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Sin Tí - Ira por AthenaExclamation67

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Sin ti

By AthenaExclamation67

 

Impensable. Así decían cuando se referían a la relación empezamos.

Quizás la cercanía de nuestros templos, los entrenamientos que siempre realizamos juntos, las largas charlas que manteníamos, el consuelo que me ofreció cuando murió mi hermano fue lo que hizo que me enamorará perdidamente de él.

Empezamos a pasar más tiempo juntos, más del que ya pasábamos, pero sin ningún tipo de excusa, no era necesario un entrenamiento o la salida de alguna reunión en el templo de audiencias. Poco a poco, nos fuimos atreviendo a ir al templo del otro con la única propuesta de disfrutar de su compañía. Un algo que ninguno nos importaba ya que si algún día yo no me atreví a ir por miedo a molestar, Shaka aparecía así por casualidad, con su estupenda sonrisa y sus maravillosos ojos azules iluminan las paredes de mi templo y también mi corazón.

Y así fue que un día, uno de ésos en el que apareció de la nada en mi templo, me atreví a confesarle que le amaba, me costó mundo decirlo, y pensé que había metido la pata ya que todo sucedió una milésima segundo. Shaka se iba era bastante tarde y debíamos descansar para estar en forma la mañana siguiente. Lo acompañe la puerta, como siempre hacía y admiré por última de su sonrisa, su preciosa y maravillosa sonrisa.

-       Adiós Aioria - dijo - hasta mañana.

Y se dio la vuelta para marcharse, pero un impulso, algo dentro de mí me llevó a cometer esa locura, lo tomé de un brazo y con mi otra mano sujeta su nuca para después robar un beso de sus preciosos labios.

-       Shaka... - te amo... - susurre sin separarme de su cuerpo, hablándole con mis labios pegados a los suyos.

Mis ojos estaban cerrados, apretados, y mi cuerpo empezaba temblar esperando su respuesta, su rechazo, que me empujase, que me golpease, incluso que me gritará cuanto me odiaba, pero no fue nada de lo que me esperaba. Pude ver su sonrisa e incluso con los ojos cerrados, disfrute tanto cuando nuevamente se unieron nuestros labios.

Esa cálida sensación que nos provocó nuestro primer beso, ese sinfín de sensaciones cuando en aquella misma noche me entregaste tu cuerpo. El mejor regalo que jamás recibí y el último que recibiría.

"Sólo tu Shaka, tú y nadie más"

Le repetía mientras le amaba, sintiendo como correspondía con sus actos, enroscado sus piernas a las mías, envolviéndome con sus brazos, acariciando mi cuerpo con sus labios, olvidándonos de todo y de todos, simplemente amándonos en esa preciosa noche, la primera de muchas otras que compartiría en tu compañía.

Jamás nos decidimos a quedarnos en uno de nuestros templos, éstos debían ser protegidos, aunque recuerdo tan bien, las noches las pasábamos en el mío, ya que si querían asaltar el suyo, debían adentrarse en lo más profundo, entre las columnas que aguantaban el mío.

Pero aquello, toda esa felicidad, toda la dicha que compartíamos quedó truncada un día, una noche fatídica en la que ya quedábamos pocos de nosotros vigilando el santuario de nuestra querida diosa, los demás ya no estaban, habían muerto el anterior batalla, y yo sin poder creerlo, sin esperar que todo eso sucediera, perdí lo mejor que había tenido en toda mi vida.

A ti Shaka, sólo a ti quería ver que cuando me enteré de la sucia traición de nuestros compañeros muertos. Protegerte, ayudarte aunque por eso perdiera la vida. Pero eso no sucedió, tuviste que sufrir la larga agonía hasta la muerte, muerte a manos de nuestros compañeros, nuestros amigos, al menos así lo creímos.

Corrí mucho, sólo quería llegar a tiempo para verte, para impedir que te enfrentaras tú sólo a esos tres caballeros, pero no logre, cuando llega tu templo ya sabéis encerrado, Mu con sus palabras, sólo logró confirmarlo, y ya no quedó otro remedio que esperar, rezar por ti, por tu alma hasta que te mataron.

Unos pétalos salieron unos por la abertura que se hizo la puerta de tus aposentos privados, unos manchados con sangre, con tu sangre que aún que no quisiera admitir tenían significado, una misión que cumplir.

Pero yo no puede ver nada más, sólo me invadió la rabia, la ira, el dolor por haberte perdido, la soledad que viviría.

-       Sólo queremos su cabeza, la de Athena, dejarlos pasar y no sucederá nada - hablo Saga, el impostor que también hizo que mi hermano muriera.

Éste llegó mi cuño contra la pared por la rabia. Ahora ya no estabas, ahora, sólo quedaba la ira, la rabia de tener que pensar que jamás volverías, que jamás volvería a verte con vida, vida que pensaba arrebatarles, para vengarme de tu muerte.

Las lágrimas rodaban, caían de mi cara al suelo, furiosas, clamando venganza, venganza que me negó mi propia diosa, venganza que por otros fue ejecutada.

Pero no fue sala única vida que se perdí esa noche, debíamos enfrentar nuevamente una gran batalla, el sello se había roto y por el bien de toda la humanidad, por un segundo, para cumplir con nuestro deber como Shaka siempre me decía.

Juntos después de averiguar el plan, después de ver cómo moría nuestra diosa, después de saber que tu ya  sabías  lo que sucedía, olvide toda la rabia, toda la ira que sentía y luche, consciente de que tanta bondad, la que tú tenías,  te había hecho sacrificar tu vida para poder acompañar a nuestra diosa hasta el mismísimo Hades.

Sólo hubo oscuridad después de eso, nuestras muertes, la de todos nosotros que también entregamos nuestra vidas para ayudar a los pequeños caballeros de bronce, pequeños pero con una gran fuerza, una que hizo que el bien prevaleciera a pesar de que la sentencia para nosotros estaba escrita.

Habíamos enfrentado los dioses, una gran osadía, una por la que seríamos castigados. Ya no había dolor, pero yo sentía una ira contenida, una que provocaba que mi alma, vagara por el limbo en espera de que la sentencia fuese ejecutada.

Pero toda esa ira, la rabia, la pena que me dominaba por no haber podido defenderte, cuidarte y protegerte fue olvidada, fue dispersada cuando tu alma nuevamente se reunió con la mía.

Corrí, lo más rápido que pude hasta que logre alcanzarte, no podía asegurar que fueras tú, sólo veía tu espalda pero cuando me envolvió esa fragancia, la que tu cuerpo desprendía sólo citar tú nombre mientras corría.

Volteaste y se volvió iluminar mi cara con tu inmensa sonrisa, con tus ojos, con toda la esencia de tu alma que envolvió la mía.

Entonces la sentencia fue ejecutada, los enterrarían, las almas permanecerían cautivas dentro de aquella estatua, pero ya no me importaba, no había dolor, no había ira ni tampoco rabia, sólo puede sonreír, feliz por haberte encontrado, feliz porque al fin volvías estar en mis brazos a pesar de la desdicha, es feliz porque a pesar de que permaneceríamos por siempre en esa jaula de piedra, por lo haría contigo, por siempre a tu  lado, dichosos de haber cumplido con mi deber y de que aunque muerto, pasaría toda la eternidad al lado de mi amado.

- Fin -


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