Despertó sobresaltado en la oscuridad de la noche. Su piel transpiraba a marchas forzadas haciendo competencia a su corazón, que si no fuera por los órganos y la piel que lo detenían ya habría puesto pies en polvorosa. Con pesadez se levantó del sofá donde se había dormido leyendo un libro y se dirigió al baño; y sin encender la luz, sólo con la iluminación de la luna, se miró al espejo. Aún temblaba de excitación por el recuerdo del sueño, fue tan... real... como llevaba siendo desde hacía semanas, una ilusión como le había dicho su ex-esposa, un deseo insatisfecho fue lo que le dijo su amigo. Pero él no lo podía aceptar, ellos no lo entendían, no entendían a que calibre llegaban sus sueños, el no podía querer a... ese castaño de mirada amielada... no de esa... manera...
Abrió el grifo para dejar correr el agua fría y mojarse el rostro con ella. Se mantuvo un rato inclinado sobre la pica sin moverse, sólo reflexionando, pensando, rememorado esos ojos...
-Ugh... –se quejó mientras se incorporaba majestuosamente –los Malfoys no sueñan... eso –ni siquiera pudo poner nombre a su sueño –Lucius Malfoy... no pudiste caer más bajo... –se reprendió.
Se dirigió de nuevo al sofá rememorando cuando dio pie a esa situación. Hacía tres meses, noche tras noche desde que pasaron al bando de la luz, desde que la familia Malfoy al completo pasó a ser espías a favor de Potter, a favor del... y aunque le costara reconocerlo... novio de su hijo. Pero entonces sus sueños eran...soportables... esos sueños eróticos, en el que día tras día poseía el mismo cuerpo, pero siempre en la penumbra, sin ver el rostro de su amante... pero en ese entonces no le dio importancia, siquiera que fuera un hombre, porque sinceramente, aún teniendo una hermosa esposa, a el le interesaban los hombres. El problema y susto vino cuando el rostro siempre oscuro cobró color, el mismo día que definió su divorcio con su esposa, por mutuo acuerdo cabe destacar, ese día fue el primero. Cuando ya en su acostumbrado sueño se encontraba con la silueta oscura que se le acercaba y besaban con pasión, le tocaba e iniciaba el camino a la misma cama de siempre y allí invertían tornas, entonces el tomaba totalmente el control y empezaba a desnudarlo y esparcir caricias recibiendo a cambio suspiros y susurros pidiendo por más, siempre en un tono dulce. Y como siempre el seguía sin responder a las palabras... al menos no hasta que, por primera vez, su nombre fue pronunciado, era la primera vez que oía su nombre exclamado con ese gozo, y fue cuando no pudo reprimir alzar la mirada para verlo a la cara... y no fue oscuridad la que vio, un brillo dorado, los ojos más dulces que jamás había visto. Se incorporó para verlo mejor y entonces la imagen se aclaró más, ya no eran sólo los ojos, todo el rostro, reconocía ese rostro.
-¡Tu! ¡¿Remus Lupin?! –fue el grito antes de despertar.
FIN de Ilusión