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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Hola!!! Esta vez tardamos un poco mas en actualizar, estupida Cruz Roja ^^

Queremos agradecer a Cybe y a Claire por dejarnos reviews. Graciiiiaas! 

Esperamos que les guste este nuevo capi.

Era la mañana siguiente del agotador día del motín. Desde que se me había ocurrido, -bah, mas bien a Milo- meterme en las cañerías y desconectar el aire acondicionado.
Había sido un desgaste de tiempo, de nervios y hasta de gente. Todo había salido mal, salvo que la pared estaba agujereada que era mi primera idea.
Así que, respire hondo, ¿el fin justificaba los medios?
Estábamos todos sentados en una de las mesas del patio, el grupito del escape, como le decía Milo. Death Mask, él, yo, y mi pobre hermano desde su lugar a cinco metros, del otro lado del alambrado pero mirándonos.
Le sonreí, y pude ver que el también lo hacía.
Giovanni, como siempre tan observador me dijo de improviso:

-Tu chico esta incomunicado, ¿Cómo vamos a pasarlo a buscar cuando nos vayamos?

Lo mire a él ahora.

-Nos juntaremos con el ahí, en ese almacén abandonado, y juntos nos iremos a la enfermería.

Milo miró el lugar.

-¿Ese es un almacén abandonado? Me parece que lo usaban los guardias, antes de que llegaras, gato.

Negué con la cabeza, preocupado.

-Bueno, si no entramos ahí, no salimos, así que más vale que esté abandonado.

Death Mask se encogió de hombros.

-Y si no, lo hacemos abandonar gato, tranquilo.

Era bueno tener amigos en las altas esferas.

Sonreí, pero la vista de Afrodita viniendo hacia nosotros me revolvió el estomago. No podía ni verlo después de lo que había hecho.

-Siento que me están ignorando. –dijo con su voz melosa y su acento extranjero.

-Terminamos la sesión, -contestó Milo parándose y empezando a caminar.

Afrodita lo agarró de la solapa de la camisa en un abrir y cerrar ojos. Milo se sorprendió, al igual que todos.

-Soy un compañero del equipo, te guste o no.

Y lo soltó. Mi amigo se acomodó la ropa y siguió caminando como si nada, ignorando olímpicamente a Afrodita.
Sin embargo Death Mask se colocó al lado mio y me advirtió:

-No voy a llevarlo conmigo.

Ahora venía a hacerse el complicado. Maldito italiano.

* * *

Ví como Aioria se acercaba con las manos en los bolsillos al banco que estaba sentado. Y ahí ibamos de nuevo con este gato. Le sonreí, y él me correspondió. Hacía frío y tenía las mejillas coloradas del viento. Parecía un día de invierno más que de verano.

-Se perdió la gatita…-comenzó.

Asentí con tristeza. Mi Shunrei era la única alegría que tenía y había sido mi compañía por muchos años.

-Conseguite otra. –siguió el gato.

Esta vez negué con la cabeza:

-No quiero otra, quiero esa. Y además, tenía un permiso especial, de antes que estuviera Radamanthys y los suyos.

Al oir el nombre del guardia Aioria frunció el ceño. No sería el primero ni el último que se llevara especialmente mal con el oficial rubio.

-Puede conseguir otra cuando salga. –A veces me hablaba de usted y a veces de vos. Me reí al notar eso. Se vé que cuando quería decir algo importante me trataba con mas respeto.

-¿Aún tratando de lograrlo? –pregunté con una sonrisa.

El asintió, y sus rulos se movieron con el viento. Era muy bonito, pero tambien muy ingenuo. Me dio verdadera pena por él y su hermano.

-Aprovecho para hacer la invitación formal. –anunció ahora serio.

-¿Todavía seguís pensando que soy el “dragón naciente”? –inquirí, un poco fastidiado por el tema.

-No lo creo. Lo sos. –dijo risueño. Y tomando aire comenzó la historia de la vida del famoso ladrón.

“El dragón naciente, robó los millones de dólares desde adentro mismo del gobierno, haciéndose pasar por un empresario extranjero que venía invertir miles en Grecia, pero su verdadera idea era sacar dinero del fondo nacional. Cuando logró sumar varios millones, escapó, delante de las narices de todos. Al cabo de un par de horas, lo emboscaron, con 25 hombres que el mismo Presidente había enviado a buscarlo. Lo cercaron, y èl, haciendo uso de una técnica extraordinaria, aprendida en la mismísima China, los deja tendidos a todos. Uno de estos, antes de desmayarse, logra dispararle un tiro en la pierna. Y el dragón camina hacia el Hospital mas cercano y cuando lo están cosiendo entra nuevamente gente del gobierno y finalmente lo apresa.” –dijo todo de un tirón, como si se lo hubiera aprendido de memoria. O como si lo estuviera leyendo en algún lado.
Era realmente increíble.

-Una historia interesante. –comenté sin el más mínimo gesto o emoción en la voz.

-Un hombre interesante. –contestó él, siempre muy inteligente.

Ahora yo fui quien tomó aire, mirándolo a sus ojos verdes le interrogué:

-¿Y como puede ser que ese mismo día que supuestamente el Dragón Naciente roba los millones al gobierno, Dohko Libra estuviera preso en la comisaría por hacer disturbios la noche anterior por estar borracho?

Sus ojos se abrieron de la sorpresa. No conocía esa parte de la historia y no estaba preparado para asimilar su derrota. Traté de ser compasivo.

-Espero que no hayas planeado tu fuga confiado en esa plata porque no la tengo. Lo lamento.

No pestañeaba, no decía nada, solo se había puesto pálido.

-Gracias por la invitación igual.

* * *

Saori, la castaña mujer de Jabú, lloraba desconsolada. Me daba verdadera pena. La quise abrazar un par de veces, pero la joven no quería estar cerca mío. Seguramente estar aquí le hacía mas vivida la sensación de que su marido había muerto.
Radamanthys se había sacado su gorra azul y la miraba con compasión en sus ojos ámbar. Era extraño verlo así, tan vulnerable y tan compungido, pero al fin de cuentas, había perdido a un amigo, alguien a quien él había traído a trabajar a esta prisión. Quizás un poco de culpa también se reflejaba en su expresión.

-Le dije que lo dejara, pero el quería que Sasha...-empezó nuevamente Saori.

Esta vez sí me dejó contenerla. Se sentía frágil entre mis grandes brazos. Al cabo de unos minutos, finalmente se calmó.

-El seguro va a pasar en la semana por tu casa para...-le comenté sintiéndome estúpido, lo que menos necesitaba ahora la pobre mujer era pensar en dinero, pero ella me interrumpió.

-Eso no tiene importancia ahora, Shion, solo quiero saber si encontraron al que lo mato.

Miré a Radamanthys que se había puesto pálido. Era una deuda pendiente por ahora, no podía mentirle.

-Lo siento Saori, todavía no. –le contesté con pesar.

Ella no puso ninguna expresión, no pensé que fuera vengativa, quizás solo quería encontrar a alguien a quién culpar.

Un joven oficial con cara de terror entró al despacho pidiendo permiso.
Los tres lo miramos, traía una billetera y una bolsita oscura.

-Acá están las pertenencias de Jabú. –me dijo en un susurro.

Le hice una seña para que se las diera directamente a la viuda. Así lo hizo.
Ella agarró las cosas con ternura, pero al abrir la billetera su expresión cambió totalmente:

-Falta la foto.

Miré a Radamanthys que también se había interesado y se había acercado a nosotros.

-Disculpe, no entendemos.

-Falta la foto de nuestra hija que Jabu siempre tenía en la billetera.

-Le prometo que la vamos a encontrar, Señora. –le dijo mi oficial mirándola seria y fijamente.

Ella asintió. Después de firmar unos papeles más, se fué.

Radamanthys y yo nos quedamos en silencio. Se puso su gorra dispuesto a irse pero antes de que agarrara la puerta le ordené:

-Encontrame al hijo de puta que hizo esto.

* * *

Me había agarrado un nuevo ataque de ganas para la apelación del caso de Aioros. Aunque nos habíamos encontrado con un teléfono público, nos habíamos encontrado también con oficinas de Artemisa, todo se estaba aclarando y sabía que teníamos razón, sabía que alguien estaba detrás de todo esto, y sabía que Saga se hubiera derrumbado si yo no hubiera estado acá sosteniéndolo.
Su expresión al escuchar la amenaza se le había pintado en la cara y no lo había abandonado en todo el tiempo que habíamos estado viajando. Las largas horas en micro, -si, no había tolerado nuevamente el avión- nos habían dado mucho que pensar, y la solución a la que habíamos llegado había sido revisar todo el expediente. Completo. Testimonio por testimonio, apelación por apelación.
En esto estábamos, bajando del auto diez cajas marrones con información de 5 años.
La etiqueta que decía Sagitario parecía que nos estuviera pidiendo ayuda a los gritos.
O quizás era que estábamos demasiado estresados por todas las cosas que nos estaban pasando.
Arles, el cuidador del barrio donde vivía mi hermano nos ayudó presurosamente cuando nos vió bajar con todo eso del baúl.
Al parecer estaba medio enganchado con Saga, ya que agarro cuatro cajas con una mano y quiso apurarse a entrarlas.

-No puedo agarrar las llaves del bolsillo -dijo mi hermano con un par de cajas tapándole la cara, lo que hizo que su voz sonara apagada.

Arles aprovechó para acercar su mano al cuerpo de Saga y agarró las llaves que este le ofrecía haciendo un raro movimiento con su cadera.
Yo me reí por lo bajo. La gente era tan obvia cuando estaba enamorada.

El cuidador se acercó a la puerta, metió las llaves, las giró y al bajar el picaporte, todo explotó.

* * *

El gato estaba callado y pensativo, mirando el lugar que tenía nuestra escalera al cielo y al que no podíamos acceder sin excusas.
Traté de imaginarme alguna solución, sabía que todo dependía de Aioria o de mí.
No podía esperar que Milo o el torpe Aioros proporcionaran alguna ayuda además de su fuerza. Pensé en los momentos vividos dentro de la cárcel a ver si se me ocurría algo.
Y así recordé:

-Hace unos años, se prendió fuego una de las edificaciones pequeñas de ahí atrás. –comencé.

Y todos se volvieron a mirarme, al gato le brillaron los ojos con antelación.
Si que era inteligente...

-Cuando los guardias quisieron restaurar el lugar, se dieron cuenta que había muchas sustancias tóxicas dando vueltas por el ambiente, asbesto entre otras.

-Por lo que...-me interrumpió Aioria.

Yo asentí:

-Exacto, por lo que nos hicieron a los de la IP arreglar todo. Ni se asomaron por allí hasta que terminamos el trabajo. Esa es la solución.

-Prenderemos fuego el almacén. –dijo Milo como si se le hubiera ocurrido a él.

Puse los ojos en blanco. Ahora cuando era obvio era fácil darse cuenta.
Sentí una mano en el hombro y me dí vuelta con fastidio.

-¿Qué pasa? –me sorprendí al notar que era Afrodita, había tenido el descaro de tocarme.

-¿Dónde esta mi tarjeta de la IP? –preguntó mirándome con sus ojos abiertos y las cejas alzadas.

Volví a mi aplomo habitual, para demostrarle lo poco que me importaba su pedido:

-Esta en camino...-le mentí.

Pero el pareció darse cuenta.

-Si pensaban que por haber matado al guardia se iban a salvar de mí, están equivocados. –anunció.

Ahora todos voltearon a verlo a él.

-Si me atrapan, voy a decirles todo lo que sé.

Miró al gato y le sonrió. Este no dijo nada, pero pude ver que se tensaba nuevamente y se ponía pensativo.

Estábamos entre la espada y la pared. Estúpido Afrodita.

* * *

Mi hijo estaba sonriendo a través del vidrio. Nada me importaba más. Tenía la cintita roja que me había prometido quedársela en la muñeca y me miraba con ternura.
No paraba de hablar, parecía querer suplir todo lo que no había hablado en las sesiones anteriores. Yo lo escuchaba con atención y cada tanto le comentaba algo.
Estaba en las nubes, conversábamos como nunca lo habíamos hecho desde que había crecido.

-¿Te acordás cuando tenía 10 años y fuí un fin de semana a tu casa? –me preguntó mirándome expectante con sus ojos marrones.

Asentí. No tenía idea a donde quería llegar pero estos años que había estado preso había recordado una y otra vez las veces que habíamos pasado juntos.

-Vos no estabas y cuando volviste, encontraste la ventana del cuarto de arriba rota....
Se ruborizó. Me parecía adorable, ahora ya me daba cuenta que iba a contar.

-Me preguntaste si lo había hecho yo y te dije que no. Y me dijiste que no te importaba el hecho de que la hubiera roto, si no de que te mintiera. Y yo dije que no...-parecía que estaba dando una lección frente a la profesora, estaba muy nervioso.

-Ajá. –traté de darle tranquilidad mirándolo con ternura.

-Bueno, -se ruborizó. –yo la rompí.

Sonreí. Hacía años que sabía eso.

-Estaba practicando unos pasos de karate que había visto en la tele y le dí un par de piñas sin saber que tenía tanta fuerza.

Suspiró. Parecía que se había sacado un peso de encima. No podía creer que aún fuera tan inocente. Me dió mucha alegría saber que no lo había perdido todo.

-Si hay algo que quieras decirme...no me voy a enojar. –anunció finalmente.

-¿Me preguntás si maté a esa mujer? –le dije tranquilo.

Asintió él ahora.

-No, no lo hice. Te lo juro.

Se quedó pensativo, pero sus ojos se llenaron de lágrimas al sentirse impotente.
Tuve la necesidad imperiosa de decirle algo, de calmarlo.

-Saga está haciendo todo lo posible para sacarme. Está trabajando duro, y puede que le dejen apelar. Además me dijeron que hay una periodista que esta interesada en mi caso y quiere hacerme una entrevista.

Puso una expresión que me recordó muchísimo a Aioria, quizás él era la solución.

-Tené un poco de fé, hijo. –cité a mi hermano.

…l hipó, relajándose un poco.

* * *

Mi hermano y yo observábamos todo desde nuestro auto. Hypnos estaba desganado y yo lo sabía. No podía ocultarme las cosas a mí.

Toqué su hombro con cautela y le señalé la ambulancia que estaba junto a las ruinas que ahora era la casa de Géminis. Los paramédicos y policías arrastraban una camilla, en donde viajaba un cuerpo en su respectiva bolsa negra.
Sonreí con satisfacción, y mi gemelo esbozó una media sonrisa. Esos estúpidos gemelos no volverían a molestarnos.

-¿Vamos a por el segundo objetivo?-le dije para entusiasmarlo. Quizá una buena persecución lo ponía de mejor humor.

No funcionó, de hecho, empeoró las cosas.

-¿Es realmente necesario?-me dijo con un hilo de voz.

-“rdenes hermanito, no las cuestionamos, las acatamos.-le respondí simple y claro.

-Pero...-esto estaba empezando a preocuparme, Hypnos siempre había sido más calmo que yo, pero esta actitud era demasiado extraña.-...¿No crees que Sagitario va a entender el mensaje?

Lo tomé suavemente del mentón. El movió la cabeza evitando mirarme a los ojos.
Sus cabellos dorados me hicieron cosquillas.

-Creo que estas pensando demasiado las cosas.

-Quizá.-dijo muy despacio.-No me hagas caso, ya se me pasará. Vamos por el segundo objetivo.

Sonreí, y volví la vista al frente. El equipo de limpieza ya estaba acabando con la casa y los bomberos evaluaban daños. Nadie notaría la bomba. Había sido un trabajo perfecto. La señorita Athena iba a estar muy satisfecha.

* * *

Miré a Radamanthys desbaratar la quinta celda. Se veía desalineado y cansado, pero sobre todo, frustrado. La revisión impuesta por el director para hallar la fotografía, y con eso al culpable de la muerte del oficial Unicornio, por ahora era inservible, y esto se notaba en el rubio.
Sufrí un respingo el sentir la mano de Milo en mi hombro. Se había acercado a los barrotes también y seguía la dirección de mi mirada.

-Tenemos que hacer algo pronto-

Tenía razón, tarde o temprano algún oficial registraría nuestra celda y descubriría el inodoro salido y detrás de este, el agujero.

-Ya sé-respondí con cansancio-Pero no se me ocurre nada-confesé.

Miré a los ojos casi turquesa de mi compañero que se abrieron con horror.

-¿Qué nos queda a los demás, Gato?-dijo un poco en chiste, un poco en serio.

Nos quedamos en silencio mirando hacia el piso de abajo.

-Hay que delatar a Afrodita-dijo Milo de pronto.

Ya habíamos discutido esa opción.

-Hablaría- le recordé. Milo le dió un puñetazo a las rejas.

-¡Maldición! No hay salida-

Suspiré y caminé despacio hasta mi cama, no tenía sentido seguir mirando como la guillotina descendía centímetro a centímetro cobre nuestras cabezas. Mi amigo tenía razón, no teníamos salida. Lo mejor era concentrarse en las otras partes del plan.

* * *


Me sentía muy feliz luego de la visita de Seiya, sabía que las cosas estaban difíciles, pero me era imposible disimular mi sonrisa. Además, sabía que a Aioria no le molestaba, así que las opiniones de los demás, poco me importaban.
Haríamos nuestra primera incursión hacia aquel almacén abandonado, en donde todo pasaría.
No tenia muy claro el plan, ya que, al estar aislado me perdía muchas de las explicaciones de mi hermano. Pero era lo de menos, si él lo decía, yo le creía, y no me debía ningunas explicaciones.
Llevábamos grandes bolsas de productos de limpieza, sobretodo rejillas y trapos de piso. La coartada era que ya no entraban en el otro almacén y usaríamos ese de ahora en más.
El italiano nos guió hasta la puerta. Odié ver que el no llevaba ninguna bolsa. Ya me había hecho la idea de que saldría con nosotros, pero igualmente seguía odiándolo, y nunca le perdonaría lo que le había hecho a Aioria.
Abrió la puerta, era el único que tenía las manos libres, y lo que vimos nos dejó totalmente inmóviles.

Un grupo de policías en período de descanso, tomando café y charlando animadamente. Al vernos, uno reaccionó y sacó su arma. Giovanni levantó sus manos en un acto reflejo.

-¿Qué demonios están haciendo acá?-bramó, aun apuntándonos-Esto es un área restringida, no pueden entrar.

Miré de soslayo a Aioria, que había cerrado sus ojos con pesar.
Death Mask fue el primero en hablar.

-Creímos que era un depósito oficial, no era nuestra intención- -

-No lo es-lo cortó con enojo el policía.

-Disculpe, fue un malentendido- Giovanni cerró la puerta y se volvió hacia nosotros.

Pasó una mano por su cabello blanco y picudo.

-Mejor vamonos ya-dijo Milo racionalmente.

Volvimos al trabajo con desgano. Otro plan que salía mal. Empezaba a notar la desesperación en los ojos de mi hermano.

-¿Una sala de descanso?-pregunté retóricamente para cortar el incomodo silencio. -¿Qué se supone que hagamos ahora?

-Otro plan-me respondió lacónicamente el italiano. –te dije que estaba ocupado.

-No hay otro plan-mi hermano habló por primera vez y todos lo miramos.-Ese es el lugar. No hay otro.

-Pero gato-Milo dejó su rastrillo metálico, y su montoncito de hojas a medio juntar- Los guardias van a estar siempre dando vueltas por ahí, ninguno de nosotros podría entrar e incendiar el lugar sin que nos vieran. Es imposible.

-Eso es cierto- Aioria miraba hacia el “almacén”- Es imposible, para nosotros.

Todos volteamos y vimos lo que llamaba la atención de mi hermano.

Dohko entraba allí con una bandeja y cosas que no alcanzábamos a ver.
Nos quedamos de piedra, el chino entraba con total naturalidad a hacer los mandados que le habían asignado.

-¿Cómo se gana esa confianza?-dijo Milo con un suspiro de resignación.

-Con treinta años de buen comportamiento- Contesté en el mismo tono que el rubio.

Nos miramos un momento y Death Mask puso en palabras lo que todos pensábamos:

-Nada de lo que ninguno de nosotros podamos aspirar.

Reímos tontamente, aunque sospecho que fue para ahuyentar un poco la frustración.

-Unámoslo al escape- lo solucionó el italiano.

-No quiere- la voz de Aioria era dura. Yo sabía que ya había tocado el tema con el viejo y este se había negado.

-Quizá no quiera irse, esta bien, pero que nos ayude ahora- dijo Milo entusiasmado de nuevo. Lo miré fijamente, su cabello enrulado estaba atado en una coleta. Era muy bonito.

Mi hermano frunció el seño, pensativo.

-Algo tiene que querer- le dijo su amigo y Aioria sonrió de lado. ¿Qué estaría planeando ahora?

* * *

Milo me dió la idea de buscar a la gatita de Dohko. “Algo tenía que querer”.
Tenía razón, así que por segunda vez seguí su consejo, saliera como saliera.
En un tiempo libre me escabullí nuevamente por las cañerías de atrás del inodoro y en menos de cinco minutos encontré a la pobre gatita, esperando calentita junto a un tubo de calefacción. Debía haberse asustado durante el motín y luego no habría sabido como volver.
No sé si los gatos podían hacer eso, pero me pareció que me reconocía y se dejaba alzar por mí. Me dió buena espina respecto a su dueño.
Cuando se la entregué, Dohko la recibió con verdadera alegría y emoción, su cara contrastaba muchísimo con la de unas horas atrás le había ido a hablar del Dragón Naciente. Pero igual, siempre inteligente me preguntó:

-¿Cuál es el costo del interés de esto? –su sonrisa pícara lo hacía lucir más joven.

-No hay interés en ayudar a un colega felino, -le contesté riendo yo también. –solo un favor.

-No soy el Dragón Naciente. –aclaró una vez más.

-No tiene que ver con él, -le contesté. –Cualquiera podría hacer esto.

Pestañeó, interesado.

-Necesito que lleves cierta cafetera a la sala de recreación de los guardias.

Alzó una ceja, todavía intrigado. Le seguí contando el plan.

-Necesito usar ese sector. Y de la única manera que puedo sacar a los polis de ahí es con un incendio. Al poner al fuego la cafetera que te voy a dar, con pegamento en la base...

Ahora sus ojos se apagaron, acarició a su gatita que tenía en la falda y le dijo:

-Shunrei, ¿creías que el leoncito fuera pirómano?

Lo miré sonriendo:

-Solo quiero limpiar el lugar y poder estar adentro tranquilo.

Asintió, pero sus ojos no se volvieron a prender, me miró con lástima:

-Perdón, pero no puedo. Hace 30 años que me vengo portando bien, esperando que si en algún momento está la posibilidad de la condicional no tengan nada que objetar.

Comprendía lo que me decía, pero no podía entender la mala suerte que teníamos. Si hubiera sido otra cosa seguramente Dohko nos hubiera ayudado. Pero no podía obligarlo a meterse en problemas por mi causa.

-Gracias. –le dije de todos modos.

…l no respondió, su cara aún era de pena.

* * *

Era la primera vez que lo veía desde el “rescate”. No sabía muy bien que decirle, durante el primer momento había estado bastante embobado con todo lo que había pasado, su ayuda, sus movimientos...Pero después de enterarme que me había mentido no podía entenderlo. Estaba realmente frustrado y necesitaba saber la verdad.
Después de los típicos saludos se quedó en silencio. Al parecer algo lo perturbaba.
Le pregunté varias veces como se sentía y me contestó con monosílabos.
Al cabo de un rato me dijo con voz ausente:

-Espero que no sientas que me debes algo.

Me descolocó su actitud. De hecho estaba agradecido pero nunca pensaba que le debía. Pensé que lo había hecho porque quería ayudarme.

-No, no es lo que pienso. Aunque te lo agradezco mucho.

Asintió, serio. Estaba de un humor terrible. Pero yo también. Necesitaba explicaciones.

-Me dijiste una mentira. –le espeté, sin más vueltas.

Su expresión cambió por un segundo, sorprendido. Me miró, en su frente se dibujaba una línea de enojo.

-Me dijiste que sabías como llegar porqué habías estado limpiando el moho de las tuberías. Nunca tuvieron que limpiar ningún moho. –le aclaré, tranquilo.

-Creo que ya terminamos por hoy. –me contestó de forma muy infantil.

-Aioria, nada mas quiero saber, quiero una respuesta sincera.

Me dió ganas de preguntarle si había algo sincero en todo esto. Pero no me atreví, por miedo a la verdad.

-Ya me pusiste la inyección, ya me puedo ir.

Y se levantó de la camilla y golpeó la puerta para que se lo llevaran. Dejándome con los guantes puestos y con el corazón triste.

* * *
La periodista había pedido que nos dejaran hablar en un sector a solas, como cuando venían Saga y Kanon. Pero ellos eran abogados. Así que terminamos en la sala de visitas vidrio y teléfono de por medio.
Era una mujer enorme. Tenía el cabello espeso y oscuro. Unas pestañas exageradamente pintadas al igual que los labios. Tenía un pequeño tatuaje de una estrella en la frente. Pensé en los tatuajes de Aioria cubriendo su cuerpo, y me dio una punzada de dolor al imaginar todo lo que había tenido que sufrir. Pero la periodista me sacó de mis pensamientos con su voz grave:

-Soy Verónica Nasu, del diario Investigaciones.

No quise torcer la boca, pero lo hice, me pareció un nombre muy patético para un diario. Me obligué a sonreír, a fin de cuentas estaba ahí para ayudarme.

-Hay varias personas que están llevando a cabo un último intento de apelación. –comenzó ella sin más.

Asentí.

-Sí, mis abogados, Saga y Kanon Géminis. -Me recorrió un calorcito interno en nombrar a Saga, sonreí, mucho mas relajado.

-¿No se le ocurrió en algún momento rendirse definitivamente?

No entendía la pregunta.

-No veo a donde quiere llegar, disculpe.

-Claro, aceptar por fin el cargo y la condena.

Me sorprendió. Se suponía que ella creía que yo era inocente. Para eso me estaba haciendo la entrevista, ¿o no? Pensé que quizás quería escuchar mi declaración para confirmar su hipótesis.

-No voy a hacer tal cosa puesto que nunca sucedió ningún asesinato. –contesté tranquilo nuevamente.

Ella alzó una de sus prolijamente depiladas cejas.

-Las personas que me importan, me creen. –le contesté enojándome un poco con su expresión. ¿A qué había venido?

-Su hijo no se verá involucrado si usted finalmente acepta el cargo. –me murmuró.

Pestañeé, sintiendo un frío recorrer por la espalda.

-Quedese tranquilo, avísele a sus abogados que paren con todo esto.

-¿Qué está diciendo? –le grité. Garan, que estaba cerca, me miró con reproche

-Un Sagitario morirá, usted decide cuál. –Y se paró, dejándome con la boca abierta. No era una periodista, era una de ellos. Solo quería amenazarme, y a Seiya.

-¡¡Paren a esa mujer!! –exclamé, pero nadie me hizo caso, obviamente. -¡¡Por favor, amenazó a mi hijo!!

Golpeé el vidrio con fuerza, pero de nada sirvió. Me pasé la mano por la cabeza, enojado e impotente. Tendría que hablar con los gemelos urgente.
Notas finales:

¿Siempre problemas? ^^

Bueno, esperamos que les haya gustado, gracias por leer!!!


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