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Lo que te dije al oído cuando estábamos dormidos... por katzel

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Notas del fanfic:

A Yukino, Dian chan y Sab por soportar la amistad de esta persona llamada Katzel

Faltaban dos días para la boda y miss Rose necesitaba urgentemente su mágico vestido azul.

Olivert caballerosamente se había ofrecido a enviar la prenda a una costurera profesional para arreglar el visillo del cierre que Danna había malogrado en su afán de ajustárselo.

Para miss Rose era la excusa perfecta para volver a ver al rubio ya que no se le ocurría otra manera en que una damita respetable pudiese acercarse sin revelar sus intereses románticos en el tutor.


"Es mi oportunidad"
- se decía a sí misma sujetando su taza de té.

"Pronto podré atreverme a invitarlo a casa para que conozca a papá... luego me cortejará con toda libertad... y después de nuestro noviazgo lleno de detalles primorosos como ese par de ojos azules, nos casaremos y le haré vender la casa de Osten Square para que viva aquí... y tendremos hijitos lindos, lindos como él..."


En todo ese plan de vida había un pequeño inconveniente, una espina clavada en medio de la piel que no dejaba de preocuparla.

Se trataba de ese muchachito alemán llamado Danna...

Había una duda aún no despejada en la tienda de novias de las intenciones del archiduquesito con el preceptor Olivert Kenwood.

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Delante del pizarrón negro de la biblioteca, Olivert dibujaba con tiza blanca la fórmula del triángulo rectángulo.

Su voz didáctica, masculina, fuerte, entraba como un hechizo en los oídos de su pupilo pero no dejaba ni un sólo retazo de conocimiento con ella.

Danna se comía al maestro con los ojos lamentando las miles de veces que había estado sentado en ese banquito pensando en tontos chicos inferiores en belleza e inteligencia a su querido Olivert.

Imperdonable.

Seis meses de contacto libre y absoluto perdidos por andar cazando mariposas en los jardines equivocados.

Danna Eichman se juró a sí mismo que recuperaría intensamente ese tiempo grabando momentos imperecederos de amor.

Olivert señalaba con la varilla los lados de la figura.

- Decimos por eso que la tangente se define como...

Algo andaba mal... muy mal...

Danna estaba con el cuerpo inclinado absolutamente hacia adelante sacando una placa mental a escala de todo el cuerpo del maestro con sus mínimos detalles.

Olivert sabía que la trigonometría no despertaba ese tipo de reacción en él así que era obvio que la postura no se debía a sus profundas lecciones.

Tosió un poco y carraspeó algo fastidiado.

- Si el ángulo es treinta entonces la tangente sería...

- Me besaste en el vestidor...

Una pequeña gota de sudor fue limpiada de la frente de Olivert.

- Esa respuesta es incorrecta joven Eichmann... recuerde que el opuesto a treinta es sesenta y los valores de los lados son...

- ...bajaste el cierre de mi vestido azul acariciando mi espalda...

Otro ya habría perdido los papeles pero Olivert frunció el entrecejo ignorando aquellos valiosos aportes matemáticos.

- ... la cantidad que debemos colocar aquí en la tabla de valores es...

-...tu aliento recorrió mi cuerpo en un segundo dejándome sin habla... fue muy erótico...

- Ya que no está poniendo atención llenará toda la tabla de valores desde el inicio...

Los puños de Danna cayeron sobre su banquillo.

- ¡No estás escuchando una palabra de lo que te digo! ¡God Dam! ¡Eres una maldita máquina de calcular! ¡Du bist eine....!

El resto era el discurso clásico del "alemancito enfadado" con todas las ricas inflexiones bárbaras del discurso.

Instintivamente el muchacho buscaba con la mano algún objeto contundente para iniciar la batalla campal.

Olivert se cruzó de brazos serenamente, esperando.

Danna seguía palpando a derecha e izquierda sin encontrar nada.

El maestro con voz irónica le preguntó si sucedía algo.

Recién Danna pudo darse cuenta que no tenía a su alrededor algo que pudiese lanzar.

Era a propósito...

Olivert había mandado a retirar o encerrar todo lo que pudiese servir de proyectil.

Los libreros estaban cerrados con candado y las cosas guardadas en los cajones.

La tiza y la mota las tenía él y el bobo de Danna ni siquiera había llevado un cuaderno de apuntes.

Esto encolerizó más al muchacho. Tener la osadía de anticipar sus pataletas e impedirlas con ese aire de superioridad.

- Y bien... Danna Eichmann... vamos a llenar esa pizarra o no...

Al discípulo se le ocurrió una idea genialísima.

De hecho sí tenía algo que lanzar.

Agarró el banquillo en el que se sentaba y lo aventó por sobre su cabeza gritando como descosido que no solo los mapaches donaron su material genético para crear a Olivert sino los kiwis, los, burros, los demonios de ocho patas y un ave graciosa medio coja que había visto en el zoo pero de la que no se acordaba el nombre.

Tan embebido estaba con los hipotéticos antepasados de Olivert que cuando intentó enfocarlo visualmente tuvo que bajar la cabeza por que el pobre estaba tirado en el piso sin lentes y con un leve chinchón en la frente.

Danna corrió arrepentido a ver a su amor.

- ¡Olivert! ¡Olivert!

El rubio respiraba bien.

No había rastros de sangre por ningún lado.

Y su pulso era estable.

Danna se sentó más tranquilo tendiéndolo sobre su regazo.

- No te pasarían estas cosas si fueses más amable conmigo...

Pero ya no tenía ganas de reñir con él. Se veía tan hermoso... y estaban solos... encerrados en la biblioteca... no intentar nada teniéndolo así sería muy estúpido así que como Danna se consideraba lejano a todo tipo de estupidez se inclinó a besar a su rubio mandón.

Éste proseguía desmayado.

Danna decidió que la próxima vez que se besasen Olivert tendría que hacerlo por su propia voluntad.

Se quitó el saquito de paño y lo dobló para ponerlo bajo la nuca del maestro como una almohada.

Y así con el sol cálido entrando por la ventana se echó a su lado sobre su pecho.

Estaba tan tranquilo y apacible que pronto se quedó dormido en el país de "buenas noches".


Los criados tuvieron que recurrir al cerrajero para abrir la puerta ya que ambos llevaban dos horas durmiendo sin dar señales de vida.

Al entrar todos rodearon a la pareja con curiosidad pues oían algunos susurros entreambos.

Olivert tenía a Danna abrazado y viceversa con total naturalidad.

- ... te gusto...- decía el noblecito - ...no lo puedes negar... me amas... te mueres por mí...

- ... estás insano... no me gusta cómo alucinas... y sería mejor que lo vayas dejando para concentrarte en tus estudios...

(en su modo "off" Olivert tuteaba a Danna)

- ... lo haré cuando dejes de devorarme con la mirada y pensar cosas libidinosas conmigo, maestro de pacotilla...

- ... niñato engreído... te voy a domesticar... si he podido amaestrar perros tú serás un paseo... quieras o no serás todo un gentleman...

- ... god dam... compararme con un perro... a mí... a mí... que tengo dinero suficiente para comprar hasta tu miserable alma...

- ... tienes razón... pobres perros... al menos ellos tienen más dulzura... y no te apoyes en el dinero de tu padre... eso no es tuyo... conviértete en un hombre de una vez...

Los criados temblaron tomados de las manos.

"El señor Olivert y el señorito Danna... están... están... están... ¡¡¡PELEANDO DORMIDOS!!!"

Un grupo cargó al chico llevándolo escaleras arriba a su recámara.

Otros despertaron a Olivert dándole algo de beber.

Cuando él oyó el relato detallado desde el banquito hasta la pelea sintió una jaqueca larga y profunda.

"Ese Danna... ese Danna... va a terminar matándome..."

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