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Así Por Casualidad por AthenaExclamation67

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Notas del fanfic:

Death Mask & Afrodita (Dante & Anders)

"Para tí, mi única e incomparable Afrodita"

 

Así Por Casualidad

By AthenaExclamation67

Era un enamorado de las bellas artes. Todo le parecía hermoso, hasta una piedra colocada en una determinada posición le parecía una obra de arte. A todas estas peculiares esculturas urbanas, les sacaba fotos, y las usaba para decorar su casa.

Pero su pasión, la única y la misma que regia su vida eran las flores. Botánico de profesión, cada día podía rodearse de lo que más le gustaba, de lo que le hacía delirar, de lo que le entusiasmaba, y esto era gracias a su trabajo en un jardín botánico muy prestigioso dónde lo habían contratado, donde habían puesto toda la confianza en él para su cuidado, con varias personas a su cargo para hacer el trabajo "sucio", pudiéndose dedicar exclusivamente a cultivar, a investigar, incluso a crear nuevas especias gracias a todo el apoya que tenia de los dueños de ese prestigioso jardín.

Por suerte, su trabajo estaba cerca de su casa, no tenia más que coger el metro para llegar hasta él. Siempre con el tiempo suficiente para salvar pequeños imprevistos que pudieran surgirle... Entrar a alguna tienda, encontrarse con sus amigos y conocidos, ayudar a las señoras mayores a subir las escaleras... Cualquier situación que pudiera entretenerle quedaba salvada con ese tiempo extra del que siempre disponía antes de llegar a su trabajo.

Le encantaba relacionarse con las personas, hacer amigos los que le recordaban siempre que no debía ser tan confiado, que algún día un extraño podía darle un palo y llevarse el disgusto de su vida, pero aún así no cambiaba, vivía feliz su vida, disfrutando de cada momento incluso si este era amargo, las durezas que le había presentado la vida, las había salvado con fuerza y voluntad, con tesón, luchando día a día para ser completamente feliz.

Ese día, todo era completamente normal. Se levantó, se baño y tras tomar su café con leche, descendió las escaleras que le separaban de la calla para dirigirse al metro.

Nuevamente, bajo las escaleras que había desde la calle hasta el vestíbulo del metro empezando a escuchar como todos los días al típico músico o cantante que lo ocupaba.

Pero esa música, la de ese día, no era la de siempre. Normalmente, había gente tratando de ganarse la vida, esperando alguna moneda como recompensa a sus cánticos, a su interpretación o lo que hicieran, pudiendo escuchar en ocasiones a muy buenas voces, a grandes instrumentistas, aunque también en ocasiones, debía aguantarse la risa con los ocupantes del rellano del vestíbulo.

Pero justamente ese día, esa voz, esa melodía, le parecieron música celestial, aún no podía apreciar al que estaba regalándole los oídos con esa magnifica canción, y en cuanto lo vio no tuvo más remedio que detenerse junto al resto de la gente que había allí escuchándole.

Se trataba de un hombre joven, quizás un año o dos mayor que él, con unos ojos azules penetrantes, cabellos grisáceos y una piel dorada por los rayos del sol. Alto, con muy buena espalda, guapo para cualquiera que lo mirara y  una voz prodigiosa.

Su canto era suave, a pesar de ser de apariencia fuerte, la voz que salía de su boca no era para nada aguda, más bien todo lo contrario y la acompañaba rascando las cuerdas de una guitarra que hacían que en conjunto fuera todo una perfecta canción.

Cantaba una preciosa balada italiana que enseguida reconoció, incluso empezó a tararearla mientras lo miraba sin perder detalle de su cuerpo, su cara, sus labios carnosos de los que salía aquella preciosa voz.

Lo escuchó cantar completamente anonadado, embobado sin perderse ninguna de las estrofas hasta que terminó. Todos los que estaban en el lugar aplaudieron, cosa que también hizo él, sacó unas cuantas monedas de sus bolsillos y se dispuso a dejarlas en la funda de la guitarra como pretendían hacer muchos de los espectadores, pero ese joven no les dejó.

Con una gran sonrisa les habló, indicándoles a todos que no era necesario, que para él los aplausos eran más que suficientes, dándoles a entender que para él era una magnifica sensación escucharlos dándose así por recompensado.

Después se marchó. Su corazón palpitaba recordando cada palabra de esa preciosa canción, pero sobre todo al dueño de esa voz que le pareció tan maravillosa.

Llegó a su trabajo y pasó todo el día completamente distraído, ausente, sin conseguir concentrarse, sin sacar a ese hombre de su cabeza.

Al día siguiente, volvió a repetir su rutina, vestirse después de ducharse, desayunar y marcharse a trabajar algo cansado por que la noche anterior no había dormido bien. Pero todo se le olvidó al escuchar nuevamente la voz, esa voz que empezaba a cautivarle. Quedó parado, escuchando, disfrutando con el bello canto que ese atractivo hombre interpretaba, olvidándose de la hora y de todo, escuchando todas y cada una de las canciones que cantó hasta que empezó a recoger la guitarra y volvió al mundo, recordando que debía regresar al trabajo al que ya llegaba tarde.

Corrió rápido y cogió el metro para llegar al trabajo, en el que se excusó por el retraso tras inventar una excusa creíble para no ganarse una bronca por parte de los dueños del jardín.

Aquel día, se le hizo muy largo, algo que añadió más cansancio al que ya tenía y que en cuanto llego a su casa se fue directo a la cama para tratar de dormir algo.

Seguía con la rutina de su vida, rutina que se rompía con la ansiedad que sentía por ver a aquel cantante, por poder escucharle, por disfrutar de su maravillosa voz y también de su cuerpo que en conjunto empezaban a enamorarle.

Hacía ya dos semanas desde la primera vez que lo había visto, que había escuchado su preciosa voz, pero ese día, ese lluvioso día cuando se despertó y vio como la lluvia lo mojaba todo se deprimió.

Él no trabajaba los días de lluvia, así que no tenia por que ir al metro.

Dudo si en ir o no a verlo solo a él, al cantante del cual no conocía ni su nombre, a ese hombre en el que pensaba durante todo el día y en la soledad de sus noches.

Finalmente, él mismo se auto convenció de que quedaría muy mal si iba a escucharlo y después se volvía por el mismo camino, pensó que incluso el cantante se reiría de él. Ese día fue para él una autentica agonía, no se levantó, no comió, se limito a quedarse en la cama, arropado por una manta, viendo la TV y tarareando las canciones de aquel hombre, poniéndose nervioso, agitándose su corazón al imaginarlo cantando solo para él.

Por la mañana, cuando despertó, lo deslumbraron los rayos del sol, algo que lo hizo sonreír y que se levantara apresuradamente. Arreglándose, perfumando su cuerpo como si tuviera una cita y saliendo corriendo como un loco de su apartamento para bajar al metro y poder escuchar esa preciosa voz.

Llegó y se apoyó en la pared del vestíbulo, pudiendo escuchar cada nota, cada canción mientras sus ojos brillaban emocionados por la sensación extraña que se apoderaba de su cuerpo cuando podía verle.

Sensación que conocía perfectamente, se estaba enamorando. Enamorando de alguien al quien ni conocía, pero que le había robado el corazón con la primera melodía, con la primera canción que interpretó.

Quedó mirándolo, casi perdiéndose en sus pensamientos, sin ver a la gente que tenía delante, cerrando sus preciosos ojos turquesa para disfrutar, para sentir más la interpretación de la canción, sin poder ver como el cantante levantaba sus ojos asiduamente para mirarle.

El concierto terminó y abrió los ojos nuevamente, pudiendo apreciar a toda la gente que rodeaba al dueño de su corazón.

Se decidió y avanzó unos pasos hasta la funda de la guitarra y quiso decir algo, pero no se atrevió, solo lo miró quedando prendado por los ojos azules hasta que el cantante le habló.

  • - Gracias - dijo - eres muy amable por venir a escucharme todos los días.

Lo miró. Quedó extasiado al oír esa maravillosa voz dirigiéndose a él, de esos ojos que lo miraban, de su preciosa sonrisa.

  • - No es nada - contestó sonrojándose - la verdad es que con tu voz me alegras el día - confesó.

El cantante sonrió, no dejaba de mirarle, de ver su silueta fina pero bien torneada, recorriéndola con sus ojos, haciendo que se sonrojara más.

  • - Mi nombre es Dante - le dijo - me pareció raro no verte ayer - añadió sorprendiéndole.
  • - Yo... yo... - trataba de hablar tímidamente - el mío es Anders - consiguió decir - ayer no trabajé por la lluvia y pensé que la gente se reiría de mí si me veían llegar y volver a marcharme después de escucharte.

Dante sonrió, dese el primer día que se percató de su presencia en el metro no había podido dejar de mirarle, le fascinaba la forma en lo que sin moverse, le parecía que bailaba al son de las canciones que interpretaba

  • - Yo te extrañé - susurró mientras le miraba dejando a Anders completamente alucinado - ¿te parece si cenamos juntos mañana? - preguntó.

Anders no sabía que contestar, le parecía que uno de sus sueños se hacía realidad.

  • - Sí claro - contestó rápidamente para que no pensara que no le agradaba la proposición.

Se despidieron hasta el día siguiente donde decidieron que concretarían como encontrarse en la noche.

Ese día si se les pasó rápido a ambos, atendiendo cada uno a sus obligaciones ansiosos por que llegara el momento esperado.

Al día siguiente, Anders recibió al nuevo día con una gran sonrisa, emocionado por lo que pasaría, al fin podría conocer más a fondo a ese hombre, a Dante.

Bajó las escaleras del metro después de salir de su casa, sus pies iban tan deprisa que se tropezaban con las escaleras.

Llegó al rellano y ya hubo algo que lo hizo sentir raro, pero no era algo bueno en este caso. Le faltaba algo, le faltaba la voz armoniosa que Dante tenía, la melodía que interpretaba cuando rascaba las cuerdas de su guitarra. Dio la vuelta a la esquina que le impedía verle y terminó de preocuparse. Dante no estaba.

Lo buscó, quería, necesitaba verle como todas las mañanas, incluso esperó un rato por si llegaba, pero eso no sucedió. Lentamente se fue decepcionando, su corazón se fue partiendo en mil pedazos cuando empezó a acordarse de lo que sus amigos siempre le aconsejaban. Había expuesto demasiado su corazón, se apoderaron de él la angustia y el desconsuelo que le hicieron volver a su casa en lugar de irse a trabajar como debía de haber hecho.

Dio media vuelta y regresó a su casa, confuso y angustiado, llamando a su trabajo para explicar que se ausentaría un par de días. Colgó y corrió hasta su cama donde se estiró y lloró abrazado a la almohada.

El desconsuelo se apoderaba de él, de su corazón que no lograba calmarse. Se sentía defraudado, no podía dejar de ver al cantante riéndose de él, burlándose en su propia cara.

Se durmió, vencido por el agotamiento, por el llanto, logrando descansar por un momento de las sensaciones que dominaban su cuerpo.

Al despertar, se sentía cansado, sin saber que hacer para pasar el rato, para sacar a Dante de su mente, así que decidió encender la TV para ver si conseguía distraerse, dejando el primer canal al azar que encontró y en el que emitían un programa de variedades.

Empezaron a verse unas entrevistas, todas a personas con grandes talentos, algunos sabían tocar instrumentos, otros interpretaban o cantaban.

"Ahora presentamos a Dante Blenginni. Hijo del difunto Marco Blenginni, gran cantante italiano"

La gente empezó a aplaudir como loca en el plató, regalando con una gran ovación al invitado mientras Anders miraba indiferente la pantalla.

  • - Tsk... Otro Dante - chistó.

Pero sus ojos se abrieron de par en par al ver de quien estaban hablando. Se trataba de Dante, de su Dante y estaba en la TV.

No podía creer la extraña situación, miraba atónito la pantalla sin perder detalle de la entrevista en la cual Dante relató parte de su vida...

"Fue my dura la muerte de mi madre, pero mi padre supo como salir adelante, como educarme, como hacer que creciera feliz. Él me traspasó su amor por la música, por la canción cuando me cantaba por las noches mientras me arropaba"

Acabó la entrevista y se dirigió al escenario para cantar acompañado por el presentador al que le susurró algo al oído. Este, asintió y vio como Dante se acomodaba en su silla, tomando después la guitarra para ponerse a cantar mientras el presentador se retiraba a su sofá.

"Quisiera dedicarle este momento a mis padres a los que extraño cada día y también a una persona muy especial... Anders, te espero esta noche a las 9 en el lugar donde nos conocimos"

 

Sin más que añadir, empezó a cantar, a interpretar la canción que hizo famoso a su padre, una canción de amor con la que conquisto a su madre.

Anders ni parpadeaba, no podía moverse. Por un momento se sintió completamente feliz, pero enseguida reaccionó de forma negativa, sus palabras parecían muy reales, pero también las de la mañana anterior, no sabía si podía confiar en el.

Se metió en la bañera, cubierta de agua muy caliente para tratar de relajarse, para tratar de olvidar la idea de correr hasta el metro para que Dante volviera a decepcionarle.

  • - No, no, no y mil veces no. No iré - se repetía a si mismo para convencerse de que acudir a esa cita sería perder el tiempo ya que estaba seguro de que Dante no iría.

La hora se iba acercando y el nerviosismo de Anders aumentaba considerablemente, quería autoconvencerse para no resultar lastimado nuevamente pero la duda le corroía por dentro.

A la hora, Dante llegó al punto de encuentro, los minutos corrían en su contra. Anders no aparecía y empezó a sentirse algo mal. La gente que lo reconoció de la entrevista, le fueron amenizando la espera durante todo el rato que estuvo allí.

Casi media hora había pasado y se impaciento, empezó a andar en círculos hasta que vio algo que lo hizo sonreír. Anders se escondía tras la esquina de la pared.

Anders, caminó despacio, pudiendo recrearse la vista con la anatomía del italiano que rápidamente también se encaminó hasta él.

  • - Pensé que no vendrías - dijo cuando lo tuvo delante - siento lo de esta mañana, pero no tenia forma de ubicarte, me avisaron ayer a ultima hora y... - quiso seguir hablando pero no pudo ya que Anders saltó a sus brazos y lo besó.
  • - Quise morir cuando no te encontré esta mañana - dijo al separarse - pensaba que no querías verme - añadió sonrojado.
  • - Y perderme el honor de deleitarme con tu sola presencia - contestó - eso nunca lo haría. Como dije hoy en el programa, eres muy especial para mí - terminó de decirle sin dejar de mirarle fijamente.
  • - Tú también lo eres - contestó con una esplendida sonrisa.

La misma que se dibujaba en su rostro cada vez que lo veía, cada vez que lo escuchaba cantar, la misma que ahora tenía antes de que Dante le volviera a besar...

 

 

- Fin-


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