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Si mi muerte trae tu sonrisa, me mataré por Reverie

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Notas del capitulo:

Bueno, es un One-shot... extraño. <3

Espero que les guste.

Capítulo único
Si la muerte es la única manera de llegar a ti, que así sea.  

 

A pesar de decir cosas muy dulces en momentos bien contados, Arisu, una amiga más que amiga, suele ser un poco… distante, si tengo permitido usar esa palabra. Mas, al comienzo de nuestra relación se puso así. Cuando tan sólo éramos amigas, todo estaba bien. Me abraza con sumo cariño, y reía junto a mí. En cambio, al momento de empezar a salir, su humor cambio drásticamente.  

Ya no me abrazaba como antes, y no me miraba con expresión amorosa o materna, como antes solía hacer. Sí me besaba, pero sólo en el momento apropiado. En cierta forma, se estaba alejando de mí, y eso me dolía. 

Decidí hablarle del tema, pues, al fin y al cabo, también debía importarle. ¿Dónde podría contarle? Bueno, podríamos hablar mientras tomábamos un té o algo así. A Arisu le gustaba mucho el té, y era una de mis especialidades. La llamaría a su casa, y le preguntaría si quisiera venir a casa. Anda, Suzume, que no es algo tan difícil. Cuando llegué a casa, después de terminar mis clases de chelo, corrí directamente hacia el teléfono.

 Marqué con emoción y miedo los botones con los números correctos, y en perfecto orden, procurando no equivocarme en eso. No quería llamar a otra persona que no fuese Arisu. Alguien respondió la llamada: 

- ¿Bueno? –se escuchó la familiar voz de Arisu. Amaba escucharla. 

- ¡Arisu! Habla Suzume. ¿Cómo estás?  

- Ah, hola, Suzume –otra vez. Esa sensación distante. ¿En dónde quedó el Suzu-chan?-. ¿Qué se te ofrece? 

- Hm, bueno, yo quería saber si podemos vernos. Verás, esto… yo tengo ganas de hablarte –lo había soltado ya.  

- Hablar. Está bien. ¿Cuándo sería?  

- ¡Ah! ¡Qué bien! Bueno, podría ser hoy. Aún no es muy tarde, y, cualquier cosa, podrías quedarte a cenar. A mi madre no le molestaría. 

- Vale –su voz aún sonaba igual de fría-, nos vemos al rato. 

- Adiós, cuídate. Te quiero. 

Esperé  que colgara ella primero, la seguí yo con el mismo acto. Su voz, su manera de dirigirse a mí, todo había cambiado, y eso no me gustaba. Ya no sentía el gusto que tenía al hablar conmigo, no podía ver su sonrisa, a pesar de estar a quince minutos de distancia. Todo aparentaba que yo… ya no era nada para ella. 

Despejé mi mente. Como ya dije, estábamos a quince minutos de distancia, y yo ya debía preparar el té. Por nada del mundo quisiera disgustarla. Le prepararía su té favorito, y le daría a probar el pastel que había hecho ayer. Era de chocolate, le gustaría. La segunda taza ya estaba llena del líquido humeante y de buen aroma, cuando Arisu tocó a la puerta.

Dejé la tetera sobre la mesa, me quité el delantal con total rapidez, y corrí a abrirle la puerta, y permitir su entrada a mi casa. Hablaríamos, aclararíamos nuestras dudas, y seríamos como antes. Yo haría cualquier cosa. Todo porque ella vuelva a sonreírme. ¡Hasta a la muerte me entregaría, por decirlo así! 

Cuando abrí la puerta, soñé con encontrarme a una Arisu con una sonrisa cálida, llena de sentimientos. Sentía como me abraza, y me preguntaba, con su aterciopelada voz, si yo estaba bien. Pero nada de eso ocurrió. Cuando abrí la puerta, me encontré con la misma expresión que llevaba últimamente. Una muy fría, helada, casi como el hielo. Ni una mueca. Nada. No había nada en el rostro de Arisu. Nada había en el rostro de ella. Me sentía fatal.  

Limité a besarle una mejilla, sonreírle, e invitarla a pasar. La guié hacia la cocina, como solía hacerlo, y le pedí que tomara asiento. Le acerqué su correspondiente taza de té, un gran y apetitoso pedazo de pastel, y me senté frente a ella, aún mirándola con una tímida sonrisa. Su expresión inexistente me intimidaba demasiado. 

- Bueno, Arisu… Mmm… -tenía que encontrar las palabras correctas. No quería hacer nada mal. Nada de empeorar las cosas, si no, mejorarlas. Poner todo en su lugar. 

- ¿Qué querías discutir, eh? –frío. Algo en mi interior tembló. 

- N-no era precisamente discutir… más bien, era… aclarar unas cosas. Yo… quiero saber qué es lo que sucede. Antes de comenzar a salir, tú… estabas, por así decirlo, llena de vida –temblé-. Pero, ahora… 

- … parezco un refrigerador. A lo frío, me refiero. 

- B-bueno… sí… -mire el suelo, ¿qué más podía hacer? Tenía mucho miedo. 

- Ya sabía yo que esto tenía algo que ver. No es de tu incumbencia. 

- ¿Que no es de mi incumbencia? –la miré desilusionada-. Arisu, no digas eso… eres todo para mí. Claro que me importa. 

- Bueno, no debería importarte. 

- ¿Por qué? ¿Qué hecho mal? ¿No confías en mí? 

Hizo una pausa. Parecía estar pensando algo serio y grave. Sus ojos verdes se cerraron por un momento. ¿Qué me diría? ¿Qué iba a decirle yo? Sólo deseaba que la discusión terminara rápido, o esto terminaría muy mal. Y no deseaba eso. 

- Iré al grano, Suzume –dijo al fin-. Hiciste mal en pensar que… Agh –se despeinó un poco. No encontraba las palabras, estaba igual que yo-. Hiciste mal en intentar llegar a mí, siendo más que una amiga. 

- ¿Llegar a ti? –tomé aire-. Es decir… que no me amas. 

- Exactamente. 

- ¿Y por qué no lo dijiste antes? –reí irónicamente-. Hubiese sido mucho mejor, ¿no crees? 

- Puede. Pero, ¿quién sabe? –se levantó, sin tocar el té ni la ración de pastel-. Yo sólo te miro como una amiga, Suzume, ¿entiendes? Lo siento. Pero no soy capaz de responder a tus sentimientos. 

- Sólo una oportunidad –rogué-. Llegaré a tu corazón. Por favor, sólo intenta quererme como algo más. 

La miré, también rogándole con la mirada. Pidiendo una segunda ronda, una oportunidad. Sólo una más. No quería nada, sólo eso. Nuevamente, nada en su rostro. Ni pestañeó. Nada. Un escalofrío me agarró por la espalda, haciendo que todo en mi interior se derrumbe.  

Leí la respuesta en sus ojos, helados. No. Eso fue lo que leí. Mis ojos se nublaron, eran las lágrimas. Me levanté también, y caminé hacia ella, bastante firme, lo cual me impresionó de mí misma. Recosté mi cabeza en su hombro, y permití que algunas lágrimas brotaran. 

- ¿De qué manera podrías llegar a quererme? –seguí insistiendo. 

- De ninguna forma –suspiró, y me tomó por los hombros, alejándome-. Ya te lo he dicho, no siento nada por ti. 

- La muerte, ¿no es verdad? ¿Tú me odias, Arisu? 

- No, no te odio –respondió, decidida. 

- Pero no me quieres. 

- Es verdad. O, más bien dicho, yo no te amo. 

- Si tú no me amas, nadie puede hacerlo, ¿sabes?

- ¿Qué quieres decir con eso, Suzume?  

- Que, si tú no me quieres… -dudé en abrir la boca. Pero, ¿por qué no hacerlo?-. Si tú no me quieres, yo voy a matarme, ¿vale? 

- ¿¡Pero qué estás diciendo!? –me apartó de su lado completamente, y me miró enojada-. ¡Ni se te ocurra! 

- ¿Ya ves? –le sonreí-. La única manera de que pienses un poco en mí, es buscando la muerte. ¿Por qué vas a prohibírmelo, si es lo que me hace feliz? 

- ¡No! ¡Eso no es lo que te hace feliz, Suzume! Deja de decir cosas sin sentido por favor. 

Volvió a sentarse, esta vez en el suelo, bastante cerca de la pared que dividía la entrada de la cocina. Con una pequeña sonrisa, la cual no mostraba felicidad alguna, me senté frente a ella, también en el suelo. Tomé su mano entre las mías, y le sonreí. 

- Claro que es lo que me hace feliz –le dije con suavidad-. Pues, es lo que te haría feliz a ti. Estoy dispuesta a hacer todo porque tú sonrías, ¿comprendes, ya, Arisu? 

- Ya para con eso –de un tirón, alejó su mano de las mías-. Sea lo que sea, no lo hagas. No hagas nada para acercarte a mí. 

- Lamento no hacerte caso. Haré todo. Sea lo que sea, de la manera posible, yo llegaré a tu corazón. Si obligarte a quererme es la única manera de acercarme a ti, que así sea. Si contratar a la mafia es la única manera de acercarme a ti, que así sea. Si… Si la muerte es la única forma de acercarme a ti, que así sea. 

Me levanté de donde estaba con rapidez absoluta. Más bien, con un pequeño movimiento. Guiñé un ojo a Arisu, y caminé hacia la mesada de la cocina. Recogí un plateado cuchillo, y lo miré fijamente. Caminé de nuevo hacia Arisu, y me senté en el mismo lugar que antes. Le enseñé el cuchillo, con naturaleza. 

La plata brillaba por la luz anaranjada que se colaba por la ventana, debido al hermoso crepúsculo. Le sonreí nuevamente a Arisu, intentando que su expresión sea más ligera. Estaba preocupada. Pero, eso no importa. En poco tiempo, estaría muy bien, y sonreiría como antes. Sólo faltaba el golpe de gracia, y ta dá, ya está. 

Con mis dos manos, y aún sin apartar la vista de mi razón de vivir, tomé el cuchillo, y lo posesioné en el centro de mi pecho, listo para penetrar en cualquier instante. Arisu aún me miraba asombrada y preocupada. Sólo podía sonreírle. Me acerqué lentamente a ella, y la besé con cuidado y gusto.  

- Te amo. Y siempre voy a hacerlo. Espero, esto te haga muy feliz, mi querida Arisu. 

Sólo espero que no haya gritado al ver la escena. De lo contrario, todo hubiese enloquecido. Sentí un dolor inmenso en el pecho. Mi cuerpo comenzó a sentirse cada vez más pesado, hasta que no pude soportar más el peso, y caí.  

No estaba triste. Después de todo, ¡yo había hecho feliz a Arisu!

Notas finales: Ahí está. Gracias por leer.
Y dejen reviews, por favor. ^_^

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