"Los nativos me decían que tapara las ventanas. Aseguraban que dormirse con la luz de la luna directo en la cara te volvía loco"
Draco recordó ese pequeño fragmento de un libro muggle que había leído hace poco, mientras admiraba la bellísima luna llena que se filtraba por la ventana, en el silencio de la noche, brevemente interrumpido por el pausado respirar de la persona junto a él. La primera vez que leyó el libro se había reído de buena gana, pues creía que los muggles tenían ideas muy extrañas y mitos bastante estúpidos. Había dormido muchas veces sin más lámpara que la luna y estaba seguro de que no se había vuelto loco. Pero bien le advertían que nunca cantara victoria tan rápido.
Esa tarde tenía que asistir a la fiesta de navidad del departamento donde seguramente se encontraría con Potter. Llevaban trabajando juntos cerca de dos años, tiempo en el cual muchas tensiones y diferencias fueron dejadas atrás, tan solo para dar lugar a otras de diferente tipo. Por supuesto Draco nunca iba a dejar que Potter se diera cuenta de eso, por lo que seguía molestándolo frecuentemente, y si bien era más amable con él, eso no le impedía cargarle su parte del trabajo sólo por molestarlo. Aunque definitivamente el ambiente de fiesta y la presencia de alcohol podrían cambiar muchas cosas. Y, además, Draco también merecía su regalo de navidad ¿No es cierto?
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la limusina se detuvo y el chofer le abrió la puerta. Cuando bajó lo primero que llamo su atención fue el amplio jardín decorado con estatuas de hielo y miles de hadas revoloteando en los arbustos. Recordó con nostalgia las grandes fiestas organizadas en la mansión y también el baile de cuarto año en Hogwarts. Y precisamente, en medio del jardín, solitario y quizá sintiéndose igual que él por la expresión de su rostro, se encontraba Potter. Nunca se sabrá si fue el mágico ambiente o la expresión abatida de Potter, el caso es que al entrar al recinto, se acercó a Harry dispuesto a resolver el dilema que lo había estado atormentando hacía un tiempo.
El héroe se encontraba mirando el suelo, sentado en una de las fuentes con un vaso de vodka en la mano. Draco tomó aliento y se acercó.
-Qué divertido te noto, ¿Seguro no necesitas compañía?
-Shho mee la esstoy pasando muy bieen, y tsuu Malfoy, esstass tan aburridoo quee necessitass quee te entretseenga?
Draco soltó una risita disimulada. Tener a un Potter ebrio y dispuesto a entretenerte no era algo que sucediera todos los días.
-Muy bien Potter hagamos un trato: A cambio de cuidarte en este estado y llevarte a tu casa tendrás que entretenerme esta noche.
Draco sabía que era un trato injusto. Harry por su parte tenía tanto alcohol en la sangre que solo asintió frenéticamente ante la propuesta. La sonrisa de Draco se agrandó más.
Para Harry el mundo comenzó a dar vueltas. Solo sabía por momentos que alguien le ayudaba a subir a un coche, el movimiento de éste, de nuevo el viento frío, y finalmente una mullida cama con sábanas de seda. No supo cuanto tiempo pasó, pero el efecto de la borrachera disminuyó considerablemente y se sentó en la cama. Trató de recordar como había llegado ahí y de pronto la respuesta apareció frente a sus ojos con una ligera bata verde: Malfoy. Y también recordó la promesa ¿Cómo había sido tan estúpido?
Draco se acercó lentamente a la cama hasta quedar a la altura de sus labios. Harry no se podía mover, su cuerpo estaba paralizado, y es que hace tanto había deseado este momento… el beso fue suave, delicado, tímido y Draco se apartó un momento para esperar una reacción, pero al no haber ninguna renovó su tarea con nuevos ánimos y fue correspondido igualmente. Comenzó a desabotonar la camisa, los pantalones… y justo cuando le quedaban sólo los calzoncillos miró hacia abajo y no supo si reír o llorar. Unos espantosos calzoncillos diminutos color verde limón apenas cubrían la evidente erección de Potter, y Draco se pregunto cómo podía tener un gusto tan espantoso para la ropa. Él nunca permitiría que sus amantes se atrevieran a usar semejante ridiculez en su casa, por lo cual en vez de ir a parar al suelo fueron a parar al fuego. Definitivamente sin ellos Potter se veía mejor.
Alguna vez leyó que dormirse con la luz de la luna directo en la cara te volvía loco. Y en ese momento, mientras admiraba la bellísima luna llena, y una persona junto a él respiraba pausadamente, no pudo estar más de acuerdo con esa frase.
