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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Holas! Volvimos rapido this time! Un poco triste, porque tuvimos dos reviews nada mas (por cierto, este capitulo va dedicado a ellos, a Sofhi y a Puntuka91) Cybe no cuenta porque esta de viaje ^^.

Pero bueno, esperemos que igual les siga gustando a los demas, que lo disfruten tanto como nosotras escribirlo.

Este capitulo lo modificamos bastante para que la historia quedara bien. Tiene mucho angst, perdon!

Nada mas, gracias!
Cuando me di cuenta que Aioria no iba a poder pasar, dejé de intentar romper la cañería con el palo de escoba y me senté de nuevo en la camilla.
El ruido había atraído a Shaka, ¡vaya pesado! ¿Cómo podría ser que su hermano, tan independiente, se sintiera atraído por alguien tan correcto y abrumador? Las cosas del amor, pensé.
Porque no quería pensar en otra cosa. Porqué no quería darme cuenta que todo había salido mal y que me iban a matar en un par de horas, que a esta altura era lo mismo que decir un par de minutos.

-¿Necesitás algo? –me preguntó el rubio mirándome con ojos preocupados.

Sí, que mi hermano pueda llevar a cabo su plan de salir por esa rejilla y escaparnos con un grupo de gente.

-No, -le contesté, sombrío. –Había ido a vomitar al labatorio. –le mentí

Entró un guardia por la puerta, no Garan, y nos sorprendió a los dos.
Era de noche y por la ventana no se veía más que oscuridad.

-¿Qué hace este preso desatado? –inquirió, enojado.

Shaka se ofendió, tenía un punto rojo, supongo que una especie de lunar, en medio de la frente y se le arrugó por la forma en que frunció el ceño.

-¿Qué va a robar, oficial? ¿Un poco de algodón?

Debía darle un poco de crédito a las elecciones amorosas de Aioria.
Me volví a sentar, con una extraña sensación de paz.
Ya estaba, la silla se presentaba en mi futuro de manera inexorable, y nada iba a cambiar eso.
Sentí tranquilidad, basta de preocupaciones, basta de cuidar a un hermano super genio, basta de esperar el amor de un hijo que no crié, basta de desear el día que podamos estar juntos con Saga sin importar el resto.

Basta de todo. Paz, lisa y llanamente.

* * *

Era una sensación horrible. Pocas veces había sentido algo tan cruel, tan doloroso y triste. Pero era tiempo de reaccionar.
Aioria seguía perdido, los ojos verdes seguían llorando y Milo no tenía idea que hacer para consolarlo.
Pero oímos ruidos afuera. Era hora de volver. El show debía continuar, con o sin escape.
Le señalé con la cabeza el hoyo a Mu, para darle a entender que baje.
El tibetano tenía el rostro inexpresivo, como si no supiera bien como sentirse. Se metió de nuevo sin más preámbulos.
Afrodita estaba ofendido, enojado, al parecer había intentado sacar una especie de cuchillo para lastimar a Aioria –como si el chico necesitara que alguien de afuera lo hiciera sentir mal- pero Milo lo había parado en seco y lo había calmado en un rincón.
Les hice señas a ellos para que bajaran también.
Se escucharon ruidos de pasos afuera. Seguramente venían oficiales alertados por el golpeteo. Era hora de que nos fuéramos.
Los chicos bajaron. Tuve miedo de dejar a Aioria ahí, que no reaccione y que los polis lo encuentren y lo encierren por diez años más, así que no bajé hasta que él se metió en el hoyo.
Sus ojos aún brillaban.
Me partió el alma, pensé en Shunrei, y traté de consolarme con que hice todo lo que podía para verla antes de partir.
Lamentablemente no fué suficiente. Mis ojos también empezaron a brillar.

* * *

Me saqué la camisa azul de la policía y me puse una azul informal. Me reí pensando que me gusta el azul tanto como mi trabajo.
Realmente encontré la felicidad en la Fuerza, después de andar perdido tantos años.
El lugar estaba tan iluminado que se veían los dobleces de la plancha de la camisa. Me reí nuevamente y un compañero que pasaba me preguntó si estaba bien.

-Si Valen, ¿queres ir a tomar algo? –le pregunté, y después, aún sonriendo, añadí: -ah, cierto que tenés que cumplir guardia hoy.

El chico se rió, conociéndome y siguió caminando.
Iba a buscar a A’cos a ver si quería salir un rato, pero algo me llamó la atención.
El cobertizo de los guardias tenía la puerta cerrada y yo era el único que tenía la llave. ¿Cómo es posible?

-Zeroz, ¿vos cerraste el cuartito? –le pregunté mientras me empezaba a entrar la sospecha. Pensé en Leo y sus planes macabros y me entró un escalofrío.
No, nadie tendría el valor de escaparse delante de las narices de Radamanthys Wyvern.

Mi compañero me contestó que no, obviamente, que las llaves las tengo yo, -¿no, en serio?- y que él no se mete en mis cosas. ¡Vaya tarado!

Salí al patio, y la noche me recibió con un soplo de aire helado. Temblé un poquito y pensé con fastidio que iba a tener que volver a buscar una campera. Pero primero debía arreglar esto.

Llegué al cobertizo y tanteé la puerta, confirmando mis peores sospechas. Hice mucha fuerza, respiré tranquilo, sin llegar aún a ponerme nervioso. Seguí intentando abrir la puerta hasta que algo se rompió dentro y oí como caía.
Abrí con rabia, esperando el vacío.

Pero me equivoqué. Ahí estaban todos, parados, esperándome.
Me lanzaron miradas sorprendidas y asustadas. Todos menos Leo. …l definitivamente estaba enojado. Me miró con todo el odio que era capaz, tanto que se le desfigura su bonita cara.

-¿Cómo es que estaba cerrado? –pregunté, a los gritos.

-No estaba cerrado, jefe. –me contestó Libra, otra vez apareciendo como el gran apaciguador de la situación.

Pero esta vez no me lo iba a creer.

-¡Escuché como caía la traba! –le dije, comenzando a enojarme realmente.

-Se abría y se cerraba con el viento, le pusimos un seguro para que no molestara toda la noche. –escupió Leo de pronto, pero de una forma tan falsa que parecía que lo hubiera hecho a propósito para que me diera cuenta.

-Me lo voy a creer por ahora, preso. Pero voy a mantener un ojo en ustedes.

-¿No lo hace siempre? –retrucó, mirándome con burla. Me pareció que tenía los ojos húmedos, como si hubiera estado llorando.

No le iba a dar explicaciones ni a contestarle. Llamé a un oficial que andaba dando vueltas por ahí y le pedí que los acompañe a las celdas.
Lo que sea que hubieran estado planeando, lo arruiné. Me fui, feliz de haber hecho mi trabajo.

* * *

Como había dicho, era difícil no creerle a ese hombre.
Por eso cuando lo vi ayer, volver de su encuentro con el informante, totalmente devastado, supe que habíamos perdido.
Supe que mi papá iba a morir y que no íbamos a poder hacer nada por evitarlo.
Las lágrimas no me salieron, el dolor era mas grande del que se puede expresar llorando.
Al otro día, en la televisión, el director de la prisión anunciaba con voz apagada:

-Estoy de acuerdo con la justicia, pero nunca podría alegrarme de sacarle la vida a un hombre.

Oh, vaya comprensivo.

-No hay motivos para estar felices. –seguía.

La gente protestaba, algunas de las pancartas con el nombre de mi papá decían Aiolos en vez de Aioros, recordé que a veces lo solían llamar así. Ver su nombre escrito en esos cartones me dio un escalofrío. Sentí que lo perdía más que nunca.
Apagué la tele con rabia y me quedé sentado en el sillón donde estaba, callado, mirando a los hermanos.
A Kanon le habían dado el alta y estábamos en su casa, esperando, como si la sentencia fuera para nosotros mismos.
Ambos gemelos estaban tomando un té con la mirada fija en ningún lado, callados y sumidos en sus pensamientos.

-Tenemos que intentarlo igual. –dijo Kanon, de repente, como si se hubiera despertado de un sueño.

Saga parecía tan sorprendido como yo.

-¿Intentar que, Kanon? –le preguntó despacio, como temiendo por su salud mental.

El aludido no se dió por enterado y siguió:

-Hablar con el juez.

-¿Con el juez? –repetí, incrédulo.

Kanon me sonrió.

-Si, exactamente, el amigo que llamé desde el hospital nos va a dar un tiempo con él—

-Si, ya nos lo habías dicho, pero no tenemos nada para decirle. –dije con tristeza, pensando en el informante y en lo mal que había salido todo.

-Es cierto. –corroboró Saga avergonzado.

-No, -siguió su gemelo. –Hay una sola cosa que sabemos con seguridad y vamos a luchar por esa.

No quise ilusionarme una vez más, ya habíamos pasado por demasiadas luchas, así que simplemente me dejé caer en el sillón.

***

Milo me miraba desde su cama alta. No había hablado mucho desde el incidente.

-Quiero que sepas que no estoy enojado con vos.-me dijo de pronto, solemne.

Yo apenas le sonreí.
Aunque su comentario me reconfortó. A pesar de que no perdía lo mismo que yo, era feo para él también. Para todos ellos.
Tenían muchas ilusiones de salir.
Milo quería estar junto a Camus y poder criar a su pequeño niño adoptado, Dohko me había confesado que su sobrina agonizaba y quería pasar con ella sus últimos momentos, los otros no sabía, y aunque no me importaba demasiado, me imaginaba que tendrían planes también.
El rubio se mantenía callado, respetando mi silencio.

-¿Cuánto falta? -Me preguntó pasados unos veinte minutos desde que había hablado por última vez.

Yo tragué saliva. Sabía que se refería a la ejecución de Aioros.

-Dieciséis horas-respondí lacónico. Sintiendo como se me ponía la piel de gallina.

-¿Los abogados pueden hacer algo?- preguntó angustiado.

Negué con la cabeza. Si Saga y Kanon tenían alguna posibilidad, ya la habían llevado a cabo. Era inútil.
Milo bajó la cabeza. Su tristeza era tan sincera que tuve ganas de abrazarlo muy fuerte y agradecerle todo.
No lo hice, pero le dije:

-Sólo hay una persona que puede detener la ejecución.

* * *

Me sentía tenso y asqueado. Siendo medico, estaba acostumbrado a la muerte de mis pacientes. Se hacía todo lo que podía, pero cuando sucedía, uno lo aceptaba. Era inevitable.
Pero ahora no podía aceptarlo ahora. No podía atender a Sagitario, revisarlo, tomarle la presión como un estúpido, cuando le quedaban horas de vida.

Intenté seguir trabajando para no pensar en esa horrible situación. Para no pensar en como estaría él luego de la muerte de Aioros.

Pero no pude distraerme mucho, ya que el mismo Aioria Leo apareció en mi consultorio sin aviso.
Al verlo dí un respingo. No lo esperaba.

-Aioria- dije a modo de saludo.

-Necesito ver a mi hermano-me “respondió” el muy seriamente.

Supuse que ya sabría del incidente que Aioros había tenido por la noche, y que aun estaba en observación en el cuartito contiguo.

-Sí.- le aseguré. De ningún modo se me ocurrió negarme, así que salí corriendo a pedirle permiso a los guardias.

Me lo denegaron.

-No te dejan verlo hasta la última visita, previa a la ejecución.-le informé cada vez mas desesperado por no poder hacer nada para ayudarlo.

No se sorprendió. Casi parecía que sabía que no lo dejarían.

-¿Puedo hacer algo mas por vos?-le pregunté, como para decir algo.

Aioria estaba totalmente diferente al que era siempre.

-Si-me contestó. Yo lo miré expectante.

-Necesito que hables con tu padre-

Me quedé de piedra unos minutos. No sabía si reírme o llorar.
¿Mi padre? ¿El gobernador?
Negué con la cabeza, odiándome cada vez más por seguir dándole malas noticias.

-Por favor Shaka.-casi me suplicó, y al mirarlo sentí un fuerte puntada en el pecho.

No podía verlo así.- Decile que hable con los abogados de mi hermano, que ellos le van a contar toda la verdad.

Puse su mano entre las mías. Parecían delicadas y frágiles a comparación.

-Aioria, mi padre basó su campaña apoyando la pena de muerte, creé en que eso es lo correcto. Sus seguidores lo votaron porque también lo creen. No va a cambiar de parecer.-le expliqué.

-Pero esto no es cualquier pena de muerte.-me dijo sacando sus manos, ya que ambos notamos que le temblaban levemente.-Es la de mi hermano. Un hombre inocente.

Al verlo llorar volví a sentir la puntada, más fuerte aun.

-Llamaría a mi padre si creyera que hay alguna esperanza con él- le dije mirando sus ojos verdes brillar por las lágrimas.

Tuve el impulso de limpiarle una que le caía por su bronceada mejilla.- Mi padre odia todo lo que yo creo, lo que yo hago y lo que yo digo. Sería la última persona a la que le haría caso.

No quería autocompadecerme, pero tampoco darle esperanzar al pobre hombre. Debía decirle las cosas como eran.

-Lo siento Aioria. Realmente lo siento.-

* * *
Ese mediodía, la IP fue deprimente. Ya no tenía sentido trabajar ahí, incluso era cansador e irritante.
El gato seguía con su estado depresivo. Ya había bajado los brazos. Ni siquiera el padre del medico lo iba a ayudar.

Cuando terminamos el tueno, y el policía nos vino a buscar, le puse a Aioria mi mano sobre su hombro. Dohko estaba del otro lado, apoyándolo silenciosamente.

-El no sabe lo que pasó. –dijo angustiado, hablando después de mucho tiempo.

No entendía lo que quería decir.

-¿Aioros? –le pregunté y el asintió despacio.

-Es tu hermano, -le respondió Dohko. –sabe que lo intentaste.

Aioria se quedó meditando la respuesta. No parecía convencerlo.

-Le prometí que lo sacaría. –susurró mas para sí mismo que para nosotros.

-Y a mucha gente, gatito. –se metió Afrodita que pasaba por nuestro lado.

Lo fulminé con la mirada. Tenía muchas ganas de pegarle a alguien y ese suequito me estaba tentando.
Aunque de la nada apareció el compañero de celda del viejo, el rubiecito ese y no supe con cual quedarme. Le tenía un fastidio sobrenatural sin saber muy bien porqué.

-¿Qué hay? –preguntó mirándonos mientras caminaba junto a nosotros.

-Lamento lo de tu hermano. –dijo Dohko de pronto, como para sacar a Afrodita y sus acusaciones de la cabeza del gato, y que el molesto chico se callara.

Aioria cerró los ojos agradecido.

-Perdón. –agregó, -perdón por no poder sacarlos.

Su hermano iba a morir y aún se preocupaba por nosotros.

-Ni lo menciones, -le contestó Dohko batiéndole los rulos. Yo le dí un pequeño golpe, mostrándome ofendido. Ya habíamos hablado del tema.

-Si te sirve de consuelo, -comenzó el chino –con tantos años acá adentro, conocí un par de condenados a muerte. Una vez la silla se rompió el día previo, y uno tuvo que esperar tres semanas hasta que todo volvió a estar listo. Un día me confesó que lo que lo estaba matando era la espera, mas que la muerte misma.

Cuando terminó, no había entendido el significado de su historia. Su chico rubio lo miraba con cara de espanto.

-¿Y eso en que lo va a consolar, viejo? –le pregunté, incapaz de contenerme.

-En que, en pocas horas, Aioros va a encontrar al fin la paz, y es algo muy difícil de lograr. –me explicó.

Al parecer al gato tampoco le había quedado demasiado claro.

-¿Queres decir que si algo le pasa a la silla, la ejecución se pospone tres semanas?

Dohko asintió:

-Así lo dice el protocolo…

Miré a Aioria, a ver si era cierto lo que estaba pensando. Sí, pude ver ese brillo pícaro en sus ojos. Algo se le había ocurrido.

* * *

Era la única oportunidad, la última. Me sorprendía a mi mismo hacer cosas tan poco planeadas y desesperadas, pero no me importaba.
Si lograba que aplazaran la ejecución, encontraría la manera de salir de la prisión en menos de tres semanas.
Había dejado a Milo vigilando en la celda. Tenía que apurarme, o no estaría en los controles y ambos tendríamos un gran problema.

Los túneles y cañerías estaban llenos de lauchas, las había sentido correr por el metal, asustadas de mí. Al parecer hacía mucho que Shion no hacía una desinfección.

Me había conseguido unos snacks de la cocina y los había colocado en el suelo.

-Vamos ratita- la apuré mentalmente, manteniéndome agazapado, como un felino.

Al cabo de unos minutos apareció una. Casi grito de la felicidad. Me acerqué muy despacio y en un movimiento rápido agarré su larga cola.
El animalito se retorció y chilló. Quizá sabiendo que le deparaba una muerte inminente.

Me reí estúpida y nerviosamente con la rata entre mis manos, y pensé que a Milo le hubiera parecido graciosa la representación del gato y el ratón.

-Lo siento, pequeñita, pero sos vos o mi hermano-me disculpé.

Y eché a correr en dirección a los fusibles de la prisión.


* * *

Allí estaba Shaka D’Virgo de nuevo.
Entiendo que no le gustara la situación, pero pasaba mas tiempo conmigo que trabajando. Estaba más nervioso que yo.
Me dio las manos y sonrió. Imaginé que le recordaban a las de Aioria.

-¿Cómo estas?-me preguntó tierno.- ¿Tenés miedo?

Lo pensé mucho antes de contestar. ¿Lo tenía?

-Un poco-respondí sincero.- supongo que es normal.

El movió su cabeza asintiendo enérgicamente y su pelo largo y lacio acompañó el movimiento.
Como no sabía de que hablar, saque el tema que mas me preocupaba.

-¿Cómo esta Aioria?-

Sabía que había estado con él más temprano. Lo había visto pasar.
-Muy ansioso y desesperado- respondió con pena. Se le notaba cuanto lo quería. – Vas a poder verlo en la última visita.-me explicó.

Sí, también a Saga. Me había dicho que estaría allí, y no sabía como iba a reaccionar llegado el momento. Por ahora me mantenía tranquilo, pero verlo ahí a los dos…se que me quebraría.

-Voy a estar ahí todo el tiempo durante la ejecución-me habló Shaka de nuevo, sacándome de mis pensamientos.-Debe haber un medico ahí para comprobar que…bueno…

No encontraba las palabras.

-Que esté muerto-lo ayudé.

El volvió a asentir con la cabeza. Mas despacio esta vez.

-¿Podría hacerme un favor, Doc?-le dije al fin animándome.

-Claro Aioros, lo que sea –me respondió amable.

Tomé aire. Me costaba horrores pronunciar esas palabras. Pero no podía irme tranquilo dejándolo solo.

-Cuándo muera… ¿Podes cuidar a Aioria por mi?-

Shaka abrió sus ojazos celestes de la sorpresa. No se lo esperaba.
Finalmente, asintió por tercera vez.
Muy adentro de mi cuerpo, mi corazón se relajó un poco.

* * *

Esta vez estábamos comiendo “moussaka”. No era muy común en mi Rusia natal, pero era delicioso. La salsa, el queso y la berenjena se fundían a la perfección con el aceite de oliva que me chorreaba por la comisura de la boca.
A Radamanthys le pasaba lo mismo y se veía muy joven limpiándoselo con el dorso de la mano.
Era bonito, pero no era para nada mi tipo. Además, estaba clarísimo que andaba atrás del gato. Todo el tiempo era Leo esto, Leo lo otro, y lo peor. ¿Qué hizo Leo

-¿Tenes algún chisme? –me preguntó, cuando terminó de comer su parte.

Negué con la cabeza aún saboreando el queso gratinado. Después me acordé de algo:

-¡Ah, si! Dicen que Tauro consiguió drogas en la cocina y ahora las va a vender acá dentro.

Era cierto, lo había oído esta mañana.
Pero a Radamanthys no pareció importarle.

-¡Te dije que vigilaras a Leo! –me gritoneó.

-Pero no hace nada. –le contesté atragantándome con la comida para poder hablar.

Ni me escuchó, agarró mi plato y lo revoleó al tacho de basura con la moussaka dentro.

-¡Desaparecé de acá! –ordenó, señalándome la puerta. –Me debes veinticinco dólares por la comida de hoy y el gyro del otro día.

No podía creerlo.

-¡Pero no tengo plata! –le contesté, incapaz de mantenerme callado.

Sus ojos ambarinos se hicieron pequeños:

-Entonces más te vale que empieces a vender tu cuerpo para pagarme, patito. –me amenazó con voz suave.

Estaba tan enojado como él. Las cosas se habían puesto patas para arriba en un segundo. Mi estómago protestó conmigo.
Cuando me estaba yendo por la puerta, lamentándome de mi desgracia, me acordé de algo.

-Hoy Aioria estaba hablando con Dohko y este le contó que para detener una ejecución…-y le comenté lo que había oído esa mañana.

Sonrió. Parecía una persona totalmente diferente. Un poco me asustó.

-Anda, anda. –me palmeó la espalda con ¿cariño? -No me debes nada. –agregó.

Vaya chiflado.

* * *

Radamanthys era el oficial de policía mas importante que había conocido. Y por eso era mi mejor amigo. Y por eso me gustaba tanto. Pero la verdad que me estaba asustando.
Todo este asunto de la silla y los hermanos Aio lo estaba alterando. Parecía decidido a que el pobre Sagitario muriera carbonizado, como si le hubiera hecho daño a alguien de su familia. Y parecía decidido también a acabar con el hermano menor, de una manera u otra.
Me pregunté porque se comportaría así con esa familia e intenté buscarle una explicación que no lo implicara amorosamente con ninguno.
Y por suerte la encontré enseguida.
Rad no podía permitir que nada pasara sobre él. Nunca le había visto dejando su trabajo a otro ni permitiendo que las cosas se salieran de control si él estaba a cargo.
Se enojaba de sobremanera cuando lo superaba y pensé que quizás la inteligencia de Leo era una amenaza muy palpable a este objetivo suyo.
Me tranquilicé y lo acompañé a ver la silla eléctrica intentando que se relajara un poco cuando viera que las cosas funcionaban bien.

-Probá la silla. –dijo, señalándola.

Bostecé perezosamente.

-Lo hicimos hace un rato. –lo calmé. –Anda perfectamente.

-A’cos, quiero que pruebes la corriente ahora. –insistió.

No iba a ceder. Así que, con paso cansado me acerqué al interruptor. El electricista todavía estaría dentro del edificio con el poco tiempo que había pasado desde que la habíamos probado.

Pero Rad tenía razón.
Bajé las palancas y nada pasó.
Mi amigo me miró con su conocida cara de autosuficiencia.
Juraría que lo escuché decir: Leo.

Cuando junto al pobre electricista vimos la ratita que estaba muerta dentro de los controles de eléctricos casi vomito.
Me dan asco los animales y mas los achicharrados por un montón de wattios.

-Son el cáncer de mi trabajo. –dijo el tipo sonriendo resignado. –Bueno, me voy a hacer los papeles. –agregó.

-¿Los papeles? –pregunté, intentando controlar las arcadas.

Rad también le prestó atención.

-Claro, -contestó el hombre. –Tengo que aclarar la irrupción en la corriente y avisarle al juez que la ejecución se demorará porque—

Pero mi amigo lo interrumpió.

-De ninguna manera, nene.

Me sorprendí, ¿tan desesperado estaba Rad para hacer eso? Al parecer sí.

-Ah no, jefe. –siguió el técnico. –Es mi responsabilidad.

-Y mi responsabilidad es que este asesino muera esta noche. –contestó con fastidio.

El tipo pareció asustarse. El pasillo en que estábamos de pronto pareció muy chico.

-Pero…

-Pero nada, nadie lo va a saber nunca. –ah, genial, ahora me metía en el problema a mi también. –y además, nada va a cambiar en unas semanas. Sé un buen griego y que quede uno menos de estos tipos pisando tu suelo.

Me pregunté porqué Rada hablaba de los griegos si él era inglés, y me dí cuenta de la respuesta, casi cuando la dije.
Esta gente es demasiado patriota, viven y mueren por su país, y quieren un mundo mejor para sus habitantes. Yo era de Nepal pero me sentí un poco caballero de la mesa redonda en ese momento.

* * *

Cuando entré en la celda de Aioros y lo vi con los ojos entrecerrados, en una especie de meditación, quedé muy impactado. Estaba haciendo mi trabajo normalmente y todavía no había pensando en que esta misma noche moriría.
Supongo que era muy común que estuviera así, como rezando, aunque yo nunca lo hubiera visto antes.

El pobre hombre sufrió un respingo al escucharme y se detuvo.

-Garan –me dijo a modo de saludo, inmediatamente agregó: –Quiero ver a Aioria.

-Hola Aioros, -contesté suspirando. –No podes verlo todavía.

Había entrado solo, pero tenía dos compañeros esperando afuera. Yo sabía que no sería necesario, pero Shion había insistido.
Aioros estaba sentando en el piso, ya que la habitación no tenía sillas, valga la contradicción…Me acuclillé para estar a su altura:

-Aio, ya que muy poco, y no quiero tener que esposarte, si me das tu palabra que te vas a portar bien…-comencé.

El rió.

-¿Qué me vas a hacer?

Le golpeé la puerta a mi compañero que permanecía afuera y este entró con la toalla y la maquinita.

-Despedite de tus rulos. –le dije mientras intentaba hacer que el momento tenso pareciera algo gracioso.

Rió nuevamente y se tapó la cabeza con las manos. Puchereó. Se veía adorable.

-¿Sabés lo que costó que llegaran a ser esto? –bromeó.

Luego su expresión se tornó mas seria.

-Te doy mi palabra, Garan. –me afirmó, solemne.

Me tranquilicé. Sabía que cooperaría, pero ahora estaba seguro.

Mi compañero salió y Aioros se sentó en la cama así era más cómodo. Mientras le pasaba la maquinita a cero, sentí que ya había empezado a matarlo, lentamente.
Los rulos castaños caían al piso, conforme Aioros, que observaba en silencio, se iba quedando más y más pelado.

Se mantuvo relajado todo el proceso e incluso hizo algunos chistes cuando terminamos.
Parecía otro, sus ojos claros resaltaban más que nunca.

-¿Y? ¿Cómo quedé? –preguntó risueño, tocándose la cabeza.

No pude contestarle porque se me había hecho un nudo en la garganta. Iba a extrañar a ese hombre amable que no tenía una pizca de asesino.

-Gracias por mantener tu palabra, Aio. –hablé al fin, tendiéndole la mano.

-Gracias por tratarme bien siempre, -me respondió él, estrechándola.

Aunque nos volviéramos a ver antes del final, esa fue nuestra despedida. Cuándo salí de su celda, me sentía sumamente angustiado.

* * *

Los gemelos abogados eran realmente dignos de ver. Kanon me había pedido como favor quince minutos, y realmente era difícil negarle algo a él. Había pasado años mirándolo en silencio hasta que, de manera clásica, le había dicho a un amigo que fuera a hablarle. Este amigo era Sorrento Sirena, este amigo se había quedado un poco sin voz cuando lo había visto y Kanon se había acomodado el pelo de la manera que lo hacía cuando estaba nervioso y habían pasado como diez años de novios.
En fin.

Al parecer se habían peleado pero Kanon parecía dispuesto a cualquier cosa, -incluso seducir viejos pretendientes- por el hecho de ayudar al famoso sentenciado a muerte Aioros Sagitario.

Me sentí extraño al verlo de nuevo, me alegró, por supuesto. Pero era evidente que este caso lo tenía a maltraer. A ambos hermanos.
Kanon se pasaba la mano por el cabello de forma compulsiva y su hermano se mordía los labios esperando su turno.
El Juez del que yo era secretario parecía aburrido con el caso que se estaba tratando en ese momento y yo deseé que no se le ocurriera irse a fumar hasta que los Geminis pudieran hablar.
Sucedió al fin, pero los abogados del acusado estaban también, y con uñas y dientes. Una mujer y un hombre morochos.


-Señor, queremos dejar constancia que todas las pruebas que poseíamos fueron alteradas de una manera u otra.

-Prosiga. –dijo el Juez prestando atención.

Kanon parecía súbitamente tenso, Saga sin embargo se adelantó:

-Robaron el video del momento del disparo de mi propia casa, luego, por las dudas, la prendieron fuego, intentando matarme—

-Objeción señoría. –interrumpió la mujer defensora. –la policía dejó constancia que fue por una fuga de gas.

Los gemelos se enfurecían por momentos, pero sabían que tenían que comportarse si querían lograr algo.

-Hypnos y Thanatos, -agregó Saga, con la voz calmada. –Hypnos estaba a punto de entregarme toda la evidencia cuando llegó Thanatos, y le disparó.
-Señoría, le entrego una hoja firmada por el cuerpo del Servicio Secreto Griego que testifica que nunca tuvieron agentes con esos nombres.

La expresión que puso Kanon se me antojó adorable. Estaba enojado como un nenito chiquito que le dijeron que no existen los Reyes Magos.

Los hermanos pasaron por varios intentos y siempre los otros abogados tuvieron algo que retrucar.
Finalmente el juez preguntó:

-¿Tiene alguna evidencia concreta?

La negativa de los gemelos me dio lástima y vergüenza ajena.

* * *

Cuando Radamanthys me fue a buscar para la fatídica “visita final”, cerca de las seis de la tarde, se me encogió el estómago. ¿Cómo es que no había funcionado lo de la rata? ¿Cómo era posible que no hubiera cambiado nada? Algo de lo que pensaba se me debía reflejar en la cara, ya que el poco sensible del oficial me dijo:

-Pareces sorprendido.

Su tono burlón me hizo sospechar de cómo había terminado mi intento de detener la ejecución.
Bueno, al parecer Shaka no iba a hacer nada, Saga tampoco y todo lo que yo había tratado de hacer había salido mal.
No quise entrar en un período de depresión ya que no quería que Aioros me viera así en sus últimas horas de vida.
Después llegaría el momento de largarme a la desesperación.

Cuando las luces de la prisión parpadearon, mi voluntad casi se vá al tacho y unas nauseas que me asaltaron me obligaron a quedarme quieto.
Radamanthys esta vez se quedó callado y supuse que debía tener algo de piedad, pero poco me importaba.

Al abrir la puerta y encontrarme con un Aioros rapado, sin sus bellos rulos castaños, sentí que no podía respirar por cuatro o cinco segundos, pero me obligué a mantenerme entero. Se lo debía.

-¿Cómo me veo? –preguntó sonriendo.

Aunque quise, no pude contestarle.

-El pelo es un mal conductor... –agregó, dándome a entender que lo iba a tomar bien, o mejor dicho, que se iba a poner la misma coraza que yo mientras durara toda esta tortura.

Garan apareció detrás de nosotros con una bolsa blanca. Aioros levantó sus cejas, como si estuviera sorprendido de verlo, el oficial parecía temeroso de hablar:

-Es un pañal, tenés que ponértelo, porque en el momento—

Mi hermano lo interrumpió, sin dejar de sonreír:

-Obligame.

Garan sonrió ahora, entendiendo y llevándose el dichoso pañal con él.
Fue uno de los peores momentos de mi vida, lisa y llanamente.

Cuando la puerta se cerró detrás suyo, nos quedamos momentáneamente solos después de tanto tiempo. No dudé un segundo y me tiré a sus brazos para abrazarlo fuerte y no dejarlo irse nunca. …l me correspondió, cálido y afectuoso como siempre.
Me sentí pequeño e indefenso.

-Hice todo lo que pude. –susurré junto a su oído, aún estrujándolo entre mis brazos.

-Lo sé chiquito, lo sé.

Me pasó la mano por mis propios rulos, idénticos a los otrora suyos y me volví a quedar sin respiración.

* * *

Me rompía el alma tener que decirle que no. Pero no podía hacer nada al respecto.
Me pregunté cuantas veces había decepcionado a los Sagitario en estas semanas.
El pobre chico no tenía muchas fuerzas, pero igual protestó.
Kanon lo abrazó con cariño –se habían hecho bastante cercarnos este tiempo- y lo sentó en el sofá del living donde había estado durmiendo.
Le dijo algo al oído que al parecer lo calmó.
Me miró con sus grandes ojos marrones y me pidió sin palabras que le dijera a su padre que lo amaba, que lo perdonaba, y todas esas cosas que un adolescente rebelde siente por su progenitor.
Quise, infantilmente, que mi hermano también me abrazara y me dijera algo que me calmara. Pero no había manera, no había nada que pudiera hacerlo.
Nos habíamos dado la cabeza contra la pared tantas veces que ya no tenía fuerzas para nada más. Todo lo que había intentado desde el primer momento había salido mal. ¿Quién podía seguir entero después de tantos tropiezos?
Me acomodé la corbata (Aioros siempre decía que amaba verme de traje) y miré a mi gemelo que esperaba en la puerta a que me fuera.

-Decile a tu arquerito que nos perdone. Que lo intentamos.

Asentí, haciéndome el fuerte. Ya tendría tiempo de desesperarme después.
Abrí la puerta y me asusté cuando me topé de frente con un muchacho rubio y cara de desesperado.
No sabía quien era, pero no me importó, obviamente tendría que ver con Aioros.

* * *

Con el sobre que me había traído mi hijo hacía un momento, llamé a la penitenciaría Sunión. Me sentí extraño. Al parecer las pruebas tenían algo de veracidad y definitivamente las cosas no cerraban del todo como correspondía a un caso semejante.
Pero la señora Athena me había llamado hacía unos minutos y me había prometido un buen puesto si me mantenía callado y denegaba el pedido.
Lo cierto es que prefería lograr una banca en el senado, o una secretaría en la nación antes que realmente fijarme lo que me pedía mi hijo o mí conciencia.

* * *

Jugábamos a las cartas. Era obvio que me estaba dejando ganar. Era un caso perdido.
Me había terminado el arroz con pollo que hubiera deseado compartir con Seiya, mientras recordábamos anécdotas de la infancia.

-Mostrame las cartas Aioria-le ordené en tono de hermano mayor.

El se rehusó, pícaro.
La angustia del encuentro había mermado, y ahora estábamos solos y tranquilos. Sin máscaras. Disfrutando al máximo el presente, sin pensar en el futuro. Ni siquiera en el aterradoramente cercano.

-Mostramelas-repetí.

Obedeció, un poco colorado.
Tenía un juego perfecto. Incluso hacia esfuerzos para perder y aun así ganaba.

-Iba a ganar-dijo despreocupadamente- Estaba esperando el momento preciso-acotó.

Lo miré con sospecha.

-Así no es divertido-lo reté.

Juntó las cartas para repartir de nuevo.
Aún las mezclaba cuando sentimos la puerta. Nos pusimos a la defensiva. Según el reloj de mi hermano, aun nos quedaban unas horas.
El corazón me dio un vuelco cuando Saga apareció detrás del policía.

Estaba hermoso. Prolijo como siempre, con un traje oscuro y una camisa blanca. Se había puesto una corbata que le hacia juego con los ojos. La habíamos ida a comprar juntos, cuando estábamos de novios para que pudiera ir a entrevistas de trabajo.

Me paré y corrí a abrazarlo. Su mirada parecía triste y preocupada. Supe que intentaba no llorar.

-Hola mi amor-le dije- enterrando mi cara entre su cabello como solía hacer.-

Me balbuceó algunas incoherencias por respuesta. Solo entendí el 'perdón'

-No te preocupes.- traté de tranquilizarlo.

Si algo no me gustaba era hacerlos sufrir.

-¿Como esta Seiya?-le pregunté cuando nos separamos.

Recordé que había seguido los mismos pasos cuando había venido a verme el día anterior, cuando todavía tenía esperanzas. Cuando creía que escaparía con Aioria esa misma noche.

-Muy triste- me dijo sincero, mientras abrazaba a Aioria- Se quedó con Kanon.

-Por cierto, te pide perdón también. Hicimos todo lo que pudimos, pero perdimos la apelación.

Ví como mi hermano cerraba los ojos con dolor, yo ni me inmuté. Sabía que los gemelos no tenían oportunidad.

-Pero vino Shaka- agregó Saga y Aioria abrió los ojos sorprendido.- Le dimos todo lo que tenemos.

-¿Va a hablar con su padre?- preguntó.

-Si, o al menos eso dijo- -

No podía creer que siguieran intentándolo. Era tan inocente y desesperado que no sabía si reír o llorar.

-Chicos, chicos- dije tranquilo pero alto, para que me prestaran atención.-Ya basta. No hay nada más que hacer. Disfrutemos estos últimos momentos.

Lo de 'últimos' sonó aterrador, pero me compuse. Ellos me necesitaban.

* * *

Por primera vez en mucho tiempo tenía la oportunidad de dar una buena noticia.
Entré raudo en la sala donde Sagitario y Leo se desangraban en silencios ocultos por risas falsas y trucos en las cartas.
Levantaron sus ojos claros para mirarme, asustados que ya hubiera llegado la hora. La otra persona que estaba con ellos –el abogado de Sagitario si mal no recuerdo –se paró educadamente y también me miró.

-Llamó el Juez Federal. –anuncié. –La ejecución se aplazará unas semanas por que apareció un sobre en su oficina que indica irregularidades en el caso.
Notas finales: ¿Y? ¿Alegria? ¿Tristeza? ¿Un poco de las dos? Hay una luz al final del tunel... Ojala les haya gustado, gracias por estar ahi!

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