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Akuma por katzel

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Notas del fanfic:

* Inspirado en parte para su idea original en el anime Higurashi pero no utiliza ninguno de sus personajes ni su ubicación.

Las primeras vacaciones que tomé luego de cinco años de intenso trabajo, decidí pasarlas descansando en una exótica isla del Pacífico.

No di aviso previo a mis familiares.

En parte por que ya no solía comunicarles nada de lo que acontecía en mi vida y en parte por sentir que iba de incógnito a un lugar donde no era conocido y podía perderme entre la gente.

Preparé el equipaje con bastante displicencia.

Sólo llevaba una maleta ligera y una cámara fotográfica para la aventura.

Tampoco pensaba hacer nada excesivamente arriesgado.

Planeaba dormir en a playa, adentrarme en el mar azul y contemplar las estrellas.

No iba en pos del romance ya que disfrutar de la soledad se hacía muy cómodo para mí.

El viaje en avión y el trasbordo fueron cuestiones rutinarias pues debido a mi trabajo había tenido que vivir en los aeropuertos durante temporadas enteras.

Sin embargo... apenas divisé desde el cielo mi enigmática isla, tuve una corazonada furtiva que me advertía de lo imprudente de desembarcar y me llenaba de la sensación de regresar a casa y huir sin remedio.

Tratando de vencer aquellos irracionales pensamientos, me sobrepuse y me obligué a ir a la oficina de visado a poner mis papeles en regla.

El aire saturado de abundancia, el olor a fruta fresca y la luz brillante del sol se encargaron de tranquilizarme y hacerme reír de las conjeturas macabras surgidas en el avión.

Usando el sonoro dialecto local, algunos jovencitos colocaban coronas de flores a los turistas que bajaban por el arco del aeropuerto nacional.

Ya que deseaba vivir intensamente el espíritu de la isla me adelanté para recibir sus saludos.

Fue un muchacho delgado, vestido con una transparente túnica de hilo quien me recitó la fórmula de bienvenida colocando sobre mis hombros una larga cadena de flores rojas.

Deseaba ver su rostro.

Pero algunso taxistas que hablaban a mi lado derecho empezaron a hacerme señas y a pelear por llevarme a mi alojamiento.

Uno de ellos se colgó de mi bolsa para intentar convencerme.

Yo amablemente le hice una seña con la cabeza indicándole que iba a caminar y no necesitaba de sus servicios.

Cuando volví la vista para agradecer a quien me había regalado las flores me sorprendí...

... el muchacho ya no estaba...

Quizás se había perdido entre los suyos.

Tomé la maleta y empecé a caminar aún extrañado.

Según la guía de turismo podía escoger un cuarto en el Hotel Continental que poseía todos los servicios.

Pero yo prefería elegir algo más a tono con el modo de viaje que había preparado y busqué una cabaña tradicional.

Dirigiéndome hacia la costa encontré lo que estaba buscando.

Era un lugar de ensueño y parecía precisamente dedicado al alquiler, sin embargo no daba signos de seguir en actividad...

Se trataba de un conjunto de diez cabañas que en total formaban una pequeña agrupación a modo de aldea.

Decidí preguntar por el lugar y en la recepción me atendió una joven quien al lado de su esposo descansaba en una silla de mimbre.

- Disculpe... ¿están preparadas esas cabañas para ser alquiladas?

La esposa miró estupefacta al esposo y viceversa.

Él fue quien tomó la iniciativa levantándose y haciéndome una seña para que le siguiese. Aunque podía casi palpar su temor natural de andar a solas conmigo.

- ... aún no ha venido nadie esta temporada... pero podemos hacer algunos arreglos si lo desea... le mostraré una... - trataba de sonreír y mostrarse natural pero era evidente que la situación le tenía muy perturbado.

Nos alejamos por un pasadizo mientras sentía que los ojos de la mujer me seguían asustados.

Yo, tras el hombre me interné entre los techos de paja y apenas vi la número diez me acerqué a ella por el camino de piedra y me planté en frente.

- ¿Puedo ver ésta?

- Esa no está en alquiler....- dijo el propietario enfáticamente.

- Si desea ponerle un precio especial... puedo pagarle... me parece perfecta...

- He dicho - su rostro estaba bastante sombrío - ... que esa cabaña no se alquila... y no me pregunte más...

Decidí no insistir y dejarme guiar por él a otro lugar cuando se quedó de pie en medio del camino.

- ... mire, voy a ser sincero con usted... en ese lugar fue asesinado un extranjero... fue descuartizado de una manera terrible y hasta ahora nadie sabe qué le pasó. Desde entonces todo el lugar ha estado cerrado. Mi hermana que era la casera intentó venderlo pero nadie se lo ha querido comprar... yo y mi esposa no tenemos a donde ir y nuestra situación es bastante crítica... por eso pensamos sacarle algún provecho... pero no puedo mentirle... me sentiría mal si no le dijese lo que sucedió aquí... así que si desea irse...

- Entonces tomaré la número cinco - dije tranquilizándolo - ...sólo pediré que ignoremos aquel triste incidente y omitamos hacer alguna referencia sobre él.

- ... claro... por supuesto - sus ojos se animaron en un momento - ...es lógico que usted me pida que lo olvidemos...

- Entonces así será... iré a dar un paseo por la playa...cuando vuelva espero encontrarla lista...

Dejé mis maletas en la recepción y empecé mi recorrido.


¿Por qué los dueños lucían tan anonadados con un turista que sólo deseaba alojarse allí?

 

¿Qué me impulsaba a qudarme en ese lugar luego de haber escuchado semejante historia?

 

Supongo que mis deseos de ayudar a la familia desconocida y además de demostrarme a mí mismo que era incapaz de asustarme por el pasado habían obrado en mí.

El sol reflejado en oro sobre la cresta de las olas llegaba hasta mis pies descalzos y se llevaba a retazos los temores y las especulaciones de mi lugar de alojamiento. La brisa marina me resfrescaba y por fin encontré la paz y la calma que buscaba.

Seguí con buen ánimo mi paseo y en la lejanía vi algunos escalones que llevaban a un promontorio, una colina salida del mismo mar...

En su cumbre se hallaban un grupo de piedras con los extremos afilados rústicamente en punta mirando al cielo.

Agucé la vista ya que desde donde estaba el sol no me permitía ver al detalle aquel siniestro lugar.

En uno de los esfuerzos por casualidad me fije en el piso y vi que al lado de mi sombra, en la arena se encontraba otra sombra delgada cerca a mí.

Volteé rápidamente para ver de quién se trataba.

Nadie.

Estaba solo a gran distancia de cualquier persona y lugar habitado.

Sin saber por qué empecé a correr sin mirar atrás.

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Volví algo nervioso por mi desafortunado encuentro.

Sin embargo decidí restarle importancia a lo que vi atribuyéndoselo a la narración de mi casero.

Al regresar tomé la ruta de la ciudad y en una de las ferias locales me detuve a ver los curiosos objetos hechos de coco y hueso.

Parado en el puesto de artesania miraba embelesado los hermosos cofres.

La vendedora señaló mi corona de flores.

- Pero quién le ha dado eso, señor... qué barbaridad... - parecía realmente indignada.

- Por qué lo dice...

- No han podido jugarle semejante broma...

- ... no comprendo...

- Las flores que usted lleva... esas flores de color rojo...

-... ¿sí?... oh son preciosas, me las dieron en el aeropuerto un joven...

- Aquí las usamos para los muertos... las colocamos en el cuello de los difuntos.

Me mostró una pequeña daga con diseños de oro de una ofrenda para tumbas con esas mismas flores talladas a mano.

Horrorizado arranqué la corona de mi cuello y la eché a la basura.

No dije nada más... eso estaba empezando mal... parecía haber dos islas... aquella que yo veía... donde podía respirar la pureza del aire... y otra... otra que vivía latiendo debajo de ella.

Apenas estuve en mi alojamiento le pregunté a la joven señora por qué no me había advertido acerca de las flores.

Ella titubeaba bastante, ni siquiera podía sostener la vista sobre mi rostro.

Fue su esposo quien me contestó tamborileando los dedos y muy nervioso...

- Esas son creencias bárbaras muy antiguas que fueron desterradas de esta isla por los misioneros cristianos... no son cosas en las que creamos ahora... no significa algo demasiado importante... yo le dije lo que sí importaba... lo otro me pareció irrelevante... 

 

Mentía...

 

 No quise profundizar y me encongí de hombros.

- Sea... ahora necesito dormir...


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