Luna, blanca luna
Alúmbrame, aunque sea por esta noche
Sólo quiero sentirte por última vez
Me iré
Sonreímos porque quisimos, porque el momento quiso que fuese así. Me tomaste de la mano y no dijimos nada, muy dentro de nosotros sabíamos que si decíamos algo, no sería igual. Lamentablemente, lo tuviste que arruinar.
-Naruto, quizá sea mejor que me vaya- dijiste y miraste las sábanas. Una pequeña parte de mi pensó de que tu interés estaba en la tela de la que fue fabricada, en vez de tenerla en mí. No te dije nada, sólo me volteé para no poderte mirar. Suspiré, cansado y agobiado. Mentiras y mentiras, y es que siempre fue así. Siempre mintiendo y personas que me mienten a mí. Mi vida es una mentira, y para mi pesar, esa es mi única verdad.
-Lo lamento.
-¿Por qué me mentiste entonces?-dije y tartamudeaste; yo sólo cerré los ojos de rabia. Al menos, por simple respeto, debías aceptar lo que ya sabíamos. Porque aunque tu subconsciente tratase de hacerte creer que no era cierto, mentirte no sería la solución. Después de todo, nunca lo fue.
-Si querías tener un revolcón, hubieras llamado a una de tus prostitutas, no a mí- dije calmado. La serenidad, por más que sabía que era fingida, reinaba mi mente. Una paz que nunca sentí. Sólo creí tenerla, para luego darme cuenta que estaba ensimismado en el más grande caos que pudo haber dentro de mí.
-No lo hice por eso- me acariciaste el hombro y yo no dije nada. Después de todo sabía que sería así, ¿no?, los dos sabíamos que sería así. El problema es de que, por más de que nuestros pensamientos tratasen de averiguar que pasaría, aún quedaba en manos del destino el final -Te quiero, créeme.
-Te creo, pero... por favor, vete- dije escupiendo las palabras como si fueran espinas en mi boca. Dolían, pero eran necesarias. Necesarias como un plato de comida para vivir. Necesarias como lo eras tú para mí. No... como lo eres tú para mí. Y aunque quisiese que eso cambiase, estaba pegado y unido a ti, y eso era lo más detestable de todo el asunto. Porque sabía que aunque te botase, nunca podría alejarme completamente de ti- Si quieres, mañana ven.
-¿Qué?- noté la sorpresa en tu voz, pero era mejor así. No necesitaba ya más flores a montones con una carta de perdón. No era necesario que prometieses cosas que no tenían futuro, pero que hacían sentir bien el corazón. No era necesario llorar noches y noches esperando algo que nunca iba a tener. No era necesario, ya no más.
-Sólo si quieres.
-Volveré- y la puerta se cerró. Sonreí apacible, sabiendo que vendría una esperada libertad. Esa horrible y masoquista dependencia, y es que siempre dependía de ti. Agarré mi maleta y metí llanamente lo necesario. Con espíritu agonizante, me perdí entre las calles de la ciudad. La luna estaba en el cielo, alumbrando mi sendero. Aunque, por más que buscase y buscase... éste no tenía final.