Keko era un niño muy guapo y muy dulce. Piel blanca y suave, ojos negros como el carbón, pelo con flequillo, suave, lacio y de color rosa… un rosa muy claro, casi pálido; cuerpo delgado, boca suave y de labios carnosos con su piercing en el lado izquierdo inferior, orejas pequeñas… Sí, keko era muy guapo, pero lo mejor era su personalidad: Dulce, cariñoso, risueño y tierno.
¿Verdad que era ideal? Pero nadie le hacía caso. No había descubierto aún lo que era el cariño. Siempre estaba solo en su casa, sus padres solo estaban allí para dormir. Se sentía solo, ir al colegio era vacío y monótono, por las tardes no salía de su cuarto…
Mañana iba a empezar otra vez la monotonía, mañana empezaría su nueva monotonía, mañana empezaría 2º de la E.S.O. en ese simple instituto al que asistía y donde sólo los profesores se fijaban en él, pero para hacerle preguntas, a excepción de Nerime, la profesora de plástica. Se dio cuenta de el estilo vació de vida de Keko, y siempre hablaba con él y le consolaba.Era una chica muy simpática y comprendía todo lo que Keko le decía.Mañana la vería de nuevo. Era lo único que parecía hacerlo un poco feliz, pero lo que Nerime le daba no era cariño, era consuelo.
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Keko levantó pesadamente de su cama… sus padres ya no estaban. Se dirigió al baño conjunto y se dio una ducha. Después se secó el pelo, se peinó, volvió a su cuarto y se vistió con unos vaqueros, una camisa rosa a rayas blancas con una chaqueta de cuero negra y unas zapatillas deportivas azules. Se miró al espejo de cuerpo entero que había junto al armario, se toqueteó un poco el pelo y cogió las llaves de la mesita. Se dirigió pensativo hacia el instituto.
Por la calle no había mucha gente, pues eran las 8:10 de la mañana. Si bien recordaba, hoy tendría que llegar un alumno nuevo a la clase. De todas formas no le importaba, nadie se fijaba en él. Seguía caminando despacio y llegó a la apertura del edificio escolar justo a tiempo.
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-Chicos… hoy tenemos; como sabréis; un alumno nuevo, pasa cielo- Dijo la tutora de la clase cuando todos estaban sentados en su lugar haciendo gestos al nuevo que se encontraba en la entrada de la clase. El chico pasó dejando ver su piel pálida, su cabello por los hombros y negro, con el flequillo de color malva, sus ojos grises, oscuros y profundos y su boca delicadamente atrayente… Keko quedó perplejo, sentía su tripa llena de mariposas pero no sabía a que se debía.
-Hola, me llamo Neko, un gusto conoceros- Neko… Keko… como si fueran almas gemelas, como si los hubiese unido el destino. De improvisto a Keko le ardían las mejillas al ver que la tutora colocaba a Neko a su lado.
-Hola- Dijo Neko con una sonrisa radiante. Keko creía no saber responde a eso, nadie excepto Nerime le había sonreído así.
-Ho…la…- Saludó al fin entrecortado, y vergonzoso dirigió su vista hacia el cuaderno. Neko hizo lo mismo pero con una sonrisa y sin nerviosismo.
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Las clases trascurrieron tranquilas y sonó el timbre de salida. Keko recogió sus cosas y se dirigía su hogar.
-¡Espera!- Se dio la vuelta hacia quién lo llamaba, era Neko.
-No me dijiste como te llamabas- Explicó Neko cuando consiguió normalizar su respiración por la estrepitosa carrera.
-Keko…- murmuró éste cohibido.
-Ah… ¿Tsukiyo Keko?- preguntó con cierto brillo en los ojos Neko.
-Si ¿Cómo lo sabes?- Para su propia sorpresa, Keko le cogía rápidamente confianza a Neko con cada palabra.
-¡Eres mi vecino! ¿No sabes? Yo soy Naki Neko, es fácil de recordar, el apellido es muy parecido- hablaba a toda velocidad. Tanta confianza empezaba a embriagar de felicidad a Keko.
-Si, yo ya recuerdo, vi el camión de la mudanza ayer, pero como no te vi a ti…- Keko ya hablaba a igual velocidad que Neko, parecía que fuesen a ser grandes amigos… El primer amigo de Keko… esa sola idea le encantaba.
-Oki oki, ¿Qué te parece si vamos juntos?-
-De acuerdo- Neko volvió a regalar una de sus explosivas sonrisas, y Keko, sorprendentemente, también.
-Por fin me demuestras tu dulzura, Keko-
-¿Eh?-
-Parece que soy el primero con el que hablas ¿cierto?-
-Bueno…eres el primero que sabe que existo…- Dijo keko algo apenado.
-pues no saben apreciarte- Dijo a voz en grito Neko. Eso alegró mucho a Keko.
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Llegaron con mucha conversación a casa, rápidamente durante el camino se habían hecho muy amigos. Era casi increíble.
-Puedes pasar, no hay nadie- Dijo Keko porque en el camino Neko le había comentado que sus padres no llegaban a casa hasta las cuatro, y en ese momento eran las dos.
-Gracias, es una casa preciosa ¿Sabes?-
-No es para tanto, ven, aquí está el salón- Los dos se sentaron en el sofá y encendieron la tele. Así, durante un rato, la vieron.
-Keko…-
-¿Qué?- Neko lo abrazó muy fuerte, colocando su cabeza en el hombro del peli-rosa su cabeza. Keko podía notar la respiración del otro en su nuca. Estaba nerviosísimo, nadie nunca lo había abrazado, ni sus propios padres.
-Keko…- éste no podía moverse, iba a empezar a temblar cuando Neko siguió hablando.
-No eres feliz…yo lo sé desde que te vi. Keko…yo te quiero hacer feliz, yo te quiero enseñar a ser feliz ¿Me dejas?- Aquellas palabras retumbaban en su cabeza y el aliento por el que vagan se impregnaba en su nuca. Las palabras de Neko habían dado de lleno en la situación de Keko.
- …- No sabía que decir, ya estaba temblando. Es el primero que lo abraza y ya dice eso. Que confuso, pero empezaba a sentirse bien y los temblores cesaban, hasta que correspondió el abrazo de Neko, sin saber muy bien que quería decir con “Yo quiero hacerte feliz” De todos modos así abrazados siguieron.
-¿Me dejas?- preguntó de nuevo Neko volviendo a impregnar de su aliento la nuca de Keko. Era una sensación mágica.