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Hate that I love you por Lena_Sensei

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Notas del fanfic:

"Y lo que más odio en éste momento...es amarte tanto"

Palabras salidas de los labios de Hidan. Demasiado extraño escucharlas de él, pero todo es posible en el mundo del fanfiction. No le hago OoC, quizá muy leve, pero Hidan sigue siendo el mismo, con sentimientos. Debajo de esa capa de sarcástico arrogante asesino (xD) se esconde alguien con sentimientos. Eso creo yo (x3)

Inspirado en la canción de Rihanna: "Hate that I love you" No es un Songfic.

 

Notas del capitulo:

Hey~!

Ok, este es el primer HidaDei que escribo. Ya estaba en FF.NET (Ahí mi nombre es Akasuna No Nozomi) pero decidí traer éste fic aqui. Si hay algún HidaDei aquí, por favor, díganme, es que me encanta esta pareja (x3) El SasoDei me gusta, sí, pero creo que el HidaDei lo supera un poquito (x3)

Disfruten!

DISCLAIMER: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Si me perteneciera a mi, a ésta hora los Akatsukis dominarian el mundo, Sasori habría matado a Sakura, estaría vivo y pelearía con Hidan por Deidara y la serie sería 100% Yaoi.

Hate that I love you

- Joder, rubia…¿Por qué coño estás asi?

La verdad no lo sabía. Nadie lo sabía. Sólo aquel joven ojiazul sabía el motivo de su tristeza y depresión intensa.

Hidan se encontraba recargado sobre el marco de la habitación que Deidara actualmente compartía con Tobi, ese pelinegro chillón de la máscara naranja que entró a la organización por puro capricho y ridículo consentimiento de Zetsu y el lider. Y tan solo a unos metros, sentado en la cama y observando hacia la gran luna que penetraba con curiosidad por el ventanal, bañandolo con sus rayos gloriosamente, se encontraba él, ese rubio artista tan delicadamente sensible que ahora, por dentro, no era el mismo.

Sí. No era el mismo.

Cuando conoció a Deidara por primera vez, lo vio como el objetivo fácil de sus bromas. Ese peculiar chiquillo con la actitud inocente de un niño y las características y rasgos físicos de una muchacha. Desde el principio el ojiazul rechazaba o simplemente lo insultaba por los chistes de mal gusto de los que él era víctima, pero con el tiempo, los fue aceptando, más bien, recibir una broma sobre su apariencia física por parte del jashinista, era ya una costumbre diaria.

La actitud de Deidara también había cambiado por un motivo, y ese se llamaba Sasori. No sabía por qué, pero cuando veía a esos dos juntos, se le iban las ganas de asesinar a aquel refinado y galante pelirrojo que de vez en cuando salía en defensa de su “koi” insultándole o amenazandole con sus hilos de chakra, a lo cual Hidan sólo contestaba con insultos demasiado fuertes para ser repetidos. Cuando Deidara conoció a Sasori, ambos formaron un lazo muy fuerte de alumno-maestro, que, con el tiempo, se volvió más estrecho hasta el punto de convertirse en algo más.

Convertirse en amor. Sobretodo con Deidara.

Sin embargo, desde el fatídico día en el que Sasori perdió la vida en manos de su propia abuela y de la kunoichi de Konoha, Sakura Haruno, Deidara cambió. Ya no era aquel muchacho que reía altanera o burlonamente. No. Ahora mostraba una actitud melancólica, lloraba siempre en silencio encerrado en su cuarto y se mostraba frío y distante. Ya no hablaba de su arte y no le daba importancia a las molestas actitudes de Tobi.

Definitivamente, la vida para Deidara, había dejado de tener sentido.

- Rubia…Joder…Me estas preocupando – logró musitar a un volumen casi audible. – ¿Es aquel intento de Pinocho, cierto? Ese idiota que a veces te exigía demasiado y te sermoneaba siempre que una misión salía mal ¿Verdad? – suspiró.

- Una moneda por tus pensamientos…

El pagano volteó con rapidez para encontrarse con Konan. La kunoichi de cabellos azules lo miraba con un deje preocupado en su mirada color esmeralda.

- ¿Te preocupa Deidara? – inquirió la mujer curveando con delicadeza sus labios. Hidan empezó a sonrojarse rápidamente.

- ¡No! No ¿Cómo crees? Joder, mujer, ya imaginas cosas…por el único que me preocupo es por Kakuzu…

La chica lo miró aún manteniendo esa sonrisa de semblante melancólico en su rostro. Hidan era demasiado obvio como para esconder de ese modo sus sentimientos.

- Lo sé. Kakuzu te preocupa como amigo y eso se nota a distancia, pero ahora que me doy cuenta, te has preocupado muchisimo por Deidara ultimamente.

Hidan suspiró. Frustrado se movió los cabellos hacia atrás y se cruzó de brazos, con esa típica expresión sarcástica en su rostro.

- ¿Tan obvio soy, Konan? – inquirió mirandola a los ojos.

Ella sintió que un simple “si” sobraba y asintió, ampliando un poco más su sonrisa.

- Pues…No seas como Sasori. Él amaba a Deidara y se lo demostraba físicamente, mas jamás le expresó con palabras lo que sentía. Nunca un “te quiero” o un “te amo” por su parte…

El peligrís miró a la kunoichi abriendo sus ojos color violeta, impresionado por el dato que le acababa de dar.

- Somos una organización peligrosa y somos muy buscados – continuó ella – En cualquier momento, todos moriremos, incluyéndolo a él. Quizá tú seas inmortal, pero quizá pase algo que te pueda alejar para siempre de tus compañeros. Deidara está mal por la muerte de su maestro y porque él jamás le expresó una palabra de cariño y Deidara lo que más necesita en éste preciso momento es amor.

- ¿Y por qué no se lo das tú, genia? – Masculló el jashinista con sarcasmo. Konan frunció el ceño.

- Yo no lo amo a él. Lo quiero como compañero…y Pein y yo hemos hecho lo posible por reconfortarlo, ofreciéndole un nuevo compañero para poder quitarse de encima esa mochila cargada con sucesos dolorosos del pasado, mas sin embargo, no ha servido. – Hidan bajó levemente la mirada. Al parecer el piso le parecía muy interesante últimamente.

- No creo…que sienta lo mismo…el amaba jodidamente a ese intento de muppet y al parecer no puede olvidarlo…

La kunoichi de papel tan solo le dedicó esa sonrisa tan típica de ella que ocultaba siempre bajo su semblante serio de mano derecha del líder.

- Nunca digas que no si aún no lo has intentado.

Y ella tenía razón.

Con una última mirada de “buena suerte” hacia el jashinista de los ojos violetas, la mujer se fue del lugar, dejándolo pensativo y confuso.

- Joder...

--

Las estrellas brillaban cuan diamantes exparcidos por una tela negra. Los rayos curiosos de luna de medianoche penetraban suspicazmente por los ventanales de cristal. El artista se encontraba aún en la misma posición de minutos anteriores, sin capa y sandalias, haciendo contacto directo con el tacto frío y duro del suelo.

Inocentes ojos rojos, anteriormente azules, se volvieron a nublar de lágrimas. La luna le recordaba tanto a esa fatídica noche en la cual pudo sentir por última vez el frío tacto de los labios de su maestro.

En sus manos, lastimadas y ásperas, sostenía un objeto envuelto entre vendas manchadas de sangre y lágrimas.

La bandana rasgada de sunagakure. Propiedad anterior de Akasuna no Sasori.

- Sasori no danna…

Ese susurro se perdió entre la oscuridad del cuarto, llevandose consigo algunos sollozos de amargura provenientes de aquel joven de cabellos de oro.

- Rubia…

Deidara volteó rápidamente, secandose las lágrimas con uno de sus cocidos brazos.

Y allí lo encontró. Parado sereno y sin sandalias. Denotando tranquilidad y sin esa mueca tan “enfermiza” en el rostro, cosa que no era muy típica en él, solo con una sonrisa falsa que cubría como se sentía al ver a Deidara asi.

Hidan jamás había sentido aquello por nadie. Ni siquiera por su difunta familia. Ni siquiera por sus anteriores compañeros. Ni siquiera por Kakuzu.

Ni siquiera por él mismo.

- Vete, Hidan, un – fue lo único que dijo Deidara antes de voltear y perder su mirada nuevamente en el cielo, mas sintió como un peso de más hundía la pequeña cama. Volteó nuevamente para clavar su mirada en dos orbes violetas que le miraban con inocencia rebelde - ¿No te dije que te fueras, un?

- Lo sé, no soy sordo – enfatizó – Pero, me da bronca verte asi, Deidara.

Abrió los ojos cuando esas palabras vibraron en sus oídos, inclusive el haberlo llamado por su nombre verdadero. Aquellas palabras provocaron un efecto insospechado en el aludido, el cual, con parsimonia, se giró hasta quedar cara a cara con el jashinista, quien le miraba en busca de alguna palabra.

- Por Jashin-sama, te digo esto porque de verdad siento eso, Deidara. No me mires de esa forma como si hubieras visto un jodido fantasma.

Deidara frunció el entrecejo y desvió la mirada perdiendola en la almohada.

- ¿Qué quieres, un? ¿Acaso es una broma de mal gusto por mi estado emocional, un?

- Por Jashin, no - subió los pies a la cama y los cruzó entre sí – Solo quiero, por más raro de mí que suene, es ayudarte.

¿Ayudarle? Deidara volteó con el entrecejo fruncido a su compañero y lo miró con una expresión que claramente decía: “¿Quién eresy qué hiciste con el verdadero Hidan?”

- ¿Y por qué has de ayudarme, un? – inquirió. Su rostro era un mar de dudas sin resolver, todas acerca de la extraña actitud de su sarcástico compañero.

Hidan soltó una carcajada “elejante” por decirlo así y, con sus dedos, tomó el fino mentón del ojiazul, atrayendole con delicadeza, invitándole a que sus ojos se conocieran mutuamente. A pesar de los rayos ténues de luna traicionera y juguetona, ambas miradas estaban presentes y decían más que mil palabras.

- Porque…me interesas…y de verdad odio…verte asi…

La distancia se hacía cada vez más corta, inclusive pudo observar la divinidad de esas orbes color violeta que brillaban con intensidad bajo el manto oscuro y enseguecedor.

Entrecerró levemente los ojos e instintivamente se dejó llevar, hasta el punto de sentir la respiración del contrario y poder disfrutar de su perfume a incienso.

Pero, por causa del destino, una imagen mental del pelirrojo Sasori apareció en su mente y no pudo evitar que un sentimiento de angustia desesperante y oprimente le embargara al corazón, causando que alargara la distancia, pegando un pequeño empujón al mayor, quien, nada feliz con la interrupción inesperada, lo miró inquisidor.

- ¿Qué coño…?

El rubio desvió la mirada hacia la almohada, mordiendo su labio inferior y jugueteando nerviosamente con el borde de la tela de red que formaba parte de su incompleto uniforme. El mayor logró divisar gotas cristalinas salir de sus ojos.

- Hidan…yo…y-yo amo a Sasori-no-danna, un…siempre lo amé y lo sigo amando…a ti te respeto mucho pero…

- ¿¡Pero qué!? – Gritó - ¡Por Jashin! ¿¡Amabas a alguien que ni siquiera te dijo lo que sentía por ti y solo te utilizó para satisfacerse sexualmente!? ¡Joder, Deidara! ¡Reacciona! Sasori quizá te quisiera, pero…si lo hubiera hecho…¿No te lo hubiera dicho, acaso?

Deidara ni siquiera se dignó a girarse para mirarlo. Es más, le daba demasiada vergüenza. Sasori jamás le había dicho sus sentimientos, tan solo al regresar de alguna misión se dirigían directo a la habitación para empezar a desbordar pasión y miel por todos lados…pero…¿amor? Jamás lo pensó asi.

- Creo…Creo que tienes razón, un – Fue volteando lentamente, pero con la mirada gacha – Sasori no danna jamás me dijo…que me amaba…él tan solo…cuando yo se lo decía…me ignoraba o se iba a dormir…

Lentamente sintió las lágrimas brotar de sus ojos nuevamente. Hidan tan sólo observaba, sin emitir sonido alguno.

- Y-yo…quizá haya sido su juguete…con el cual pudo jugar a la perfección, un… p-pero…yo lo amaba y aún lo sigo haciendo…

El peligrís bajó la mirada, algo arrepentido por lo que había dicho. Lentamente atrajo al rubio contra si,envolviendolo en un abrazo lleno de sentimientos y armonía. Deidara automáticamente calló los sollozos, pero dejó las lágrimas caer. Hidan había apoyado su cabeza en la del rubio e inhaló su perfume.

- Eso es algo que odio de ti…derramas lágrimas por alguien que ni te amó y que te quería como su jodido consolador – Comenzó a acariciar con parsimonia la melena dorada, haciendo que el menor empezara a relajarse y a entrecerrar sus ojos - Y lo que más odio en este momento…es amarte tanto…

Al oir aquella frase, sin que las lágrimas dejaran de brotar por si solas de sus ojos azules, Deidara se separó del jashinista, con lentitud, uniendo otra vez su mirada con la contraria. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Hidan? ¿El valiente, sarcástico y sadista Hidan se había rebajado hasta el nivel de volverse un tipo sensible que cuenta sus sentimientos? ¡Ni de coña! ¡Ese no era Hidan! O…¿Quizás si?

El ojiazul iba a abrir la boca, pero tan solo observó los ojos violetas por una fracción de segundos antes de que la distancia se acortara en algo que quizá estaba esperando.

Un beso.

Corto y suave, apenas un roce sutil de labios en el cual el mayor aprovechó a entrelazar sus brazos con la cintura del ojiazul, quien estaba perplejo ante aquella inesperada reacción por su parte. Cerró los ojos con fuerza para luego abrirlos en el acto, tratando de comprobar si era una ilusión traicionera o un torpe sueño.

Pero prácticamente se equivocó.

Sin olvidarse de las palabras que le había dicho previamente, capturó el labio inferior del mayor entre los suyos como si de un leve mordisco se tratáse y fue subiendo sus manos, lentamente. Logró en pocos minutos acariciar el pecho desnudo del jashinista, palpando suavemente los pectorales bien formados que poseía, haciendo leves cosquillas de vez en cuando y jugueteando con el hilo y las cuentas del ya malgastado rosario. El beso se comenzó a profundizar. Ambas lenguas inexpertas se toparon la una con la otra, comenzando una danza frenética, explorando y memorizando todos esos dulces sabores. Hidan no aguantó más y bajó una de sus manos hacia la masculinidad del ojiazul, el cual gimió dentro del beso al sentir ese dulce contacto.

El contacto duró poco, debido a la falta de oxígeno a la cual maldijeron ambos, pero fue sufciente para poder degustar sus sabores mutuamente.

Hidan, instintivamente, empujó con brusquedad al menor y se posicionó sobre él, colocando sus piernas a sus costados, quitándose la capa en el proceso y lanzandola a que se perdiese en algún lugar de la oscura habitación.

Deidara observó con sus labios entreabiertos aquella obra de arte apenas distinguible. Con ambas manos comenzó a acariciar el pecho del mayor, deleitándose con esa piel tan fina, sedosa, suave y bien trabajada. Sus manos, en un momento inesperado, sacaron sus lenguas y empezaron a masajear uniformemente esa deliciosa piel, causando un escalofrío intenso en el mayor.

- Joder, rubia…odio que me toquen allí. Lo que más odio de ti es que hagas las cosas sin consultar.

Deidara sonrió sutilmente y jaló a Hidan de su rosario, besandole suavemente en los labios.

- Y yo odio amarte de este modo, un…Gracias Hidan.

El mayor se mostró algo irritado ya que Deidara lo había jalado muy fuerte y ni siquiera se disculpó por lo anterior, más dejó de importarle al recordar las últimas frases del rubio.

Ninguno recordó que pasó después, solo la curiosa luna llena presenció aquel acto de pasión desbordante y sincera que hubo aquella noche…

Notas finales:

¿Y? ¿Les gustó?

Sé que está raro, pero...lo raro es mi pasión prohibida, como el HiDei (xD)

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