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Akuma por katzel

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Soñé que me acercaba al promontorio de piedras y que algo horrible sucedía ahí...

Entonces desperté oyendo el toque la puerta, era como un largo rasguño sobre la madera.

Pregunté quién era pero no recibí respuesta, sólo oí una especie de respiración silibante que subía y bajaba.

Luego todo estuvo en silencio.

Estaba tratando de conciliar el sueño y volvieron a tocar de una manera diferente.

Hice las preguntas respectivas y la señora me contestó bastante atemorizada.

- Si... qué... sucede...

- Por favor... no se quede aquí... - me suplicó tomándome las manos - ... mi esposo no es un hombre malo... pero está desesperado por el tiempo... por que ya no tiene fuerzas de negar lo evidente y le ha aceptado... él viene de otro lugar y no quiere creer en las cosas que son de aquí... por favor... tome un avión esta noche y vuelva a su país... no podría llevar su muerte sobre mi consciencia...

Me alarmaba mucho el tono de convencimiento que mostraba y su constante temor.

A cada momento giraba a ver si su marido no la había seguido.

- A qué se refiere...

- La persona que desapareció hace un año...

- Si...

- Se parecía bastante a usted... yo diría... que era igual a usted... de hecho que era...

Oímos los pasos de su esposo y ella se alejó corriendo y susurrando:

- Prométame que se irá...

Así, parado en el umbral no pude avanzar ni retroceder.

- ¿Hace demasiado calor, señor? - preguntó el casero -  - No tanto... iré un momento a la playa...

- Le recomendaría que no duerma allí... no es muy seguro... aunque para usted... no creo que algo pudiese hacerle daño verdaderamente...

- Um... no se preocupe... será algo rápido... para ver las estrellas...

Asintió yéndose a dormir.

Recorrí como un autómata parte del camino hecho en la mañana hasta llegar al punto desde donde había visto las piedras.

Pequeñas fosforescencias encendían la arena.

Al bajar la vista me arrodillé para poder ver eso con claridad.

Estaban marcadas unas huellas extrañas, como las patas de algún animal.

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Me pasé la mañana haciendo mi equipaje nuevamente, teniendo todo listo... para huir.  A esa hora mi propia existencia se tornaba huidiza... como el reflejo de un espejo que se disuelve.
 La ciudad se armaba por completo en un ambiente de fiesta con cadenetas y colores alzados sobre los toldos a lo largo de la playa.

Temprano le pregunté al señor si sucedía algo especial.

- Ohhh es el inicio de la temporada de verano... hay algunos ritos que realizar en un lugar al norte... en una colina...

- ¿La que tiene un grupo de piedras?

- ... ¡ya no se hace ahí...! - apretó el puño con vehemencia - ... ahora se hace en tierra, en una iglesia grande que hicieron los curas cristianos... precisamente para que dejen de ir a ese lugar tan horrible... le recomiendo que vaya, es una fiesta bastante colorida.

Quería decirle que de hecho ya me retiraba pero otra vez me parecía estúpido correr sin saber por qué... desperdiciando mis primeras vacaciones en cinco años en terrores absurdos y no del todo claros. De hecho había algo que necesitaba ver en esa fiesta... algo que no me dejaba partir...
   - Iré...

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Las campanillas sonaban al mediodía.

El ambiente era de mi agrado.

Caminaba entre la multitud con inciensos en la mano.

Disfrutaba del olor de la comida y de los rostros amables de los niños...

Así fui a la ceremonia en honor del primer día de verano.

Terminada esta, empecé a deambular sin sentido y terminé al pie de la pequeña colina de las piedras.

Contrario a mi pensamiento no se veía tan amenazadora como pensaba, sino más bien mustia y en espera.

Desde ahí la puesta de sol era espectacular.

- Si es un extraño debería marcharse ya...

La voz provenía de una mujer anciana con los largos cabellos plateados cayendo por la espalda.

- ... si estoy ofendiendo sus creencias pido perdon...

Sus ojos se entristecieron mucho cuando me vieron.

- ... ohhh de modo que es eso... si se trata de eso puede quedarse todo el tiempo que quiera... de todos modos ya no hay nada que hacer... dependerá por entero de usted...

- ... disculpe... hay algo en particular con...

La anciana dio la vuelta a una de las piedras que estaba de pie y ya no la vi aparecer.

De todos los lugares en el mundo había elegido el más extraño.

Me senté en el piso caliente de la terraza rústica y viendo el sol rojo me quedé dormido.

Cuando desperté, encontré a un muchacho de piel bronceada, delgado y de cabellos de un azul marino muy brillante.

- ¿No sabe que está prohibido dormirse aquí? - me dijo como un mayor que alecciona a un pequeño inocente.

- Lo lamento... nadie me lo había advertido...

- Este es uno de los lugares antiguos de la isla... no es un sitio turístico... desde aquí los primeros hombres vieron un atardecer como este...

- Yo... no ha sido mi intensión ofenderle... sólo que justamente pensé que era un lugar muy bello y deseaba estar aquí.

Ignoro la razón por la cual se ruborizó y su rostro se dulcificó.

Tendió la mano delgada en símbolo de paz.

- Le creo... no es una mala persona...

La tomé apretándola un poco con dulzura.

- ¿Y cómo puede estar seguro si acaba de conocerme, jovencito?

- Por sus ojos. Puedo ver lo que habita en sus ojos.

Me fijé en los suyos y eran de un color rojo intenso.

- Qué le dicen mis ojos en este momento.

No podía despegarme de esa mirada fácilmente...

- Me dicen... que una persona que es capaz de apreciar el tesoro de esta isla ocultarse bajo el mar... no puede ser mala...

- Oh...

- ¿Le gustaría dar un paseo conmigo?... estas tierras tienen cosas ocultas de insuperable hermosura, pero están ocultas a los extraños... seria una pena que se fuera sin apreciarlas...

Acepté sin soltarlo y nos pusimos en marcha.

Sonaba raro, pero el parecía saber que yo quería irme esa noche.

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Las calles vistas bajo el poder de sus palabras eran nuevas y diferentes.

En cada lugar contaba una historia emocionante, una crónica de amor, un hecho fantástico.

Me introdujo en los ruidosos desfiles llenos de olor a incienso y ruidos de cascabeles.

Oramos juntos en un templo escuchando el profundo silencio.

Corrimos de puesto en puesto probando todas las delicias de su exquisita gastronomía.

Tras sus pasos me sentía rejuvenecido y nuevo...

Por lo general me arrastraba lleno de alegría y atropelladamente intentaba hacerme partícipe de lo que invocaba con tanta facilidad.

Esa isla que yo ansiaba ver tras el lugar paradisiaco del folleto se revelaba ante mí con todas sus emociones y sus pasiones.

Y todo por que al extremo de mi mano se encontraba el muchacho de tez mate y ojos reposados.

Me olvidé del tiempo que pasó volando...

Y cuando él se dejaba guiar por sus ensueños me mostraba a un joven lleno de gracia y carisma, a la vez muy ingenuo y tranquilo.

Caminamos cuando las farolas se encendían en el muelle y la luna ya estaba empezando a elevarse a lo lejos.

Las olas chocaban bajo nuestros pies entre los parantes del pequeño puerto moviendose al son de una música desconocida.

Y yo seguía jugueteando con su mano entre las mías.

Sentí el frío metal de oro de mi antiguo anillo de bodas que aún no había sabido quitarme siguiendo una vieja costumbre.

Liberé por un momento mis dedos de los suyos.

- ... es un anillo de matrimonio - dijo poniendo un rostro muy triste.

- ... um... si... aún no sé por qué lo sigo llevando... si eso terminó hace mucho tiempo...

- ... ella... murió... - susurró mirando el océano.

- No... me dejó por otro hombre... se casaron hace un año... por lo que he oído son bastante felices, tienen un hijo...

- Y tú... ¿tu tienes algún hijo?

Se veía muy interesado y ansioso por preguntar.

- No... nunca pudimos tener uno... ella no deseaba formar una familia conmigo... se casó conmigo por el miedo a estar sola... luego encontró al hombre que amaba...

- Oh...

- No te preocupes... ahora siento que puedo liberarme por fin de todo esto...

Me quité el anillo dispuesto a lanzarlo a lo profundo de las aguas.

- Espera...

Él lo deseaba para sí.

Por eso aquellos rubíes brillaban tanto...

... se veía muy deseable bajo el cielo transparente y con el ondear del viento entre sus cabellos.

... todo era demasiado subyugante... paradisíaco... etéreo...

Así que le rodeé con mi brazo y deslicé mi anillo sobre su dedo.

Acto seguido me aproximé sin encontrar resistencia y le di un beso.

Fue decididamente romántico... lleno de gran sentimiento.

Oí un débil gemido de su garganta al sentir mis labios sobre él.

Entonces recordé que él había sido la persona que había colocado aquellas flores sobre mí... el día de mi llegada.

Nos separamos y el muchacho temblaba emocionado.

- ... cuál es tu nombre, pequeño... - inquirí acariciando su mejilla.

- ...  mi nombre... si te lo digo... será un nombre que sólo tu podrás escuchar... pero ahora... me gustaría quedar en secreto ante ti...

- ... yo soy Ryan...

- Lo sé... -

- ... lo sabes... pero sí que estás lleno de misterios... además ya nos habíamos visto... ¿cierto?

- ... lo recuerdas...

- Fue el día en que vine a la isla... cuando me regalaste la corona de flores.

Su expresión mudó por completo.

- No he sido yo... no ha sido esa vez... sino antes... antes...

- Por supuesto, apenas pude verte... pero estoy seguro de que se trataba de ti...

- ¡No he sido yo...!

Se alejaba rechazando todo contacto conmigo...

- Espera...

- ¡No he sido yo...! ¡He cometido un error! ¡No podemos empezar todo asi!

Y partió sin que pudiese detenerlo...

La luna seguía reflejándose en el mar...

Pero sólo mi silueta solitaria vagaba por el puerto.

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