Como todos los días, había regresado tarde a casa.
Entró al apartamento, encendió la luz de un velador grande, de esos que usualmente se colocan en los livings, dejó las llaves en la pequeña mesita de allí, y se dirigió al baño.
Había sido un ensayo agotador. El ambiente se tornaba cada vez más exigente, al igual que todos los miembros de la banda.
Abrió la llave de la ducha, y mientras el vapor del agua caliente climatizaba aquel cuarto, el rubio bajista se despojaba de sus ropas.
Desnudo, tomó la cortina que cubría el espacio de la ducha, y se introdujo en el.
El agua tibia recorría cada centímetro de su cuerpo, como acariciándolo suavemente.
Le gustaba tanto aquella sensación…
Luego de asearse, permaneció largos minutos en la ducha, de pie, con la cabeza en alto, sólo disfrutando de su momento de relax.
Cerró la llave del agua. Corrió la cortina y tomó una toalla, con la cual secó su cuerpo, y luego colocó en su cintura, saliendo del baño.
Desordenando su cabello mojado con ambas manos, visualizó su laptop sobre la mesita del living. Quizás porque estaba justo en frente de él al salir del baño.
La luz del ambiente era tenue. Se acercó al gran mullido sillón que se hallaba frente a la mesita, se sentó, y encendió su laptop.
Inclinado un poco hacia delante, con los codos apoyados sobre sus rodillas separadas, revisaba su correo, en el cual halló uno de Uruha.
“Había oído unos rumores, pero vaya… sí que es cierto, jajaja. Léelo, Rei-chan, luego me dices qué te pareció. Este es uno de los mejores que encontré, aunque se me hizo difícil elegir uno de los miles que hay, jeje. Que bien te la pasas y yo ni enterado, nee? Bye bye~”
Ubicó el archivo adjunto en el correo y lo bajó, dispuesto a leerlo.
Era muy curioso, no tenía idea de lo que Uruha había querido decir, pero iba a averiguarlo.
Encendió un cigarrillo mientras comenzaba a leer.
Leyó el primer párrafo. Se sorprendió del hecho de que los chicos del grupo sean los protagonistas de la historia.
Leyó el segundo… Algo era raro. Se percibían algunas insinuaciones entre cierto vocalista y él, cosa que lo sorprendió aún más.
El tiempo pasaba, el cigarrillo se consumía, y Reita comprendió qué clase de historia era aquella. Mas aún no dejó de leer, y al mismo tiempo que lo hacía, estudiaba sus propias reacciones.
No era novedad para él lo que sentía. Lo había asumido hace tiempo, pero decidió que lo mejor sería mantener ese sentimiento acallado, ya que no aprobaba posibilidad de crear inconvenientes o incomodidades en la banda.
La historia avanzaba, su relación con Ruki también. Estaban solos, ebrios, y ambos sentían la necesidad de ceder al placer.
Junto a las últimas cenizas del cigarrillo, se consumió la cordura del bajista. Aquella situación lo excitaba de sobre manera.
Las palabras escritas tomaban vida en su mente perfectamente, su respiración comenzaba a acelerase, su miembro se erguía con cada palabra leída.
Se apresuró a quitar aquella toalla sobre su cintura, necesitaba hacerlo, estaba al límite, o… sobrepasándolo.
Comenzó a masturbarse rápidamente, echándose hacia atrás, apoyando su espalda sobre el respaldo del sillón.
Veía su imagen y la del vocalista tocándose, sintiéndose, lamiéndose, besándose, mordiéndose.
-Ahh… Ru..ki… así…-
Sudaba, su cuerpo reaccionaba de tal manera ante el estímulo sobre su miembro, que su espalda se arqueaba, mordía su labio inferior, tratando de ahogar los roncos gemidos, siendo en vano.
Bajó del ascensor, y caminó hasta la puerta del apartamento para así tocar el timbre, pero se detuvo al haberle parecido escuchar algo extraño.
-A-Ahhh... más… Ruki… ahhh…- Acabó por correrse, casi violentamente.
Estaba de pie frente a la puerta. No había escuchado mal. Reita estaba gimiendo, si algo era claro, era eso.
Se giró y se apoyó contra la pared, al lado de la puerta, permaneciendo en silencio, sin saber cómo reaccionar. Los jadeos del rubio hacían eco en su cabeza.
La historia terminó. Se puso de pie y fue hacia el baño a lavarse. Aún le costaba creer el grado de excitación que le producía el hecho de imaginarse en situaciones así con su amigo.
Se miró al espejo. Vio su rostro aún algo sonrojado, su cabello despeinado. Podía percibir aquel peculiar brillo en sus ojos que siempre sentía cuando se trataba de él.
-¿Hasta cuándo…?-
¿Hasta cuándo seguiría aguantando la situación? Debía decírselo. Cada día que pasaba se le hacía más difícil tratar de ocultar lo que sentía. De esa forma, se enteraría tarde o temprano.
Esto último terminó de decidirlo. Fue al living y tomó su celular.
Tenía miedo, estaba nervioso, aún así podía distinguir un débil sentimiento de esperanza, pero trató de apagarlo para no ser lastimado más de lo que ya creía que iba a serlo, mientras marcaba el número en su celular.
En el tiempo que tardó en oír el primer tono, pensó mil veces en cortar, en arrepentirse. Pero la idea de seguir con aquella tortura de no poder aguantar sus sentimientos le hacía mantener su mano quieta.
Su celular comenzó a sonar: “Ashita anata no kimochi ga hanaretemo kitto kawarazuni ai shite iru...”
Cassis retumbó en el pasillo de afuera, entonces, se desesperó por apagar su teléfono.
Desde adentro, Reita creyó oír un sonido proveniente de afuera. Pero no le prestó mucha atención, el suyo no era el único apartamento en el piso.
El celular seguía sonando, pero no lograba encontrarlo, y los nervios le jugaban una mala pasada en la labor.
Creyó distinguir que era una melodía lo que sonaba afuera. Así que se apresuró a cubrirse con una bata y abrir la puerta del apartamento, corroborando lo que había oído.
-¡-A-Ah...!...- No sabía qué decir. Estaba ahí, parado nervioso frente al bajista, sin saber cómo reaccionar.
Más que sorprendido, dijo su nombre.
-¿Ruki…?