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Perdición por metafora89

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Notas del fanfic:

Este fic está dedicado a asterlicia09 por su cumpleaños. Lo he escrito con todo mi cariño n.n

En principio, debía ser algo no muy largo, pero parece que va a ocupar más de lo planeado.

Es la primera vez que escribo un mpreg y, como no me suele gustar, es probable que también sea la última. Aún así, acepté el reto de hacerlo con gusto y no me he arrepentido. Aunque me haya traído de cabeza, aunque no me guste cómo ha quedado y aunque me haya servido para converncerme de que no voy a tener hijos XD Pese a todo ello, escribirlo ha resultado toda una experiencia.

Los personajes (excepto algún original inútil que haya podido aparecer XD) no me pertenecen a mí (desgraciadamente), sino a Masashi Kishimoto.

¡¡¡¡ATENCIÓN!!!! HAY AL MENOS UN SPOILER GORDO. Se me había olvidado por completo. Ya es algo tan natural para mí que se me olvida que los que no siguen el manga no lo saben...

Notas del capitulo: Pequeña introducción

Jadeos. Era lo único que se oía en toda la habitación. Deidara, arrodillado en el suelo, se asía fuertemente al borde de la cama, arrugando las sábanas en sus puños, mientras Itachi le penetraba salvajemente.

El rubio se permitió soltar una mano para atender a su propia demandante erección. Un gemido se escapó de sus labios con la siguiente estocada del Uchiha, quien iba incrementando su ritmo rápidamente, sin poder contener su excitación, suspirando con cada movimiento.

El placer mantenía sus mentes completamente bloqueadas. No se acordaban de cómo habían acabado así, no eran conscientes de que, por fin, estaban viviendo el momento con el que tanto habían soñado.

Itachi se recargó un poco más sobre el otro, introduciéndose con más fuerza en su interior. Sus pieles sudorosas deslizaban con facilidad entre ellas, traspasando el calor de sus cuerpos de uno a otro, al igual que sus ansias.

Deidara continuó masturbándose y cerró los ojos para centrarse más en aquella agradable sensación que se iba extendiendo por todo su organismo, concentrándose en aquellos lugares que estaban siendo estimulados. 

Inevitablemente, el final llegó. El artista abrió la boca en un grito mudo, mientras todo se desvanecía. El orgasmo le recorrió por completo, haciendo que los músculos de su recto se contrajeran alrededor del miembro del moreno, provocando que éste también llegara a su límite y se viniera en Deidara, con un último fuerte jadeo.

Itachi salió del rubio, pero no se apartó de él. Había descubierto lo mucho que le gustaba su tacto y aún no quería renunciar a él. Por su parte, Deidara no se quejó, porque aquel gesto tenía un significado:

-Lo repetiremos, ¿verdad?

-Claro.

 

#

 

Ya había transcurrido algo más de un mes desde aquel primer encuentro entre ellos sin que nada más hubiera ocurrido, lo cual irritaba profundamente a Deidara. Una vez más, se sentía completamente ignorado y menospreciado por Itachi. Siempre había intentado ganarse el respeto del moreno, siempre había querido que él reconociera su arte, sus habilidades y su propia existencia. Finalmente, el Uchiha había reparado en él. Tal vez no fuera de la forma en la que Deidara había deseado en un principio, pero al artista no le costó apreciar a esa particular manera en la que el otro le dedicó su atención.

No obstante, parecía que ni siquiera entregarse así había servido para mucho. La frialdad de Itachi no había desaparecido, pese a la fogosidad demostrada entonces. No había vuelto a dirigirse a él, al menos de modo expreso, en ningún momento. Ni una palabra, ni un gesto. Tan sólo había una cosa que el moreno le reservaba únicamente a él: aquellas gélidas miradas de milésimas de segundo. Unas miradas por las que el rubio pasaba el día suplicando en silencio, queriendo descubrir en la próxima algo más que el inmenso vacío que siempre llenaba aquellos ojos.

Deidara no podía evitar sentirse usado, controlado a voluntad por el Uchiha. Nunca nadie había tenido ese tipo de influencia en él. Ni siquiera su villa, su hogar ni su familia le habían provocado ese apego, esa necesidad. ¿Por qué Itachi sí? Él era tan bastardo como el resto de sus compañeros; un asesino, al igual que todos ellos. Al igual que el propio Deidara.

Entonces, ¿por qué destacaba tanto entre ellos? ¿Qué era lo que le hacía aparentar tan diferente, tan único, tan irrepetible como para hacer que incluso él tuviera que admitir que estaba a un nivel muy diferente? Deidara jamás había sido domado así por alguien y no entendía el motivo por el que permitía que Itachi lo hiciera tan fácilmente... Y lo que más le costaba comprender era ese sentimiento que se encendía en lo más profundo de él cada vez que eso ocurría... En el fondo, lo disfrutaba. Cada vez que el moreno lanzaba una orden al aire, con su voz monótona, carente de agresividad u orgullo - y, aún así, autoritaria - y él, con la excusa de exhibir sus habilidades, cumplía con lo dicho al pie de la letra, esperando unas palabras de felicitación que nunca llegaban.

La forma más acertada de definirlo sería "adicción". Era como el animal de compañía que se alegra cuando su dueño le presta unos minutos, olvidándose completamente de que es esa misma persona la que le mantiene en cautividad. O el esclavo que sólo piensa en complacer a su amo y que, de llegar a conseguir la libertad, se siente perdido y desorientado, sin ningún nuevo objetivo al que aferrarse, sin nada que parezca darle sentido a sus existencia.

Sí, era justamente así. Había pasado tanto tiempo deseando que Itachi le observara... le viera. Le había odiado hasta lo más profundo por no hacerlo, había intentado llamar su atención y ser reconocido por una vez. Había querido - y aún quería - que Itachi admitiera que todo aquello por lo que Deidara vivía, su arte, era maravilloso; que fuera capaz de admirar su talento. Y, aunque no hubiera sido exactamente así, después de haber logrado que Itachi, al menos, sí le apreciara de algún modo, en lugar de darse por satisfecho, sólo quería que lo volviera a hacer.

Sin embargo, parecía que el momento de repetirlo no llegaba. Itachi seguía siendo la misteriosa presencia sin emociones que tan diminuto e insignificante le hacía sentirse, la impenetrable sombra que engullía toda la belleza contenida en sus obras y las convertía en insignificantes travesuras de un niño que sólo desea llamar la atención.

Notas finales: ¿Pasamos al siguiente capítulo? n.nU

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