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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Hola chicas!! Millones de gracias por los reviews.

Seguimos con este capi que complementa al anterior, esperamos que les guste.

 

Estaba acostado, haciéndome el dormido, a ver si Caronte se sentía solo y quería irse. Pero no, daba vueltas por la pequeña celda de dos por dos y murmuraba algo que no llegaba a escuchar. Me traté de quedar más quieto aún,  deseando con todas mis fuerzas que se fuera a caminar al patio o algo.

Pero seguía ahí, lo sentí acomodar las cosas en la mesita que teníamos.

Ya me había fijado que era un maniático del orden.

Era increíble que aún no se hubiera dado cuenta que le había robado la pasta dental.

Me sonreí. Otra vez sentí ruidos de que volvía a acomodar.

Tenía el cepillo de dientes a la misma altura que el jabón, las hojas y la lapicera.

Suspiré inaudiblemente. Maldito Radamanthys y estúpido Milo que me había abandonado.

Me agarró bastante rabia contra él, pero enseguida me dí cuenta que tenía razón. ¿Cómo iba a jugarse tanto por una idea tan descabellada como la mía? Estaba pensando en eso, sintiendo como el enojo se iba y la tristeza volvía cuando sentí que me tocaban muy suavemente el hombro.

Al principio pensé que era la sábana, que se había caído y me hacía cosquillas.

Pero enseguida sentí el inconfundible sonido de la tela al rasgarse.

¡Caronte me estaba rompiendo la remera!

Me dí vuelta bruscamente y lo miré con odio.

-¿Qué haces? –le increpé.

No parecía asustado ni avergonzado. Sólo un poco nervioso.

-Quería ver tus tatuajes –me explicó como si yo estuviera en jardín de infantes.

-¡Eso no te da derecho a tocarme, idiota! –le grité, exagerando la reacción para que se diera cuenta que nunca más debía volver a fijarse en mis condenados tatuajes.

No le importó lo que le dije.

Seguía con la misma mirada ávida de información.

-Tenes un laberinto. –declaró.

Yo me quede pasmado. ¿Cómo podía haberse dado cuenta de eso alguien a quien le faltaban varios caramelos en el frasco?

-Tenes un laberinto en la piel. –repitió, ahora completamente seguro.

Me levanté y me fuí, totalmente abrumado por su locura y por la situación tan molesta en la que me encontraba. Tenía que solucionarlo hoy.

 

* * *

 

El gatito se acercó después del gesto que le hice. Me sonreí suavemente, a pesar de toda su inteligencia y de todo el valor que había demostrado; terminaba acudiendo a un gesto mío igual que cualquiera de mis subordinados.

Ese poder no se compraba con nada.

Le dí la pasta tóxica que me había encomendado. No sabía para lo que era y poco me importaba. Aioria tenía el ceño fruncido.

-¿Arreglaste el problema de tu compañerito de banco? –le pregunté, medio en broma, medio en serio.

Sus ojos eran verdes, pero oscuros. No sonrió pero se le achicaron, como si tuviera un plan. Por las dudas lo traté de ayudar a mi manera, no vaya a ser cosa que el retardado de Aqueronte me arruinara mi salida.

Cubierto por el recipiente de la sustancia esa, le acerqué una especie de cuchillo.

-Hay formas muy fáciles de solucionarlo. –le murmuré.

Miró ambos elementos que le ofrecía, y mientras agarraba solo la pasta, contestó de manera autosuficiente:

-Y también formas mas inteligentes.

Se paró y se fué, con sus rulos bailando mientras caminaba despreocupadamente.

Estúpido gato.

 

* * *

 

Llegué al edificio donde funcionaba Proyecto Justicia sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que mi hermano andaría por ahí, aunque quizá no me atendiera él mismo…

Cerré el auto con parsimonia, y ordené los papeles que llevaba casi por orden alfabético. Me daba cuenta que estaba haciendo tiempo antes de entrar, pero no podía evitarlo.

Cuando finalmente llegué a la puerta toqué el portero eléctrico. Casi esperaba que la voz de Kanon me preguntara que deseaba, pero di un gran suspiro de alivio, cuando en su lugar fue la de una muchacha, probablemente la secretaria.

 

Siguiendo sus indicaciones llegué a la recepción, y reconocí a la dueña de  la voz que había escuchado. Una chica de cabello rubio, que esperaba en la mesa de entrada.

Ella me miró con los ojos como platos, su actitud no me sorprendió, ya que toda la gente que se encontraba con nosotros dos, se quedaba igual de impactada por nuestro parecido.

-Buenos días, -le dije cortésmente, -soy Saga Géminis, me gustaría hacer una consulta…

No tuve que decir más y la joven personalmente me  guió hasta un estudio, y luego disculpándose, desapareció.

 

La puerta rezaba “Julian Solo, Abogado”. Respiré hondo, mas confiado. Quizá podría posponer mi reencuentro con Kanon un tiempo más. Toqué la puerta y una voz desconocida me hizo pasar.

Mi confianza se pinchó cuando al abrir la puerta ví a mi hermano, tan idéntico a mí como siempre, junto a un joven rubio, que debía ser el dueño del despacho.

-¿Saga? – preguntó rápidamente. ¿Es que Kanon estaba ciego? Era obvio que era yo.

-Hola Kanon.-dije al fin, y fue mas fácil de lo que había esperado.

 

 

Luego de las presentaciones, y omitiendo detalles familiares, le conté a Julian, que al parecer era el que llevaba el mando, el caso de Aioros. Ya estaban enterados de gran parte de la historia, pero tanto él como Kanon escucharon todo lo que tenía para decir.

-Sabemos que las cosas no están del todo claras en el caso de Sagitario- me dijo Solo cuando yo finalicé.-Pero ya es demasiado tarde, y no tenemos ninguna prueba de su inocencia a la que aferrarnos.

Asentí con pesar, tenía razón.

-Nos gustaría ayudar a tu novio-continuó. Nunca le había dicho que era mi novio. –Pero estamos escasos de personal, y el tiempo del que disponemos es demasiado poco.

-Claro, entiendo- quise que mi voz no sonara angustiada.

Logré disimularla bastante.

-Lamentamos no poder ayudarte, sobretodo a un Géminis- le guiñó un ojo a mi hermano- Quizá hubiéramos podido hacer algo cuando la causa estaba en desarrollo, ahora me temo que ya no vale la pena movilizarse. Lo siento.

Tomé aire antes de hablar. Kanon se mantenía detrás sin abrir la boca. No me atreví a mirarlo a los ojos.

-No hay problema, se que es un caso difícil, y es un poco tarde…- ¿Por qué me estaba disculpando yo?- Igualmente gracias por su tiempo.

Le estreché la mano a Julián y luego a Kanon, que me la apretó con más fuerza de lo normal. Agradecí este pequeño gesto de cariño.

En menos de veinte minutos de haber entrado, ya estaba afuera de nuevo.

 

* * *

 

Me sonó el teléfono, sabía que era Hipnos, porque era el único que tenía este número, bah, él y Athena, pero ella jamás llamaba.

-¿Qué querés?-le espeté.

-Geminis acaba de salir de justicia.-me informó-Tenes un poco mas de media hora, dependiendo del tránsito. No te retrases.

Me reí, ¿acaso mi hermano aún no me conocía? Ya había recorrido casi toda la casa de ese abogado, y mi trabajo era tan perfecto que éste nunca lo notaría.

Me acerqué a un pequeño escritorio frente a la puerta de entrada. Sobre el había un gran velador, y un cajón. Lo abrí. La foto saltó a mis ojos profesionales, como si no estuviera rodeada de papeles.

La tomé en mis manos. En ella estaba Géminis, al parecer en su graduación, rodeado de Sagitario, y  alguien que tenía que ser el hermano de este último.

-¿Thanatos? ¿Estas ahí?-preguntó mi gemelo, todavía al teléfono.-Apurate…

-No te preocupes Hipnos, ya encontré más que suficiente…

 

* * *

 

Subí al auto sin perder tiempo y me dirigí a una comisaría cercana. Aunque Proyecto Justicia no me ayudara, yo iba a seguir intentándolo.

Reconocí al oficial Pharao,  ya que  Aioros me lo había descrito como ‘un tipo egipcio’ y era él único que cuadraba con el perfil. Por suerte para mí, caminaba solo hacia su patrullero.

Lo detuve y le expliqué quien era en pocas palabras.

-Oficial, si no estoy mal informado fue usted quien declaró haber llegado primero al departamento de  Aioros Sagitario y haberlo encontrado lavando unos pantalones manchados con sangre. ¿Es eso cierto?

-Si señor- respondió con su extraño acento, tenía la piel aceitunada y el cabello extremadamente negro. Se veía ridículo con el uniforme de policía, ya que con ese rostro uno lo imaginaba con ropajes y accesorios dorados.

-Bien, aunque en el informe que usted elevó nunca dice que estaba sosteniendo dichos pantalones. ¿Qué lo hace pensar que los estaba lavando? ¿Sabía usted que su declaración fue de suma importancia para la sentencia? ¿Realmente vió o solo creyó ver?-lo atosigué a preguntas.

Reaccionó peor de lo que esperaba.

-Mire señor abogado-escupió, -Fui el primero en llegar a lo de Sagitario cuando recibimos la alerta. La puerta estaba abierta, y entré. Lo encontré en el baño, de espaldas a la puerta, reclinado sobre la bañera donde estaba el pantalón manchado de sangre. Sangre que se analizó y pertenecía a la fallecida. Tenía las manos mojadas. Eso es todo lo que ví, saque usted sus conclusiones, o hable con el comisario.

No me asustó su tono, pero no volví a presionarlo. Ya me había dicho todo lo que quería.

-Gracias-le dije y me dí media vuelta para regresar a mi vehículo.

 

* * *

 

Cuando llegué a este no lo encontré solo. Kanon estaba parado junto al auto, esperándome. Me sonrió.

Corrí hasta el y lo abracé. Él correspondió el abrazo mientras me explicaba al oído.

-No pienso igual que Julian, creo que todavía podemos ayudar a ese arquerito tuyo.

Solté una carcajada al recordar como lo llamaba Kanon a Aioros. El día que se conocieron, Aioros le había atajado un penal memorable a mi gemelo.

Una vez que ambos estuvimos arriba del auto, mi hermano me preguntó con una voz extraña:

-¿Por qué ahora?

No supe si se refería a nuestro reencuentro o a ayudar a Aioros.

-Digo, -me aclaró entendiendo mi confusión. – ¿Por qué ahora y no cuando lo sentenciaron?

-Creí que era culpable.- le confesé avergonzado.

No repuso nada. Pero puso su cara comprensiva.

Pasaron varios minutos hasta que pregunté:

-¿Cómo está Sorrento?

-Nos peleamos-contestó secamente.

Traté de recordarme no volver a tocar el tema, y focalizarme en el presente.

Con mi hermano a mi lado sentía que todo estaba por mejorar.

 

* * *

 

Ví a Aioria volver al pabellón después de hablar con Death Mask. Perfecto.

Era mi oportunidad. Me acerqué hacia él rápidamente y me puse enfrente.

Parecía que iba perdido, prestando atención a otra cosa.

-¡Gato! ¡gato! –susurré.

Ahora sí me prestó atención. La alegría de su cara era palpable.

Era obvio para lo que había ido a hablarle. Sin embargo le dije:

-¡Quiero volver!

-Es demasiado tarde. –me murmuró, haciéndome sufrir.

Con que eso quería, no me importaba, me lo merecía por haberlo abandonado.

Sonreí, siguiéndole el juego.

-¿Me ves las manos? –le pregunté, poniéndoselas delante de los ojos. -Son dos maquinas excavadoras. ¿Querés ir a América? Voy a cavar hasta ahí.

No pudo evitar reír él también.

-Tengo un problema antes. –contestó finalmente, señalando con la cabeza a un preso con cara de desquiciado. Al que habían puesto en mi lugar.- Tengo que sacármelo de encima.

Lo miré, entendiendo que iba a hacer algo que no le gustaba.

Pero era por el bien de todos.

-¿Vas a hacer lo que sea para que se vaya, no? –pregunté, esperanzado.

-Por supuesto. –contestó, lacónicamente, fiel a su estilo.

No pude menos que abrazarlo.

-¡Ese es mi chico! –le dije feliz mientras lo soltaba.

Él no dijo nada, pero sus ojos brillaron de alegría. Sabía que estaba adentro.

 

* * *

 

Llevaba media hora escuchando los retos de Athena. Habíamos descubierto que el chico de la foto, Aioria Leo, era el hermano de Sagitario, y ahora mismo estaba cumpliendo una condena en Sunion. A ella no le parecía mera casualidad.

-¿Cómo no se dieron cuenta antes? Su padre los abandonó antes de que naciera el mas chico, por lo que sus apellidos son distintos. ¿Acaso no es obvio? Un joven sin ningún antecedente, ingeniero, universitario, con un trabajo estable y remunerado, de repente roba un banco y logra que lo encierren con su hermano, al que curiosamente van a ejecutar en treinta días.

Escuché sus reproches obedientemente.

-¿Qué quiere que hagamos señorita? –le pregunté, sabiendo que si hacía algo por mi cuenta, a ella no le gustaría.

-Muy simple Thanatos. Reubiquen al menor. Saquen a Leo de Sunion.

 

* * *

Cuando finalmente llegué a mi celda, Caronte ya estaba ahí. Al parecer se habia adelantado en el tiempo que hablaba con Milo. En la cama descansaban varios dibujos de lo que parecía ser la parte que había visto de mi tatuaje.

-¿Dónde esta mi dentífrico? –preguntó mientras tamborileaba los dedos sobre la mesita nervioso.

Negué con la cabeza, como si no supiera, o no me importara.

Pero él tenía algo que sí me importaba, y lo peor era que lo sabía:

-Es un sendero...-dijo, mirándome seriamente.

-Es un sendero al infierno. Tu tatuaje es un camino al infierno.

Suspiré, cansado, esto no iba a terminar bien, era el momento de hacerlo.

Me acerqué a las rejas de la celda. Agarré un barrote con cada mano y teniendo cuidado de no hacerlo muy fuerte, me golpeé la frente con el duro metal.

El dolor fue agudo pero soportable, porque lo estaba esperando.

-Pero ¿qué--? –dijo sin poder creer lo que hacia. En realidad ni yo me lo creía, pero había funcionado.

Sentí como suave y cálida la sangre chorreaba desde un poco mas arriba de mi ceja derecha.

-¡Guardia! –grité, lo más alto que pude. Rogando que no fuera Radamanthys el que acudiera.

Por suerte era Aiacos.

-¿Qué pasa, Leo? –preguntó con voz grave.

Pero no tuve tiempo de responder porque enseguida vió como me salía la sangre.

Miró a Caronte y gritó para que le abrieran mi celda y pidiendo refuerzos.

-¡Quieto, Aqueronte! –ordenó mientras entraba sacando su macana.

El aludido, en vez de defenderse de que lo acusaran de algo que no había hecho, empezó a gritar:

-¡Un camino! ¡un camino para atravesar el infierno!¡solo yo puedo llevarlos! –señalándome con locura.

En seguida vinieron dos uniformados más y entre los tres lo agarraron y lo arrastraron fuera de la celda.

No me sentía bien por lo que había hecho, pero pensé en Aioros, en Milo y toda la culpa se desvaneció. Muy bien. Manos a la obra.

 

No tuve mucho tiempo de trabajar uniendo pomos con sustancias ya que al grito de:

¡Abran la 58! entraron Aiacos nuevamente y Milo mas contento de lo que lo había visto desde que nos conocimos. Solo ponía esa cara cuando hablaba de Camus.

El oficial me arrojó unas gasas y unas cintas, evidentemente pensaba que era muy profundo mi corte auto provocado. Le agradecí la deferencia que había tenido.

Solo asintió. Era como que no quería ser amable conmigo pero era más fuerte que él. ¿Sería una orden de Radamanthys? Me reí de solo pensarlo. Milo no entendió mi risa pero se puso frente a mí, muy serio de repente. ¿Qué pasaba ahora?

Estiró su mano frente a mí con la palma hacia arriba.

Yo preparé la mia para chocarla con la de él y cuando la baje el hizo como un puñito, para que nos tocáramos de esa forma. Después de un par de idas y vueltas con el saludo, sorpresivamente me abrazó. Como ya había pensado antes, su energía era contagiosa. Aunque no estaba muy acostumbrado a esas muestras de afecto yo también le di un rápido abrazo. Ahora si, a trabajar.

 

* * *

 

Aioros se llevó las manos a la cabeza tapandosé los ojos.

Kanon me miró, pidiéndome ayuda. Yo retomé su interrogatorio:

-Bien, Aio, ya quedó claro que no eran tuyos los pantalones,-puntualicé para que mi novio no se pusiera loco de nuevo- Pero queremos saber que estabas haciendo cuando te vió el policía.

Éste suspiró tratando de relajarse.

Le había sorprendido mucho encontrarnos a los dos, pero también le había gustado.

Y aunque nunca había tenido mucho contacto con mi gemelo, sabía que yo tenía una deuda pendiente respecto a nuestra incomunicación.

-Bien, había ido a matar a Artemisa-comenzó, ya harto, su relato.-Pero cuando llegué a su auto, ya estaba muerta. Me volví a mi departamento.

-¿Qué hiciste con el arma?-Preguntó Kanon.

-La tiré al mar.

-Nunca se encontró- agregué yo. Aioros siguió:

-Fui al baño, me lavé la cara, y cuando volteé, ví el pantalón ensangrentado. Ahí llegó la policía.

Kanon y yo nos miramos. Aioros lo tomó como un gesto de desconfianza.

-Me habían preparado la escena. ¡No estaba lavando los malditos pantalones! –vociferó.

El guardia que esperaba afuera golpeó la puerta a modo de advertencia.

-Ya lo sabemos, en serio-le dije para tranquilizarlo.

Pero Kanon no le dió respiro.

-Volvamos al arma, la que decís que tiraste. La policía encontró el arma homicida.

-¡No! Fue planeada, igual que los pantalones-siguió alterado, pero esta vez no levantó tanto la voz.

-Pero tenía tus huellas digitales…

Kanon mostró sus propias manos.

Ahora Aioros se quedó meditabundo por unos minutos

-Tramy-dijo después.

Mi hermano lo miró y luego a mí, desconcertado.

-¿Quién es Tramy? -Preguntó.

-Es el tipo que preparó todo. La noche anterior había ido a su casa, para elegir un arma, y probé unas cuantas. Una de esas debió salir como arma homicida, ¡Por eso tenía mis huellas!-descubrió exaltado.

-Tiene que ser por eso-agregó después mas tranquilo.

Kanon parecía pensar muy rápido, me sentí orgulloso de lo buen abogado que era. Recordaría mencionárselo en alguna oportunidad.

-Bien, entonces, este Tramy… ¿Te pidió que le saldaras la deuda de 90.000 dólares que tenías con él…Matando a Artemisa?- Preguntó uniendo todos los hilos.

Aioros me miró con sus ojos verdes brillantes.

Tenía una musculosa blanca que lo hacía quedar muy sexy.

-Iba a matar a mi hijo si no lo hacía.

 

* * *

 

Cuando entré a mi consultorio Aioria ya estaba allí. Se hallaba justo frente a la pileta, como si hubiera estado mirando algo en el piso y se hubiera levantado de golpe.

Pensé que estaría observando la ventana, el espacio abierto, la libertad.

Fruncí el ceño con pena. Y enseguida me fijé en la nada sutil venda que se había puesto en la frente. ¿Qué había pasado esta vez? Me enojé, no quise saludarlo como de costumbre porque me molestaba que siguiera buscándose problemas.

Pareció sorprenderlo mi actitud.

-¿Qué pasa Doc.? ¿Tiene una mala noticia para darme? –rió de su propio chiste. Yo no. Él se quedo triste.

Le inyecté la insulina en el brazo y luego acercándome le pregunté:

-¿Puedo mirar el corte?

Sus ojos pestañearon sorprendidos. Tenía un hermoso color aceituna.

Me di cuenta que eran de un color que no había visto nunca. Medio me perdí mientras pensaba eso.

El se ruborizó un poco mientras le sacaba las gasas.

Me relajé al notar que la herida no era tan profunda como indicaba la venda. Supuse que se la había puesto él, o alguno de los torpes oficiales que lo “cuidaban”.

-¿Qué paso? –le dije, después de haberle puesto unas tiritas higiénicas mucho mas chicas.

-Me dieron un codazo jugando al fútbol. –explicó como si se lo hubiera ensayado de memoria. Y así me pareció.

Frunci el ceño nuevamente, sentí que, como siempre, miraba mi lunar.

Pareció perderse un poco él ahora.

-No vas a poder terminar tu condena si seguís así. –lo reté, con voz dura.

Sonrió, mirándome a los ojos ahora.

-Cuando salga, entero, -aclaró riéndose –te invito un café.

No supe que decir, estaba anonadado. Sin embargo respondí serio:

-Aioria, ¿sabes que esa actitud encantadora puede ser la causa de tantos golpes?

Se encogió de hombros. Realmente era adorable.

Pero no dijo nada más.

-Terminamos. –le dije mientras se iba. –Cuidate. –susurré, pero no me escuchó.

 

* * *

 

Cuando salimos de la enorme prisión, interrogué a Kanon.

-¿Y bien?

-Demasiados ‘yo no lo hice’ que no sirven como prueba.

Nos miramos y ambos nos mordimos el labio a le vez.

Al vernos soltamos una carcajada.

-El video que muestra a Aioros disparando el arma…vos tenés una copia, ¿verdad?

Asentí con la cabeza.

-Perfecto, si tu arquerito dice la verdad, la cinta miente. – Decretó.- ¿Qué te parece si la vemos y sacamos nuestras propias conclusiones?

 

* * *

 

Tiré ambas sustancias corrosivas en el inodoro. Pensando en lo de “actitud encantadora” que me había dicho Shaka, pero también en que no había contestado mi propuesta. Incluso aunque nunca fuera a suceder. Me dio una sensación extraña de cierta nostalgia pensar en que una vez que saliera no lo iba a volver a ver.

Pero bueno, ahora no era momento de pensar en eso. Por un lado, la mezcla de las sustancias dentro del inodoro ya estaba en ebullición así que apreté el botón para que se fuera. De esa forma limaría las cañerías por dentro.

Milo, mientras miraba con su espejito a ver si aparecía algún guardia. Pero era de noche, y no volvían hasta pasadas unas horas.

De golpe me preguntó:

-Hey, gato. ¿Cómo es que sabias que estas cosas iban a quemar el hierro? –y agarró el pomo de dentífrico que había dejado junto a la cama con cara de asco.

-¿Estudiaste química, o algo? –sus ojos ahora reflejaban curiosidad y admiración.

-No en la escuela. –contesté, medio agrandándome.

Él me hizo una sonrisa picara.

Una vez que todo el líquido se fue corrí el inodoro de donde estaba falsamente acomodado y terminé de roer con una lima el borde del ladrillo.

Estaba listo para que después de darle un par de golpes cediera.

Lo miré a Milo que estaba expectante en la “puerta” de la celda. El espejito giraba veloz en sus manos.

-Necesito que hagas un poco de ruido. –le pedí.

Respiró hondo y empezó a gritar:

-“Como una promesa....eres tu. Como una mañana de verano...”

Cantaba horriblemente. Y además, no era ruido para nada.

-¿Eso es lo mejor que podes hacer? –pregunté con enojo. ¿O es qué me estaba tomando el pelo?

Sonrió nuevamente mientras unos hoyuelos se le formaban en las mejillas.

-Teneme un poco de fé, papi. –dijo después. No se porque mando el “papi” ahí, pero se sintió tierno.

Esperé. Y el siguió:

-“Como una esperanza, eres tu, eres tuuuu, así, asiiii” –aullaba como descosido abriendo grande su boca. Y ahí fue cuando su truco funcionó: todos los presos le empezaron a decir que se calle, que cantaba horrible, que era horrible.

-¡Callate, Escorpio! –gritaban desde los cuatro costados. Estaban armando un griterío ensordecedor para hacer que Milo se callara. Pero él seguía.

-Eeeeereeeess tuuuuuuu...

No esperé mas y le dí varias patadas al ladrillo. Al ratito se rompió.

Y Milo seguía cantando su improvisada serenata. Y nuestros compañeros seguían gritando para que se callara.

De repente, la familiar voz de Radamanthys gritó, si era posible, más alto que Milo y más que los demás presos:

-¡El próximo que haga ruido va una semana al hoyo!

El silencio fue sepulcral. Pero había sido suficiente para mí.

Me agaché y sosteniéndome con las manos pase la cabeza a través de mi celda, saliendo al largo corredor de cañerías y tubos que se extendía detrás.

 

Notas finales:

Esperamos que lo hayan disfrutado. La cancion que "canta" Milo queda mucho mejor en la serie ya que su personaje es "latino", entonces al cantar en español queda re lindo, pero bueno, como era una cancion bastante conocida le dejamos la misma.

Y otra cosita, ¿como prefieren que pongamos los parrafos de los dialogos? ¿Como antes, todo separado? ¿Todo junto como en estos ultimos dos capitulos? Bueno, si no es mucha molestia, aclarenlo en el rr. 

En fin, besitos y GRACIAS!! 

 

 


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