“porque esa vacuidad que obnubilaba sus sentidos solo desaparecía cuando estaban juntos”
Sólo recordaba de esa noche que todo era oscuro, frío, vacío. Tirado en el suelo con su cuerpo bañado en su propia sangre, con el cuero adhiriéndose a su piel, y sus cabellos rozando su rostro en una caricia por demás dañina… hasta que él llegó. Jamás pudo quitar su fría coraza para preguntarle cómo lo había encontrado, cómo había llegado hasta él…
Pero eso no importaba, porque en ese momento, creyó olvidar el infierno en que estaba viviendo.
“on the ground I lay,
motionless in pain
I can see my life flashing before my eyes”
Cada vez que cerraba los ojos era lo mismo: las escenas de su vida corrían en su ciclo en su mente, permitiéndole ver todo eso que él ocultaba, demostrándole que no era un ser de hielo, que había algo más en el… una necesidad, que él trataba fieramente de ocultar.
Recordaba esa noche lluviosa, cuando el agua caía desde el cielo como las lágrimas que él le negaba a sus ojos. Esa noche, cuando se despidió de lo único que quería, y se alejó hacia un futuro incierto, sólo para perseguir el ideal de vengar la muerte de aquel que había sido su ejemplo. Esa noche, en que dejó atrás a la sublime persona capas de derramar lágrimas por su partida, creando un vacío que lo acompañaría hasta ese día en que vio a la muerte cara a cara por vez primera, y juraron volverse a encontrar.
Después de eso, todo había sido como la antesala al infierno. En su mente resonaba una y otra vez los gritos del hombre que decapitó para poder entrar en la mafia, la cantidad de gente que asesinó para poder escalar posiciones, y la cantidad de mandatos de muerte que impartió cuando esa libreta mortal estuvo en poder de su grupo. Él jamás usó esa herramienta, pero ocasionó y ordenó cientos, que le remorderían en la conciencia hasta en día en que muriera.
En ese momento sentía como si flotara. Todo su ser era una concepción etérea y volátil, que volaba en esa vertiginosa corriente de sensaciones, que poco a poco, iban tornando su mundo en una pesadilla… toda su vida era una pesadilla… hasta haber visto a esa persona, sabiendo que era un espejismo de su mente incoherente, era lo que más le torturaba.
Vivía una pesadilla… y sólo rogaba que alguien lo despertara…
Que él lo despertara…
“did I fall asleep?
is this all a dream?
wake me up, I'm living a nightmare”
Eran frías. Las lágrimas que golpeaban su mano derecha, eran frías.
Lentamente, su mente perdió ese estado etéreo, su alma se vio unida a su humanidad una vez más, y el peso de su cuerpo lo ancló de nuevo a ese mundo cruel, del que él hubiera estado ansioso por escaparse. Pero algo que jamás pensó, fue ver la más bella de las apariciones a su lado, apretando con las manos su diestra, y dejando sobre ellas el peso de su frente. Escasos sollozos salían de esa boca que permanecía oculta para sus fríos cristales celestes, y sólo fue cuando la imagen comenzó a ser más nítida, cuando reconoció esos cabellos, cuando sintió su corazón desbocarse ante la posibilidad de verlo una vez más, que lo reconoció.
Exiguamente movió sus dedos, imperceptiblemente acarició sus manos… y ese rostro se alzó anhelante para darle la mejor vista en esos cinco años, esos ojos color esmeralda que tanto había extrañado, esos labios rosados y carnosos que secretamente se había descubierto deseando, y esos cabellos rojos como la sangre que él mismo había derramado. Entreabrió su boca como pudo, sintiendo las vendas de su rostro y su cuerpo tensarse ante tan nimio movimiento; pronunció su nombre y curvó sus labios en una sonrisa, sintiendo como el vacío que había alrededor de él, se extinguía cuando ese pelirrojo lo abrazaba, cuando esas esmeraldas lo miraron lleno de cariño, cuando esos labios se atrevieron a rozar los suyos… y cuando él le correspondió como jamás había pensado hacer.
Dicen que cuando las personas pierden algo, es entonces que se percatan de cuánto valoraban lo que extraviaron.
Y es que era verdad. Desde esa noche en que se fue del orfanato, el vacío lo apresaba, las noches lo encontraban llorando y mirando sus manos manchas de sangre… era como si una gran vacuidad lo llenara por dentro, haciéndole sentir que lo más importante le faltaba, que había perdido lo único que le importaba, lo único que quería… Era verdad ese dicho, y haberlo sufrido en carne propia era lo más cruel que hubo de soportar.
Ese tibio calor que cubría sus labios se separó lentamente, y sus puñales celes y fríos pasaron a convertirse en dos océanos oscuros, vacíos y muertos, que trataban de hallar las verdes praderas color esmeralda, que le otorgaban en una tácita caricia, todo el cariño que le había faltado.
El pelirrojo cerró sus ojos. Arrodillado en la cama sobre él, se sostenía con las rodillas y las manos, pero su frente estaba recargada en el hombro derecho del rubio, que cubierto de vendajes, había alzado lentamente su brazo derecho, hasta por fin atraerlo por la espalda. No lo iban a negar: se habían extrañado, necesitado, anhelado, deseado, esperado… nunca encontrarían las palabras para decirse frente a frene lo que sentían, porque esa conjunción de cinco letras que resonaban en su mente, no era nada más que un pequeño aspecto de todo lo que experimentaban, de todo lo que habían querido vivir juntos.
- ¿Cómo me encontraste? -preguntó uno.
- Eso no importa ahora -contesto el otro- Sólo prométeme, júrame, que no te volverás a ir así…
Y se lo prometió… porque realmente quería que así fuera.
“I will not die (I will not die)
I will survive”
Abrió los ojos luego de varios minutos, e intentó morder el chocolate, pero realmente no podía… ese sabor, por primera vez, le sabía a muerte. Alargó su diestra, y dejó la tableta casi intacta sobre la mesa al lado de la portátil que, ahora apagada, aún permanecía abierta. Sentía su respiración pesada, oscura, opaca… pero no era sólo la propia, sino que también era la de él, la de quien estaba frente a él, sentado en el sofá con las piernas flexionadas y los codos sobre ella, con el torso hacia delante pero las esmeraldas clavadas en sus cielos tormentosos.
El ambiente lo decía, de nuevo esa vacuidad que los colmaba, que se reía estrepitosamente a sus espaldas, diciéndoles que nuevamente estarían solos, porque ellos habían sido destinados a sufrir y no ser felices, a desearse y no poder estar juntos. Silenciosamente maldijeron al futuro, porque ambos sabían que quizás no se volverían a encontrar, porque fueron pocos los días que pudieron pasar juntos, porque realmente se extrañaban… estando tan cerca, se sentían tan lejanos.
Y en sus mentes ambos repetían lo mismo, se sonreían, se prometían con los ojos que todo estaría bien, y se juraban que si el destino quería separarlos, se volverían a encontrar al otro lado de las puertas de la muerte.
“I will not die, I'll wait here for you
I feel alive, when you're beside me.
I will not die, I'll wait here for you
In my time of dying”
¿Cómo decirse que sólo se sentían vivos cuando estaban uno al lado del otro? ¿Cómo explicarse esos escalofríos que los recorrían, cuando internamente sabía que sería la última vez que se verían, a pesar de que sus palabras se mentían burdamente tratando de consolarse?
Estaban en la misma posición y en la misma situación en que se habían encontrado meses antes en otra cama, de otro departamento, de otra ciudad, de otro país, de otro continente. Uno acostado, y el otro arriba, las hebras rubias como el sol fundiéndose con las rojas como el fuego, mientras sus bocas se unían en un húmedo beso, mezclando así lo que sentían, tratando de convencerse a sí mismos, que jamás se alejarían, intentando infundarse el valor que a cada instante amenazaba con desvanecerse, al repetirse que lo harían porque debía hacerse… porque eran los únicos que podían hacerlo… porque estaban destinados a sufrir eternamente.
“on this bed I lay
losing everything
I can see my life passing me by”
El pelirrojo tenía las rodillas al lado de las caderas del menor, el brazo izquierdo reposando al lado del sublime rostro de ojos celestes, y con la diestra acariciando esa marca cruel que sólo había acrecentado la belleza de ese ser, esa marca que era como el sello de la promesa que la muerte le había hecho, al jurarle que volverían a verse cara a cara. Y era ahora cuando esa promesa apremiaba con cumplirse.
Se separaron, volvieron a mirarse, volvieron a besarse. No querían ir más allá, no querían obligarse a desearse, y a separarse con más dolor del que ya sentían, con más tristeza, con más angustia. Simplemente, querían sentirse y saber que estarían juntos, aún después de la muerte, porque esa vacuidad que obnubilaba sus sentidos solo desaparecía cuando estaban juntos, cuando eran uno sólo, cuando sentían por fin que el mundo no era un triste infierno, y ellos no eran los esclavos que atados con cadenas lloraban entre el fuego y la arena ardiente, la desdicha vivida.
Quizás lo que hacía era demasiado, quizás lo que hacía no era suficiente… pero era necesario. No tenía otra forma de crear ese escenario, no había más ideas. El fin justificaba cualquier medio. ¿Acaso el fin justificaba arriesgar sus vidas? ¿Acaso ése era el único medio que habían encontrado, para poder escapar dignamente de la vida, e irse a un lugar donde sabrían que podrían estar juntos… para toda la eternidad?
Si era un sueño, era una pesadilla… y si era la vida, era insoportable…
Querían despertarse mutuamente, reconocerse en un departamento de clase media, alta o baja, pero juntos, en una vida sin problemas y pudiendo compartir todo, sin armas, sin miedos, sin explosiones, sin el asesino y su endemoniado cuaderno, quizás pudiendo vivir de una forma en que jamás habían podido hacer… simplemente, porque esa vida no era para ellos, porque el destino se había desquitado, porque el futuro les había cerrado las puertas, dejándolos en el lado más oscuro… ¿Y qué mejor forma de escapar, que huyendo juntos?
“was it all too much
Or just not enough?
wake me up, I'm living a nightmare”
Vestido de cuero y sentado sobre la moto, sus ojos celestes enfocaban por última vez a ese hombre que había logrado sacarlo de su oscuridad, darle deseos de vivir cuando sólo era un niño depresivo olvidado en orfanato, y salvándolo de las llamas cuando la explosión de su desesperación oculta bajo la eterna frialdad había amenazado con consumirlo en su fuego. Le debía demasiado, le quería demasiado. Sintió las manos del pelirrojo enroscarse en su cintura, abrazándolo, reposando el frente en su hombro correspondiéndole él a la caricia, soportando las lágrimas y la idea de abandonar todo y fugarse juntos. Su orgullo no se lo permitía… aquella promesa hecha meses atrás, aquel juramento de voluntad, todavía resonaba en su mente y en sus labios, y ambos lo repetían al mismo tiempo, tratando de que su deseo se hiciera realidad.
“I will not die (I will not die)
I will survive”
Se separaron, apenas si podían hacerlo, se juraron con los ojos volverse a encontrar como fuera, y como sea, pero lo harían: estarían juntos. Uno se puso el casco, el otro encendió un cigarrillo. Uno alzó su diestra y con un leve movimiento lo saludó antes de irse acelerando la moto, dejando a sus espaldas a la única persona que lo quería, y que lloraría su partida… por segunda vez. El otro se subió al coche y arrojó el cigarrillo por la ventana, mientras cruzando los brazos sobre el volante, se deshacía en llanto como aquella vez, para luego decidir arriesgar su vida sólo por ese rubio, una vez más.
Después de todo, ellos se habían amado, y habían podido estar juntos, a pesar de que la vida misma se lo hubiera negado… aún mientras esas palabras cargadas de cariño, de deseo, pero de tristeza al mismo tiempo, se repetían constantemente en sus mentes, atosigando sus sentidos.
“I will not die, I'll wait here for you
I feel alive, when you're beside me
I will not die, I'll wait here for you
In my time of dying”
Sólo sabían una cosa, sólo eso sentían.
Uno sabía que iba a morir, el otro quería morir… quizás esa fuera la única salida de ese infierno viviente, hacia el lugar donde al fin podrían estar juntos.