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Inspiraatio por Luna_de_Marzo

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Notas del fanfic:

Mejor título, pero aún malo.

Este one-shot lo escribi hace un año para el cumpleaños de mi novia. Me costó trabajo y es una pieza tirando al surrealismo; lo que quiero decir es que no tiene mucho sentido lògico.

Puede llegar a ser un tanto confuso ya que no se mencionan los nombres de los personajes. Pero se trata de un yaoi, uno simple xD. Esta dividido en actos, como una obra de teatro, pensé que así se entendería un poco mejor la trama.

Gracias a quien lo leea, fue hecho con amor.

Notas del capitulo:

(Textualmente)

Felicidades Amor! 

Bueno… pues como lo prometido es deuda aquí esta tu regalo de cumpleaños. Con lo que sabes de literatura, seguro notarás que no es perfecto, pero ya sabes que lo hago de corazón. Hasta ahora llevo un par de meses trabajando en esto (que pena que es lo mejor que pude hacer en tanto tiempo) y tratando de que quede mas o menos coherente. (Aún así no tiene título…es que sinceramente mi cerebro no da para más)

 

En fin…tú sabes que te amo más cada día y que te amaré por siempre mi cariñito.

 

Y pues bueno, sin más que decirte te deseo el mejor de los cumpleaños, toda la suerte del mundo por que te mereces lo mejor y que cumplas muchos años mas corazón!!

 

¡Te amo!

  

~ Tu pollito temerario. xD

 

 

“Siempre termino por regresar.

 

Aquí estoy, en frente de este sauce, ese mismo donde alguna vez fui a parar a refugiarme de la lluvia. Ese mismo bajo el que te vi por primera vez, durante una húmeda tarde de verano.

 

Aquí estoy. Esperando como siempre, esperando como nunca aquel destello nacarado de tus ojitos negros. Esperando con las ansias de siempre esa gracia de tu sonrisa y el sonido de tu voz.

 

Aquí estoy, recordando con detalles la tormenta que en estas mismas tierras de algún modo nos juntó al pie de este mismo retorcido, calmo, viejo y vetusto sauce llorón.

 

De algún modo agradezco a la vida, agradezco al clima y al sauce llorón por nuestro primer encuentro inolvidable.

 

Casi es hora. Listo. Justo hace un año, justo a esta hora fue que te conocí; mi estrella, mi luna y mi sol; mi cielo mi tierra y mi mar; mi vida, mi perdición…mi amor.

 

Ese amor que conocí en una lluviosa tarde de verano, bajo este mismo sauce llorón. Esa gracia que se unió a mi vida, esa misma que el invierno marchitó.

 

¡Maldito seas invierno! Maldita sea la gracia que me arrebató –“

   

--¡Maldito lápiz!—Me levanté de mi asiento y busqué mi bolsa, excavando literalmente en esta en busca de otro lápiz, no encontré nada que me pudiera servir para continuar escribiendo. Me desencanté.

 

Volví a sentarme y miré entonces a mi “obra”, si es que se le puede llamar así, un trozo de papel repleto de ideas enredadas y sentimientos que muchas veces no caben en mi comprensión. Repasé las palabras de este texto y noté que, tal como la punta de mi lápiz, mi inspiración se había quebrantado.

 

“¿Amor? ¿Qué es eso?” Solté un suspiro y apoyé los pies con toda descortesía sobre la bonita mesa de café que yacía frente a mi en ese momento. Fijé entonces la vista en el techo del establecimiento lleno de almas que miraban curiosas y con desapruebo al loco que subió los pies a la mesa. Me importa poco que miren, en serio que si; lo que en verdad quiero es terminar mi texto.

 

Leí entonces la última línea que logré escribir. Después de repetirla en mi mente un par de veces comenzó a perder su sentido, no tenía idea de cómo expresar con palabras un sentimiento tan difícil de definir. Que, claro, para comenzar no tenía idea de en que constaba y no podía comprender a la gente que perdía la cabeza por algo tan simple y llano como un sentimiento. Quizás el amor no es más que una simple reacción química. Comencé a preguntarme si debería dejar el texto sin terminar y pasar a oro tema menos… ¿banal?

  

--¿Serías tan amable de bajar tus pies de la mesa?

 

Esa voz me irritó profundamente. Estaba listo a despegar la vista de mi hoja de papel y darle una buena lección a quien se atrevió a perturbar mi concentración.

 

Alcé, pues, los ojos y los topé de pronto con esos otros. Deslumbre. Mi enojo se disipó como una gota de sangre en el mar, solo con mirar de lleno esos ojos, esas perlas negras que clavaban su atención en mis ojos vacíos. Quedé sin habla.

 

--¿Pasa algo? ¿Estás bien?—le escuché decir con voz melodiosa a algo que solo puedo describir como una criatura, un ente de misteriosa belleza que enmarcaba con su rostro ese par de negros destellos.

 

¡Madre mía! ¡Esos ojos! Traté sin éxito de apartar mi mirada, traté sin éxito de articular palabra. Los ojos solo me miraban como si fuera transparente y nada fuera un misterio, nada un acertijo para ellos.

 

¡Claro!—Bajé los pies de la mesita de café con todo el atropello y la torpeza que fui capaz de demostrar.

 

Esa otra persona se echó a reír. Que sonido más lindo el de su risa que escapaba de entre sus labios afilados. “¿Te asusté? Perdona” le escuché decir mientras que tomaba asiento en la silla frente a la mía, del otro lado de la mesa. Yo inmediatamente desvié la mirada, sintiendo la sangre agolparse en mi rostro por una vergüenza cuya razón en ese momento yo no comprendía.

 

Después de unos momentos en los que a mi parecer logré calmarme, regresé la mirada hacia mi acompañante. Mi corazón dio un vuelco al ver a ese ser fantástico tomando mi texto entre sus bonitas manos y acariciando las palabras plasmadas en este con su encantador juego de ojos.

 

--¿Escritor?

 

--Remedo de uno…--Mis nervios aumentaban mientras le observaba leer mi texto inconcluso, esa hoja de papel empapada de sentimientos completamente enmarañados.

 

--Es bonito…pero muy tiste, si me permites opinar.

 

--¿Te parece?--¡Tonito! Le contesté con otra pregunta solo para mantener su atención cifrada en mi persona.

 

--¡Claro!—Me miró de nuevo—Pero creo que necesita algo más de luz… y es un poco redundante aun que creo que eso le da su gracia.

 

--¿Eso piensas?—De nuevo respondí con otra pregunta con toda la intención del mundo.

 

--Bueno…si. –Sonrió y sus ojitos brillaron más.

 

--Y…--Tomé un sorbo de mi taza de café para hacerme el interesante--¿Tienes alguna idea para terminarlo?

 

--Lo tendría que pensar –hizo una pausa- las letras no son mi fuerte.

 

Volvió a hundir los ojos en el papel, leyendo y releyendo el final. Yo me puse nervioso nuevamente, con cierta tanda de vergüenza por saber exactamente las palabras que estaba leyendo justo frente a mí.

 

Traté de olvidarme de la pena y me puse a mirar esos ojos de nuevo, valla que eran bonitos, brillantes y con ese encanto que---

 

¿Qué? Perdí de vista sus ojos de pronto. Salí de mi transe solo para verle desaparecer bajo el borde de la mesa y agitarse debajo de esta.

“¿Qué haces?” pregunté mientras me inclinaba, confuso, para ver lo que estaba haciendo debajo del mueble. Vi solamente sus piernas así que volví a levantar la mirada. Estaba levantándose de la silla.

 

--¡Ven!—dijo con notable alegría en su tono de voz mientras que se echaba mi bolsa al hombro y caminaba hacia la puerta.

           

2

Me levanté, tomé mi texto y el lápiz roto y le seguí a la salida del café. Cuando cruzaba escasamente el bonito arco del umbral, recordé lo evidente. No había pagado la cuenta.

 

Regresé a prisa al lugar donde estaba anteriormente sentado, abrí con atropello mi cartera y dejé sobre la mesita de café el primer trozo de papel moneda que pude palpar. Regresé entonces a la puerta mientras guardaba a ciegas la cartera en el bolsillo derecho de la parte de atrás de mi pantalón. Miré a los lados ya afuera del café, al no encontrar la criatura de los ojos comencé a desesperarme.

--¿Te ibas sin pagar?—le escuché reír a mi espalda. —Eres un despistado.

 

Giré la mirada hacia atrás para de nuevo no encontrarle. Confundido, regresé hacia el frente la vista solo para clavarla de golpe en los ojos perlados. Di un sobresalto, el ser comenzó a reír nuevamente. “Siempre estoy asustándote” agregó entre risas mientras se daba la vuelta y caminaba a paso lento, un tanto despreocupado, alejándose de mi.

 

No pude más que seguirle. Sin ser capaz de desviar mi atención a otra cosa, sin dejar de pensar en esos ojos que tiene. Caminé como sonámbulo detrás de sus pasos, como hipnotizado por el ritmo de su caminar y el sonido de su voz repasando a boca cerrada las notas de una lenta y enervante melodía.

 

Por mantener la atención en su andar, no noté por donde estaba guiándome. Mi vista se redujo a solo su figura y mi oído a su voz solamente. No noté el momento en el que el concreto dejó de correr bajo mis pies y pasó a ser una alfombra de mullido césped lo que vestía el ahora irregular suelo. No sé cuanto tiempo pasó antes de que comenzara a perder su cuerpo de vista; primero los pies, luego su estrecha cadera, luego sus hombros breves con mi bolsa colgando, desaparecieron por el costado de una empinada ladera que formaba una bajada a unos pasos de mi. Por pocos segundos perdí por completo la visión de su cuerpo y solamente pude escuchar su voz que todavía emitía las embelezantes notas.

 

Aumenté el paso para alcanzarle, en corto tiempo pude divisarle de nuevo, caminaba con cierto paso que solamente puedo calificar de “aéreo”. Su pequeño par de pies no parecía estar tocando el suelo para nada, sin embargo se desplazaba por el costado de la ladera y hacia abajo, dirigiéndose en una línea muy recta hacia un punto en el paisaje que no quise ver en ese momento. Solo quería mirar el movimiento de ese ente, de su extraño caminar.

  

3

Se detuvo tan repentinamente como comenzó a andar, bajo un punto ligeramente más oscuro que el resto del lugar. Tuve que pestañear varias veces y tallar mis ojos, no podía creerlo; estaba tan confundido que me detuve en seco. La criatura se había detenido bajo un retorcido, calmo, viejo y vetusto sauce llorón. La luz se filtraba entre las hojas mecidas por el viento, bañando el cuerpo de mi guía en destellos amarillos y sombras de formas curiosas mientras que dejaba en el suelo mi bolsa y miraba hacia arriba.

 

Una suave brisa con cierto aroma salino mecía las ramas decaídas del árbol, la hierba crecida casi resplandecía de verde bajo el sol radiante mientras que un par de pequeñas mariposas blancas volaban en círculos en torno al sauce. Un casi total silencio envolvía la postal, solamente interrumpido por la canción de un ave solitaria que no podía localizar con la vista.

 

--¿De nuevo?—Su risa se apoderó del relativo silencio mientras que se giraba y corría hacia mí.

 

Me tomó por la mano, –la derecha, lo recuerdo bien- me llevó hacia el árbol y sin soltarme se sentó a su pie. Me tiré a su lado y el silencio se recuperó por unos segundos que parecieron eternos en la inmensa calma del lugar; mi confusión creció a medida que exploraba el paisaje con la mirada. Era idéntico a lo que había imaginado al escribir mi texto inconcluso.

 

--“Siempre termino por regresar.”

 

No me di cuenta de cuando fue que tomó la hoja de papel, pero comenzó a leerla en voz alta. Yo me perdía en el sonido, imaginando nuevamente la situación descrita, esa sobre la que escribía hace menos de una hora. Las palabras hacían eco en mi mente vacía al tiempo que perdía mi vista en el horizonte. Todo parecía más como un sueño, uno de esos tan reales que a veces tengo. Volteé entonces hacia mi acompañante y miré sus ojos que danzaban de un lado a otro posándose como mariposas en cada una de las palabras escritas en la hoja de papel.

 

--¿Y qué sigue?—De nuevo su voz me sacó de un profundo trance. No supe como contestarle.

 

--¿Sabes qué?—Finalmente solté a decir sin apartar mis ojos de los suyos. —ya no puedo escribir sobre eso, ya no me siento con esa tristeza.

 

--¿Estás feliz ahora?—Sonrió

 

--Podría decirte que si… aun que todo esto es muy extraño me hace sentir mejor. ¿Cómo llegamos aquí?

 

--De la misma manera que se llega a todas partes, caminando.

 

--No puedes llegar a todos lados caminando, no puedes cruzar el mar caminando—reí sin poderme contener.

 

--¿Y por que no?—me siguió con las risas.

 

--¡No se puede!—Y solté otra risita, luego baje la mirada como instintivamente. Noté que todavía estaba tomando mi mano. Me puse nervioso de nueva cuenta.

--¿Qué pasa? Te pongo muy nervioso… ¿Verdad?

 

--No eres tú—Mentí—es la situación lo que me pone nervioso. No tengo idea de cómo llegamos a este lugar…nunca lo había visto antes.

 

--¿Y por eso dejaste cincuenta libras en la mesa de la cafetería?—Se echó a reír, yo me puse aún más nervioso por ese desliz de torpeza.

 

Luego se quedó inmóvil, como pensando una respuesta para remediar mi confusión. Cerró sus ojitos un momento, yo sonreí por reflejo.

 

--En cuanto resuelves el misterio, se termina el encanto—Abrió los ojos y me miró de nuevo.

 

Después de pensar un momento pude responderle con más calma y sin poder apartar la vista de su rostro, me dejaba severamente atontado con su mirada. —Creo que tienes razón—

 

Entonces recargó la espalda en el tronco del árbol y yo volví a bajar la mirada solo para notar que su mano seguía sobre la mía. El calor de su toque era de lo más agradable y placentero, extrañamente me daba tranquilidad. Todo esto me parecía muy bueno para ser verdad, tenía que ser un sueño, estaba seguro. Esto era demasiado perfecto.

          

4

De nuevo lo repentino me arrastró bruscamente fuera de mi trance. Un trueno. Levanté la mirada que yacía sobre la mano del ente y miré hacia arriba. El antes radiante suelo se había convertido en una muralla impenetrable de nubes grises, densas, que soltaban de cuando en cuando rayos con forma de dragones serpenteantes.

 

Confundiéndome de nuevo, miré hacia la criatura que tenía al lado, de la punta de su diminuta nariz caían gotas de agua, su cabello empapado le cubría parcialmente el rostro; sus ojos, sus bellos ojos exploraban curiosos el horizonte tormentoso, su ropa empapada se adhería a su pecho que subía y bajaba al ritmo de su respiración agitada; como si acabara de correr para alejarse de la lluvia.

 

--Esto se pone cada vez más raro…--No pude evitar decirlo.

 

--¿De qué hablas? –La confusión se notaba en los ojitos nacarados, como si consideraran normal al repentino monzón.

 

--El campo, el sauce, la tormenta—Hice una pausa—tu…

 

Sonrió de nuevo y apretó mi mano entre las suyas mojadas. “Cuando resuelves el misterio, se termina el encanto” repitió pausadamente como si su propósito fuera hacerme entender la verdadera esencia de sus palabras, yo le sonreí como toda respuesta, estaba en lo correcto.

 

Me miraba a los ojos del mismo modo que yo le respondía y, sin poder evitarlo, halé de sus manos y le envolví en un abrazo. Su cuerpo estaba frío y lo húmedo de su ropa se pasó a la mía, no me importó, no me importaba el clima ni el sauce ni el lugar. Estaba muy a gusto ahí, así de cerca suyo.

 

Sopló entonces una ráfaga de viento helado, no pude evitar estremecerme. Alcé ligeramente la vista, llovía como no he visto llover desde que era un pequeño, las enormes gotas de agua golpeaban con furia contra las decaídas ramas del sauce llorón mientras que el viento las empujaba a golpearse entre ellas, provocando una serie de sonidos francamente inquietante. Volvió a soplar un cruel ventarrón que empujó hacia mi rostro las enormes gotas de agua que dejaba caer el firmamento tormentoso, al golpear contra mi piel sentí estas gotas como si se tratasen de afiladas agujas.

 

Aquel ser que abrazaba junto a mi emitió un ruido curioso y prácticamente escondió su cabeza empapada debajo de mi chaqueta, yo le apreté otro poco. Un nuevo grupo de rayos cortó el aire, seguidos por el estridente trueno; la criatura se agitó en mi regazo, mostrando un enorme sobresalto ante los sonidos de la tormenta.

 

Me llené de una extraña alegría al estrecharle en mis brazos, casi me sentía culpable por estar tan contento ante su evidente pena. Le aferré contra mí y se calmó poco a poco hasta quedarse quieto por completo; yo sonreí y elegí no decir palabra, traté entonces de olvidar la tormenta y concentrarme solamente en la simple pero inexplicablemente dulce secuencia de su respiración. Me centré en eso, cerré los ojos y me olvidé de lo demás.

       

5

 

--¿Estás despierto?

 

El sonido distante de su voz me sacó de mi trance nuevamente. Abrí los ojos y la luz me cegó por completo por lo que tuve que volver a cerrar los párpados. Levanté la cabeza con cierta brusquedad, al instante escuché un grupo de alas al viento, abrí los ojos y pude ver perdices. Perdices blancas alzando vuelo. Reaccioné y miré hacia todas partes, el prado tormentoso se había convertido en una postal invernal. El cielo hacía un azul contraste sobre el océano de blanco donde solía extenderse la hierba.  Caí en la cuenta de estar recostado al pie del sauce llorón, miré hacia arriba, las ramas desnudas de hojas colgaban del tronco, adornadas con escarchas translúcidas dotadas de formas irregulares, estas se encendían de destellos coloridos bajo los rayos semi-apagados del sol de mediodía.

 

Que belleza aquella de los brillos invernales, casi se comparaba a los ojos de ese ser maravilloso. Busqué con la mirada aquellos ojos, deseoso de mostrarle el brillo que ofrecían las escarchas heladas; nuevamente la desesperación invadió mi ser al no poder encontrarle cerca. Me puse de pie de un apresurado salto y rodeé el tronco del sauce a paso veloz; no le encontré. Miré a todos lados y no pude distinguir nada entre todo ese blanco, pensé entonces en llamarle, pero rápidamente caí en la cuenta de que no sabía siquiera su nombre. Entonces me llevé las manos al rostro, no podía creer que le había perdido de vista.

 

Me senté de nueva cuenta al pie del árbol esperando que volviera a aparecerse repentinamente. Comencé a pensar que jamás volvería a ver esos ojos como perlas negras que tanto me encantan, jamás contemplaría su sonrisa ni escucharía su canción; había desaparecido tan pronto como llegó.

 

Volteé la mirada por instinto y me encontré mi texto y sobre éste un lápiz bien afilado. Tomé la hora y, cuidándome de no perforarla con la punta del lápiz, tracé algunas tenues palabras sobre ésta. A mi había vuelto la tristeza y la completa soledad.

 

“¡Maldito seas invierno! ¡Maldita sea la gracia que me arrebató lo que daba sentido a mi vida!

 

¡Te maldigo destino!

Por entregarme el más grande tesoro solo para arrebatarlo después de mis brazos. Te maldigo por hundirme es este eterno invierno, por que sé que la primavera no volverá…

 

Ay…nunca más.”

 

Clavé en el suelo la mirada, como antes se me congelaba el corazón. Dejé de lado el lápiz y el ahora lleno papel y doblé las piernas frente a mi torso, apoyé los antebrazos en mis rodillas a modo de almohada y hundí la cara en medio de estos. Me sentí como un pequeño asustado por el abrumador sentimiento de soledad, solo buscaba consuelo, solo buscaba calor.

 

Cerré los ojos y no pude evitar imaginar a esa criatura de los ojos como perlas negras, comenzaba a añorar el sonido de su voz y a recordar prácticamente cada nota de la canción que cantaba mientras me llevaba al prado. Me preguntaba donde estaría, me preguntaba si en verdad existía, si todo esto no había sido un producto de mi mente fantasiosa.

          

6

Respiré profundo y por alguna razón me sentí reconfortado. Levanté la cabeza y entreabrí los ojos, esta vez despacio para no quedar ciego con la luz, extendí mis piernas ya acalambradas y recargué mi espalda en el tronco del sauce llorón. Pestañeé varias veces y abrí los ojos solo para encontrarme que la nieve había desaparecido del paisaje y la cobertura de hierba verde se extendía hasta donde alcanzaba a distinguir mi vista, una nube solitaria remontaba el cielo como un fantasma mientras que las ramas del sauce, nuevamente provistas de hojas caían alrededor del tronco como una cascada de verdes matices.

  

Entonces me distrajo algo, un peso sobre mis ahora extendidas piernas, miré hacia éstas y me encontré con la criatura. Sonreí al ver su cuerpo recostado en mi regazo; sus ojos cerrados y su respiración pausada disolvieron al instante la capa de hielo que cubría mi corazón. Rodeé su cuerpo con uno de mis brazos, pude instantáneamente sentir su calor. La paz volvió a llenar mi alma. Suspiré y el ser levantó despacio su cabeza, apartó el cabello de su rostro y abrió los ojos.

 

--Terminaste tu historia… ¿Verdad?—dijo con voz ligeramente ronca mientras me miraba de frente.

 

Afirmé con un movimiento de la cabeza, luego le tomé por los hombros, levantándole lo suficiente como para poder abrazarle.

 

--Gracias por tu ayuda, no sé como lo haces pero es maravilloso

 

--Ya te lo dije—suspiró dulcemente—En cuanto resuelves el misterio, se termina el encanto.

 

Reí con discreción y oprimí su cuerpo contra el mío. Nunca había sentido tanta paz al estar con otra persona, no sé como pero lograba hacerme feliz. Rogaba por que se detuviera el tiempo, por quedarme así de cerca con sus ojos, su sonrisa y su voz. Ojala nos perdonara el tiempo y detuviera su torrente de segundos sin descanso, que nos hubiese permitido hacer eterno ese momento.

 

Entonces levantó sus brazos y me correspondió el abrazo, yo sonreí, no podía ser mejor que eso. No podía creer que todo era tan perfecto, que aquel día que había comenzado tan rutinariamente me había guiado a esta persona y que terminaríamos abrazados detrás de la cascada de hojas de un sauce llorón. Me decidí a no permitir que volviera a alejarse de mi lado, pensé en hacer eterno ese momento, que durara tanto como mi vida. Me aferré a su cuerpo y junté el valor para decirle.

  

--Quédate conmigo

 

El ente se me miró, sus ojos se inundaron de melancolía. Jamás había visto tristeza en sus ojos nacarados, parecía que acababa de quitarle cada gota de alegría soltando aquel par de simples palabras. Sentí como si mi vida se centrara en ese ser, me sentí un malvado al haberle causado tan evidente dolor a una criatura tan magnifica.

 

--Sabes que no puedo, no puedo pertenecer a una sola persona-- Cerró despacio los ojos y agachó su cabeza.

 

No cabe duda que el tiempo es relativo, se pasa rápido en momentos agradables y corre lentamente en los momentos dolorosos. Me quedé en silencio durante varios minutos que a mi parecer duraron días hasta que por fin me decidí a hablar.

 

--¿Volveré a verte entonces?

 

--Estaré aquí…siempre he estado aquí

 

Me abrazó con muchísima fuerza, hundiendo su gesto adolorido en mi pecho, esperando que le consolara. Lo abracé con igual fuerza y sin ninguna intención de soltarle jamás. Todavía sintiéndome como un desalmado por haberle causado dolor, le aprisioné entre mis brazos al sentir que trataba de apartarse de mi. Continué con mi abrazo unos segundos más mientras que trataba de asegurarme de recordar su olor, su calor y la forma en que su cuerpo se recargaba contra el mío. Finalmente le permití separarse de mí. El ser me apretó todavía un poco mas entre sus brazos para luego levantarse y mirarme con esa tristeza que me partía el alma.

 

--¿Musa? –Pregunté con la voz entrecortada ante su mirada

 

--Musa… --Repitió.

 

Me miró un par de segundos más. Cerró después sus ojos perlados y de estos cayeron un par de lágrimas que con un rayo de sol brillaron cual diamantes, se dio la vuelta y comenzó a alejarse de mí con la cabeza muy en alto. Echó una última mirada hacia atrás, sus ojos habían perdido su perlado destello. Luego se fue con su paso aéreo y pausado y me dejó aquí, con el clima, el prado y el sauce llorón. Se fue y yo me quedo aquí, más solo que nunca. Me quedé aquí a morir de algo que a pesar de todo no puedo definir, solo me quedo seguro de algo… de que amor es solo una palabra para llamar a algo tan profundo que ni los más profundos versos alcanzan a describir, algo para lo que no existen límites ni razones, algo para lo que hace falta una vida entera para entender. Me quedé aquí a morir de amor.

 

Quizás si que soy un poco redundante.


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