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Doppelgänger por katzel

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Juventud fugaz... inocencia febril... qué ha sido de ese tiempo... si nunca hubiese tropezado con Dan Laurie... si nunca hubiese abierto ese libro ni hubiese dado paso a la oscuridad que desde entonces se apoderó obsesivamente de mi corazón... quizás mi vida hubiese sido diferente y alegre... sería capaz de andar bajo la luz del sol aún en la ciudad fría, tenebrosa y maldita de la bruma...

Ahora sin embargo cada hoja que crepita me hace temblar... cada palabra perdida en los laberintos vacíos del aire es el frío aliento recorriendo mi espina dorsal, llevándome a la desesperación sin importar los días... horas... semanas... meses... tal es mi consideración confusa del tiempo...

Y giro sobresaltado encontrando fantasmas y condenados en las cuatro esquinas de mi habitación vacía...

Si tan solo no hubiera...

Basta... dejemos de lamentar el pasado...


En casa, luego de cenar frugalmente con mi abuelo y tutor subí a mi buhardilla para develar el contenido del cuadernillo rojo.

Sólo al descifrar el título en latín mis ojos se agrandaron por la sorpresa y temblaron mis manos.

"Fragmentos del Libro de Nod"

Aquel maldito libro sobre la raza de Caín y sus descendientes...

Perdido luego de incendiarse al Biblioteca de Asurbanipal, el loco convertido en conejo por la ira de Dios...


Resoplando con el corazón acelerado doblé unas hojas adelante y leí en voz baja:

"Malleus Malleficorum"... comentado por Allan Kardeck...

El olor de la tinta y el papel me eran familiares.

Caí en cuenta que ese material había sido hecho en la imprenta estudiantil. Quienes conocían esa información estaban en mi propio centro de enseñanza... se movían a la luz sin preocupaciones ni remordimientos... pero dentro de las sombras tenían ellos una relación con ese mundo que yo anhelaba conocer...

En la esquina inferior izquierda de la última hoja hallé un sello final que estudié al detalle.

La inscripción rezaba un número extraño con algunas letras incoherentes formando un verdadero criptograma.

Copié cada signo en un papel y empecé a trabajar en él hasta muy entrada la noche.

Repentinamente mi abuelo entró la habitación pues mi bujía aún estaba encendida.

- ¿Qué hacéis levantado aún, Ezra?

Le anunciaron un segundo antes sus cabellos canos, la camisa blanca impecable bajo el chaleco marron y el destello del reloj plateado que no se quitaba jamás.

Su voz era amenazante y en mi aturdimiento en vano intenté tardíamente ocultar el papel. En cuanto lo examinó descargó sobre mí una fuerte bofetada.

Le parecía cosa de brujos y hechiceros... él, un puritano de sólidos principios cristianos... rebuscó en toda la habitación y halló el cuadernillo dejándome a merced de su furia.

Cogió mi brazo haciendo quemar mis venas por la presión y me arrastró hasta el primer piso llegando hasta la chimenea y arrojando con desprecio aquellos objetos.

Sólo volvió a pronunciar palabra cuando les vio reducidos a cenizas.

Resoplando intentó calmarse antes de hablar.

- No permitiré ese tipo de idolatría y sacrilegio en mi casa... no seremos ensuciados por esos sortilegios malignos de Dunwich, Ipswich e Insmouth... que ofenden a nuestro credo con sus profanos conocimientos... tu bisabuelo, Ezra... de quien tomaste el nombre fue un hombre justo que vivió en el temor de Dios y su fe le permitió expulsar incluso al maldito Joseph Curwen... un demonio desterrado de Salem... no ofendas la memoria de tus antepasados... no busques el mal...

Luego de severas admoniciones me dejó regresar a la buhardilla.


Lo que más me atemorizó fue que esperaba que me dijese que el mal no existía y que todos eran cuentos de viejas que pasaban las fronteras de Newport y se repetían en el más allá.

Pero pude leer en su rostro la confirmación de que ese mal que yo intuía era real y habitaba oculto bajo esas ciudades olvidadas por Dios.

Era la primera vez que oía mencionar el nombre de mi antepasado y su lucha contra las fuerzas sobrenaturales.

Ezra Weeden... y su antagonista... el demoniaco brujo eternamente joven... Joseph Curwen, memoricé esos nombres pues eran las primeras referencias a mi pasado vedado.



Intenté olvidar los símbolos del criptograma pero parecían estar escritos en mi mente con fuego.

Y a tanto llegó mi sugestión que en el reino del inconsciente durante mi sueño logré dar con la solución del enigma.

Salón Tercero del reino, ventana Este, segundo mirador, las coordenadas exactas del Liceo, más precisamente del lugar donde se reunía esta cofradía secreta.

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En la madrugada, el golpe de unas alas contra la ventana me hicieron despertar al nuevo día.

Me aproximé con curiosidad a la luna para inspeccionar la fuente de aquel extraño ruido.

Dos cornejas de ojos rojos y plumas blancas estaban sentadas en el ganchillo exterior mirándome de una manera tan humana que se me heló la sangre.

Rompieron a reír al mismo tiempo y se retiraron golpeando una y otra vez sus alas delgadas sobre los vidrios.

Me sobrepuse a aquel encuentro matutino minimizando su importancia y reduciéndolo a algún misterio del reino animal.

Luego fui a preparar mi uniforme de diario.

Sentía un cansancio atroz no tanto en el cuerpo sino en el alma.

Y llegué al espejo de la sala casi arrastrándome por el esfuerzo.

Descansé asido a su dura consistencia de roble.

Me vi de reojo espiandome a mí mismo sobre la superficie.

La marca de la bofetada de mi abuelo se extendía levemente sobre mi mejilla dándome un aire de rebelde dignidad.

A mi espalda su reloj brillante, su camisa blanca y su chaleco marrón decían que era la hora de sentarnos a la mesa.

Sin mediar palabra entre ambos tomamos el desayuno frugal.

Sólo lanzó un gruñido al verme coger el saco del perchero para salir.



Bajé por la calle Garrison evadiendo la terrible Church street y sus iglesias góticas.

Cada paso que me llevaba a la niebla no disipada por la suave brisa matinal era repetida por el eco de otro dado paralelamente a una distancia sepulcral.

El avance del otro era continuo y mientras yo aumentaba la velocidad a su vez el ser desconocido iba hacia mí sin detenerse.

Eché a correr desesperado alejándome del Liceo sin poder evitarlo.

Pero aquel cansancio del alma aún me tenía preso y necesitaba un momento de reposo.

Apenas sentí que sacaba ventaja de mi perseguidor me apoyé por un momento en el parante del farol cuyo cartel decía "High Street".



Una mano helada... se posó sobre mi hombro.


- Hacia dónde huye Ezra Weeden.


Podría haber sido una pregunta si la voz que la hiciese fuese humana... pero aquel soplo exhalado por la misma muerte frío en vez de cálido, gris en vez de colorido...

Quien así me sorprendía de súbito era Evan Miller, mi maestro.


Casi pierdo el conocimiento con sólo estar frente a él. Su aura envolvente adormeció mi cansado natural y por un segundo en el incendio helado de esos ojos azules me pareció ver mi reflejo empequeñecido, gritando de terror.

Débil, impresionable y a riesgo de ir a dar sobre el pavimento me sentí caer entre sus brazos.

¡Qué helado el contacto de su piel sobre la mía!

Nada me preparó para ese momento, qué tipo de demonio del hielo era aquel... yo estaba consternado mientras Evan Miller inclinado sobre mí, continuaba siendo mi apoyo en medio de la confusión.

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