el timbre en su casa, y del susto dio un brinco en la silla. Escuchó la voz de su padre de nuevo, que le ordenaba abrir la puerta. Seguramente él estaba sentado en el sofá viendo la televisión. De mala gana, se levantó, salió de su cuarto y abrió la puerta de entrada, quedándose patidifusa de la sorpresa: en el umbral, esperando con los brazos cruzados a la espalda, estaba la chica emo, esa rubia a la que había visto por la calle. Sus ojos azules, resaltados con el lapicero negro, se clavaban en los de Raquel como dardos en una diana.

           

Al principio, Raquel no sabía qué decir, pero después reaccionó y decidió hablar.

           

-¿Querías algo?-le preguntó en un tono de voz más bajo de lo normal.

           

La rubia la miró atentamente, como si estuviese examinándola con detenimiento. Raquel se sintió en cierto modo incómoda por la actitud de la otra, y ante todo confundida. ¿Qué hacía ella en su casa? La respuesta le vino inmediatamente de manos de la inesperada invitada.

           

-Se me ha caído un calcetín al quitar la ropa del tendedero… ¿Podrías dármelo?-le preguntó la rubia con una sonrisa amable.

           

Raquel se quedó aún más asombrada. ¿Desde cuando esa chica era su vecina? ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué esa coincidencia tenía que sucederle a ella? Sin haberse dado cuenta, se había quedado paralizada ante la muchacha, y cuando se dio cuenta se sonrojó intensamente.

           

-Lo siento… Es que… Yo… No sé… Nunca te había visto…

           

-No importa, es normal que no me hayas conocido antes, soy nueva en la ciudad y por lo tanto en este bloque… Me llamo Sheila-se presentó la otra alegremente extendiéndole la mano, pero justo cuando Raquel iba a estrechársela, ella la quitó y le dio dos besos en las mejillas-. Siempre queda mejor eso como modo de conocerse…

           

Raquel se quedó aturdida, sin saber qué debía hacer, hasta que finalmente decidió ir a la habitación de sus padres a por el calcetín. Abrió la ventana y, en efecto, en el tendedero de su casa había una prenda de más: un calcetín a rayas rosas y negras, muy emo a su forma de ver. Salió con él en la mano, temblorosa por unos nervios que ni ella misma comprendía. Cuando regresó ante Sheila le extendió el calcetín.

           

-Muchas gracias-le dijo ella con la misma sonrisa de antes-. Por cierto, aún no me has dicho tu nombre…

           

-Raquel. Raquel Hernández…

           

-Pues encantada, Raquel, me alegro de haberte conocido… Algún día podrías subir a mi cada y podríamos ser amigas… -le propuso tan vivaz como desde el principio.

           

-Pues… No sé… Ya veremos-le respondió dudosa antes de cerrar la puerta de golpe.

           

Se sintió como una tonta por haber hecho eso. ¿Qué pensaría Sheila de ella? ¿Qué era una maleducada impulsiva? Se arrepentía de haberse dejado llevar por los nervios, unos nervios que no debería sentir. ¿Por qué se sentía de ese modo? Pasó ante el salón, pero sus padres ya estaban dormidos en el sofá así que no le preguntaron nada. Entró de nuevo a su cuarto y se tiró encima de la cama. Demasiadas emociones para ella en una sola noche. Se levantó de nuevo y se cambió de ropa al pijama, una suave prenda de algodón gris con calaveritas negras y rosas. Se metió en la cama y apagó la luz de la lámpara. Al día siguiente sería un nuevo día, y esperaba que fuese menos extraño que ese.
Notas finales: Bueno, eso es todo... Dejen reviews please!!

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).