No es tu culpa...
By: Aome
-No es tu culpa, vos no tenías idea... por favor no te eches la culpa que me ponés peor a mí... -Con una mano intentaba secar las lágrimas del rostro del más chico, pero no podía. Lo destrozaba verlo así, echándose la culpa de que Niki haya muerto cuando lo único que él hizo fue tardar en atender el teléfono...
Abrazó a Galo con fuerza, sosteniéndole la cabeza contra su pecho mientras lo escuchaba sollozar.
-Dejá de llorar... por favor... -susurró Ramiro contra el cabello del más bajo, abrazándolo aún más fuerte... si alguien ahí era más culpable que Galo, ese era Ramiro, por saber menos de lo que al menos debería sobre su hermano...-. Decime, nene... ¿vos sabías esto de Nicolás?
-Yo... yo sabía todo, todo de él... qué, cómo, cuándo... todo -respondió Galo, con la voz quebrada y mordiéndose el labio inferior.
-¿Me querés contar? -El más alto señaló una banca, alejada del tumulto de esa gente vestida de negro que se acumulaba a sólo unos pasos de ellos. Al sentarse sobre el granito frío del asiento, Galo sólo agachó la cabeza, poniendo ambas manos entre sus rodillas y sintiendo la mirada del mayor sobre él.
-Nos conocíamos desde re peques... bueno, vos lo sabés, sos su hermano... la cosa es que siempre, siempre nos contamos todo, y después eso quedó como un pacto... un pacto que hicimos cuando yo le confesé que me gustaba más allá de ser mi amigo. Desde ahí sentimos que eso rere especial que teníamos se afianzó más y no nos ocultábamos nada... -Hizo una pausa, eligiendo las palabras que iría a decir para que eso no fuera demasiado fuerte, tal vez. -Hubo un día en que me llamó al celular -raro, porque siempre llamaba a casa o me mandaba un sms-, y la voz se le escuchaba rara, desesperada... «vení que no quiero morirme todavía» me dijo y colgó... cuando llegué a la casa vacía, lo que menos imaginé, fue que iba a encontrármelo tirado en el suelo del baño, inclinado sobre el inodoro...
La voz se le quebró ante el recuerdo y los ojos se le llenaron de lágrimas. En ningún momento levantó la vista, pero escuchó a Ramiro gemir ante la sorpresa y el susto mezclados. Sintió una mano del mismo frotar su espalda. Y continuó:
-Él... él me dijo que, sin saber cómo, de un momento a otro se encontró haciéndoselo varias veces, pero que pensó que no era para asustarse y que no iba a pasarle nada... hasta esa tarde que sintió que algo se le desgarraba y me llamó... me contó que hacía un tiempo que venía haciéndolo, pero que recién ahora se daba cuenta enserio... la verdad que no entendí nada, y sigo sin entender, pero yo creí que no era nada grave, que sólo estaba buscando alguna otra boludez... para probar, no sé... jamás se me ocurrió pensar que tenía miedo, miedo de quedarse solo... y que yo era la única solución...
»Pero ayer... ayer todo pasó tan rápido... no tenía el celular encima y lo estaba escuchando sonar demasiadas veces, pero no lo encontraba; tampoco se me ocurrió pensar que era él, que otra vez tenía uno de sus ataques de miedo... cuando lo encontré tenía cuatro llamadas perdidas, una detrás de la otra. Intenté llamarle yo, pero me daba apagado y el teléfono de la casa sonaba sin que nadie atienda... en ese momento caí en la cuenta de que antes me había dicho que se iba a quedar solo en casa, que vaya en cuanto pudiera...
»Salí corriendo de casa, pero cuando llegué ya era... tarde... estaba... Niki estaba...
No pudo seguir. Se cubrió la cara con las manos y se largó a llorar, a llorar con un dolor que le partía la garganta en sollozos y estrujaba de pena el corazón de Ramiro, que lloraba en silencio.
-Me sentí tan culpable... si sólo hubiese atendido el teléfono, o hubiera llegado un ratito antes... ¡o si me hubiera dado cuenta en un principio!... ¿por qué? -sollozó Galo ahogadamente mientras el mayor lo atraía con ambos brazos en un intento de calmarlo.
-No... no es tu culpa, vos no sabías...
-Si, es mi culpa... es mi culpa porque yo no sabía... -De uno de los bolsillos de su pantalón de vestir negro sacó un papelito arrugado, el cual extendió a Ramiro. -Lo tenía en una de sus manos... -explicó, hundiendo la cara en el pecho del mayor.
-Yo también te amo, ¿sabés? -leyó en voz baja, soltando un jadeo de sorpresa. Empezó a llorar de nuevo y abrazó con más fuerza el cuerpo tembloroso del más chico-. No, Galo... no es tu culpa, nene, no es tu culpa...