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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Un capitulo un poco triston, pero bueno, para variar un poco xD. Gracias, gracias por estar y por leer!
Giovanni me agarró a la tarde mientras trabajábamos en el patio. Desde que era parte del plan estaba atento a cada detalle. Y lo cierto es que me ponía los pelos de punta tenerlo detrás mío todo el tiempo.
Mirándome con sus ojos borgoña siempre tratando de parecer amenazante.
Me pregunte si era una pose o si era así realmente. La voz que puso para preguntarme me hizo dudar de mi pensamiento.

-Se dice por los pasillos que te vas, gatito.

No quería decirle que estaba aterrado ante esa posibilidad y que todavía no tenía ninguna solución a la vista.

-Lo importante ahora es saber que calle tomar. –le contesté, secamente.

-¿Kurumada, Okada o Teshirogi? –preguntó torciendo el gesto, pronunciando los nombres con dificultad en su griego-italiano.

Asentí, para que no se me notara en la voz, la tranquilidad de que había picado el anzuelo y se había ido del tema. Aproveché mi momento y le apuré:

-Necesito la llave para las cinco. Ni antes ni después.

Ahora frunció el ceño, no le gustaba que le dieran órdenes, eso se notaba a la legua.

-A las cinco va a estar. Más vale que valga la pena. –y se fué, dándose aires, como siempre.

Moví la cabeza con resignación y volví a mi tarea de rastrillar la tierra.
De repente algo suave me tocó la mano. Me sorprendí. Era la gatita de Dohko.
Y ahí fue cuando me cayó la ficha con la solución.
La agarré rápido y ronroneó con mis caricias.
Me acerqué al anciano pero poderoso convicto y me senté junto a él.

-Shunrei, Shunrei, ¿te gusta el nuevito? –le dijo con dulzura mientras la agarraba.

El animal se encogió en sus brazos como si lo estuviera escuchando y se quedó quieto. Lo de nuevito me sonó raro, pero era cierto, hacía una semana mas o menos que estaba ahí, nada más. Parecía que habían pasado eones.

-¿Qué pasa Señor Leo? –me preguntó. Él era el único que no me decía “gato”, era un caballero de verdad.

-¿Hay alguna forma de posponer un traslado? –le tiré, sin previo aviso, ya que lo que menos tenía era tiempo.

Sonrió. Sus ojos se achicaron aun más.

-Hay al menos 88 formas.

-Necesito la más rápida. –suspiré, agradecido y feliz de que se me hubiera ocurrido pensar en él.

Dohko también suspiró, con aires profesionales y picarescos me contó:

-Tenés que hacer una petición para obtener un requerimiento interlocutorio.

Parpadeé, sin entender muy bien todas las palabras que me había dicho, aunque me daba cuenta por donde quería ir.

-Podés alegar cualquier cosa que viole los derechos constitucionales. Hay un montón de razones, motivos religiosos, alergias…

Sentía como si me estuviera pegando un rayo. La alegría y la adrenalina de poder solucionar ese problema que me tenia tan asustado eran inmensas.

-¿Qué tan rápido puedo hacer la petición? –dije después, mas calmado.

-¿Qué tan rápido podés escribir? –retrucó, con una sonrisa torcida que se me antojo adorable.

Asentí contento, aunque de pronto me asuste:

-Pero…¿Y si se dan cuenta que no es verdad? –le pregunté, con temor de tener problemas con Shion o con Radamanthys.

Él rió, tranquilo. Daba verdadera paz estar con él y escucharlo.

-Tienen la obligación de tenerlo en cuenta, y pasan por lo menos 30 días para que lo revoquen.

No dije nada mientras lo admiraba.

-Hace como 10 años que me vienen queriendo trasladar, y hace como diez años que sigo estando acá. –explicó mientras sus ojos se achinaban de vuelta.

-¿Y por que no querés irte? –le pregunté, aunque quizás no me correspondía, pero sentía que tenia confianza con el.

Acarició la gatita que seguía quieta en sus brazos y con voz tranquila me contestó:

-Tenemos algo en común.

No entendí si lo decía por su gata o por mí. Lo miré confundido.

-Vos y yo, -aclaró. –tenemos algo acá que no podemos abandonar.

Y volvió a sonreír.
No sabía como se había enterado de lo de Aioros, pero si sabía que cuando fuera mas grande quería ser como él.

* * *

-Mi esposo lo va a amar. –me dijo Shion, con aire soñador, girando alrededor de la maqueta.

Se me ocurrió pensar si me iba a amar a mí, o a la pequeña Gran Muralla.
Supuse que a lo último. Por la manera en que el Director hablaba de su pareja debían ser esos matrimonios que pasaban años y años juntos y nunca se aburrían uno del otro.
Estábamos en su despacho, lógicamente. El sol entraba a caudales por las altas ventanas enrejadas y las motas de polvo se dibujaban en el aire. El lugar daba sensación de paz. No tanto como la de estar con Dohko, pero algo parecido.
Lo único malo era que Shion no había mencionado nada de mi solicitud de no traslado. No sabía si se había olvidado o si la respuesta era negativa y no quería decírmela. Estaba esperanzado por la primera opción, pero no podía negar que me estaba asustando.
Igual, por el momento debía concentrarme en mi otra tarea.
El reloj de Shion sonó con un pitido breve, rompiendo el silencio y el hilo de mis pensamientos. Ya eran las cinco.
El director se movió de un lado a otro con su pelo rubio siguiéndole los pasos, arrancando pequeños destellos cada vez que pasaba por el haz de luz.
Sabía lo que quería decirme, así que le hice el favor.

-Sé que usted se tiene que ir, Jefe. –comencé.

El sonrió impaciente y expectante.

-Pero me puedo quedar mientras sostengo esto, si no aguanto hasta que sequé, podríamos esperar un derrumbe.

Me acuclillé para demostrárselo. Èl se acercó, casi al trote. Parecía un nenito.

-No, no, Leo. No es tu deber, no te preocupes. Ahora le digo a Yato que te acompañe.

Pero sus ojos brillaban de ilusión.

-Por favor, señor. Me voy a quedar bien quietito acá hasta que esto seque. Piense que la Muralla China fue construída a base de unas medidas a escala de…-Y le dí una explicación que podría haber estado en cualquier cátedra de Ingeniería Básica.

Sonrió, conforme. Casi podía ver como en su mente se formaban los pensamientos: “alguien tan inteligente no va a ser tan tonto de intentar escapar de mi oficina”.

Salió con paso rápido, contento.

Puse un palito de madera en donde antes había estado mi mano y la estructura quedó firme. Ja.
Me acerqué a la puerta a ver si ya se había ido.
Escuché como Yato le decía a Yuzuriha.

-Podríamos ser simplemente dos personas que van al mismo cine a ver la misma película, nadie se tiene que enterar. –su voz era juguetona.

Aja. Bien, cuando la gente esta enamorada no presta mucha atención a otras cosas.
Me acerqué a la puerta del otro lado y la tanteé.
Death Mask había hecho su trabajo. Con un suave clic la puerta se abrió.
Y salí de la oficina.

* * *

Cuando el gato llego a nuestra celda cuando debería haber estado en la oficina del director casi me muero de un infarto. No podía creer lo genial que era. Y no podía creer que iba a tener la oportunidad de ver a Camus tan pronto. Sabía que el gato lo iba a conseguir.
¡Había escapado delante de las narices de Shion y nadie se había dado cuenta!
Otra vez se agachó junto al inodoro, lo desprendió con facilidad y se metió. Pero antes de que se fuera le pregunte que hacía.

-Mientras menos sepas, mejor. –me contestó. Pero su voz no era petulante, sino de alguien que no quiere cargar de problemas a los demás.

Menos mal, ahora empezaba mi tortura de vigilar con el espejito y rogar para que nadie pasara por delante de nosotros.

* * *

Desde que me había enterado que eran hermanos no podía dejar de pensar en ellos.
La verdad es que me estaba costando dejar de pensar en Aioria, pero ahora, saber que tenía un hermano que en poco menos de un mes moriría me estaba trastornando.
Me sentía terriblemente impotente. Necesitaba hacer algo, aunque sea mínimo para ayudarlos.
Por lo pronto, debía ir a hacerle un examen a Sagitario. Hablar con él quizás me daría alguna idea.
Los policías me trasladaron hacia su celda de máxima seguridad.
Y aunque ya lo había visto muchas veces antes, esta vez me pareció muy distinto al Aioros de siempre y terriblemente parecido a Aioria.
No podía entender como no me había dado cuenta antes. Tenían los mismos rulos, la misma contextura física, sus ojos eran prácticamente calcados y se le formaban los mismos hoyuelos cuando sonreían.
Miré a Sagitario embobado notando el parecido. Él me dedicó una sonrisa tímida.

-Buen día Aioros –saludé, volviendo al Shaka profesional del que no debería estar saliendo tan seguido.

-Buen día, Doc. –me dijo con simpatía.

-Antes que nada, te pido perdón por la ironía de lo que tengo que hacer. –le dije, casi en un murmullo.

Parpadeó confundido, igual que hacia su hermano. No sonreí, no me podía perder ahora. Estaba trabajando.

-Claro, tengo que hacerte un examen para verificar que estas apto para ir a la silla eléctrica. –Lo último lo dije en voz tan baja que no estuve seguro que me haya escuchado.

Sin embargo él sonrió.

-No hay problema, es su trabajo.

-Te aseguro que no estudié para eso.

El tema me había puesto fastidioso. Agarré el tensiómetro que había llevado en el bolsillo y se lo apreté en el fornido brazo.
Después de tomarle la presión, comprobé su temperatura. Mientras esperaba aproveché para completar la planilla que llevaba:

-¿Enfermedades hereditarias? –inquirí mientras él miraba el tensiómetro con curiosidad.

Parecía un nenito. O será que yo estaba demasiado enternecido.
No contestó. Le pregunté de nuevo:

-¿Alguna enfermedad crónica que haya tenido tu madre?

-Eh…tumor cerebral. –contestó ahora sí, con pena.

-¿Tu padre? –de paso me develaba mis incógnitas personales, cuando Shiva me dijo que eran hermanos no entendía por que tenían apellidos distintos.

-Se fué cuando yo era muy chico. –contestó, todavía mirando el cronometro del aparato.
Y mi as en la manga:

-¿Hermanos?

Ví como negaba rápidamente con la cabeza, pero no contestaba. No iba a dejar que me mintiera descaradamente.

-¿Alguno además de Aioria?

Debajo de sus mejillas bronceadas se podía ver el rubor que le había causado mi pregunta, sin contar que había descubierto su mentira.

-Ay, Aioros. Sunion es un barrio pequeño. La gente no tiene nada más que hacer además de cumplir su condena y chusmear.

Era totalmente cierto. El sonrió tristemente por mi comentario. Yo seguí, estaba tan metido en la historia que había dejado de anotar:

-¿Son unidos?

-Lo eramos –contesto lacónicamente. Me lo creí a medias.
De repente aspiró profundamente y cuando hubo largado todo el aire contestó:

-Toda su vida se ha sentido abandonado. –Cuando lo dijo parecía que se estaba sacando un peso de encima.

-¿Por eso es que esta acá? –pregunté, dolido.

El negó imperceptiblemente con la cabeza otra vez.

-Esta acá por que lo abandone hace mucho.

Ahora su voz era triste.
Dejé la carpeta en el pequeño camastro y me acerqué a sacarle el termómetro. No tenía fiebre, pero su cuerpo estaba todo transpirado. Supuse que se debía a los nervios y a la profundidad de la conversación que yo había inducido. Me sentí culpable.

-Lo lamento mucho. –murmuré antes de irme.

El pareció no escucharme. Sus ojos verdes estaban perdidos en la luz que se filtraba a través de la ventanita, recordando quien sabe que cosa.

* * *

Esa misma tarde fuimos a ver a mi “conocido”. El lugar donde nos hizo pasar, parecía una cueva de algún animal particularmente peligroso. Estaba atestado de monitores viejos, libros, papeles, corchos con imágenes colgadas y un montón de parlantes, pequeños y grandes.
Mi hermano no pareció intimidarse, cuando se metía en algo, lo hacia hasta el final, sin importar las consecuencias.
Y ahora sentía que tenía que salvar a Aioros. Y lo haría.
Me dió cierta envidia su relación. Habían tenido muchos traspiés, muchísimos mas que los míos con Sorrento, y sin embargo, ahí estaban, en el momento mas importante de sus vidas, juntos.
En sus ojos no había atisbo de duda. Entramos.
Eo nos recibió contento y sin remera. Mostrando un tatuaje muy grande en su hombro de un escudo con una serpiente de seis cabezas.
-“Scylla” murmuró mi hermano cuando lo vió.
Yo asentí. Eo era un desastre, siempre metido en algo raro, generalmente en sectas de las que después se arrepentía de pertenecer, pero un genio de las computadoras.
Ni bien vió la cinta murmuró:

-Es un trabajo de un profesional.

Saga me miró. Sus ojos brillaban de entusiasmo.

-¿Se puede conseguir a la persona que lo hizo? –preguntó incapaz de contenerse.

Eo rió.

-No, estos videos tan perfectos los hace alguien fantasma. El tipo detrás del tipo, detrás del tipo.

Y movía sus manos como para dar a entender que eran muchos tipos.
Yo me mordí el labio con bronca. Quizás no había sido tan buena idea.

-No se notan los cortes, no se notan las uniones…-comento después de un rato de ver y rever la cinta. Parecía que hablaba de una prenda.
Saga ya había bajado la cabeza y parecía que empezaba a llorar. Su alegría se había escurrido como el agua entre las manos. Pero yo no me dí por vencido.

-No habría manera de- —comencé.

Pero mi “amigo” me interrumpió:

-Un momento. –dijo, para sonar mas melodramático. –El sonido. –finalizó, sin lugar a dudas.

Los ojos de mi gemelo estaban clavados en mí, no entendía, pero al parecer habían recuperado la esperanza.

-Una pistola de ese estilo en un lugar tan cerrado como un estacionamiento debería hacer un ruido que tenga eco.

Ahora Saga miraba el video y el monitor pequeño que tenía al lado donde mostraban las ondas de sonido.

-Debería hacer algo como “bam, ban, ban…” –dijo ahora Eo moviendo las manos y hablando primero fuerte y luego suave, para dar a entender su idea de eco.

-Pero acá solo hay un ruido. –señalé mientras veía como después del supuesto disparo la onda se abría y se cerraba al mismo segundo.

-Exacto. –corroboró Eo. Asintiendo mientras su cabello lacio se le caía en la cara.

-Eso quiere decir…-inquirió Saga, que no quería quedarse afuera de nuestra conversación.

-Que el disparo no se grabó ahí. –concluyó Eo. –Claramente esta infiltrado.

Saga se tapó la cara, pero lo conocía lo suficiente para darme cuenta que estaba emocionado por el descubrimiento que habíamos hecho y por la indudable certeza que Aioros no había matado a nadie.
Aproveché el silencio y le dije con voz firme a Eo.

-¿Declararías eso en una corte?

Sus ojos parpadearon un poco, confundido.

-Por favor. –Saga se agachó hasta quedar a la altura de Eo que estaba sentado delante de la computadora.
El joven lo miró con suspicacia, pareció perderse un poco en los ojos de mi hermano.

-La única manera de que declare sería si me consiguen la cinta original. Si no, ¿Cómo podría saber yo que no fueron ustedes los que la alteraron?

Saga parecía escandalizado. Pero Eo tenía razón.

-Esta bien, la vamos a conseguir. –le aseguré.

Después de decir eso, mi hermano se levantó hasta quedar a mi altura exacta y me miró con ojos esperanzados.

* * *

Estaban por ser las seis, y ya había controlado la mitad de las celdas. Con suerte terminaría para las siete y media. Aiacos y yo habíamos dejado un juego de cartas pendiente y deseaba terminarlo y ganarme esa cerveza.
Subí las escaleras para el segundo piso. Los convictos estaban correctamente alineados. Nadie se metía con el Oficial Wyvern. Sonreí para mis adentros mientras pasaba lista comprobando que todos estuvieran en sus lugares.

-Leo y Escorpio – nombré y luego levanté la cabeza de mi hoja. Solo ví al rubio con cara de terror.

-¿Dónde está Leo? ¡Lo quiero acá parado!-grité.

Milo se encogió en el lugar. ¿Qué demonios hacia ese gato que no quería formarse? ¿Acaso le gustaba que lo zamarreara?

-Leo vení acá, o...-dije mientras me metía en su celda con la macana en la mano.
No pude continuar mi frase porque lo que ví me dejo mudo, o mejor dicho lo que no vi. Aioria Leo no estaba en su celda.
Reaccioné rapidamente y tomé el radio.

-Tenemos un fugitivo- grité

Las luces mas potentes se prendieron y todo el sector quedó iluminado. La alarma empezó a sonar estruendosa al tiempo que yo gritaba y ordenaba un encierro.
Escorpio me miraba con pánico. Lo agarré del cuello de la remera y lo estampé contra la pared.

-Decime lo que sabes –le dije a milímetros de su cara.

La alarma ponía revoltosos a los demás presos que ya estaban de nuevo dentro de sus celdas.
Milo no abrió la boca

-¡Hablá Escorpio!-Lo empujé de nuevo.

De repente Yato me habló por el radio. No soportaba mucho a ese pendejo.

-Apague las alarmas jefe, ya se donde está Leo-

Solté a Milo que se quedó estático en el lugar.

-¿Lo estas viendo ahora?-pregunté con odio al aparatito. Yato balbuceó

-Bueno, no...está a una puerta de – Pero no lo dejé terminar.

-¿Y que esperas para fijarte? Dejá de filtrear con la secretaria y ponete a trabajar.

Esperé mientras el chico hacía su trabajo. Ojalá lo hubiera hecho quedar mal con su noviecita. Le enseñaría a separar el amor del trabajo.
Cuando volvió a hablar lo hizo con voz compungida.

-Huyó jefe-

* * *

Me sentía lleno de adrenalina por lo que tenía que hacer ahora.
Me miré el pecho como pude. En las garras del león estaba marcado el primer pasadizo que tenía que recorrer. Puse el reloj en minutero y lo seguí. Tenía que controlar el tiempo que tardaba hasta llegar a destino, pero también acordarme en el momento, de sumar la presencia de Giovanni, Milo y, si tenía suerte, la de Dohko.
Los pasillos de hierros detrás de las celdas estaban oscuros. Los pisos eran de tiras de acero, los pasacables naranjas serpenteaban por el suelo y los conductos de aire acondicionado y calefacción dibujaban formas extrañas en el laberinto que me encontraba.
Pero yo tenía la solución marcada en la piel, literalmente. Me abrí más la camisa celeste que llevaba y marqué el camino recorrido hasta llegar al pectoral izquierdo. El cuello se me estaba doblando pero no importo. Marcado junto al pezón estaba la plancha de acero que tenía que levantar. Tanteé el cielo encima mío y haciendo puntas de pie levanté el pedazo de acero que me correspondía.
Miré el reloj, escasos cuatro minutos habían pasado. Sonreí, trepé haciendo gala de una habilidad que no sabía de donde había sacado y me acomode en el piso de arriba.
Estaba cada vez mas cerca. Caminé durante veinte minutos más.
Finalmente llegue a la parte mas alta, y levantando por ultimo una especie de trampilla...salí a la azotea.
El aire fresco me dió en la cara.
Mi alegría fue tal que no pude evitar lanzar un pequeño grito de júbilo.
Salté hacia el techo y me agaché junto al respiradero de la calefacción.
Miré el reloj nuevamente, eran casi las seis. Lo único que me quedaba hacer era esperar.
A pesar de que era temprano, estaba bastante oscuro, temblé, pero no de frío. Si no, porque en ese momento, Radamanthys estaría haciendo el conteo.
Estaría notando que no estaba en mi celda.
Esperaba que no se le hiciera demasiado difícil a Milo. No desconfiaba de él, pero el rubio era bastante intolerante cuando tenía ganas. Y parecía que siempre era el caso cuando se trataba de mí.
Efectivamente, pasados tres minutos de las seis, el techo comenzó a iluminarse fugazmente con un reflector apostado junto a las torres de vigilancia.
Parecía como si alguien hubiera encendido el sonido ambiente. Una alarma que perforaba los oídos comenzó a sonar insistentemente. Los perros que corrían abajo en el parque ladraban y los policías que lo sujetaban ladraban órdenes.
Me arrastré hasta el borde del rascacielos, sintiendo la membrana fría en el pecho desnudo que me había dejado la camisa abierta.
Mirando el reloj por última vez, presté atención a lo que realmente había venido a hacer.
Los patrulleros llegaron inundando el cielo con sus luces rojas y azules.
Desde Okada y Teshirogi. Prácticamente con los codos me estiré y observé la calle que faltaba.
Sonreí, con emoción contenida. Kurumada permanecía vacía y silenciosa.
Esa era la nuestra.
Kurumada sería nuestro camino al cielo.

* * *

Me encontré con Shion varios minutos después. Afuera el operativo de búsqueda ya había comenzado. El director estaba como loco.
Cuando entré en la sala de espera hablaba con Yato y su secretaria.

-¿Cómo pudo un hombre evaporarse así como así?

Los jóvenes no decían nada

-Está todo listo afuera, jefe- lo interrumpí. Pero él se dirigió como un bólido a la puerta de su despacho. Yo lo seguí.

-Salió por esta puerta y ustedes...-

Se detuvo súbitamente y me choqué con el.

-¿Director? ¿Qué esta pasando afuera?

La voz inocente de Leo nos desconcertó a todos. Había salido de debajo de la mesa.
Corrí a su lado y lo agarré del cuello, tal como había hecho con Escorpio.

-Estás en la oficina del director.-Le hablé en susurros apresurados-Podría matarte y no tendría que hacer mucho papeleo.

-Suficiente. -La voz firme de mi superior me hizo soltarlo.

-Estuviste acá todo el tiempo? -Le preguntó Shion.

No podía creer que le estuviera preguntando a él.

-Sí, el pegamento no se secaba, usted me dijo que podía quedarme hasta que estuviera listo- argumentó.

-No debí haberlo visto ahí agachado.-añadió el imbécil de Yato.

La cara de Shion se suavizó. Le estaba creyendo.

-Esto es ridículo-dije estupefacto.-Señor, con todo respeto. Este preso faltó al conteo.

-Usted no puede- - no sabia bien que decir, pero Leo no podía simplemente librarse del castigo.

-No se preocupe oficial- me ¿tranquilizó? Shion.- Desde mañana Aioria Leo ya no es un problema nuestro. Su solicitud estaba errónea, y será trasladado mañana.

Sonreí al ver la cara desencajada del gato. Por fin un poco de justicia.

-Acompañe a este convicto a su celda-me ordenó el director.

Arrastré a Aioria hacia la puerta, mientras este se debatía por zafarse.

-No me haga esto Shion,- gritaba desesperado.-¡Por favor!

Yato me ayudó a sostenerlo y sacarlo de allí mientras seguía gritando.

* * *

Milo me miraba con aspecto triste.
Sabía que yo perdía mucho más que él si todo salía mal. No se atrevía a decir nada.
Había sido regresado a mi celda.
Para la mañana siguiente ser trasladado. Era mi última noche en Sunion.
La última noche que pasaría en el mismo complejo que mi hermano.
Mañana, con suerte, sería la última vez que lo viera.
Me costaba respirar por el gran nudo que sentía en el pecho. Quería echarme a llorar, pero no podía. Me limitaba a pasar los minutos sentado en mi cama, en estado de shock.
Mi hermano moriría en veinte días, y yo estaría a quien sabe cuantos kilómetros, sin poder hacer nada.
No quería pensar en eso, pero mi mente traicionera no dejaba de mostrarme recuerdos de mi infancia. Aioros había sacrificado su niñez y adolescencia para cuidarme y ser el hermano-padre que yo necesitaba.
De repente empecé a sollozar. Sentí la mirada de Milo, apenada, comprensiva.
Mi cuerpo se convulsionaba levemente al tiempo que mis mejillas se cubrían de lágrimas. No hice nada por evitarlo, ya que sabía que sería en vano.
Dos horas después el cansancio terminó por ganarme y finalmente me dormí

-¡Todos afuera!

A la voz de Radamanthys los presos comenzaron a salir lentamente de sus celdas.
Milo no se movió de mi lado. No sabía muy bien que decirme, pero su mera presencia significaba mucho para mí.

-Era Kurumada-dije para romper el silencio.-Estaba clara como el día.

El rubio me miró.

-¿Habías tomado el tiempo para el escape?-preguntó siguiendo mi conversación, visiblemente aliviado al hablar de algo.

Asentí con la cabeza. Quería sonreírle a mi amigo, quería decirle lo que no podía con palabras. Pero no pude.

-¿Teníamos alguna posibilidad?-siguió el.

Quería creer que sí, aunque no se si pensar eso era mejor o peor, en este momento. Igualmente hice una mueca extraña, que quise hacer pasar por una sonrisa.
A Milo le bastó, porque súbitamente me abrazó.
Lo correspondí torpemente justo cuando llegaba Radamanthys.

-Cuanta ternura-dijo burlonamente al vernos.-Siento arruinar el momento, pero tenes
que ir afuera Escorpio. Vos esperá acá Leo.-agregó mirándome.-Ya van a venir a buscarte.

Tironeó a Milo y se lo llevó. Al encontrarme solo mi angustia creció un cincuenta por ciento.
Saqué el tornillo que usaba para desmontar el inodoro del escondite en donde lo tenía y lo coloqué bajo la almohada de mi amigo, en su cama de arriba.
Sabía que era muy improbable que pudiera llevar a cabo el plan, pero al menos le daba la posibilidad de escapar solo.
Antes de que mi guardia viniera a buscarme Alcancé a fabricar una de las pequeñas flechitas de papel y se la dejé sobre la cama.

-Chau Milo- le dije a las mudas paredes- Gracias por todo.

Mientras caminaba hasta la salida, esposado de pies y manos, todo el paisaje me pareció irreal.
Vislumbré el brillante cabello de Shaka en la ventana de la enfermería. No alcanzaba a ver su expresión, pero quise imaginarme que estaría triste.
Los presos en el patio me seguían con la mirada algunos, y otros como Death Mask seguían mis pasos tras el alambrado.

-¡Eh gato! ¡¿Adonde vas?! ¡Teníamos un acuerdo!-gritaba. Luego pude oír que en voz
baja le decía a uno de sus hombres- Que mi mujer y mis hijos salgan del país.

Seguí caminando y encontrándome con las miradas de Mu y sus chicos, y del mismo Milo, quien agarraba el alambrado frustrado.
Ya creía que no lo iba a ver, cuando a lo lejos divisé la figura de mi hermano, trabajando con maderas. Como si se sintiera observado se volteó, y nuestros ojos se encontraron.
No hizo ningún gesto, pero juraría que si el serrucho que tenia en la mano fuera de plástico, se hubiera roto en dos partes por la presión que este debía estarle ejerciendo.

-Lo siento-articulé con mis labios, sin emitir sonido.

Luego baje mi vista, preso de una profunda vergüenza. Ni siquiera merecía su perdón.

* * *

Miré por la ventana de mi despacho. Leo caminaba lentamente hacia la salida.
Sentía culpa por haberle hecho eso. Era una buena persona, no se merecía esto.
Solo quería pasar con su hermano los pocos días que a este le quedaban.
Observé la carpeta que me habían dejado esos imponentes gemelos.
Quizá si Leo se marchaba ahora, nunca tendría que volver a hablar del tema, y mi chino jamás se enteraría. Quizá.
Pero siempre tendría ese peso sobre mi conciencia, la muerte de todos esos chicos.
Y un secreto entre nosotros, uno tan profundo que podría arruinar nuestras vidas para siempre.
¿Estaba solucionando las cosas? ¿O solo compraba unos años más de tranquilidad?
Aioria llevaba mas de la mitad de camino.
¿Qué clase de hombre arruina la vida de un hombre para solucionar la propia?
Recordé el día que había dejado atrás mis problemas sin resolver, para que estos no se interpusieran en mi perfecta relación.
Me paré de repente y salí casi corriendo del despacho.
Yuzuriha me miró con sorpresa, pero no me detuvo.
Bajé las escaleras rápidamente y corrí casi veinte metros como si tuviera dieciocho años.

Alcancé a la comitiva a escasos metros de la puerta. La cara de Leo era de una profunda tristeza.

-¿Qué hace este convicto fuera del patio?-Pregunté como si realmente no lo supiera.

Mis oficiales me miraron con sorpresa.

-Esta siendo trasladado- se atrevió a contestar el mayor.

Negué con la cabeza.

-Este señor presentó una solicitud en la que explica que tiene un problema de salud.
-expliqué a los policías

-Alergia, ¿verdad? -ahora miré a Aioria.

-Alergia -respondió con voz débil, pero con un atisbo de esperanza iluminando su cara.

-Lleve a este convicto adentro, oficial Valentine.

Mientras estos obedecían y se llevaban a un muy contento Leo de vuelta al patio, pude ver que afuera, en donde el micro esperaba, los gemelos vigilaban todo desde un lujoso auto.
Ese mismo día, le contaría todo a mi chinito.
Nuestra relación había soportado todo, incluso muchos años de separación.
Podríamos con esto, como siempre habíamos hecho.

* * *

Kanon y yo estábamos esperando en la oficina de documentos públicos.
La diferencia con el anterior lugar que habíamos estado era abismal.
Mi hermano sonreía con su cara pícara mientras le hablaba al secretario. Este lo miraba con cara de embobado. Creo que lo estaba engañando para que nos ayude.
Pero esta vez, ni la sonrisa deslumbrante de Kanon podría.
El joven se negaba a darnos la cinta sin autorización judicial.
Mi gemelo dijo que “se la había olvidado en el auto”. Una mentira muy burda y común, incluso mediocre para tratarse de él, pero bueno, si funcionaba...
Pero no lo hizo.

-Lo siento señor Géminis. –decía el morocho ruborizándose.

Kanon no podía creer que sus tácticas no funcionaran. Estaba por empezar a hablar de nuevo cuando el secretario lo interrumpió.

-Disculpen, ¿cuál era el número del expediente?

Se lo repetí de memoria con voz clara.

-Ah, mejor para mí. –contestó de forma extraña.

Kanon y yo nos miramos.

-Esa sección se inundó ayer. –explicó con seriedad. Y salió de detrás de su mostrador para que lo siguiéramos.

No podía creerlo.
Efectivamente, llegamos a una vieja oficina llena de carpetas y cajas marrones. Varios estantes estaban mojados. Los bordes de las cajas estaban hundidos y oscurecidos donde les había entrado el agua.
El joven empezó a balbucear una disculpa y una explicación con los pormenores de lo que había sucedido, pero Kanon no estaba de humor para escucharlo.
Se dió vuelta con furia y salió del lugar.
Yo lo seguí dejando al pobre chico anonadado.

-Nos estamos metiendo con alguien importante. –murmuró al rato mientras conducía a mi casa.

-¿Eso es bueno o malo? –pregunté, porque su voz me había sonado rara.

Estaba en lo cierto, Kanon esbozó su sonrisa pícara y me dijo:

-Nadie se tomaría tanto trabajo para ocultarnos la verdad si no tuviéramos razón.

Me sentí embargado de nueva tranquilidad, la que ya me había recorrido cuando habíamos estado con la cinta confirmando la credibilidad de Aioros.

-Pero no tenemos la cinta. –dije después, mientras ya estacionaba en mi garage y bajaba del auto con Kanon pisándome los talones.

Ahora era como que vivíamos juntos sin proponérnoslo. Era reconfortante.

-Pero por lo menos tenemos la copia, ¿no? –dijo mi hermano. –Podríamos intentar con esa nuevamente, llevarla a la justicia, o llevarla a algún otro de estos genios, a otras personas que conozco...-rió.

Pero se calló de pronto cuando notamos que la puerta de la casa estaba abierta.
Me asaltó un temor tan grande que no pude respirar normalmente. Por suerte Kanon no se amedrentó, entró, miró para todos lados y con voz tranquila aunció que no había nadie.

-Fijate si te falta algo. –pidió.

Pero yo no le hice caso, porque después de dar una rápida hojeada a la televisión que seguía en su sitio sabía que no habían sido ladrones los que entraron. Sabía que no habían ido a robar electrodomésticos o joyas. Habían ido a robar algo mucho más importante para mí en este momento.
La cinta.
Me acerqué con paso tembloroso a la mesita en donde estaba, aún sabiendo que no la iba a encontrar.
Se me escapó un aullido lastimoso de la garganta al comprobarlo.
Kanon simplemente se derrumbó en el sofá con las manos en la boca.

* * *

Athena estaba enojadísima. La habíamos puesto en altavoz, por lo que los dos la escuchábamos gritar. El hecho de que Leo aun permaneciera en Sunion nos hacía quedar como dos inútiles.
Mi hermano me miró, con los ojos cansados. Sabía que él no estaba tan seguro del trabajo como yo. Ambos habíamos jurado lealtad al Sr. Hades, pero esto de recibir órdenes de Athena, no le agradaba del todo. Yo por otro lado le veía algo.
Tenía una belleza inexplicable, como si se tratara de alguna divinidad.
La joven por fin paró de gritar e Hypnos le preguntó las nuevas directivas.

-Esta bien, dejen a Leo, vamos a concentrarnos en Sagitario, que es el que nos interesa.

-¿Qué quiere que hagamos, Señorita Athena?- le pregunté con fingida amabilidad.

Mi hermano me dirigió una mueca irónica. En otro tiempo no hubiera no bajado la mirada por una pendeja insoportable. Mucho menos dejar que me gritoneara.
Pero Hades la respaldaba.

-La silla eléctrica no es la única manera de matar a un preso, ¿No les parece?- Cada vez me sorprendía mas de la crueldad que tenía esa joven.

-Délo por hecho-finalizó la conversación sin muchos ánimos mi hermano.
Notas finales:

Bueno, esperamos que les haya gustado y que no les haya parecido muy forzado ^^.

Besitos!


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