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Chat Noir por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

Em..mi primer Milo x Camus xD porfavor les ruego que no sean tan malos conmigo.

Me inspiré en el libro "El Alquimista, los secretos del inmortal Nicolas Flamel", asi que van a encontrar algo de eso en el relato xD! También robe algunas cositas de ese libro -//-

 

Disfruten xD!

Milo echó la cabeza hacia atrás.

Abrió lo más que pudo las aletas de su nariz para poder sentir ese embriagante aroma inundar sus fosas nasales y disparar al máximo sus sentidos.

Menta.

Se asemejaba al aroma de una nueva pasta dentífrica o los tés de hierbas que su madre servía en la cafetería en Grecia.

Se encontraba en un avión, sentado cómodamente con la cabeza apoyada en el reespaldo y masticando un chicle de menta.

Era su primer viaje en avión y había leído que lo mejor era que, al encontrarse a gran altura, masticar un chicle para así evitar que sus oídos se tapen.

Milo Scorpion tenía 21 años y una larga y rizada cabellera azul. Sus ojos eran perspicaces y de un color azulado, los cuales enamoraban a cualquiera.

Podía usarlos tanto para conquistar como para matar.

Huevos podridos.

 Ahora, era momento para usar su fiera mirada.

Miró con la mayor ira que le fué posible a su acompañante.

Era un niño más pequeño que el, de cabellos pelicelestes y un lunar bajo uno de sus ojos celestes.

Acababa de abrir un tupper con comida.

Nuevamente, huevos podridos.

 Era un hedor nauseabundo y apestoso. No se tardó mucho en reconocer que se trataba de la inconfundible pestilencia de los huevos podridos que al mezclarse con la característica escencia de la menta, producía un olor realmente repugnante.

Milo podía sentir cómo el hedor se adueñaba de su lengua y de sus labios, y entonces comenzó a percibir un leve picor en el cuero cabelludo, como si un diminuto insecto trepara por él.

El griego no tardó en llevarse las manos a su cabellera azul desmelenada para propinarse unas tremendas sacudidas.

Con una nueva mirada de advertencia, le hizo entender al peliazul que cierre aquél tupper, pues los sandwiches que allí se encontraban no eran realmente comestibles.

 

-Lo siento- se disculpó el niño-, es que mi comida se echó e perder.

 

Acto seguido, cerró el tupper antes de que al griego le agarrara un patatús y decidiera que lanzarlo por la ventana sería mejor que aguantarlo todo el vuelo.

A pesar de que el peliceleste había echo lo que Milo le había recomendado, un poco del hedor quedaba, por lo cual conecto su iPOD, intentando pensar en otras cosas.

Algo llamó pronto su atención. Una azafata y un aeromoso reian, mientras el hombre le tomaba de la cintura y la aferraba, en un intento desesperado para que no se aleje.

Rió disimuladamente, intentando no llamar la atención de la pareja. ¡Cuantas veces había precensiado una escena así!

En Grecia, su mejor amigo Saga Gemini se la pasaba haciendo esa escena con el pelilila Mu.

El carnerito era tímido e inocente, pero no por eso tonto y bastante distraído.

Sabía que Saga gustaba de él y a Mu también le gustaba el griego, de echo, casi siempre sentía un escalofrío de placer correr por su espina dorsal al verlo.

No obstante, Mu siempre empleaba sutilezas para atraer a Saga.

Y es que siempre ponía en la cima de prioridades la literatura, por lo cual se la pasaba largo tiempo leyendo o escribiendo, mientras el Géminis lo buscaba por medio Grecia.

Huír del amor...¿Una sutileza?

Podría ser. Pero era tan sutil que Milo no le veía uso.

Si el amor corre detrás de ti..mejor detenerse a esperarlo.

Se volteó un poco, acomodando ambas manos bajo su cabeza a modo de almohada.

Faltaba mucho aún para llegar a Francia, por lo cual podría echarse un sueñecito bajo largas melodías relajantes.

 

 

Al día siguiente, cuando Milo abrió sus ojos, lo primero que presenció fué el curioso rostro del peliceleste muy cerca de su rostro, por lo cual, literalmente, saltó del asiento hasta quedar erguido.

 

-Perdoname.-comenzó el menor riendose.- Es que dijo la azafata que faltan 20 minutos para llegar y me pidió que te despertara.

 

Milo gruñó. Podía significar tanto "está bien" o "déjame en paz".

Se maldijo internamente cuando miró su iPOD, ya que si algo le mantenía vivo en el avión eran las constantes canciones que escuchaba.

Se le había acabado la batería.

Unos minutos luego, se comenzó a escuchar la voz de la azafata en el altavoz, pero Milo no le prestó atención.

Había decidido vengarse con sí mismo de alguna manera por lo del iPOD.

Bastante ridículo, ¿no?

El avión aterrizo cuidadosa y lentamente en el Charles de Gaulle Aéroport, en París, Francia.

Cuando le había comentado a su madre que viajaría allí, esta había saltado de la alegría.

-Oh hijo, vas a la ciudad del amor!-le había dicho.

¿Ciudad del amor?

Patrañas.

El iba allí para relajarse y despejarse, ya que al volver tendría que comenzar a trabajar nuevamente, y eso le causaba náuseas.

A pesar de ser una persona grande, era en algunas ocasiones inmaduro.

Por ejemplo, en ese momento en que comenzó a salir del avión arrastrando las maletas y una mochila en la espalda, fué cuando se dió cuenta de que no había conseguido un hotel, por lo tanto no sabía donde quedarse.

Afortunadamente, una mujer, al ver su turbación y su mirada perdida, se le acercó y le entregó un volantín de propaganda.

Al parecer era un ángel caído del cielo que estaba para salvar a gente tan despistada e ignorante como Milo.

Se dirigió a una cafetería allí en el aeropuerto (No soy de Francia así que no estoy segura de que alla una, pero supongo que Ariesnomu me podrá quitar esa duda xD), dejó sus maletas de lado y luego de pedir un café miró con creciente interés aquel papel.

-Hotel Bel Ami-leyó el nombre del hotel.

 Bajó su vista un poco más, hasta toparse con la descripción del hotel, la cual leyó de la misma manera, en voz alta.

-Éste es un hotel de cuatro estrellas, considerado una propiedad moderna, de primera clase superior. Se recomienda este establecimiento.

Se rió con gana. Todo el mundo que hacía propaganda a su hotel lo recomendaba.

-Es un edificio de cuatro pisos con una encantadora fachada art deco que data de 1930.

Milo soltó un largo pero bajo silbido.

¿Podía ser que semejante hotel fuera tan viejo?

-El vestíbulo es de plano abierto, tiene un gran salón, amueblado con sofás oscuros. Este ambiente informal está enfatizado por las lámparas cubistas neutras y una zona de exhibiciones en la que se ven las últimas influencias en arte y cerámica modernas.

Se rió ante tanto detalle, por lo cual se salteó lo poco interesante y fué directo al precio.

Casi se le cae la mandibula, pero luego de ver la foto y de leer sobre cuantas habitaciónes y demás detalles, sonrió encantado.

Después de todo, cada belleza tiene su precio.

Dejó el dinero del café en la mesa y salió al exterior.

Quería caminar un poco, conocer la ciudad, historias, etc.

Estas ideas se le fueron de la cabeza cuando vió nuevamente su pesada valija, por lo cual revoleó los ojos y, sin nada más que poder hacer, la cargó con fuerza.

Tomó un taxi, el cual lo dejó en una plaza frente a la torre Eiffel, el primer lugar que queria ver y la primera opción turística.

Se sentó en una banca y suspiró, undiendo el rostro entre sus manos en una mueca de cansancio.

Una risa le atrajo.

Cuando alzó el rostro, se topó con el joven más bello que nunca podía haber visto antes.

Era incluso más bello que el, y eso no podía creerlo (alto ego nuestro Escorpio).

Unos ojos aguamarina le observaban atentos, con destellos alegres y los labios curvados en una sonrisa sin fín.

Se sintió caer en Campos Elíseos (que coincidencia, el cual también está en francia).

El francés que le observaba rió nuevamente al ver la atención que Milo le ponía.

El griego se sentia en el cielo.

Tenía muchas ganas de tocar su dulce piel, de ahogarse en esos largos y suaves cabellos celestes y de nutrirse con el brillo de aquellas orbes.

Para romper con aquella mirada hipnótica que le cedía Milo, el francés carraspeó y dijo:

-No soy el más bello, pero suelo conseguir que la gente me mire unos minutos.

El griego, meneó la cabeza, intentando despertar de aquel mar de sensaciones.

El peliceleste sonrió aún más.

Estaba sentado frente a el, pintando con acrílico y sosteniendo un mezclador en su mano (donde se colocan los colores).

Efrente del francés había una tableta de madera sobre la cual apoyaba el dibujo, para así acersele más cómodo pintar.

Se quedó embobado viendo la mano del francés moviendose acompasadamente, hasta que la mirada del peliceleste viajó del dibujo hacia el.

-Cómo te llamas?-le preguntó Milo mostrando su interés.

-Camus.-respondió el otro dedicandole una nueva sonrisa, sin dejar de pintar.

-Qué edad tienes?-insistió el griego.

-16.-volvió a contestar Camus riendo ante la insistencia del Escorpio.

-Tienes novio?-continuó el otro.

Camus echó la cabeza hacia atrás y, luego de pasarse una mano por el cabello, soltó una carcajada que para Milo fué oír a los ángeles tocar el arpa.

-No..-y arrugó la nariz.- Y tú como te llamas?

-Milo.

El peliceleste le sonrió y continuó mirandole sin dejar de pintar.

Llevaba un delantal blanco, algo manchado con pintura, y una camisa arremangada hasta los codos para evitar mancharse.

Milo llevaba al igual una camisa, pero de color negro y unos cómodos y holgados vaqueros llenos de bolsillos.

-¿Qué pintas?-inquirió curioso el Escorpio acercandose a la obra del menor.

Camus se sonrojó cuando el rostro de Milo denotó sorpresa.

Había pintado un hermoso campo verde, lleno de flores y árboles. Había varios animalillos por ahí y una que otra mariposa danzando alegre en el dibujo.

-¿Qué tal?-preguntó el francés buscando la aprobación en los ojos del mayor.

 -Es...es...tan increíble que no encuentro palabras para describirlo.-admitió Milo mordiendose los labios.

Lo admitió, el dibujo era bellísimo, pero realmente dudaba poder encontrar algo más bello que el francés que en esos momentos le miraba expectante pero sonriente.

-Te lo regalo.- susurró Camus aún manteniendo en alto su sonrisa.

-No..no puedo aceptarlo.-comenzó nervioso el griego.- es una muy buena obra..y te costó mucho hacerla estoy seguro, por lo tanto..

-Claro que no, te lo regalo a modo de bienvenida a Francia!-insistió el menor.

Ya rendido, Milo asintió, para luego una sonrisa traviesa aparecer por su rostro.

-Te lo acepto con una condición..

Camus alzó una ceja, de repente nervioso y con el corazón palpitandole fuertemente.

-Que almuerzes hoy conmigo.

 

 

Milo se encontraba perdido.

Camus le había prometido ir a almorzar con el en cuanto terminara de resolver algunos temas con su madre y hermanos, por lo cual el Escorpio se adelantó.

Camus le había dado el nombre del lugar donde podían comer, pero pronto se le olvidó. Sabía que estaba relacionado con algo de "Flama" o remotamente parecido.

Sguió las indicaciones que Camus le había dejado en un papelito, pero pronto se había perdido.

Era difícil perderse en París mientras sepas dónde está el Rio Sena, además desde cualquier parte se puede avistar algún punto de referencia, como la Torre Eiffel, el Sacré-Coeur o Notre Dame, pero por alguna extraña razón, Milo se perdió.

Había visitado la catedral de Notre Dame unos momentos, luego había cruzado el Sena por el puente d'Arcole.

Se perdió en algún punto entre el Boulevard de Sebastopol y la Rue Beaubourg.

No estaba del todo perdido, vagamente sabía donde estaba.

Salió de la Rue Beaubourg y se adentró en una angosta calle llamada la Rue du Montmorency y descubrió pronto que estaba ante un cartel en el que se leía: Auberge Nicolas Flamel (Albergue Nicolas Flamel).

Justo enfrente del edificio había un pequeño poste en el que se explicaba que la casa, donde Flamel y su esposa vivieron antaño, databa de 1407, lo que significaba que debía ser una de las casas más antiguas de París.

Milo reconoció aquel nombre como el que le había mencionado Camus, por lo cual entró y se encontró con un acogedor restaurante.

Alguien le tapo los ojos por detras y susurró algo en su oído. Una voz que se le hacía conocida, con un tremendo acento francés.

Camus se rió un poco, para luego separarse de Milo, quien suspiró de alivio.

-Te perdiste?-preguntó sorprendido el francés.

-Uhm...-dudó antes de responder.- sí, un poco, pero ya llegué sano y salvo.

Camus volvió a reír y le tomó de la mano, conduciendolo a una mesa de madera.

Milo confirmó entonces, una de sus sospechas: la piel de Camus era más fría, delicada y suave que la seda.

Se sentaron y comenzaron a charlar, contando acerca de sus vidas.

Camus ya había terminado la secundaria algo pronto, ya que era una persona bastante capaz e inteligente.

No sabía que estudiar en la universidad, aunque le interesaba mucho el arte, la pintura, y la música.

Le contó que tenía también dos hermanos menores: Hyoga e Isaac, y que vivía con su madre y su padre, los cuales eran humildes y buenas personas.

Milo le contó sobre su negocio en Grecia, ya que era abogado, y también le narró lo ocurrido con los huevos podridos en el avión.

Camus y Milo continuaron riendo hasta que llegó su comida. Primero comieron la "Soup a l`oignon" y continuaron con el "Salmón Ahumado con Caviar y Crema al eneldo" (tenéte un nombre xD).

Finalizaron su almuerzo con un mousse de chocolate, aunque más almuerzo parecía una cena.

Luego del gran almuerzo, ambos tomaron un té para poder digerir todo lo que habían comido.

-¿Quieres que te cuente la historia de este lugar?-preguntó Camus con los ojos brillantes.

Siempre le había gustado el misterio y el suspenso, y ni hablar de las historias de crímenes sin resolver.

Milo, picado por la curiosidad, asintió.

-Es sobre esta casa.-comenzó Camus, mirando las vigas de madera del techo.

-Comienza ya, me muero de la curiosidad.-admitió Milo con una sonrisa que hizo ruborizar al menor.

-Bueno...aquí nació en 1330 Nicolas Flamel. Se ganaba la vida como librero y escribano..escribiendo cartas y copiando libros para clientes. Un día compró un libro muy especial, el Libro de Abraham. Éste, también existió en la realidad.Junto con Perenelle estuvo más de veinte años viajando por toda Europa, intentando traducir el extraño lenguaje en el que estaba escrito el libro.

Se detuvo unos momentos para beber un sorbo de su té, bajo la mirada gélida e impresionada de Milo.

-Nadie sabe que le ocurrió a Nicolas Flamel durante ese viaje. Pero de lo que no cabe duda es que cuando volvió a Paris a finales del siglo XIV, se había convertido en un hombre extraordinariamente acaudalado.

Milo agrandó los ojos. Vaya lo que un libro y un viaje podía lograr.

-El rumor enseguida se extendió por la ciudad: se decía que Nicolas había descubierto dos de los grandes secretos de la alquimia entre las paginas del libro. Cómo crear la Piedra Filosofal que convierte el metal en oro y el Secreto de la inmortalidad.

Milo achicó los ojos al oír sobre la Piedra Filosofal. Había leído bastantes historias en torno a aquella piedra, e incluso películas que hablaban de ella, pero nunca había oído de nadie que haya podido encontrarla o crearla realmente.

-Pese a que Nicolas y su esposa llevaban unas vidas tranquilas, el matrimonio dono mucho de su dinero a actos caritativos. Además fundaron hospitales, iglesias y orfanatos.

El francés buscó la mirada del griego, quien asintió con una sonrisa, incitandole a continuar, mientras apoyaba una mano sobre la de el.

-Eh..los archivos..relatan que..-Entrecerró los ojos, evidentemente nervioso ante el tacto.- relatan que..Perenelle falleció primero, y luego Nicolas. Al cabo de un tiempo, a altas horas de la madrugada, las tumbas de Nicolas y Perenelle Flamel fueron profanadas.

Los ojos azules de Milo se abrieron de par en par debido a la sorpresa.

-Fué entonces cuando se descubrió que las tumbas estaban completamente vacías. Por lo cual no se sabía si habían sido enterrados en tumbas secretas o jamás perecieron. Durante muchos años, muchas personas aseguraban haber avistado a los Flamel por toda Europa.-concluyó el francés con su relato, dejando bien absorto en sus pensamientos al mayor.

Milo esbozó una sonrisa simpática y buscó los ojos del otro.

-Es una historia bastante interesante..pero no más que tú.-añadió a modo de cumplido.

Camus se ruborizó más si cabía, por lo cual se ocultó tras su taza con la excusa de estar bebiendo. Milo rió ante su acción y fué entonces cuando le preguntó:

-Camus, sabes donde está el hotel Bel Ami?

El francés sonrió y, con un tono muy travieso en la voz, dijo de corrido:

-El hotel se encuentra en el corazón de la zona de Saint Germain del Pres, a poca distancia a pie del Sena, el Barrió Latino, las boutiques y los bares de jazz.

Milo abrió aú más los ojos si podía. ¿Acaso el francesito se conocía toda la ciudad de memoria?

 

 

Luego de haber almorzado, ambos se habían dirigido en un taxi al hotel, en donde se la pasaron hablando como viejos amigos y bromeando.

Cuando el taxista comenzó a hacerle típicas preguntas de de donde venía y cosas así, Camus comenzó a fijarse en sus sentimientos.

Su corazón palpitaba muy rápido cuando el griego le dedicaba alguna sonrisa o reía, por lo cual cuando lo hacía, aguantaba la respiración para evitar que su corazón salga corriendo.

Se había dado cuenta de que: o el griego tenía algún interés en el, o era bastante casanova, o era muy bromista.

Sus ojos se perdieron en esa maraña de cabellos azules y rizados, y luego en esas azuladas pupilas que siempre destellaban alegría al hablar.

Cuando el griego se encontró con su rostro, Camus se quedó helado y estático.

Sabía que hasta podía notar como babeaba por el, pero el griego solo sonrió y, apoyando una mano en su mejilla, le acarició.

-Estás bien?-preguntó con voz suave.

Camus cabeceó un poco y por unos momentos pensó que se encontraba muerto, pero nuevamente, un preocupado Milo volvió a hablar al no recibir respuesta.

-Camus..?-llamó.

El francés respingó como si lo hubieran despertado de un largo sueño, por lo cual solo atinó a asentir con la cabeza.

El coche se detuvo frente a una casa algo vieja, adosada pero bonita.

La indentificó como la casa de Camus al verlo sonreír y mirar en aquella dirección.

-Nos vemos Milo!-dijo saliendo del coche.

No obstante, un tirón en su mano le hizo volverse.

Milo sostenía su mano y, acercandose a el, beso sus labios con devoción y hasta con pasión, sin excluir a la ternura y al amor, claro está.

Camus sintió como toda la sangre iba a pararle a las mejillas, y correspondió su beso con algo de torpeza, pues era el primero.

Cuando se apartaron, Milo le sonrió desde el coche y cerró la puerta, mientras el taxi nuevamente arrancaba y se alejaba en la avenida.

El francés se quedó en la puerta de su casa mirando totalmente hechizado al auto.

 

Habían sido unas horas nada más..pero si algo había aprendido de muchos relatos, era que existía el amor a primera vista..

 

Continuará..

 

 

 

Notas finales:

Sii! Enseguida lo continúo, es solo que se me hizo incómodo mesclar mucho las cosas. Había pensado ponerlo todo en un solo capi, pero bue xD

Dudas o sugerencias-> aries.empire@hotmail.com


XoXo xD


A.W.


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