¿Sabes, Sasuke?
— ¿Cómo te sientes, Sasuke? —Pregunto sonriendo de manera burlesca, tú sigues en la misma posición desde hace más de media hora. Quieto allí, a tres metros y medio de distancia de la roca donde estoy sentado.
Cómo era de esperarme, no me dijiste nada, ni siquiera esos “Hn” que soltabas cuando éramos un equipo genin. Y si soy sincero, lo extraño, de la misma manera que extraño tus insultos, tus miradas, tu calor de amigo que se filtraba por mi ropa y mi piel cuando entrenábamos hasta el amanecer para probar quién de los dos era el más fuerte. Tanto en tu casa como en mi departamento. Si Sasuke, sé que sabes que te extraño a cada momento, sino, no estaría aquí, y si no te echara de menos tampoco habría desperdiciado todos estos años intentando recuperarte. Entrenando hasta la muerte para hacerme fuerte y sobrepasarte. ¿No lo crees así? Expreso en voz alta mi pensamiento, más vuelves a ignorarme. Creo que debería acostumbrarme a ese silencio de tu parte.
Suelto una risilla juguetona al ver que ambos hemos perdido demasiado durante todo este tiempo…
—Espero que Sakura-chan nos este viendo desde allá arriba —digo bajando levemente el rostro, me golpeo la frente al recordarlo porque imagino tu cara con un levísimo gesto de sorpresa—. ¡Tú no lo sabías! —Exclamo levantando el rostro, puedo sentir como la humedad de unas cuantas lágrimas me salpican las mejillas—. Antes de venir aquí, un idiota de Akatsuki, Pein si mal no recuerdo atacó a Konoha…Y… —trago saliva audiblemente para evitar que más lágrimas sigan surcando mi piel, esa salina sustancia me quema como no tienes idea-. Sakura-chan murió en sus manos tratando de proteger mi paradero…
Callo, no puedo evitarlo más, el temblor de mi cuerpo es tan fuerte que me afirmo en las puntas de la roca para hacerme daño y sentir menos dolor. Ahora, sé lo que se siente perder a tu familia, no, no me malentiendas, tú eres parte fundamental de mi familia, pero no estabas muerto. Esa es la pequeña diferencia, pero ahora, por más que busque y entrene, no puedo recuperar a Sakura-chan…Y duele, y ahora te comprendo, y tengo unas ganas tremendas de aullar y romper todo lo que éste a mi paso para soltar todo el dolor que me invade. La quemazón que me recorre cada vez que imagino sus cabellos rosados mecerse con el viento, o cuando visualizo su puño dirigiéndose a mi cara con fuerza es algo indescriptible, y bueno, sabes que nunca le preste demasiado atención a las emociones, pero…
¿Sabes lo terrible que se siente decir alguna estupidez y que ya no habrá ningún puño pegándote en tu cara?
¿Sabes lo doloroso que es sentir esa astilla en tu corazón cada vez que te acercas al puente en el que solíamos juntarnos?
¿Sabes lo angustioso que es que Sai me pregunte qué hacer cuando comienza a llorar por Sakura-chan y me señala su corazón?
¿Sabes lo difícil que es responderle que eso es dolor?
¿Y que gracias a la muerte de su compañera de equipo, él ha prendido a sentir?
¿Sabes que esto no habría ocurrido si te hubieras puesto a pensar en que no estabas solo? ¿Qué nos tenías a nosotros?
¿Lo sabes acaso, Sasuke?
—Lo que siento, es incluso peor a cuando Kyuubi se escabulle por mi chakra…
Vuelvo a mirarte a los ojos, tú en ningún momento me has quitado los tuyos de encima. El recuerdo de Sakura-chan sigue allí, golpeándome, pero logró sobreponerme y esbozar una sonrisa.
—Sabes, nunca lo dije pero me gusta mucho tu mirada Sasuke. Me refiero a que, siempre me habría gustado poder esconder mis emociones de esa manera tan perfecta.
Si, perfecta.
Esa, es la mejor palabra que te define. Porque eres un ser perfectamente macabro, al que yo he seguido hasta aquí. Al que le he entregado mi vida desde que nos conocimos en la academia. Incluso me atrevería a decir, que eres la única persona que ha visto hasta lo más profundo de mi alma.
Si Sasuke, si me lo preguntases en algún minuto soy capaz de admitirlo, estoy obsesionado contigo, estoy obsesionado con seguirte, superarte, tenerte a mi lado…Al punto de que me fue imposible haberme negado al águila mensajera que me mandaste cuando yo estaba por llegar de mi entrenamiento, y ya ves, aquí estamos los dos. Como siempre ha ocurrido desde que te fuiste. Aún el recuerdo de cuando te vi se hace presente con una claridad tremenda en mi mente…
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El viento azota mi cara con fuerza, quizás se deba a la velocidad inhumana a la que voy saltando de rama en rama. No lo sé y no me importa; el hecho de verte Sasuke, de que tú me hayas mandado una misiva con las palabras “Necesitamos hablar con urgencia dobe. Búscame en el lugar donde asesine a Itachi…” me hace adquirir habilidades superiores, las cuales en mi vida diaria nunca usaría; pero, como siempre, tú eres mi fuerza interna.
Esbozo una sonrisa de triunfo al ver las ruinas del último lugar que albergó noticias tuyas. Ahora, corro a campo abierto saltando algunos escombros. Esquivo lo que antes parecía ser una gigantesca muralla y mi sonrisa se ensancha y mi corazón se llena de un gozo indescriptible, tan así que por un instante esa sensación que me oprime el pecho me impide respirar; Allí, al medio de todo estás tú, envuelto en una magnifica silueta grisácea que la Luna oscurece cuando se oculta entre las nubes. A medida que me acerco te veo de forma más detallada, estás de pie de forma solemne, desplegando por cada uno de tus poros esa maldita arrogancia tuya, con una mano apoyada de forma demandante en tu cadera. Divertidamente pienso que si cualquiera te viera, chillaría al encontrarse tan condenadamente sensual.
Y bueno, no niego que lo eres, pero de ningún modo yo chillaría…Ni que estuviera demente.
— ¡Sasuke!
Sé que no era necesario, que ya me habías visto, e incluso podría jurar que me sonreíste; a tu arrogante y engreída forma claro ésta, pero una sonrisa es una sonrisa.
La ansiedad que me embarga es tanta, que nuevamente siento la falta de aire. He llegado a pensar que algún día me moriré tan solo con verte.
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—Creo que es hora de volver a Konoha, Sasuke —comento con naturalidad mientras me levanto de un salto de la roca, lentamente comienzo a caminar hacia dónde estás. Aún, sigues sin moverte—. Las pocas personas que quedan con vida, estarán esperando felices tu llegada…
Me acerco hasta quedar a unos cuantos palmos de tu rostro. Y sin evitarlo, comienzo a llorar, y grito Sasuke, te grito todas las cosas que siempre quise decirte.
— ¿Sabes que tan diferente habría sido todo si hubieras aceptado mi ayuda, idiota? —Cuestiono abriendo los brazos y agachándome para quedar a la altura de tus ojos. No hago nada para limpiar las lágrimas que nuevamente vuelven a escocer mi cara, aprieto mis puños hasta que logro hacerme sangrar las palmas, solo deseo causarme la mayor cantidad de dolor que sea posible hasta que el idiota de Kyuubi comience a curarme—. ¡Por qué tenías que ser tan cabrón como para no aceptar ayuda! ¡Mírate! ¡Mírate, Sasuke! ¿En esto querías convertirte?
Sollozo, sollozo con tanta pena que me doy asco, me doy lástima porque no soy capaz de evitarlo. Maldita sea, mírate Sasuke, mírame Sasuke…En esto te ha llevado el camino del odio; de la venganza estúpida contra Itachi. Si, aún desconozco por completo lo ocurrido allí, me debes esos detalles, pero no me interesa saberlos realmente. No me interesa saber que fue lo que te hizo mandar esa águila y encontrarnos.
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El silencio entre nosotros es tanto que comienzo a sentir ese cosquilleo de paranoia, y una parte de mi ser, seguramente la racional me murmura que huya, que no vuelta a verte en mi vida. Pero no puedo, estoy allí, mirando tu cara oculta por ese molesto flequillo. Por primera vez no sé qué decirte.
—Perdóname… —murmuras tan bajo que por un instante creo que es un sonido del viento.
Levantas tu rostro, y, como si yo fuera un chiquillo debilucho retrocedo unos cuantos pasos. Entenderás que verte de esta manera me desgarra el alma y no me hace reaccionar como la persona impulsiva que suelo ser siempre.
Estas llorando.
—Sasuke…
Un largo camino corre por tus blancas mejillas, haciéndolas ver más pálidas de lo normal, me parte el corazón verte así, porque, más que lo inusual de ver a Sasuke Uchiha llorar; los sentimientos, los sentimientos negativos que visualizo en tus lágrimas y en tus ojos me oprimen el corazón.
—Tenías razón, Usuratonkachi…
Te acercas a mí con una lentitud que hiere, yo, aún conmocionado siento un millón de preguntas atoradas en mi garganta, cada una creyéndose más importante que la otra intenta luchar para que las deje salir. No me muevo ni un solo milímetro esperando tu reacción.
Mis ojos se abren desmesuradamente al sentir tus manos cerrarse contra mis hombros. Pero, lo que hace que me ponga a llorar en tu pecho al corresponder ese gesto son las emociones que siento en ti. La angustia, el dolor, la desesperación, el arrepentimiento; cada una hace que me estremezca y que me acurruque más y más en tu cálido pecho desnudo. Mis brazos se cierran más y más, haciendo que nuestros cuerpos se junten.
— ¿Por qué, Sasuke?
En mi cabellera siento como tus lágrimas caen, cada una como una aguja mortal que me penetra hasta el alma.
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Aún, después de media hora de aquello no sé qué diablos te llevó a esto. Ni el abrazo, ni tu carta, ni nada…
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—Te quiero, dobe.
Seguimos en ese abrazo sentimental durante mucho rato, me susurras palabras que me niego a creer, que no deseo que sean verdad. Que intento ignorar con toda mi alma porque ya no quiero sufrir por ti. Inesperadamente te separas, las lágrimas ya no están en tu cara y tu rostro ha vuelto a ser el de siempre, salvo por una diferencia enorme:
Estas sonriendo.
Y te ves feliz, y yo te siento feliz.
—No me sigas, Naruto.
No entiendo, estoy a punto de reclamar y de prohibirte que osaras siquiera a irte de este lugar, pero no alcanzo a responder.
— ¡NO!
Tú, acabas de clavar en tu corazón la espada que solías llevar. Tu sangre caliente sale a chorros y gran parte de ella me salpica el rostro…
Y tu sonrisa, deformada, sigue allí.
Y mi corazón se detiene, porque siente que quiere morir contigo...
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— ¡Eres un desgraciado! ¡Ni siquiera te dignaste a esperar a que te acompañara! No sabes-No sabes lo que me habría gustado haberte seguido al infierno…
¿No lo entiendes? Yo no quería que esto pasara, yo quería llevarte a Konoha pero no de esta manera, con un inerte cuerpo en mis brazos.
¿Tanto me odiabas como para cargar con la culpa de no haberte salvado?
—Sabes Sasuke, me has condenado. Me has condenado a buscar de por vida al causante de tu muerte —comento mientras comienzo a caminar con tu cuerpo frío en mi espalda, uno de tus flequillos negros acaricia mi oreja constantemente. Suspiro, sin dejar de llorar—. Por qué no soy yo, no fue Itachi, y no me detendré hasta patearle el alma al desgraciado hijo de puta que te hizo esto.
Lo único que tengo como pista es una desgastado papelillo amarillo que me entregaste antes de morir, a medio de ese abrazo. Un papelillo que tiene el nombre de un tal Madara.
Mi presa.
¿Sabes lo que se siente condenar a la persona que amas a la oscuridad?
Yo lo sé porque acabo de hacerlo contigo.
Fin~.